Desorientación

Desorientación 

 

Sebastiano Mónada 

 

 

 




 

 

 

 

 

¿Cuándo comenzamos a caminar 

por rumbos desorientados?

¿En el momento mismo de habernos parado?

Sosteniéndonos en las dos patas traseras,

dejando libre las dos traviesas delanteras,

abriéndolas para agarrar con ellas,

para contar con nuestros dedos

las innumerables estrellas del firmamento.

 

¿Empezamos cuándo convertimos los sonidos 

en lenguaje, naciendo ahí para nombrar el mundo?

Cuándo inventamos los bullentes nombres, 

que persiguen atrapar la pulpa de las cosas,

cuándo pronunciamos los agitados verbos, 

imitando con la retórica voz las acciones,

cuándo articulamos fluidas palabras,

envolturas de soplos de brisas anímicas, 

que protegen la nuez de las imágenes.

Tripulantes del viaje a lo desconocido.

 

¿Emprendimos los recorridos de huellas nómadas

inventando los utensilios y las herramientas, 

los mágicos instrumentos de caza?

Cuándo robamos las semillas de las plantas 

y las enterramos para dar nacimiento 

a los frutos de nuestra propia siembra,

a la cosecha de nuestro cuidado,

alimentando prolongadamente a la tribu.

 

¿Cuándo se dio origen al mito?

Al culto y ritual de la memoria.

¿Cuándo enterramos a los muertos?

Cuya rigides nos deja absortos 

y extremadamente vulnerables,

observando en su mudez el misterio 

incomensurable de lo incomprensible,

buscando la puerta de entrada a otro mundo.

Abriendo en el bosque el oasis de lo sagrado,

buscando en la cordillera la cumbre divina .

 

¿Cuándo aprendimos a construir sentido? 

Cantamos, imitando a los pájaros,

danzamos, imitando a los jaguares, 

y escribimos, imitando a los dioses,

narrando relatos románticos

e historias inconclusas.

 

¿Cuándo decidimos tallar la piedras

guardando letras que juegan con palabras,

frases que tejen epopeyas heroicas, 

prosas que hilan novelas quijotescas,

versos que liberan poemas deicidas,

conceptos que inventan enunciados.

 

¿Cuándo perdimos el camino de apertura?

¿En qué momento nos convertimos en errantes?

Sin norte ni sur ni este ni oeste, sin horizontes,

inventando ilusos objetivos inalcanzables,

barnizados de promesas de goce banal,

buscando olvidar nuestro extravío

con el desborde de la crueldad,

con la perpetración de asesinatos masivos,

con la pirómana costumbre de incendiar bosques,

con la inclinación homicida a las atrocidades 

bombardeando ciudades indefensas,

destruyendo las entrañas de la tierra,

abriendo socavones mineros en la oscuridad

del alma humana perdida en su laberinto.

 

¿Cuándo convertimos al planeta en un botín de piratas,

en el mundo bizarro del saqueo y del atesoramiento?

¿En qué momento nos convertimos en monstruos

de las conflagraciones despiadadas?

Que arrasan todo a su paso,

ejércitos delirantes y enloquecidos,

de sombras fundamentalistas religiosas

y de la fabulosa máquina de la fetichización,

dejando desolados desiertos inhabitables. 

 

¿En qué momento de la crisálida de la civilización 

la metamorfosis perversa hizo emerger 

a los bíblicos jinetes del Apocalipsis?

¿Desde cuándo nuestra vocación fue la muerte?

Perseguimos a las proliferantes formas de vida,

a las multiplicidades de seres vitales,

para encerrarlos en pulcros laboratorios,

disecarlos como muestras detenidas en el tiempo,

meditando sus abruptas trayectorias desaladas.

Exterminarlos después de haberles sacado fotografías.

 

¿Podremos desandar el camino recorrido?

Recuperar el tiempo perdido,

retornar apacibles a la memoria,

volver a la inmanencia, al ser del devenir,

experimentar el múltiple acontecimiento

con el asombro e inocencia infantil,

con el afecto agradecido al multiverso. 

 

 

 

 

 

Comentarios

  1. Es una poema sumamente concientizador. Las preguntas nos sitúan en la crisis que venimos sobrellevando desde hace mucho, desde que la Naturaleza ya no es parte de la comunidad.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Desierto

Hermenéutica del concepto libertad