Convocatoria emergente
Convocatoria emergente
Crítica del
conformismo
Raúl Prada Alcoreza
Un eco de la
convocatoria de Achacachi y el TIPNIS.
Achacachi ha llegado a la ciudad de La Paz, sede de
gobierno, pasando por la ciudad de El Alto, ciudad heroica, que se levantó
contra el gobierno neoliberal de Gonzalo Sánchez de Lozada, gobierno que
perpetró la masacre conocida como “Octubre negro”. Viene desde el legendario
pueblo, conocido por su coraje y bravura, en lucha abierta y sostenida contra
el diagrama de poder de la corrupción,
diagrama desplegado por la forma de
gubernamentalidad clientelar, prebendal y corrupta del “gobierno
progresista”. Viene en defensa de la
democracia, que en los códigos constitucionales, implica el sistema de gobierno de la democracia
participativa, pluralista, directa, comunitaria y representativa. Convocó a
los pueblos de la ciudad de El Alto y de la Ciudad de La Paz, al pueblo
boliviano, a apoyar esta lucha, que ya cuenta con la Declaración Achacachi-TIPNIS,
en defensa de la vida y la democracia; pacto al que se han
sumado otras organizaciones sociales y departamentales, entre ellas la Central
Obrera Boliviana (COB)[1]. Sin
embargo, hasta ahora, el pueblo boliviano, el pueblo de La Paz y el pueblo de
El Alto no han acudido masivamente, como corresponde, a esta convocatoria
crucial. ¿Por qué?
El gobierno espera desgastar
al movimiento; primero intentó descalificarlo, incluso atribuyéndole
vinculaciones con la Embajada Norteamericana; muletilla de la conspiración, desgastada, por no solo repetida sino
también por simplona y elemental. Después, intenta disminuir el conflicto a un
mero tema de competencia municipal, no del gobierno central. Como tercer
recurso, opta por ganar a la movilización
anti-sistémica de Achacachi por desgaste.
Hasta ahora, ninguno de estos procedimientos le ha sido útil al gobierno, que
aislado, refugiado como fortaleza, recurriendo a sus dispositivos de emergencia, la policía y el ejército, para protegerse,
y a los aparatados de Estado, tomados
por el partido oficialista, además de la masa elocuente de llunk’us, se precipita al abismo[2].
El tema en cuestión es: ¿Por qué el pueblo no acude a
la convocatoria y se suma activamente a la Declaración de Achacachi-TIPNIS?
¿Incomunicación social? ¿Hábitos de conformismo? ¿Habitus
de sumisión? ¿Por qué no ve el grueso
del pueblo que tiene la responsabilidad
ineludible ante la vida y ante la democracia participativa, establecida en la Constitución? ¿Por qué no ve que
está ante una convocatoria de emergencia,
pues la decadencia política ha tocado
fondo? Vamos a sugerir una primera hipótesis
de interpretación: la diversidad multitudinaria del pueblo, la heterogeneidad constitutiva de las multitudes del pueblo, no está comunicada, en pleno sentido de la
palabra. No participa de la construcción
del sentido común, sino que está atiborrada de los sinsentidos mediáticos y de la ideología
del poder, tanto de “izquierda” como de “derecha”. No es el actor multitudinario, colectivo y social de la construcción de sentidos de mundo, a partir de la experiencia y la memoria social.
Esta falencia
es uno de los obstáculos para la construcción colectiva de la comprensión del acontecimiento, en sus formas
singulares como aparecen en los espesores
del presente[3].
El pueblo, plural, múltiple, diverso y abigarrado,
sin embargo, pueblo como posibilidad de integración de las múltiples
voluntades singulares, no aprende,
mediante la pedagogía política, pedagogía de la interlocución de la
puesta en mesa de las interpretaciones
de la experiencia social y de la memoria social.
Los momentos
de disponibilidad de fuerzas, como decía René Zavaleta Mercado, son momentos de oportunidad para la acción,
para el gesto y la palabra creativa, interpelativa y convocante. No aprovechar estos momentos, para volcarse con todo para incidir en los decursos del acontecimiento,
es como renunciar a ser. Es entregarse de lleno a la fatalidad inventada por el poder, el círculo vicioso del poder.
El círculo
vicioso de poder lo reproducen los enemigos,
los que dicen enfrentarse a muerte, sin embargo, en el fondo, son cómplices de la reproducción de las dominaciones; ya se den en las versiones narrativas de la “izquierda” o en las
versiones narrativas de “derecha”[4].
Hoy circula una “agenda” democrática, que dice defender la institucionalidad, además de proponerse quizás formar un frente
electoral contra el “oficialismo”. La concepción
de democracia de esta “agenda” es el
de la democracia formal, restringida
a la delegación y representación; un retroceso respecto a
lo que establece la Constitución. Esta “agenda” quiere recuperar la institucionalidad, la democracia formal, restringida y
circunscrita a los prejuicios
jurídico-políticos. Es más de lo mismo, en el debate estéril entre “oficialismo”
y “oposición”. Esta “agenda” está al margen de la movilización prolongada (2000-2005), que abrió los decursos
del proceso de cambio; tampoco
entiende la crisis estructural del
Estado-nación, del que forma parte la crisis
de la forma de gubernamentalidad
clientelar del “gobierno progresista”; crisis
estructural de la que forman parte las formas
de gubernamentalidad neoliberal, liberal y conservadora, anteriores. Se trata de una “agenda” que interpreta
la crisis estructural del Estado-nación
como si solo se tratara de la crisis del gobierno
populista, embargado en la “corrupción”, en la “manipulación” y en el “autoritarismo”. No ve que estos atributos han sido compartidos por formas de gobiernos anteriores,
correspondientes a las otras formas de
gubernamentalidad de la clase política.
