Reflexiones sobre la violencia, la decadencia y la diseminación
Reflexiones sobre la violencia, la decadencia y la
diseminación
Raúl Prada Alcoreza
Reflexiones sobre la violencia, la decadencia y la diseminación
Son
conocidos los escritos dedicados a las reflexiones
sobre la violencia[1]; uno, de impacto,
tanto por la sensibilidad respecto a la temática y a los tópicos correspondientes,
además de la lucidez del agudo análisis, es el de Walter Benjamin. Jaques Derrida, más tarde, retoma las reflexiones sobre la violencia de Walter Benjamin y efectúa un análisis hermenéutico deconstructivo, no
solo del texto de Benjamin, sino de la violencia
misma; observada como gramatología
del Estado, que nace en la violencia,
y de la Ley, que nace en la fuerza[2].
Hay otros ensayos notorios, que también se titulan reflexiones sobre la violencia o giran en torno a reflexiones sobre
la temática. Así mismo en Comuna, en la serie de libros de análisis de los movimientos sociales, se
publica un ensayo de Hermenéutica de la
violencia[3];
esta vez tocando el inicio de la movilización
prolongada en Bolivia (2000-2005); inicio que tiene que ver con la guerra del agua y el bloqueo indígena campesino de septiembre
del 2000. Ensayo que ausculta la guerra inicial, la guerra de conquista, que instituye al Estado, en lo que corresponde
a la administración colonial; que establece la Ley a través de la fuerza. Esta guerra inicial es como el momento
constitutivo de la colonialidad persistente, estructurada en las mallas institucionales de la república y
el Estado-nación. Ante la violencia
estatal, desplegada en distintos planos
de intensidad, desde las físicas,
represivas, coercitivas y de imposición por la fuerza, hasta las simbólicas,
pasando por la violencia imperceptible
y solapada de la Ley, las naciones y pueblos nativos, el pueblo-nación, el
proletariado, los movimientos sociales, le oponen el ímpetu de la rebelión social
y cultural.
Ahora,
en los espesores de la coyuntura
presente, queremos volver a reflexionar sobre la violencia, en las formas como se manifiesta; tratando de
hacer inteligible a la sociedad a
partir precisamente de este fenómeno
plural, múltiple y complejo de la violencia,
acudiendo a sus singularidades. Vamos
a interpretar a las formaciones sociales y al Estado-nación
en crisis a partir de las formas de violencia, que se desatan y se
usan. Como nuestra perspectiva actual es la de las expediciones
e irrupciones en el pensamiento complejo,
por lo menos, lo pretende ser, incursionando en las fenomenologías, en las heurísticas
y hermenéuticas de la complejidad, vamos a intentar esta reflexión desde este enfoque de la simultaneidad dinámica de la complejidad,
sinónimo de realidad. Cuando reflexionamos sobre la violencia,
durante el período de Comuna, al
inicio de la movilización prolongada,
partíamos de un enfoque que se
auto-denominaba marxista-indianista. Particularmente en el ensayo mencionado, se ponía
en funcionamiento este enfoque recurriendo a las teorías nómadas, a la teoría gramatológica y deconstructiva, con algunos atisbos de
la teoría de la diseminación. Ahora, el
enfoque marxista-indianista ha sido sometido a una autocrítica, a la luz de la experiencia
social del llamado proceso de cambio.
Lo mismo ha pasado con las teorías
nómadas, gramatológicas y de la diseminación;
aunque en este caso, se preserve su aporte al pensamiento complejo.
Vamos a
comenzar la reflexión sobre la violencia,
que desde la perspectiva de los ensayos publicados, que ya incursionan en la perspectiva de la complejidad, no puede
interpretarse fuera de los contextos
donde se da, también no puede interpretarse desentendiéndose de los espesores de la coyuntura. Además, se
trata de formas que no se pueden
definir solo a partir de la violencia,
este efecto en los sujetos sociales
en el ejercicio del poder, pues se
trata de fenómenos abigarrados y
complejos; articulados a otros fenómenos,
que tampoco son aislados. Parece que el conjunto de fenómenos ligados se encuentran relacionados a la decadencia civilizatoria y a la diseminación de las estructuras de poder constituidas, instituidas y consolidadas en la
modernidad. Entonces, se trata de la reflexión
sobre la violencia, la decadencia y la diseminación.
Por
otra parte, las formas de violencia
desatadas no pueden separarse de sus contenidos,
que nosotros denominamos espesores,
tampoco de sus formas de expresión,
así como de las prácticas y acciones concretas. En ese sentido, nos
referiremos a la violencia, teniendo
en cuenta su singularidad convergente como realización concreta
del fenómeno. Por eso, atenderemos la
territorialidad, el espaciamiento local, nacional y regional
de la violencia. Quizás la mejor
manera, por lo menos inicial, sea diferenciar constelaciones de casos por países, donde adquieren como una genealogía propia.
Uno de
los referentes nacionales va a ser
Colombia; no solo por la guerra
prolongada, que atraviesa el siglo, no solamente el medio siglo mentado de
la guerra de guerrillas, sino por las
peculiaridades de las genealogías de
los agenciamientos concretos de fuerzas,
involucrados en las formas específicas de violencia.
Además del desafío que plantea el contexto
de la violencia al Acuerdo de
paz. Después, iremos ampliando los referentes de la reflexión considerando otros contextos
nacionales; sobre todo, los más elocuentes por la desmesura de las formas de
violencia desatadas.
La guerra en la filigrana de la
paz y la paz en la matriz de la guerra
En La guerra y la paz planteamos estas
paradojas, la guerra en la filigrana de la paz y la paz en la matriz de la guerra[4].
