¿Dos proyectos o dos versiones distintas del mismo proyecto?
¿Dos proyectos o dos
versiones distintas del mismo proyecto?
Raúl Prada Alcoreza
La impresión es la
siguiente, después de una evaluación
histórica, si usamos este término institucionalizado y de costumbre, los opuestos son complementarios; mucho
más, cuando se declaran antagónicos.
Obviamente para el sentido común
esto, que decimos, parece un absurdo; para la ideología en boga o en uso, con cualquier forma discursiva que adquiere, cualquiera sea su pretensión de verdad, lo que decimos no
tiene sentido. Esto se entiende pues
la ideología, su cosmovisión de mundo es esquemáticamente
dualista. Sin embargo, a pesar del sentido
común y la ideología, que se cree
poseedora de la verdad, la facticidad
de los hechos, mas bien, corrobora lo que decimos. La oposición es la
forma misma de la complementariedad
en el mundo de las dinámicas sociales, si se quiere, en los
mundos conformados por estas dinámicas sociales. No se trata de dialéctica, tenemos que decirlo, pues la
ideología tiene sus filósofos y, como
tienen respuestas para todo, pueden decir que se trata de la dialéctica, es decir, de la contradicción que se supera en la síntesis de los contrarios.
Sin embargo, este enunciado
filosófico no es sostenible, pues, al ser complementarios,
no son necesariamente contradictorios,
salvo en el dramatismo, no de sus acciones, sino de sus interpretaciones. La dialéctica
es un paradigma filosófico que ha
intentado reducir las dinámicas de la
complejidad, sinónimo de realidad,
al modelo esquemático de una triangulación feliz; no el tercero excluido, como una interpretación “holista” pretende, sino
el tercero del equilibrio logrado, si
se quiere, jugando con las metáforas, del amante.
La dialéctica, sobre todo, en su versión
especulativa, es decir, filosófica, por lo tanto elaborada racionalmente, la
que corresponde a Hegel, ha pretendido explicar la complejidad, que no entra en su perspectiva, pues la dialéctica considera, desde el paradigma
condicional del tiempo, la huella social como historia, desde el resumen operativo,
conceptualmente, de la triada conceptual de lo que no deja de ser un silogismo: tesis, antítesis y síntesis. La historia
de la filosofía ha asumido esta pretensión como una evolución teórica de la
filosofía; lo ha hecho desde el egocentrismo,
si se quiere, para repetir una calificación de la crítica decolonial, del eurocentrismo. No cualquier eurocentrismo por cierto como consideran
los partidarios de las teorías
decoloniales, sino el eurocentrismo
del siglo XIX, el que legitima el colonialismo
como civilización y el imperialismo como dominación mundial. No se podría decir lo mismo del actual eurocentrismo, manteniendo las
referencias geográficas, del siglo XXI. En este caso, se trata de un eurocentrismo agobiado por el peso de su
propia historia, entendiendo historia como la proliferación de relatos, primero del centra-miento mundial, en torno a la
península de Euro-Asia, después al descentramiento,
no solo respecto de la interpelación de la arqueología
de las civilizaciones y culturas no europeas, sino respecto a sí misma, cuando descubre que su centro histórico-cultural corresponde a rupturas
históricas-políticas-sociales-económicas-culturales. En otras palabras, no hay tal centro sino un descentramiento constante, respecto al mundo efectivo que la rodea.
Empero, si llamamos a
esta experiencia social contemporánea crisis de la civilización eurocéntrica,
tenemos que reconocer que también es una crisis
mundial, crisis de la civilización mundial, pues Europa, como tal, no
existiría sin el mundo plural y
abigarrado. Europa es inventada por los romanos a sangre, espada y fuego,
mediante la expansión del imperio;
después Europa es inventada por la transferencia
cesarista, que queda en el dominio religioso de la iglesia cristiana,
apostólica y romana. Pero, el invento mayúsculo, es decir, histórico, en el sentido que impregna a esta palabra la modernidad,
por así decirlo, de Europa es cuando los europeos, que son distintos, inventan
Europa, al enfrentar el desafío de la dominación
institucionalizada del quinto continente. Requieren inventar una Europa,
como referente de la civilización,
para legitimar e institucionalizar las conquistas del quinto continente. Se
puede decir, que Europa se inventa contra la alteridad india o indígena, contra la alteridad de las sociedades
nativas del continente conquistado. Para decirlo de una manera dramática,
Europa se inventa contra lo que implica lo que denominan indio, aunque lo hayan hecho de una manera equivocada.
