Genealogía de los carteles
Genealogía
de los carteles
Raúl
Prada Alcoreza
Genealogía de los carteles
El término cartel tiene varias acepciones; la
semántica variada de la palabra se debe a los distintos contextos de referencia. En
primer lugar, cartel es
un soporte de la publicidad. Se presenta como una lámina de papel u otro
material, donde se ilustra con algún tipo de mensaje visual, que
sirve de anuncio para difundir una comunicación, un evento, un bien,
una reivindicación o cualquier otra móvil. Suele formar parte de una campaña
publicitaria más extensa. Si es de gran tamaño, se denomina valla
publicitaria. En segundo lugar, en economía se
denomina cartel a un convenio de confianza entre empresas del
mismo sector, cuyo objetivo es reducir o eliminar la competencia en un
determinado mercado. Los carteles
suelen estar encauzados a extender el control
sobre la producción y la distribución, de tal manera que por
la connivencia de las empresas que lo constituyen, éstas conformen
una estructura monopólica, obteniendo
un dominio sobre el mercado, en
el que obtienen los mayores beneficios posibles, en perjuicio de los consumidores.
Las cardinales actividades se circunscriben en fijar los precios, limitar
la oferta disponible, dividir el mercado y compartir los beneficios. Ahora,
el término se suele aplicar a los acuerdos que regulan la competencia en
el comercio internacional. En tercer lugar, cartel es el término con el que se
identifica a una gran organización “ilícita” o a un conjunto de organizaciones “criminales”,
que establecen acuerdos de autoprotección, colaboración y reparto de
territorios, para llevar a cabo sus
actividades, principalmente de narcotráfico. En Norteamérica, Europa
y Asía, llaman de manera invariable "carteles" a los grupos del “crimen
organizado” procedentes de los países latinoamericanos. A los grupos
criminales del resto del mundo se les denominan "mafias ",
destacándose en primer lugar las “mafias” italianas en Europa; aunque
en Estados Unidos se encuentra la “mafia” italo-americana. Grupos
o familias “criminales” establecidas en Nueva York y Chicago, que tienen
su nacimiento en la Italia de comienzos del siglo XX. Otras “organizaciones
criminales” conocidas en Europa y Asia son la "Bratva" o “mafia”
rusa, la "Triada" o “mafia” china, los "Yakuza"
o “mafia” japonesa[1].
Los dos
últimos eventos de sangre y asalto en Bolivia, dados en el departamento de
Santa Cruz de la Sierra, uno, en la zona fronteriza con Brasil, en las
cercanías de Puerto Suarez, el otro, en la misma ciudad capital de Santa Cruz,
que lleva el mismo nombre, al parecer son perpetrados por el Primeiro
Comando da Capital. El primero, vinculado a un asalto a un carro blindado
de seguridad, que llevaba una remesa de pagos; el segundo vinculado al asalto
reciente a una joyería. El Primeiro Comando da Capital,
llamado usualmente en castellano Primer Comando Capital, conocido
como PCC, es una
organización considerada “ilegal” por el Estado de la República Federal de
Brasil. Organización establecida previamente para defender los derechos de la población penitenciaria
brasileña; emergida al comienzo de la década del noventa, del siglo pasado, dándose
este nacimiento en el Centro de Rehabilitación
Penitenciaria de Taubaté, donde eran transferidos prisioneros considerados de “alta
peligrosidad”. El PCC ostenta su propio estatuto,
el llamado Estatuto del PCC, en el
que se encuentran las prescripciones y la razón
de ser de esta organización. El cartel
es dirigido por presos o fugitivos, principalmente del Estado de São Paulo. Varios exlíderes
están presos, como Marcos Willians Herbas Camacho y Vulgo Marcola; quienes
cumplen sentencia de cuarentaicuatro años por asalto a bancos. El PCC cuenta con varios integrantes, que
financian acciones “ilegales” en São Paulo y en otros estados del país, además
de la región del Mercosur.