Ahora las recogemos para reflexionar sobre las formas de violencias persistentes, que amenazan las posibilidades
de viabilizar, aunque sea en transiciones difíciles, el Acuerdo de Paz, que es
como un paradigma para otros acuerdos
de paz. Estas formas de violencia son
variadas y heterogéneas; tienen que ver con la guerra de guerrillas que
persiste, como ejercicio y práctica de defensa
popular y campesina; también como
estrategia de poder, que tiene que
ver con el proyecto político, así
como con adulteraciones pragmáticas,
que aprovechan el dominio territorial para lograr financiar las costosas
actividades de la guerra de guerrillas.
Otras formas de la violencia tienen que ver
con las organizaciones conocidas como paramilitares;
organizaciones armadas, que también
responden a variados nacimientos o emergencias; unos, que tienen que ver
con los carteles del narcotráfico;
otros, que son conformados por hacendados, terratenientes, empresarios, que
dicen defenderse, aun cuando también han empleado dispositivos armados para avasallar en los territorios campesinos.
Los terceros, tienen que ver con el Estado y el ejército mismo, que usó los
mecanismos paramilitares, para que
efectúen las tareas sucias, que el ejército no podía cumplir, sin mancharse. Aunque
oficialmente los paramilitares hayan
desaparecido, con una especie de desmovilización
acordada con el Estado, efectivamente
no es así, pues conservan las tierras usurpadas a campesinos, por compra, por
coerción o a punta de pistola.
Estos paramilitares han sido sustituidos por
lo que se puede llamar bandas,
buscando una aproximación más o menos adecuada. Que hacen la misma labor que
los paramilitares, solo que en
escalas más locales; sin embargo, algunas organizaciones han logrado
irradiación nacional. Ahora bien, lo abigarrado
de la situación es que estas
organizaciones no solo aglutinan a desmovilizados
paramilitares sino también a desmovilizados de la guerrilla. Por otra parte, los disidentes respecto al Acuerdo de Paz
firmado, cobran independencia y accionan de acuerdo a las decisiones tomadas,
que en síntesis es continuar la guerra
contra el Estado; acompañando esta continuación
con prácticas de financiamiento ya
incursionadas. En determinados casos, incluso preponderan las prácticas de financiamiento sobre las estrategias políticas.
Como se
puede ver, no se puede hablar de violencia
en general, como concepto universal,
que define el uso desmesurado de la
fuerza y los efectos trágicos y dramáticos en los sujetos sociales, pues las violencias ejercidas no son generales sino, mas bien, singulares. Se puede corregir este error, relativo al pensamiento moderno, hablando en plural, de violencias. Sin embargo, no se resuelve el problema de la comprensión
de las fenomenologías de las violencias desatadas
con este desplazamiento, al
nombrarlas en su pluralidad. Pues se
trata de comprender no solo cómo funcionan las organizaciones, estructuras
e instituciones involucradas en el ejercicio
del poder y respecto a las consecuencias de las violencias desatadas; sino comprender
cómo funciona el sistema-social-económico-político donde estas formas de violencia están
insertas.
Distanciándonos
de las connotaciones simbólicas,
imaginarias y representativas de la violencia,
parece conveniente concentrarse en las características evidentes de las formas de violencia de las que hablamos;
en primer lugar, se trata de organizaciones
armadas. Es decir, de formas
paralelas de control territorial
al control nacional que ejerce el
ejército nacional. No se trata solo de atender al desafío al Estado, que
implica la presencia y actividad de un grupo u organización
armada, sino de no obviar que las organizaciones
armadas logran controlar territorios. Se trata, exagerando un poco, de pequeños estados y de pequeños ejércitos, que definen y
conforman pequeños regímenes. Esta es
la cuestión.
Ahora
bien, este fenómeno del control
territorial es un fenómeno histórico;
es un recurrente ejercicio en casi
todas las formaciones sociales y las sociedades institucionalizadas, históricamente dadas. Por otra parte, es
algo compartido por todas las sociedades
modernas; aparezca este control
territorial como Estado o como feudos,
usando este término como metáfora. Se
ha dicho que los controles paralelos
a la malla institucional del Estado
se dan en estados débiles. Sin
embargo, observando detenidamente, podemos constatar que incluso en estados fuertes y consolidados el fenómeno de los controles territoriales
se da, aunque no sean suficientemente percibidos, debido a la ideología estatal, que se impone como realidad. Comenzando por lo fácil; por
ejemplo, las llamadas mafias funcionan
efectivamente en las sociedades
institucionalizadas, correspondientes a los estados fuertes. Las mafias
ejercen control territorial, aunque
no se trate de los espesores
territoriales a los que nos lleva el concepto
de territorio. Son, si se quiere, recortes territoriales, donde su dominio marca el paso, impone reglas,
define códigos, incide en comportamientos. Sin embargo, estas organizaciones,
calificadas por el discurso jurídico y
penal como “criminales”, tienen su simetría
en el lado luminoso del poder, en las
mallas institucionales. Hablamos de
las logias, que también son secretas y también ejercen controles territoriales; la diferencia
es que no están descalificadas por el Estado. ¿Por qué? ¿Porque no se dedican a
lo mismo que las mafias, aunque
ejerzan control territorial y sean secretas? No sería acaso un delito contra la república ser secretas,
ejercer el poder de una manera no democrática.
¿Conformar una élite secreta que se
hace cargo del Estado, por procedimientos conspirativos,
no democráticos, no es un atentado
contra el Estado-nación? ¿Por qué esta clase de organizaciones secretas no son descalificadas
por el discurso jurídico-político?
