Cuando la máquina del poder no funciona
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Cuando la máquina del poder no funciona
Raúl Prada Alcoreza
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Cuando la máquina
del poder no funciona se para o, en su caso, es un desbarajuste, es una armatoste no funcional. Eso pasa cuando no acoplan
sus engranajes, sus piezas; cuando no ensamblan sus partes. La disfuncionalidad se generaliza. Estas máquinas de poder no solo están como
destartaladas, sino que su apariencia
aparatosa hace creer que funcionan, tanto a sus operadores como a sus usuarios. En estas circunstancias se
ocasionan escenarios donde lo que se dice desentona con la trama; los actores no coordinan sus
papeles, confunden libretos. Incluso del desbarajuste
se puede pasar a lo grotesco;
llamémosle lo grotesco político. Los disfraces, en vez de convencer y hasta
seducir a los espectadores, se hacen tan evidentes; el disfraz por el disfraz,
la exacerbación del disfraz se hace
estridente. El espectáculo ya no es ni siquiera trágico-cómico, ni tampoco solo cómico, ni siquiera solo ridículo,
sino grotesco; por ejemplo, ver a disfrazados de “revolucionarios” hacer
gala de una retórica tosca y torpe a
todas luces. La política se ha vuelto burlesca.
Otro ejemplo, un espectáculo
burlesco se da cuando, como discos rayados, se repiten los mismos
argumentos ante cualquier conflicto. El reciente conflicto de la coca, relativo a la concurrencia de los “espacios
tradicionales” y los “espacios excedentarios” del cultivo de la hoja de coca,
la concurrencia de dos geografías del cultivo de la hoja de coca, la pugna
geográfica entre los Yungas y el Chapare, ha sido catalogada por voceros del
gobierno como “conspiración”. Y como no podía faltar en el argumento trillado y
sin ingenio, detrás está la embajada norteamericana. No se les ocurre, por nada, tener como referente la causa del conflicto, la expropiación de mil hectáreas del
cultivo de la hoja de coca a los Yungas, para regalárselos a las federaciones del trópico de Cochabamba, del
Chapare. Podrían hacerlo, argumentando otros motivos; empero, hacen desaparecer
este referente, que es la madre del
cordero.
Esta conducta desorientada y hasta desorbitada es pues
síntoma del desbarajuste de la máquina
del poder de la forma de gubernamentalidad
clientelar. La imaginación brilla
por su ausencia, también la picardía criolla, a la que nos acostumbraron
políticos hábiles y bribones. Hay pues miseria, a todas luces, en estos ilustres personajes de un gobierno en
plena decadencia.
Por otra parte, en los argumentos vertidos por toda la
gente oficialista, la del gobierno, la de los aparatos de Estado, la de la masa
elocuente de llunk’us, no responden
para nada a la cuestión; sobre todo,
al pedido de explicación por parte de ADEPCOCA, de por qué se le quitan mil
hectáreas a los Yungas y se los entregan al Chapare. Hacen como si no existiera
tal problema, como si no haya que dar
explicación de nada. ¿En qué clase de mundo
creen que habitan estos personajes tristes y grises?
Para el colmo, en el momento de mayor estridencia de esta torpe retórica y desmembrada
política, presentan un montaje grotesco. Teniendo como protagonista a
una señorita de fama mediática, inmiscuida en una telenovela de romances
inconclusos y forzados; acompañada de bochornosos hechos de corrupción galopante y corrosión
institucional, que involucran a altos dignatarios del Estado. De esta telenovela,
de mala calidad, se ocuparon tanto “oficialistas” como la llamada “oposición”;
tanto los medios de comunicación, de mediocre desempeño informativo y
comunicacional, así conjuntos de televidentes, atrapados en el drama descabellado. Nadie puso atención
en lo evidente, en lo sencillo y simple de los sucesos. Lo que no se puede
negar, pues están las firmas de los dignatarios y su participación como
conductores del ejecutivo, en la adjudicación
delictiva de concesiones y proyectos, sin cumplir con las normas de contratación de bienes y servicios,
a una empresa china de mala fama internacional; que, además, no ha cumplido con
ninguno de sus contratos millonarios. Este es un delito contra el Estado, donde se inscriben los sellos de la firma
del principal dignatario de Estado. Todos los que ocultan y encubren este delito contra el Estado son cómplices;
los funcionarios, desde los de abajo hasta los más altos; los representantes
del pueblo, por supuesto, en este caso, oficialistas; los militantes del
partido de gobierno; además de los medios de comunicación, que se encargan de
generar cortinas de humo.
