Democracia o democracidio
Democracia o democracidio
Raúl Prada Alcoreza
Dedicado a las
guerreras de Achacachi, espíritu encarnado de Bartolina Sisa; a los guerreros
de Achacachi, espíritu encarnado de Tupac Katari.
Ejercer la democracia es no ir ni avalar a una elección fraudulenta. Al contrario, el
ir y avalar una elección fraudulenta
es atentar contra la democracia, que,
de acurdo a la Constitución, debe ser participativa,
pluralista, directa, comunitaria y representativa. Cuando ninguna de las
condiciones exigidas por la Constitución se da para el ejercicio electoral, la convocatoria a elecciones, viciadas de vulneración de derechos y de violación de
la Constitución, es ilegítima. Ejercer la democracia implica ejercerla
plenamente o, por lo menos, en el marco de la democracia institucionalizada, restringida a la representación y
delegación, ejercerla de acuerdo a las condiciones
establecidas constitucionalmente. Cuando no se cumplen estas condiciones, ejercer la democracia
implica oponerse a fraudulentas prácticas
políticas y viciadas convocatorias.
Incluso en el caso de coerciones estatales para asistir al montaje seudo-democrático,
los y las ciudadanas tienen el derecho
al desacato; esto es, ejercer la
democracia, realizando el substrato
de la Constitución y el substrato
volitivo mismo del Estado-nación, de la república,
aunque se le de otro nombre. Substrato
político y democrático, que implica
que la soberanía radica en el pueblo;
dicho, de acuerdo a la filosofía política,
la soberanía radica en la voluntad
general.
Nadie puede
atribuirse el ejercicio de la democracia,
salvo el pueblo mismo. Nadie puede usurparle
al pueblo este ejercicio, salvo por la violencia
velada o descarnada. Los que lo hacen no solo son usurpadores de la voluntad
general, siguiendo con el leguaje de la filosofía
política, sino que a nombre del pueblo, a nombre de la democracia,
atentan contra es sistema político
democrático, establecido en la Constitución; además de atentar contra el
pueblo mismo, al expropiarle la decisión
y usurparle la voluntad. Los que lo
hacen son delincuentes constitucionales,
son delincuentes políticos.
En los marcos
restringidos de la democracia institucionalizada,
de la democracia constitucionalizada
- no deja de ser restringida la democracia, aunque se hayan ampliado los
derechos democráticos y extendido los espacios del ejercicio democrático, incluso mencionando el nombre de la condición necesaria
de la participación, si es que no hay
autogobierno de pueblo, lo que
significa el concepto de democracia - lo mínimo que debe hacer el
pueblo, respondiendo a su responsabilidad
política, es hacer respetar las condiciones
jurídico-políticas establecidas por la Constitución. Si no lo hace es cómplice con no solamente el atentado a
la Constitución y al ejercicio
democrático, sino es cómplice de democracidio,
del asesinato de la democracia.
Un pueblo que no
defiende sus derechos, que no defiende su Constitución, es un pueblo que ha
perdido el respeto a sí mismo, ha
perdido la dignidad. Ha dejado de ser
pueblo en el sentido político, para ser esclavo
de la clase política, que lo
manipula, mediante coerciones y chantajes. El dilema de todo pueblo es ser o no ser, recurriendo a la frase
conocida de la tragedia de Hamlet,
del connotado escritor William Shakespeare, de los siglos XVI y XVII. En lo que
respecta a la política, ser significa practicar y ejercer la
democracia, poniendo en movimiento y realizando efectivamente los derechos.
Independientemente
del debate ideológico y político, que ciertamente atraviesa las prácticas políticas y democráticas, es
menester considerar la responsabilidad
política, comenzando con la exigencia
compartida por todos los involucrados; la exigencia de responder al
conglomerado de voluntades singulares,
voluntades singulares que se integran y son interpretadas por la Constitución. Entrelazamientos que nos
ocupamos en escritos anteriores a Comuna,
durante la Comuna, después de la Comuna; durante el proceso constituyente y después de promulgada la Constitución; sobre
todo, cuando comenzamos con la evaluación
crítica no solo del proceso de cambio
y del proceso constituyente, sino de
la experiencia política; cuando
iniciamos desplazamiento y rupturas epistemológicas respecto a nuestra concepción asumida, el marxismo-indianismo, inclusive en la
versión del marxismo crítico. Esta responsabilidad compartida, dicho todavía
de manera general, todavía en su figura global, tiene que ver con la realización política de la voluntad general, siguiendo con la
utilización de este término de la filosofía
política. Esto es realización del ejercicio
democrático, libre y soberano, por lo menos, ateniéndose a las condiciones de posibilidad
jurídico-políticas establecidas en la Constitución.
Cuando no ocurre
esto, cuando se bloquea o desvía el ejercicio democrático, cuando
se lo sustituye por los designios de la casta
política gobernante, el ejercicio
político se ha convertido en práctica
de dominación; es decir, en
realización de la reproducción del poder,
en los términos de las dominaciones
heredadas y persistentes. Un discurso,
diga lo que diga, no sustituye a este hecho,
el de la conculcación de la democracia.