Este es el tema.
La
primera sugerencia interpretativa
sería que el Estado avala la violencia cuando proviene de organizaciones secretas que conspiran para hacerse del poder, formando redes como telarañas que
terminan envolviendo al Estado, y descalifica
y prohíbe organizaciones secretas que
se dedican a formas económicas paralelas
a la economía institucionalizada. Esta
es una contradicción del
Estado-nación, del Estado de derecho, del Estado liberal.
El problema no se resume en esta contradicción; hay otras. Todas las organizaciones clandestinas, ahora
hablamos también de las otras, distintas a las organizaciones clandestinas políticas y subversivas, emergen de la
misma sociedad institucionalizada, que
ha construido el Estado y lo reproduce diariamente. En sentido estricto,
lógico, no se podría hablar de “anomalía”, pues se trata de fenómenos inherentes a las dinámicas mismas de la sociedad; no son externos, atingen a la propia sociedad y lo que es ésta. El Estado
denomina “anomalías” a lo que se da en la misma sociedad institucionalizada, que lo sostiene; denomina “anomalías”
solo a una parte de los fenómenos
análogos; a otros los legitima
abiertamente o al no decir nada sobre ellos. Este comportamiento estatal, que no deja de ser extraño, evidencia un
Estado que no quiere ver el problema,
tampoco asumirlo, sino tan solo seleccionar
una parte, efectuar un enfoque sesgado,
para conformarse con una explicación
oficial, empero, débil e insostenible. ¿Teme acaso encontrar que el núcleo del problema es el Estado mismo? Esta es la pregunta.
¿Por
qué se dan estas formas de control
territorial paralelas? ¿Por qué le disputan al Estado el control territorial, por lo menos, en
ciertas zonas, sino es en geografías
mayores? Déjenos presentar un esquema
simple, que no pretende reducir la
complejidad, sino tan solo ilustrar sobre el problema que no se resuelve. Las logias quieren tomar el poder
secretamente, las mafias quieren beneficiarse del mercado, por medio de “tráficos
ilícitos”, que, de todas maneras, forman parte del mercado; pues son mercancías. Ambos lo hacen porque el
Estado no llena sus expectativas; mas
bien, es visto como campo de lucha;
de la misma manera, la economía,
mejor dicho el mercado, es visto como
campo de lucha. El Estado se
convierte en un instrumento para
lograr sus fines, así como la economía, el mercado, es un medio para
enriquecerse. Ambas organizaciones
secretas, para decirlo irónicamente, la “licita” y la “ilícita”, develan el
fracaso del Estado; ciertamente de
otra manera, distinta a la interpelación
social, a la movilización social
y a las organizaciones políticas, que
hacen eco de la rebelión social. Pero,
ambas organizaciones secretas no se
proponen, de ninguna manera, destruir
el Estado, transformarlo, sustituirlo, sino, mas bien, preservarlo y usarlo. Tomando en cuenta esta característica, podemos decir que
las organizaciones secretas
mencionadas son conservadoras, aunque
conspiren.
Ahora
bien, cuando se llega a la organización
armada y al uso de la violencia efectuada a través de las armas, se disputa abiertamente el control territorial al Estado. Pero, no
se trata de ninguna rebelión o sublevación contra el Estado imperante,
sino, paradójicamente, de un desacato para mantener el mismo Estado y
usarlo. No pasa lo mismo que sucede
con las organizaciones armadas con proyecto político, por lo menos en el
programa, ideológicamente y discursivamente; estas organizaciones armadas disputan al Estado el control territorial para transformarlo,
cambiarlo, construir otro Estado. Terminen, por este camino, en el circulo vicioso del poder, reproduciendo
el poder, con otros discurso, otras
formas, otros actores, como hemos interpretado
en anteriores ensayos[5],
es como una fatalidad o condena, para decirlo de esa manera
figurativa. Se distinguen por proyectarse de una manera no conservadora. Sin embargo, aquí radica el núcleo de la paradoja;
ambas formas de organización armada
comparten el uso de las armas, el despliegue de la violencia, derivada del uso
armado, ambas formas de organización no ven otro medio que la violencia
para lograr sus objetivos. ¿Qué nos dice este estilo compartido?
Salgamos
del enunciado panfletario de que la “violencia
es partera de la historia” y, por lo tanto, hay una “violencia revolucionaria”,
opuesta a la “violencia reaccionaria”.
Se recurre a la violencia
cuando se falla en el convencimiento,
cuando no se logra la convocatoria.
La violencia ya es la confirmación
del fracaso. La dominación misma es el despliegue
y el desenvolvimiento mismo de este fracaso.
Lo anecdótico es que se pretende usar la manifestación misma del fracaso, que es la violencia, como medio
para resolver problemas. A lo único
que lleva este despliegue manifiesto del fracaso
es a más fracasos, cada vez más
contundentes, cada vez más demoledores. No vamos a volver a los tópicos que
tocamos en otros ensayos, a las preguntas de por qué ocurre esto, que nos
llevan a hipótesis interpretativas prospectivas.
Sino trataremos de bosquejar las genealogías de este fracaso, precisamente en los recorridos, las prácticas, los controles territoriales, de estas organizaciones armadas.
