Teatro grotesco de la gubernamentalidad en crisis
Teatro grotesco de la gubernamentalidad en
crisis
Raúl Prada Alcoreza
Teatro grotesco de la gubernamentalidad en crisis
La burguesía rentista de la forma de gubernamentalidad en crisis ha
decidido la puesta en escena del teatro grotesco. Ya ni siquiera simulación, sino quitándole todo decoro,
prefiere presentar la trama de manera
descarnada, sin tapujos. La escena es la siguiente: La convocatoria a una Asamblea Nacional
Constituyente, que no tiene nada de constituyente,
sino, mas bien, se evidencia el carácter pleno de ser des-constituyente y de desmantelación de la Constitución lograda
por el pueblo. Ante la evidencia de su falta
de convocatoria y convencimiento, corroborada en las
elecciones legislativas, donde el oficialismo
perdió estrepitosamente, el gobierno
clientelar propone una aritmética del
poder, donde se pierde la lógica
matemática, así como las condiciones
necesarias y suficientes de la representación
y de la igualdad; requisitos
indispensables para la validez
electoral. Cree la forma de
gubernamentalidad clientelar en crisis que con esta maniobra, donde
desaparece incluso la astucia, pues
se presenta en toda la desmesura grotesca
de su torpeza, lograr cubrir las
apariencias.
¿Cómo interpretar
estos comportamientos políticos
desesperados? Ya hemos hablado de los síntomas
de la decadencia; lo que importa
ahora es saber qué significan y qué implican, al momento de interpretarlos y descifrar
el funcionamiento de la maquinaria del poder, chirriante y en
evidente deterioro, alterada al desvencijarse.
Cuando ya no importa
guardar las apariencias, cuando no importa ningún decoro, mucho menos simular legitimidad y pretender legalidad,
cuando está a ojos vista la falta de ellas, cuando solo lo que importa es imponerse a como dé lugar, con la disponibilidad de fuerzas al alcance, estamos
quizás ante el extremo y el colmo de la crisis
política; esto es, jugar solo al Estado de excepción; en lo posible
ocultándolo con estos procedimientos torpes, que solo hacen de barniz
improvisado.
Lo anecdótico de todo esto es que se quiere
imponer un Estado de excepción con el disfraz
de “Asamblea Constituyente”; es más, lo más forzado del carnaval de mal gusto
es investir a este Estado de excepción como si fuese la “defensa
de la revolución bolivariana”, de la patria y, peor aún, de la “democracia”. ¿Cómo
decodificar semejante
prestidigitación?
Cuando se retorna a
los orígenes mismos del Estado, que
es este nacimiento violento, del Estado de excepción, es que se ha fracasado en todo. Se ha fracasado políticamente, además de
económicamente; se ha fracasado con la conducción del proceso de cambio heredado. Se ha fracasado en la convocatoria, pues se la ha perdido;
inclusive parece se empieza a constatar que se ha terminado fracasando en la
preservación del clientelaje. El Estado de excepción es lo único que les
queda a los detentadores de turno del poder;
se autonombren como se autonombren.
En términos de desplazamientos, se pasa del Estado policial al Estado de excepción. Dejemos los discursos en suspenso, también las ideologías, así como todos los esfuerzas
semánticos de justificación. Miremos los hechos, los eventos y sucesos en su elocuencia material. Observemos la disposición de las fuerzas
del Estado, de las que dispone la forma de
gubernamentalidad clientelar, y nos encontraremos con el funcionamiento apresurado de la maquinaria del poder. Como hemos dicho
varias veces, con otras palabras, el Estado
de excepción no solamente implica
y significa el termidor de la revolución,
sino, sobre todo, la abierta evidencia demoledora del fracaso.
