Nudos y tejidos en la coyuntura
Nudos y tejidos en
la coyuntura
Raúl Prada Alcoreza
El término
de coyuntura se refiere a la articulación de
dos momentos, articulación que hace, por así
decirlo, al momento presente. El término de coyuntura sustituye
a veces al término de momento, dependiendo del discurso en emisión
o emitido; aunque teóricamente pueden referirse a distintas
conceptualizaciones. Momento, responde a la concepción
temporal o la temporalidad de la historia;
es el momento enfocado por el análisis histórico.
En tanto que coyuntura, responde, mas bien, al análisis sociológico,
económico, político; análisis que busca encontrar la estructura
especifica de la coyuntura social, económica,
política. Se ha convertido una costumbre mezclar las dos concepciones, la concepción
histórica y la concepción estructural del análisis.
Por eso, los términos aparecen como sinónimos en las exposiciones sobre campos
temáticos y problemáticas históricas, sociales, económicas y políticas.
En nuestras exposiciones, también caímos en estas mezclas conceptuales.
Sin embargo, desde la perspectiva de la complejidad, que supone
la simultaneidad dinámica e integrada, quizás convenga a atenerse
de hablar de coyuntura, no tanto así de momento, que
supone temporalidad, tiempo, secuencialidad
historia, por lo tanto, linealidad. Sobre todo, cuando nos
referimos a los tejidos que atraviesan la coyuntura,
los espesores de texturas de la coyuntura;
las urdimbres y tramas de la coyuntura.
Ahora bien, también
nos remitiremos, metafóricamente, a los nudos de la coyuntura; nudos de hilados de
los tejidos, de las composiciones, de los entramados y urdimbres.
Esta metáfora de los nudos, conjuntamente con las metáforas de
tejidos, texturas, tramas y urdimbres, todas metáforas textiles, nos ayudara
a descifrar los amarres de tejidos que
se dan en la coyuntura. La coyuntura será,
entonces, interpretada desde la distribución y situación de
los nudos, en el contexto de las configuraciones y espesores de
los tejidos; nudos y tejidos que
sitúan a la coyuntura en la simultaneidad
dinámica del espacio-tiempo-territorial-social.
La coyuntura supone
distintos niveles compartidos; el local, el nacional, el regional y el mundial.
En otras palabras, la coyuntura no deja de ser local al
formar parte de la coyuntura nacional; lo mismo ocurre con
la coyuntura nacional; no deja de ser nacional al formar parte
de la coyuntura regional; pasa lo mismo cuando la coyuntura regional
no deja de ser tal cuando forma parte de la coyuntura mundial.
La coyuntura local, entonces, es un nivel complejo de
la coyuntura mundial.
Hablaremos de
la coyuntura política boliviana; entonces, suponiendo también
las coyunturas locales, inherentes, la coyuntura regional
y la coyuntura mundial. En lo que respecta a las coyunturas locales,
solo podremos referirnos a algunas, para enriquecer e ilustrar mejor la
llamada coyuntura nacional. Comenzaremos con una configuración de
la coyuntura boliviana, a la que llegamos después de la
secuencia de análisis y ensayos que anteceden[1].
Después trataremos de vislumbrar las composiciones con
las coyunturas locales, regional y mundial. A partir de
estas composiciones coyunturales, de su panorama logrado,
trataremos de configurar un mapa resumido
de tejidos y nudos que hacen a la coyuntura,
para poder sugerir interpretaciones adecuadas.
La configuración de
la coyuntura política boliviana, que aparece en Espesores
del presente y en Espesores coyunturales[2],
es la de una forma de gubernamentalidad clientelar, en plena decadencia.
La forma de gubernamentalidad clientelar se caracteriza por
pasar de la convocatoria a la concomitancia y complicidad
de clientelas, de redes clientelares, que hacen de
sostén de “legitimación” de la forma de gobierno, que concretiza la
forma de Estado. Se habla de decadencia no solo, lo que es
obvio, por haber dejado la convocatoria y convertirse, más
bien, en el nudo de las componendas, sino porque la
misma estructura clientelar ingresa a una fase de diseminación;
tampoco llega a aglutinar a sus clientelas. Se trata de una coyuntura de
la crisis de la forma de gubernamentalidad clientelar.
La singularidad de
esta forma de gubernamentalidad clientelar se caracteriza por
expandir intensivamente el modelo extractivista colonial del
capitalismo dependiente, por administrar este modelo extractivista como
Estado rentista[3].
