Funcionamientos de la maquinaria estatal
Funcionamientos de la maquinaria estatal
Raúl Prada Alcoreza
Funcionamientos de la maquinaria estatal
No es que las máquinas de poder dejan de funcionar, sino que empiezan a funcionar de otra manera. De tanto ajustarla,
modificarla, ponerle parches, incrustarle dispositivos
anexos, deja de ser la misma máquina
para convertirse en otra, diferente; que solo tiene con la anterior compartidos
quizás el modelo inicial y algunos
accesorios; empero, al haber cambiado tanto, funciona de otra manera. Sucede con alguna Constitución inaugural
de la república moderna; que de
tantas enmiendas ya no es la misma Constitución que dio nacimiento a la república. Lo que importa es comprender las mutaciones del Estado, a pesar de su modelo inicial, al que se acude como referente del nacimiento
de la república. Cuando el
Estado-nación ha sufrido o experimentado tantas mutaciones, a lo mejor ya no es
el mismo Estado, sino otro; a pesar que la ciencia
política supone la historia del
mismo Estado.
La hipótesis interpretativa y prospectiva de este ensayo es la
siguiente: El Estado-nación, después de varias modificaciones y reformas
institucionales, no es el mismo Estado-nación; en el sentido, si se quiere, de
su genealogía, sino es otro; es otra maquinaria del poder. Como anotamos
antes, se puede decir lo mismo de la Constitución; sin embargo, en este caso,
hay que hablar de varias reformas constitucionales; no de un nuevo proceso constituyente, que deriva en
una Asamblea Constituyente, que explícitamente se propone establecer un nuevo Estado. Puesto que las reformas se consideran eso, reformas; no fundan. Sin embargo, la ironía de la historia política, por así
decirlo, es que la acumulación de reformas puede haber cambiado el Estado,
sin la intensión de los reformistas
de hacerlo. Los reformistas pueden encontrarse con un producto inesperado, con un Estado que no diseñaron ni esperaron;
pero, que resultó cambiado, por las modificaciones
acumuladas hechas.
Si esto es lo que
ocurre, entonces, los reformistas
terminan construyendo una maquinaria
que no controlan. Las reformas para mejorarlo, adecuarlo,
incluso modernizarlo, terminan obteniendo
algo incontrolable, que los mismos reformistas no entienden. Sobre todo, no
entienden cómo funciona.
Lo que decimos
adquiere importancia práctica respecto a las demandas de institucionalidad, frente a las perturbaciones provocadas por tal o cual
gobierno. ¿Qué institucionalidad? ¿Se
puede retornar a la institucionalidad
a partir de un funcionamiento
distinto del Estado, respecto a la institucionalidad
usada como referente? Estas son las preguntas pertinentes.
La institucionalidad a la que se refieren
los demandantes institucionalistas
casi siempre tiene que ver con la institucionalidad
definida por la Constitución; pero esta es la institucionalidad que no funciona
como establece la Constitución, sino que funciona
de acuerdo a la mecánica de la maquinaria lograda hasta el momento. Este es un tema que tiene que
ver con la relación de la institucionalidad estatal, en tanto funcionamiento
maquínico, con la Constitución, en tanto ideal jurídico-político. No decimos que la Constitución no puede realizarse, que es una utopía constitucional, sino que es indispensable comprender las diferencias
entre la Constitución y el funcionamiento
material institucional. ¿Por qué se da esta diferencia?
Hablamos en Ideología jurídica-política[1] de la diferencia
entre ideología y realidad, para decirlo de una manera
simple y resumida; empero, a lo que nos referimos ahora no es a esta diferencia, que convierte, en el caso y
temas analizados, a la Constitución no solamente en un ideal a seguir, sino en un principio
categórico. Desde la perspectiva de la ideología
jurídico-política, la realidad,
siguiendo con la simpleza, debe adecuarse al ideal perseguido. Nos referimos a otra diferencia, la que tiene que
ver con la comprensión de las lógicas inherentes a la ideología y las lógicas inherentes a la realidad
– disculpen esta simpleza y esta separación tosca, pero, por el momento
requerimos de una exposición ilustrativa -. La ideología no solo legitima
el poder, sino que busca convencer, como lo hacía la antigua retórica; además de que busca darle sentido a lo que se hace. La maquinaria estatal,
en cambio, busca ejecutar, busca hacer.
