Los nuevos patrones los nuevos conquistadores
Los nuevos patrones los nuevos
conquistadores
Raúl Prada Alcoreza
Los nuevos patrones los nuevos conquistadores
Dedicado a Carla Casas, joven
activista, valiente defensora de la vida y del TIPNIS[1].
La conquista parece interminable,
como decimos en el texto La conquista
reiterada[2].
Se dio por oleadas, que parecen seguir hasta en la actualidad. En lo que
respecta a la conquista de la Amazonia, de la que se encargó Francisco de
Orellana[3]
y otros españoles, entre ellos el protagonista de Aguirre la ira de Dios[4],
Lope de Aguirre; película de Werner Herzog. Conquista de la Amazonía narrada en
la trilogía de novelas de William Ospina; Ursúa,
El País de la canela y La serpiente
sin ojos[5].
Sin embargo, esta conquista ha sido
intermitente a lo largo de los periodos republicanos; incluso ahora, en el lapso de los llamados “gobiernos
progresistas” de Sud América. Como decimos en el texto citado:
La conquista no se dio de un
solo golpe. Mas bien, acaeció intermitentemente, de una manera repetida,
recurrente, como avalanchas. Quizás ni si quiera haya terminado. La independencia fue una ilusión y sigue siéndolo.
La conquista vuelve
como oleadas, solo que transformadas. De la isla bautizada con el nombre de La
Española, comprendiendo el archipiélago caribeño, se pasó al continente. En
esta inmensidad territorial, que atraviesa la Tierra de Sud a Norte, que se
encuentra entre dos aguas, por eso Abya Yala, los argonautas conquistadores se
perdieron en sus exuberantes paisajes; en contacto con innumerables pueblos
asentados en espesores territoriales diversos, donde la prodigiosa agricultura
alcanzó la producción y la productividad no conocidas en Europa, sobre todo, la
proliferante diversidad. Contando con el maíz, alimento también desconocido por
los conquistadores, prodigioso cultivo de Mesoamérica y de Norteamérica del
aquél entonces.
Más abajo se escribe:
La conquista suma y sigue; las verdaderas guerras de la
independencia, las guerras anticoloniales
indígenas y mestizas, dadas en el siglo XVIII, incluso comenzadas antes,
fueron acalladas. Eran guerras anticoloniales que expresaban la revolución social. En el siglo XIX
se sustituyó esta subversión plebeya,
por así decirlo, por una guerra de la independencia
restringida en los límites de una revolución política, descartando
la revolución social. Estos límites llevaron a constituir los Estado-nación de
segundo orden, repúblicas de segunda clase, bajo el oropel de un liberalismo imitativo, pero
no real.
Las oleadas de la conquista perdurable, después
de la independencia, no se desplegaron con tropas, como ocurrió durante los
siglos XVI y XVII, sino con inversiones de capital,
a decir del lenguaje económico. Hablando claro, se definió una geopolítica del sistema-mundo capitalista, donde
los Estado-nación secundarios, las repúblicas segundonas, se encargan de
abastecer de materias primas a
los Estado-nación de primer orden, las repúblicas modernas propiamente dichas.
En este caso, metafóricamente, la conquista no
toma Tenochtitlan, sino que solo compromete a Moctezuma. Las estructuras de los
Estado-nación forman parte del orden mundial establecido como geopolítica del sistema-mundo.
Son las estructuras políticas
mediadoras en la transferencia de recursos naturales. Ya no es
necesario ocupar militarmente territorios y conformar colonias, en sentido
pleno, porque la clase política y la clase económica, por así decirlo, ya están
colonizadas.