Sin embargo, la singularidad misma adquiere su concreción con
las composiciones de las transferencias de recursos naturales, que en el caso
de Bolivia, son principalmente el gas, el petróleo y los minerales; además de
las composiciones de las políticas gubernamentales. Apertura a
las concesiones trasnacionales extractivista y al capital financiero; apertura
acompañada por la ideología populista, con pretensiones indianistas
y de-colonizadoras, que terminan “legitimando” esta política económica de la
dependencia. Además del contexto, abusando de este concepto, de una
administración desordenada e improvisada, que derivó en gestiones y resultados
paupérrimos. Con la gravísima consecuencia de que las inversiones,
supuestamente productivas o para incentivar el aparato productivo, terminaron
esfumándose.
La coyuntura
política, entonces, adquiere una composición donde la estrategia
clientelista hace a las mallas de redes que
sostienen el ejercicio político. Donde el modelo
extractivista ahonda la dependencia por la compulsión de una economía
primario exportadora, tal como la denomina el discurso económico.
Donde el Estado rentista se comporta según el paradigma rentista,
usando los ingresos como cantidades de dinero, muy lejos de
la inversión productiva de la acumulación de capital.
Donde la articulación de clientelas, sobre todo, popular y
sindical, deriva en la tolerancia de expansiones de prácticas de corrosión
institucional y de micro-corrupciones, que son como
los entornos pobres, aunque masivos, de las mega-corrupciones de
la estructura de poder palaciega[4].
La durabilidad de
la década de gestiones del “gobierno progresista” se explica por la
consistencia de las redes clientelares en la segunda gestión
de gobierno. La primera gestión se puede considerar la del entusiasmo,
cuando se consideraba colectivamente que el gobierno era como una extensión de
la movilización prolongada (2000-2005); coyuntura,
en la cual se decretó la nacionalización de los hidrocarburos. La tercera
gestión de gobierno, mas bien, se caracteriza por el desencanto, el asombro
ante el debacle y la decadencia, además de la crisis misma de la
consistencia de las redes clientelares. ¿Por qué sigue durando
esta forma de gubernamentalidad clientelar en crisis? Primero,
porque formalmente no ha cumplido su mandato, el correspondiente a la tercera
gestión. Segundo, porque la llamada “oposición” parece, mas bien, complementaria al
oficialismo; le ayuda a “legitimarse” con la forma de “oposición” que
efectúa. Además de ser débil, cuantitativamente, en la ponderación de fuerzas
convocadas y movilizables. Cuarto, aunque la crisis del “gasolinazo”, el
conflicto del TIPNIS, el levantamiento de suboficiales del ejército, la
rebelión aymara de Achacachi, hicieron tambalear la estructura de poder del
“gobierno progresista”, no lograron irradiar nacionalmente, convocando y
movilizando al pueblo boliviano.
Entonces, estamos
ante una forma de gubernamentalidad clientelar debilitada,
que, sin embargo, enfrenta a conjuntos de fuerzas que no llegan a aglutinar
la disponibilidad de fuerzas como para revertir la correlación
de fuerzas con el “gobierno progresista”. La crisis política del
“gobierno progresista” ha tocado hondo; sin embargo, en el pantano no termina
de hundirse. Tampoco se observa nítidamente la presencia decidida
de la alternativa alterativa. No de la alternancia en
el círculo vicioso del poder, que puede darse entre populistas y neoliberales,
entre “izquierda” gubernamental y “derecha” retornada. Sino la alternativa
alterativa que rompe con el círculo vicioso del poder[5].
Figurativamente, se
puede decir que este escenario de la coyuntura política,
uno de sus escenarios, se parece a la dilatada muerte lenta
de un enfermo terminal. Nadie es capaz de otorgarle la conclusión de la eutanasia;
tampoco el enfermo terminal es capaz de decidir su desaparición inmediata. Se
trata de una inercia nihilista llevada al extremo de la
ambivalencia y de la indefinición.
En estas
circunstancias, tan difusas e indefinidas, el “gobierno progresista”, su estructura
de poder, su núcleo palaciego y sus entornos institucionales, sindicales y
partidarios, intentan proseguir la ruta de la muerte en vida, por
medio de una nueva reelección del presidente; líder del partido oficialista, la
única figura convocante que tienen. Esta actitud muestra que el “gobierno
progresista” no quiere morir, quiere seguir adelante, de la misma manera como
lo ha hecho, hasta ahora. Movilizar a lo que los “analistas políticos” llaman
su “núcleo duro”; la Federación Campesina del Trópico de Cochabamba, que podría
considerarse el núcleo leal al régimen. La masa elocuente de llunk’us del
partido, a pesar de ser numerosa, es, mas bien, una masa gelatinosa, incluyendo
a la burocracia de funcionarios del Estado. En todo caso, hay todavía, en los
sectores populares, estratos populares, que aunque desencantados, todavía
consideran que la diferencia entre Evo Morales Ayma y el neoliberalismo es
válida.