La trilogía
dialéctica de la afirmación-negación-reafirmación,
que reproduce el silogismo de tesis-antítesis-síntesis, supone la contradicción y la superación de la contradicción,
reafirmando a través de la negación,
resolviendo la contradicción en la síntesis. Ahora bien, la contradicción o los opuestos, para ser
contradictorios y opuestos, tienen que compartir el mismo plano de intensidad, solo que asumido de manera opuesta o
simétrica. Comparten algo por lo que son opuestos y contradictorios; bueno
pues, ésto los hace complementarios,
pues los opuestos se requieren, tanto para afirmarse,
el uno respecto del otro, tanto para negarse,
el uno respecto del otro. Aunque desde la perspectiva
dialéctica no sean complementarios,
sino, mas bien, contradictorios y
hasta antagónicos, es decir, de algún
modo, excluyentes, uno respecto al otro, los son, pues comparten el mismo plano de intensidad de la contradicción y de la negación; además, porque, para decirlo
de algún modo, producen el efecto que
comparten, se lo denomine reafirmación
o síntesis, dependiendo del estilo de
la enunciación.
Retomando lo dicho,
la complementariedad no forma parte
la perspectiva dialéctica, que ve,
mas bien, contradicciones y negaciones; por lo tanto, se puede decir
que los opuestos o la contradicción participa de la complementariedad sin saberlo. Figurando dramáticamente, decíamos
antes que los enemigos son cómplices, se necesitan mutuamente,
aunque juren matarse. Anotando, podemos remarcar que la dialéctica no ve la complementariedad
porque se queda en la versión polarizada de la contradicción, el antagonismo,
la negación; no llega a comprender que, a pesar de la oposición, los opuestos participan de lo mismo, de la producción del
efecto envolvente, retrospectivo y prospectivo. Participan en el mismo plano de intensidad compartido. En
otras palabras, forman parte de lo mismo.
Por otra parte, la complementariedad no se circunscribe al plano de intensidad configurado por la paradójica situación de los opuestos y
de la contradicción, sino que se abre a múltiples
planos de intensidad, que se entrelazan y cruzan, afectándose en el
conjunto de planos de intensidad
involucrados. La complementariedad,
en tanto dinámica compleja, se hace
comprensible en la integralidad dinámica
de los planos de intensidad
involucrados. Se da en constelaciones de fenómenos, que se entrelazan, se
conectan, se articulan y se integran. Se puede interpretar, dejándose llevar
por la impresión, que se juega al azar,
recurriendo a proliferantes asociaciones,
composiciones y combinaciones de composiciones. Sin embargo, parece ocurrir que el azar se
afirma en la necesidad y la necesidad
se afirma en el azar. Interpretando esta paradoja del azar y la necesidad, se puede conjeturar que, dado un
mapa de asociaciones, composiciones y combinaciones de composiciones y
asociaciones, el azar define la estructura de la necesidad en ese mapa. Como se trata de dinámicas, para decirlo de una manera más filosófica y a la vez más
metafórica, como se trata del devenir
constante, la necesidad misma se
redefine, dependiendo de los mapas
conformados.
De lo que hablamos,
de alguna manera, ya lo expusimos en los ensayos dedicados a la perspectiva compleja y al pensamiento complejo; volvemos a ello,
aunque añadiendo nuevas anotaciones, porque queremos remarcar que los opuestos son complementarios, a
propósito de la crisis política y la recurrente investidura ideológica de los
que señalan al enemigo, para
afirmarse políticamente. Liberales y socialistas, formaron parte de los mismos planos de intensidad en la modernidad
naciente, aunque se señalen como enemigos.
Ambos no solo compartieron los planos de
intensidad sociales, económico, político, cultural, de la modernidad, sino
también la ilusión del desarrollo, aunque lo hagan en dos
versiones ideológicas distintas. Que unos se autonombren como partidarios de la
libertad y los otros se proclamen
militantes de la justicia, se invisten
de discursos en concurrencia, de proyectos políticos encontrados, pero, ambos
forman parte de los mismo, de la
civilización moderna, y aunque no les guste a los marxistas, del mismo modo de producción capitalista.
Una vez agotados los
recursos argumentativos del largo siglo XX, ultimatista,
la contradicción y oposición entre liberales y socialistas se transmutó en la
diatriba entre neoliberales y neo-populistas. Aunque los recursos ideológicos
de ambos se empobrecieron, aunque los alcances de sus proyectos fueron más
reductivos, respecto a sus antecesores, liberales y socialistas, de todas
maneras, ambas expresiones ideológicas tardías comparten planos de intensidad y los efectos
perversos que sus discursos, prácticas e institucionalidades ocasionan.
