Regresiones y desfases del imperio
Regresiones y desfases del imperio
Raúl Prada Alcoreza
De acuerdo a Heinz Dieterich el jueves pasado, el Secretario de Estado
del Imperio, Rex Tillerson, dio a conocer la Doctrina Trump para América
Latina. Sus ingredientes: destrucción militar del régimen de Maduro;
liquidación del Socialismo (del Siglo 20) en Cuba, a partir del retiro de Raúl
Castro (abril 2018); destrucción colateral del gobierno sandinista en Nicaragua
y del boliviano de Evo; reinstalación del Estado de Seguridad Nacional (NSS),
con la obligación gubernamental
criolla de acabar con el avance de China y Rusia en el hemisferio, tal como
tenían que destruir el avance del “comunismo” en la Guerra Fría; los militares
son los guardianes de los intereses del Imperio; la instalación de dictaduras
militares como recurso político (“peaceful
transitions”), en cooperación con las oligarquías. En resumen, el
regreso a la política del National
Security State pro-imperialista de los años sesenta, sobre la
esencia de la Doctrina Monroe (América
First, no new imperial
powers - chinos, rusos, europeos en el continente, que es nuestro)
y una ampliada doctrina nuclear[1].
¿Se trata de doctrina, del retorno a la “doctrina Monroe” o, más recientemente,
a la “doctrina de seguridad nacional” de la “guerra fría”, o, mas bien, de comprender qué le sucede al imperio en la fase decadente de la dominación
del capitalismo financiero en el ciclo largo del sistema-mundo capitalista? ¿Se puede volver a la “guerra fría”
cuando ha desaparecido la Unión Soviética y el Pacto de Varsovia? ¿No se trata
de algo distinto, de retomar los juegos
de amenaza, de competir con arsenales nucleares, en plena concurrencia de
bloques capitalistas por la hegemonía
mundial y el control de los mercados?
El perfil de la política de Donald
Trump y sus hombres que lo acompañan muestra, mas bien, estilos de
improvisaciones, apenas cubiertos con shows mediáticos, donde se hace gala de barbarismos políticos y discursivos,
espantosas expresiones racistas y machistas. No es exactamente el estilo de los
hombres que condujeron las estrategias imperialistas en los periodos de la “guerra
fría”. Aquéllos hombres de la “guerra fría”, en todo caso, estaban más
preparados y tenían, por lo menos, una idea
vaga del mundo; en cambio, en los
hombres de Trump es la idea lo que
está ausente, así como es notoria por su falta una concepción de mundo.
En los periodos donde el imperialismo tenía mayor influencia,
incidencia e incluso disponibilidad de
fuerzas para la acción, acompañadas por el consenso de los aliados, no ha
podido con la resistencia de la
revolución cubana a sus intervenciones sistemáticas y continuas, tampoco pudo
evitar la derrota en la guerra del Vietnam; aunque sí pudo mantener
intervenciones intermitentes en el continente. Ahora, en la etapa de la postguerra fría, cuando paradójicamente,
la hiper-potencia
militar-tecnológica-cibernética-económica-comunicacional enfrenta la
emergencia de bloques capitalistas, que
compiten por la hegemonía. Contra
todo lo esperado, el peso específico de la hiper-potencia ha disminuido
notoriamente en el mundo y en el continente.
El fenómeno Trump es, contrastantemente, un síntoma de la decadencia
de lo que fue la superpotencia
emergida de la segunda guerra mundial; síntoma
de su profunda debilidad y manifiesta vulnerabilidad. Los aspavientos de su
presidente parecen evidenciar poses
de alarde en contextos donde este estilo bravucón desencaja.
Sin desmerecer la descripción listada de
retornos anacrónicos, que hace Heinz
Dieterich, pues, seguramente, eso es lo que se muestra en la improvisada doctrina de última hora, sino, mas bien,
retomando esta descripción doctrinaria,
que tiene que ver con la definición de objetivos
estratégicos, empero, donde falta el sostenimiento metodológico de la estrategia misma, podemos vislumbrar las
razones y las causales por las que se emite este discurso político anacrónico. Esta doctrina resucitada, sacada del museo, es precisamente un indicatum o indicación de la impotencia, a pesar de los arsenales nucleares y
las poderosas máquinas de guerra del imperio, es decir, del orden mundial vigente, que ha perdido hegemonía y legitimidad, por lo tanto, credibilidad. Esto se hace más notorio
cuando se atreve a hablar de “democracia” y pretender dar lecciones al
respecto.