Toda la pantomima no hace otra cosa que poner
nuevamente en evidencia al que se quiere encubrir, nada más ni nada menos, que
al propio presidente. La torpeza llega a extremos asombrosos; un director de canal
de televisión, que supuestamente es privado, pero que está comprometido hasta
el tuétano con el apoyo mediático al gobierno, dice que ha sido el editor
responsable del video montado, donde aparece la señorita mencionada. Pretende
ser este video montado la continuidad de otro video, el de “El cartel de la
mentira”; elaborado, editado y armado por comunicadores argentinos; obviamente
del mismo estilo, el desgarbado populismo.
Ambos videos presentan sus más tangibles debilidades; el forcejeo manipulador de
los hechos, la falta de coherencia
narrativa, la notoria intención del guion, además de la pobre argumentación,
que no convence a nadie, salvo a los convencidos. La diferencia entre los dos
videos del montaje es que el primero, “El cartel de la mentira”, tiene, por lo
menos, cierta consistencia técnica, si se puede hablar todavía de esto; en
cambio, el otro, ni siquiera muestra este atributo.
Solamente con estos dos síntomas del desbarajuste
de la máquina de poder de la forma de gubernamentalidad clientelar,
podemos ponderar, aunque sea por impresiones y deducciones, los alcances de la decadencia; esta vez, en una etapa
avanzada, donde el desbarajuste y la disfuncionalidad son las características
más elocuentes del desmoronamiento
político. Lo que interesa es comprender cómo ocurre este disfuncionamiento de la máquina de poder.
Anotaciones
Anotación 1
Las máquinas de
poder sirven para ejercer el poder;
es decir, para dominar, para realizar
las formas polimorfas del poder. En este ejercicio se emplean
variadas técnicas- hablamos de técnicas de poder -, que buscan ser acompasadas entre ellas. Técnicas
jurídicas; técnicas jurídico-políticas; técnicas polivalentes y
multifuncionales, propiamente políticas; técnicas ideológicas; técnicas
comunicacionales, acompañadas, claro está, por las técnicas de poder más tradicionales,
a pesar de su actualización. Hablamos
de las técnicas de la represión, de la
disuasión; que, a su vez, vienen acompañadas por “técnicas”, usando
inapropiadamente este término, coercitivas,
de violencias, tanto físicas como simbólicas. Para referirnos al cohecho, a la
coerción, a la corrupción, a los procedimientos múltiples y detallistas de la economía política del chantaje. Estas
pluralidades de técnicas requieren
estar coordinadas y orientadas a los fines
del Estado, en prioridad, y a los fines
de gobierno, en segundo lugar. Se supone que conjuntos de estas técnicas, diferenciadas y clasificadas,
de acuerdo a sus métodos y procedimientos, tienen que manejarse proporcionalmente;
dependiendo de los casos y de los empleos, de las contingencias y de las coyunturas. Sin embargo, cuando algún
conjunto clasificado adquiere proporciones desmesuradas, angostando a los otros
conjuntos de la composición técnica del
poder, puede generarse el desbarajuste
y la disfuncionalidad en el ejercicio del poder. Sobre todo, cuando
se trata de los procedimientos paralelos
del lado oscuro del poder, de las formas paralelas del poder, las no institucionales[1].
Anotación 2
El ejercicio del
poder, el uso de las máquinas de
poder, que suponen composiciones y combinaciones de diagramas de poder diferenciados, en la era de la simulación, sobre todo, en la modernidad tardía, recurren a las
manifestaciones espectaculares de las formas
aparentes. Nos referimos no solamente a las formas aparentes que inventa la ideología,
sino a las máscaras, a los disfraces, a las cortinas de humo, a los montajes, a
la publicidad y propaganda mediática. Cuando estas formas aparentes toman la delantera; es más, cuando desbordan y
casi es a lo único que se atiende y preocupa a los actores de la política,
puede ocasionarse el predominio espumoso
de lo espectral, de la actuación
forzada y del disfraz manifiesto.
Entonces, es más el disfraz que la representación del drama; es más la estridencia de lo falso que el propio discurso; es más la sobreactuación sin
contenido que la coherencia argumentativa.
Anotación 3
Las máquinas de
poder cuentan con operadores, quienes
las hacen funcionar. Cuando no hay operadores, propiamente dichos, sino improvisados, la máquina puede estropearse y funcionar
mal.
Anotación 4
En los usos
de las máquinas de poder se tiene
como orientaciones o, si se quiere, manuales y objetivos; llámense programas o proyectos; es más, en el mejor de
los casos, Constitución. Cuando faltan estos orientadores, puede generarse precisamente la desorientación en la propia conducción de gobierno y en el conjunto
del manejo institucional. Al final, no se sabe dónde se va.
Anotación 5
En las formas de
gubernamentalidad, conocidas en la historia
política, no ha dejado de darse una cierta distancia entre lo que se dice
y lo que se hace. Cuando estos márgenes de distancia son manejables, la diferencia
factual puede ser administrada de
una u otra manera; tanto operativamente,
solucionando en algo la distancia, o, de manera demagógica, haciendo circular una retórica convincente. Empero, cuando esta distancia es muy grande y no es manejable
de ninguna manera, puede ocasionarse no solamente desconcierto generalizado, tanto en el gobierno, en los aparatos
del Estado, en el mismo partido oficialista, como en la sociedad y en la
opinión pública, sino incompetencia generalizada para resolver cualquier
problema.