Si lo que se hace viene acompañado por discursos convincentes, tanto mejor;
pero, desde la perspectiva instrumental,
que estos discursos acompañen no es indispensable y necesario; se puede hacer
sin necesidad de ellos.
Desde este punto de
vista, no importa tanto entender por
qué no se realiza el ideal, sino, más
bien, importa más saber cómo funciona
la maquinaria estatal efectivamente. En Aperturas
a otros mundos posibles[2] hablamos del funcionamiento irregular del Estado y del funcionamiento
regular del Estado; empero, estas definiciones responden a criterios normativos y, si se quiere, administrativos. Por lo tanto, no son
del todo adecuadas para figurar y configurar el funcionamiento de la maquinaria
estatal; en consecuencia, tampoco para conceptualizar
este funcionamiento. Lo regular y lo irregular hacen mención a las regulaciones
institucionales, que, a su vez, responden al diseño institucional, hecho normativamente.
Todos estos son dispositivos normativos,
además de regulación administrativa;
que, por otra parte, exigen las adecuaciones y correcciones de los funcionamientos institucionales respecto
de la norma. Todo esto tiene que ver
con el papel del sistema
jurídico-político. Si se quiere como debe
ser. Sin embargo, la maquinaria,
como heurística, mecánica e
instrumentalidad, responde a su propio diseño; si se quiere, a la ingeniera que la diseñó. Lo que hay que
comprender y entender es esta ingeniería.
Ahora bien, la ingeniería de la maquinaria estatal, de la heurística
del poder, tiene que ver con la eficacia; es decir, el lograr el
cometido de la mejor manera; en otras palabras, resolver el problema.
También se puede decir, hacer funcionar la maquinaria
de la manera más eficiente. Por
ejemplo, si el objetivo es conseguir el acopio
de tributos para el Estado, los
dispositivos e instrumentos empleados son eficaces
si facilitan esta tarea. El empleo de la estadística
es pues un recurso apropiado para contar con la información de cuantos
tributantes hay, cuánto se debe recaudar, cuánto se recauda y cuánto falta por
recaudar. Los métodos y procedimientos de recaudación tributaria son otros instrumentos de la maquinaria estatal. La destreza de los recaudadores y su
profesionalismo forman parte del funcionamiento
de la maquinaria, no tanto del aparato administrativo, sobre todo, de la
administración personal, que proceden de acuerdo a normas y reglamentos. Son
dos aspectos distintos de la organización estatal; la normativa y la factual,
para decirlo de ese modo. Si a esto se añaden los instrumentos de información,
la tecnología informática y cibernética, los registros, los programas y los
cálculos, además de los medios de comunicación empleados, estamos ante una
parte del sistema técnico operativo
de la maquinaria estatal; considerando
una parte, solo en lo que concierne a una de las tareas del Estado. El conjunto
de partes operativas del Estado hacen
al sistema técnico de la maquinaria estatal.
El sistema técnico de la maquinaria estatal es eficiente por definición. Si esto no
ocurre, quiere decir que no se trata del sistema
técnico sino de otra cosa. Por ejemplo, puede tratarse de del cumplimiento
de otras tareas; ideológicas, políticas, clientelares. En este sentido, los aparatos involucrados no son técnicos, sino forman parte de la economía política del chantaje. No se
trata de la eficiencia técnica, sino
de la convocatoria o, en su caso, de
la concomitancia. Entonces, la
composición de los engranajes funciona de otra manera. Lo que importa es lograr
convocatorias masivas o, en su caso, complicidades numerosas. El uso de los
recursos no se destinan, como en el caso del sistema técnico, para la inversión
productiva y la acumulación ampliada,
sino para mantener los circuitos y redes clientelares. El plus no
corresponde a la generación de plusvalía,
de excedente económico, sino a ganancia de adeptos o, en su caso, de
clientelas. El plus es ideológico, también político; corresponde a la conformación de una estructura de concomitancias,
que sostiene una forma de poder
basada en el clientelismo.
