¡La lucha continua!
¡La lucha continua!
Raúl Prada Alcoreza
La lucha continua
La encrucijada política de la coyuntura
se presenta, aparentemente, como dilema entre dos opciones, que se muestran
discursivamente antagónicas. Por un lado, el oficialismo chavista; por otro
lado, la llamada oposición de “derecha”. Visto de cerca, a la luz de la experiencia política social y de la memoria social, este “antagonismo” es el
correspondiente al esquematismo dualista
del amigo y enemigo; es decir, del concepto político, en la interpretación
de Carl Schmitt.
Hemos dicho que este dualismo entre amigo
y enemigo responde, en el fondo, a la concomitancia
entre ambos; ambos son cómplices, se
necesitan y requieren para afinar sus posiciones; sobre todo, para reproducir
los juegos de poder de los que forman
parte.
En otras palabras, la
encrucijada no se reduce, de ninguna
manera a este dilema entre el amigo o el
enemigo, entre el chavismo oficialista, que parece, mas bien, deschavetado, o la oposición de “derecha”;
sino que hay otras opciones, a las que se esconden, pues se pretende reducir la
realidad efectiva al esquematismo reduccionista de fieles o infieles. Después del
fallecimiento del caudillo, la convocatoria del mito[1], la resultante de
la correlación de fuerzas de todo un
periodo, esta vez, en favor del pueblo sublevado del caracazo, los herederos o sucesores mostraron sus límites y limitaciones, además de
manifestar claramente el recular en todo lo que implica el “proceso de cambio”.
La burocracia
partidaria y la burocracia estatal se apropiaron de la conducción del proceso político, suplantando las voluntades singulares convergentes del pueblo movilizado
bolivariano; se apropiaron como toda nueva élite política y económica lo hace;
a nombre de la revolución, del pueblo
y de la Constitución Bolivariana de Venezuela; la que no cumplen y vulneran en
el ejercicio del poder. El símbolo
del caudillo sirve a esta burocracia
como emblema para justificar sus fechorías y la regresión en la que se ha encaminado; todo, nada menos, que a
nombre mismo de la revolución[2].
Estas descripciones e
interpretaciones ya las dijimos, de una u otra manera; ahora las traemos a colación,
para analizar la coyuntura venezolana
de nuevo, teniendo en cuenta la preocupación de compañeros y compañeras de
lucha, que consideran que prácticamente en Venezuela se vive una guerra civil, entre dos Venezuelas; una
comandada, como reconocen, por una burocracia usurpadora y bloqueadora de la democracia participativa y de la autogestión comunitaria[3] - dos ejes
transversales de la construcción
colectiva de la revolución
bolivariana, que se encuentran establecidas en la Constitución -. La otra
comandada por las expresiones políticas de la oligarquía derrocada. La conclusión
que sacan de esta premisa es que, ocurre
como en la guerra civil española, donde o se apoyaba a la república, defendiéndola contra el fascismo, o se terminaba de
favorecer a los golpistas franquistas. Vamos a evaluar esta premisa y esta conclusión.
Caminante
no hay camino, se hace camino al andar
Puede usarse como metáfora
esto de la guerra civil; pues, si
bien los enfrentamientos han subido de tono, en un contexto nacional de manifiesta
escalada de la violencia, no se puede hablar, en efecto, de guerra civil, salvo figurativamente.
Bueno, empero, si hipotéticamente fuera ésta la situación, volvemos a preguntarnos: ¿solo hay dos opciones o más?
Las enseñanzas de la guerra civil
española son fuertes y se hacen evidentes, desde la perspectiva histórica, perspectiva
retrospectiva, que se da en las
proximidades de casi un siglo de este acontecimiento
dramático. La revolución propiamente
dicha comenzó con las tomas de tierra y de ciudades por parte de los
movimientos, colectividades y comunas anarquistas. La revolución se ralentiza cuando interviene la perspectiva,
estrategia y concepción del partido comunista, que opta por el pacto con la burguesía progresista española y la
defensa de la república contra el
golpe fascista. La concepción estalinista era la del frente amplio contra el fascismo. Esta estrategia diluye, en la
práctica, la revolución, debilitando
la defensa de la república contra el
fascismo. Los comunistas se enfrascan en una persecución y ataque a
anarquistas, también a trotskistas, en vez de emplear todas sus fuerzas en la
unificación y en el ataque al fascismo. La historia
del quinto regimiento no solamente es
triste sino lamentable y patética, por la conducción pesada y equivocada de la
movilización militar, además de los equívocos políticos.