Paradójicamente, la conquista continua
a través de los gobiernos nacionalistas,
que se plantean la recuperación de la soberanía mediante
medidas políticas de las nacionalizaciones de
los recursos naturales y
de las empresas trasnacionales
extractivistas. Aunque el Estado-nación sea propietario de
los recursos naturales,
incluso de las empresas extractivistas,
convertidas en empresas públicas, el funcionamiento de
la maquinaria productiva del sistema-mundo capitalista le
es ajeno; no accede ni controla esta maquinaria. El
proceso de acumulación ampliada de capital se
concentra en los centros de la
geopolítica del sistema-mundo; entonces, el proceso recurrente de la acumulación originaria de capital,
aunque se dé in situ, escapa también al control del
Estado-nación rentista y extractivista. En este caso, aunque podamos conceder,
hipotéticamente, que las mentalidades del nacionalismo
revolucionario no estaban colonizadas, resulta que el funcionamiento de las cadenas productivas, sus
engranajes, su ingeniería, la heurística de
su maquinaria, ya
es técnica colonial. En este caso, la conquista se realiza en
el proceso mismo de producción.
La conquista suma
y sigue. La evolutiva colonización,
que podemos llamar como ya la han denominado, colonialidad,
cuenta con la estructura del
Estado-nación, que forma parte del sistema-mundo
colonial-capitalista. Entre sus dispositivos cuenta
con sus aparatos de emergencia, el ejército y la policía; mediante estos dispositivos, el sistema-mundo colonial puede
acudir a su uso, en situaciones de emergencia, instaurando regímenes que
manifiestan abiertamente el cimiento y el núcleo constitutivo del Estado, el Estado de sitio. Los gobiernos de
las dictaduras militares fueron los más entreguistas en lo que respecta a
la transferencia de recursos naturales, incluso en
condiciones onerosas, aceptadas de antemano, como dadiva del imperio. En este caso, el colonialismo
se encuentra en las armas mismas, en el uso institucional de las armas; es más,
inmerso en los que las usan.
La evolución de
la conquista continúa.
La colonización puede ejercerse de manera eficiente, sin recurrir a ocupaciones
militares, sin exponer de manera explícita a los funcionarios del Estado o,
mejor dicho, a las estructuras institucionales del
Estado, puede prescindir, por el momento, de los dispositivos de emergencia, usando
tan solo los mecanismos de las políticas económicas, mediante una
estrategia colonizadora como la del ajuste estructural neoliberal,
mediante privatizaciones. El neoliberalismo es
una estrategia, proyecto y ejecución colonial “técnica”.
Increíblemente la conquista suma
y sigue con los “gobiernos progresistas”. En este caso, la colonización funciona mejor en la ideología. Empero, lo hace de una
manera barroca; no se
trata de la ideología explícitamente
colonial, sino, paradójicamente, se expresa en discursos “anti-coloniales”,
“anti-imperialistas”, “socialistas”, incluso “comunitarios”. Para decirlo de
una manera ilustrativa, empero tosca, sin embargo, recurriendo a una metáfora
harto conocida y usada, ocurre como con el caballo de Troya. El caballo de
madera obsequiado por los griegos a los troyanos contiene en sus entrañas el
arma o la pequeña armada que los va a derrotar, justamente en el festejo de la
supuesta victoria. El discurso populista,
“socialista” y “comunitarista”, incluso “anti-colonial”, contiene en sus
entrañas enunciativas el paradigma colonial que
va a colonizar a los pueblos que festejan su supuesta victoria. En nombre del
Estado-plurinacional, en unos caso, en nombre del Estado-nación soberano, en
otros casos, en nombre de la descolonización se efectúa la colonización en la
forma más patética, comprometiendo las voluntades populares en el ejercicio del poder espectacular
y rimbombante, que hace lo mismo que todos los gobiernos, continuar con
el modelo extractivista colonial
del capitalismo dependiente.
Una de las conclusiones es la
siguiente:
¿Qué tienen en común todas estas oleadas de conquista, posteriores a la
llamada independencia?
La ideología del
“desarrollo”. Comparten esta visión, que es como la meta y la misión de todas
las formas de gubernamentalidad dadas.