No se pueden leer los
dispositivos, aparatos, redes,
incluso subsistemas, de la economía política del chantaje, desde el
referente del sistema jurídico-político, tampoco desde el referente del sistema técnico;
pues no corresponden a ni uno ni otro. Tienen que ser leídos a partir de la economía política del chantaje. Esta economía política, basada en la separación entre especulación y autenticidad,
para decirlo de ese modo, dualidad que podría también esquematizarse como separación entre representación y realidad,
valoriza la especulación y desvaloriza
la autenticidad; valoriza la representación
y desvaloriza la realidad. La economía
política del chantaje responde, por así decirlo, a la “lógica” de la simulación; lo que importa es la seducción y no el placer ni el goce;
tampoco la satisfacción. Se podría
decir crudamente que lo que se busca es el encandilamiento,
de ninguna manera la reciprocidad. El plus
de la economía política del chantaje
es la magnificencia de las apariencias;
particularmente, la espectacularidad
del poder.
Volviendo a nuestro
asunto, después de repasar nuestras hipótesis
interpretativas respecto a la economía
política del chantaje, asunto que tiene que ver con la caracterización de
dispositivos, aparatos, circuitos, redes y subsistemas, que deberían funcionar
según las operaciones de clausura del
sistema técnico, funcionan, mas bien,
de otra manera; funcionan como mecanismos de apoyo y sustento de la economía política del chantaje.
Entonces, para decirlo de manera simpe, el objetivo
es otro, no la eficacia técnica,
sino, si se quiere, para mantener la comparación y contraste, la eficacia del chantaje.
Se puede entender que
el sistema de la economía política del chantaje se sostiene en economías de renta, pero también en economías
especulativas. No parecen poder funcionar
en economías productivas,
preponderantemente industriales,
también agrícolas. Entonces, se puede considerar la expansión de la economía política del chantaje respecto
a la economía política productiva -
correspondiente a la fase de hegemonía
industrial del capitalismo -,
cuando el peso de la renta es
preponderante en la estructura económica,
así como también el peso del capitalismo
especulativo. Las fases del ciclo
largo del capitalismo vigente tienen que ver o se corresponden con las formas preponderantes de la economía política.
Ahora bien, en el sistema-mundo capitalista la economía
política del chantaje no podría funcionar
si es que la economía política productiva
y acumulativa no generara excedente.
La economía política del chantaje no
es productiva; mas bien, se apropia
del excedente producido. La economía política del chantaje absorbe
el excedente y lo administra de
manera especulativa. Se podría decir
que la economía política del chantaje
es, mas bien, un parásito.
No hay que olvidar
que la producción del excedente se da a escala mundial, así
como la acumulación, si se quiere, en
la dialéctica de acumulación originaria recurrente y acumulación ampliada; por lo tanto, el hecho que se forme una burguesía parásita respecto a la burguesía industrial, que se apropia del
excedente y lo usa especulativamente, tiene que ver con la
generación mundial del excedente. La complejidad de esta acumulación y de la producción
del excedente es pues mayor de lo que
ha supuesto el marxismo. Se da
lugar en encadenamientos extractivistas, productivos y comerciales, en el
mercado mundial. El excedente se
forma desde las transferencias de valorizaciones de la extracción de los recursos naturales hasta la subsunción
formal y real del trabajo al capital, en las distintas regiones de la
geopolítica del sistema-mundo capitalista.