Anotación 6
En la historia
política el poder, las formas de poder, históricamente dada,
siempre han estado asociadas con la corrosión
institucional y la corrupción.
Esto no necesariamente afecta destructivamente
al manejo y al ejercicio del poder,
mientras se logre demarcar las fronteras, por así decirlo, de lo institucional y lo no institucional, el lado
luminoso del poder del lado oscuro
del poder. Sin embargo, cuando el lado
oculto del poder invade, atraviesa y hasta subsume al lado luminoso del
poder; cuando las lógicas
imperantes ya no son, por lo menos, de manera incidente, las institucionales, sino las “lógicas” de
las formas paralelas del poder, no
institucionales y del lado oscuro del
poder; indudablemente se genera la preponderancia de la cartografía perversa de la economía política del chantaje. Cartografía perversa que subordina al Estado, que subordina a la
propia economía nacional al
funcionamiento dominante de la economía
política del chantaje.
Anotación 7
Usando conceptos del psicoanálisis, no del todo apropiados, pero ilustrativos, podemos
decir que entre el principio de realidad
y el principio del placer se da como
una combinación concurrente, en el ejercicio del poder. Si no se pierde del
todo el principio de realidad, si no
se refugian en las burbujas de la ceremonialidad del poder, los
protagonistas políticos, todavía se puede atinar a actuar con alguna coherencia
en la realidad efectiva. Sin embargo,
cuando se pierde el principio de realidad,
cuando el principio del placer no
solamente es preponderante, sino absoluto,
es de esperar que los gobernantes actúen en el mundo de sus fantasías, cuando en el mundo efectivo se encaminan al abismo.
Conclusiones
En las anotaciones hechas no hemos mencionado la
incumbencia de las características del perfil
político e ideológico, tampoco de la forma
de gubernamentalidad atingente; esto lo hemos hecho en otros escritos[2].
Lo que interesa, ahora, es buscar interpretaciones,
mas bien, metodológicas, por no decir,
“técnicas”, forzando el sentido político de los procedimientos empleados, del desbarajuste
del “gobierno progresista”.
Independientemente de las características que mencionamos, llama la
atención la desarticulación de la máquina de poder; en otras palabras, su anulación, paradójicamente por el abuso del uso de la máquina de poder; ciertamente, y esto lo hace explicable, en
sentido clientelar y prebendal. Perdiendo toda otra perspectiva política, de las
connotaciones políticas, de los otros sentidos y significaciones políticas.
Estamos asombrosamente ante un aparatoso, por más paradójico
que parezca decirlo, desmoronamiento
de una forma de gubernamentalidad, la
clientelar, llamada también populista; identificada o autonombrada
como “gobierno progresista”. No decimos,
de ninguna manera, que por que es “progresista” este gobierno se cae; tampoco
porque es populista; que, mas bien,
podrían considerarse como ventajas políticas, debido a la convocatoria. Sino, que, independientemente de estas
características, se llega rápidamente a la descomposición
política, debido al manejo improvisado del gobierno, a la
exacerbación clientelar y prebendal, a la descomunal ideología de la autocomplacencia; sobre todo, a la invasiva corrosión institucional y corrupción
galopante.
Ciertamente, esto de la disfuncionalidad de las máquinas
de poder no solo es un atributo
del “gobierno progresista” boliviano, ni tan solo de los distintos “gobiernos
progresistas”, que se han dado en Sud América - obviamente con las diferencias
de cada caso -. Sino de todas las formas
de gubernamentalidad estatales en la modernidad
tardía, en la fase de la dominación
del capitalismo financiero del ciclo del capitalismo vigente. También
aquí, hay que distinguir diferencias y particularidades. Además, si bien la disfuncionalidad de las máquinas de poder ha avanzado bastante, esto no quiere decir que ha desarticulado completamente a las máquinas de poder en ejercicio,
volviéndolas inservibles. Sino, sobre todo, en la mayoría de los casos, que las
máquinas de poder han dejado de ser eficaces como lo eran antes. Nuestro
caso de reflexión, el desbarajuste de la máquina de poder de la forma
de gubernamentalidad clientelar boliviano, es sobresaliente por haber ido
más lejos que la ineficacia relativa de las máquinas de poder; ha llegado al extremo de la desarticulación maquínica,
de la incoordinación institucional,
de la disfuncionalidad.
[1] Ver El lado oscuro del poder. https://voluntaddepotencia.wordpress.com/el-lado-oscuro-del-poder/.
[2] Ver Acontecimiento político. También La
paradoja conservadurismo-progresismo.
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