Este prejuicio por
el “desarrollo” es lo que los aproxima, aunque sus discursos e ideologías políticas los diferencie.
Todas estas formas de gubernamentalidad distintas
son dispositivos para
cumplir con el “desarrollo”. Son parte reproductiva de esta ilusión inventada por
el sistema-mundo capitalista.
La colonización, en la modernidad tardía se
ejecuta mediante esta apertura y construcción del camino al “desarrollo”.
El conflicto
reiterado del TIPNIS parece corroborar esta interpretación.
El “gobierno progresista” de Evo Morales Ayma y de Álvaro García Linera
reinicia la interminable conquista en
la Amazonía, en el Territorio y Parque Nacional Isiboro-Sécure (TIPNIS). No
contentos con legalizar e institucionalizar el avasallamiento de más de 250 mil hectáreas del TIPNIS, por parte de
la población de colonizadores
ocupantes, cultivadores de la coca
excedentaria e incorporados a la economía política de la cocaína, ahora,
reintentan avasallar con todo, las un
millón de hectáreas que quedan del territorio indígena y área protegida. Todo
esto a nombre del desgastado, anacrónico y trasnochado discurso del
“desarrollo”.
En un
sugerente reportaje sobre lo que ocurre en el Polígono Siete, la zona de avasallamiento, donde había quince
comunidades indígenas; de las que queda solo una, Santísima Trinidad, pues las
demás han sido absorbidas por la vorágine del cultivo de la hoja de coca excedentaria y por la violencia y dominación de las federaciones campesinas cocerlas,
correspondientes a la Federación Campesina del Trópico de Cochabamba, Beatriz Layme, enviada
especial al TIPNIS por Página Siete, escribe:
Muy temprano, Joaquín, un joven mojeño trinitario de 17 años de edad, sale
de su casa cargado varias bolsas de plástico, aquellas de quintal que se usan
para azúcar, harina o arroz. Apresurado se abre paso entre la maleza y luego de
caminar cerca de 45 minutos pone manos a la obra: comienza a
arrancar las hojas de coca para ganarse unas buenas "fichas” (monedas).
El indígena estima cosechar entre 90 a 100 libras de la hoja de coca para
que don Martín, dueño del cato, le pague 200 bolivianos. El contratante es un
colono que llegó hace 15 años al Polígono 7, zona del TIPNIS.
El pago por libra de coca cosechada es de dos bolivianos si el cato no está
en una zona alejada; pero si se ubica a una distancia considerable el precio
por libra sube a tres bolivianos. Según los indígenas, por día cada uno logra
cosechar hasta 120 libras.
El dinero que gane -cuenta Zacarías esperanzado- le permitirá comprar
artículos que necesita: sal, una pequeña radio y hasta un "aprieta
pecho” (alcohol).
Como Zacarías, cada tres meses -tiempo en que un arbusto de coca vuelve a
llenarse de hojas-, varias mujeres y jóvenes indígenas acuden a la convocatoria
de los colonos, quienes requieren la mano de obra de los originarios.
"Ellos siempre buscan a los indígenas, a nosotros. Por la necesidad de
la economía nosotros cosechamos la coca. Ahí ganamos según lo que saquemos,
pueden ser 100 libras, hasta 120 libras, dependiendo el cosechador; por libra
nos pagan dos bolivianos, tres bolivianos”, relata Zacarías, quien tiene la
mejilla hinchada por el bolo de coca que saborea lentamente.
Si jóvenes y mujeres hallan trabajo en la cosecha de la hoja de
coca, los hombres indígenas son contratados por los colonos para el chaqueo
(limpieza de terrenos de la cobertura forestal y vegetal) para nuevos cultivos.
Por este tipo de trabajo, el colono paga por día entre 50 y 100 bolivianos por
persona.
