La intermitente guerra del agua
La intermitente guerra del agua
Prólogo a ¿"La pachamama otra clase
está"? de José Luis Saavedra
Hay
que tratar de entender cómo funciona
el poder, esa máquina abstracta de las dominaciones polimorfas; cómo funciona
en sus despliegues singulares; cómo combina de manera barroca distintas figuras el ejercicio de la política. Cómo, por
ejemplo, se combina un discurso de convocatoria popular, la práctica de una
forma gubernamental clientelar, el
ejercicio desfachatado de políticas, que continúan los mismos caminos que los
gobiernos derrocados, sobre todo en lo que respecta al modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente;
acompañado por una administración irresponsable de los recursos del Estado,
además de venir asistido todo esto por la apropiación
privada de riqueza, canalizando la misma mediante la participación personal
en el “negocio”; es decir, la ejecución del proyecto público convertido en “negocio”,
tanto por los jerarcas y funcionarios de alto rango, como por las empresas
involucradas, que se benefician con concesiones y contratos displicentes.
Podemos
también sugerir otro perfil de combinaciones barrocas; por
ejemplo, el discurso liberal o
neoliberal, según el caso, el ejercicio de la malla institucional de acuerdo a
las reglas del mercado, la política
económica del libre mercado, la libre empresa y la competencia, la apertura al
capital trasnacional en condiciones de altos incentivos y restricciones para la
tributación estatal; acompañando estas práctica “pragmáticas” con beneficios
privados, encubiertos por transacciones empresariales, aunque también, como en
el otro caso, con transferencias a
cuentas personales. Ambas composiciones discursivas, de prácticas discursivas y de prácticas
de poder son barrocas; la
diferencia radica en el formato, en el perfil y en el contenido de la
composición. No solamente en la ideología
particular de legitimación. Se trata de
expresiones políticas, que, aunque de diferente composición y combinación, son
similares en cuanto a pertenencia al círculo
vicioso del poder.
Ahora,
en este ensayo, volveremos a ocuparnos de la primera composición de poder; no
solo porque se trata de la referencia connotada de la forma de gubernamentalidad clientelar del “gobierno progresista”,
sino porque manifiesta de manera más elocuente el ejercicio mismo del poder, en las formas dramáticas más desbocadas.
Un estilo del barroco político
populista
En
una composición barroca como la populista habría que preguntarse no solo
cómo funciona una combinación tan
heteróclita, sino qué es lo que prepondera en la composición, dependiendo de la coyuntura o quizás de lo que pone en
práctica esta forma de gubernamentalidad
clientelar. ¿El discurso de convocatoria en momentos de ofensiva, aunque
también en momentos de premura, de crisis,
de merma agobiante de la convocatoria? ¿El ejercicio de los circuitos
prebéndales y clientelares cuando se requiere preservar bajo control a una masa crítica de
adherentes? ¿Las formas paralelas de
poder, que empujan al enriquecimiento privado a costa del Estado y a nombre
del “proceso de cambio”? ¿Las ceremonialidades
del poder orbitando alrededor del núcleo
solar del mito, encarnado narrativamente en el caudillo? Quizás se haga hincapié en alguna de estas tendencias,
dependiendo de las exigencias de la coyuntura,
sin que las otras dejen de entrelazarse y reforzarse, reforzando, en su
momento, a la tendencia de emergencia. Pero, a lo que apuntamos es a cómo funcionan los componentes en semejante
combinación, aunque dependa el perfil
configurado de la coyuntura. Por
ejemplo, el discurso de la convocatoria
no solo sirve para lograr mantenerla, sin para legitimar el mismo ejercicio
del poder. Hasta aquí, lo consabido. Pero, ¿qué tiene que ver, por ejemplo,
el discurso de convocatoria con las prácticas de apropiación privada de los
recursos y riquezas del Estado, de la manera como se acostumbra, monetizando
estas apropiaciones? Se podría acudir a la deducción inmediata de que se legitima o, mejor dicho, encubren los
actos mismos de corrupción y corrosión institucional; sin embargo, si
fuese así, queda pendiente qué sentido entonces adquiere el discurso en esta articulación perversa entre discurso y
práctica paralela. El análisis político toma al discurso político por sus enunciados, por lo que dice; sin
embargo, cuando se usa el discurso de esta manera, conectado con las prácticas
paralelas, el enunciado mismo se
evapora, el sentido pretendido del
discurso se pierde; queda como un hueco abierto. ¿Con qué se llena este hueco?
Lo que se dice transmite no
exactamente lo que se dice, sino lo
que se hace, aunque aparezca no en su
evidencia, sino en su máscara discursiva. Lo que se dice parece decir, mas
bien, puedo decir lo que quiera, lo que significa: puedo hacer lo que quiera.
Entonces, al hacer lo que quiera, puedo decir lo que quiera; lo que importa es
lo que hago cuando lo digo, diga lo que diga. Lo que hago aparece como lo digo; lo que digo es el hecho
incontestable del poder, del ejercicio del poder.
El
político en el poder actúa y habla; parece que no se puede separar su
acción de su evocación. No en el sentido de que cuando habla es para encubrir o
si se quiere, para decirlo de manera pedestre, para “mentir”, sino en el
sentido que el habla, en este caso,
transmite otro sentido, el del acto que habla y dice: puedo hacer lo que quiero diciendo lo que quiera. En
este caso, el habla esta implicado y
condicionado por el acto mismo, forma
parte del acto, como una percusión
del mismo. El que habla, en estas condiciones, transmite un mensaje, no
propiamente político, tampoco ideológico, sino el mensaje del poder, del ejercicio del poder, si se quiere, la verdad descarnada del poder: el poder
hace lo que quiere.
El
discurso de convocatoria forma parte
de la conducta misma del político. El
significado del discurso político no
se encuentra en el enunciado o la enunciación, sino en la acción que dice:
lo hago y digo cualquier enunciación,
lo que muestra que puedo hacer lo que
quiero diga lo que diga. Al decirlo
duplico el acto en el espacio de la enunciación.
Esta
parece ser la clave para descifrar la
función del discurso de convocatoria en las prácticas
políticas clientelares. El concepto de corrupción, aplicado en el análisis político, supone una disyunción entre discurso y práctica política;
es decir, en pocas palabras, se hace algo distinto a lo que se dice; no se
cumple con la Ley, con el compromiso político, con la institucionalidad
establecida. Sin embargo, en la compleja
composición de la práctica política parece que no se
separan discurso y práctica, que conforman un nudo de entrelazamientos insoslayable.
Entonces el discurso adquiere no solo otra tonalidad
en el campo político, sino incluso
otras significaciones prácticas. En la práctica política no se separan
discurso no solo de práctica discursiva
sino de práctica política; no se separa,
en el ejercicio de poder, la dominación de facto no se separa de la dominación ejercida a
través de un uso singular del lenguaje. No se usa, en este caso el lenguaje,
para, exactamente, “mentir”, sino, mas bien, para reforzar el acto en el
discurso político.
Es
por eso que cuando un vicepresidente “revolucionario” controla o se compra la
empresa de barcazas que transportan la exportación de soya por el río Paraguay,
no le parece contradictorio ni heteróclito ser el propietario efectivo o el
accionista mayor y a la vez decir que
esta en marcha el “proceso de cambio” del “socialismo comunitario”. Es más,
fustigar a la “clase media” por “conservadora” y “colonial”. Pues el discurso
emitido no dice exactamente lo que expresa
la enunciación, sino dice otra cosa,
dice que yo hago lo que quiero y digo lo que quiero porque soy
“revolucionario”. Ser “revolucionario”, entonces, adquiere otra significación, pierde el significado heredado de la narrativa romántica y de la narrativa insurgente; en el acto-discurso, en el discurso convertido en parte del acto, adquiere el significado de soy el cambio de élite, soy la nueva élite
“revolucionaria”, pues he venido montado en el caballo de la revolución, de la insurrección popular.