Se trata de la valorización integral
del conjunto de transferencias de valorizaciones, articuladas a los
efectos de la acumulación. Por lo
tanto, el desborde de las burguesías parasitas nacionales, tienen que
ponderarse a escala mundial, para comprender
penamente el fenómeno anti-económico,
que hemos llamado anti-producción[3]. Así también, es
indispensable comprender el funcionamiento de los aparatos y
dispositivos de la economía política del
chantaje a escala mundial. Es en esta escala donde se comienza a entender por qué se combinan lógicas no técnicas y hasta anti-técnicas con las lógicas técnicas, aunque lo hagan en
detrimento de la eficiencia técnica.
Hemos hablado del mundo como espectáculo[4], que corresponde a
la proliferación global de la especulación
y al logro generalizado de la simulación.
Esto puede ocurrir por que se ha llegado a niveles monstruosos de la acumulación. Las distintas formas de burguesía disputan la
apropiación del excedente. Las burguesías parásitas disputan la
apropiación del excedente para despilfarrarlo y especular; pueden hacerlo
porque el margen de maniobra es muy amplio.
Esta fabulosa acumulación de capital se sostiene
también en una fabulosa destrucción
planetaria. ¿A qué sintomatología
nos lleva la presencia proliferante de burguesías parasitas? ¿Se pueden interpretar
como síntomas apocalípticos? ¿Se
puede interpretar estos síntomas,
donde la destrucción es la huella
preponderante en el planeta, como relativos a formas que se alimentan de la
putrefacción? Metafóricamente, como recita el poeta gitano, Federico García
Lorca, cuando la muerte puso huevos en la
herida. Puede ser, empero, lo que atendemos, ahora, es el funcionamiento de
estas formas no técnicas de la maquinaria abstracta del poder.
En las periferias del sistema-mundo, en los Estado-nación subalternos, que garantizan la transferencia de recursos naturales a los centros
industriales del sistema-mundo capitalista, periferias donde las economías son
preponderantemente extractivistas y rentista el perfil del Estado, hay condiciones de posibilidad para que
emerjan las burguesías parásitas. Lo
mismo, en Estado-nación dominantes, que se convierten en centros de acumulación y concentración de capital, donde
prepondera la dominancia del
capitalismo financiero, que tiende, mas bien, a la especulación, a tasas de retorno rápidas, y no a la producción, dejando esta tarea a las potencias emergentes industriales, hay condiciones para la emergencia de burguesías parásitas.
En este sistema-mundo capitalista, sobre todo,
en su fase de dominancia del capitalismo financiero y especulativo, se
amplifican las condiciones de posibilidad,
que deberíamos nombrarlas, como lo hicimos antes, para fenómenos relativos de
la economía política del chantaje,
como condiciones de imposibilidad,
por el contraste, para la emergencia de las formas
de la economía política del chantaje; en consecuencia, de la proliferación
de las burguesías parásitas. En estas
condiciones, la maquinaria abstracta del poder hace funcionar los aparatos de Estado de otra manera, de
acuerdo a las lógicas, por así
decirlo, de la economía política del
chantaje. Por ejemplo, los dispositivos
que deberían formar parte del sistema
técnico de la maquinaria estatal,
funcionan, mas bien, sosteniendo al funcionamiento
del sistema de la economía política del
chantaje. Solo llevan los nombres
correspondientes a los dispositivos y
aparatos del sistema técnico.
El funcionamiento técnico vuelve a aparecer
en la escala mundial. Por ejemplo, en
el caso de la explotación extractivista en las periferias, en los países
periféricos de la geopolítica del
sistema-mundo capitalista, donde los Estado-nación subalternos garantizan
la transferencia de recursos naturales, la tecnología empleada en la explotación de los hidrocarburos funciona eficazmente; utilizando tecnologías de
punta. Estos dispositivos técnicos
están controlados y manejados por
organizaciones empresariales trasnacionales; en cuya composición los subsistemas
técnicos son indispensables.
