El anti-ecologismo jacobino
El anti-ecologismo jacobino
Raúl Prada Alcoreza
El anti-ecologismo jacobino
Dedicado a Fidel
Ortuño, compañero de lucha desde la resistencia a la dictadura militar de Hugo
Banzer Suarez; militante bolchevique de aquellos tiempos aciagos, cuando se
ponía el pellejo y la capacidad clandestina de organización. Amigo entrañable y
calidad humana en todos sus actos y pensamiento. En el presente seguimos siendo
compañeros de lucha contra la civilización moderna, colonial y capitalista,
defendiendo la vida.
¿Qué es el anti-ecologismo?
¿Síntoma de qué es este gesto, esta actitud y posición ideológica?
¿Se puede tomar en serio eso de que se trata del “ambientalismo colonial”? ¿Es
un argumento serio el que dice que los ambientalistas y ecologistas buscan
convertir a los pueblos y países de las periferias
del sistema-mundo capitalista en “jardineros”?
¿Es un argumento digno de considerar el decir que el ambientalismo y el ecologismo
buscan proteger la naturaleza en su
condición pura, sin considerar a los humanos
que la habitan? La primera impresión que se tiene al escuchar y leer estos argumentos estrambóticos es que se
desconoce la literatura ambientalista,
mucho peor, omite las ciencias biológicas, la multidisciplina
compleja de ecología, desechando
la literatura ecológica, que no es la
misma que la ambientalista. Que no se tiene idea a quienes se interpela.
Acompañando a estos desaciertos se evidencia el desconocimiento del referente,
la crisis ecológica, y de los referentes inherentes que lo componen;
de manera concreta, los ecosistemas.
Solo se tiene una información general, sobre todo, de indicadores, publicados por organismos internacionales, como el
Banco Mundial.
El emisor de
semejantes argumentos esta desubicado.
Las investigaciones ambientalistas, que vienen y se sustentan en la geografía
ambiental, nunca han dejado de considerar los medio-ambientes, que en el lenguaje ecológico se denominan ecosistemas,
sin las poblaciones humanas, que las habitan. La ecología, que es una multidisciplina, proveniente de la episteme compleja[1],
que emerge del zócalo epistemológico
de la física relativista y la física cuántica, conectándolas a los desplazamientos epistemológicos de la
biología, así como de la geografía contemporánea, la geografía cuantitativa, la
geografía humana, la geografía vital,
desenvuelta desde Milton Santos, considera los entrelazamientos y tejidos
de los ciclos vitales, comprendiendo
en estos entramados y texturas a la incumbencia de las sociedades humanas[2].
El emisor de
semejantes argumentos se encuentra en una situación anacrónica, rezagado respecto al debate sobre las características y
composición del sistema-mundo capitalista.
Ha quedado rezagado en un debate anterior, el que todavía consideraba que la contradicción principal, para hablar en
los términos de Mao Zedong, es entre los pueblos
en lucha por el socialismo y el imperialismo,
que supone la contradicción del modo de producción capitalista, entre proletariado y burguesía.
La crisis de los Estados del Socialismo Real mostró los límites de la ideología
bolchevique. Aunque, incluso, las tesis
orientales, ya plantearon un abigarrado
cuadro de contradicciones, en las que se incluía al campesinado y al pueblo, en
el enfrentamiento contra el imperialismo.
El levantamiento zapatista, en 1994, abre otro ciclo de rebeliones, en la nueva
generación de luchas anticapitalistas; más profundas que las que plantearon las
luchas del proletariado. La actitud
anticapitalista indígena es más profunda porque cala más hondo que la interpretación marxista; toca substratos
más profundos de la dominación del sistema-mundo capitalista; toca el substrato
colonial, del que emerge el sistema-mundo
y su geopolítica de dominación. Por
otra parte, muestra que la contradicción
principal, siguiendo con los términos maoístas empleados, de manera
metafórica, es entre la vida y el capitalismo.
Por eso, la perspectiva
indígena anti-capitalista es también anti-colonial
y descolonizadora, además de ser anti-moderna; pues se trata de una transformación civilizatoria. También es
ecológica, usando esta definición del
lenguaje de las teorías de la complejidad.
Seguir en el paradigma del
“desarrollo”, que viene del discurso
hegemónico estadounidense, posterior a la segunda guerra mundial, para
abordar estos temas álgidos y problemáticos del presente, es como querer usar una lupa para estudiar los átomos. No
parece atinado argumentar como lo hacían los caudillos populistas del nacionalismo revolucionario de mediados
del siglo XX, quienes estaban obsesionados por el “desarrollo” nacional. Para
lograr este fin desplegaron nacionalizaciones de los recursos naturales y de las empresas privadas trasnacionales que los
explotaban. Con estas medidas dieron lugar a las condiciones materiales de la construcción efectiva del Estado-nación.
