La concepción proyectada del mal
La concepción
proyectada del mal
Raúl Prada Alcoreza
La concepción proyectada del mal
La ideología obviamente no es monolítica ni
homogénea; de manera diferente, acontece de forma variada. Por eso, se la
nombró, mas bien, pluralmente, como ideologías.
Sin embargo, cuando nos referimos de esa manera, singular, a la ideología, lo hacemos para destacar su
característica peculiar, lo que la hace como tal; hablamos de su facultad o su magia de fetichizar. La ideología es propiamente el acontecimiento de la fetichización, tal como Karl Marx la
definió tan claramente para referirse al fetichismo
de la mercancía. Aclarado esto, nuestro punto de vista, nuestra manera de
abordar el tema, no se resuelven todos los problemas inherentes al respecto del
concepto de ideología. El sentido
estricto, etimológico, de ideología, es estudio de la idea o, si se quiere, de la capacidad de ideación. En
su tiempo Antoine-Louis-Claude
Destutt, marqués de
Tracy, la definía como ciencia del
pensamiento. Es el uso político
la que trastrocó el sentido. Primero,
como estigma de descalificación; los “ideólogos” eran para Napoleón Bonaparte
los que están perdidos en el mundo de las
ideas. Sin ir a los pormenores - remitiéndonos a anteriores escritos,
incluso del periodo de Comuna o
antes, del periodo de Episteme[1] -, quizás de ahí
provenga, de esta deviación semántica,
el sentido atribuido como idealistas, teniendo en cuenta, además,
la calificación inherente al romanticismo.
El marxismo le atribuye varias
connotaciones; desde la que tiene que ver con la consciencia falsa o, si se quiere enajenada, hasta el de espacio
de representaciones, donde la lucha de clases se convierte en lucha ideológica[2]. Sin embargo, la
precisión de Marx, en lo que respecta a la fetichización,
es decir, el de atribuir vida propia
o autonomía a la mercancía - cuando no se trata, de ninguna manera, de relaciones entre cosas, sino, mas bien,
de relaciones sociales -, en gran
parte se ha perdido, en la mayoría de las corrientes
marxistas[3]. Nosotros
retomamos este sentido y esta perspectiva, el de la fetichización, de gran alcance crítico, y expandimos este acierto de
Marx generalizándolo; hablamos de la fetichización generalizada y de la ideología como un fenómeno integral del sistema-mundo
capitalista, incluso de la civilización
moderna[4].
En este ensayo no
buscamos volver a estos temas, tópicos y crítica
de la ideología generalizada, sino partir de estas anotaciones para observar
ciertos comportamientos ideológicos
de las mallas institucionales en
relación a las formas desbordantes y perversas del mismo sistema-mundo capitalista; haciendo o
suponiendo como si no formaran parte de
este sistema-mundo. Hablamos de la economía política del narco-tráfico, del
conjunto de tráficos, calificados de ilícitos, de la violencia vinculada a los mismos, además de sus formas de organización como los carteles. Para resumir estos comportamientos a un perfil ilustrativo,
que destaca la líneas de comportamientos
más notorios, diremos que una de ellas, es la que enfoca el problema desde
una perspectiva normativa; otra,
desde una perspectiva política; una
tercera, lo hace desde una perspectiva
policial. Por el momento, nos vamos a quedar con estas tres actitudes estatales ante lo que hemos
llamado economía política del
narcotráfico, que forma parte de la economía
política del chantaje[5].
El enfoque normativo señala al fenómeno
desmesurado y perverso del narcotráfico
como fuera de la norma, como anormal. A partir de esta consideración
tipifica las actividades vinculadas como delitos,
ponderados y clasificados de acuerdo al discurso
jurídico y penal. Se trata de actividades que se mueven en los ámbitos
de lo prohibido. La ley, entonces, criminaliza estas actividades y descalifica
a las personas involucradas, señalándolas como delincuentes y criminales.