Entonces la insurrección popular, que antecede al “gobierno popular”, es motivo
suficiente para ungirlo de “revolucionario” y ungir de “revolucionarios” a sus
gobernantes. Ciertamente el sentido
de cambio se estrecha a la
connotación circunscrita de cambio de
élite, pero esta reducida connotación basta para mantener la palabra, que
ha perdido la fuerza de la metáfora romántica, que sirve no tanto
para legitimar lo que se hace, sino para duplicar lo que se hace, el acto descarnado de poder.
Se
puede comenzar a entender también por
qué se deriva en una administración displicente y hasta bochornosamente
irresponsable. En estas condiciones descritas, ¿qué se administra? Ciertamente
los bienes y recursos del Estado; pero, ¿cuál es el sentido de pertenencia que se asume? La Constitución dice que es el
pueblo boliviano el propietario de los recursos
naturales, que el Estado es un mero administrador.
Pero, como la nueva élite es ungida de “revolucionaria”, la posesión efectiva
la tienen los administradores,
quienes pueden tomar las acciones de emergencia que son necesarias en un
periodo álgido como el del “comunismo de guerra”, cuando se le entrega todo el
poder concentrado al “comité central”. Obviamente esta comparación es
insostenible, pues el “comunismo de guerra” correspondió a la guerra civil que
enfrentaron los bolcheviques, ante una invasión imperialista a la Patria
Socialista, apoyando al ejército de los “rusos blancos”, resabios zaristas.
Empero, en el imaginario de la nueva
élite cualquier analogía, por más
lejana y de atisbo tenga, basta para ungir a la concentración inconsulta de
poder del gobierno popular y de su estructura palaciega de cierto halo
histórico de la primera revolución
proletaria triunfante. Sin embargo, lo que no hay que olvidar es que si
bien se dice en la enunciación del lenguaje que hacemos lo mismo que hacen
los bolcheviques en un momento de emergencia para defender la Patria Socialista
y salvar la revolución, efectivamente
se dice: estamos en el poder y hacemos lo que queremos, pues el poder sirve
para eso.
Lo
que se administra son las posesiones
de la nueva élite, posesiones
estatales, que asumen como si fuesen propiedad
privada de la casta gobernante. Esta administración es importante, no solo
por lo que se refiere al enriquecimiento privado, sino por los recursos
necesarios para reproducir las extensas redes
clientelares. Lo que importa es esto, la reproducción de la masa
clientelar, incluso, mejor, invertir en su expansión. Lo demás no importa
tanto; las tareas encomendadas por el Estado, la administración pública, la
administración de las empresas públicas, en el sentido recomendado, buscando la
eficiencia y eficacia, el ahorro y los mejores beneficios y de calidad para el
Estado. Estas tareas encomendadas por la Constitución son colaterales. Lo
importante es hacer funcionar el aparataje clientelar; se pueden
construir elefantes blancos, no importa; lo que se busca es la circulación
monetaria de los flujos que financian
la reproducción de la máquina clientelar. Como se dice
popularmente, para muestra basta un botón. Sin recurrir a ejemplos conocidos de
corrupción y corrosión institucional, los más connotados por los medios de
comunicación, incluso sin recurrir a lo que estos medios no ven, la magnitud
del control trasnacional a través de
la incorporación de gobernantes y jerarcas de la administración pública a sus
planillas, además de la incidencia del lado
oscuro del poder, vamos a referirnos a un ejemplo, mas bien, anecdótico,
que ilustra elocuentemente lo que ocurre. En una economía extractivista administrada por un Estado rentista las fichas ambientales son cruciales para habilitar
precisamente la explotación de los recurso
naturales. Que cuando la empresa contratada para hacer el diagnóstico de
impacto ambiental pide la información técnica y los mapas por donde pasaran los
senderos de exploración, después los caminos, las instalaciones de la
maquinaria extractivista, se le entrega, en vez de una documentación técnica,
basada en los propios estudios de la empresa estatal, en este caso YPFB, un
informe hecho desde el Google Earths, estamos ante el hecho insólito; dato
escabroso de a donde ha llegado la desidia y la negligencia. Esto no quiere decir que probablemente no
solo no cuentan con esos estudios, esa información técnica, sino sobre todo que
no les importa lo que pase en cuanto a impacto
ambiental; por eso, tampoco es importante entregar estudios geológicos y
geográficos que se requieren. Se trata meramente de trámites administrativos,
como cuando se llenan formularios; todo para cumplir. De lo que se trata es de
hacer marchar el proyecto a como de lugar. Este ejemplo anecdótico muestra
patentemente el carácter de esta administración
pública. No está precisamente para
velar por los intereses ya no solo del Estado sino del mismo pueblo, que es el
propietario de los recursos naturales, sino que está para hacer que la máquina clientelar funcione.
Estamos,
entonces, ante una administración pública
cuya tarea es hacer que funcione la máquina clientelar; su tarea es
garantizar que esto ocurra. Mientras esto pasa, entonces, la administración de
la maquina clientelar cumple; es eficiente en este sentido. Aunque nos
sorprenda lo que pasa, no hay, en consecuencia, de qué sorprenderse; estamos
ante discursos políticos que dicen otra cosa diferente a la enunciación, estamos ante un aparato administrativo público que no administra lo público sino las posesiones de la nueva élite política y
económica. Quizás sea esta la razón por
la que la administración pública
clientelar funcione como lo hace; desde la perspectiva normativa e
institucional, de una manera catastrófica; pero, desde la perspectiva de la gubernamentalidad clientelar funciona
como corresponde. Ahora, en lo que sigue, no vamos a dar otros ejemplos anecdóticos,
ni mostrar otros botones; lo que haremos es concentrarnos en la problemática del agua, la crisis anticipada del agua. Recurriremos
al libro de José Luis Saavedra ¿"La
pachamama otra clase está"?, donde se describe la reciente crisis del agua, sus causales, sus
impactos, sobre todo lo que hace evidente, la cuestionable administración
estatal, además de sus complicidades innegables con las expresas trasnacionales
extractivistas, que derrochan el agua y la contaminan, contaminando cuencas y
territorios aledaños y lejanos.
Interrupción de los ciclos del agua
Los ciclos del agua forman parte de los ciclos vitales, cualquier interrupción
redunda en los otros ciclos entrelazados. Por eso los ciclos del agua como los otros ciclos
son vitales. Cuando se interrumpen por
efectos sociales, como por ejemplo cundo se talan los bosques, es cuando se
interrumpe el ciclo, es decir, cuando
se corta el circuito de la evo-transpiración. Entones asistimos de pleno a la crisis del agua. Esto es lo que se siente cuando el agua
escasea en las ciudades, cuando se siente las sequia en zonas geográficas
identificadas. Empero, cuando esto se
ahonda por el efecto de una administración lamentable, que no tienen en cuenta
el ciclo mismo del agua, los efectos
adquieren la dimensión de la escasez demoledora del agua. Las ciudades son las
primeras en sentirlo. La crisis del agua
en la ciudad de La Paz y en otras ciudades de Bolivia develan las grandes
falencias del “gobierno progresista”.
