La fuerza de la interpelación social
La fuerza de la interpelación social
Raúl Prada Alcoreza
La fuerza de la interpelación social
Un eco de la
Convocatoria al Cabildo ¡Achacachi somos todos!
Ante la inercia del poder, que puede corresponder al vacío político, donde acumula
ilusión, simulación y ceremonialidades, el movimiento social se contrapone con la actividad y diligencia de
la interpelación. El poder para resguardarse, para preservar
el equilibrio inestable, pero equilibrio al fin, de sus alianzas provisionales, de sus pactos
pragmáticos, sobre todo, de sus componendas, redes clientelares, presiona desde
dentro del ojo del ciclón político a
las paredes del ciclón, paredes de la
turbulencia y del movimiento social; presiona con la
amenaza, con la represión, con las múltiples violencias al alcance. Sin embargo, sabemos que el poder existe por la potencia social; el poder
es captura de parte de las fuerzas sociales, a las que las separa de lo que pueden, de su potencia,
usándolas para reproducir el poder.
En el caso de la metáfora del ciclón,
que comenzamos a usar desde el anterior ensayo[1],
el ojo del ciclón político, donde
aparece el vacío político o el equilibrio inestable, la aparente calma,
depende paradójicamente de la fuerza
desencadenada de su turbulento entorno. No se alimenta exactamente de
la turbulencia del entorno, sino que existe porque se
ocasiona como un centro vacío,
precisamente por el bucle turbulento
del ciclón político y social.
La fuerza social en actividad genera, en su movimiento envolvente, este ojo del ciclón político. Cuando las actividades sociales se convierten en acciones de demanda, de reivindicaciones
y de interpelación, este centro del ciclón social y político se defiende psicológicamente como si no
pasara nada. Pretende corroborar con la impresión que dejan los ambientes
condescendientes del ojo de la tormenta
política, el equilibrio inestable,
la calma en medio de la tormenta. No vamos a tocar aquí otras formas de presión del ojo del ciclón
político sobre las paredes de la turbulencia que lo entornan, como las
acusaciones de “conspiración”, la muletilla
de la conspiración; estos temas ya los tocamos en otros escritos[2].
Lo que interesa, ahora, en estos recientes ensayos, es darle forma, perfil y
hasta estructura de diseño a la perspectiva del ángulo que nos da la mirada
desde la metáfora del ciclón. Claro está, que desde la perspectiva de la complejidad, se trata
de conjugar, combinar y articular todos los ángulos que se puedan, en una mirada móvil.
Entonces, desde el ángulo de la mirada desde la metáfora
del ciclón político, que supone la paradoja
del ojo y del torbellino, que se complementan en la paradoja, que también puede ser
denominada paradoja de la calma y la tormenta, buscando
diseñar el perfil y la estructura de la paradoja, vemos que las actividades
sociales, en mayor intensidad, las acciones
sociales, en mucho mayor intensidad,
el torbellino social, conforman el centro vulnerable, de equilibrio inestable, de vacío político, del ojo del ciclón político. Habíamos dicho, en el anterior ensayo, que
el ojo dura lo que dura el ciclón; cuando acaba el ciclón también desaparece el ojo de la tormenta. Todo esto siguiendo
con las connotaciones de la metáfora
meteorológica usada. Sin embargo, si bien la metáfora, como también anotamos en los ensayos sobre poesía, ayuda
a configurar y ayuda a pensar, además de que la metaforización es como el sustrato del mismo lenguaje[3],
no se puede confundir las metáforas
con los referentes de la metaforización. Es indispensable, en el
caso del análisis, develar, más allá
de las analogías, las diferencias.
En lo que respecta a
los límites de la metáfora usada, para comprender el juego paradójico entre centro
de poder, por así decirlo, y los entornos turbulentos, lo importante es
señalar el comportamiento político contrastante
entre la aparente calma del poder, de la centralidad del poder, y
sus entornos turbulentos. Como
dijimos, hasta ahí la utilidad de la metáfora.
En los referentes de la política efectiva, se observa, situaciones, no generalizables, ni
universalizables, más bien, en comparación, escazas, cuando lo que llamamos torbellino termina engullendo, por así
decirlo, a lo que metafóricamente es el ojo del ciclón político. En estos
casos, la metáfora meteorología no
sirve para ayudar a comprender el fenómeno político y social de las
llamadas revoluciones. Aun cuando, en
apoyo de la metáfora meteorológica,
se pueda acudir a la hipótesis
interpretativa del círculo vicioso
del poder. Donde anotamos que, incluso las revoluciones, pueden terminar absorbidas en la reproducción del poder, en escalas mayores, repitiendo la condena
fatal del círculo vicioso del poder[4]. En todo caso, sin
embargo, la metáfora del ciclón político, inclusive en este caso,
no es del todo apropiada. Ocurre, mas bien, como si pasáramos, teóricamente, de
un ciclón político menor a un ciclón político mayor, que lo contiene.
