Guerrera amazónica
Guerrera amazónica
Sebastiano Monada
Guerrera amazónica
Dedicado a las
guerreras defensoras del TIPNIS y de la vida
Cuando te amenazan,
paisaje borrascoso.
Cumbres y nubes
grises
encrespadas.
Desafío mitológico,
origen del imperio
interminable.
¿Qué hacer?
O aceptas la amenaza,
garras de águila,
abriendo el torso de
Prometeo,
hiriéndolo mortalmente,
imponga su capricho dominante.
Fantasma del terror desencadenado
por dinastías
incestuosas.
Tormenta burocrática
de papeles,
archivados en despachos
sepulcrales.
O rechazas valientemente
la amenaza.
No te dejas
chantajear por nada,
no te dejas
impresionar por nadie.
Eres ciclos de aires
encantados
y de aguas
embriagantes,
de suelos fértiles, apacibles,
y de ramas danzantes.
Luchas felina de
monte,
como todos los
combatientes
de la Tierra mutante,
como todas las
heroínas
que no se olvidan.
Pones el cuerpo artista
y todos tus órganos
insomnes,
exponiéndote comunitaria.
Madrugada
indescifrable.
Todos tus huesos de
marfil
condensando memorias
en glacial,
entregando huellas
cristalizadas
de tus antepasados
inscritos
en la profunda piel.
Y tus sangres
circulantes,
bandas de aves y de
peces plateados.
Poemas recitados por
el cantar
de hojas enamoradas
del sol
y enredadas en el
vaho alucinante
de sus sueños
inconmensurables.
Pones el coraje
como se pone la vida,
en el eterno instante
y sigues adelante.
Cuando te toca
enfrentar al leviatán.
Ilusión de monjes desconsolados
y funcionarios aburridos,
pesadilla de
frustrados incontables.
Acostumbrado a causar
terror
y miedo constante,
como se teme al
castigo de Dios
de la inquisición
interminable,
a que le obedezcan sin
chistar,
sin discutir ni dudar,
como si fuera la
verdad,
pretensiosa e incontestable.
Tienes la opción de
simular,
de temer y aparentar,
de fingir obedecer,
o enfrentarte al
leviatán.
Pesadilla de Tomas Hobbes.
Usar tu cuerpo como
arma secreta
de asumida lucha interminable,
revelando tu pasión inconmensurable
y flujo de amor a la
vida.
Ciclos de corrientes
fecundantes,
aniquilando al
monstruo imaginado
con tus exuberantes
cántaros de miel,
cantaros cocidos con
amor
y a paciente fuego
lento.
¡Jugártelas!
Como se juega la vida,
al momento del azar.
Afirmando la
necesidad.
Cuando haces esto,
vivir intensamente
la eternidad del
instante,
dejar salir el coraje
de la verdad y de la
existencia,
te preguntas:
¿Qué es la vida?
Curiosa pregunta
recurrente,
con distintas
respuestas intermitentes.
Te encuentras contigo
misma
y con el mundo
insondable.
Descubres que la vida
es eso,
tejido entrelazado de
abuelas desaparecidas,
Barro moldeado por
manos alfareras.
Responder a la pregunta
sin premura ni
pretensión ninguna,
entregándote de lleno,
como se entrega al
amor llameante,
al acontecimiento de vivir
plenamente.
Luz inaugural o de
clausura,
desgarrando la
concavidad
del cielo agonizante.
Vida hallada en lucha
irrenunciable,
contra el poder monstruoso
del leviatán.
Solo quiere de ti
obediencia y sumisión.
Por eso te admiro,
porque te juegas,
arrancas felina
agazapada,
saltas como flecha
cazadora,
pones tu cuerpo voluptuoso,
enfrentando a
dominaciones crepusculares.
Carabelas repletas de
conquistadores,
herencias despóticas
inscritas en la piel,
marcas de látigo
caporal.
Códigos de deuda
infinita,
inventada por el sello
de Estado,
desde el más antiguo
hasta el más reciente.
Cuando lo haces
tienes razón.
Tienes la certeza del
corazón.
Voz clara como el
sonido del agua.
La razón se afirma en
la acción,
afirmándose en el espesor de la percepción.
Inscripción hendida
en suelo afectuoso,
humedecido por la
lluvia de tus recuerdos.
Tienes esa virtud única,
pues para eso estamos,
para crear como
artistas
y manifestar gozosos la
vida.
Su potencia creativa.
Si algo se opone a la
vida,
a la creación
proliferante,
eterno juego de metamorfosis
y concurrentes devenir
vitales,
hay que dar pelea,
con todo lo que se
tiene,
con todas los recorridos
nómadas.
Antecedentes de
nuestros pasos rituales,
multitudinarios cuerpos
como constelaciones,
embriagantes y
fugitivas.
Saberes continentales
escondidos
en la rugosidad de
los troncos
o en la brisa rimando
con la floresta.
Hay que dar pelea,
como lo hicieron los abuelos
y las abuelas,
por los que están y
los que vienen.
Admiro tu coraje arronjado,
fuego incendiando la
pradera.
Hermosa desmesura vital,
trino del
colibrí
seduciendo a las
flores
o el volcán
emergiendo de las entrañas
de la Madre Tierra.
No te matan tan
fácilmente
como creen los dueños
del mundo.
No son nada más que
dueños
de sus miserias
humanas.
Admiro cuando marchas
defendiendo
tu territorio
heredado
y de los seres que
amas.
Me seduce el
entramado que llevas
en tus manifiestas
constelaciones sensibles.
Matrices de remolinos
creativos,
turbulencias sentimentales
y sensuales,
bullentes galaxias
navegantes,
tupidas enredaderas
tropicales.
Nadie entiende mejor
lo que es el bosque,
lo que son los ríos
y las aves ambulantes.
Inventoras de
atmósferas encendidas
por insinuaciones
solares.
Nadie sabe mejor
que hay que defender el
bosque,
el hogar que nos
cobija.
Los eunucos no lo
entienden,
pues entregaron sus
órganos
para servir al
déspota,
mago tuerto o juez
paralitico,
para encargarse de las
tareas
sin fecundar a nadie,
sin crear nada.
Solo obedecer al
mandato.
Ellos dicen cumplen
órdenes,
ellos dicen se abren
al desarrollo.
Creen es enriquecerse
a costa de los demás
y de la naturaleza,
de la que formamos
parte,
de manera irrenunciable.
Ahí es cuando
muestran su infertilidad
y su absoluta impotencia.
Son sombras de aves
inventadas
por sacerdotes dogmáticos.
Aves que no vuelan a
pesar de tener alas,
aves domesticadas por
amos celosos.
Tristes mensajeras
del Apocalipsis.
Aves imaginadas por
conciencias desdichadas.
Sedimentadas como
rocas culpables
Tú, en cambio,
te levantas como
árboles frondosos,
te desenvuelves como
ríos amazónicos,
cultivando selvas y
bosques,
construyendo
civilizaciones ecológicas.
Los técnicos de la
ganancia
creen que eres pobre
y necesitada.
No saben nada de ti.
No saben que
contienes sabidurías
de milenios
acumulados,
en cortezas de árboles.
Reminiscencia de
órbitas planetarias
y en epidermis de
memorias sensibles.
¡Pobres eunucos!
Enamorados de
herramientas
construidas por el
hombre.
No saben que son
imitaciones
de lo creado por el
cosmos.
Tú lo intuyes,
por eso defiendes
la herencia del Oikos.
Si ganamos esta lucha
contra los jinetes
del Apocalipsis,
seremos deudores de
tu entrega,
guerrera amazónica.
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