Alternativa de la alteridad social y popular

Alternativa de la alteridad social y popular

Raúl Prada Alcoreza















El dramatismo del acontecimiento político, en una coyuntura crítica, es mas, de aguda crisis política, económica y social, lleva a las fuerzas encontradas a dar todo de sí, buscando incidir en los desenlaces. Si pudiéramos resumir la configuración de la realidad, sinónimo de complejidad; por lo menos, en términos de una adecuada forma de expresión discursiva y enunciativa; quizás pudiéramos lograr conservar el sentido de la complejidad, si definiéramos, provisionalmente, la realidad como espesor de tejidos dinámicos de fuerzas. Sobre todo, acudiendo al carácter material y energético de las fuerzas. En estas condiciones, obviamente conceptuales, aunque se refieran a lo que ocurre, a la complejidad del acontecimiento, en este caso, recortado en el plano y espesor de intensidad político; lo que incide y se inmiscuye, formando parte de la realidad, son indudablemente las fuerzas mencionadas[1]. Además apreciadas en su desmesura física, si se quiere física social; sin todavía atribuirle las connotaciones institucionales y los atributos señalados por las ciencias sociales, así como por las formaciones discursivas ideológicas.

¿Qué papel juegan los discursos, las formaciones discursivas y enunciativas, en la coyuntura, ante el dramatismo del acontecimiento político? No son exactamente fuerzas, sino acompañan a las fuerzas, en sus desenvolvimientos y despliegues; si se quiere, en el mejor de los casos, dan orientaciones, coadyuvan en las efectuaciones y operaciones desencadenadas. Pero, en tanto lo que son, discursos, enunciaciones, teorías, interpretaciones, no inciden preponderantemente; sobre todo, cuando los sucesos y eventos se dan vertiginosamente. La compulsa ideológica, efectuada discursivamente, incluso si intervienen teorías, entra en escena, principalmente, para legitimar las acciones que se están desarrollando. Es difícil esperar que la “claridad” pretendida sea un factor determinante.

Se puede argumentar, desde la formación discursiva conocida, pretendida vanguardia - pretensión quizás valida a comienzos del siglo XX; insostenible tesis ahora, en la actualidad de desmoronamientos ideológicos, tanto de las vanguardias, como de los conservadores, pasando por las pretensiones técnicas, económicas y científicas, que creen que están al margen de la ideología -, que el análisis bolchevique del momento revolucionario incidió en el desenlace del acontecimiento político de 1917. Sin embargo, hay que considerar al respecto las condiciones de posibilidad histórico-políticas-sociales el momento.

En primer lugar, la crisis múltiple del imperio zarista había llegado muy lejos, al desmoronamiento mismo del régimen monárquico. Es decir, la malla institucional de las estructuras patrimoniales, afincadas en relaciones de heredad consanguíneas, de prestigio de sangre devaluado, relativo a la nobleza, no servía ya simbólicamente para legitimar la estructura de dominación, en lo que respecta a la geografía  colateral anexa a la geografía del centro del sistema-mundo capitalista conformado. Donde la burguesía rusa pugnaba por participar de la revolución industrial europea, dejando que las inversiones de capital de las potencias industriales se den, aunque de una manera subalternizada, generando dependencia.

En segundo lugar, la primera guerra mundial había hecho estragos en los estados y potencias involucradas en la guerra, principalmente en el Estado absolutista zarista; impactando demoledoramente en la sociedad rusa. Es decir, el contexto mundial - dicho en una de las versiones marxistas - era no solamente de crisis orgánica del capitalismo y crisis de las dominaciones imperialistas en  pugna, sino el momento, como lo definió Lenin, revolucionario.

En tercer lugar, el partido comunista, es decir, bolchevique, desprendido de la socialdemocracia, contaba con el prestigio político ante los soldados, campesinos y proletarios, como para ser escuchado atentamente por ellos; así como contaban también con el mismo prestigio los colectivos y organizaciones anarquistas, también los socialistas revolucionarios.