Neoliberales y neo-populistas son complementarios.
No vamos a acudir a
los ejemplos más notorios de la historia
reciente, mostrando que comparten el mismo
modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente - algo que hemos
hecho en anteriores escritos -, tampoco que participan como dispositivos y
engranajes en la heurística del capitalismo financiero y especulativo,
dominante en el crepúsculo del ciclo largo del capitalismo vigente – lo que
también remarcamos en ensayos anteriores -.
A su vez, de la misma manera, no vamos a volver a mencionar que ambas formas de gubernamentalidad, la
neoliberal y la neo-populista, cohabitan con la corrosión institucional y la galopante
corrupción, aunque lo hagan con distintos grados de intensidad,
dependiendo. Lo que queremos hacer notar, ahora, en este ensayo, es que ambas
modalidades gubernamentales, discursivas, ideológicas, políticas y económicas, comparte
el mismo fenómeno del capitalismo tardío, la decadencia. Es más, pues lo anterior, fue tocado también,
ambos proyectos políticos comparten la voluntad
de nada, es decir, la historia
como desenvolvimiento nihilista; en
otros términos, el dramático camino a la nada,
que, en términos trágicos, podríamos denominar metafóricamente el apocalipsis.
Los opuestos son complementarios. Esta es la
conclusión de la evaluación crítica de la historia
moderna, para hablar genéricamente, sobre todo de la historia reciente. Al respecto, valdría la pena hacer algunas
anotaciones sobre las exacerbaciones de las contradicciones y antagonismos de
los opuestos, que se miran como enemigos.
La primera es la siguiente: si los enemigos
son cómplices, si los opuestos
son complementarios, en extremos casos del delirio fundamentalista se llega a la convicción de la solución final, de la eliminación completa y absoluta del enemigo. Este fundamentalismo delirante lleva al colmo esto de la contradicción y
el antagonismo con el enemigo, que no
esta dispuesto a tolerar su presencia.
Por lo tanto, busca eliminarlo radicalmente, sin darse cuenta, que, si esto
ocurriera, hipotéticamente, también desaparecería el enemigo del enemigo, es
decir el amigo, el mismo. A estos extremos se ha llegado en
la historia moderna de las sociedades
humanas. La guerra de exterminio emprendida derivó en lo que podríamos
reconocer como un suicidio del fundamentalismo en acción. Esta guerra de exterminio ha cobrado
distintas formas singulares, dependiendo de la versión fundamentalista, sea religiosa, política, ideológica, cultural.
Cuando acaece este fundamentalismo
delirante se hace patente el absurdo de esta concepción o concepto de la política, como definición
del enemigo.
Este extremo de la
intolerancia, que se expresa en la intensión
del exterminio, devela algo que la interpretación
racional denominaría “locura” o “irracionalidad”. Se puede llegar a
entender porque esta interpretación
racional lo dice; pues es un desquicio apostar no solamente al exterminio del enemigo, sino al propio suicidio. Resulta irracional regir sobre cementerios, así como resulta irracional acumular arsenales atómicos
de destrucción masiva, capaces de destruir nuestra Tierra cientos de veces. En
esa guerra nadie gana, todos pierden. Sin embargo, este comportamiento social,
de las sociedades modernas, sobre todo de los Estados modernos, no corresponde
exactamente a la señalada “locura”, tampoco a la definida “irracionalidad”. Lo
que hay que comprender es por qué
funciona de esta manera la sociedad moderna.
A propósito de estas preguntas, lanzaremos
algunas hipótesis de prospección.
Hipótesis
de la incoherencia perversa
1.
Aparentemente
se trata de una “anomalía”, sobre todo de un error en la información
adquirida en el sistema social humano.
A partir de este error, se genera una
mala interpretación, que no logra comprender el fenómeno existencial en el
que esta inserta la sociedad humana. En consecuencia, la errada información y la equivocada interpretación ocasionan acciones y
prácticas sociales que en vez de ayudar a la sobrevivencia coadyuvan a la
periclitación de la humanidad.
2.
La
“anomalía” se hace evidente cuando la ideología
dominante moderna supone que la tarea del hombre
es dominar la “naturaleza”. Es evidente la “anomalía” por una simple razón: el ser humano forma parte de la
“naturaleza”; ¿cómo puede dominar la naturaleza
un ser que forma parte de este acontecimiento vital?
3.