El partido
oficialista, los órganos de poder del Estado, copados por el partido de
gobierno y controlados por la estructura palaciega, buscan imponer la figura de
la reelección, usando la fuerza estatal, que todavía controlan y la fidelidad
del núcleo duro. Por medio de maniobras institucionales, no
institucionalizadas, y por medio de maniobras leguleyas, quizás puedan
lograrlo; sin embargo, este logro se sostiene sobre cimientos de barro. El tema
de fondo es que el “gobierno progresista” duró porque se subió a la cresta
de la ola de la movilización prolongada (2000-2005),
se dejó llevar por la curvatura de la ola misma, dejándose arrastrar por el
impulso de la ola, incluso cuando ésta desapareció. Ahora, que no hay ni ola ni
impulso, no tiene con qué continuar en el decurso de las contingencias y
concurrencias de fuerzas. En todo caso, sería un logro, de la maniobra y el
montaje, que solo alcanza a parar el esqueleto de una estructura de
poder muerta.
¿Cuáles son los tejidos y
los nudos que componen la coyuntura política?
Un acercamiento a los nudos, que mencionamos, de pasada, es cuando
hablamos del nudo clientelar. No es exactamente un nudo como
tal; es más bien, un primer avistamiento, vislumbre, de lo que acontece con
los hilos de amarre del nudo efectivo.
El conglomerado de concomitancias y complicidades, que hacen a la malla de redes
clientelares, se sostiene en substratos complejos, de lo que
llamaremos rápidamente la condición humana. ¿Cuáles son estos substratos?
Quizás uno de ellos tenga que ver con los imaginarios conformados
por las sociedades institucionalizadas. Imaginarios de
la promesa de la salvación, el retorno al paraíso
terrenal. La era de la desacralización, convirtió esta promesa
religiosa en un proyecto realizable en la
Tierra, conformando un paraíso terrenal prolífico en la
riqueza y el goce banal. La felicidad, en tanto plenitud, plena
vida en las filosofías antiguas, se convirtió en el vivir bien,
en el discurso endémico de los populismos del siglo XXI; en la
realización demagógica de una armonía virtual y publicitada con la naturaleza;
cuando efectivamente se continuaba, atrozmente, con el desmembramiento de los
ecosistemas. En los discursos neoliberales, la felicidad prometida
se convirtió en la fantasía del mundo del consumo, de la
posibilidad de endeudarse indefinidamente para infinitamente consumir
bagatelas.
El nudo del
que hablamos, entonces, consiste en la inclinación social
por imaginarios delirantes de ferias de paraísos
terrenales de la proliferante banalidad. La corrupción,
entonces, es una estrategia, si se quiere, directa y práctica, para acceder
al paraíso terrenal de la banalidad de chatarra.
La corrupción es el método, empero, el fin es
este paraíso del goce fugaz y superficial.
Parece, que hay que atender, analíticamente, mas bien, esta finalidad,
y menos la estrategia y método pragmático de la corrupción. Se
hace, al revés, pues se evalúa desde la perspectiva moralista, como
si ésta pudiera dar luces sobre lo que ocurre, la decadencia.
El moralismo, no es nada más que el asombro inocente
y virgen de la corrupción, la corrosión, la perversión
y la violencia desmedida. Es impotente para comprender,
mucho menos, para detener la marcha escabrosa de la decadencia. Es
parte, aunque usted no lo crea, de la decadencia; es la parte angelical de
la decadencia y el desmoronamiento civilizatorio.
El problema,
en consecuencia, no radica en haber optado por el paraíso de hojalata del sistema-mundo
cultural de la banalidad, que es, sin embargo, un
retroceso estético respecto a la promesa religiosa, sino
en el haber comenzado con el imaginario de la promesa
de salvación, como si hubiera otro multiverso diferente al
que habitamos; hecho, además, de espiritualidad, sin ninguna
contribución de energía y materia. Este buscar en
otra parte y desechar el lugar donde habitamos y percibimos
el universo, el planeta y sus ciclos vitales, es el comienzo hacia
el decurso histórico de sociedades institucionalizadas,
abocadas a servir como medio a la realización de la promesa.