El recurso de la violencia ya es síntoma
evidente del fracaso. Persistir en el recurso para resolver problemas, que ocasiona el uso de la violencia, es
redundar en el fracaso. La violencia puede llegar a imponerse, sin
embargo, esto es provisional; la victoria de la violencia es circunstancial,
dura lo que dura el efecto de shock; ocasiona la ilusión del vencedor,
creer que con esto se acaba todo. Para que pueda perdurar su efecto, tiene que ser renovado y se lo
hace reproduciendo la violencia
constantemente, haciéndola duradera;
es decir, se requiere de la institucionalización
de la violencia, para que su efecto
sea contante, reiterativo. El uso de
la violencia no ha triunfado, puesto que tiene que
reiterarse permanentemente; el efecto
tiene que lograrse de manera perdurable, repetida. Esta es una demostración del
fracaso de la violencia; se la tiene que provocar repetidamente; esto se logra no
solo por la condensación de la violencia en el Estado, sino por la cristalización de la violencia en los huesos. Como dice Franz
Fanon, llega un momento cuando la violencia cristalizada en los huesos, se
le devuelve al responsable y ejecutor de la violencia.
La derrota del considerado victorioso evidencia y realiza
patentemente el fracaso inherente al uso de la violencia. El problema es
que el vencedor de la lucha contra la
dominación imperante, vuelve a usar el mismo recurso que el amo
derrotado usaba; es decir, vuelve a fracasar, vuelve a la reiteración del fracaso y a la ilusión momentánea del uso
de la violencia. Con lo que se
reproduce no solo el círculo vicioso de
la violencia sino también el círculo
vicioso del poder.
Si la violencia lleva al extremo de la muerte, no hay victoria ninguna; no hay victoria
sobre cadáveres; solo el reino macabro de
la muerte. Además, se trata de un reino
que no reina, no se puede reinar sobre cadáveres. Sin embargo,
estos asombrosos extremos se han dado en la historia;
se ha optado por el exterminio. En
este caso como que se ha buscado ocupar
el lugar del asesinado, ocupar su territorio, ocupar su vacío dejado, apropiarse de su riqueza.
¿Esta es una victoria? ¿No es, mas
bien, el triunfo absoluto del fracaso? La apoteosis de la muerte no
sostiene ninguna victoria, lo que se
edifica es el monumento al fracaso
absoluto; lo que aparece, en vez de victoria,
es el asesino sin atributos. ¿Qué civilización se puede edificar sobre un cementerio? ¿La que se ha construido en
Abya Yala, después de la conquista por oleadas? ¿Se puede llamar civilización a estados, repúblicas,
sociedades construidas sobre cementerios
indígenas? ¿No se trata, mas bien, de la patente elocuencia del fracaso, que muestra la imposibilidad misma de la civilización, en estas condiciones? ¿Una
“civilización” donde lo sólido se
desvanece en el aire, donde se “desarrolla” a costa de la destrucción de las formas de vida, se puede concebirla como civilización?
Ciertamente
la respuesta, provisional, tiene que ver con lo que se entiende por civilización. Hay todo una historia
conceptual en este tema; sin embargo, nos referimos a lo que connota el concepto, a la pretensión inherente, al sentido que pretende; esto es, de plenitud, de logro mayúsculo, tanto en
el sentido de cultura, así como en el
sentido tecnológico. La plenitud no aparece por ninguna parte;
al contrario, lo que se manifiesta es la paradoja
de la carencia y de la abundancia.
Para decirlo fácilmente, ¿se ha alcanzado la felicidad? La respuesta es
innegable; no. El susodicho “desarrollo” más parece una escapatoria compulsiva
de la consciencia culpable, de la consciencia desdichada, del sujeto desgarrado. Llenar el vacío incurable con montañas de cosas,
que caen al abismo sin fondo; adormecer la angustia
con la cultura de la banalidad;
reducir las potencialidades de la
ciencia y la tecnología a meros instrumentos
de destrucción, que llaman los economistas
acumulación de capital o, dicho, más
comúnmente, que llaman “desarrollo” y “crecimiento económico”. ¿Cuándo se
detendrá la locomotora desbocada que marcha vertiginosamente al
descarrilamiento? ¿Será a tiempo o
demasiado tarde?
Volviendo,
la violencia no es ninguna “partera
de la historia”, salvo en los delirios fundamentalistas que han confundido la historia con una marcha fúnebre y un perdurable
duelo. Con la violencia no se
logra construir nada, salvo cementerios
y poblaciones de víctimas; con la violencia no se logran victorias, sino se consigue el reiterado
fracaso persistente.
Volviendo
a Colombia, ¿más de cien años de soledad,
de guerra permanente, no es
suficiente como para darse cuenta que con la guerra prolongada no se
han zanjado los conflictos, no se han conseguido los objetivos perseguidos; que
es momento y oportunidad de buscar otra forma de resolver los problemas? Esto en lo que respecta a las organizaciones armadas políticas, que
proponen un proyecto de liberación y de emancipación; esto también en lo que respecta al Estado, cuyo proyecto es defender el orden
instituido, el Estado instituido y la Ley constituida. En lo que respecta a
las organizaciones y grupos armados
que no plantean ningún porvenir, que
no proponen ningún proyecto; sino que
agotan su compulsión en el ahora sin perspectivas, buscando acallar
sus angustias inentendibles, sus ansias incomprensibles, ante las cuales
solo atinan a descargar sus miserias
humanas, empleando las violencias
aprendidas. ¿No son, mas bien, estas organizaciones
armadas las consecuencias del fracaso,
del fracaso de la sociedad institucionalizada, del Estado,
del sistema-mundo? Más que contar con voluntad
propia, los miembros de estas organizaciones armadas son arrojados ahí donde
están, a callejones sin salida, salvo los paraísos
artificiales y banales con los que sueñan, por la falta de voluntad social y del Estado.