La crisis
múltiple estructural del Estado-nación nace con el mismo Estado-nación, en
su condición jurídico-política, sin
sustento institucional; la república
como ficción jurídico-política[5].
La crisis múltiple del Estado-nación
perdura incluso cuando se constituye el Estado-nación institucionalmente, materialmente, sobre la base soberana de las nacionalizaciones, con la revolución de 1952; cuando se encarna en
la malla institucional y en las mismas
instituciones sociales; incluso en
los imaginarios colectivos. Pues, la crisis corresponde a la heredad colonial del Estado-nación,
emergido de la administración colonial
virreinal y de la Audiencia de Charcas. Como parte de la geopolítica del sistema-mundo capitalista, como parte del sistema-mundo cultural de la banalidad,
como parte de la civilización moderna,
la crisis múltiple del Estado moderno
emerge de la misma conformación del sistema-mundo
capitalista, cuyo substrato es colonial. Esta crisis no se resuelve retornando a los causes anteriores a la movilización prolongada, anteriores al proceso constituyente, anteriores al proceso de cambio; no solo porque son
anteriores y, en este sentido, se los puede considerar situaciones regresivas; sino porque las causas, por así decirlo, empleando esta figura metafóricamente, no se resuelven con procedimientos de regulación
institucional, el llamado Estado de
derecho, que es otra ilusión,
esta vez, liberal. La crisis múltiple del Estado moderno solo
puede ser resuelta solucionando los problemas
congénitos a la modernidad, al sistema-mundo capitalista, al sistema-mundo político, al orden mundial. Y solo puede ser resuelto
por el pueblo en acción, movilizado, auto-reflexivo, autoconvocado,
que asume la responsabilidad de ejercer la democracia, en pleno sentido
de la palabra, como autogobierno del
pueblo[6].
La convocatoria
de Achacachi y la convocatoria del
TIPNIS son convocatorias cruciales; ante
la decadencia de la civilización moderna, del sistema-mundo político, del sistema-mundo capitalista, del imperio, del orden mundial, del que forman parte los Estado-nación, se requiere
de respuestas vitales de los pueblos,
de la liberación de la potencia social.
Ante la crisis ecológica que amenaza
a la sobrevivencia humana, se
requiere de la recuperación de las percepciones corporales y de la reinserción de las sociedades humanas a los ciclos
vitales. Ante estas amenazas y estos síntomas
de la crisis múltiple de la dominación mundial, regional y
nacional, se requiere del acto heroico
de los pueblos, el excedente volitivo
y energético
social, que es el que transforma el mundo.
La pregunta, ante la falencia de comunicación
identificada, es: ¿Cómo hacer para lograr construir una comunicación integral entre la diversidad y heterogeneidad del
pueblo? Parece que es indispensable, primero, comenzar a comunicarse, a desplegar formas
de comunicación, sobre todo, para conocerse y auto-conocerse, a través del aprendizaje colectivo de reconocimientos. No mediante representantes y delegados, como acostumbra la democracia
formalizada e institucionalizada,
por lo tanto, restringida; sino a través de experiencias
directas de comunicación. En las
tradiciones de lucha de los pueblos, las asambleas
fueron espacios y escenarios adecuados para que esto
ocurra. ¿Hay otras formas? ¿Puede haber otras formas?
Una segunda cuestión es que, en la democracia directa, participativa y comunitaria,
en el ejercicio pleno de la democracia,
la conformación de consensos es el procedimiento adecuado para
salir del círculo vicioso del poder;
avanzar por consensos, en transiciones creativas. No imponer, no
recurrir al poder, ni a la violencia, se llame o no “mayoría”, para
imponer a otra parte que se llame o no “minoría”. El usar los métodos de los amos, de los patrones, de
los propietarios, de la clase política, es comenzar a parecerse a ellos;
entonces, repetir el círculo vicioso del
poder.
El lograr comprensiones
sociales y colectivas del acontecimiento
político, económico, social y cultural del sistema-mundo
moderno, son logros del aprendizaje
social, a través de las pedagogías
políticas y culturales, basadas
en la experiencia y en la memoria social. Es participar en el conocimiento crítico de la realidad efectiva, conocimiento colectivo del devenir
del mundo efectivo. Es dar pasos
fundamentales para la democratización
de los conocimientos y de las tecnologías, sobre todo, las de punta,
las que empiezan a conformar condiciones
de posibilidad científicas y técnicas para otros mundos posibles.
La coyuntura
presente es álgida y convocante. Vivir plenamente la coyuntura, sus espesores,
es asumirla en su integralidad, en
sus dinámicas integradas, en la simultaneidad dinámica del acontecimiento. Si esta coyuntura no se la vive a plenitud,
entonces, se pierde el tiempo, se
pierde el tiempo de la oportunidad.
Se deja que las cosas sigan como
siguen, que se repita otra vez la fatalidad
condenatoria del círculo vicioso del
poder. Este conformismo es la
muestra patética de que no se ha asumido la responsabilidad
ante la vida; que se deja pasar la vida como si no valiera nada.
Este nihilismo social es el substrato de
las dominaciones, del poder, del impulso nihilista del círculo
vicioso del poder.
[1] Ver Retorno y porvenir de la rebelión. https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/retorno_y_porvenir_de_la_rebeli__n.
[2] Ver Hermenéutica
del conflicto. https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/hermen__utica_del_conflicto_2.
[3] Ver Espesores del presente.
[4] Ver Más allá del amigo y enemigo.
https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/m__s_all___del_amigo_y_enemigo_2.
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