Esta es la materialidad política de
los efectos de Estado de la nacionalización. Ahora, después de
experimentar los ciclos de los nacionalismos revolucionarios, hemos
aprendido que no bastan las nacionalizaciones
para salir de la dependencia; pues
los monopolios, oligopolios y corporaciones trasnacionales, controlan los mercados y las cadenas productivas; ocasionando no solo
que las mismas nacionalizaciones no les
afecten, sino incluso las beneficien, con indemnizaciones y ganando con su
incidencia en las variaciones de los precios de las materias primas. Más aun, el deseado “desarrollo” que se
interpretaba, en los caudillos mencionados, como industrialización, también
ingresa en la vorágine de la dependencia,
en las condiciones de transformación estructural del sistema-mundo capitalista[3].
Este es el caso, ejemplar de la potencia emergente de Brasil. Francisco de
Oliveira estudio y analizó lo que llama el Neo-atraso
brasilero; usando la metáfora del
ornitorrinco, para ilustrar sobre las
mezclas barrocas, de revolución
industrial, revolución cibernética,
con las formas del extractivismo;
cuya composición estructural definen el carácter dependiente y extractivista
de la economía, solo que en otras condiciones histórico-económicas[4].
Es un craso error de apreciación y de ponderación el
partir de los distintos niveles de responsabilidad,
en relación al cambio climático, de
los países del centro con respecto a
los países de las periferias, para
llegar a la conclusión insostenible, lógicamente y teóricamente, de que todavía
los países periféricos tienen como el
derecho a seguir explotando los recursos naturales, como lo han hecho
los países industrializados y “desarrollados”, responsables mayúsculos de la crisis ecológica. Esto es como tener una
concepción de un planeta compartimentado, donde cada geografía nacional controla su propio cielo, su propia atmósfera,
sus propios ciclos vitales. Esto
significa extender las categorías
institucionales, administrativas y políticas, que sirven en el ejercicio del poder, a los planos,
espesores, contextos integrados ecológicos. Esto es como suponer que los ciclos ecológicos obedecen a las determinaciones que tome un
Estado-nación. Como se puede ver, esta confusión de ámbitos, los relativos a las jurisdicciones
políticas y los relativos a las dinámicas
ecológicas integradas, lleva a anecdóticas
conclusiones y asombrosas aseveraciones, como que hay un “enclasamiento” de las
repercusiones del cambio climático;
afectando más a los pobres y algo así
como privilegiando a los ricos,
quienes pueden defenderse ante los impactos ambientales. ¿Qué se quiere
sugerir? ¿Qué porque no afecta tanto a los ricos
es indispensable continuar con la explotación
extractivista en los países periféricos,
para que, algún rato, ya no puedan defenderse y sean impactados los ricos de los países centrales? ¿Qué si se siguen explotando los recursos naturales, que si se sigue con el modelo extractivista, como base
para el “desarrollo”, no afecta tanto a las poblaciones periféricas, porque todavía tienen un gran margen de explotación, un gran espacio para contaminar y depredar,
pues no han cubierto su cuota?
Esta imagen
de un planeta compartimentado no
solamente es inocente y pueril, sino absurda. Lo que ocurre ecológicamente, en cualquier parte del
planeta, afecta a todo el planeta. Se trata de ecosistemas integrados en
los ciclos vitales, sincronizando las dinámicas complejas ecológicas. Si bien puede haber indicadores de la responsabilidad diferencial
en lo que respecta al cambio climático,
de esto no se puede seguir que unos países, la mayoría, que están lejos de esa responsabilidad, todavía pueden seguir
el mismo curso que los países contaminantes, depredadores y destructores del
planeta. La crisis ecológica afecta
de manera comprometida a todas las poblaciones del planeta, sean del centro
mutante o de las periferias; tanto a las sociedades
humanas como a las otras sociedades
orgánicas, donde aquellas están insertas. La amenaza a la sobrevivencia humana exige un cambio radical en todas las poblaciones
y en todos los pueblos, en todas las sociedades. No se puede seguir por el
camino del “desarrollo”; el costo es la destrucción
del planeta y el ecocido, la destrucción
de la vida[5].