Todo este dispositivo legal sirve
para juzgar a los delincuentes y criminales dedicados a la actividad
señalada; ponderando sus culpas, de
acuerdo a la clasificación de los delitos y el alcance de su
involucramiento. Sobre todo, cuando son capturados y llevados a
juicio.
¿Cuál es el problema a respecto? No solo que la norma ha sido desbordada, no solo que ha
resultado inútil, para enfrentar el narcotráfico,
sino que las instituciones que norman han sido atravesadas por las redes vinculadas a esta economía política del narcotráfico. En
consecuencia, en unos casos la ley es usada para encubrir a los capos, otras veces es usada para
castigar a los involucrados más vulnerables, que hacen de “mulas” o trafican
como hormigas, sin que caigan los jefes.
Cuando ocurre esto, cuando caen algunos jefes,
se debe a la propia guerra entre carteles, guerra que involucra al mismo gobierno o parte de su burocracia.
Sin embargo, los carteles siguen, aunque
cambiando el mapa de sus dominios y
las siglas de sus organizaciones, debido a la competencia despiadada y
violenta, en la llamada guerra entre carteles; los carteles que caen y desaparecen son sustituidos por otros. Otras
veces, aun cuando la Ley se
endurezca, incluso llegando a afectar los derechos
humanos, reconocidos y convenidos mundialmente, la ley
dura como que empuja a los carteles organizarse mejor, camuflarse
mejor, copar no solamente territorios sino incluso instituciones.
El enfoque político considera al narcotráfico, en conjunto, como enemigo, incluso principal, de la
sociedad. Lo llega a calificar, por su denotada violencia, como “narco-terrorismo”. Son conocidas las declaraciones
de guerra de los gobiernos al narcotráfico, incluso iniciarla
frontalmente. Estas guerras iniciadas por los gobiernos han sido perdidas por los
estados; incluso los estados potencias; es más, por el propio orden mundial, que ha conformado dispositivos en distintos niveles para
atacar este mal.
El problema, en este caso, relativo al
enfoque político, es no solamente el notorio fracaso de las políticas contra el narcotráfico y contra el “narco-terrorismo”, sino que gobiernos y estados
han sido atravesados, de una u otra manera, por lo que hemos nombrado como el lado oscuro del poder. El ejercicio político, que ha estado
peleando contra su enfermedad congénita,
la corrupción, ahora, se ve contagiado por una enfermedad peor, la de los tráficos
ilícitos, que lo atraviesan y han cooptado, por lo menos, parte de su malla institucional.
El enfoque policial tiene al narcotráfico como objeto o campo de objetos,
como objetivo o mapa de objetivos, de su persecución
y lucha; por lo menos, como tareas
asumidas, como programas de la institución, como discursos dichos. Las personas involucradas, los carteles, las asociaciones,
involucradas, no solamente son el enemigo,
como en el caso del enfoque político,
sino son el mal, son los perseguidos, los buscados, contra los
que se lucha, contra los que se tiene activados
los dispositivos y la estructura misma de la institución policial, incluso militar.
El problema es que
aquí también la policía ha sido atravesada por las redes y circuitos de esta
economía política paralela y clandestina.
Por lo menos, parte de su organización institucional ha sido cooptada por los carteles, de una u otra manera, directa
o indirecta. Para el colmo, las reformas
de la policía, las reestructuraciones,
las disposiciones de castigo y expulsión de elementos contaminados o
involucrados, si bien, en algunos casos, han servido un lapso para diferir el problema, con el tiempo se ha vuelto a situaciones
parecidas o peores.
En los tres planos relativos a los tres enfoques de “lucha contra el
narcotráfico”, las instituciones, estructuras, enfoques, estrategias, dispositivos, han perdido esta lucha. El
balance es contundente y el panorama puede parecer desolador, a pesar de los
denodados esfuerzos institucionales, estatales y del orden mundial por mostrar otra cosa. Sin embargo, los tres enfoques parten de un error inicial; consideran que lo que señalan como anormal y perverso, como delito y crimen, como enemigo de
la sociedad, como el clandestino opaco
perseguido, no forma parte del sistema mismo social, político y económico. Como si fuese externo al funcionamiento
del sistema-mundo capitalista. Dicho
en otras palabras, estos enfoques
miran afuera y no miran adentro.