El PCC fue
fundado en 31 de agosto de 1993 por ocho presos, en el anexo de la Casa de
Custodia de Taubaté, a 130 km
de São
Paulo,
llamada del "Piranhão". En principio, el grupo, se dio lugar circunstancialmente,
durante un juego de fútbol, donde se armó una trifulca; ante la amenaza de la represión policial y el
castigo estipulado, los involucrados decidieron establecer un pacto de
confianza y protección. En aquél entonces, la incipiente organización
clandestina, dentro de un lugar de encierro, era constituido por Misael
Aparecido da Silva, alias "Misa", Wander Eduardo Ferreira, alias "Eduardo
Cara Gorda", Antonio Carlos Roberto de la Pasión, alias "Pasión",
Isaías Moreira del Nacimiento, alias "Isaías Raro", Ademar de los
Santos, alias "Dafé", Antonio Carlos de los Santos, alias "Bicho
Feo", César Augusto Roris da Silva, alias "Cesinha" y José
Márcio Felício, alias "Geleião".
El PCC
alegaba que pretendía "combatir la opresión dentro del sistema
penitenciario paulista" y "para vengar la muerte de los 111
presos", el 2 de octubre de 1992, en la "masacre de Carandiru",
cuando la Policía Militar mató a reclusos en el pabellón 9 de la extinta Casa
de Detención de São Paulo. El grupo usaba el símbolo chino del equilibrio yin-yang, a negro y blanco; fue adoptado
como emblema de la facción, considerando que era "una manera de equilibrar
el bien y el mal con sabiduría". En febrero de 2001, Sombra se hizo el
líder más expresivo de la organización al coordinar, por teléfono celular,
rebeliones simultáneas en 29 presidios paulistas. Idemir Carlos Ambrósio, la
"Sombra", también llamado "padre", fue golpeado hasta la
muerte en el Piranhão, cinco meses después, por cinco miembros de la facción
del cartel renombrado, en una guerra intestina por el comando general del PCC.
El PCC comenzó entonces a ser liderado por "Geleião" y
"Cesinha", responsables de la alianza del grupo con la facción
criminal Comando Rojo (CV), de Río de Janeiro.
"Geleião"
y "Cesinha" pasaron a coordinar atentados violentos contra edificios
públicos, dirigidos desde el Complejo Penitenciario de Bangú, donde se
encontraban encarcelados. Considerados "radicales" por otra corriente
del PCC, más "moderada", Geleião y Cesinha desencadenaban atentados en
busca de intimidar a las autoridades del sistema penitenciario. Fueron
depuestos del liderazgo en noviembre de 2002, momento cuando el grupo fue
asumido por el actual líder de la organización, Marcos Willians Herbas Camacho,
alias el "Marcola". Bajo el liderazgo de Marcola, también conocido
como Playboy, actualmente detenido por asalto a bancos, el PCC parece haber
participado en el asesinato, en marzo de 2003, del juez-corregidor Antonio José
Machado Dias, alias el "Machadinho", que dirigía el Centro de
Readaptación Penitenciaria (CRP) de Presidente Bernardes.
Con el objeto
de conseguir dinero para financiar al cartel,
los miembros del PCC exigen que los "hermanos", es decir, socios,
paguen una tasa mensual de 50 reales, en el caso de que estuvieran detenidos, y
de 500 reales, en el caso de que estuvieran en libertad. El dinero es usado
para comprar armas y drogas, además de financiar acciones de rescate de presos
conectados al grupo. Para hacerse miembro del PCC se requiere ser
"bautizado", presentado por alguien que ya forme parte de la
organización, además de cumplir un estatuto
de 16 ítems, redactado por los fundadores.
Entre los
días 21 y 28 de marzo de 2006, diversas unidades penitenciarias del Estado de
São Paulo fueron tomadas por revueltas de sus presidiarios. Los centros de
detención provisional (CDPs) de Mauá, Mogi das Cruzes, Franco da Rocha, Caiuá e
Iperó, fueron los primeros que fueron tomados por las rebeliones, el 21 de
marzo. Durante aquel período, otras penitenciarias fueron escenario de
rebeliones; la Cadena Pública de Jundiaí, el 22 de marzo, y los CDPs de
Diadema, Taubaté, Pinos y Osasco, el 27 de marzo. Como reivindicaciones
presentadas por los amotinados, sobresalen la demanda contra el hacinamiento, la
sobrepoblación penitenciaria, coligiendo con la transferencia de presos condenados
definitivamente a penitenciarias, así como el aumento en el número de
visitantes y la modificación del color de sus uniformes. Por aquél entonces, el
PCC contaba con 6.000 a 20.000 miembros armados; lo que la convierte en la
organización clandestina armada, de este tipo, más grande, donde la mitad de
ellos son niños, en el Estado
de Sao Paulo; donde, al respecto, se estima que hay 140.000 presos, el 40% del
total brasileño.
