El bumerang de la forma de gubernamentalidad clientelar
El bumerang de la forma
de gubernamentalidad clientelar
Raúl Prada Alcoreza
El bumerang de la forma de gubernamentalidad clientelar
La trampa, el engaño,
la estafa, el fraude, la tramoya, el ardid, forman parte, como conductas, de prácticas que buscan beneficios
suplementarios, aprovechándose de confianzas
y usando las leyes, normas y reglamentos de una manera pervertida. Cuando ocurre esto en la esfera política, hablando de la política
en sentido restringido, es decir, institucional,
se usa, además de una manera forzada y violatoria la maquinaria estatal, en beneficio de fines mezquinos, usando medios no menos
miserables.
La elección de
magistrados, por segunda vez, es un lamentable fraude a la población. En la primera, se forzó interpretaciones insostenibles de la Constitución, violentando el marco jurídico-político de la misma, para incorporar gente leal al
gobierno, aunque no cumpla con los requisitos para ejercer ninguna
magistratura. A pesar del uso del Estado, el oficialismo perdió las elecciones; ganó el No; lo que equivale inmediatamente a anular las elecciones. Sin
embargo, los aparatos del Estado,
controlados por el oficialismo,
sacaron conclusiones delirantes, sobre un vacío argumentativo y legal, solo por
el hecho de que cuentan con la mayoría absoluta congresal. No se inmutan de las
evidentes incongruencias, sin embargo, las aplican, a gusto y gana. No
respetaron tampoco los resultados electorales.
Después, a pesar de haber perdido el referéndum para revisar la Constitución,
buscando una nueva habilitación del presidente a una nueva elección, se dice,
contra toda lógica, además contra toda la democracia
institucionalizada y constitucionalizada, que ese referéndum no vale, pues
se basaba en una “campaña mentirosa”, la de la “oposición”, que indilgó al presidente
un hijo que no era. Cuando el tema de fondo es el daño al Estado por
concesiones y contratos a una empresa china, de una manera que contravienen las
leyes y las normas de contratación de
bienes y servicios; empresa que no cumplió con ninguno de los contratos.
Hasta ahora no se responde por este delito de daño al Estado ni por la evaporación de lo invertido en los
proyectos y programas a cargo de dicha empresa.
Ahora se vuelve con
las elecciones de magistrados de una manera turbia, mañosa y fraudulenta; es
más, escandalosa. Pues se busca facilitar a gente debajo de la mediocridad su
acceso a la candidatura de las magistraturas. Se lo hace buscando disminuir los
requisitos, buscando la ocasión de intervenir en calificaciones, allí donde se
puede aumentarlas, pues lo que se califica se abre a la oportunidad; por último,
se intenta con preguntas por de lo demás sorprendentes, tanto por su expresa
ayuda, así como por sus increíbles banalidades, forzar incorporaciones de gente
leal al gobierno. No se inmutan de estos actos bochornosos y siguen adelante
con la tramoya.
Lo peculiar del caso
es que han comprometido al Sistema Universitario de Bolivia, el CEUB,
incluyendo a la UMSA, que dice que se salió de este escenario de dudosa validez. Sin embargo, todo el Sistema
Universitario calla, no aclara su participación, deja que ocurra todo lo que
ocurre; por lo tanto, se compromete con toda complicidad, incluyendo a la UMSA. Con esto el Sistema Universitario
ha perdido lo poco que le quedaba de seriedad; después de haber entrado en crisis, no solamente con los manejos
administrativos, denunciados por los estudiantes, sino también y sobre todo,
por la baja calidad de la enseñanza y el bluf de su formación profesional.
Salvo horadas escasas excepciones de algunas pocas carreras.
Como dijimos antes,
no se trata de solo denunciar estas inconductas,
sino de comprender como funciona el diagrama de poder de la forma
de gubernamentalidad clientelar y corrupta. En este caso, comenzando por la
descripción más fácil, el ejecutivo
requiere un órgano de poder judicial subordinado al ejercicio del poder clientelar. Lo que
ya lo ha conseguido, con anteriores intromisiones, a las que hicimos mención.