Como hemos venido
mencionando desde Diagrama de poder de la
corrupción[6], este diagrama de poder forma parte de la economía política del chantaje; esta economía
política contiene como eje de
funcionamiento y como núcleo estructural al narcotráfico, en la contemporaneidad
álgida y problemática. La economía
política del chantaje no se explica sin la economía política institucionalizada, de la que forma parte, como
desprendimientos y desbordes. En pocas palabras, el peso de este tipo de economías políticas se ha expandido en
la etapa especulativa del ciclo vigente del capitalismo, cuando la dominancia
del capitalismo financiero se impone.
Exagerando, para
ilustrar, es como decir, que el Estado y el orden
mundial han perdido la guerra
porque no pueden pelear contra sí mismos;
aunque crean que pelean contra otro,
el delincuente, el criminal, el terrorista, el enemigo social,
el clandestino. El problema es que todos ellos, dependiendo
desde donde se los nombra y ataca, han salido de la misma sociedad institucionalizada, donde se encuentran las instituciones que luchan contra este mal.
Una primera
conclusión, rápida, de este balance sucinto de la llamada “lucha contra el
narcotráfico”, es que no se puede ganar la guerra
contra el narcotráfico cuando esta economía política paralela y clandestina, si se quiere, perversa, es una de las formas de la economía política capitalista y de la economía política generalizada.
Un reportaje de la situación
En un reportaje de la
BBC Mundo, el escritor mexicano Juan Villoro habla sobre la esquizofrenia del país, además de por
qué "toda bala es una bala perdida". Dice que al cumplirse 10 años, el 11 de diciembre, del inicio de la
llamada “guerra contra el narcotráfico”, sólo puede encontrar palabras oscuras
para definir lo que ha significado este período aciago para el país. Ni siquiera
hay claridad sobre el impacto en cifras. Los
muertos como consecuencia de este conflicto podrían ser alrededor de 150.000,
los desaparecidos casi 30.000; sin embargo, las últimas cifras
que se manejan son de 300.000, sumando muertos y desaparecidos. México "se
ha convertido en una gigantesca necrópolis". No hay
duda del resultado negativo de la estrategia de combate a los carteles,
iniciada en 2006 por el entonces presidente Felipe Calderón. "El Estado ha
perdido total soberanía, la desigualdad social ha aumentado, el consumo de
drogas no ha bajado. Entonces ha sido un fracaso total, porque se ha entendido
que para combatir el problema del narcotráfico la única solución es militar y a
lo único que se ha llegado, a mí me parece, es a la comprobación de que toda bala
es una bala perdida". "Ninguno de nosotros calculó la
dimensión de lo que iba a alcanzar". "El baño de sangre en el que nos íbamos a meter, por la
inmensa irresponsabilidad del presidente Felipe Calderón, que desconocía por
completo al enemigo que iba a enfrentar; no tenía ninguna estrategia al
respecto". Pese a que el enfoque
gubernamental no ha dado resultados, no existe en el país ninguna señal que,
desde la cúpula del poder, se busque una alternativa. "La estrategia
militar ha sido un desastre porque no ha
habido un repliegue de la violencia, no ha habido una disminución del
tráfico de drogas y esto solo ha contribuido a acentuar el baño de sangre. No
hay ninguna evidencia, desde el punto de vista práctico, que avale esta
estrategia. Si eso no ha cumplido su cometido, es hora de cambiar el enfoque,
pero esto no se ha hecho". Aunque cuando llegó Enrique Peña Nieto a la
presidencia hace cuatro años, en un principio el discurso fue otro, en términos
prácticos y sobre el terreno la situación no ha cambiado. "Hubo signos
alentadores, en el sentido de que él dijo que el narcotráfico no debía ser
enfocado como un problema de seguridad nacional sino de salud pública";
pero, no se crearon los suficientes mecanismos para poder modificar la
estrategia".