El “gobierno
progresista” no solo no previó lo que se venía, sino que se convirtió en un factor de del desenlace dramático de la escases del agua. La administración pública del
agua contribuyó al desenlace de
la crisis, no solo por la
cuestionable administración, sino porque desató otros factores que
repercutieron en la crisis.
Crisis del agua
Tenemos
que hablar de los ciclos del agua,
pues nos encontramos ante procesos de reproducción
del agua, a través de la evaporación y transpiración; el ciclo del agua forma parte de los ciclos vitales articulados e integrados
ecológicos. Cuando se interrumpe el proceso del ciclo del agua se afecta a su reproducción,
esta interrupción, por cierto es parcial, pues si sería una interrupción
absoluta ya no habría tal reproducción
ni el ciclo del agua. Las
interrupciones parciales del ciclo del
agua afectan notoriamente a su reproducción
y como el ciclo del agua está
entrelazado a los demás ciclos vitales,
las interrupciones parciales en el ciclo
del agua afectan a los demás ciclos
ecológicos. Lo mismo ocurre con las interrupciones parciales en los demás ciclos, que derivan no solo en la
incidencia particular de la reproducción
del ciclo sino en la reproducción de los demás ciclos vitales. Por ejemplo, la tala de
bosques incide preponderantemente no solamente en el ciclo biológico de los bosques, sino en el ciclo del agua, en el ciclo
del aire, en el ciclo de los suelos.
De esta manera, se afecta notoriamente al sistema
de vida planetario.
El
sistema-mundo capitalista, en la
medida que se ha venido expandiendo, consolidando y desarrollando, ha incidido
notoriamente en la acumulación de interrupciones parciales de los ciclos vitales; en lo que respecta al ciclo del agua, ha venido afectando
notoriamente los procesos de reproducción. No hablamos solamente del incremento
del consumo del agua, sino de los efectos de la contaminación y depredación en
la reproducción del ciclo del agua. El modelo colonial extractivista del
capitalismo dependiente ha afectado preponderantemente en los modos de la reproducción del ciclo del agua, en la evaporación y
transpiración. Se estima que las sociedades humanas ya enfrentan lo que se
denomina la escasez del agua dulce;
se estima que esta situación se ha de venir agravado a tal punto que los
estados van a enfrentar la guerra del
agua.
¿"La pachamama otra clase está"? comienza con la crisis del agua en la ciudad de La Paz.
El gobierno atribuye la disminución dramática del agua de la represa de
Hampaturi al “cambio climático” y oculta, al decirlo, su desastrosa
administración; tanto de la empresa encargada como de los ministerios que
tienen que ver con la administración del bien liquido. El libro se propone
demostrar las causales económicas,
sociopolíticas y ambientales de la crisis del agua, además de las falencias y
errores administrativos, sobre todo cuando la escasez del líquido elemento se muestra en su más grave ausencia.
Al final se propone plantear algunas soluciones perentorias. Entre las causales
económicas se encuentra el modelo
extractivista como núcleo de una
estrategia depredadora y destructiva; entre las causales sociopolíticas se
encuentra en el centro de la
devastación el Estado rentista; entre
las causales ambientales se hallan los efectos de la crisis ecológica, efectos alarmantes como el deshielo de las
cumbres de la cordillera, así como la extensión intermitente de la sequía,
acompañada paradójicamente por inundaciones paulatinas, convirtiendo a unas
zonas en anunciados desiertos y a otras en zonas de inundación. Nos detendremos
a analizar el factor del modelo extractivista de la economía dependiente y el carácter rentista del Estado-nación subalterno.
Modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente
La conquista y la
colonia del quinto continente, lo que
se llama por los propios, los nativos y mestizos asumidos por las
territorialidades del continente, que asumen la defensa de la vida, Abya Yala,
ha instaurado un modelo económico,
por así decirlo, que es el substrato
de la economía-mundo capitalista y,
por lo tanto, del sistema-mundo
capitalista; este es el modelo colonial extractivista del
capitalismo dependiente. Sabemos que al hablar de modelo lo hacemos metafóricamente, pues, en efecto, no ha sido, si
se quiere, de manera deductiva lo que
ha ocurrido, sino, mas bien, de manera inductiva.
Las oleadas de conquista y de colonización, que datan desde el siglo XVI, han
venido conformando este denominado modelo,
en principio, en forma de enclaves,
sobre todo en las playas, haciendo como cabeceras de playa; después, en la
medida que se adentraban al interior del continente, los puertos de desembarque
se conectaban con la expansión de la colonización. Se puede decir que es con la
conquista de Tenochtitlán cuando se conquista
propiamente toda una región, incluida la metrópoli
administrativa, además del sistema de comunicaciones y redes y circuitos
socio-demográficos-culturales de la
civilización de Mesoamérica. La conquista efectuada se consolida con el primer
virreinato ibérico, el Virreinato de Nueva España.
Los siguientes
virreinatos y capitanías casi repiten los mismos procedimientos de conquista; terminan implantando en el
continente un modelo administrativo
colonial, que corresponde a algo parecido a estados absolutistas extraterritoriales, desde la perspectiva del
la Corona española. Son estas administraciones políticas y militares las que se
convierten, incluso para Europa, en los referentes
de la arquitectura estatal. La colonización, una vez consolidada la colonia,
continúa en la propia y Europa; se instauran administraciones estatales de lo
que va a venir a ser el Estado moderno; se implanta a sangre y fuego la lengua nacional; se institucionaliza el mito de la nación. Nacen los Estado-nación, quizás primero, como afirma
Benedic Anderson, en el continente conquistado, concretamente en Norte América,
con la independencia de las trece provincias sublevadas y ganadoras de la
guerra anticolonial con el imperio británico. La revolución francesa va a ser otro hito en la construcción del
Estado-nación, del Estado moderno. Así como Tzvetan Todorov dice que el mundo es mundo desde la conquista de América, se puede decir que el sistema-mundo moderno emerge desde la
conquista de Tenochtitlán. Después de la independencia de los estados de la
unión, de la conformación de la primera república moderna, y después de la
revolución francesa, los Estado-nación emergen, ya sea de guerras de
independencia, como en América, o como efectos irradiantes de la revolución; más tarde, en el siglo XX,
como consecuencia de las guerras de liberación nacional. Entonces, el modelo de Estado moderno se generaliza,
incluso se mundializa. Este modelo
político mundializado se complementa con el modelo económico, también mundializado; se trata de la economía-mundo capitalista, cuyo substrato es el modelo extractivista, pues se basa en la explotación expansiva de
los recursos naturales. El sistema-mundo capitalista se desarrolla
sobre la base de la expansiva e intensiva explotación de los recursos naturales, convertidos en materias primas para la industria. El
susodicho desarrollo lo hace, es
decir, se desenvuelve, crece y se transforma, sobre la base de esta explotación
de los recursos naturales, que
también adquieren la envergadura mundial, en forma de una división del trabajo mundial. El sistema-mundo capitalista crece y se consolida poniendo en operación la geopolítica del sistema-mundo, que separa centros de periferias, centros de acumulación y concentración
de capital de periferias de
des-acumulación y transferencia de recursos
naturales. En consecuencia, tenemos un sistema-mundo
compuesto por un modelo económico y
un modelo político; la economía-mundo tiene como substrato al modelo extractivista y la política-mundo
tiene como referente al Estado-nación. Tendríamos que hablar, entonces, de un sistema-mundo moderno económico y político;
la composición económica y política y sus combinaciones inherentes se
complementan y se refuerzan. Por eso, es insulso sugerir, peor hacerlo, operar desde el Estado para liberar a la sociedad del capitalismo;
el Estado es la otra cara de la medalla del sistema-mundo,
la otra cara es el capital.
El modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente corresponde
a la inmensa periferia del sistema-mundo capitalista; en tanto que
el modelo industrial, que no deja de
ser colonial, puesto que la colonialidad
es mundial, corresponde a los centros
del sistema-mundo. Centros y periferias interactúan, se complementan, hasta pueden variar, no
solo en lo que respecta a la potencias
emergentes, sino porque la geopolítica
del sistema-mundo capitalista es móvil. Sin embargo, lo que hay que tener
en cuenta es que sin la expansión e intensificación, incluso, ahora, la
tecnificación, extractivista, la economía-mundo
y la política-mundo no funcionarían.
La crítica de la economía política de
Marx, por cierto, como dijimos en otros ensayos, restringida, circunscrita al campo económico, supone como núcleo del modo de producción capitalista la esfera productiva, es decir, el
espacio de la industrialización; en esta apreciación hay una sobrevaloración de
la producción, olvidando que no hay producción sin la incorporación de materias primas; en consecuencia, no es
sostenible colocar el núcleo del modo de
producción en los procesos de
producción; no habría procesos de
producción sin procesos
extractivistas. No queremos decir que el núcleo del modo de producción capitalista se encuentra en el modelo extractivista; no se trata de
esto, sino de comprender la articulación imprescindible de los procesos extractivistas y los procesos de producción. Ambos conforman,
si se quiere, un núcleo complejo, un núcleo extractivista-productivo. La
denominada valorización abstracta, tesis marxista-ricardiana, no se da en el proceso de producción, en la absorción
de tiempos socialmente necesarios no
pagados, sino comienza en la extracción
de recursos naturales, prácticamente
de manera gratuita, salvo la renta a los
Estado-nación-subalternos, sin retribuir a la naturaleza lo que se le quita; es decir, destruyéndola;
transfiriendo costos ecológicos
irreparables, que no tiene en cuenta la contabilidad capitalista. En esto,
quizás tenían razón los fisiócratas, cuando señalaban que el plus-producto y el plus-valor, de donde viene la ganancia, deriva de la naturaleza.
Sin periferias no hay centros, sin modelo
extractivista no hay modelo
industrial, sin modelo colonial
extractivista del capitalismo dependiente no hay modelo colonial industrial. Entonces, la valorización abstracta acaece desde el saqueo de la naturaleza
hasta la explotación de la fuerza de trabajo, además de la expoliación de los consumidores, a
través del mercado, por precios de inflación y la expansión de la deuda
impagable, a través del sistema financiero. La valorización abstracta es el evento constante en el sistema-mundo moderno de este núcleo y motor compuesto extractivista-productivo-financiero.
La paradoja de la economía-mundo, sistema de la valorización abstracta y de la contabilidad capitalista, no valoriza los recursos naturales, no valoriza la destrucción que deja a su paso.
Para la contabilidad capitalista los recursos naturales no valen, salvo
cuando se convierten en materias primas y conllevan un costo, el costo de la renta y de la inversión en la explotación. El modelo
colonial extractivista del capitalismo dependiente, substrato de la economía mundo, no valoriza los recursos naturales que transfiere a los
centros del sistema-mundo capitalista, salvo en lo que respecta a las
estadísticas de la renta que recibe.
Por lo tanto estamos ante un sistema-mundo
que no valoriza la vida, sino la muerte.
Se comprende pues que este sistema-mundo de la civilización moderna haya desencadenado la crisis ecológica; se entiende
que al orden mundial, el imperio, no le inquiete la crisis ecológica desatada, salvo en lo que respecta a las tibias
propuestas de bajar los niveles de contaminación y amortiguamiento de las
extensas huellas ecológicas; se entiende que a los Estado-nación
subalternos no les importe la destrucción
ecológica desatada en sus países, salvo en lo que respecta a la
pronunciación demagógica. En este sentido, también se entiende el funcionamiento
de sus instituciones que amparan esta destrucción, ya sea con uno u otro
discurso, uno u otro procedimiento político y económico. La clave para entender la negligencia del “gobierno progresista” de Bolivia
respecto a la crisis del agua se
encuentra en este substrato de la dependencia, de la colonialidad y de la subalternidad.
La guerra del agua
La guerra del agua parece intermitente, recomienza después de un
lapso, como descansando. En la llamada guerra
del agua en Cochabamba, desatada en los primeros meses de 2000, que
comenzó, un año antes en Tiquipaya, se
rebelaron, primero, las organizaciones recolectoras del agua, encargadas de
distribuir el agua según “usos y costumbres”. El intento gubernamental de privatización del agua comenzó ya en
1999. Los recolectores del agua y los agricultores se unieron en defensa de los
“usos y costumbres” del bien común del agua, frente a los primeros pasos que se
daban estatalmente para su privatización.
La guerra del agua de Cochabamba
convulsionó a todo el departamento, principalmente a la ciudad capital; las
Ongs denunciaron los intentos de privatizar el agua, comenzando con las fuentes
del Tunari. Desde este momento de denuncia la información se extendió y se
difundió; se coaligaron organizaciones sociales y colegios de profesionales,
así como otras asociaciones de la urbe valluna. La población comenzó a reunirse
y debatir el tema, después a movilizarse. Conocido el proyecto de ley entregado
por el gobierno de entonces al Congreso, que proyectaba conceder el agua, en
sus variadas formas, a una subsidiaria de la empresa trasnacional Bechtel,
denominada Aguas del Tunari, la movilización y su extensión fueron
indetenibles. La Coordinadora de la Defensa del Agua y de la Vida, que aglutinó
a un conglomerado de organizaciones sociales, juntas de vecinos, asociaciones
profesionales, Ongs, bajo la convocatoria de la Federación Sindical de
Fabriles, se convirtió en el referente
de la movilización y en la organización coordinada de la misma. Ante el
proyecto neoliberal de privatizar el
agua, la Coordinadora de la Defensa del Agua y de la Vida propuso un proyecto
autogestionario del bien común.
Cuatro años más
tarde estalló otra guerra del agua,
esta vez en la ciudad de El Alto. La escasez
del líquido elemento y su deficiente y limitado suministro ocasionó la protesta
y la movilización popular. La Junta de Vecinos de la Ciudad de El Alto buscaba
no solamente subsanar estas falencias y deficiencias, sino también evitar
cualquier forma de privatización.
El problema de la crisis del agua se ha venido
manifestando en distintas situaciones; variadas y contrastantes, sequías en
unas zonas e inundaciones en otras. Se puede decir que las sequías aparecen en
una amplia geografía que abarca tanto el Altiplano como el Chaco, sin dejar
escapar, en ocasiones, a uno que otro valle. Las inundaciones aparecen
intermitentemente en la región amazónica, sin descartar, en ocasiones,
inundaciones en otros lugares. Esto no quiere decir que en unos lugares sobra
el agua y en otros escasea; el agua dulce es un bien común, que ante el
avasallante consumo compulsivo, ya es escaso. Esto no quiere decir que es
escaso en términos absolutos, pues el
agua forma parte de la reproducción
del ciclo del agua; pero es escaso,
en términos relativos, teniendo en
cuenta las condiciones de posibilidad
ecológicas del ciclo del agua.
Cuando el consumo compulsivo se incrementa, cuando la explotación extractivista
lo derrocha, cuando se contamina el agua, además de contaminar los suelos y el
aire, depredándolos, se interrumpe parcialmente el ciclo de la reproducción del agua.
