Desaparición y perdurabilidad
Desaparición y perdurabilidad
Sebastiano Mónada
Las nubes seguirán flotando en la esfera reluciente
del planeta azul, envuelto en velos electromagnéticos.
La Tierra seguirá orbitando alrededor del sol,
estrella inventora de átomos y moléculas,
semillas premonitorias de la potencia de la vida,
mientras todas las voluminosas masas circundantes
se trasladan con el movimiento envolvente de la galaxia.
De lo que no estamos seguros es sobre la permanencia
de las ciudades, nichos cuadriculados de cemento,
mausoleos monstruosos, conglomerados urbanos
perdidos en sus laberintos sin salidas.
Tampoco estamos seguros de la sobrevivencia humana,
ni de sus delirantes fantasías de grandeza.
Humanos, demasiado humanos
para ser ángeles o demonios,
sin embargo, atrapados por fantasmas alados.
Enamorados de sí mismo, inventores de Dios,
a quien bautizan de padre de la creación,
a quien nombran para cometer crímenes,
por la causa sagrada de los fieles,
soldados ciegos de la violencia
Quizás el oleaje lerdo de las cordilleras
se mantenga mientras respire el universo
y logren sobrevivir los coros de los bosques,
atravesados por juguetonas redes de ríos,
que inspiradas componen paisajes acuáticos,
rememorando los recorridos nómadas
de los profusos y recurrentes ciclos vitales.
Lo cierto es que fueron vanos los juegos
de dominio de las fraternidades patriarcales,
los caprichosos afanes de riqueza acumulada
por los orondos señores del capital
y de la destrucción planetaria,
las insostenibles pretensiones de verdad absoluta
de celosos sacerdotes sostenedores de tablas
de enmohecidas escrituras sagradas
y ensangrentadas por guerras santas,
la búsqueda desesperada de reconocimiento
de hombres desgarrados en sus antítesis,
buscando realizar los sueños de fama fugaz.
No sirvieron las fabulosas máquinas
de producción estéril destinada al mercado,
convertidas en jinetes mecanizados del Apocalipsis.
No sirvieron sus moles abarrotadas de mercancías,
fetiches sin magia del compulsivo consumo.
No sirvieron sus espectáculos estridentes y vácuos,
sus abalorios cromáticos e inútiles,
sus mediáticas ilusiones de ferias,
sus lujosas ostentaciones de moda,
sus ofertas de goce inmediato,
que dejan un desierto poblado
de desenterradas momias hedonistas.
Fueron absurdas sus guerras,
matanzas de jóvenes inocentes
a nombre de la repetida oratoria
de la patria, escultura de marmol,
para la adoración de feligreses
que enarbolan símbolos ungidos.
Beligerantes naciones inventadas
por el monstruo político del Leviatán.
Los señores de la guerra, egos vulnerables,
dirigen las marchas funebres al Apocalípsis.
Los sacerdotes bendicen a los que van a morir,
a las armas asesinas y a las banderas chauvinistas.
Solo quedará en el olvido de la memoria
la gramática virtual de las huellas estéticas.
las hendiduras diseminadas de la poiesis,
las invenciones alegóricas del pensamiento,
convertidas en vibraciones invisibles,
que viajan por los hilos del tejido espacio-temporal.
Solo quedarán los recuerdos encriptados
en la entrañable memoria de las cuerdas,
que no deajaran de vibrar inventando
melodiosas ondulaciones cuánticas.
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