"Los colonos no se conforman con un cato, ellos siempre están
sembrando más allá de sus lotes, más adentro del bosque. El colono no está en
un solo sindicato, tienen cuatro o cinco lotes, mientras nosotros, en un sólo
lugar”, cuenta María Luisa, indígena yuracaré madre de 12 hijos, dos de ellos
están en Trinidad y uno en Santa Cruz.
En el Polígono 7 del TIPNIS se crearon los sindicatos de cocaleros:
Isiboro, Patiño, Puerto Patiño, 1º de Mayo, Bolívar, Aroma, Icoya, Paraíso,
Moleto, Ichoa. Éstos se conformaron a la par de las comunidades indígenas
Limo, Sasarzama, Santísima Trinidad, San José de la Angosta, Fátima de Moleto,
El Carmen, 3 de Mayo, Puerto Pancho, Puerto Beni, entre otras.
María Luisa, quien saluda en yuracaré -su idioma madre- a su amiga Nieves,
con tristeza e impotencia cuenta que su familia está sometida al sistema de los
colonos. Por eso, dice, su esposo y ella se ven en la necesidad de trabajar con
el fin de tener algo de dinero para comprar hasta carne.
"Nosotros nos preocupamos más por la alimentación. No nos preocupamos
de tener un negocio. No decimos que la plata no sirve, nos conformamos con lo
material, nuestra gran preocupación es tener algo que comer. Como ya no hay
mucho para pescar ni cazar, no nos queda otra cosa que trabajar para tener un
poco de dinero”, comenta María Luisa. Vive en una pequeña casa de madera, donde
cuelga una hamaca y a un costado detenta unas tablas que hacen de
catre.
Es irónico para los indígenas verse como peones en su propia tierra,
"en su casa grande”, porque -cuentan- ahora la pesca y caza ya no es tan
fructífera como antes.
Es por eso que algunos originarios decidieron ingresar a regiones más
cercanas al corazón del TIPNIS, con el fin de continuar con su vida "en
armonía” con la naturaleza.
Los indígenas cultivan coca
Algunos indígenas de las comunidades de Santísima Trinidad y Moleto, entre
otras, cultivan coca para tener mejores ingresos y dejar de ser peones de los
colonos. "Nosotros sembramos un pedazo, sacamos un paquete, dos paquetes”,
admite Miguel, mojeño y veinteañero.
¿Dónde venden la coca que cosechan? "Algunas personas que vienen
nos compran la hoja y por libra nos pagan entre 30 y 35 bolivianos”, informa
tímidamente Miguel.
Según el relato de algunos colonos que viven en Bolívar, Patiño y Santísima
Trinidad, para evitar gastos de pasajes los productores venden la hoja
"a un buen precio a la gente que busca”.
"A la zona vienen a comprar la coca, pero no sabemos dónde la
llevarán, será a Cochabamba o para un trabajo ilícito, desconocemos dónde se la
llevan. Pero siempre hay compradores, si no se lleva la cosecha a Aroma, allá
hay un galpón donde están los compradores de coca”, señala Cristóbal Choque,
oriundo de Potosí que llegó al Polígono 7 hace 25 años[6].
Al respecto de nuestra crítica de la razón histórica, que la
expusimos en Gramatología del
acontecimiento[7], concentrándonos
en el debate que inicia la corriente de historia
del presente, debemos, ahora introducir otra hipótesis de interpretación. Esta dice lo siguiente:
No solo se trata de la comprensión de la simultaneidad dinámica de los tejidos
espacio-temporales-territoriales-sociales, comprensión que intuye la
historia del presente, sino también
en comprender lo que llamaremos, en
un primer intento, por cierto provisional,
las metamorfosis de las figuras de la
narrativa histórica. En esta perspectiva,
podríamos hacer el seguimiento de la metamorfosis
de las figuras conquistadoras como la
de Cristóbal Colón, Hernán Cortés, Francisco Pizarro, Francisco de Orellana, de
sus mutaciones en otras figuras de la narrativa histórica;
aunque no aparezcan con su nombre inicial, dado por la narrativa histórica, como conquistadores. Incluso habría que preguntarse que si los “libertadores”
no son otros nombres de las figuras iniciales de conquistadores, dados en la narrativa
histórica republicana, obviamente con otros nombres y connotaciones
semánticas.