Lo que busca es mantener la continuidad
de esta subordinación, sobre todo, control del aparato de justicia estatal. Por eso se hace lo que se hace, de la
manera como se lo hace. Lo que hay que entender
es qué clase de estructura de poder
se conforma y consolida con estas prácticas
de chantaje y coerción, de trampas y fraudes.
Bueno, parece una maquinaria de poder al servicio de la casta dominante; el núcleo de la estructura de
poder palaciega y sus entornos
clientelares. Pero, ¿qué consigue con ello esta casta dominante y la burocracia oficialista? Ciertamente control y dominio; sin embargo, no legitimidad.
Por otra parte, ¿esta “estrategia” de poder,
si la podemos llamar estrategia, cuánta
perdurabilidad garantiza? Estas “estrategias” de poder, que se basan en el uso del monopolio de las fuerzas, concentradas en el Estado, es decir, en
las proliferantes violencias
desenvueltas, que no generan legitimidad,
sino complicidades clientelares, no
aseguran perdurabilidad; son, mas
bien, de corto alcance; en el mejor
de los casos, de mediano alcance. El poder, en su reproducción, requiere de ciclos
largos; esto no se puede conseguir sin legitimidad.
El Estado moderno, en forma de república,
había conseguido esto; conectar control,
dominación y legitimidad; precisamente con el juego de la democracia institucionalizada, de la democracia formal;
es decir, de la democracia restringida a la delegación
y representación.
Cuando se altera el juego de la democracia formal, cuando se rompen las reglas del juego de la democracia
institucionalizada, se hace evidente de lo que se trata en el fondo, de la dominación a secas. Estas “estrategias”
de poder, relativas a la economía política del chantaje, develan
esto, lo que es el poder de manera descarnada. Incluso la simulación, que en el caso de la república, se trata de la simulación democrática, se despoja de
sus apariencias y muestra su desnudez atroz. Nada seductora, por cierto. Lo que
pretende ser un ardid o una astucia criolla termina siendo una trampa donde se entrampan los supuestos astutos. Los “estrategas” de esta tramoya terminan expuestos ante los
evidentes montajes, además sin gracia. De la ilegitimidad, en la que se encuentran, pasan a evidenciar los ilegalismos que practican. Con lo que se
hace insostenible encubrir estas conductas adulteradas.
Sin embargo, siguen
adelante. Pero, lo hacen solo sostenidos por el empleo tosco y grosero del monopolio de la disponibilidad de fuerzas. Para hacer esto no se necesita de
ninguna astucia, solo del beneficio temporal del que gozan; el del acceso al manejo de la maquinaria estatal, sobre todo, al empleo de las violencias polimorfas. No es pues
ninguna astucia, el tener a mano el garrote, llámese policía, ejército,
sindicatos clientelares, que se autonombran ser “movimientos sociales”, cuando
éstos han desaparecido, se llame mayoría congresal. Lo que no ven los que optan
por este diagrama de poder clientelar
es que lo que hacen, fuera de lograr, a corto o mediano plazo, sus objetivos,
es corroerse por dentro; es decir, carcomer las columnas que sostienen al
Estado, del que se han apropiado. Generan la implosión. Otra cosa que no ven es que cuando se desmorone todo,
pues todas las columnas están podridas, las primeras en escapar de los barcos
en naufragio son las ratas; quedaran solos y vulnerables, si es que no escapan
a tiempo.
En consecuencia, la forma de gubernamentalidad clientelar no
es duradera. Dura lo que dura una ilusión, la ilusión que otorga el poder
a los ilusos que creen que controlan
el poder, cuando es el poder el que los controla.
La segunda cuestión,
es cómo funciona este diagrama de poder clientelar; ya no por qué funciona así como funciona. En
otras palabras, qué lo hace funcionar,
cuál es su mecánica. Si nos
concentramos en un aspecto, que parece nuclear o clave del poder, que es el de las dominaciones;
si sugerimos que el poder, desde esta
delimitación propuesta, se ejerce aplicando estrategias de poder, es decir, estrategias
de dominación, el tema es cómo se conforman estas estrategias de dominación.