El estatuto
del PCC es una lista de principios y taeas; el ítem 7 establece que los
miembros "estructurados" y libres deben contribuir con los demás
miembros reclusos bajo la pena de "que sean condenados a la muerte, sin
perdón". El estatuto exhorta "lealtad,
respeto y solidaridad" a los miembros del grupo. Encomia también una lucha
por la "libertad, justicia y paz" y clama mejores condiciones en el sistema
penitenciario brasileño, principalmente en el Estado de São Paulo, alegando que
los presos sufren torturas y actos inhumanos.
Por el momento el cartel es dirigido por Marcos Willians Herbas Camacho, alias "El Marcola", acompañado
por el llamado "Cabeção".
Una de las características del PCC es el liderazgo ejercido en varias unidades
del sistema penitenciario del Estado de São Paulo. Los motines y las rebeliones
desatadas al mismo tiempo y con las mismas reivindicaciones, son indicativas de
que tuvieron por arranque órdenes emanadas en la cúpula del PCC. En 2001, aconteció
en todo el Estado de São Paulo la mayor rebelión generalizada de presos en la historia de Brasil, hasta entonces.
Varios presidios de aquel Estado, inclusive los del interior, se rebelaron. Actualmente
el PCC se ha internacionalizado, contando aparentemente con el apoyo de redes
de Paraguay, Bolivia, Argentina y Colombia[2].
Estamos ante una semántica variada del cartel;
en su acepción comunicativa, en su
acepción económica y su acepción jurídica-policial. Pero, también estamos
ante tres genealogías de los carteles;
genealogía de la organización publicitaria, genealogía
de la organización económica y genealogía de la organización clandestina tipificada como “criminal” por el discurso jurídico-penal. Si bien es
cierto que es menester enfocar los análisis en cada contexto particular, sin confundirlos; sin embargo, tampoco es
conveniente olvidar que comparten una misma palabra
para connotar distintas acepciones,
correspondientes a distintos contextos
referenciales. Esto, sobre todo, para atender en los análisis desenvueltos en las incursiones
desde la perspectiva de la complejidad.
Lo que llama la atención del Primer Comando Capital es su origen; nace como defensa de los derechos de los presidiarios brasileros. Después, se
transforma en una organización operativa,
tanto en asaltos como en el tráfico de drogas, en el narcotráfico. La
organización tiene estatutos, que norman la participación de sus
integrantes. Por otra parte, a pesar de estos despliegues, desde la defensa
de los derechos de los prisioneros hasta las acciones de asalto y el control de territorios
del narcotráfico, no ha abandonado
las prescripciones de origen. Se da una relación entre los miembros libres, que no están en la cárcel, y
los prisioneros. La responsabilidad,
por así decirlo, de los libres, es apoyar y, si se puede, liberar a los
miembros encarcelados. Esta relación
se aclara, sobre todo, en lo que respecta a su jerarquía, cuando se sabe que las rebeliones en las cárceles, los asaltos y el narcotráfico son
dirigidos desde la cárcel, por los miembros líderes.
Cuando se persiguió a un comando, para decirlo de esa manera, del PCC, que asaltó al carro
blindado de la remesa, se encontró que parte de la población de la zona, donde
se escondió el cabecilla del asalto, apoyaba o encubría al grupo operativo del PCC, pues habían sido beneficiados por apoyos. Esta peculiaridad también llama
la atención, sobre todo, para lograr una aproximativa caracterización de esta organización
y sus accionares. No olvidemos que Pablo Escobar Gaviria, del cartel de Medellín, también gozaba de
simpatía y apoyo popular, precisamente por convertirse en algo así como benefactor. En Bolivia también hacía
algo parecido Roberto Suarez. Se trata de organizaciones que operan en los ámbitos que hemos denominado del lado oscuro del poder; sin embargo, se
trata de organizaciones que se conectan o están conectadas a través de lugares de encuentro con formas de lo
popular. Incluso establecen relaciones
de padrinazgo, convirtiéndose en
benefactores y protectores.