Por otra parte, esta peregrina estrategia de seguir por el curso del “desarrollo”,
basándose en la expansión intensiva del modelo
extractivista, además de ser anodina y errada, beneficia a los amos del mundo, a la hiper-burguesía de la energía fósil. Hiper-burguesía con acciones en la
explotación de los hidrocarburos y minerales; con acciones en las cadenas productivas, que absorben como insumos a las materias primas mencionadas. Hiper-burguesía
que está interesada en prologar el uso de la energía fósil de manera indefinida, para seguir obteniendo
super-ganancias, a los costos de la demoledora destrucción planetaria. Este
planteamiento neo-desarrollista es un
instrumento apropiado para sostener
la dominación mundial de la hiper-burguesía de la energía fósil[6].
Ya que les gusta usar esa palabra y definición trasnochada de geopolítica, diremos que es el mejor
apoyo e impulso que se le puede dar a la dominación
mundial, la del imperio.
Otra muestra anecdótica. El descalificar al activismo ambientalista y al activismo ecologistas
denominándolos como “jardineros”, lejos de lograr su objetivo, la descalificación, con pretensiones
irónicas, no alcanzadas, mas bien, evidencia el imaginario delirante y la concepción
enajenada que se tiene del tema en cuestión. Al reducir los ecosistemas a “jardines”, se expresa la idea de poda y cuidado, que se aplica
a los jardines de la casa; transfiriendo esta idea a los bosques y a los ecosistemas. Los bosques y los ecosistemas,
complejos de por sí, no son, obviamente, resultado de ninguna poda ni cuidado “jardinero” humano, sino de entrelazados conglomerados complementarios, que forman nichos ecológicos. En todo caso, el
defender los ecosistemas, los bosques, las cuencas, los ciclos del agua, los
ciclos del aire, los ciclos de los suelos, no tiene nada que ver con la peregrina figura de “jardinería”; al
contrario, se opone a lo que podría ser la sustitución de ecosistemas y bosques
por composiciones artificiales.
Ahora, la pregunta que debemos hacernos es: ¿dónde y cómo
funciona semejante discurso? Se trata
de uno de los discursos del poder.
Parecida descalificación viene de
multimillonarios, al estilo de Donald Trump, que descalifican al cambio climático como invención de ambientalistas y ecologistas.
Aquí, discursivamente, argumentativamente, se encuentran jacobinos y la casta burguesa
dominante del mundo. Tienen, por así decirlo, el mismo enemigo, el activismo
ambiental y el activismo ecológico; entonces, se podría decir,
conjeturando, que al tener el mismo enemigo
ecológico, los hace a ambos amigos;
por lo menos, en esta contradicción.
Algo que ya dijimos en la Hiper-burguesía
de la energía fósil y en La burguesía
rentista[7].
Entonces, se trata de Entramados de los
conservadurismos sociales[8],
donde los aparentes enemigos
resultan, mas bien, cómplices.
Sabemos que el núcleo
del conflicto en la coyuntura es el TIPNIS, por el motivo de
la construcción de la carretera que cruza el bosque, en lo que se ha venido
denominando el núcleo del ecosistema
del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure. El discurso en cuestión sirve para descalificar la lucha indígena en defensa del TIPNIS y la vida, para descalificar
al activismo ambientalista y al activismo ecologista, para descalificar
a los movimientos ciudadanos y de intelectuales críticos en defensa del TIPNIS.
También el discurso sirve para legitimar la construcción de la
carretera que atravesaría el bosque, donde solo hay dos comunidades. El grueso
de las comunidades se distribuye en las orillas y entornos de los ríos Isibore,
Sécure e Ichoa, lejos de donde pasaría la carretera. ¿A quiénes beneficia esta
construcción, que según el gobierno es para cumplir un viejo anhelo de integración
entre el departamento de Cochabamba y el departamento del Beni?
Al parecer, los intereses más pesados se juegan en las
concesiones a empresas trasnacionales extractivistas de los hidrocarburos;
concesiones que se encuentran precisamente en el bosque, que era considerado intangible. Concesiones indebidas por
tratarse del territorio indígena y área protegida. El siguiente conjunto de intereses que se juegan
parece tener que ver con la geopolítica
del IIRSA, de la que formaría parte la carretera del TIPNIS, sin ser troncal de
los ejes bioceánicos. El tercer conjunto
de intereses, que les sigue a los anteriores, parece encontrarse en la
Federación del Trópico de Cochabamba y en los colonizadores cocaleros, que
avasallaron el TIPNIS en el llamado Polígono Siete; es decir, en las
organizaciones que representan a los cultivadores
de la hoja de coca excedentaria[9].
