La responsabilidad de los pueblos del mundo

La responsabilidad de los pueblos del mundo

Raúl Prada Alcoreza















Los pueblos no tienen por qué responder a este chantaje del poder, provenga de uno o del otro, de un discurso ideológico o de otro, de una forma de gubernamentalidad o de otra, del gobierno, que se pretende “revolucionario” o del gobierno que se reclama “defensor de los derechos humanos”, desde la posición de dominación mundial, desde el locus de la globalización lograda. La tarea de los pueblos es la emancipación del poder, de todas las formas de poder, la liberación de la potencia social. Reincorporar a las sociedades humanas a los ciclos vitales, a los ecosistemas, a las complementariedades complejas con las sociedades orgánicas, a la armonización ecológica del planeta. La tarea del pueblo, que ha sido la emergencia de la movilización anti-sistémica, que ha encumbrado y trasladado en la cresta de la ola, al “gobierno progresista”, que como toda revolución cambia el mundo hasta donde puede y luego se hunde en sus contradicciones, es continuar la revolución, sin los provisionales acompañantes gubernamentales y estatalistas. La tarea del pueblo del Estado dominante mundialmente, llámese imperialismo, en la versión de las condiciones histórico-políticas-económicas del siglo XIX y parte del XX, llámese imperio, en las condiciones histórico-políticas-económicas de fines del siglo XX y comienzos del siglo XXI, es la solidaridad con los pueblos agredidos, la alianza con estos pueblos, para que juntos se liberen de las formas y estructuras de poder que los agobian, de la deuda infinita a la que han sido sometidos por el sistema-mundo capitalista en su etapa decadente, la de la dominancia de capitalismo financiero y especulativo.


Se escribió esto en Espesores coyunturales[1]. Ahora, en este escrito, lo retomamos, para acudir a los desafíos de la coyuntura mundial. Uno de los desafíos es cómo afrontar la crisis ecológica; otro de los desafíos es cómo salir del círculo vicioso del poder; el tercer desafío es cómo desmantelar el sistema-mundo capitalista extractivista. No vamos a hacer una lista larga, solo tocaremos estos problemas cruciales, que pueden interpretarse como amenazas a la supervivencia humana.

Los tres desafíos planteados no pueden disociarse, ni ser tomados aisladamente, pues están imbricados. Tampoco se puede asumir frente a ellos una actitud demagógica, mostrando preocupación; empero, repitiendo las mismas prácticas, que han contribuido a llegar a estas situaciones calamitosas y catastróficas. Entonces, de lo que se trata es de asumir las problemáticas, conscientes del peligro que amenaza a la vida. Despojarse de la ideología, tenga el cariz que tenga, tratar de atender las problemáticas y comprenderlas.

Nadie puede eludir la crisis ecológica, diga lo que se diga, se tome la pose que se tome. Se use argumentos cualesquiera, elaborados o no, pues, la crisis ecológica no solamente se presenta como una evidencia contundente, sino que ya se ha convertido en una amenaza para la sobrevivencia. Los que descartan que la crisis ecológica sea un hecho categórico, no hacen otra cosa que mostrar sus miserias humanas. Creen que son inmunes a los efectos del cambio climático, que consideran es un invento de los ambientalistas y ecologistas. Han decidido entonces seguir por el mismo camino que ha ocasionado la crisis ecológica. No se trata de convencer a esta gente, sino de dilucidar con los pueblos las problemáticas, que son amenazas para la vida. De construir una comprensión colectiva de las problemáticas y a partir de esta comprensión construir consensos entre los pueblos del mundo, abriendo salidas a la situación catastrófica en la que se encuentra la humanidad.

La crisis ecológica es consecuencia, en gran medida, de la destrucción efectuada en el planeta, en aras de un sistema-mundo, que se “desarrolla” a costa de los ecosistemas y ciclos vitales; para decirlo en leguaje económico, transfiriendo los costos no contabilizados a la naturaleza. En consecuencia, no se puede seguir con este sistema-mundo de la acumulación abstracta y de la destrucción concreta. Pretender dar paliativos, minimizar los efectos, en adelante, no resuelve el problema, sino que ralentiza la destrucción y difiere el apocalipsis. La solución impostergable requiere de la decisión de los pueblos. Requiere que los pueblos decidan seguir por el camino de la destrucción del planeta o por el camino de la defensa de la vida[2].