En cuarto lugar, la revolución ya se había dado, tanto en 1905 como en 1917, antes de octubre, con la toma de cuarteles, fábricas y ciudades por parte de los soviets; lo que faltaba definir era a quien pertenecía, no solamente fácticamente el poder – esto estaba claro -, sino institucionalmente. La tesis de ¡Todo el poder a los soviets! No era otra cosa que un enunciado político, que corroboraba lo que ya se había dado en la práctica.

En conclusión, para hacerlo de manera ilustrativa, diremos que la incidencia bolchevique fue más de clarificación que material; la materialidad de la revolución ya se había dado.

Algo parecido ocurre con la revolución cubana, solo que en contextos y coyunturas distintas. Lo que define la singularidad de la revolución cubana. La guerrilla, apoyada por gran parte del pueblo, por lo menos, la parte activa, dinámica y vital, ya había vencido al régimen de Baptista, a la dictadura corrupta de este militar, al servicio de las empresas norteamericanas y de la mafia estadounidense. La llegada de las columnas guerrilleras a la Habana no era otra cosa que la ocupación fáctica de la capital y de la plaza de armas, la sede de gobierno, que ya se había rendido, con la huida del dictador[2].

La intervención imperialista en Bahía Cochinos puede ser considerada como el procedimiento acostumbrado del imperio del norte a reordenar sus zonas de influencia, de control y hasta de dominio. Solo que se efectúo con más meticulosidad y más esmero, además más recursos, que anteriores intervenciones en América Latina. El imperialismo, como se dice popularmente, se encontró con la horma de su zapato. La victoria del ejército cubano, que no dejaba todavía de ser ejército guerrillero, fue contundente; redefinió la geopolítica del Caribe y de América Latina; como se dice en la jerga, aunque de una manera equivocada, pues no alcanza a descifrar el acontecimiento.

Para interpretar adecuadamente este acontecimiento, la victoria cubana en Bahía Cochinos,  es indispensable no olvidar el enorme prestigio de las columnas guerrilleras y del partido comunista cubano; además de contar con el apoyo de la gran mayoría del pueblo cubano. Por otra parte, yendo por la misma dirección argumentativa, la revolución cubana, como escribimos, es la excepción que confirma la regla o, si se quiere, para que entiendan los que siempre interpretan a su manera, es la excepción que se sale de la regla. En la actualidad es la única revolución socialista perviviente.   Esto se debe, de acuerdo a nuestra interpretación, a la permanencia del acto heroico del pueblo cubano y a la articulación potenciadora de ética y política; algo que no se ha dado en las otras revoluciones socialistas, salvo en las primeras fases; tampoco en las reformas populistas.

Bueno, estas condiciones de posibilidad no se hallan hoy en la República Bolivariana de Venezuela. Los intelectuales apologistas[3], se saltan estas circunstancias, en su argumentación retórica, cuando dicen que hay que hacer lo mismo que en Bahía Cochinos; vencer al imperialismo, optando por el lado de la resistencia gubernamental y estatal, enfrentando el lado de la intervención y la conspiración imperialista.

Si la tarea es vencer al imperialismo, a su intervención y conspiración, si la tarea es vencer a la oligarquía, reagrupada, no se pueden soslayar estas circunstancias, que forman parte de los perfiles ineludibles de la realidad contextual, en la coyuntura álgida. A no ser, como se acostumbra, se trate solamente de pronunciar elocuentemente el discurso que exalta la pose “antiimperialista” y de “izquierda”, sin aportar nada a la incidencia en el acontecimiento político.

El problema es que están ausentes los factores, para no hablar de condiciones, que le darían una connotación absoluta, que coadyuvan a la victoria revolucionaria. No vamos a remachar sobre lo que dijimos sobre las caracterizaciones del régimen populista, que se desentendió de su propia Constitución; expresión jurídico-política que  condensa los deseos, esperanzas, pasiones y luchas del pueblo venezolano, sublevado en el caracazo; substrato social-histórico-político, del proceso de cambio.  Nos remitimos a los escritos mencionados[4]. Lo que importa, es sugerir, como propuesta, no solo de discusión y debate, de deliberación, sino como insumo para la construcción colectiva, entre otros insumos, de la comprensión social del momento, y de la conformación de consensos multitudinarios para la acción.

