Golpe crápula contra la COB

Golpe crápula contra la COB
Raúl Prada Alcoreza



Golpe crápula contra la COB















Cuatro apéndices del ejecutivo, es decir cuatro fragmentos de la Central Obrera Boliviana (COB), afines al MAS, serviles al gobierno clientelar y corrupto, han desconocido al secretario ejecutivo Guido Mitma y pretenden perpetrar la destrucción de la COB. Gente que  no tiene la menor idea de lo que es la COB, de su trayectoria de lucha, del significado histórico en la memoria social, se ha atrevido a perpetrar un golpe, dirigidos desde el ejecutivo, desde el MAS y los dispositivos oscuros que se mueven entre bambalinas. En una entrevista Guido Mitma declaró que el Comité Ejecutivo de la COB está conformado por 22 dirigentes, que los que desconocieron a su persona solamente son cuatro, afines al MAS. Sostuvo que se trata de un “golpe” desde el Gobierno a través de la CONALCAM. “Esto es un golpe por el Gobierno, un golpe utilizado por la CONALCAM, por cuatro sujetos que no son reconocidos”, manifestó el ejecutivo de la COB. Guido Mitma alertó a la ciudadanía que los dirigentes que lo desconocieron están de acuerdo con el Código Penal y pretenden que la COB se mantenga callada ante los atropellos a los trabajadores que están en esa norma[1].

El gobierno clientelar ha destruido a las organizaciones sociales, ha suspendido sus dinámicas sindicales, suplantándolas por la sumisión y obediencia al capricho del jefe supremo de la masa elocuente de llunk’us. Han desaparecido las formas de conformación de representaciones genuinas, que son las encargadas de llevar a cabo las decisiones colectivas dadas en las bases. La vida sindical se ha convertido en una comedia burlesca donde las dirigencias son impuestas a dedo; por lo tanto, no solamente sin representatividad genuina, sino sin convocatoria.

Lo chuto, lo fraudulento, el bluff, preponderan elocuentemente en las gestiones de la forma de gubernamentalidad clientelar. El MAS se ha creado un mundo paralelo imaginario, sostenido por la institucionalidad copada por el partido oficialista[2]. Un mundo paralelo que solo sirve para mantener, por un lapso perentorio, la fachada de “legitimidad”, mientras en el mundo efectivo la conflictividad social avanza derribando fachadas. Al final, haciendo un sucinto balance, el gobierno populista ha sido más destructivo que los gobiernos neoliberales, que también se enfrentaron a la asonada social. Lo que coadyuva en esta destrucción de lo social, de la organización social, es que se presentan como “progresistas”, como populares, incluso como de “izquierda”; esto desarma o disminuye notoriamente las defensas de las organizaciones sociales. Se tarda un tiempo para darse cuenta de la impostura y de la destrucción provocada en las organizaciones sociales. Para estas deshonestas tareas se presta gente sin escrúpulos, las que aparecen en los periodos de gobierno, de cualquier forma de gobierno, sobre todo, de los gobiernos que se presentan con máscaras populares y de “izquierda”, incluso con máscara indígena.  Los dirigentes que han desconocido al secretario ejecutivo de la COB son de ese estilo.

Hay pues una gran diferencia y distancia entre estos dirigentes de última hora y los dirigentes que se sostuvieron enfrentando las adversidades en periodos difíciles, los de las dictaduras militares y los de los gobiernos de la coalición neoliberal. Estos dirigentes de lucha pusieron el pellejo, incluso de su plata, cuando no alcanzaban los recursos sindicales; en cambio, los dirigentes de última hora, impuestos a dedo, están ahí, porque forman parte de las clientelas del gobierno, están enredados en circuitos clientelares y en redes de corrupción, por más pequeñas que sean, en unos casos, no en otros. Esta es la gente que se presta a desconocer al secretario ejecutivo, sin respetar los estatutos orgánicos; esta es la gente que divide a la legendaria COB; esta es la gente que convoca a un amañado ampliado, saltando todas las instancias orgánicas. Estamos pues ante un golpe contra la matriz organizativa de los trabajadores de Bolivia de parte de un gobierno sin escrúpulos ni horizontes, salvo el de las banalidades del teatro burlesco político o la única finalidad de perpetrarse en el poder, incluso a costa del pueblo y la sociedad boliviana.

Si el pueblo y la sociedad no quieren que todo termine en una descomposición generalizada es menester ponerle coto a este proceso de decadencia. Hay que poner las cosas, como quien dice, en su sitio, es decir, en el substrato de las dinámicas sociales. En el caso de los sindicatos, recuperar la vida orgánica, la gestión de las bases, la conformación genuina de las representaciones, la conformación de federaciones y confederaciones articuladoras e integradoras de las composiciones variadas sindicales. Como decíamos, en otro tiempo, recuperar la retórica sindical – retórica en pleno sentido de la palabra, como arte de convencimiento, de argumentación y construcción de empatías -; recuperar la deliberación y la pedagogía colectiva, que aprende de la experiencia social. En el caso de la malla institucional política y social, si bien somos críticos del Estado, aceptando, que efectivamente se dan transiciones, ejercer la democracia, en pleno sentido de la palabra, mejor si se profundiza este ejercicio, yendo efectivamente hacia el ejercicio de la democracia participativa, pluralista, directa, comunitaria y representativa, que establece la Constitución. Para tal efecto es indispensable liberarse de la impostura, del fraude, de la usurpación,  del teatro burlesco político. Si, en definitiva, se trata efectivamente de transiciones, cuyos decursos dependen de las correlaciones de fuerzas, parece que hay que aprender a efectuar transiciones consensuadas. No importa cuánto dure ponerse de acuerdo, lo importante es dar pasos firmes y no pasos en falso.

El ideólogo de la decadencia reduce sus conjeturas a la unidimensionalidad, donde solo hay dos direcciones: “adelante” y “atrás”. Olvida que hay más de tres dimensiones, donde se dan lugar curvaturas; lo que unos llaman “adelante”, termina siendo una vuelta hacia “atrás”. Además es muy pobre quedarse en el esquematismo simplón y osificado de izquierda y derecha, es usar un parámetro elemental para comprender la complejidad. Esquematismo dualista que no corresponde ni siquiera al mapa efectivo de fuerzas políticas, dadas históricamente en el Congreso de la revolución francesa; pues estaban los de la montaña, los de la galera, los radicales de los sans culottes, del pueblo parisino. Más allá de la izquierda y derecha congresista, más allá de los jacobinos y girondinos, que tenían, mas bien, más cosas en común. Se trata de continuar con las transformaciones, que se truncaron y detuvieron al comienzo mismo del “proceso de cambio”. Para usar los términos comunes, ni ir “atrás” ni quedarse en el momento de la decadencia del gobierno clientelar, sino marchar con el empuje de la potencia social.






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