Los y las anarquistas
eran otra opción, fuera del dualismo república
o fascismo. Desde mi punto de vista,
eran la opción que abría las posibilidades de la revolución, después de las amargas experiencias de la construcción del socialismo, al estilo
estalinista. No solamente para España,
sino para Europa, en aquel entonces. La lucha contra el nazismo y el fascismo podía
haberse desencadenado desde la movilización
social-popular y no desde las pesadas y cuestionables estrategias del
partido comunista.
Algo parecido ocurre,
ahora; el dilema o chavismo deschavetado
o “derecha” neoliberal es una
restricción esquemática de la
problemática, al tamaño del chantaje
emocional de la burocracia. Definir la acción política a este dilema es
renunciar de antemano a la lucha emancipatoria y libertaria. Además es apostar
a la derrota. No se puede ganarle al proyecto
neoliberal, si se quiere, a la intervención
imperialista, con la comandancia tan
mediocre y corroída como la oficialista deschavetada;
que además pretende revisar la Constitución, en un contexto regresivo; lo
que no puede dar otra cosa que retrocesos constitucionales. Lo más claro, en lo
que respecta a la conquista jurídico-política
popular, es la Constitución Bolivariana de Venezuela. La burocracia quiere
revisar la Constitución con el objeto de perpetrarse en el poder, después de haberlo usado como lo hace toda élite en el poder; en esto no se diferencian de los
gobiernos neoliberales y liberales. La defensa
de la revolución bolivariana pasa por
la defensa de la Constitución,
incluso contra la burocracia, que busca desesperadamente reformularla, de la
manera más escandalosa e injustificable. Los llamados “revolucionarios” chavistas, que se desgarran las
vestiduras ante la firma de una carta de intelectuales de izquierda críticos,
muestran toda su inconsecuencia en esto; dicen que defienden la “revolución”,
sin embargo, aceptan que se revise la Constitución bolivariana. ¿Quién les
entiende? Ni ellos se entienden a sí mismos.
La evaluación de los “gobiernos
progresistas” de Sudamérica va por este camino. Después de haber emergido de la
movilización social anti-sistémica,
de haber comenzado, en el primer periodo de gobierno, con medidas que irradian
de la movilización, como las nacionalizaciones,
así como con la profundización o ampliación democrática; llegan a un punto de inflexión, desde donde
comienzan la regresión, sobre todo,
la restauración, en un contexto de exhibiciones y síntomas de la decadencia. De la misma manera, en todos estos casos, relativos a
los procesos de cambio estancados, la
problemática política no se reduce al dilema de amigos o enemigos, sino, que una vez llegado al punto
de inflexión, donde las burocracias no pueden dar más, y solo pueden
retroceder, es menester continuar la
lucha. De ninguna manera, empantanarse en la defensa de las formas
decadentes de versiones populistas contemporáneas.
Trayendo a colación
un segundo escenario hipotético, que se menciona en las argumentaciones, el
relativo a la intervención imperialista
contra Venezuela; es indiscutible la defensa
de Venezuela y de la Patria Grande. Sin embargo, esta defensa no se la puede armar mediante la convocatoria de la burocracia
decadente. Retrotrayéndonos a las enseñanzas
de las historias políticas de la
modernidad, la crisis múltiple
mundial del sistema-mundo capitalista,
en el contexto de las dos guerras
mundiales, contenía la posibilidad de la revolución
mundial, aunque se pueda haber dado diferidamente y por contextos locales y regionales. Sin
embargo, el estalinismo no contaba con la convocatoria,
después de evidenciarse el curso que tomó la construcción del socialismo en la Unión Soviética, el curso del Estado policial, de la construcción burocrática y militarizada del socialismo; que, en vez de sumar
fuerzas y encaminarse a partir de la potencia
social creativa, decayó en la conducción centralizada y monopolizadora. No
ya del partido, tampoco solo del comité central, como en el periodo del comunismo de guerra, sino de la voluntad
férrea del único miembro que quedó del comité
central, Joseph Stalin, después de haber hecho asesinar al resto de los
miembros. La tarea, en ese entonces, era continuar
la lucha, incluso contando, en un frente
revolucionario con los bolcheviques
críticos. Sin embargo, los bolcheviques,
curtidos en las luchas y formados, habían dejado heroicamente sus cuerpos en la
guerra civil contra los rusos blancos y las intervenciones imperialistas, en defensa de la patria socialista.