Nadie
es culpable en esta caída a la decadencia; todas son víctimas
del círculo vicioso del poder; unos
de una manera, otros de otra manera; si se quiere, unas víctimas privilegiadas, otras víctimas
desafortunadas. La solución no está
en reprimirlos, castigarlos, incluso matarlos, como supone la “guerra contra el
crimen”, así como la “guerra contra el terrorismo”. No se puede exterminar lo
que viene de las entrañas mismas de
la sociedad institucionalizada. Otra
vez, reiterando, la solución no está en el empleo
de la violencia, sino en darse la oportunidad como sociedad de comprender el
problema, de entender sus dinámicas, y
de buscar resolverlo socialmente, mediante el procedimiento más apropiado, el consenso.
Se
dice, lo dicen los medios de comunicación, los analistas, los gobernantes, los organismos internacionales, que el
narcotráfico es de los grandes problemas
y amenazas que enfrentan los estados
y el orden mundial. La solución de
este problema no está solo en manos
de la sociedad y el Estado
colombiano. Así como no hay una historia
nacional del capitalismo, sino mundial;
tampoco este problema señalado, junto
a otros, calificados como amenazas,
es ubicable solo en unos países y no en otros; es un problema compartido en el mundo
y por todos. No es un problema que se
encuentra fuera, en otro país,
suponiendo que al país desde donde se mira
no le pasa esto o, si se quiere, no le pasa en la intensidad desbordada como
ocurre en los países estigmatizados. Todos los países están afectados por los
mismos problemas, solo que en unos
casos o no se los enfoca, o se los encubre institucionalmente, o se los tolera por procedimientos
institucionales, aprovechando que no son tan visibles y evidentes como en otros
lugares. En consecuencia, el problema
sufrido por la sociedad colombiana está también en manos de las sociedades y pueblos del mundo. Lo
mismo pasa con los mismos problemas u
otros, donde éstos sobresalen por su intensidad
y expansión; no son problemas de tal o cual país, sino del
mundo. ¿Cuándo los pueblos tendrán la voluntad
para resolverlos mancomunadamente? ¿Sera a tiempo
o demasiado tarde?
Descripción de las organizaciones
que continúan con la violencia de las armas
Natalio Cosoy, reportero de la BBC Mundo, hace un reportaje detallado,
identificando a las organizaciones que continúan en guerra, después del Acuerdo
de Paz, firmado por el gobierno y las FARC. Vamos a acudir a este reportaje
para mostrar una parte de la complejidad de la denominada violencia. En el
reportaje, Natalio Cosoy escribe:
En el último año, alrededor de siete mil
combatientes de las FARC se han retirado de un vasto territorio colombiano,
equivalente a 242 municipios. ¿Qué ha ocurrido con ese territorio? Lo que se
temía: que otros grupos armados traten de ocuparlo o se expandan en él. "Con la firma del acuerdo de
paz entre el gobierno colombiano y las FARC, el país entró en una fase de
transición caracterizada por la continuidad del crimen organizado, de algunos
grupos guerrilleros y de otro tipo de expresiones armadas, agentes y redes
criminales que se han hecho más visibles o que están en proceso de
formación", dice el informe "Crimen organizado y saboteadores armados
en tiempos de transición", publicado esta semana por la Fundación Ideas
para la Paz (FIP). Y asegura: "Hoy, sin duda, uno de los principales
desafíos para la seguridad en Colombia es la persistencia
de factores generadores de violencia". La salida de esa guerrilla
ha permitido avanzadas de ciertos grupos y
enfrentamientos entre ellos en zonas que antes dominaba esa
organización. De acuerdo al informe "Cómo va la paz", publicado
también esta semana, de la Fundación Paz y Reconciliación (Pares), que hace
seguimiento a la situación de seguridad y conflicto en el país, las FARC
estaban presentes en 242 de los 1.122 municipios de Colombia.
Los grupos
¿Cuáles son estos factores
generadores de violencia? Podría hablarse los siguientes tipos principales
de organizaciones armadas, sin
llegar a contar a los más pequeños grupos criminales que podrían compararse a
los de cualquier otro país.
GRUPO
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Amenaza local
|
Amenaza regional
|
Amenaza nacional
|
Presencia limitada a espacios urbanos y
semiurbanos
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Presencia asociada al control de rutas y
corredores estratégicos
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Presencia estable y sostenida
|
Clan del Golfo
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x
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x
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x
|
x
|
x
|
x
|
Bloque Meta
|
x
|
x
|
x
|
x
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Bloque Libertadores del Vichada
|
x
|
x
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Disidencias FARC
|
x
|
x
|
x
|
|||
Milicias FARC
|
x
|
x
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Desertores FARC
|
x
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x
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Redes de intermediarios del narcotráfico
|
x
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x
|
x
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|||
ELN
|
x
|
x
|
x
|
x
|
x
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EPL
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x
|
x
|
x
|
x
|
x
|
|
Fuente: FIP
|
Según la FIP, los repertorios de violencia de
los grupos incluidos en la lista incluyen, más allá de los enfrentamientos
entre sí y con la fuerza pública: amenazas, extorsión, asesinatos selectivos,
la imposición de normas de conducta y la intimidación por medio de panfletos;
capacidad de generar impacto humanitario; desplazamiento y confinamiento de
poblaciones, además de violencia sexual.
ELN
El Ejército de Liberación Nacional (ELN), nacido a
mediados de la década de 1960, era hasta el desarme de las FARC, la segunda
guerrilla más grande del país; está hoy
en los inicios de un proceso de negociación de paz con el gobierno, aunque sin
suspender las acciones armadas. El ELN cuenta con entre 1.300 y 1.500 guerrilleros armados, según datos del
Estado, además de una vasta red de milicianos y civiles.
