El verdugo al acecho: Desenlaces de la violencia estatal
EL VERDUGO AL ACECHO: DESENLACES
DE LA VIOLENCIA ESTATAL
El verdugo al acecho: Desenlaces de la violencia estatal
El Asalto a la fortaleza moral del QONAMAQ
Raúl Prada Alcoreza
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Al
gobierno no le queda otra cosa que la descomunal violencia, después de
haber perdido la legitimidad; una vez que se dieron las crisis del
gasolinazo, cuando enfrentó a su pueblo, y la crisis del conflicto del TIPNIS,
cuando se enfrentó a las naciones y pueblos indígenas. Ahora, quedó claro,
completamente verificado, su decidida opción por el modelo colonial
extractivista del capitalismo dependiente. Después de aprobar con las organizaciones
afines una ley de consulta donde desaparece la consulta con consentimiento y
previa, constatándose la consumación del nuevo etnocidio, perpetrado por el
gobierno progresista, el ejecutivo nuevamente intenta, por sexta vez,
intervenir el CONAMAQ y dividirlo. Lo hace con gente sin representación
ninguna, en contra la legitimidad de las dieciséis regiones y suyus del
QONAMAQ. Esto es una muestra de desesperación, en plena campaña electoral. El
gobierno, en su hazaña, recurre también a la policía, que coadyuva en la
intervención; vulnerando grotescamente los derechos de las naciones y pueblos
indígenas, consagrados en la Constitución, además de destrozar los derechos
fundamentales.
¿Por
qué lo hace en plena campaña electoral? ¿Por qué se arriesga a mayor desprestigio
del que ya tiene? ¿Es que, después de encaminarse a un quiebre ético y moral,
sin precedentes, después de apostar al extractivismo etnocida y matricida,
después de derrumbarse como proyecto político, no le queda otra cosa que la
violencia? ¿Cómo terminan los encaminándose los gobiernos progresistas en no
solamente contradicciones profundas, inocultables, sino en una descarnada
práctica, indisimulada, de control despótico y represión permanente? ¿Cuáles
son las condiciones y los factores que terminan empujándolo a semejante caída
política? Parece ser que se trata de la intervención calamitosa de un conjunto
de condiciones, que sostienen el avatar de otros conjuntos de “variables”, que
se dan, en parte, como herencia histórica y, en parte, como azar desafortunado
de eventos, que repiten fatalmente la misma condena: los que se consagran al
poder “venden su alma al diablo”.
En
esta coyuntura, ante la desenvoltura abierta de la violencia estatal, la
defensa de los derechos es prioritaria, la defensa de los derechos
fundamentales, la defensa de los derechos de las naciones y pueblos indígenas,
la defensa de la Constitución. Nadie puede quedarse callado o callada ante la
suma de atropellos; de lo contrario, al ser indiferentes, al callarnos,
terminamos siendo cómplices de la violencia desmedida; pero, también de la
muerte del llamado “proceso” de cambio. Peor aún, de la suspensión de la
democracia.
Lo que
parece darse detrás de estas inconductas gubernamentales, además de
desesperación por controlarlo todo, con malas artes, es la duda ante las
elecciones. Duda ante la respuesta de las ciudades, incluso del núcleo duro del
campo. Aunque puede haber cierta apreciación de una victoria pírrica, en
comparación con los resultados de las elecciones anteriores, presumible
victoria, dificultosamente conseguida, que no parece llegar al 50%, con
gran aprieto superar el 30%, relativo al núcleo duro, comprometiendo la
probabilidad de una segunda vuelta. A pesar de las ínfulas de imaginario
ganador, de encontrarse desconectados de la “realidad”, publicitar y volcarse a
la propaganda desmedida, manifestando una popularidad perdida, en algún lugar
prende la duda. Esta duda es como un gusano que se come la fruta. Por eso, se
apuesta a la prebenda, en mayor escala, se propone doble aguinaldo, sólo a
algunos sectores, no a todos, como debería ser, queriendo ganarse votos de los
trabajadores o asegurarlos. Por otra parte, en la misma presunción, se teme a
una organización, que no han podido dividir el gobierno, como es el CONAMA; se
teme a su interpelación y consistencia. La desesperación se convierte en
bronca, por eso intervienen de la forma bochornosa como lo han hecho, apoyados
por los aparatos represivos del Estado. No se oculta nada. A pesar que se
efectuó la intervención en la noche y bajo lluvia. Se apuesta a sostenerse con
el crédito de los afines, de los partidarios, de los medios oficiales y
privados que controla. Se apuesta a cubrir el atropello con humareda, como
acostumbran. No es la primera vez que lo hacen; empero, en la medida, que se
alarga la lista, cada vez es menos consistente lo que se hace, por más
violencia que se emplee.