Villoro destaca un momento central de estos diez años al
recordar una declaración de Calderón sobre la existencia de 7,5 millones de
"ninis" en el país, es decir, jóvenes que no estudiaban ni
trabajaban. "Curiosamente el mismo presidente que daba esa estadística no
hacía nada para enfrentar el problema". "Evidentemente ese tipo de
jóvenes son el caldo de cultivo perfecto para el narcotráfico, no se convierten en sicarios porque tengan una
vocación demoníaca. La mejor oferta racional sensata que
tienen enfrente es la de entrar al narcotráfico". Es la existencia de
fondo de un problema social más complejo, que no ha sido atacado y que no se
soluciona con los militares en las calles, intentando capturar a líderes de los
carteles. Y no sólo se trata de complementar y diversificar una estrategia
militar. "Como pudimos ver en el caso Ayotzinapa", "los narcotraficantes y las autoridades están
plenamente coludidos; entonces, atacar a los narcotraficantes significa
investigar al gobierno". Allí se encuentra uno de los desafíos mayúsculos
a la hora de combatir la situación. Recuerda una frase del escritor mexicano
Élmer Mendoza: "No hay que cuidarse de los malos, sino de lo que parecen
buenos".
Al haber demasiados intereses en juego, lo que falta es
voluntad política para enfrentar el problema. Quienes "pretenden mantener
una fachada honorable y sirven de contacto o de socio al narcotráfico: esas son
las gentes que tienen mucho que perder, si se sabe que tienen contacto con el
crimen organizado, por lo tanto, son estas personas las que más amenazan a los
periodistas, las que se encargan de proteger, desde una sociedad aparentemente
institucional, al crimen organizado". "Todas
las sociedades del mundo tienen corrupción y todas tienen una zona donde lo
ilícito se vuelve aparentemente lícito; pero el problema en México es que esto
ha alcanzado una escala enorme, entonces el rango de empresarios, militares,
policías y políticos coludidos con el crimen organizado es enorme; es muy
difícil combatirlo y este es el sector que es más peligroso para quien trata de
hacerlo". Y si aquí la magnitud del fenómeno alcanzó cotas
inimaginables, en parte, es por tener al otro lado de la frontera a Estados
Unidos. "Hay que entender que somos vecinos del país que más drogas
consume en el mundo y que más armas vende en el mundo; eso define mucho la
situación mexicana".
Villoro no encuentra mucha comprensión sobre la
brutalidad de la violencia. "De alguna manera, el verdugo se siente más
protegido con esta aniquilación extrema"; "pero es un fenómeno
difícil de explicar y que no habría nada más grave que esto nos comenzara a
parecer normal". Villoro hace hincapié en la necesidad de hacer a un lado
el pesimismo, pese a que el entorno no ayuda a ver las cosas de otra manera. "El
optimismo es un gran desafío y es una radicalidad. Hoy día ser optimista
pertenece a la disidencia, pertenece a la rebeldía; parecería que no hay muchas
posibilidades de serlo, pero creo que vale la pena pensar que las cosas pueden
ser diferentes". Aprovecha el asunto del optimismo para explicar que los mexicanos no deberían resignarse a
tener el país que tienen hoy día; añade que México, su
realidad, es esquizofrénica. Todavía se trata de un país rico, pese a que casi
la mitad de la población es pobre, aumenta el turismo, crecen las industrias y
hay un ambiente cultural creativo enmarcado en una nación de "dos
velocidades". Ilustra esta divergencia con un ejemplo: la ciudad de
Guadalajara es escenario cada año de la feria del libro más importante del
idioma español y al mismo tiempo recuerda que se encuentran cadáveres fuera del
propio evento.