Ahora bien, la forma
de gubernamentalidad clientelar tiende
a dejar el manejo técnico precisamente a las empresas trasnacionales,
quedándose con el manejo político,
ideológico y clientelar de la maquinaria estatal o convirtiendo a la maquinaria estatal en una maquinaria de coerción y de chantaje,
que se sustenta en la renta extractivista. La pregunta es: ¿La forma de gubernamentalidad clientelar
puede componerse o combinarse con el sistema
técnico? Desde mediados del siglo pasado se han dado formas de gubernamentalidad del nacionalismo revolucionario que han
intentado hacerlo; incluso que lo han hecho en un periodo significativo de las nacionalizaciones. Podríamos decir, que
esto ocurría mientras perduró el lapso de la convocatoria popular. Cuando estas formas de gubernamentalidad encontraron su punto de inflexión y desde ahí iniciaron la regresión, sustituyeron la falta de convocatoria por relaciones
clientelares expansivas. Es cuando el manejo técnico tiende a desaparecer,
sustituyéndose por lo que dijimos, por maniobras clientelares. El antecedente
de la forma de gubernamentalidad
clientelar, tal como aparece a fines del siglo XX y principios del siglo
XXI, en la expresión de los llamados “gobiernos progresistas”, parece ser esta etapa decadente de los gobiernos
del nacionalismo popular.
En la escala nacional
parece muy difícil que se dé una composición
como la sugerida, la que una forma de
gubernamentalidad clientelar contenga un sistema técnico en la maquinaria estatal. Sin embargo, a escala
mundial, si bien se da en el contexto
y organización del orden mundial, es decir, en la
configuración internacional de Naciones Unidas, que supone la participación de
los Estado-nación, la pregunta se transmite plenamente al escenario hipotético de un gobierno
mundial de las sociedades, es decir, un Estado
mundial. Este escenario hipotético
plantea dilemas al gobierno mundial,
pues tendría que intervenir para
disminuir los alcances del capitalismo
extractivista y del capitalismo especulativo; es decir, los espacios de dominio y control de las burguesías parasitarias. Sino hace esto se reproduce
mundialmente una situación parecida a lo que ocurre en la escala nacional,
cuando se da la forma de gubernamentalidad
clientelar. Esto no puede suceder mundialmente, pues sin un sistema técnico en la maquinaria mundial, el desmoronamiento
del sistema-mundo, del gobierno mundial, se daría como
consecuencia de una manera vertiginosa. Que una intervención del gobierno
mundial se dé contra las burguesías
parasitas, por lo tanto, contra estas formas de capitalismo rentista y
especulativo, en el escenario hipotético
que imaginamos, es difícilmente viable, dadas las correlaciones de fuerzas, donde las burguesías parasitas predominan en la etapa especulativa del
capitalismo vigente. Es mucho más viable el escenario que proyectamos, en anteriores ensayos, de una gobernanza mundial de los pueblos, que se
abren a civilizaciones y mundos alternativos, abandonando el horizonte restrictivo de la civilización moderna[5].
Sabemos que estos escenarios son hipotéticos, situaciones ideadas, obviamente de manera esquemática,
para reflexionar sobre los campos de
posibilidades inherentes en los espesores
del presente y sus proyecciones
probables. Que los desenlaces de
los acontecimientos se inclinen por
la convergencia hacia situaciones análogas, parecidas o
próximas, depende no dé la razón, ni
de la justicia, ni de la verdad de los proyectos inherentes, sino
de la correlación de fuerzas. Son los
pueblos del mundo los que pueden modificar la actual correlación de fuerzas,
cuya resultante nos arrastra al
abismo. ¿Lo harán? No lo sabemos; empero, la responsabilidad activista
es el de liberar la potencia social de
los pueblos, para que lo hagan.
[2] Ver Aperturas a otros mundos posibles. https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/aperturas_a_otros_mundos_posibles_2.
[4] Ver El mundo
como espectáculo. https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/el_mundo_como_espect__culo.
[5] Ver Convocatoria de la vida. https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/convocatoria_de_la_vida_2.
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