Tendríamos que suponer que los ciclones
políticos, de los que hablamos, a partir de la metáfora meteorológica, formaran parte de un pluri-bucle mayor, un pluri-bucle
del poder, históricamente mutante.
Lo que nos importa en
este ensayo, como dijimos, es el papel y la función de la interpelación social. Así como el poder muta, las formas de poder
se metamorfosean, no solamente como
extensión y perfil, incluso como estructura,
sino también en intensidad; lo mismo
ocurre con la fuerza social. La fuerza social se transforma, desde sus formas de actividades, si se quiere
cotidianas, hasta las formas de
movilización social anti-sistémicas, pasando por las formas de la acción social demandante, reivindicativa y de interpelación. Parte de las fuerzas sociales en actividad, capturadas, permiten la reproducción del poder; conformando, además, en estos trajines, lo
que denominamos la sociedad
institucionalizada. Otra parte de las fuerzas
sociales en actividad, generan
como flujos de fuga, que escapan a
las capturas de las mallas institucionales del poder; conformando, en estas fugas, lo
que denominamos la sociedad alterativa[5]. En consecuencia,
las fuerzas sociales son lo que dan lugar tanto al poder como al contra-poder.
Es como la energía social que mueve y
dinamiza la complejidad social, que
genera la complejidad del poder y el contra-poder. La paradoja del poder, entonces, se encuentra en la paradójica condición de las fuerzas sociales.
Las fuerzas sociales en tanto no están separadas de lo que pueden, dicho de otro modo, no están capturadas, en la medida que las fuerzas sociales no están separadas
de su potencia, son energía social creativa; son el substrato magmático de las formaciones sociales. Sin embargo, como
también anotamos en otros escritos, que a partir de momentos diferidos o
nacimientos genealógicos institucionales,
las fuerzas sociales se aplican a sí mismas como en bucles auto-generativos recurrentes, ocasionando la separación de las fuerzas de su potencia; por
la captura y la apropiación de las fuerzas
sociales por mallas institucionales,
que se conforman[6]. La condición paradójica
es que las fuerzas sociales aparecen
tanto como voluntad de potencia, así
como voluntad de nada. En el primer
caso, generan y crean formas de vida
proliferantes, inventando; en el segundo caso, dejan de inventar y crear, para,
mas bien, reproducir lo mismo; en este caso, el poder.
No hemos podido
resolver, teórica e hipotéticamente, el por qué se dan estos momentos de bifurcación paradójica de las fuerzas
sociales, a pesar de las sugerente hipótesis
interpretativas y prospectivas sugeridas; no nos detendremos en esto,
sugiriendo nuevas hipótesis. Solo apuntaremos esta condición paradójica de las fuerzas
sociales. Lo que interesa apuntar y hacer hincapié es señalar que la
generación de la alteridad y la repetición de lo mismo, la generación del contra-poder
y del poder, se encuentra en las dinámicas complejas de las fuerzas sociales.
Ahora bien, cuando
las fuerzas sociales, no solo las que
se encuentran en condición alterativa,
sino incluso parte de las fuerzas
capturadas, interpelan a las formas
y estructuras de poder, retoman la potencia
social, retoman su capacidad creativa. La interpelación social no es todavía lo que se viene en llamar revolución, la trasformación estructural e institucional de la sociedad, sin
embargo, ya deslegitima la existencia
y la presencia del poder mismo. Lo
cuestiona. Este no solamente es un acto contra-hegemónico,
incluso de incipiente figura de contra-poder,
sino es una actitud ética política y ética social, que valoriza la vida social, en contraposición de la representación institucional.
El ethos supone el substrato afectivo, la valoración
afectiva de la vida; que puede
también convertirse en valorización
conceptual, a través de las formas
discursivas y enunciativas[7]. Es como las
sensaciones, percepciones, sentidos compartidos colectivamente por los
movilizados en la interpelación.
Recientemente, se ha venido usando una figura elocuente para designar a los movimientos sociales anti-sistémicos en
la historia reciente; este término es
el de indignación. Se define la indignación como sentimiento de intenso enfado, que provoca un acto que se considera injusto, ofensivo o perjudicial. También
se puede decir que se trata de la reacción contra lo que se considera atentado a la dignidad humana.
