Geografía libertaria versus geopolítica
Geografía libertaria
versus geopolítica
Raúl Prada Alcoreza
Geografía libertaria versus geopolítica
Geografía
libertaria versus geopolítica,
emancipación versus dominación. Este es el desplazamiento y la ruptura epistemológica
definida en geografía, la ciencia descriptiva del espacio, por
parte de Milton Santos. Después de él la geografía brasilera ahonda en los
tópicos territoriales, estudiando y analizando los movimientos social-territoriales, por Bernardo Manzano; después, por
Carlos Walter, discípulo de Milton Santos, deslizándose más lejos, con una
geografía que interpreta y participa en las huellas
territoriales y en los espesores de
la movilización social. Es esta geografía activa y comprometida la que ha convertido a la disciplina del espacio en
una heurística y hermenéutica de los espesores
territoriales y de los tejidos
espacio-temporales-sociales.
En América Latina la
academia no ha seguido estos pasos; más bien, se ha encasillado en el enfoque
de una geografía inmovilizada en los
mapas y en teorías obsoletas; esto es muestra de un desolado anacronismo a estas
las alturas de la experiencia social
y de la memoria social, que
sedimentan espacios-tiempos, en los saberes corporales y populares. Peor
aún, la institución que dice
representar a las ciencias sociales latinoamericanas,
se ha enquistado en el conservadurismo más
recalcitrante de un saber estatal que se presume de “ciencia”,
por el solo hecho de usar la geografía,
las partes más elementales y esquemáticas, para avalar sus estrategias de dominación; hablamos de la geopolítica. Esto habla de a dónde ha llegado la crisis de las ciencias sociales.
La geografía libertaria, que viene de las
caras tradiciones de la geografía,
asume la descripción del espacio a
partir de las composiciones de relaciones
desplegadas. Los mapas de estas composiciones, la descripción espacial de estas composiciones
y el conocimiento de las composiciones forman parte de la actitud y actividad emancipatoria. La geografía
libertaria devuelve la descripción
espacial a la fenomenología de la
percepción y a la fenomenología
corporal; la geografía vuelve a
formar parte de la praxis creadora
social. Haciendo del conocimiento
geográfico un conocimiento vital,
incidiendo en las interacciones entre
sociedades humanas y territorialidades, Oikos y ciclos vitales.
La geopolítica, en cambio, es una “ciencia”
– si se puede darle ese nombre, que le queda muy grande – de la dominación, la dominación sobre el espacio
y que utiliza el espacio para la dominación. Insistir, en el siglo XXI,
en hacer geopolítica, enseñar geopolítica, excusarse en la geopolítica, para justificar el modelo colonial extractivista del
capitalismo dependiente de un “gobierno progresista”, es, nada más ni nada
menos, que evidenciar el recalcitrante
conservadurismo intelectual, que
retoma el paradigma imperialista del
siglo XIX, para hablar de lo que no entiende, del espacio-tiempo del planeta. La crisis
de las ciencias sociales devela la profundidad de su crisis cuando acude a refugiarse en estos paradigmas obsoletos, tanto para comprender, entender, conocer e interpretar los fenómenos
territoriales y planetarios, que ahora se leen desde la perspectiva ecológica; incluso son
obsoletos para usarlos en las estrategias
de poder y de guerra de la actualidad.
Con lo que estas ciencias sociales no
solo que han llegado al límite de su horizonte epistemológico, que ya sería
mucho decir, pues no alcanzan tal cosa, sino que han retrocedido al umbral, al límite del anterior horizonte
epistemológico.
Por otra parte, la crisis de las ciencias sociales también
devela la crisis ética, moral e
intelectual. Como ya no se tiene nada que decir, cuando lo único que se
hace es repetir lo mismo, cuando las investigaciones
sociales resultan intrascendentes, más cerca de tesis universitarias, para
cumplir formalidades, y muy lejos de aportes al conocimiento y a las
sociedades, se recurre a la sombra de
caudillos, cuya apariencia primera
fue de gesto populista y hasta
contestatario, cuya realidad constatada es que son una comedia grotesca de lo que fueron los caudillos nacional-populares de mediados del siglo XX. Es más,
cuando estos caudillos muestran patentemente no solo su apego al modelo colonial extractivista del
capitalismo dependiente sino, siendo ya burguesía
rentista, su vinculación con la hiper-burguesía
de la energía fósil, con la burguesía
mundial del capitalismo financiero
y especulativo, el hacer de maestros
de ceremonia en plena decadencia de
un gobierno anti-indígena, inconstitucional – pues no ha cumplido
con la Constitución, mas bien, la ha vulnerado sistemáticamente - y extractivista, manifiesta claramente los
extremos de la decadencia intelectual.
La gravedad de esta crisis de las ciencias sociales y de la decadencia ética, moral e intelectual,
es que se lo hace justo en el momento
que se promulga la ley que levanta la intangibilidad del Territorio Indígena y
Parque Nacional Isiboro-Sécura (TIPNIS), contraviniendo la Constitución,
violando y aplastando los derechos de las naciones y pueblos indígenas, además
de los derechos de los seres de la Madre Tierra, consagrados en la Constitución;
apoyándose en una consulta espuria,
que no fue ni libre, ni con consentimiento, ni consensuada, ni informada, ni
respetando las normas y procedimientos
propios, establecidos por la Constitución. Sino una consulta chuta impuesta, hecha dolosamente y parcialmente, incluso
con rapto de familias a cuarteles para que llenen el formulario de la encuesta.
Una rápida
ponderación de la situación nos
muestra que estas instituciones, que se hacen llamar y dicen representar las ciencias sociales en América Latina,
no son más que agenciamientos concretos
de poder, son dispositivos en los
juegos de poder, tanto relativos al
Estado, así como los juegos de poder
relativos a la búsqueda de prestigio
y al espectáculo de las ceremonias académicas.
Las sociedades alterativas, que son desenvolvimientos de la potencia social, aprenden de las experiencias
de las luchas sociales, ahora, más
que nunca, de la defensa de la vida. La
intelectualidad comprometida con
estas luchas, incansable crítica, es también la que aprende con los movimientos
sociales anti-sistémicos, destruye paradigmas
obsoletos y propone nuevas interpretaciones
liberadoras para compartirlas colectivamente.
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