Para decirlo fácilmente, aunque de una manera simple, es indispensable y urgente subsanar las falencias. Lo que falta. Hacer emerger, desde los substratos del acontecimiento político, las condiciones de posibilidad ausentes, en el terreno mismo donde se desenvuelve materialmente el acontecimiento. Este hacer surgir y emerger desde los substratos del acontecimiento político, no tienen nada que ver con la apología intelectual, que justifica el accionar de la forma de gubernamentalidad clientelar, para no ir con otros calificativos. Esta forma de gubernamentalidad no fortalece la resistencia, no convoca al pueblo, menos lo entusiasma, sino que debilita y castra sus capacidades de lucha. Apostar a apoyar al gobierno, a la burocracia, a un partido corroído, es apostar a la derrota[5].

Cuando los intelectuales críticos de izquierda venezolanos, exministros del gobierno de Hugo Chávez y la fiscal general salieron a la palestra a vislumbrar otra opción, basados en su análisis de la situación, apoyados en desplazamientos del pueblo a la movilización anti-gubernamental - no hablamos, de lo que acostumbran a hablar los chavistas deschavetados, que indilgan a las clases medias acomodadas la participación en estas movilizaciones, olvidando que la mayoría son jóvenes y estudiantes; lo que ya habla de su desatino -, sino de barrios populares; fueron estigmatizados, convertidos prácticamente en “agentes del imperialismo”. Esta manera de proceder nos recuerda no solamente a las prácticas desastrosas y deshonestas del estalinismo, sino también a las prácticas de las formas de gobierno conservadoras, liberales, de dictadura militar y neoliberales, cuando se ven obligados a acudir a la represión sañuda, ante la rebelión popular[6].

Esta incapacidad de discutir y debatir las opciones que proponen, el colectivo mencionado, quienes, en su momento, formaban parte del mismo bloque – solo que el bloque ya no forma parte de los mismo, de la revolución bolivariana -, no solo habla de esto, de incapacidad de deliberar y razonar sobre la crisis política de la coyuntura álgida, sino que muestra que se ha perdido el instinto de sobrevivencia;   prefiriendo cobijarse en el imaginario de la ideología autocomplaciente, que es el manto que acompaña a toda derrota antelada.

Bueno pues, por el momento, la propuesta de esta alternativa política, como salida a la crisis,  parece lo más coherente, para salvar la revolución bolivariana o lo que queda de ella. Dialogo entre el pueblo venezolano, descartando a las organizaciones políticas en pugna. Defender la Constitución Bolivariana, emergida de la movilización social. Evitar cualquier intervención, sea política o militar, en el peor de los casos, buscando consensos sociales, no políticos; entienda se bien, para preservar las conquistas de la revolución. El ultimatismo de la burocracia y del chavismo deschavetado, sin contar con la consistencia, ni la convocatoria, ni el prestigio, que contaba Hugo Chávez y sus composiciones aledañas acompañantes, organizativas y políticas, no conduce a otra cosa que a una bravuconada, que no se sostiene; por lo tanto, va en camino a la derrota.

Esta intelectualidad apologista es la de los que acompaña a los sepultureros de la revolución, hacia la marcha de un funeral; la burocracia decadente y un partido corroído, que en nada tiene de comparación, ni con los bolcheviques de 1917, ni con los revolucionarios cubanos.

Esta demás, pues no concuasa, usar de manera des-contextuada y des-compaginada, a Antonio Gramsci, teórico de la guerra de posiciones, de la contra-hegemonía y la contra-cultura, siendo ya desplazamiento visionario, alejándose del marxismo economicista; que, en el caso, que nos ocupa, hubiera, hipotéticamente, preferido optar por los consensos y no por la fuerza.








[6] Revisar Convocatoria de la vida. Ob. Cit. 

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