El cuarto conjunto de intereses
parece encontrarse en la burguesía
agro-industrial, interesada en la ampliación
de la frontera agrícola. El quinto conjunto
de intereses parece hallarse en las empresas madereras. Estos cinco conjuntos de intereses codifican al
TIPNIS como objeto de exploración,
explotación y extracción; como espacio geográfico sostén de las comunicaciones
físicas y el transporte; como terreno de expansión de cultivo, como paramo
susceptible de tala y chaqueo para su conversión en tierra cultivable; como
espacio salvaje que tiene que domesticarse para construir espacios de la civilización de la producción mercantil;
como bosque cuantificado como riqueza de madera, para su introducción en los
mercados internacionales y de las industrias de muebles y otros utensilios[10].
El que asume estos conjuntos
de intereses como suyos es el
“gobierno progresista”; lo hace a nombre del “desarrollo”; es más, llega a
decir que lo hace por el bienestar de
las poblaciones indígenas y de las comunidades del TIPNIS. Al hacerse cargo de
estos conjuntos de intereses, el
gobierno no solamente es el operador administrativo de las políticas que llevan adelante la
realización y logro de estos intereses,
sino que se vuelve como el estratega
de toda la implementación “desarrollista”. Es decir, que su proyecto efectivo es éste, el del “desarrollismo”
a ultranza y no otro. Muy lejos ha quedado la Constitución, en la práctica
desechada o usada de manera forzada, manipulada, como escudo para encubrir el proyecto extractivista. Ahora bien, el proyecto “desarrollista” del que
hablamos es también el proyecto de la
burguesía de la energía fósil y de la
burguesía mundial del sistema financiero
internacional. Pues se trata de la logística
del avance sostenido del extractivismo
hidrocarburífero, de la acumulación
de capital del modelo productivo-financiero-especulativo
fósil. El “gobierno progresista” se convierte en un brazo operativo del ejercicio
de poder mundial de la hiper-burguesía
de la energía fósil[11].
Sin embargo, cuando concurren estos eventos, la condición operativa y administrativa,
además de estratega, de los intereses locales y regionales, en el
manto de los intereses mundiales, de
la dominancia del ciclo del capitalismo vigente, que
radica en la hiper-burguesía, el operador, administrador y estratega
no se queda en la condición de mero dispositivo múltiple. Se genera un estrato de la burguesía mundial, en el lugar
de la aplicación de las políticas
extractivistas mencionadas, que hemos llamado burguesía rentista. Entonteces, ingresa un sexto personaje,
correspondiente a un sexto conjunto de
intereses; este personaje es la burguesía
rentista. Que está interesada en mantener los flujos de la renta; mejor si se incrementan.
Renta de la que se apropia por procedimientos de corrosión institucional y corrupción.
En consecuencia, podemos decir que el discurso en cuestión es el discurso de la burguesía rentista. Un discurso que responde a sus intereses,
que los encubre o los adorna, buscando la legitimación
de sus actos, que, por cierto, no son
claros, sino, mas bien, opacos, si es que no son oscuros. Un discurso, como todo discurso moderno o
modernizante, tiene pretensiones de
verdad. Por eso, opone su verdad
a lo que considera la “mentira” de sus detractores, los ambientalistas y ecologistas;
que, además, los declara “coloniales”, sin sustento argumentativo, salvo si
consideramos que la adjetivación es argumento.
Podríamos decir que se trata de un tipo de ideología, claro exagerando, pues este
discurso no tiene el alcance de cosmovisión de la ideología. Pero, mantengamos el término, con fines comparativos,
aunque seamos conscientes de que exageramos. Siguiendo con la interpretación, se trataría de una ideología rentista. Toda ideología tiene como un núcleo organizador de su imaginario; este núcleo organizador tiene
que ver con la concepción de mundo.
Simplificando y esquematizando, por razones de exposición, diremos que así como
la ideología liberal de la burguesía clásica concibe el mundo como un mundo movido por la economía
y el mercado, la ideología rentista
concibe al mundo como un mundo movido por la renta.
La renta, es decir, el pago por la concesión o la
venta de materias primas, es lo que mueve el mundo o, si se quiere, su mundo,
para esta ideología rentista. Es la
base de todo, por así decirlo; la base
del “desarrollo”; la base para
invertir en salud, en bienestar social,
en empleos; la base de la
industrialización añorada. Obviamente, pero no lo dicen, la base del enriquecimiento de la burguesía rentista.