La hoja de ruta que considera hacer incluye que el Estado
vuelva a controlar las zonas donde se ha replegado y el narcotráfico actúa a
sus anchas; también la legalización de
algunas drogas. "En un país donde el Estado no imparte
justicia, no ofrece opciones laborales, no garantiza la seguridad, es el
narcotráfico el que, por sustitución, cumple esas tareas y eso es lo grave. Hay,
por supuesto, maneras de recuperar la presencia del Estado, eso es innegable,
es difícil, pero se puede hacer". En el plan que propone, advierte la
necesidad de integrar a la sociedad, que una parte de ella se sacuda de una
peligrosa indiferencia hacia el horror que atraviesa el país.
Aunque las autoridades tienen más responsabilidades,
recuerda un comentario de la escritora Cristina Rivera Garza sobre la gente que
practica una suerte de "indiferencia militante, una apatía como forma de
vida, para no asumir la responsabilidad de hacer algo". "Hay todo
para que estemos indignados y para que actuemos, pero, al mismo tiempo, siempre
es más cómodo no hacer nada. Entonces hay
una apatía cultivada por amplios sectores de la población y
hay también sectores de la población dedicados a fomentar esa apatía". "Muchas
veces la indignación se queda en un tuit. Si vamos a cambiar el
mundo en ese espacio muchas veces menospreciado que es el de la
realidad, hay que pasar de la crítica a la transformación".
Villoro considera que si alguna enseñanza han dejado
estos diez años de guerra contra el narco es la del camino que se debe dejar
atrás. "La única pedagogía ha sido la del error, sabemos que esto no se
debe hacer, al menos no de esta manera, y es el único provecho que podemos
sacar de estos años"[7].
Una descripción de las mutaciones
Otro reportaje de la
BBC Mundo hace una descripción ilustrativa de los cambios en el mapa de
dominio de los carteles. Se
escribe que:
En los últimos años, prácticamente
desaparecieron algunos de los carteles considerados en su momento como de mayor
riesgo para el país. Otros, de reciente creación, aumentaron su presencia
incluso en zonas históricamente controladas por organizaciones más antiguas. Al
menos uno se fragmentó, otro fue diezmado por la persecución militar y dos más
perdieron la guerra contra sus rivales. Así, el escenario ahora es distinto al
de 2006, cuando el expresidente Felipe Calderón declaró la guerra al
narcotráfico. Pero lo que no cambia es la violencia, que en
lo que va de 2017 recuperó los niveles de los años más complicados de la lucha
contra los carteles. En mayo pasado, por ejemplo, se registraron 2.186
homicidios violentos de acuerdo con el Sistema Nacional de Seguridad Pública
(SNSP). Es el mes de mayor violencia desde 1997, cuando empezó el registro de
crímenes en el país. En los 11 años que dura la guerra contra el narcotráfico
han muerto más de 188.000 personas, según datos oficiales.
En lo que
respecta a los cambios en el mapa de
dominio de los carteles, el caso más
notable es el del Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG), que según las
autoridades registra el mayor crecimiento de todas las organizaciones de
narcotráfico. El grupo era parte del Cartel de Sinaloa, el más antiguo de
México, y estaba bajo las órdenes de uno de sus fundadores, Ignacio Coronel
"El Nacho". Cuando en 2010 el capo es abatido por la Marina, la banda
se independizó y en pocos años extendió su presencia en México. Actualmente el
CJNG opera en Nayarit, Colima y Michoacán, en el occidente del país, así como
en la región de Mexicali, Baja California, en el noroeste. También mantiene
presencia en el Estado de México, Querétaro y una parte de San Luis Potosí, en
la región central, así como en Veracruz, en el sureste, y las regiones costeras
de Guerrero y Oaxaca, al sur. Pero su bastión central es Jalisco, territorio
que arrebató a su antiguo socio, la organización de Sinaloa, considerada por
autoridades mexicanas y estadunidenses como la más poderosa del continente. Para
el grupo el estado en el oeste del país es emblemático: allí viven las familias
de sus principales líderes, y durante décadas ha sido una de sus principales
zonas de operación financiera.