El año 2017
estalló nuevamente la guerra del agua,
esta vez en el epicentro de la geografía política, en la sede de gobierno, en
la ciudad de La Paz, con irradiaciones a la ciudad del Alto y otras ciudades, como
Potosí, incluso Sucre, la capital; también a otras zonas de pronunciada sequía.
Se hizo patente la descuidada y negligente, además de ineficiente,
administración estatal del agua. La principal represa que alimenta de agua a la
ciudad de La Paz bajó sus niveles de manera dramática. Los personeros de la
empresa estatal del agua y los ministerios encargados con su administración
atribuyeron esta calamitosa disminución de los niveles de reserva de agua de la
represa al “cambio climático”. En contraste, varias organizaciones sociales,
desde campesinas hasta juntas de vecinos señalaron al gobierno como el
responsable de la catastrófica disminución de la reserva de agua de la represa;
no solo por no haber sabido prever, sino por haber entregado el agua, mediante
desvíos de ríos, a empresas trasnacionales mineras. Varios especialistas en el
tema, al hacer el diagnóstico del problema,
describen las falencias de una administración estatal del agua improvisada. El
dramatismo de la escasez del agua se
hizo sentir en la penuria de los barrios por conseguir el líquido elemento. El
dramatismo alcanzó niveles de tragedia, con la desaparición del lago Uru-Uru y
con la amenaza de desaparición del lago Popó, con todos los efectos sociales y
ecológicos que estas desapariciones conllevan. Por otra parte, organizaciones
ambientalistas informaron, apoyadas en investigaciones, que la descomunal tala
de bosques, la ampliación de la frontera agrícola y de la frontera
extractivista, provocan modificaciones críticas en los patrones de los ciclos
ecológicos, trayendo a colación perturbaciones en el ciclo del agua. Estas organizaciones se oponen a la construcción de
las mega-represas del Bala y del Chapete, que proyecta el “gobierno
progresista”. Se estima que estas mega-represas van a causar inundaciones
irreparables, conllevando la desaparición de de parte de la biodiversidad
zonal, afectando dramáticamente a pueblos indígenas, los que se van a ver
obligados a migrar, con las consecuencias irreparables de su desaparición. El
efecto catastrófico de la represa del Bala tendrá como consecuencia la
desaparición del Parque y Área Protegida Madidi, además de la desaparición de
las comunidades indígenas que lo habitan.
Como se puede ver,
la problemática de la crisis del agua
es compleja e integral, además de ser un tema crucial para la sobrevivencia de
las sociedades humanas y de las sociedades orgánicas. La actitud del “gobierno
progresista” ante semejante cuestión muestra su patético desconocimiento y su
irremediable irresponsabilidad. Minimiza la cuestión crucial convirtiendo la
problemática en un enunciado abstracto, “cambio climático”, que al parecer no
afecta gravemente, sino que se lo señala como exterior y mundial, salvo ahora,
cuando se tiene que encubrir la pésima administración pública. Se aminora la
problemática a la caricatura que tiene del “cambio climático”, reducido de
antemano por los organismos internacionales al llamado “calentamiento global”,
deduciendo de aquí que de lo que se trata es de disminuir la emisión de gases
de efecto invernadero. La demagogia discursiva hace shows en los foros
internacionales y en las Cumbres de Naciones Unidas, en tanto que,
efectivamente, persiste en la intensificación y extensión del modelo extractivista. Insiste en llevar
adelante la construcción de las mega-represas, deja ampliar constantemente la
frontera agrícola y la frontera extractivista, además de avalar la tala de
bosques, que proporcionalmente ha alcanzado en Bolivia a dimensiones
apocalípticas.
En lo que respecta
a la crisis del agua en la ciudad de
La Paz se llegó al extremo brutal de seleccionar barrios que merecían un
reparto de agua más voluminoso y más continuo que otros; queriendo encubrir
esta brutalidad con balbuceos ideológicos: ni una gota de agua para los q’aras. Este balbuceo ideológico, que es, mas bien,
una grosera incomprensión de la cuestión
política, de la lucha social y anticolonial, no puede encubrir el patético
desconocimiento del problema y la pésima administración del líquido elemento;
además de mostrar que estos personajes ocupan cargos administrativos sin
merecerlo ni tener una peregrina idea de lo que se trata sobre el asunto que
administran.
La ciudad de La
Paz es una ciudad abigarrada, además de entrelazada, como lo fue desde sus
nacimientos; ciudad india y ciudad mestiza. En todas sus zonas se
nota esta composición abigarrada, claro que con variadas
tonalidades; por ejemplo, la zona sur se conforma por una composición colateral
y atravesada de barrios residenciales y barrios populares, que cohabitan,
además de estar recorridos por los circuitos que realizan noventa y cinco
comunidades campesinas de sus alrededores. Al decidir hacer pagar caro a la
zona sur se afectó a todo este conglomerado socio-demográfico y
socio-territorial abigarrado. Por
otra parte, tampoco los barrios escogidos como merecedores de una mejor
atención se salvaron de la dramática situación. Además, la dramática escasez del agua se hizo sentir
gravemente en la ciudad de El Alto. El gerente de la empresa estatal del agua
de esta ciudad fue el primero en caer. Las movilizaciones sociales no se
dejaron esperar; estallaron, primero, puntualmente, después se expandieron a
los barrios y a las zonas, llegando a cubrir a la ciudad misma. El gobierno se
vio en figurillas, sin poder recurrir a la letanía de sus argumentos
machacados. Desbordado por la movilización social demandante y por el problema
desbocado, incapaz de atenderlo, cedió; pero, lo hizo de la forma como
acostumbra, buscó chivos expiatorios. Cayeron ministros y sus entornos de los
ministerios y oficinas encargados de la administración del agua; cayó la
administración de la empresa estatal del agua de La Paz. Cayó el padrino de los
ministros en desgracia, el hasta entonces permanente Canciller, David
Choquehuanca. Se incorporaron a la dirección administrativa de la empresa
estatal del agua a conocidos técnicos, que supieron, por lo menos, mejorar las
condiciones de la distribución del líquido elemento y mejorar el acopio del
agua. La llegada de las lluvias los salvó. Sin embargo, se entiende, que la crisis del agua está lejos de haberse
resuelto; tampoco la guerra intermitente
del agua ha concluido; se ha dado un descanso.
De la administración del agua
Se puede decir que
hay diferentes formas y tipos de
administración del agua; la más conocida es la que experimentamos en las
sociedades modernas, la que cobra por los servicios,
convirtiendo al agua potable, es decir, a la tratada, después de acumularla en
represas y distribuirla por cañerías, en mercancía.
Esta administración se circunscribe a la captación del agua y su manejo
administrativo en la distribución. Para esta forma de administración, el agua es, en el mejor de los casos, un recurso natural, convertido en un servicio básico, sobre todo en lo que
respecta a las urbes. Claro que también entra el servicio a la industria, así como a la minería. En lo que respecta
a la agricultura, la mayor parte de la misma se mueve a los ritmos de los ciclos de las lluvias y de los flujos de los ríos, esperando sus
llegadas o atendiendo al volumen de sus flujos;
también, en algunos casos se usan pozos. Solo una parte de la agricultura usa
canalizaciones más sofisticadas y regadíos más técnicos; pero, este uso no es
de agua potable. De todas maneras, se trata de agua dulce, requerida por las dinámicas de los ciclos vitales ecológicos.