Si bien puede aparecer con cierta
claridad esta comparación, la de los conquistadores, en el caso de las figuras narrativas históricas de las
élites conservadoras, más tarde, de las dictaduras militares reaccionarias; lo
que no se presenta con esta claridad es cuando se trata de los caudillos populistas, de las figuras simbólicas del nacionalismo-revolucionario y, recientemente,
de las figuras de los “gobiernos
progresistas”, sobre todo, cuando hablan a nombre de la “descolonización”.
Las narrativas históricas son ideológicas, fuera de ser narrativas, por lo tanto, tramas interpretativas, que dan sentido, de acuerdo a su concepción del origen y la visión del desenlace, pasando por las mediaciones y
entramados de los dramas. Por lo
tanto, otorgan a las figuras de la
narración histórica el sentido
atribuido a la trama de su
interpretación. Por ejemplo, un ejemplo pedestre, los “libertadores” son “libertadores”,
“protomártires”, no otra cosa; no hay duda al respecto. Entonces, a partir de
esta esencia atribuida, se explica el
accionar de los protagonistas; con
esto, se explica, como voluntad
iluminista y entrega, los períodos comprometidos, los sucesos, las
secuencias, los eventos, que adquieren la connotación que la historia les otorga.
Ciertamente la narrativa histórica ya no es una narrativa de la epopeya; empero, ha transferido
el simbolismo de la epopeya a la narrativa, que se pretende descriptiva
y objetiva. La historia se condensa en
las historia de vida de individualidades
consagradas a la causa. La historia vuelve a ser un acto de voluntad, casi resumida a estas voluntades individuales señeras. Ya no se trata del mito, en su narrativa simbológica antigua, donde se trata de fuerzas cósmicas intervinientes,
metamorfoseadas en héroes; sino se
trata de la voluntad heroica de protagonistas históricos, que encarnan el deseo de libertad.
Podríamos decir, que la historia, a pesar de sus investigaciones, ponderables
por cierto, a pesar de sus pretensiones descriptivas
y objetivas, realiza la metafísica de
las voluntades heroicas o iluministas. Estas serían sus esencias.
Por esto, es tan difícil entrever
la metamorfosis de las figuras históricas; no en el sentido de
la metafísica, de las esencias, de las voluntades individuales heroicas, convertidas en las figuras mismas y sus dramas de los protagonistas; sino metamorfosis
de las figuras iniciales,
inaugurales, de la narrativa historia,
a las figuras históricas, que se
presentan con otros perfiles y con otros
nombres.
La formación narrativa e enunciativa de la historia, a pesar de los cambios de nombres, de los distintos perfiles,
de los períodos clasificados, de los contextos descritos, no deja de transmitir entramados inherentes a los mismos espesores de la narrativa;
no deja de mostrar, aunque escondiéndolas, relaciones
entre las figuras de la trama histórica, aunque las presente
como diferentes. Estas figuras son las que experimentan las metamorfosis de las que hablamos.
En primer
lugar, todas las figuras de la narrativa
histórica, que son también conceptos,
o se encuentran en enunciados
conceptuales, comparten los tejidos
de la narrativa, lo que se llaman las
tramas. Es como cuando los peces, la biodiversidad marina, comparte el océano;
haciendo una metáfora ilustrativa. En
consecuencia, por así decirlo, siguiendo con la metáfora y el ejemplo, las figuras
se alimentan de los mismos tejidos.
