Tribunal Inconstitucional
Tribunal Inconstitucional
Raúl Prada Alcoreza
El llamado Tribunal Constitucional del
nombrado “Estado Plurinacional” es, en la práctica, un Tribunal Inconstitucional.
La primordial tarea de un Tribunal Constitucional es defender el cumplimiento
de la Constitución; en cambio, insólitamente, estamos ante un Tribunal que lo
primero que hace es atentar contra la Constitución. Entonces, este Tribunal no
cumple con sus funciones; por lo
tanto, entra, de hecho, a la ilegalidad
e ilegitimidad. Además, su
conformación es también ilegal e ilegítima, pues son ungidos, dos veces,
después de la victoria contundente del voto nulo, que anula taxativamente las
elecciones de magistrados; sin embargo, los anteriores y los actuales “magistrados”
son ungidos, a pesar de encontrarse anuladas las elecciones. Son pues “magistrados”
ilegítimos e impuestos contra la Constitución.
El argumento estrafalario que uso el anterior
Tribunal fue que, interpretando abstractamente
el Convenio de San José, asumen que se defienden los “derechos humanos” del
presidente a ser relegido, pese a lo que establece la Constitución, pese a que
un referéndum anulo la posibilidad de una reforma de la Constitución que
habilite al presidente a la reelección indefinida. Este estrambótico argumento,
jalado de los cabellos, se desentiende sobre que ningún convenio puede estar
encima de la Constitución; es la Constitución la que establece que asume los
convenios internacionales comprometidos. Por otra parte, los derechos humanos de los que menciona la
Convención de San José se refieren a los derechos
humanos en sentido universal, de
ninguna manera no hay algo parecido a los “derechos humanos” singulares de un
presidente que quiere habilitarse a una reelección. Este argumento estrafalario
no tiene ni pies ni cabeza; pero, a pesar de todo, contra viento y marea, el
Tribunal Inconstitucional sigue adelante con su excéntrica postura; el
gobierno, los aparatos de Estado,
cooptados por el partido gobernante, los voceros oficialistas, la masa
elocuente de llunk’us, siguen
adelante con semejante tramoya.
Ya son tres vocales del Tribunal Electoral
que se han pronunciado que el referéndum del 21 de febrero de 2016 es vinculante. No hay donde perderse. Los
que se pierden en una enredada maraña de argumentos estrambóticos son los
gobernantes, el ideólogo de la decadencia,
los “magistrados” del susodicho Tribunal, los voceros de turno, y la masa
elocuente de llunk’us. Esta desvergonzada desfachatez ha llegado al colmo
cuando el vicepresidente expresa que no se van a dejar llevar por una “norma
abstracta”, sugiriendo que ellos, los gobernantes, están en lo concreto. ¿En
este caso, que es lo concreto? Lo
concreto es que no quieren irse, no quieren dejar el poder, que no quieren
respetar la Constitución, que no asumen la democracia,
que se desentienden de los resultados del referéndum, que les vale un comino la
voluntad del pueblo. Contra viento y
marea quieren imponer su capricho, el de quedarse para siempre en el gobierno. Los
enrevesados discursos que emiten para justificarse brillan por su falta de
coherencia y de lógica. Estos discursos no están para convencer ni decir algo
que tenga sentido, sino que acompañan
como inercia discursiva al
despropósito de ejercer su capricho del único modo que lo pueden hacer, la
recurrencia a la violencia descarnada y encubierta.