Entonces estamos
ante usos que convierten al agua en objeto
o de servicios o de insumos para la explotación extractiva y
la industria, para la explotación minera, para el consumo industrial y para la
agricultura. Para que el agua se convierta en objeto es menester separarla,
por lo menos institucionalmente, incluso técnicamente; esto es, efectuar la economía política de los recursos naturales,
que separa el agua, en condiciones de
servicio, del agua como flujo ecológico; valorizando el agua como servicio y desvalorizando el agua como flujo ecológico. El agua convertida en objeto es adecuada para su conversión en
mercancía; no solo en cuanto servicio, sino en sus formas
transformadas en la industria de refrescos, gaseosas y bebidas. Entonces, el
agua como mercancía es decodificada como valor abstracto, como precio que no solo circula en el mercado, en
el comercio, sino también aparece numéricamente en las estadísticas económicas,
en tanto servicios, así como en sus usos industriales. También puede
aparecer cifrada en las estadísticas
referidas al consumo de la población. Sin embargo, a pesar de esta
circunscripción, esta economía política
del agua, que supone la separación
institucional y técnica del agua. El agua no es objeto, por más que se haya institucionalizado como tal y se la
maneje de esta manera, por más que así lo conciba el imaginario moderno. El
agua, efectivamente, forma parte de los ciclos
vitales ecológicos.
Otra concepción y
forma de administración del agua es la que la considera como un bien, que la concibe como flujo, desde sus fuentes hasta sus desembocaduras;
esto ocurría en las sociedades antiguas,
que la conciben en los ciclos y flujos de redes hídricas y estaciones de
lluvia. Estas sociedades conformaron lo que Karl August Wittfogel denominó modos de producción hidráulicos. La
concepción del agua en estas sociedades no solo es más amplia que la dada en
las sociedades
modernas, sino que concibe al agua como flujo
y no como stock; esta última es la
figura asumida en el imaginario de las sociedades
modernas. En consecuencia, la administración
del agua en cuanto flujos
hídricos y canalizados de modo hidráulico,
tiene una perspectiva de largo plazo, a diferencia de los cortos y medianos
plazos de las administraciones del líquido elemento en las sociedades modernas; además de ser más eficientes en el uso del
agua. Hablamos de sociedades que ocasionaron la llamada revolución verde, con el nacimiento de la agricultura, su
consolidación y extensión. Hablamos de sociedades humanas que domesticaron el
genoma de las plantas y animales, produjeron prácticamente casi todo lo que nos
alimentamos hoy. Las sociedades modernas
han tecnificado estos logros, los han industrializado y extendido
peligrosamente, ampliando desbordantemente la frontera agrícola.
Vamos a configurar
una tercera forma de administración y concepción del agua; la llamaremos ecológica. Esta forma de administración del agua concibe el ciclo del agua como parte interrelacionada, imbricada y entrelazada
de los ciclos vitales del planeta. En
este caso, el agua no se separa de las otras composiciones vitales de los ciclos
ecológicos. El agua no solo forma parte de los flujos, es concebido como flujo,
sino como fenómeno vital de procesos
complejos y dinámicos, en mutación y en metamorfosis, en el entramado de los ciclos vitales, que funcionan como tejidos materiales en constante
movimiento. En este caso, propiamente hablando, no hay pues exactamente una administración del agua, sino, mas bien,
una participación en las dinámicas integradas de los ciclos vitales ecológicos. Mejor dicho,
se trata de reinserciones de las
sociedades humanas a los ciclos vitales
del Oikos. Esta participación en la dinámica de los ciclos vitales sugiere una administración integral de los usos de
los bienes; es la propuesta ecológica ante la crisis ecológica desatada por el sistema-mundo capitalista. Se trata de un proyecto ecológico en
defensa de la vida, de la armonización en la sincronización de los ciclos
vitales y los seres. Esto
equivale considerar a las sociedades humanas, particularmente a sus
asentamientos, como parte de los nichos
ecológicos.
De la composición y la argumentación del libro
El libro ¿"la pachamama otra clase está"?
comienza con una crítica de las justificaciones del gobierno respecto a la crisis del agua; empieza desmontando el
argumento gubernamental de que la crisis
del agua, la disminución dramática de la reserva de la represa, se deba al
“cambio climático”. Se hace una descripción detallada del comportamiento
negligente y descuidado de las empresas encargadas de la administración del
agua y de los ministerios que tienen a su cargo esa responsabilidad. Por otra
parte se reúne información de diagnósticos y análisis de especialistas sobre el
tema, quienes advierten de la vulnerable situación, aludiendo a las causales y
condicionantes de la crisis del agua
y de la crisis ambiental. No quepa
duda que se trata, en primer lugar del modelo
económico extractivista y depredador.
Una de las fuentes
primarias del autor es la referida a la hemeroteca, sobre todo de noticias,
entrevistas y reportajes que se dieron en el lapso que antecede a la crisis y en el lapso mismo del
desenvolvimiento de la crisis. Otra
fuente de información corresponde a las publicaciones especializadas sobre el
tema, sobre todo las que se refieren a los contextos
de la crisis particular del agua en Bolivia. En lo que respecta a la situación crítica del país, las
investigaciones, desde hace dos décadas, han venido señalando los niveles
alarmantes de la misma; por ejemplo, en lo que respecta al deshiele de los
glaciales, que son las fuentes de los ríos de la cuenca andina y de la cuenca
amazónica. Por otra parte se han señalado pertinentemente lo que ocasiona la
desforestación como impacto desequilibrante el equilibrio climático. Se suman a estas causales las contaminaciones y depredaciones provocadas por la
explotación minera, afectando notoriamente a las cuencas y a los territorios.
Al respecto, el autor hace puntualizaciones insoslayables:
El crecimiento económico experimentado por Bolivia, bajo
el Gobierno del presidente Evo, ha tenido una compleja serie de efectos
realmente perversos sobre los recursos hídricos de y en el país. Además del
duro impacto en el medio ambiente por la creciente expansión de los proyectos
mineros y energéticos, aumentó el consumo interno en los núcleos urbanos y no
hubo, ni hay políticas de concienciación ciudadana sobre el ahorro o al menos
el uso razonado y razonable del agua.
El sector de la minería usa (abusa) mucha, muchísima
agua, requiere alrededor de 70.000 metros cúbicos de agua fresca por día para
la explotación de los minerales, de esa cantidad las cooperativas mineras
consumen 40.000 metros cúbicos, lo que significa el 57% del total. Entre las
empresas privadas que usan gran cantidad del líquido elemento se encuentran San
Cristóbal, San Vicente, Bolívar, Porco y Manquiri. Ojo que sólo la compañía
minera San Cristóbal consume más de 47.652 metros cúbicos día (mcd) de agua. En
cambio, las cooperativas auríferas trabajan en el borde de los ríos con dragas.
Esto ocasiona que aparte de usar ingentes cantidades de agua, también contaminan
crudamente los afluentes por el uso irracional del mercurio[1].
Recordemos que, en el país, operan alrededor de 1.700 cooperativas, de las
cuales 1.200 se dedican a la extracción del oro, principalmente en el norte de
La Paz.
La actividad minera, según los estudios realizados por el
Centro de Ecología y Pueblos Andinos (CEPA), consume similar o mayor cantidad
de agua que el conjunto de los habitantes de la ciudad de Oruro[2]
en un día, cifra que llega aproximadamente a 30 millones de litros del líquido
elemento. Aquí hay que reiterar como el mayor ejemplo a la Empresa Minera San
Cristóbal[3]
(de capitales japoneses, como Sumitomo) en Potosí que, en un día, utiliza una
cantidad superior de agua a lo que en la ciudad de Oruro se consume (también)
en un día; sin duda alguna, una cifra alarmante. A ello hay que sumar la
actividad minera de varias empresas como Huanuni y otras en menor magnitud,
además de las diversas cooperativas mineras asentadas en la región.