¿Por qué esta voluntad
de nada, destructiva de la vida, se convirtió en substratos de
las civilizaciones conocidas de la humanidad?
Dicho de otra manera, ¿por qué el humano, institucionalizado,
prefiere lo que no está a lo que está?; ¿por qué
prefiere la ausencia a la presencia existencial?
Dicho de manera simple, sencilla, esquemática, aunque ilustrativa, ¿por qué
prefiere la muerte a la vida?
No se crea que los
problemas pedestres, como los de la política ejercida, manifestada en sus
formas más grotescas, no tengan nada que ver con estas cuestiones
trágicas, que arrancan en los substratos mismos de
la humanidad. Sería una pose “intelectual” o burocrática el
pretender que estas cuestiones del teatro político de la
crueldad tienen que ver con “anomalías salvajes”; que no tienen
vinculación con los substratos, las raíces y ejes constitutivos de
la humanidad. No podríamos explicar la decadencia sin
atender al origen, para decirlo de manera simbólica, a
los nacimientos y a los substratos constitutivos de la
humanidad. Algo que debería llamarnos la atención es que parte de
los substratos, por lo menos, en lo que llama la historia las sociedades
antiguas, está conformada por desenvolvimientos y despliegues de violencias
constitutivas. La pregunta a la que no podemos escapar es: ¿somos los humanos constitutivamente
violentos?
Hemos respondido a
esta pregunta criticándola y de-constructivamente; desechamos la
tesis del mal, de manera concreta la tesis hobbesiana del hombre
lobo del hombre. Hemos, partido, mas bien, de la teoría biológica de
que la vida es memoria sensible; por lo
tanto, afectiva. Otorgándole al humano, ser orgánico
entre seres orgánicos plurales y diversos, esta condición existencial compartida.
Sin desechar, sin embargo, la posibilidad del momento o momentos diferidos,
cuando las sociedades institucionalizadas, comenzaron a moldear al humano a
partir de los paradigmas de la promesa. La invención de lo
demoniaco corresponde a uno de los momentos constitutivos de
la historia, como decurso de la voluntad de nada,
del nihilismo. La separación entre bien y mal,
que corresponde, a la separación de espíritu y cuerpo,
en las religiones monoteístas, es estrategia institucional, se podría decir,
estatal, de separar la potencia de la vida respecto
a la abstracta maquinaria de poder, impotente.
Ciertamente, no es la
única inclinación escrita en la pluralidad de comportamientos humanos, pues hay
otras inclinaciones, más bien, fuertemente vinculadas a la potencia
creativa de la vida. Hablamos de las capacidades desplegadas en lo que
modernamente se define como estética, también como técnica, que los griegos
antiguos consideraban integralmente como techné. Por lo
tanto, se dan otros imaginarios, no necesariamente
institucionalizados; en constante mutación y transformación, que son como la
expresión figurativa de la invención humana. De esta manera, dicho
de modo provisional, se puede apreciar que, por lo menos, en lo minimum
minimorum, este imaginario inventivo compensa
el imaginario institucionalizado.
Siguiendo la
exposición, la compensación de los imaginarios,
asumidos por las inclinaciones humanas, darían lugar a tendencias
comportamentales contradictorias, convirtiendo los desenvolvimientos sociales
en conflictos creativos, incluso, en contraste, regresivos. Aunque esta
presentación, esta exposición, siga siendo esquemática, nos
muestra, por lo menos, la clave de la controversial condición humana;
conservadora y transformadora, recurrente e inventiva, programática y creativa.
El problema es cuando esta controversial condición humana se
disminuye o reduce; restringe sus manifestaciones a los extremos de la
banalización. Por un lado, el conservadurismo se reduce a repetir lo dado y
heredado en sus formas más superficiales y banales de la tradición;
por otro lado, el progresismo reduce la proyección de la invención a las formas
más superficiales y banales del cambio.
Nuestra hipótesis
interpretativa es que esto ocurre en plena decadencia,
cuando la sociedades institucionalizadas o, el conjunto
de ellas, su civilización, no son capaces de comprender las
problemáticas y dilemas en los que se debaten; solo atinan a reducirlos a
opciones estadísticas o alternativas publicitarias. Esta flojera a
ocuparse del cuidado de sí mismo, esta incapacidad de pensar los
problemas y los desafíos, es la dramática situación de
la miseria humana. El hecho que la corrupción no
solo haya acompañado a las genealogías del poder, sino se haya
expandido galopantemente en la modernidad tardía, señala el grado de la decadencia de
las sociedades institucionalizadas, de sus mallas
institucionales y de los Estado-nación.