El “gobierno progresista” ha cruzado la línea
varias veces; primero con el “gasolinazo”, al favorecer a las empresas
trasnacionales con el incremento de los precios de los carburantes,
contraviniendo a la Constitución, permitiéndoles, además exportar sin cubrir
las necesidades nacionales. La segunda vez que cruzaron la línea, enfrentándose
al pueblo, es cuando desataron el conflicto del TIPNIS, avasallando los
derechos de las naciones y pueblos indígenas, consagrados en la Constitución,
particularmente, en este caso, el Territorio Indígena del Parque Nacional
Isiboro-Sécure, siendo además territorio comunitario, reconocido no solo por la
Constitución, sino con la entrega del título de propiedad comunitaria por el
propio presidente Evo Morales Ayma en 2009. Favoreciendo la ampliación de la frontera agrícola de la
coca excedentaria, entregando concesiones a empresas trasnacionales petroleras
en el área intangible del bosque del TIPNIS, además de a los taladores
madereros y demás depredadores de la Amazonia. La tercera vez, ocurre cuando
aprueba un Código Penal, que no es otra cosa que la implantación de la inquisición política, en plena crisis de
la forma de gubernamentalidad clientelar
y corrupta. Pues perdida la convocatoria, del primer periodo, deteriorado
el clientelismo de los periodos
subsiguientes, ahora busca perpetrarse el “gobierno progresista” mediante el
recurso de la violencia desenvuelta, el Estado de excepción encubierto por una
ley inquisidora. Las tres veces que cruzó la línea el gobierno clientelar ha sido derrotado, tuvo que retroceder en su
intentona inconstitucional, entreguista, extractivista y depredadora, además de
despótica.
Se puede ponderar el grado alcanzado en la crisis política; sobre todo, cuando las
instituciones del Estado dejan de funcionar
como corresponden. Cuando comienzan a funcionar
de otra manera, movidos por otras estructuras
no-institucionales, por las formas
paralelas del poder. Es cuando la crisis política, que también podemos
llamarla crisis múltiple del Estado,
ha llegado lejos, ha cruzado umbrales
y límites, es cuando vemos
manifestarse el fenómeno generalizado
de la diseminación. Bueno pues, eso
parece pasar con el Estado-nación boliviano, en un contexto global donde los Estado-nación del mundo también han
ingresado a la crisis múltiple, aunque
lo hagan cada uno de manera singular.
En resumidas cuentas, ninguna institución
del Estado funciona como corresponde
a la Constitución, incluso a la estructura institucional establecida, sino lo
hacen de otra manera, respondiendo a lo que hemos denominado la máquina del chantaje. Estamos entonces
ante el fenómeno de la diseminación del Estado. Este fenómeno no necesariamente se da de
manera abrupta o, si se quiere, rápida, sino puede diferirse; lo evidente es
que ya se está en otros agenciamientos,
en consecuencia, en otra situación,
que requiere tomarse en cuenta en el análisis político.
Volviendo al tema, para hacerlo fácil, el
Tribunal Constitucional no funciona como tal, sino, como lo dijimos, como
Tribunal Inconstitucional. Su tarea no es hacer cumplir la Constitución sino
todo lo contrario, desmantelarla, evitar que se cumpla, aunque lo haga a nombre
de la misma Constitución. El fallo que dio el anterior Tribunal, ratificado por
Tribunal que le sigue, sobre la reelección del presidente, es una muestra
patente de lo que sucede. Nos encontramos en una coyuntura y contexto
político donde el Estado ya es una máquina
del chantaje, usada por la forma de
gubernamentalidad clientelar, llevando a cabo los procesos inherentes a la economía política del chantaje. ¿Cuál es
la proyección de todo esto? Aunque la pretensión explicitada por parte del
partido oficialista sea llegar a la reelección del presidente, ciertamente las
consecuencias no se circunscriben en este objetivo particular. La proyección,
aunque no sea consciente, por así decirlo,
es la de la transferencia del control
del poder a las formas paralelas del
poder, a lo que hemos denominado el lado
oscuro del poder. La diseminación
del Estado lleva a la conformación de otras estructuras
de poder funcionales, donde el Estado queda a lo mucho como máscara de otra configuración del poder. Lo que se conforma es una forma de poder en el cual ya no tiene
ningún control la sociedad; un poder completamente controlado por corporaciones
de la economía política del chantaje.
Este acontecimiento no solo pasa en Bolivia, como lo dijimos, sino corresponde
a la transformación global de las estructuras
de dominación en el mundo.
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