Según la FIP el ELN está evolucionando de tres formas tras la
salida de las FARC. Por un lado, se están movilizando hacia zonas que
controlaba esa otra guerrilla, en ocasiones disputando territorios con otros
grupos, como las AGC. Por otro se están consolidando en regiones en las que
históricamente tenían presencia, pero había una repartición del territorio con
las FARC; finalmente, están expandiéndose a zonas en las que no estaban ni
ellos ni las FARC. Por ejemplo, en lo que respecta al primer punto están
haciendo un mayor despliegue en partes del litoral del Pacífico, donde
los enfrentamientos con otras
organizaciones, especialmente con el Clan del Golfo, está causando
desplazamientos entre la población civil. Y en el segundo, según explica la
FIP, se ha fortalecido en zonas tradicionalmente compartidas, como el Catatumbo
en Norte de Santander, Arauca, Bajo Cauca antioqueño y algunas zonas del
Pacífico. De acuerdo con Pares, hay 12 municipios con expansión u ocupación del
ELN.
Grupos armados organizados
Luego se encuentran los denominados grupos armados
organizados (GAO), que hasta hace poco eran llamados bandas criminales por el
gobierno y que, por lo general, tienen su origen en la desmovilización
paramilitar de mediados de la década del 2010. Están principalmente enfocados a economías
ilegales, que van desde la producción, tráfico y comercialización de
drogas ilícitas, a la tala ilegal, minería, extorsión, e incluso, posiblemente,
tráfico de personas. Según Pares, los GAO están en 74 municipios colombianos,
de los cuales a 18 se expandieron tras el repliegue de las FARC. Como describe
la FIP: "Los GAO agrupan a las autodenominadas Autodefensas Gaitanistas de
Colombia (AGC) o Clan del Golfo, al Ejército Popular de Liberación (EPL) o Los
Pelusos, al Bloque Meta y al Bloque Libertadores del Vichada". A estos dos
últimos a veces se los agrupa bajo el nombre de Los Puntilleros.
En total los GAO tienen, de acuerdo con cifras oficiales mencionadas por la
FIP, unos 2.100 integrantes y se encuentran en 13 departamentos del país. De
ellas, el grupo más fuerte es el Clan
del Golfo o AGC, antes llamadas Urabeños o Clan Úsuga, con 1.900
integrantes, según la FIP, o hasta 3.500 si se suman hombres armados
subcontratados. "Las ACG son un entramado criminal que integra diferentes
organizaciones, estructuras criminales regionales, narcotraficantes, oficinas
de cobro, pandillas, combos", dice el informe de esa fundación, "que
trabajan bajo un mismo nombre, pero que cuentan con autonomía en su
accionar". Las llama una "franquicia", que tiene nodos en toda
Colombia e incluso en el extranjero. La salida de las FARC de la zona del
Pacífico, de especial interés para el transporte
de cocaína, la explotación maderera y de minería de oro, coincidió con
una avanzada de este grupo en la zona, lo que está, como indicamos, resultando
en enfrentamientos con el ELN. Ese no es el único impacto sobre las poblaciones
locales, pues al avanzar otros grupos están sometidas a reclutamiento infantil, extorsión y
asesinatos selectivos.
Los Puntilleros, por su parte, son una organización
más pequeña, con unos 70 integrantes, según cifras oficiales citadas por la
FIP, más concentrada territorialmente en
una zona de los Llanos Orientales. Según el reporte de la FIP, mientras las
FARC operaban en la zona le vendían a Los Puntilleros la pasta base de coca,
que estos transforman en cocaína y entregaban a redes de narcotráfico, pero hoy
son, en algunos municipios, las
disidencias de las FARC las que controlan el primer eslabón de la cadena,
entonces es con ellos con quien negocian.
El Ejército
Popular de Liberación (EPL), al que las autoridades llaman Los
Pelusos, son una disidencia de aquella guerrilla que se desmovilizó en 1991. Se
concentra en la zona del Catatumbo, en el departamento de Norte de Santander,
fronterizo con Venezuela. De acuerdo con cifras oficiales citadas por la FIP,
cuenta con 132 miembros, aunque la fundación calcula que pueden ser unos 200. Es
un grupo con gran capacidad militar, que ha dado algunos golpes a la fuerza
pública. "El EPL no se puede reducir a una organización criminal, pues es
un grupo armado, que combina actividades criminales en el ámbito regional y
local, conserva ascendencia social en entornos micro-locales y pasa por un
momento de fortalecimiento territorial, militar y organizacional", dice el
reporte. Ha estado avanzando sobre zonas que
tradicionalmente han ocupado las FARC, con quien convivían, además de
con el ELN, en la región.
Grupos delincuenciales organizados
Le siguen los grupos delincuenciales organizados
(GDO), de los que dice la FIP: "Grupos de menor envergadura, los cuales
se constituyen en una seria amenaza para las subregiones y los
ámbitos locales, ya sean urbanos o semiurbanos". A veces pueden operar como
subcontratistas de organizaciones las GAO o de grupos guerrilleros. Y, aunque
son pequeños, el informe de ese centro de investigación señala: "Generan
un alto impacto humanitario; desplazamiento intraurbano, utilización y
reclutamiento de niños y jóvenes, confinamiento de poblaciones- y tienen
vínculos con organizaciones de tercer nivel, como oficinas de cobro y
estructuras sicariales".
Derechos de autor de
la imagen LUIS
ROBAYO/ AFP Image caption Aunque la escala de los grupos
delincuenciales organizados es mucho menor que la de los grupos armados
organizados, la FIP considera que son capaces de amenazar seriamente a las
poblaciones de los ámbitos locales en los que operan.