La movilización de Achacachi contra la Alcaldía del municipio de
Omasuyus, primero; después, contra el gobierno central, en la medida que éste
ha amparado y encubierto al Alcalde denunciado por corrupción, es una movilización social que interpela al poder; en su forma local
y en su forma nacional, desde la indignación social del Pueblo de
Achacachi. La interpelación es un cuestionamiento al poder, a los actos del poder, a las instituciones que encubren la corrupción,
tanto local como nacional. Es un cuestionamiento
colectivo y activo a la supuesta legitimidad
del poder. La fuerza de la interpelación
es ética y política, ética y social.
La interpelación cuestiona los argumentos del poder, el discurso de las
dominaciones, la ideología
oficial, desde los valores
subyacentes, que hacen a la cohesión
social. Defienden la cohesión social
en contra de la amenaza de descohesión
de la corrosión institucional y de
las prácticas clientelares,
prebéndelas y corruptas, que han sustituido a la política, en el sentido de cuidado
de la comunidad, del pueblo, de la ciudad y de la sociedad.
La movilización en defensa del
TIPNIS y de la vida también interpela al poder, al discurso del poder,
que justifica la construcción de una carretera
extractivista, que arrasaría con el bosque del Territorio Indígena y Parque
Nacional Isiboro Sécure. Lo hace desde los valores
subyacentes en las comunidades indígenas de la Amazonia, así como de las
comunidades indígenas de los Andes. Lo hace desde los valores expresados en la Constitución, así como de los valores subyacentes en los topos y u-topos de la humanidad,
como renacimiento y responsabilidad primordial. La indignación
también es generadora de la interpelación
al poder, a sus actos, acciones y políticas.
La fuerza de la interpelación
es convocante. Convoca al pueblo, a
las ciudadanas y los ciudadanos, a la sociedad en su conjunto, a reaccionar
contra los atentados a la dignidad humana.
En este sentido, no solo interpela al
poder, sino también al pueblo que no se moviliza, que no
reacciona; interpela su actitud conformista o indiferente, que no deja
de ser cómplice. No se puede tapar
los oídos y la vista ante esta interpelación
movilizada. Aunque no se diga nada, aunque se calle, aunque se aparente indiferencia, no se puede esconder el malestar social. La interpelación
conmueve, aunque solo, incluso, se quede registrada,
se la guarde interiormente. Aunque la indiferencia
perdure y el conformismo se agazape,
de todas maneras, la interpelación
está dada, está registrada en la memoria del cuerpo. Es el malestar que cuestiona el conformismo, la quietud, la inmovilidad
ante la convocatoria de las y los movilizados.
En lo que respecta al gobierno y
a los aparatos de Estado, aunque pongan máscaras
de asombro, incluso manifiesten enfado y molestia, la interpelación atraviesa sus escudos
y queda también registrada en la coraza institucional y en algún lugar
recóndito de las estructuras subjetivas
de la egología gobernante. La interpelación se clava, se inscribe, se
registra, se siembra como desaprobación
social. No se puede esconderla, menos con la estridente bulla de la propaganda
oficial y publicidad puestas en escena.
Los medios de comunicación no pueden silenciarla, incluso disminuirla como
noticia; pues la interpelación es ética, no mediática.
El viernes 15 de septiembre, está
convocado el pueblo paceño y alteño,
el pueblo boliviano, las organizaciones sociales, los ciudadanos y ciudadanas,
a la concentración del Cabildo ¡Achacachi somos todos! La densidad de los y las
que acudan será como una ponderación de la responsabilidad
asumida por el pueblo. Pase lo que pase, haya una gran o no concentración, de
todas maneras, la interpelación y la convocatoria están dadas; forman parte
de las interrelaciones sociales y de la comunicación social. Lo que importa es
que se abren espacio-tiempos para la diferencia, dejando la indiferencia, para la acción ética-social-política, dejando el
conformismo. Se abren senderos a
mundos alternativos posibles.
[1] Ver Equilibrismo político y gobernar en el vacío. https://voluntaddepotencia.wordpress.com/2017/09/12/equilibrismo-politico-y-gobernar-en-el-vacio/.
[2] Ver Hermenéutica del conflicto. https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/hermen__utica_del_conflicto_2.
[5] Ver Imaginación
e imaginario radicales. https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/imaginaci__n_e_imaginario_radicales.
[6] Ver Potencia
y trama política. También Potencia
y acontecimiento; así mismo Potencia
social o poder.
Comentarios
Publicar un comentario