También
interviene, en el desenlace de los hechos, la premura sumisa de los aduladores,
de los que quieren hacer buena nota, y se esfuerzan por dar muestras no solo de
fidelidad sin razonamiento, sino también de muestras torpes de adhesión, que
son estas decisiones de intervención, por parte de una trucha organización
“indígena”, armada apresuradamente, con gente de largo recorrido prebendal. Son
los que quieren entrar en las listas electorales los que se esmeran por
destacar en estos actos exaltados. Al final, el MAS se ha convertido en eso, en
una masa gelatinosa de adherentes prebéndales, clientelares, dispuestos a todo
por formar parte de los entonos de poder, por más que su órbita esté muy
distante del núcleo de poder.
Son
síntomas de la degradación política. Lo que al principio era discurso
populista, con pretensiones de “ideología”, se convierte en acción descarnada
sin discurso y sin “ideología”, solo gritos: ¡Salgan de rodillas! Es la
venganza del verdugo a sus víctimas vencidas. De esta clase de gente se llenan
los cuerpos represivos, que terminan en torturadores. Esta clase de gente es la
que hace de grupo de choque del oficialismo, esta clase de gente se presta a
las usurpaciones más desacreditadas de nombre y representación. Esta clase de
gente no tiene la menor idea de la Constitución y de las razones, causas,
condiciones, que abrieron el “proceso” que se debate ante su propia muerte.
Esta clase de gente son los sepultureros del “proceso” de cambio.
Como
dijimos antes, parece una condena, se repite la trama. Es un guion escrito por
el poder, en tanto destino perturbador de los que se entregan a la vorágine de
su lógica de captura, de control, de dominio y destrucción. Lo que comienza
como esperanza se vuelve frustración, lo que comienza con entusiasmo se
convierte en pusilanimidad, las buenas intenciones son piedras del camino al
infierno. Los gobiernos “revolucionarios” se convierten en
contra-revolucionarios, los “revolucionarios” se convierten en maniáticas
caricaturas de la farsa. La lucha contra la clase dominante convierte a los
nuevos ocupantes en la nueva clase dominante. La represión a los enemigos se
traslada a la represión intestina, adentro, convirtiendo a los críticos o
rebeldes en los enemigos más entrañables, más temidos y más odiados, pues les
hacen recuerdo a lo que abandonaron. Este desgarramiento es un esfuerzo por el
olvido, por imponer una “realidad” condescendiente con sus actos, donde sus
fechorías se convierten en buenas acciones.
La
resistencia ante la decadencia y la descomposición política, la resistencia
ante la restauración de lo anterior, del Estado-nación, de la colonialidad, de
las prácticas prebéndales y clientelares acostumbradas, de las estructuras y
relaciones de poder instauradas históricamente, tiene al QONAMAQ como referente
y motor de la resistencia. El CONAMAQ como organización indígena, comprometida
en la descolonización, en la defensa de la Constitución, en la defensa de los
derechos de las naciones y pueblos indígenas, en la defensa de la madre tierra.
La resistencia ante el despotismo cuenta también con la resistencia del TIPNIS.
Ambas instancias son las formas materiales y orgánicas de la resistencia. En
torno a ellas se genera y regenera la posibilidad de continuar el proceso y
profundizarlo, de rescatar el proceso de manos de sus usurpadores, de darse la
oportunidad de salir de la condena histórica de la trama del poder. Por eso, es
indispensable la defensa del QONAMAQ, la defensa del TIPNIS, la defensa de la
Constitución. Un pueblo que no lucha por sus derechos no merece existir. Hay
como una obligación, una convocatoria de la memoria social a luchar, a
persistir en la construcción de alternativas, a insistir en las acciones
alterativas, que inventan líneas de fuga, espacios liberados, y rutas a mundos
posibles.
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