Creer que el sistema-mundo capitalista es la realidad es un enunciado de la ideología. El sistema-mundo capitalista es una construcción social, de larga data; no otra cosa. La realidad efectiva no se reduce a las construcciones sociales, por más históricas que hayan sido. El problema, en este caso, es que las sociedades institucionalizadas asumen que la realidad es el sistema-mundo capitalista, su construcción, además su fetiche. Entonces actúan en función de esta concepción de mundo. ¿Por qué lo hacen? Este es un tema que hemos tratado de elucidar en La explosión de la vida y en Más acá y más allá de la mirada humana[3]. No se trata, en este ensayo, de volver a abordar el por qué, sino de interpelar a los pueblos, de convocar a las sociedades alterativas, de activar la potencia social.

Uno de los desafíos mencionados es salir del círculo vicioso del poder. Pues parece que el círculo vicioso del poder y el sistema-mundo capitalista extractivista están entrelazados. La acumulación originaria de capital, recurrente, y la acumulación ampliada de capital, se sostienen en máquinas de poder, en máquinas de guerra, en máquinas ideológicas. Los nacimientos de las genealogías del poder, es decir, de las dominaciones, tienen que ver con la inscripción de la deuda. Los dominados, son, en principio, deudores; son deudores del propietario de todas las tierras, el hijo divino, encargado de distribuirlas. Se puede decir que el origen del poder organizado, estructurado e institucionalizado, es el despotismo. La dominación ejercida por las estructuras sociales, conformadas en función de la deuda,  contabilizan la dominación en forma de tributo. La economía, usando este término moderno, y el poder, siempre han estado imbricados y correlacionados[4]

La modernidad, para decirlo de ese modo, lo que ha hecho es restaurar el Estado despótico, modernizarlo, darle una forma moderna, ungirlo de legitimidad democrática, en la estructura jurídico-política de la república. Sin embargo, el procedimiento o, mejor dicho, el método inaugural de la dominación, es redituado de manera mucho más efectiva y extensa; esto es, la inscripción de la deuda en los cuerpos.  

En consecuencia, no se puede separar la lucha contra el capitalismo de la lucha contra el poder, en todas sus formas, entre ellas, el Estado. Hacerlo, como se lo ha hecho, ha ocasionado otras rutas de la reproducción del sistema-mundo capitalista a través de otras formas de poder. Sin embargo, esta separación entre estas luchas, es asumida por versiones “revolucionarias”, que creen que tomando el Estado puede combatir al capitalismo; es más, pueden salir del capitalismo.  La historia de las revoluciones nos ha mostrado claramente que esto no ocurre; sino que lo que pasa es que se ingresa a otra forma del capitalismo, sostenido por otra forma de poder

Por lo tanto, para salir de las problemáticas amenazantes, que configuran la situación del mundo, es menester también salir del círculo vicioso del poder[5]. No hacerlo es mantener los factores intervinientes que ocasionaron la crisis ecológica. Esta inconsecuencia, llevaría, en el hipotético caso, que se atienda la crisis ecológica y se atienda la crisis estructural y orgánica económica, a preservar estructuras de poder, con la excusa de que se requiere una centralidad de mando; estructuras de poder  que no son otra cosa que los dispositivos para dar lugar a otras formas de incidencia en la crisis ecológica y generadores de economías-políticas

Es imperativo, entonces, atender mundialmente, regionalmente, nacionalmente, es decir, socialmente, en todas estas escalas, los desafíos que nos plantean las problemáticas amenazantes. No se asume este imperativo de manera ideológica, política, demagógica. Estos no son temas para el teatro político, ni para la concurrencia política; son temas cruciales, que están más allá de la política, más allá del amigo y enemigo.