La
“anomalía” se hace peligrosa cuando se convierte en un comportamiento político asesino. Las distintas expresiones
ideológicas de la modernidad han llegado a este extremo. A nombre de la
libertad, de la justicia, de la nación, se han cometido crímenes de lesa
humanidad. Pregunta: ¿Cómo se puede justificar la promesa de libertad, justicia y territorialidad sobre el despliegue
del crimen masivo?
4.
La
“anomalía” se presenta como una amenaza ineludible cuando la civilización
moderna se realiza a costa de la vida
en el planeta. Se trata, a todas luces, de una civilización que se erige sobre la muerte, la destrucción de la
vida en el planeta.
5.
La “anomalía”
parece manifestarse en las inclinaciones tanáticas
de grupos y hasta estratos sociales; en los comportamientos sociales
destructivos y hasta incluso autodestructivos.
6.
No se trata
de una “locura” inherente, ni tampoco de una apuesta por la irracionalidad, sino de una composición estructural de las
sociedades humanas, conformada a partir de determinados momentos constitutivos o des-constitutivos,
dependiendo de la perspectiva de evaluación genealógica.
Se trata de la estructura estructurante de
las mallas institucionales de las
sociedades, que convierte a las instituciones
en principios y fines de la sociedad, dejando de ser lo que son, meros instrumentos inventados para la
sobrevivencia y la potenciación social.
7.
Llamemos a
esto el anclaje histórico-jurídico-político-cultural
de la sociedad humana. Recurriendo a las metáforas podríamos decir que a partir
de un momento la embarcación social
decide anclar en el puerto, no
moverse, ni viajar, ni aventurarse en nuevas rutas. Como si hubiera llegado a
la tierra prometida, siendo ésta el eterno retorno de lo mismo, la promesa incumplida.
Los
opuestos complementarios en la coyuntura política
Se increpan, se atacan, se descalifican, mutuamente;
el uno respecto al otro es el enemigo
abominable. En este odio que se ventilan se vislumbra, no el amor, como dice el refrán popular, sino
la concomitancia entre los enemigos y hasta su complicidad inherente o soterrada. Ninguno podría existir sin el
otro, se necesitan; necesitan que el otro
sea el demonio para ungirse como
partidario de Dios. Lo raro de todo esto es que pueden llegar hasta agredirse,
incluso hasta matarse, a pesar de que necesitan mutuamente. Uno existe porque
existe el otro; no podría desaparecer el enemigo,
sin que el amigo, uno mismo, la
referencia, también desapareciera.
Las denuncias que se hacen, uno respecto del
otro, el enemigo, ayudan a
descalificar al abominable, al culpable,
al enemigo de la sociedad, dependiendo que entiende un discurso u otro sobre
la sociedad. La funcionalidad de
estas denuncias radica en lograr sustituir al otro en el poder o, en contraste,
lograr mantenerse en el poder, impidiendo que el otro acceda al mismo. Si se cree que estas denuncias están destinadas
a desatar una revolución moral e
intelectual, se peca de ingenuidad. La revolución
moral e intelectual es una utopía,
no está en ninguna parte y en ningún lugar. Si esta revolución se efectuara demolería la estructura de poder donde se afinca la genealogía de la corrosión institucional y de la corrupción.
Si compiten en elecciones es para legitimar la elección de cualquiera de
los contrincantes. Las elecciones no cambian nada, salvo, si es el caso, los
personajes, los discursos, los estilos; empero, el círculo vicioso del poder persiste, despliega sus órbitas, define
su campo gravitatorio.
Los votantes, cansados de soportar al
anterior gobernante, que se les volvió aborrecible, creen encontrar la salida en
una nueva cara, que les hable desde la pantalla o desde el balcón del palacio
quemado o desde el nuevo palacio fálico. Si este no es el caso, los votantes
que creen que la salida ya se ha dado con el “proceso de cambio”, que no se
constata en ninguna parte, aunque se lo menciona por todos lados, creen que su
deber es mantener la cara que les habla en la pantalla o desde el balcón crepuscular.
Ambas masas de votantes, enfrentadas, en la contienda electoral, a pesar de que
se señalan acremente, son cómplices
de la reproducción de lo mismo, el círculo vicioso del poder.
Se puede decir que los enemigos en la contienda electoral han logrado desahogarse, al
manifestarse, al participar en la contienda, incluso desde antes de las
elecciones mismas, han hecho catarsis, empero, no han resuelto o enfrentado la crisis múltiple del Estado-nación, no
han salido del círculo vicioso del poder;
solo han participado, de un modo u otro, en la reproducción misma de las dominaciones.
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