A la pregunta de ¿cómo perdió su histórico bastión el Cartel de Sinaloa? Alberto Nájar, reportero de la BBC Mundo, escribe:
Por dos razones
centrales, dicen especialistas como Alberto Islas, de la consultora Risk
Evaluation:
El CJNG tiene una
eficiente estructura financiera y militar… Y su rival se debilitó tras la
captura y extradición de Joaquín Guzmán Loera, "El Chapo", a quien
dentro de su organización le llamaban también "El General". El Cartel de Sinaloa, también conocido como
La Federación, perdió algunas zonas importantes pero también extendió su
territorio. Y lo consiguió tras derrotar a organizaciones rivales con una
intensa guerra que causó la muerte a miles de personas.
Así ocurrió
con Chihuahua, en el norte del país, que era controlado por el Cartel de
Juárez. La organización ahora sólo tiene presencia en algunas regiones
montañosas del estado, y en la fronteriza Ciudad Juárez, donde nació. Es
el mismo caso del Cartel de Tijuana, de los hermanos Arellano Félix, quienes
perdieron el control de la península de Baja California. Ahora el grupo sólo
controla la ciudad fronteriza de Tijuana. La Federación también se extendió a
Yucatán, en el sureste, donde anteriormente operaban Los Zetas.
Otro perdedor de la guerra es el cartel de
los hermanos Beltrán Leyva, que perdieron el bastión de Sonora, en el noroeste
del país. Ahora su presencia se reduce a la capital del estado, Hermosillo, la
región costera cercana a la población y una parte de las montañas de Sinaloa. En
esa región, una de las más productivas de heroína y marihuana del país, los
Beltrán Leyva mantienen una intensa batalla contra la familia de Guzmán Loera.
Pero el mapa del narcotráfico también cambió
por el combate de las autoridades. Con operaciones militares capturó o abatió a
los fundadores del cartel de Los Zetas, uno de los más violentos de México y
Centroamérica. El grupo perdió casi todo su territorio, que
comprendía los estados costeros del Golfo de México y la península de Yucatán. Ahora
opera en una parte de Coahuila y Tamaulipas, en el noreste, pero en éste se enfrenta
con su antiguo aliado, el Cartel del Golfo. Los Zetas mantienen operaciones en
Campeche y Tabasco, en el sureste, y controlan además Cancún, Quintana Roo, el
principal destino turístico del país.
El caso donde más se nota la operación
gubernamental es el de La Familia Michoacana y su sucesor, Los Caballeros
Templarios. La organización mantenía el control del tráfico de drogas, la
extracción de minerales y la venta de cítricos y aguacate en Michoacán. Ahora
prácticamente desapareció, tras el combate de grupos de autodefensas promovidos
por el gobierno federal y operaciones de inteligencia militar. Sus
fundadores como Nazario Moreno González, "El Más Loco" o Servando
Gómez, "La Tuta", fueron abatidos o capturados. El
territorio que controlaban es ocupado ahora por el Cartel Jalisco Nueva
Generación[8].
Algunas maneras de soslayar el problema
Lo que ocurre en
México no ocurre solo en México, sino, por así decirlo, en todo el mundo, en todas partes. El fenómeno que hemos denominado como decadencia extrema, que se manifiesta
cuando el lado oscuro del poder toma
el lado luminoso del poder[9], cuando las formas del poder paralelo y clandestino toma las estructuras del lado del poder institucional, no pasa solo en
México, como insinúan los medios de comunicación, los “analistas políticos” y
otros comentaristas, sino es un fenómeno
desplegado y evidente en el sistema-mundo
capitalista, casi en todos los estados. Que en México se de en formas
desmesuradas y demoledoras es la singularidad
de cómo acaece en el país, de una manera exacerbada, pavorosamente intensa y descomedidamente extensa; aquí se
muestra el fenómeno en su apogeo,
muestra al fenómeno en su manifestación
hipertrofiada y espantosamente desmesurada, fenómeno que ocurre en todas partes
de una manera menos descomunal. Puede el fenómeno llegar a adquirir esas
dimensiones en otros países; todo depende del despliegue de la decadencia local.