Las apreciaciones lanzadas por Rex Tillerson sobre la “intervención
rusa y china” en América Latina son anecdóticas,
se circunscriben en la anécdota,
viendo, sobre todo, de la potencia más intervencionista en la historia moderna. El ataque a la Federación Rusa suena a
desubicación, cuando los presidentes de Rusia y de Estados Unidos de Norte
América forman parte de la hiper-burguesía
de la energía fósil, que obstaculiza el paso a otras formas de energías, consideradas
limpias, cuya tecnología está ya al
alcance de la mano. En el contexto mundial actual hay, mas bien, alianzas entre los estratos más
conservadores y depredadores de sus burguesías nacionales. El ataque a los
“gobiernos progresistas”, que atentan contra la “democracia” y desconocen
derechos ciudadanos, según Tillerson, es un ataque a sus proveedores de
petróleo, con los que también, implícitamente, tienen complicidades y
concomitancias, por su apego compartido al modelo
extractivista, expansivo e intensificado. Que la política internacional del
gobierno de Trump los ataque no es por convicción “democrática”, sino porque no
tiene la menor idea de lo que son
estos “gobiernos progresistas”. Si creen que son una especie de “socialismo”
actualizado, están completamente equivocados; tienen poco que ver con el socialismo real del siglo XX, salvo el
uso del término. Si consideran que son dictaduras,
del tipo mencionado durante el siglo XX, en plena “guerra fría”, no están en lo
correcto. Se trata de gobiernos que llegaron al poder por elecciones,
mayoritariamente ganadas. Si esta legitimidad
se fue perdiendo con las regresiones
clientelares, los retrocesos políticos y la decadencia, no quiere decir que llegan al autoritarismo de la misma manera que llegaron las dictaduras del siglo XX, con la
imposición de las cuales tiene mucho que ver la Casa Blanca, el Congreso y el
Pentágono. Se trata de gobiernos edificados en las avalanchas de las movilizaciones sociales anti-sistémicas,
que una vez, en la cresta de la ola, usurparon a la potencia social, se hicieron cargo del gobierno, para terminar con
la revolución misma y sus
capacidades. Haciendo el balance, estos
“gobiernos progresistas” resultaron favoreciendo a la estructura polimorfa de las dominaciones
del imperio, al castrar a los pueblos
y extirpar sus potencias. Esto se
debe a las confusiones que generan las usurpaciones y las imposturas en la era
de las simulaciones.
No quepa la menor duda que hay que
defender a los países y los pueblos del continente de cualquier intervención
del imperio; incluso con la guerra prolongada de defensa por parte de los pueblos, convocados a la movilización general. Pero, esto no
implica, de ninguna manera, la defensa de la decadencia de los “gobiernos progresistas”; no se puede defender la
decadencia, esto es defender lo que
debilita a los pueblos y coadyuva a la dominación del imperio. De lo que se trata es de defender a los pueblos liberando su potencia social; de lo que
se trata no es hundirse en la decadencia
clientelar, ni caer en las manos intervencionistas del imperio, sino de salir del
circulo vicioso del poder, de ir adelante, más allá del fin de la historia liberal y del fin de la historia del socialismo real,
mucho más allá de la comedia del fin de
la historia del socialismo del siglo XX.
Ahora bien, la defensa de los países y pueblos ante la intervención del imperio, exige la alianza y movilización de los pueblos, incluyendo a los pueblos de los países del imperio; también son pueblos dominados y esquilmados por la dominación del capitalismo financiero, extractivista y especulativo. La defensa supone la convocatoria a los pueblos, a la unidad de los pueblos, cuya responsabilidad es defender la vida ante la amenaza de las máquinas de guerra del imperio, ante la amenaza de la crisis ecológica, provocada por el “desarrollo del capitalismo”, sobre todo, en la etapa tardía financiera y especulativa.
Estos personajes de fama triste, que se encuentran en la cúspide del imperio, ungidos de potestades institucionales para decidir por sus pueblos, por los
pueblos del mundo, sin consultarlos, son como púberes engreídos jugando con juguetes de destrucción
masiva. ¿Cómo se ha llegado a esta situación
tan adversa, donde personajes que
parecen salidos de comedia, sin aprecio por la vida, sin tener idea
sobre su potencia creativa, personajes que tienen ideas peregrinas sobre la vida,
reducida al esquematismo de un evolucionismo simplón, donde se realiza la dominación del hombre
sobre la naturaleza y la dominación del hombre sobre el hombre,
tengan en sus manos el destino de la
humanidad? Esta situación hace
patente el incumplimiento de la responsabilidad de los pueblos, al dejar
que ocurra lo que ocurre, al dejar que los juegos
de poder y el círculo vicioso del
poder haya llegado tan lejos, dejando en manos de hombres sin atributos el destino
de la humanidad.
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