Las estrategias de dominación suponen saber sobre el entorno y el campo de alcance
de la acción a desplegar. También supone conocimiento
o cierto conocimiento de a quienes se afecta con la estrategia empleada, además de qué
quiere obtenerse. Por otra parte, supone el manejo de los instrumentos a emplear, además de toda la heurística donde están insertos. En tercer lugar, se tiene como el mapa de la implementación; por ejemplo, el cómo el conjunto de tácticas se articulan y ponen en marcha
o realizan la estrategia. En cuarto
lugar, supone organización, tanto la
que actúa directamente, así como la que sustenta la acción misma. En quinto lugar, está toda la malla institucional, que le otorga el sentido a la estrategia empleada; vale decir, la hermenéutica de la dominación.
Entonces, las estrategias no son, exactamente, realización de deseos y de voluntades, tampoco de fines propuestos y su relación con los medios; sino algo parecido a destrezas adquiridas. Ciertos agenciamientos concretos de poder se
encargan de generar estas destrezas,
si se quiere, a partir de cierto entrenamiento.
Para decirlo de una manera simple, aunque no del todo adecuada, las estrategias de las que hablamos, suponen
también la formación de los dominantes; esta sería la sexta
característica.
En estas estrategias de poder, que, como se puede
ver, tienen connotaciones más amplias
y más complejas que las denotaciones
de las llamadas estrategias militares;
de donde viene, mas bien, la figura,
que adquiere evocación metafórica, en
el uso de la formación discursiva
política. Por el momento no se trata de buscar la palabra adecuada, que se
corresponda con el concepto bosquejado,
sino de usar la base metafórica de la
figura de estrategia, para ilustrar, ocupándonos de comprender el funcionamiento
de la máquina de poder de la forma gubernamental clientelar.
Lo dicho
anteriormente es válido, como hipótesis
configurativa, para aplicarla a todas las estrategias de poder de distintas máquinas de poder. Lo que buscamos, partiendo de estas analogías y generalidades compartidas,
es definir las especificidades de las
“estrategias” de poder de la forma de
gubernamentalidad clientelar.
Al respecto vamos a
sugerir algunas hipótesis configurativas
de las “estrategias” de poder de la forma de gubernamentalidad clientelar.
“Estrategias”
de poder clientelar
1. El campo de dominio de las “estrategias” de
poder clientelar es el conjunto de la
sociedad. En todo el espacio social se despliegan sus redes, que buscan atrapar
al público y lograr la concomitancia del pueblo.
2. Si bien las mallas institucionales del Estado funcionan como aparatos que hacen funcionar
las estrategias de poder, de las que
hablamos, de acuerdo a determinados modelamientos
subjetivos y corporales, además, a partir del adiestramiento de dominantes,
aunque también de ejecutores de acciones; prácticas
éstas ya establecidas en las mallas
institucionales. En el caso de las “estrategias” de poder clientelar, ocurre que, si comparamos, podríamos decir, se improvisa.
3. Lo que quiere decir
que las prácticas de las
“estrategias” de poder clientelar no
están institucionalizadas; es decir,
no son instituciones establecidas.
Sino que son hábitos, no habitus, que están incorporados en los comportamientos, sin necesidad que se
hayan institucionalizado.
4. Se puede decir que
estos comportamientos, inclinados al clientelismo, se encuentran como a mitad
del camino, entre la contingencia y
la institucionalidad. No formarían
parte del funcionamiento regular del
Estado; aunque formarían parte del funcionamiento
irregular del Estado.
5. En consecuencia,
podemos sugerir que la forma de
gubernamentalidad clientelar corresponde al funcionamiento irregular del Estado. Algo que no sucede solo en los
estados vulnerables o débiles, que la ideología
conservadora, convertida en teoría
académica, del imperio del norte, llama, por falta de imaginación, “estados
canallas”; sino, mas bien, sucede en todos los estados modernos, en todos los
Estado-nación. Todo Estado combina el funcionamiento
regular con el funcionamiento
irregular.
6. La peculiaridad de la
forma de gubernamentalidad clientelar,
que es la característica irregular,
que acompaña a las formas regulares
de las formas de gubernamentalidad
institucionalizadas, cuando adquiere proporciones desmesuradas, aminorando la incidencia del funcionamiento
regular del Estado, adquiere como una autonomía
relativa, para usar un concepto conocido en el análisis marxista crítico.