La FIP considera: "La impresión, tras la investigación para (el)
informe, es la poca atención que se le presta a los GDO, en comparación a los
tres GAO". En Colombia se
estima que existen un par de docenas de estos grupos, que
menciona el reporte: Los Caqueteños, Los Botalones, Los Rastrojos, Los
Costeños, La Cordillera, La Constru, Los Pachenca, La Empresa y el Clan Isaza. Además
hay cinco oficinas de Cobro y diez organizaciones delincuenciales integradas al
narcotráfico.
El desmonte de las FARC también ha implicado en algunas zonas un
fortalecimiento del accionar de estos grupos, o de otros de menor envergadura,
que incluso comienzan a emerger, aún sin definiciones claras. Un ejemplo de
esto último, que la FIP denomina "desorden criminal", se da en el
casco urbano del municipio nariñense de Tumaco, donde las milicias de las FARC
mantenían una cierta estabilidad. Al salir la guerrilla, dice la organización:
"Allí, los actores armados, preexistentes o en formación, se disputan el control de segmentos de una
o más economías criminales en ámbitos micro-locales". Esas disputas
resultan en asesinatos y amenazas. "Se conoce de al menos 40 municipios en
los cuales existe un aumento significativo de la anarquía criminal",
señala Pares.
Disidencias de las FARC
De acuerdo con el International Crisis Group (ICG),
otra organización que hace seguimiento al desarrollo de la situación de
seguridad y conflicto en Colombia, hay 14 grupos de disidencia de esa
guerrilla, con diferentes tamaños y características. Según, Pares, no obstante, sería
solo uno, a los otros los considera simplemente grupos de desertores, operando
en 16 municipios. Aunque no se puede en este caso hablar de que están ocupando
territorios de las FARC, porque ya estaban allí, sí son hoy grupos diferentes
de esa guerrilla y que intentan hacerse fuertes donde operan. "En
total puede haber entre 700 y 800 combatientes
en las filas de las facciones disidentes de las FARC, un estimado por su
puesto debatible, aunque quizá razonable", escribió el analista del ICG,
Kyle Johnson, en dos artículos publicados recientemente en el sitio Razón
Pública. Según Johnson, las disidencias se encuentran en nueve departamentos
del país, en el suroccidente y el suroriente fundamentalmente.
Derechos de autor de
la imagenMISIÓN ONU
COLOMBIAImage captionAunque la gran mayoría de las
FARC le entregaron a Naciones Unidas sus armas, Kyle Johnson del International
Crisis Group calcula que 14 grupos disidentes de esa guerrilla siguen activos.
Y aunque se las señala de haberse
quedado por fuera del proceso de paz para no perder los réditos de las
economías ilegales, como el narcotráfico, Johnson no cree se puedan equiparar. "Por
ejemplo, tanto el Frente 1 en Guaviare como Hugo en Tumaco, dos disidencias
diferentes, están estrechamente ligados con el narcotráfico, pero actúan de
maneras muy distintas: ambos utilizan la coerción y la dependencia económica
para mantener su poder", dice Johnson. "Sin embargo, el primero tiene
estrategias políticas claras; el segundo carece de ellas completamente". Pares
concuerda respecto al funcionamiento del Frente 1, del que dice que no tiene relaciones hostiles con la
comunidad y que parece haberse movilizado políticamente. "Desde
hace unos meses la principal disidencia de las FARC en el país, que se
concentra en el eje San José del Guaviare-Vaupés-Guanía, ha dado pistas de
estar en capacidad de enfrentar al Estado colombiano, de utilizar violencia
predatoria y de generar impacto humanitario sobre las poblaciones", de
acuerdo con la FIP. Para esta organización también deben considerarse los
desertores individuales y las milicias de las FARC que no se hayan plegado a la
desmovilización del grupo, que representan una amenaza limitada a la seguridad
a nivel local[6].
Evaluación del concepto de
violencia
A estas alturas hay que preguntarse si el concepto de violencia y lo que connota, no solo semánticamente, sino, sobre todo, figurativamente, lo que corresponde al imaginario de la violencia, es apropiado para interpretar lo que
acontece; cuando se señala el empleo
desmesurado de la fuerza para imponerse. El concepto de violencia, es
decir, el uso desmesurado de la fuerza, engloba distintas y variadas formas de violencia, plurales y
múltiples formas de violencia; entonces, el concepto
de violencia, al referirse a todas
estas formas de violencia, de una
manera, mas bien, universal, tiende a
hacer desaparecer las diferencias y expresar un sentido compartido. Pero, ¿este sentido
compartido, como universal o general, existe como manifestación efectiva o solo es imaginario, teóricamente imaginario? Que sea teóricamente imaginario, no le quita su utilidad conceptual, que sirve para expresar la idea de este fenómeno complejo y sus fenomenologías, fuera de as genealogías del poder que las provocan. Es
útil en el discurso, que resume toda la complejidad
de la violencia, en una palabra.
Hasta ahí, digamos, su utilidad.
Empero, cuando se busca explicar y analizar la multiplicidad y pluralidad
de formas de violencia y entenderlas, deja de ser útil, pues las diferencias están como
borradas.
Tampoco parece que se resuelve
el problema de la comprensión y
el entendimiento cuando se habla de
las distintas formas de violencia,
incluso cuando se describen sus
características y peculiaridades, aunque mejora. Lo que se requiere es comprender lo que son cada una de estas
distintas formas de violencia, lo que
implican las caracterizaciones de sus diferencias; no solo en los impactos, las intensidades y las extensidades
de su desmesura, de su afectación a sujetos y cuerpos, sino
su vinculación con las estructuras,
composiciones, estratificaciones sociales y ámbitos de prácticas.