Haciendo una contrastación de estos datos y referencias,
las operaciones de San Cristóbal superan el consumo de agua de toda una ciudad
en un solo día, o en el caso de Huanuni y Kori Kollo en el departamento de
Oruro, que añadidos suman el empleo de algo más de 50 millones de litros de
agua por día, mucho más que la ciudad capital, afectando directa y
negativamente al abastecimiento y consumo de la población y disminuyendo
notablemente los niveles de los ríos y cursos de agua naturales. Según Limberth
Sánchez, coordinador general del CEPA, "Las empresas mineras San
Cristóbal, Huanuni y otras utilizan millones de litros de agua, y estos no
recirculan el agua, no tratan el agua. Por tanto, es un factor que hace que
-cada año- el agua sea (más) escasa, por eso es que debemos emprender políticas
de recuperación y tratamiento del agua" (La Patria, 25 noviembre 2016).
San Cristóbal, subsidiaria de la Sumitomo Corporation de
Japón, utiliza una cantidad de agua superior a los 43 millones de litros por
día, teniendo como fuente principal, el Campo de Pozos de la Cuenca Jaukihua.
La Empresa Minera Huanuni (EMH) utiliza algo más de 28 millones de litros por
día, sus fuentes son el río de Venta y Media, Pata Huanuni e interior mina. Con
respecto a la operación Kori Kollo son 22 millones de litros utilizados por día
y sus fuentes principales son aguas subterráneas y el río Desaguadero. Estos
son los mayores ejemplos de empresas que diariamente emplean ingentes
cantidades del recurso hídrico potable. A ello se suman otras empresas en menor
escala, pero que también dependen del agua para sus operaciones.
La actividad minera y más todavía en las áreas protegidas
puede tener pues consecuencias trágicamente irreparables. En especial, es
preocupante la explotación de los ríos en busca de oro. Como también advierte
Patricia Molina, "Una buena parte de la producción del oro en el país
proviene de la explotación aluvial y en las vetas cercanas a los ríos en la
Amazonia. Precisamente las cabeceras de las grandes cuencas amazónicas son
zonas de explotación aurífera que arrojan mercurio en los ríos adyacentes"[4]
(Página Siete, 12 diciembre 2016). La investigadora sostiene que al trabajar
con mercurio en la cuenca amazónica se contamina no sólo el suelo y el agua[5],
sino también los peces de cuya pesca viven muchos pueblos y comunidades
indígenas adyacentes de y en la zona[6].
En relación con los severos impactos de la minería,
también hay que tener en cuenta que la actividad minera en las áreas protegidas
genera gran deforestación, ya sea por el talado salvaje de los árboles, la
quema de extensas parcelas de bosque o la contaminación de los suelos por el
derrame de los combustibles o las aguas ácidas resultantes de los procesos
mineros[7],
cuando no de las pozas de maceración. No olvidemos además que la recuperación
del bosque, luego de que (al menos eventualmente) las operaciones mineras se
puedan retirar, es mucho más lenta que la relacionada con otras actividades.
Actualmente, en Bolivia existen 22 áreas protegidas[8],
de las cuales 20 se encuentran en serio riesgo[9]
por la explotación petrolera, minera y la construcción de las hidroeléctricas y
termoeléctricas.
Asimismo hay que hacer énfasis en la grave
irresponsabilidad de los desechos mineralógicos, que llegan a ser depositados
en los lugares que tienen conexión directa con los ríos y lagos, convirtiéndose
en otro problema y afectando directamente a las comunidades donde la mayoría
dedica su actividad a la producción de alimentos y crianza de ganado. De
acuerdo con el coordinador del CEPA, "Algunas empresas tienen su planta de
tratamiento; pero, Huanuni, Poopó, las cooperativas mineras no lo (las) tienen;
por ende, el agua baja con todos sus contaminantes hacia los ríos y quiénes son
los afectados, los municipios y las comunidades" (La Patria, 25 noviembre
2016).
La escasez de agua, causada por la peor sequía de Bolivia
en los últimos 25 años[10],
se ha visto asimismo exacerbada por el crecimiento desmandado de la población
en las ciudades, la deficiente y defectuosa infraestructura y el impacto
profundo de las grandes plantaciones agrícolas: monocultivos y los proyectos
mineros. Los proyectos agrícolas a gran escala, como la soya y las plantaciones
de caña de azúcar, que comenzaron a fines de los años noventa, han reducido
drástica y dramáticamente los bosques de Bolivia y han consumido y consumen
mucha agua. La sequía ha expuesto igualmente el brutal impacto de los proyectos
mineros al desviar el suministro de agua y contaminar crudamente los lagos y
varias otras fuentes de agua dulce. El caso más catastrófico es el de una
compañía minera china operando en el pleno glaciar del Illimani[11]
achachila. De aquí que el Comité de Defensa del Illimani denunciara que varias
empresas chinas se encuentran realizando diversas tareas de exploración en las
faldas del nevado sagrado.
En relación con la presencia de las empresas mineras
chinas en las cercanías del nevado Illimani[12],
hay que decir que efectivamente existen no una sino varias entidades mineras
chinas en esta región[13],
que están perjudicando arduamente los cursos de agua dulce hacia la ciudad de
La Paz. El pasado 25 de septiembre, alrededor de 86 comunidades, colindantes
con las faldas del Illimani, se declararon en emergencia al denunciar la
presencia de las empresas chinas[14],
que estarían en busca de la explotación de minerales en faldas del nevado. Los
pobladores de más de 60 comunidades de Palca también denunciaron que varios
trabajos mineros en el Illimani y el Mururata ponían en riesgo los glaciares.
Aseguraron que las aguas y la tierra estaban siendo gravemente contaminadas y
que los nevados desaparecían no sólo por el cambio climático sino también por
la bestial explotación minera.
Así, una de las más importantes preocupaciones sociales y
que ha causado mucha susceptibilidad en la población paceña es pues la
explotación minera en el Illimani y el Mururata. De acuerdo con la autoridad
del sector, la inspección realizada en el nevado del Illimani dio cuenta que
actualmente existen más de 40 titulares de áreas mineras en el lugar[15].
Según Navarro, en un radio de siete kilómetros aledaño al nevado del Illimani
se hizo la valoración y se estableció que hay al menos 40 titulares de derechos
mineros. Peor todavía, el Centro de Documentación e Información (CEDIB)
denunció que Comabol es acreedora de al menos cinco concesiones en el Illimani
y tiene más de 92 cuadrículas.
La conclusión del
autor es clara:
Podemos ver así que la crisis hídrica no se debe, no
de manera fundamental, a los efectos naturales del cambio climático, que
corresponden a los ciclos (originarios) de vida de la Madre Tierra, sino y
esencialmente a la propia acción humana de carácter extractivista y depredador,
tal y como es la actividad minera. Hay pues una procedencia radicalmente
atropo-génica, que es la que ha provocado la pavorosa crisis hídrica. A partir
de este contexto veamos ahora las causalidades específicas de la crisis del
agua en la ciudad de La Paz[16].