El concepto y la reivindicación de ciudadanía universal pertenece al activismo ambientalista y ecológico. Es una respuesta a la crisis ecológica, en gran parte ocasionada por el sistema-mundo capitalista extractivista. El balance ecológico considera que la crisis ecológica llegó a la intensidad y extensidad de la catástrofe, próxima al apocalipsis. Por otra parte, califica el llamado “desarrollo” como una ilusión basada en la cuantificación abstracta, aritmética, de la contabilidad capitalista; efectivamente el “desarrollo” se puede diagnosticar, cualificar y cuantificar como la magnitud de la destrucción del planeta. Lo que para el capitalismo es acumulación, “desarrollo” y crecimiento económico, para el planeta es destrucción y muerte, inscritas como huellas ecológicas. En tercer lugar, el balance de las civilizaciones humanas, sobre todo, de la civilización moderna, llega a la conclusión que siendo habitantes del Oikos, parte de sus ciclos vitales y del conjunto de las sociedades orgánicas de los ecosistemas, lo que ocurre en cualquier parte del planeta ocurre en el planeta y afecta a todos los lugares y regiones; en consecuencia, para afrontar la crisis ecológica, que amenaza la sobrevivencia humana, además de los problemas acumulados por las sociedades modernas, no resueltos, se requiere de una gobernanza mundial de los pueblos.

No parece coherente hablar de ciudadanía universal sin considerar este contexto teórico y activista; des-contextuar el concepto y aplicarlo a una Cumbre[6] que trata la propuesta de ciudadanía universal, la defensa de los derechos humanos y de los migrantes - que deberíamos llamarlos migrantes climatológicos, pues tienen como causa, si se quiere, el cambio climático -, y la temática de las identidades, además del tópico de la soberanía. Un Cumbre cuyo convocante es un “gobierno progresista” extractivista; además de contar con expositores que han tenido un papel promotor en la expansión del extractivismo y su intensificación. Promotores del extractivismo en sus países, sobre todo, cuando fungían de presidentes. Fuera de contar con el expositor socialista español, que está muy lejos del ambientalismo, mucho más lejos del ecologismo; es más, es otro promotor del “desarrollo”, además de haber endeudado a su país, a través de las redes del capitalismo financiero y especulativo. No vamos a hablar de las ONGs que también asisten, que son a-críticas.

El aporte de la Cumbre es ocuparse de la defensa de los migrantes e interpelar la política xenófoba y de edificación de muros fronterizos; política ejercida por el gobierno de Estados Unidos de Norte América y de los países miembros de la OTAN. Sin embargo, el reunir distintas problemáticas, es más, distintas reivindicaciones, que tienen sus propios contextos, que las hacen decodificables y descifrables, en una Cumbre, como si se tratara de los mismos tópicos y temáticas, o puedan tratarse de la misma manera, no es más que usar problemáticas cruciales y reivindicaciones urgentes para efectos prosaicos de la política. Esto disminuye la seriedad con la que se aborda las problemáticas y reivindicaciones mencionadas.  
Los temas, los tópicos, las problemáticas y las reivindicaciones abordadas son, como hemos dicho, de crucial importancia para las sociedades humanas, para los pueblos, amenazados, en lo que respecta a su sobrevivencia, como para usarlos de la manera espectacular, como se lo hace. Más aún de la manera incongruente considerando las propias prácticas, la de los responsables de la convocatoria. ¿Qué coherencia hay al demandar el respeto a los derechos de los migrantes cuando en el propio país se vulneran los derechos de las naciones y pueblos indígenas, como en el caso del conflicto del TIPNIS, así como en lo que respecta a la nación guaraní, también en lo que concierne a los pueblos afectados por la extracción minera? ¿Qué coherencia hay al reivindicar la ciudadanía universal, cuando en el propio país, se excluye la ciudadanía plurinacional, absorbiendo a las naciones y pueblos indígenas en la ciudadanía homogénea del Estado-nación; además de embarcarse, mucho más que antes, en el modelo extractivista colonial del capitalismo dependiente? Para abordar las problemáticas cruciales es menester coherencia, además de consecuencia; no se puede confundir el tratamiento de estos temas como si fuesen objetos de manipulación política.







[4] Ver La inscripción de la deuda y su conversión infinita. https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/inscripcion_de_la_deuda__y_su_conve_c4332cdf0f59cb.
[6] Cumbre de los Pueblos por un mundo sin muros. 

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