Transmiten sentidos inherentes, no
necesariamente explícitos. Entre estos sentidos
inherentes se encuentra la figura
de la irrupción, de la intervención, de la conquista; que puede adquirir connotaciones
semánticas criticables y poder así interpelarles, como las que corresponden
y se atañen a los conquistadores
españoles. También pueden adquirir connotaciones
semánticas románticas, como las relativas a la aventura. Así como pueden adquirir otras connotaciones semánticas, haciendo desaparecer el nombre de referencia, conquistadores;
convertida esta matriz semántica en
la de los “libertadores”, la de los caudillos
populistas, la de los héroes
modernos, la de los mesías barrocos
neopoulistas del siglo XXI. A pesar de estas diferencias y estos cambios,
donde ya no se reconoce el modelo inicial,
la interpretación, mejor la hermenéutica,
mucho mejor si es deconstructiva,
puede sacarlas a luz y presentar las metamorfosis
ocultas.
La conquista puede ser reiterada por otros medios, por otros protagonistas, con otros
guiones, en otros contextos, con otros discursos y distintas ideologías, además
de variedad de prácticas. Se puede
seguir cumpliendo el papel de conquistador
al concentrar la representación, por
cierto, simbólica, del pueblo, en un individuo carismático. Se le quita el protagonismo, por así decirlo, al
pueblo, para monopolizarlo en la figura del caudillo, que encarna la dialéctica
de la historia, en su forma de mito,
de convocatoria del mito, en su forma
de símbolo de la nación oprimida. El tema aquí no solamente es que la historia sigue
gravitando en las condensaciones
individuales, sino en que las estructuras
de poder siguen funcionando sobre
la base de estas representaciones.
Los diagramas de poder, por más
diferentes que sean, siguen legitimándose
o expresándose a través de estas figuras de la narrativa histórica.
La conquista interminable y reiterada se
desenvuelve, ahora, en lo que respecta al conflicto del TIPNIS, a través de las
intervenciones violentas, simbólicas, matizadas, normativas, económicas,
corrosivas y corruptas, además de las violencias físicas, descarnadas, del “gobierno
progresista” en el TIPNIS. La conquista
reiterada se despliega con el avasallamiento
de los colonizadores, cultivadores de
la coca excedentaria e incorporada a
la economía política de la cocaína,
en el TIPNIS. La conquista interminable
se realiza a través de las concesiones a petroleras en pleno bosque del TIPNIS.
La conquista recurrente se efectúa con la construcción de la carretera, que
participa del proyecto geopolítico del IRSA, aunque no sea el eje principal de
las vías bioceánicas. La conquista
reiterada se ejecuta con la ley que levanta la intangibilidad del TIPNIS, autonombrándose, como ironía grotesca,
ley de desarrollo sustentable y desarrollo integral del TIPNIS.
Dicho
simplonamente se diría que Pizarro, Almagro y Orellana, además de Lope de
Aguirre, se habrían convertido en Evo Morales Ayma y en Álvaro García Linera;
pero, sabemos que no es tan simple, a pesar de lo esquemático y del resumen de esta apreciación ilustrativa. Primero,
porque no hay materialmente esta metamorfosis; la historia no es una entelequia, tampoco una filosofía de la historia, con esto, no hay tal dialéctica de la historia, inmanente
que se hace trascendente, que se
mueve por la astucia de la razón. La historia la hacen los humanos en sus múltiples y plurales
relaciones, prácticas y manifestaciones, ocasionando efectos masivos, que no controlan. Lo que pasa es que en las
atmósferas semánticas y conceptuales de la narrativa
histórica, ocurre esta metamorfosis
en el imaginario histórico; solo que
no ocurre de manera consciente, sino,
si se quiere, de manera inconsciente
- aunque este término no sea del todo adecuado, pero es ilustrativo, por el
contraste -.