Estamos ante una
exposición crítica cuya argumentación pone en evidencia las causales de la crisis del agua. No hay donde perderse, es el modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente. Desde
esta base referencial indiscutible se pasa al análisis de las manifestaciones sociales del la crisis del agua, sin antes dejar de
abordar la descripción de las
dramáticas disminuciones de las reservas de agua en las represas. Lo que se
devela es la ineptitud e incompetencia gerencial y administrativa del agua. Se
entrega por cuoteo la dirección de las empresas a la dirigencia llunk’u. No hay competencia sino
zalamería. La consecuencia es
desastrosa; no se administra sino se despilfarra, al contrario de
administrar, se afecta desordenadamente a los usos del los flujos del
agua. Con lo que se puede decir que esta administración
improvisada es también causal
inductora de la crisis del agua.
El análisis de la situación catastrófica de la escasez del agua pasa, después de la descripción y la identificación de la estructura
del problema, la crisis del agua,
a la evaluación del entramado de la guerra del agua, en la singularidad
como se desata en 2016. Si bien se pueden señalar varias causas, que se articulan y se refuerzan, repercutiendo en los
niveles de la crisis, lo cierto es que la causa
de la mala administración del agua es el hilo
que teje la trama del drama social, ciudadano y de los pueblos, en lo que
respecta a la dramática escasez del
agua; llegando a dar lugar a los desenlaces;
la movilización social y ciudadana; la caída del gabinete de la administración
de los recursos naturales y del agua; el desvelamiento de la ignominiosa
ignorancia gubernamental sobre el tema, la constatación de su complicidad y
concomitancia con el modelo colonial
extractivista del capitalismo dependiente.
Conclusiones
1.
La crisis del agua
desata la guerra intermitente del agua.
La crisis del agua forma parte de la crisis ecológica; crisis, que si bien
puede ser interpretada, en la perspectiva de los ciclos largos ecológicos, como recurrente, aunque singular, de acuerdo al contexto ecológico donde se manifiesta y
desenvuelve, la particularidad de la crisis
del agua contemporánea es apresurada
por el modelo colonial extractivista
del sistema-mundo capitalista.
2.
La crisis del agua
en Bolivia adquiere un perfil propio
debido a la incidencia del “gobierno progresista”, que se ocupa más por la
continua campaña electoral que por la propia administración pública.
3.
La recurrencia de la guerra
intermitente del agua demuestra que la problemática
del agua, lejos de avanzar en hacia sus soluciones, se aleja, agudizándose cada
vez más el problema. La guerra intermitente del agua evidencia
que tanto los gobiernos neoliberales
como las gestiones del “gobierno progresista” comparten el paradigma desarrollista y el modelo
colonial extractivista del capitalismo dependiente; ambos perfiles
políticos conciben a los recursos
naturales como objetos, es más,
como mercancías. Con esta actitud
compartida, a pesar de la diferencia discursiva e ideológica, atentan contra la
vida de los ecosistemas y las
sociedades.
4.
La crisis del agua,
que forma parte de la crisis ecológica,
exige responsabilidad, no solo en la administración publica y las formas de gubernamentalidad, que están
lejos de tenerla, sino, sobre todo en los pueblos y sociedades, quienes se
encuentran exigidos y convocados a la defensa
de la vida, por lo tanto, a la defensa
del agua. Esta defensa integral y ecológica de la vida exige como condición de
posibilidad histórica-social-cultural la madurez social, es decir, el uso
crítico de la razón; lo que significa asumir la democracia en pleno sentido de la palabra, esto es, autogobernarse,
generar autogestiones, construir consensos de transición.
[1] Cfr. “Experto
alerta sobre el uso de mercurio en la minería aurífera” (Página Siete, 30 septiembre 2014) y, sobre todo, “Un lago y 16 ríos
son envenenados por la minería en siete departamentos” (La Razón, 8 septiembre 2014).
[2]Los
habitantes de la ciudad de Oruro consumen alrededor de 30 millones de litros de
agua por día, considerando que el total es distribuido en todos los distritos y
llegando a una población de 264.943 ciudadanos según datos del reciente censo.
[3] San
Cristóbal es uno de los yacimientos con reservas de zinc, plomo y plata más grandes del mundo y
opera con 1.461 trabajadores.
[4] Cfr. “La
contaminación con mercurio en la Amazonía” (Fobomade, 10 abril 2013) y “La
bonanza del oro y la contaminación de los ríos amazónicos” (Fobomade, 4 octubre
2012).
[5] El metal
líquido del mercurio es altamente tóxico y deletéreo y no se degrada, permanece
en los lechos de los ríos, en los peces, en los árboles, o se evapora y viaja
grandes distancias hasta asentarse en otro lado, multiplicando los daños. Cfr.
“Bolivia: Más de 130 toneladas de mercurio son emitidas por año (Mongabay, 12
diciembre 2016)
[6] Cfr.
“Indígenas de Amazonia sufren contaminación por mercurio” (Página Siete, 14 junio 2016).
[7]
Deforestación y cambio climático son señaladas como las principales razones
para que se dé esta situación en el país. Cfr. “Factores que agravan la falta
de agua en Bolivia” (El Día, 13
noviembre 2016).
[8]
Bolivia tiene 22 áreas protegidas como parques naturales, territorios
indígenas, áreas de manejo integrado, reservas de biosfera y reservas naturales. Estos son Madidi, Manuripi, Apolobamba, Pilón Lajas,
Noel Kempff, Cotapata, Isiboro Sécure, Tunari, Carrasco, Amboró, San Matías,
Toro Toro, El Palmar, Iñao, Aguarague, EBB, Kaa Iya, Otuquis, Sama, Tariquia,
Eduardo Abaroa y el parque Sajama.
[9]
Cfr. “Los riesgos de la contaminación petrolera en las áreas protegidas”
(Fobomade, 14 junio 2013); “Parque
Nacional Tariquía en riesgo por explotación petrolera” (Los Tiempos, 14 junio 1015); “Alertan que 20 de las 22 áreas
protegidas de Bolivia están en riesgo” (El
Potosí, 14 octubre 2015) y “En el Madidi y el área Pilón Lajas existen 41
operaciones mineras” (Página Siete, 12
diciembre 2016).
[10]
Para Bolivia el 2016 fue el más seco en 25 años. El problema es que este año es
sólo una muestra de lo que se nos viene. El 2018 está diagnosticada una sequía
peor y no son contextos puntuales. Aunque hay quienes prevén que la crisis
puede ser más mucho pronto. Cfr. “Vaticinan duro escenario de sequía en el país
a partir de agosto de 2017” (Correo del
Sur, 11 diciembre 2016).
[11]
Cfr. “Informes técnicos indican que capitales chinos tienen concesiones sobre
3.200 hectáreas en el Illimani” (Página
Siete, 26 noviembre 2016).
[12]
Cfr. “Chinos explotan minería en nevados Illimani y Mururata” (El Diario, 18 noviembre 2016) y “Múltiples
concesiones mineras a empresa china” (El
Diario, 15 diciembre 2016).
[13]
Cfr. “Empresarios chinos cuentan con autorización oficial para explotar” (El Diario, 15 diciembre 2016) y
“Confirman que chinos tiene concesiones mineras en el Illimani” (Bolivia Prensa, 19 diciembre 2016).
[14] Cfr.
“Comunarios en emergencia por explotación minera en el Illimani” (Correo del Sur, 17 noviembre 2016).
[15] Para un análisis un poco más amplio de la inversiones
chinas y las consecuencias geopolíticas de las mismas en Bolivia es recomendable
leer “China, el peligro sub-imperialista” (Página
Siete, 26 noviembre 2016).
[16] Leer de
José Luis Saavedra La pachamama otra
clase está. Ob. Cit.
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