En la historia
de las rebeliones heterodoxas se han
observado las conexiones del bandidaje, para decirlo con el nombre
conocido, con rebeliones populares;
de alguna manera, adquiriendo un carácter de reivindicación social. Solo en muy escasas situaciones el bandidaje evolucionó, por así decirlo, a formas
de rebelión y organización social
subversivas. Las más de las veces, en cambio, mas bien, derivó en formas de organización elitista, más distantes de lo popular, conformando élites o burguesías clandestinas del lado
oscuro del poder[3].
Se trata de espacios
o, mejor dicho, espaciamientos,
opacos, confusos, donde los aparentes límites
entre lo “licito” y lo “ilícito” se borran, entre lo popular y los clandestino punible
se confunden. La acción estatal jurídica-penal,
política y policial ha enfrentado a lo que denomina “organización criminal”,
encarcelando a los “delincuentes” capturados y recluidos. Sin embargo, este encierro
de la “delincuencia” y el “crimen” es, a pesar de la supernumeraria población
de los presidios, apenas un porcentaje exiguo, si se compara con la demografía involucrada en actividades
“ilícitas”. Los encierros y encarcelamientos, las condenas y los castigos, más
parecen mecanismos tranquilizantes, para colmar los miedos de la consciencia
estatal, para decirlo de ese modo, aunque no sea adecuado, empero es
ilustrativo. Si revisamos la historia
de la cárcel, que nació como proyecto humanista de reintegración a la sociedad, podemos
decir que el proyecto ha fracasado.
Los prisioneros no se reintegran a la sociedad, mas bien, son marcados y estigmatizados, fuera de conocer las cuevas tenebrosas de la sociedad moderna, que son las cárceles, donde adquieren otra clase de solidaridades. Paradójicamente, lo que
persigue y encarcela el Estado, se refuerza, precisamente, cuando es sometida a
la suspensión de libertades y al encierro.
Ocurre algo extraño en las sociedades institucionalizadas[4];
no quieren reconocer que en sus entrañas
y recovecos anida precisamente estos ámbitos
donde circula y funciona lo que califica como “ilícito”. Es, para decirlo
figurativamente, como el patio trasero,
donde se guarda la basura, que no
quiere mostrarse al público. Sin
embargo, es precisamente este patio
trasero el que guarda los secretos
de esta sociedad institucionalizada, secretos que la explican. Por eso, es indispensable a detenerse y reflexionar sobre los recientes sucesos,
sus implicados y sus desenlaces,
sobre todo, para interpretar de mejor
manera a las sociedades
institucionalizadas.
Como se podrá ver, no estamos en el análisis policial, tampoco en la denuncia de la delincuencia
y el crimen, así como en la denuncia política, sea a favor o en contra de la acción policial, sino con
el ánimo de comprender el funcionamiento
de las dinámicas moleculares de las sociedades institucionalizadas, cuya
composición, combinaciones, estructuras e instituciones, muestran complejidad, y no los esquematismos duales de las
prescripciones modernas.
Interpretación de un cartel
La oveja negra
de la familia dice algo de la familia que o lo estigmatiza o lo asume como anécdota;
lo mismo, el “hijo opa” dice algo de la familia que lo oculta o lo muestra piadosamente. Lo que la malla institucional del Estado califica
de “asociaciones criminales”, incluso como “sociedad criminal”, dice algo de la
sociedad institucionalizada. ¿Qué
dice? Vamos a sugerir algunas hipótesis
interpretativas al respecto.
1.
Las sociedades clandestinas tipificadas como “criminales” forman parte
ineludible de las sociedades
institucionalizadas. ¿Qué parte son? Obviamente no son la parte visible, sino más bien la parte oscura, no visible. Son la parte de la sociedad institucionalizada que se oculta, se estigmatiza o,
en algunos casos, literarios, por ejemplo, se la asume como anécdota. La presencia, que se oculta,
que se la añora como ausencia, de
estas sociedades clandestinas, nos
muestra, mas bien, a la sociedad
institucionalizada como desgarrada;
en otras palabras, escindida. El hecho
que llame a esta parte el lado malo o
el lado del mal, el discurso de la sociedad institucionalizada nos muestra
elocuentemente a sus fantasmas y a sus
demonios, también a sus monstruos.