No se trata solo de
la forma de gubernamentalidad clientelar, correspondiente a los
“gobiernos progresistas” del siglo XXI, sino de las otras formas de
gubernamentalidad en el presente. Todas, a su modo, han
dado lugar a la expansión, en distintos despliegues y grafías, a las formas
paralelas del poder, a las formas de la economía política del
chantaje, a las proliferantes formas de la corrosión
institucional y de la corrupción.
Los “analistas” que
señalan con el dedo solo a los “gobiernos progresistas”, sin ver el contexto mundial,
regional, nacional, sencillamente se tapan los ojos y prefieren optar por lo
más fácil, por el prejuicio moral, que señala al enemigo;
pero, se guardan de desnudarse a sí mismos. Los síntomas de
la decadencia de la civilización moderna se
expresan en todas las formas de gubernamentalidad política, incluso
en todas las formas de sociedades institucionalizadas del sistema-mundo.
Estos “analistas” son parte de la decadencia, otro síntoma más
de la diseminación civilizatoria.
Sin perder el enfoque,
que se centra en la coyuntura nacional, teniendo en cuenta
los contextos regionales y mundiales, que, de alguna manera,
los mencionamos y los figuramos, podemos hacer hincapié en los síntomas
barrocos de la decadencia manifestada en los
“gobiernos progresistas”. Estos gobiernos populistas se
encuentran atrapados en las contradicciones del sistema-mundo
capitalista, al cual pertenecen y responden. La modernidad, desde su
nacimiento, ha estado desatada vertiginosamente, como por dos tendencias
contradictorias, para decirlo resumidamente; la tendencia de la descodificación,
de la liberación institucional, por lo tanto, desatando las
capacidades inventivas; la tendencia destructiva, no tanto conservadora,
como se acostumbra decir, sino tanática. La misma capacidad
inventiva se convertía en instrumental para la destrucción,
tanto de la humanidad como del planeta. El problema es
que, con el tiempo, la modernidad liberadora, por así
decirlo, ha venido restringiéndose; en cambio, la modernidad
destructiva, ha venido convirtiéndose en hegemónica.
La civilización
moderna, que no dejaba de mostrar su lado liberador, sobre
todo, cuando emergen los movimientos sociales anti-sistémicos, claramente,
de manera elocuente, los movimientos sociales anticoloniales;
también, seguidamente, los movimientos revolucionarios del proletariado;
tampoco dejó de mostrar su lado sombrío, el de la destrucción de
la vida. El problema es que esta última tendencia se ha convertido,
en la actualidad, en hegemónica; sin decir, que las etapas
primerizas del capitalismo han sido evidentemente destructivas, cuando nace en
el substrato de la colonización.
Volviendo a los
“gobiernos progresistas”, el tema es que expresan el conjunto de las contradicciones de
la modernidad, de una manera barroca, mezclada, densa,
pesadamente irresoluble. Son como la patente evidencia del fracaso
político. El resumen de la promesa incumplible, del socialismo restringido
a la demagogia, de la de-colonialidad discursiva y teatral, del anticapitalismo
bufón y del antiimperialismo de pose. Situaciones análogas, empero, en
diferentes versiones, las podemos encontrar en los gobiernos neoliberales. Se
trata del resumen de la proyección de bienestar incumplible, del capitalismo
restringido a la especulación financiera, de la globalidad superficial,
conectada por analogías vagas, de la democracia farsante y mentirosa, también
de la instrumental pose de justicia internacional.
Ambas proyecciones
ideológicas forman parte de la misma episteme posmoderna.
En sus distintas versiones, pretendidamente opuestas, realizan la marcha de
la decadencia civilizatoria. Pues ambos proyectos
ideológicos han convertido a la humanidad en medio
dramático y en instrumento trágico para alcanzar sus fines sin sentido.
[1] Ver Bolivia: perfil económico. Gravitaciones del
capitalismo dependiente y del colonialismo extractivista.
También Plano de intensidad económico boliviano.
[2] Ver la serie Espesores del presente: https://issuu.com/raulpradaalcoreza/stacks/9108857a454f4535a48089676950aeb1.
[3] Ver la serie Cuadernos activistas: https://issuu.com/raulpradaalcoreza/stacks/715dbb6b8faf4b70bef012832f796319.
[4] Ver Cartografías políticas del chantaje. https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/cartograf__as_pol__ticas_del_chanta.
[5] Ver Círculo vicioso del poder. https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/c__rculo_vicioso_del_poder_d44d3f15db9474.
Comentarios
Publicar un comentario