En plena crisis política y de la crisis múltiple del Estado-nación no se
le puede pedir a la clase política,
sobre todo, a la parte gobernante, que actúe racionalmente. No lo va a hacer; no puede hacerlo. La clase política está atrapada en los entramados densos de los juegos de poder. En estas circunstancias atiborradas el mundo de las representaciones, de la que
forma parte la ideología, se reduce a
eso, a que el mundo no es más que violencia de un lado y de otro; cuando
los bloques de fuerza no suman sino demarcan y excluyen. Se trata de un mundo
representado como guerra santa o
guerra contra los infieles, que son
señalados como “traidores” o como “servidores del imperialismo”. Se trata de
una forma de representación sin reflexión ni raciocinio; se pone en ejecución el guion preformado; los buenos se enfrentan a los malos, en una epopeya banalizada hasta la caricatura de los dibujos animados sin espesores. Salvo la recurrencia
heredada, de tiempos inmemoriales, de la lucha del bien contra el mal.
¿De qué depende no
dejarse imponer el Estado de excepción? Nuevamente, de la correlación de fuerzas, pero, también,
de la lucidez del pueblo. ¿Cómo se
logran las ventajas de ambas condiciones
de posibilidad política? Por un lado, está el llamado de la gubernamentalidad clientelar; por otro
lado, el llamado de la “oposición”; ambas expresiones
entrabadas en los juegos de poder y
orbitando en el campo gravitatorio
del círculo vicioso del poder. La que
hemos denominado la tercera vía, que
dice ni unos ni otros, sino el pueblo
autoconvocado, abre las posibilidades
alumbradoras de otros senderos; que salgan de los chantajes emocionales, políticos e ideológicos; que salgan del círculo vicioso del poder. Buscando en
los consensos populares, transiciones a alternativas a la decadencia,
que se manifiesta de una y otra forma, con su máscara de “izquierda” o es su máscara “institucional”. Estas
salidas, la de la tercera vía, también asumen la herencia heroica del pueblo
alzado en el caracazo. Pueblo que
sostuvo el proceso de cambio, en sus
variantes electorales, constituyentes, y de defensa
popular del gobierno nacional-popular
y social. La defensa de la
Constitución de 1999, es la defensa
de esta herencia.
La tercera vía llama
a la abstención y al voto nulo ante la premura de las elecciones para la
Asamblea Constituyente espuria. Esta convocatoria
busca dejar al gobierno clientelar más
solo que la propia soledad en la que se encuentra embargado. Dejar patente que
el gobierno convocante a la Asamblea Constituyente no tiene legitimidad, no respeta la legalidad ni la institucionalidad, menos la Constitución bolivariana, tampoco tiene
convocatoria. Es una buena estrategia; empero, para llevarla a cabo se requiere
también de convocatoria efectiva.
Son escasos los días
que quedan, antes del día de las elecciones para la Asamblea Nacional
Constituyente, ¿se podrá lograr la convocatoria
que se requiere? Ciertamente, también,
en la coyuntura álgida, están presentes las movilizaciones
que ya duran más de tres meses; además de la convocatoria de la “oposición”. Lo que virtualmente hacen una
mayoría. Sin embargo, el tema es la convocatoria
de la tercera vía, la del chavismo crítico, la de la izquierda crítica, la de los
intelectuales críticos, la de la fiscal
general.
Por otra parte, está
la experiencia social política y la memoria social del pueblo. Las posibilidades de otros desenlaces, distintos a los que postulan
tanto el “oficialismo” como la “oposición”, parece que dependen primordialmente
de la decisión popular. La experiencia social y la memoria social son el substrato de lo que hemos nombrado como
el acontecimiento de la lucidez popular. ¿Puede acaecer
esto en los contados días venideros? Ciertamente ya los barrios populares, por
lo menos en parte, se han desplazado
a la protesta y a la movilización; sin embargo, todavía, parece que hay una
significativa parte del pueblo que es leal a la memoria del caudillo, de Hugo
Chávez. ¿Se puede llegar a la convicción
colectiva que la defensa del
legado de Chávez es la defensa de la
Constitución de 1999, contra un gobierno que pretende sustituirla por una
Constitución hecha a medida y figura del despotismo
clientelar?
Estas son preguntas
que solo podrán ser esclarecidas después de ese día de las elecciones para la
Asamblea Constituyente, derivada del ejecutivo. Mientras tanto queda el tiempo
para todo el esfuerzo que se pueda por el activismo
en apoyo a la tercera vía.
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