2.
Las sociedades clandestinas son lo que no solamente no reconocen las sociedades institucionalizadas, sino lo
que aparentemente no quieren ser,
deniegan. Sin embargo, no pueden dejar de ser,
aunque sea en parte, aunque sea en la
noche, para decirlo literariamente.
3.
¿Cuál es la paradoja que esconde el esquematismo
dualista de lo “lícito” y lo “ilícito”? En términos más teóricos, ¿cuál es la paradoja que esconde el esquematismo dualista entre lo normal y lo patológico? Esta parece la cuestión.
En la práctica, es decir, efectivamente, lo “licito” termina legitimando actividades “ilícitas”, que
se encubren precisamente con disfraces
normativos “lícitos”. Por otra parte, lo que se denomina “crimen organizado”
no deja de estar vinculado a valores,
que establece el pacto de complicidad, en la intimidad solidaria de estas sociedades clandestinas; además, los
pueden convertir en estatutos. La paradoja, que se esconde, devela que la sociedad institucionalizada funciona
así, atravesada por recorridos y circuitos que se mueven tanto en los
ámbitos del lado oscuro del poder
como en los ámbitos del lado luminoso del
poder.
4.
Hablando de violencia, que ciertamente es atroz, la desencadenada por los carteles, en el sentido que le atribuye
el discurso jurídico-policial; sin
embargo, tampoco deja de ser atroz la violencia
policial contra los prisioneros; comenzando por el hacinamiento, llegando a
las brutalidades desplegadas contra los que han perdido la libertad, actuando
como si hubieran perdido todo derecho.
5.
En consecuencia, se llega a momentos y situaciones donde policías y delincuentes se encuentran y se
confunden; sobre todo, se parecen en las desmesuras de las violencias que despliegan. Este es el tema. Donde no hay culpables, desde nuestra perspectiva, como ya lo enunciamos
antes, sino víctimas inocentes, la mayoría, víctimas
ladinas, la minoría, de los diagramas
de poder desplegados en las sociedades
modernas.
6.
Al respecto, estamos obligados a
repetir que lo que decimos no es, de ninguna manera, una apología del “crimen”, como le gusta nombrar al discurso jurídico-policial, como tampoco
hacemos apología de las formas,
estructuras, institucionalidades, del poder,
como lo hemos dicho claramente; se invista el poder de discursos e imágenes de “derecha” o de “izquierda”, se
reclame de liberal o socialista. Nos interesa comprender los funcionamientos de estas sociedades
institucionalizadas. Además entendemos que es la única manera de resolver los problemas heredados. No
edulcorarlos, no reducirlos a simples esquematismos
dualistas, que, en resumidas cuentas, parten del paradigma del esquematismo
inicial del bien y el mal. Sino comprender el funcionamiento
y sus dinámicas en la complejidad estratificada de estas sociedades institucionalizadas.
7.
Volviendo a las hipótesis interpretativas sobre la genealogía de los carteles, podemos
observar otra característica peculiar, la de su condición internacional, no solamente nacional. En el caso referencial, parece que se trata de una organización transfronteriza, que conecta varios países de Sudamérica.
8.
Como se puede ver, son organizaciones que desafían a los
estados de los países involucrados, donde operan;
no solo en lo que corresponde a las actividades
penadas, sino en lo que respecta al control territorial. Para decirlo, de
una manera comparativa, que no busca equivalencias,
aunque puedan darse analogías, se
trata de otra forma de organización
trasnacional, así como lo son las denominadas empresas trasnacionales formales e institucionalizadas.
9.
Esta analogía, no equivalencia,
entre empresas trasnacionales del campo económico institucionalizado y organizaciones
trasnacionales del campo económico
no-institucionalizado, nos muestra, de otra manera, el funcionamiento global del sistema-mundo
capitalista. La mundialización no
solamente implica la globalización de
la economía, también de la modernidad, de sus instituciones, sus esquemas de comportamiento y conducta, sus formas de consumo, sino
también la globalización de estas sociedades clandestinas del lado oscuro del poder.
10.