Por ejemplo, en el caso colombiano, una observación
simple constata que todas estas organizaciones heterogéneas y diferentes,
nombradas en los informes sobre la violencia,
comparten el hecho de que son organizaciones
armadas. Los mismos informes reconocen que son diferentes, incluso que
accionan de manera diferente; además de anotar que unas son políticas, de acción política, que se proponen fines políticos; en
cambio otras son “delincuenciales” o “criminales”. Dicho de otra manera, unas organizaciones usan las armas con el propósito de lograr fines políticos; otras organizaciones usan las armas con el
propósito de lograr fines económicos,
las armas son instrumentos de coerción y de amenaza para lograrlo. Ciertamente,
estos procedimientos pueden intersectarse. Cuando una organización armada política se financia usando las armas para
lograrlo; en el otro caso, quizás muy pocos, escasos, cuando la organización
meramente de acopio dinerario evoluciona, por así decirlo, a proyecciones políticas. Sin embargo,
estas intersecciones no las hacen equivalentes, ni se borran sus
diferencias; lo que hay que tener en cuenta en el análisis e interpretación.
Yendo más lejos, en el detalle, incluso estos campos distinguidos de las organizaciones armadas, conllevan
también diferencias, lo que las hace distintas; lo que es también importante al
momento de analizarlas. Por ejemplo, una organización
armada dedicada al narcotráfico es distinta a una organización dedicada a
la coerción y el chantaje para lograr acopios dinerarios. También estas
clasificaciones suelen yuxtaponerse,
sin quitarles sus diferencias. Tanto las diferencias
como las intersecciones y yuxtaposiciones nos muestran fenomenologías y genealogías diferenciales de los usos de las armas y, a su
vez, sus abigarramientos.
Esta amalgama
de formas de los usos desmesurados de la fuerza ocasiona efectos y
afectaciones, que en conjunto,
denominan violencia, tanto los discursos jurídicos, policiales,
políticos, denunciativos, incluso teóricos. Al respecto, en la evaluación del concepto de violencia, la pregunta es: ¿O las afectaciones y los efectos,
al final, ocasionan lo mismo, lo que pondera la utilidad del concepto, o
las afectaciones y los efectos, ocasionan situaciones
diferentes, lo que anula la utilidad
del concepto? En defensa de la
primera opción, se puede decir que al provocar víctimas, muertes, desplazamientos, temor y hasta terror, en las poblaciones afectadas,
genera un parecido patrón de comportamientos
y conductas. Sin embargo, al atender a la la resolución del problema, lo que importa es cómo funcionan, como emergen de la sociedad, cómo se vinculan y articulan con ella.
Por otra parte, lo que se genera entre operadores de la violencia, para decirlo de esa manera, y víctimas, son relaciones
de dominación, de dependencia, de sujeción; relaciones que
envuelven a operadores y víctimas en entramados que los atrapan. Por ejemplo, se da lugar a convivencias perversas, así como a coexistencias de dependencias. Cuando se
provocan desplazamientos, las víctimas dejan las convivencias perversas o las coexistencias
dependientes, convirtiendo a éstas en separaciones
que no dejan de ser perversas ni dependientes. No son nunca emancipaciones ni liberaciones. Estos fenómenos
forman parte del círculo vicioso de la
violencia – usando todavía el concepto
en cuestión – o, lo que dicen los discursos políticos, de la espiral de la violencia.
La violencia no
desaparece porque se firma un Acuerdo de Paz, incluso no desaparece si se logra
la paz; la violencia se ha hendido en
las subjetividades e inscrito en los cuerpos. Para atender los problemas que plantean estas fenomenologías y genealogías de la violencia,
parece que se requiere no solo observar
sus diferencias y abigarramientos, sino que es
indispensable comprender cómo emergen de la sociedad y como se conectan y vinculan con ella. De nuevo, lo que se denomina, con el mismo
denominativo, juntando sus connotaciones, violencia,
no se puede comprender, tampoco resolver, pues las fenomenologías y genealogías
de la violencia no solo tienen que
ver con operadores y víctimas, sino con sistema-social mismo.
En resumen, la evaluación
del concepto de violencia nos ha llevado a considerarlo y usarlo más como metáfora o expresión usual discursiva que como concepto, proponiendo, más bien, la búsqueda de un concepto complejo, que dé cuenta de la concomitancia del sistema-social con la generación de las formas de violencia; mejor dicho, la congruencia estructural
del sistema-social con las fenomenologías y genealogías de los usos desmesurados de fuerza.
[1] Revisar de Walter Benjamin Imaginación y sociedad, Tomos
I-IV; sobre todo, el tomo IV, Para una crítica de la violencia. Taurus; Madrid 1999. También de Hannah
Arendent Sobre la violencia. Así como de Adolfo Sánchez Vásquez El mundo de la violencia. https://issuu.com/elcuerpoabierto/docs/hannah_arendt_-_sobre_la_violencia__1_.
[2] Leer de Jacques Derrida Fuerza y ley. El fundamento místico de la
autoridad. TECNOS 1997; Madrid.
[3]
Revisar de Raúl Prada Alcoreza
Hermenéutica de la violencia. En El retorno de la Bolivia plebeya, Comuna. Muela del Diablo Editores 2000;
La Paz.
[5] Ver Círculo vicioso del poder. https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/c__rculo_vicioso_del_poder_d44d3f15db9474.
[6]
Leer Los grupos
armados que están ocupando los territorios abandonados por las FARC en Colombia.
BBC MUNDO. http://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-40646855.
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