WILSON GARCÍA MÉRIDA | Cocaína: droga fascista y neo-colonial
SOL DE PANDO
Luz de la amazonia
columnista invitado
WILSON GARCÍA MÉRIDA | Cocaína: droga fascista y neo-colonial
No hay droga más colonizante que la cocaína. Transformar la coca en cocaína corrompiendo los alcaloides con fines viciosos es el acto más desvergonzado e impune de colonialismo. El enemigo principal de la hoja de coca es la cocaína, no el imperialismo yanqui necesariamente. La contradicción entre la inocente hoja de coca y la cocaína maldita no es política, sino ética y cultural…
Que la coca no es cocaína, inobjetable. A la hoja de coca debo memorables desvelos en mi trabajo y mis cavilaciones; es mi fiel compañera —y con ella el pródigo termo de cafecito yungueño— para cada trasnoche de obligada faena lidiando con verbos, adverbios, adjetivos y duendes de papel. Santa es la hoja de coca que acullico venerándola agradecido por la fructífera y suave insomnia.
Y no digo lo mismo, ni lo haré jamás, de aquella basura química y neocolonial llamada cocaína. Sustancia impura mientras más se refina industrialmente, para la cual no ahorraré adjetivos maledicentes ni mucho menos interjecciones de muy mal gusto, porque se las merece, droga de mierda.
He perdido amigos y amigas que cayeron víctimas de la adicción a este polvo tramposo y concupiscente que no sólo descuajeringa el sistema nervioso central ni produce letales paros respiratorios; también engendra zombis hiperactivos, gentes insensibles e indolentes, carentes de solidaridad social, incapaces de donar amor al prójimo, individualistas, ansiosos de poder, ansiosos de ansiedad, colonizados.
No hay droga más colonizante que la cocaína. Transformar la coca en cocaína corrompiendo los alcaloides con fines viciosos es el acto más desvergonzado e impune de colonialismo.
El enemigo principal de la hoja de coca es la cocaína, no lo es el imperialismo yanqui necesariamente. La contradicción entre la inocente hoja de coca y la cocaína maldita no es política, sino ética y cultural:
• La cocaína es la decadencia de occidente, el fin de una civilización; la hoja de coca es el esplendor de una memoria que pervive, el retorno al origen.
• La cocaína es individualista, ególatra y megalómana; la hoja de coca es social, comunitaria y solidaria.
• La cocaína es el símbolo del poder político parasitario y del codicioso privilegio; la hoja de coca es emblema de resistencia y de una vida austera y laboriosa.
• La cocaína produce hipocresía y doble moral; la hoja de coca implica transparencia y honestidad.
• La cocaína está en la sociedad política, es estadólatra, partidócrata y mafiosa; la hoja de coca está en la sociedad civil, es comunitaria, libertaria y vulnerable.
• La cocaína es fascismo y populismo, la hoja de coca es democracia y revolución.
El neoliberalismo de ayer —tan satanizado por los “descolonizadores” de hoy— practicó una tolerancia fáctica con la cocaína por razones financieras e ideológicas, pues la droga era funcional al régimen. Pero ahora los “descolonizadores” parecen ser funcionales a la cocaína, por sus modos de proceder.
¿Qué ha hecho el “viceministro de descolonización” para descolonizar la defensa de la hoja de coca liberándola del estigma cocainero? Nada. Como nada se hace en Todos Santos para proteger a la T’anta Wawa del Halloween, como nada se hará en Navidad para hacer prevalecer el Pesebre ante el mercader Papa Noel.
Pero no es tarde aún para enarbolar una defensa creativa y descolonizadora de la hoja de coca, repudiando sin ambages el nuevo auge productivo de la cocaína que se alimenta por unos cultivos excedentes, innecesarios y corruptos. El cultivo excedentario es la colonización de la hoja de coca secuestrada por el narcotráfico.
Este reaccionario y colonial “boom” de la cocaína nos va corroyendo las entrañas como sociedad y como país, trae sus sicarios y su cultura de muerte que se van infiltrando irremediablemente en ciertos pliegues del mismísimo Estado.
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