Ocurre como si la forma de
gubernamentalidad clientelar fuese una forma
más de las formas de gubernamentalidad
institucionalizadas. No lo es, pues requiere de la sostenibilidad del funcionamiento regular, aunque éste se
haya angostado mucho.
7. Si ocurriera el caso
extremo, que desapareciera del todo el funcionamiento
regular, sería como reconocer explícitamente el dominio absoluto del funcionamiento irregular, por lo tanto,
haciendo evidente la ilegitimidad en
la que se gobierna. Lo que puede llegar a suceder es que los papeles como que
se invierten, convirtiéndose el funcionamiento
irregular en la mecánica del
Estado, convirtiendo al funcionamiento
regular en una máscara.
8. Lo que hemos llamado forma de gubernamentalidad clientelar no
sucede, en su desmesura, solo en los llamados gobiernos neo-populistas; antes, en otras condiciones y
circunstancias, además de otra manera y con otros sentidos, en los gobiernos
nacional-populares. Sino en gobiernos
de dictadura militar, aunque con composiciones distintas y más corporativas, relativas a la casta militar. También sucede en gobiernos liberales, cuando la casta oligárquica le otorga un aire de dominio familiar al manejo del Estado.
Así como sucede de manera desbordada en estados “desarrollados”, con larga
tradición institucional, como ocurrió en la Alemania del nacional socialismo y en la Italia del fascismo. Ahora parece ocurrir, nada más y nada menos, que en
Estados Unidos de Norte América, la
primera república de la era moderna. Entonces,
este fenómeno del desborde del funcionamiento irregular del Estado no es propio de los Estado-nación subalternos,
sino del Estado moderno mismo, en todas sus variantes.
9. Habría que hablar de
las condiciones histórico-políticas
que generan la emergencia desproporcionada del funcionamiento irregular en los estados modernos. Recogiendo lo que
hemos venido describiendo y analizando al respecto, podemos decir que estas condiciones y circunstancias parecen encontrarse en coyunturas y períodos de crisis múltiple del Estado-nación. Crisis,
como dijimos en uno de los primeros ensayos de evaluación del proceso de cambio, que puede corresponder a momentos del nacimiento mismo del Estado-nación, así
como a períodos de clausura de una forma de Estado o, mejor dicho y
especificado, de forma de
gubernamentalidad.
10. A estas crisis podemos hacerlas corresponder con
crisis más profundas, por así
decirlo, que corresponden a las crisis de
estructuras de dominación.
11. Ahora bien, durante las
crisis de dominación se puede
intentar evitar la clausura de formas
y estructuras de dominación,
incorporando convocatorias populares; tratando de combinar las formas y estructuras de dominación
en crisis con improvisadas formas de
convocatorias populares, que terminan convirtiéndose en nuevas formas de dominación.
12. Si bien aparecen
promociones de cambios, de cariz democrático y popular, ocasionando desplazamientos sociales y empoderamientos populares, el efecto duradero es el de la reproducción de las dominaciones heredadas y la transfusión
de sangre a las estructuras de dominación
en crisis.
13. En estos escenarios políticos ambivalentes, las
“tácticas” de la forma de
gubernamentalidad clientelar son también improvisadas; por eso, tampoco logran realizar una “estrategia”,
que, a su vez, como dijimos, es improvisada.
14. ¿Cuál es la eficacia de la forma de gubernamentalidad clientelar? Por más improvisada que sea, es eficaz.
Convoca y seduce al pueblo, lo convence
del proyecto populista. En este
sentido, logra “legitimidad” paradójicamente
para prácticas políticas que forman
parte del funcionamiento irregular
del Estado, por lo tanto, que no podrían sostener ninguna legitimidad.
15. Para no repetir lo
que ya concluimos en otros escritos, que la forma
de gubernamentalidad clientelar salva de su crisis al Estado-nación,
prolongando su pervivencia, diremos ahora, que esta forma de gubernamentalidad logra prologar las dominaciones
estructuradas a lo largo de la historia moderna, entre ellas, el substrato de las formas de dominación, la patriarcal.
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