En algunos de los comentarios
mediáticos, tanto brasileros como bolivianos, se ha dicho que el PCC se
encuentra en crisis económica, que, por eso, ha optado por los asaltos. Parece
que no es tanto así; pues los asaltos ya formaban parte de sus estrategias y prácticas antes de encontrarse supuestamente en crisis económica. Usaba
los asaltos para financiar y sostener a la misma organización. Lo que hay que
preguntarse es: ¿cuál es el objetivo
de estas nuevas incursiones de asaltos? ¿Financiar a la organización? ¿Financiar
otras actividades como las vinculadas
al narcotráfico? ¿Ha crecido la organización tanto, internacionalmente, por lo
menos, en las vecindades, que se requiere la prueba de fuego de los nuevos
miembros? No sabemos si estas preguntas son adecuadas, pues falta información;
sin embargo, son los primeros pasos dubitantes para tratar de comprender este accionar violento de la
organización mencionada, además de los alcances de los efectos irradiantes de
estas acciones.
11.
Una pregunta provocadora: ¿qué diferencia hay entre los políticos corruptos y estos estigmatizados como monstruos “criminales”? Y conste que no hablamos solo de unos, sino de todos, no solamente de la corrupción develada de los “gobiernos
progresistas”, pues sus maestros,
aunque fueron superados por sus alumnos,
los neoliberales y liberales, no se quedan lejos. Como
dijimos antes, en otro escrito[5],
se diferencian en que unos ponen el pellejo y otros no. Como dijo Juan
Villoro, no hay que cuidarse de los malos
sino de los que parecen buenos,
aludiendo a que los que persiguen y matan a periodistas, no son exactamente los
capos ni sus carteles, sino los socios empresariales institucionalizados[6].
Ambos ganan, unos arriesgando, otros
no. Ciertamente, no podemos reducir las diferencias
a esta distinción, pero, esta diferencia
muestra el papel que cumplen unos y otros. Los que aparecen en la crónica
roja son los “criminales”, los que aparecen en la crónica social y económica son los empresarios. Ambos tienen presencia
destacada en las noticias de los periódicos y los canales de televisión.
12.
Ahora, hablando de los desenlaces, por lo menos, de los desenlaces que se destilan públicamente,
¿quiénes son los que cargan con la culpa
del sistema-mundo, de las sociedades institucionalizadas, del
Estado, los estigmatizados o los elogiados? Otra pregunta, ¿dónde radica
el núcleo del problema, en los que cargan la culpa
en las cárceles o en los que terminan beneficiándose del “crimen organizado”?
Si se quiere honestamente resolver el
problema, estas son preguntas a las cuales hay que responder y no
eludirlas.
13.
Las formas desmesuradas de los funcionamientos
desbordantes y perversos del sistema-mundo
capitalista expresan elocuentemente la dis-armonía
o el desequilibrio implícito de este sistema-mundo, sobre todo, sus crisis múltiples congénitas, si se
quiere, orgánicas y estructurales. Así como hay un costo demográfico del modo de
producción capitalista, que corresponde a la población proletaria, así como hay un costo carnal económico, el relativo a la fuerza de trabajo, y un costo
de la naturaleza, la contaminación y la depredación, como lo visualizaron
Adorno y Horkheimer, hay también un costo
humano, éste de la decadencia humana, tanto en sus formas banales, correspondientes a las burguesías ponderadas, como en su formas
atroces y violentas, que corresponden a la élites
y burguesías del lado oscuro del poder.
14.
La ideología, incluso en sus mejores versiones, las dadas por las ciencias sociales, humanísticas e históricas,
ya no explican, ni siquiera algo, de lo que pasa en la actualidad álgida y
problemática. Por lo tanto, no ayuda a comprender, por ende, tampoco entender, lo que ocurre en la contemporaneidad, como fenómenos descomunales en sus desbordes
violentos y perversos. Es menester, como
dicen los jóvenes, cambiar de chip;
comenzar a ver, mirar, observar, codificar y decodificar, de otra manera,
atendiendo a la complejidad del mundo efectivo.
[3] Ver El lado oscuro del poder. https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/el_lado_oscuro_del_poder.
[4] Ver Imaginación e imaginario radicales.
[5] Ver El lado oscuro del poder. Ob. Cit.
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