Este vacío fue sustituido por tongadas de oportunistas, charlatanes, que se
desgarraban demagógicamente las vestiduras por la defensa del jefe y de este
estilo de socialismo policial. Los
dados estaban echados, en estas circunstancias. La lucha contra el nazismo y el
fascismo quedó en manos de la burguesía mundial liberal. Lo que decidió la
suerte fue la guerra imperialista, es
decir, la guerra de los Estados liberales contra el Tercer Reich, contra nazismo
y fascismo.
Algo parecido puede
decirse al respecto, la defensa de
República Bolivariana de Venezuela, por lo tanto, en contexto, de la Patria
grande, requiere de la convocatoria a
los pueblos del continente de Abya Yala, así como a los pueblos del mundo. Esta
convocatoria es posible si se llama
desde la continuidad de la lucha y
no, de ninguna manera, desde la degradación
y decadencia burocrática. Por eso, es
indispensable, cuanto antes, realizar, darle cuerpo, a esa otra opción, la de
la continuación de la lucha. Ya la
convocatoria de intelectuales de izquierda críticos, ex-ministros chavistas
venezolanos, además de las interpelaciones de la Fiscal General, es el inicio
de la construcción de esta opción,
más allá del amigo y enemigo[4], el concepto
político de Schmitt.
La peculiaridad de la
era de la simulación es que, a pesar
de las álgidas situaciones que se viven, las agudas problemáticas que se
enfrentan, no se da el debate ni la
discusión. Los intelectuales apologistas prefieren cerrar los ojos ante las contradicciones evidentes de los
regímenes que se les antojan de “revolucionarios”, y señalar a los
intelectuales críticos como desubicados o favorecedores de las conspiraciones de las “derechas” y el
“imperialismo”. Detrás de estos, están los que asumen de una manera deportiva la política o el oficialismo “revolucionario” a ultranza, quienes usan
frases aprendidas mecánicamente, sin
conocimiento de causa, para descalificar
a los que critican, señalan errores, plantean problemas. Por ejemplo, se ha
vuelto una costumbre acusar de “posmodernas” a posiciones críticas y de análisis,
que, obviamente no entienden. No saben que el propio Jean-François
Lyotard, quien escribió los libros conocidos sobre posmodernidad, desestimó usar
el término de posmodernidad; se trata de formas de la modernidad tardía, solo que desenvueltas de maneras más
vertiginosas. Tampoco, exactamente hay partidarios de la posmodernidad ni teorías
posmodernas, sino, en sus versiones más conocidas, son críticos de la modernidad, en sus formas tardías. Obviamente, lo
que quieren hacer estos charlatanes
es lo que hacen las prácticas de la diatriba, que son prácticas alejadas del debate; quieren descalificar. Entonces usan algo que no entienden, pero les suena a
descalificación. Otro recurso, que
creen que es ingenioso, empero, brilla por la ausencia de imaginación,
es cuando se dice que la crítica es
funcional al “imperio”, concepto distinto al imperialismo; pero, lo usan, sin saber las denotaciones y
connotaciones que tienen en los análisis de Antoni Negri y Michael Hardt. Esta
gente, de la misma manera que fueron sus homólogos del pasado, en el decurso dramático de las revoluciones, son los sepultureros
de la revolución. Solo que estos sepultureros se invisten en el papel de
exacerbados “revolucionarios”, que más se parecen a los inquisidores de la contrarreforma,
que ha militantes.
Volviendo al tema, la
tarea es continuar la lucha, no
detenerse en defensa de paradigmas y teorías, que quedaron obsoletas, menos en la defensa de gobiernos
populistas, que se autonombran de “socialistas del siglo XXI”, incluso se
consideran expresión del “socialismo comunitario”. No interesa atender a esta diatriba elemental y vacua; sino atender
a las preocupaciones de colectivos activistas comprometidos, a las
preocupaciones de organizaciones sociales en pie de lucha, de colectividades
populares. Es indispensable la reflexión
colectiva, la discusión entre compañeros y compañeras. No se trata de
defender ninguna verdad, pues tan
solo se trata de interpretaciones
activistas, que buscan esclarecerse en los campos de lucha. De lo que se trata es de la construcción colectiva de la comprensión
social de la coyuntura, de lograr
consensos operativos y de acción.
Son estos concesos las disposiciones de la acción de las movilizaciones-anti-sistémicas,
de la continuación de la lucha.
[1] Ver Encrucijadas histórico-políticas. https://pradaraul.wordpress.com/2015/12/02/encrucijadas-historico-politicas/.
[3] Sobre
todo, usaremos como referencia la argumentación de un compañero anarquista,
sobre todo por su exposición clara sobre los dilemas en la coyuntura.
[4] Ver Más allá del amigo y enemigo. https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/m__s_all___del_amigo_y_enemigo_2.
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