A lo que ayuda la
observación del fenómeno mexicano es
a visualizarlo en sus composiciones
extremas, perversas, demoledoramente violentas. A comprender hasta donde se
llega en esta compulsión por la ganancia desmedida, el enriquecimiento
despavorido, el extractivismo desbocado, la banalidad del consumo compulsivo,
el deseo anhelante, ansioso y enfermo de reconocimiento
artificial, de prestigio comprado, el
atroz desprecio a la mujer, el absurdo
ultraje y desconocimiento de la vida.
A donde llevan las políticas del “desarrollo” a cualquier costo, a donde lleva
la concentración de riqueza en pocas
manos y el monopolio extremo de las disponibilidades de fuerza. Como dijimos
más arriba, el fenómeno invasivo del lado oscuro del poder
se encuentra inherente en las maquinarias
de poder, en la máquinas económicas,
en las máquinas de guerra, del sistema mundo capitalista, en su geopolítica de división de roles, en el funcionamiento
de las maquinarias estatales. Un sistema-mundo sustentado en la destrucción planetaria, en la destrucción de los ecosistemas, es decir, en la destrucción
de la vida, no puede sorprender que
arroje el desprecio nihilista de las vidas humanas y el odio recóndito a la mujer.
Por eso, podemos
decir que los enfoques normativos,
políticos y policiales mencionados, que hacen eco a la concepción proyectada del mal,
es decir, a señalar al mal como
causante del drama y la tragedia humana, además proyectándola como si ocurriera afuera,
en lugares innegables, son cómplices, al final de cuentas, de lo que ocurre, de
que no se resuelva el problema
amenazante. En el mejor de los casos, atinan a menguar las dimensiones del fenómeno;
el pragmatismo norteamericano llega al cinismo
de definir márgenes de tolerancia. No
se plantean resolver el problema; lo
que equivale a hacer desaparecer, para decirlo, de un modo conocido, sus causas. De lo que se trata no es de
calmantes, de adormecentes, de atenuar las proporciones destructivas del fenómeno; tampoco de arrinconarlo por represión, por “guerra contra el narcotráfico”; lo que termina no
solo intensificando la espiral de violencia,
sino que, paradójicamente, refuerza
la estructura organizativa de los carteles, de esta parte del lado oscuro del poder. Ocurre como si
estos ataques alentaran la evolución
misma del fenómeno. De lo que se trata es de diseminar las condiciones de
posibilidad de este fenómeno de
la compulsión destructiva, es diseminar el substrato del que se alimenta. Esto implica no otra cosa que desmantelar el sistema-mundo capitalista. Si no hay voluntad de hacer esto es que no se ha comprendido la gravedad
del problema mayúsculo, no solamente
este síntoma descomunal de la decadencia, que es la economía política del narcotráfico, sino
la crisis ecológica, la crisis civilizatoria, la crisis cultural, optando, mas bien, por
el sistema-mundo de la banalidad, de la acumulación abstracta, sustentado en la destrucción de la vida, de los ciclos
vitales, de las ecologías
planetarias.
[1] Ver Pensar es devenir. También Las
armas de la crítica en la ontología
de la praxis. https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/pensar_es_devenir.
[3] Revisar de LeszeK Kolacowski Principales corrientes del marxismo I,II y
II.
[4] Ver Crítica de la economía política generalizada.
[5] Ver Cartografías políticas y
económicas del chantaje. https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/cartograf__as_pol__ticas_del_chanta.
[6] Ver Diagrama de poder de la corrupción.
También Consideraciones
sobre el diagrama de poder de la corrupción.
[7] Ver 10 años de la guerra contra el narcotráfico en
México: Juan Villoro habla sobre la esquizofrenia del país y por qué "toda
bala es una bala perdida". BBC Mundo.
http://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-38191600.
[8] Ver Los mapas que muestran los radicales cambios
de influencia territorial de los carteles del narcotráfico en México. BBC Mundo.
[9] Ver El lado oscuro del poder. https://pradaraul.wordpress.com/2016/03/17/el-lado-oscuro-del-poder/.
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