Entonces el discurso
de la burguesía rentista es
constitutivo del sujeto social
correspondiente. Como todo discurso
otorga un sentido al quehacer, a las prácticas y los desenvolvimientos de
esta burguesía singular. El sentido enunciado claramente es el que atribuye
el papel de portadores del progreso y
del “desarrollo” a los miembros de la burguesía
rentista. Pero, como todo discurso,
que contiene varias capas, tiene también sentidos
subyacentes. Un sentido subyacente
es el que les atribuye, a los miembros de la burguesía rentista, el ser portadores
de la verdad y propietarios del poder.
Desde Michel Foucault sabemos que el poder
no es una propiedad, sino que se ejerce;
de aquí, de este enunciado, convertido en premisa,
dedujimos que el poder, más bien se
apropia, de los que se entronan en el poder.
Los gobernantes, los funcionarios, los representantes, son propiedad del poder. Sin
embargo, en el imaginario rentista,
se consideran propietarios del poder.
No vamos a nombrar a otros sentidos subyacentes; sería un poco largo, aunque no del todo
pertinente para la exposición. Lo que interesa es decir que también hay sinsentidos del discurso; es decir, si se quiere, vacíos del discurso, que
se vuelven remolinos, por donde se
hunde el propio discurso, tragado por
sus agujeros negros. Un sentido que aparece en el discurso, de manera explícita, es cuando
se impone el “desarrollo”, si se quiere, valor
de la civilización moderna, a proyectos civilizatorios alternativos, que
son las naciones y pueblos indígenas, como reconoce la Constitución. Este sinsentido es acompañado por otros;
como, por ejemplo, cuando se dice que se quiere llevar el bienestar a las comunidades indígenas, que se encuentran lejos de
la carretera que se quiere construir. Otro sinsentido
acompañante es que se considera a los colonizadores del Polígono Siete como si
fuesen parte del Territorio Indígena, introduciendo la distorsión conceptual, cultural y antropológica. No vamos a
ocuparnos de otros sinsentidos
evidentes, como, por ejemplo, ¿para qué todo esto?, de las concesiones
hidrocarburíferas, mineras, madereras, si por experiencia sabemos, que dejan cementerios estas explotaciones. La
mayor parte de la torta se llevan las empresas trasnacionales extractivistas;
la renta es eso, renta, no ganancia. Para
que apostar por la economía política de
la cocaína, cuando sabemos, también por experiencia, que es una ilusión ésta de la riqueza efímera; solo
constatable para la cúspide de la pirámide social comprometida; a costos muy
altos, la descohesión social y la destrucción ética y moral de la
población afectada.
Quedándonos con estos tres sinsentidos mencionados, podemos mostrar que, en realidad, el
“desarrollo”, es una finalidad fantasma;
lo que importa no es la finalidad,
sino los medios para conseguir
realizarla. Lo que importa es la construcción de la carretera, las concesiones,
la ampliación de la frontera agrícola, la ampliación de la frontera maderera;
lo que importa con todo esto es incrementar la renta y el atesoramiento
de la burguesía rentista; pues, en
este caso, no podemos hablar de acumulación.
El bienestar es otra finalidad fantasma; ¿qué sería el bienestar logrado para las comunidades
indígenas del TIPNIS? Lo que importa, aquí también, son los medios; ocupar
militarmente el territorio, favorecer la expansión de los colonizadores, que ya
han penetrado al interior del TIPNIS, pasando la línea roja, plantando cocales
clandestinos. Hacer presencia estatal en territorios rebeldes, como en la época
de las dictaduras militares, cuando se ocupaban los campamentos mineros. El
considerar a los colonizadores del TIPNIS como “indígenas” no es una finalidad, sino el descarnado juego ideológico; el de la suplantación, el de la
simulación y los montajes. En otras palabras, el del juego de las apariencias[12].
Dijimos que los sinsentidos
del discurso son como los remolinos que se tragan al discurso mismo. Bueno pues, estos son
los lugares, los agujeros negros; donde el discurso
se ahoga, el discurso se derrumba,
pierde su propia función ideológica. Los sinsentidos
del discurso son como los lapsus lingüísticos, donde el inconsciente desborda y muestra el absurdo de la pretensión consciente, expresada en el discurso. Lo que habría que preguntarse es si el discurso de la burguesía rentista contiene más sinsentidos
que sentidos. Si este fuese el caso,
la burguesía rentista seria como la
concreción sociológica de un grado elevado de la decadencia.
[1] Ver Ecología compleja.
[2] Ver Hacia una ciencia compleja del espacio. https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/hacia_una_ciencia_compleja_del_espa.
[3] Ver Crítica de la ideología.
[4] Ver Paradigma mexicano y acontecimiento
Brasil. https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/paradigma_mexicano_y_acontecimiento.
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