El discurso puede pintar un panorama
distinto a lo que ocurre, puede mostrar que se trata del “ejercicio de la
democracia popular” o del ejercicio en la coyuntura
de la “revolución” en marcha. Sin embargo, la ideología no sustituye a la realidad
efectiva; apenas la emula en el imaginario
estatal o, de manera más específica, en el imaginario de la clase
política, la gobernante y la de
la “oposición”.
Si los designios de
la casta política gobernante se imponen, a través de la coerción, el chantaje,
el clientelaje y la corrosión
institucional, lo hace no porque es “legítimo” lo que hace, sino porque
cuenta con la correlación de fuerzas
a favor. Lo hace porque tiene el monopolio
de la violencia legal, incluso de la violencia
ilegal. Se trata pues de la imposición
y no de la democracia.
Que lo logre hacer
quiere decir que se ha cumplido con la voluntad
estatal con la voluntad gubernamental,
con la voluntad de la casta gobernante,
anulando o usurpando la voluntad general
del pueblo. Si bien se puede considerar esto una victoria política, lo es en las circunstancias viciadas institucionalmente y constitucionalmente,
en condiciones no-democráticas. Esto
no deja de significar que se trata de una victoria
ilegitima; por lo tanto, de corto alcance.
La clase política suele ponderar sus logros
en el corto plazo, poco en el mediano plazo y casi nunca en el largo plazo. En consecuencia, una victoria política lograda en las
condiciones descritas, es una pírrica
victoria, hasta podría decirse provisional,
incluso fugaz. No tiene la propiedad
de la durabilidad. Se trata del goce inmediato de los que se regocijan
con semejante “victoria”; en esto no hay placer,
menos gusto estético; tampoco irradiación institucional para los
periodos venideros. Salvo si se trata de la irradiación
destructiva de la institucionalidad, de la democracia, de la voluntad
popular, de las posibilidades del porvenir.
Hay quienes ven en las
movilizaciones sociales el caos y
desorden, sin discutir su apreciación, pues no se trata ahora de eso - ya se
conoce nuestra posición al respecto -; lo que hay que tener en cuenta es que
las movilizaciones sociales,
concretamente las movilizaciones sociales
que devienen anti-sistémicas, son ejercicio de la democracia, más allá de
las formalidades institucionales. Cuando se bloquean
los conductos institucionales, cuando se administra las leyes para prácticas y
encubrir ilegalismos, cuando se usa
el gobierno y los aparatos de Estado para ejercer
despotismo, es cuando no hay otra salida que la movilización, incluso la rebelión
contra la tiranía impuesta, aunque la
tiranía se lo haga a nombre del
“proceso de cambio”.
Cuando un Pueblo se ve
obligado a actuar abiertamente, irrumpiendo con movilizaciones en el escenario político, expresando su furia,
después de haber intentado usar los conductos regulares, denunciando la corrupción imperante en la alcaldía del
municipio de referencia, sin lograr resultados - pues la burocracia y los
funcionarios encargados de velar por el cumplimiento de la Constitución y las
leyes hacen caso omiso de las denuncias, de las demandas, haciéndose la burla,
al callarse, al diferir el tratamiento, al tipificar de una manera
condescendiente lo que ocurre, además amparados por los gobernantes, los
magistrados, los jueces y los “representantes del pueblo” -, ejerce
la democracia como corresponde.
Cuando comunidades
indígenas de un territorio indígena,
reconocido como propiedad comunitaria,
es avasallado en su propio territorio, legitimado y legalizado por la Constitución
y las leyes, son empujadas a defenderse, a defender
su territorio, a defender los espesores territoriales y el ecosistema donde
se encuentran, las acciones que emprende, fuera de denunciar e interpelar, las
movilizaciones que realiza, las marchas que despliega, son ejercicio de la democracia. El recurso a la movilización es práctica
democrática. Más necesaria cuando el gobierno, los aparatos de Estado, se
encargan de justificar sus acciones inconstitucionales aludiendo, sin manejar
ni comprender la Constitución. Mucho
más cuando se manipula con una consulta
trucha, que no cumple con lo que establece la Constitución, Consulta con
Consentimiento, Libre, Previa e Informada. Más necesario aún, cuando se ven
sorprendidas ante la construcción secreta, clandestina, de lo que pretende
perpetrar el gobierno. Cuando las naciones
y pueblos indígenas son avasallados, como continuando la conquista interminable, la responsabilidad de todo el pueblo es
apoyar la lucha indígena y defender
sus derechos, consagrados constitucionalmente. Esto es ejercer la democracia.
Cuando la sociedad se
encuentra sometida montajes políticos,
que buscan sustituir el ejercicio de la
democracia por una caricatura de
la misma, por prácticas políticas que solo se le parecen en los nombres que se emplea, en cambio, todo
el contenido y la forma de las prácticas corresponde a su anulación
efectiva, es decir, a un democracidio,
el pueblo tiene la responsabilidad de desmontar este espectáculo político, que de político solo tiene el guion y la narrativa, mejor dicho, el discurso,
en tanto que, efectivamente, se efectúa el desenvolvimiento
del despotismo.
Comentarios
Publicar un comentario