Aunque sea ideología la historia, como lo hemos
dicho, sea otra narrativa, lo sugerente
es que ella misma, en sus tejidos y entramados, no visibles, nos trasmite la percepción de relaciones, estructuras, nudos problemáticos de
relaciones y estructuras, persistentes, a pesar de las transformaciones histórico-políticas. El tema, entonces, no son los
individuos; ni se trata de endemoniarlos, ni volverlos culpables, como lo hace la ideología política moderna, bajo el esquematismo dualista del amigo y enemigo,
heredera del esquematismo religioso del fiel e infiel; sino el tema está en estas
relaciones, estas prácticas, estas estructuras, estas mallas institucionales,
que mantienen o funcionan para ejercer dominaciones, legitimadas por narrativas
históricas e ideológicas.
En
consecuencia, una primera conclusión puede enunciarse de la manera siguiente:
Los nuevos patrones y los nuevos conquistadores aparecen como las nuevas figuras de la contradicción histórica, inaugurada por
la modernidad; sociedad moderna
versus naturaleza, a la que hay que dominar. La singularidad de estas nuevas
figuras conquistadoras y colonizadoras
es que representan el avance de la frontera agrícola contra los
bosques, las cuencas, los ciclos vitales, sobre todo, representan
el avance de la ampliación expansiva
de la frontera agrícola del cultivo
de la coca excedentaria. La singularidad de estas figuras conquistadoras y colonizadoras
no es solo que lo hacen como proyecto de “desarrollo”, sino que lo hacen a
nombre del “antiimperialismo” y, lo más incongruente, a nombre de la “descolonización”.
[1] Carla Casas,
activista, que en la entrega del reconocimiento de la CLACSO, por sus 50 años,
el premio CLACSO 50 años, al
presidente Evo Morales Ayma, intervino en el momento de la clausura, y por el
micrófono dijo, ante sorpresa de los asistentes: "Soy una ciudadana de
Bolivia que exige su derecho al medio ambiente. Queremos que se respete el
TIPNIS, que se respete la intangibilidad con todas las garantías que se
merecen. Allá afuera hay...”. Y el audio fue cortado por el canal estatal.
Después, cuando la activista fue a saludar y despedirse del Vicepresidente;
éste la amenazó veladamente. "Lo he saludado al Vicepresidente, y él me ha
apretado fuerte la mano. Me ha dicho: ‘Basta, hasta ahí nomás’. Yo creo que él
no quería hacer show”. A este señor hay que decirle que no amenace a nuestras
hijas, pues las activistas son nuestras hijas, preocupadas por el destino de la
humanidad y defensoras de la vida; que no amenace a nuestros hijos, todos, no
solamente los activistas son nuestros hijos. Ellos no son responsables del mundo
que tienen, sino las generaciones pasadas, entre las que nos encontramos
nosotros. Ellos, hijas e hijos, deben heredar un mundo con los problemas, que hemos causado, resueltos. Para
comenzar a generar otros mundos alternativos, desde la potencia social, desde la
potencia de la vida. La tarea que nos queda a las generaciones anteriores, responsables de la crisis ecológica, es resolver estos problemas. Al señor de la
amenaza velada hay que decirle que no ingrese a otros niveles de la pelea, pues
conocerá otras facetas de las resistencias
y de las luchas; se arrepentirá haber ingresado en estos tramos. Es mejor que
la pelea siga en los límites en los que se encuentra.
[2] Ver La conquista
reiterada.
[3] Leer La
conquista del Amazonas. En La aventura de la historia.
[5] Leer de William Ospina Ursúa, El País de la canela y La serpiente sin
ojos. Editorial: LITERATURA
RANDOM HOUSE. También en Editor digital: Himali ePub base r1.1. http://assets.espapdf.com/b/William%20Ospina/Ursua%20(2)/Ursua%20-%20William%20Ospina.pdf.
[6] Leer de Beatriz Layme Los
indígenas del TIPNIS son “peones” en su propia tierra. http://www.paginasiete.bo/nacional/2017/8/20/indigenas-tipnis-peones-propia-tierra-148990.html.
[7] Ver Paradigma mexicano
y acontecimiento Brasil; así como Dominación y
hegemonía; también La inscripción de la deuda.
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