Descripción de los delitos constitucionales del “gobierno progresista”
Descripción de los delitos
constitucionales del “gobierno progresista”
Raúl Prada Alcoreza
Descripción de los delitos constitucionales del
En la actualidad muchos debates políticos son
insólitos, no por lo extraños, sino por lo insulsos. Temas que deberían estar
resueltos institucionalmente por su clara referencia constitucional, no lo están
debido a los argumentos leguleyos de la politiquería, de por sí trivial.
Ciertamente, estos argumentos leguleyos no se los emiten por descuido o
desorientación de los voceros, sino por íntimo interés del poder o de los que
se aposentan en el poder. Lo que llama la atención es que los medios de
comunicación, además de los involucrados en la clase política, de los distintos
partidos, incluyendo a los llamados de la “oposición”, los toman en serio. Uno
de estos debates es el que tiene que ver con la reelección del presidente,
convertida, en el delirio oficialista, en reelección indefinida.
La Constitución aprobada por el pueblo
Boliviano, que es la que termina valiendo, pues es el texto constitucional
aprobado por amplia mayoría del pueblo, cuando fue refrendada, después de su “corrección”
por el Congreso, convertido por voluntad gubernamental, en “Congreso
Constituyente”, dice claramente una reelección, no más, de manera continua. Sin
embargo, el gobierno, el MAS, la masa elocuente de llunk’us cuestiona la interpretación clara y directa de la
Constitución, al mentar a la “voluntad del constituyente”, voluntad que no
tomaron en cuenta al momento de “revisar” la Constitución en el Congreso, en
mutuo acuerdo entre oficialismo y oposición. El “gobierno progresista” promovió
un referéndum para reformar la Constitución, cuyo objeto declarado era
habilitar al presidente a una nueva reelección. Perdió el referéndum. Después
de la derrota el argumento oficialista es que hubo una campaña “mentirosa”
contra el presidente, respecto a un hijo indilgado y a un amorío reconocido;
por eso, se dice, sin ruborizarse, que ese referéndum no vale. Como se puede
ver, este argumento no tiene asidero ni es sostenible, se lo mire por donde se
le mire. Lo que muestra, es más bien, la poca moral y el escaso valor de los
que perdieron el referéndum.
Ahora vuelven a la cantaleta, pero esta vez
no exigen un nuevo referéndum, lo que tampoco se podría legal, institucional y
constitucionalmente hacer, una vez que se dieron los resultados del anterior referéndum.
La supuesta “astucia”, que de astucia
no tiene sino la sórdida sombra, es consultarle al Tribunal Constitucional para
que el dirima sobre el pedido de anulación de artículos de la Constitución y de
la Ley electoral. Esta propuesta, sacada de los cabellos, es la caspa del
oficialismo, que delata la enfermedad de la caída de la pelambre. No hay por
donde tomarla en serio, salvo como anécdota de la estupidez política. Sin
embargo, los medios de comunicación y la clase política la toma en serio;
además, claro está, de los órganos de poder del Estado cooptados por el ejecutivo.
Sin embargo, a pesar de lo anecdóticamente escabroso, el Congreso ha
justificado el envío de semejante consulta y el Tribunal Constitucional la ha asumido;
lo que habla de la poca seriedad de ambos órganos del Estado.
Ahora, a pesar de que ya escribimos a propósito,
volvemos a referirnos a semejante tema anecdóticamente escabroso; lo haremos
acudiendo a una descripción de los hechos.
Vino la propuesta de reelección indefinida del
ejecutivo, del MAS; es decir, de parte de los constituyentes de la bancada del
MAS. Había temas más importantes como la transversal estructural del Estado Plurinacional;
empero, al MAS no le interesaba eso. Fue el Pacto de Unidad, que en ese
entonces contaba con verdaderos dirigentes, correspondientes a las luchas
desatadas de la movilización prolongada (2000-2005), los que llamaron al
estadio de Sucre a los del MAS, para exigirles el cumplimiento respecto al
documento sobre el Estado-Plurinacional y Comunitario, documento que entregó el
Pacto de Unidad, después de haber discutido durante casi tres años. Sin
embargo, las comisiones del MAS nunca leyeron el documento. Ante todavía la
fuerza que constituían las organizaciones sociales, recordándoles a los del MAS
que eran Instrumento Político de las Organizaciones Sociales, el MAS cedió,
dejo provisionalmente en suspenso su nacionalismo chauvinista y aceptó poner en
la Constitución lo del Estado Plurinacional Comunitario y Autonómico. El artículo
mentado llegó con la propuesta del MAS, en lo que respecta a la Organización
Institucional del Estado, con el artículo sobre la reelección indefinida. No se
discutió este artículo; fue llevado y admitido en la Constitución aprobada por
la Asamblea Constituyente en Oruro.
Sin embargo, volviendo a violar al Poder
Constituyente – que esta sobre cualquier Poder Constituido -, que se expresaba
en la Asamblea Constituyente, el gobierno, sobre todo, dirigido y encausado, en
lo que respecta a la Constitución por el Vicepresidente, decidió
inconstitucionalmente convertir al Congreso en Asamblea Legislativa
Constituyente. Los tres Carlos – Carlos Alarcón, Carlos Börth y Carlos Romero
-, apoyados por todas las bancadas del Congreso, revisaron la Constitución
aprobada por la Asamblea Constituyente. Cambiaron los artículos que les
interesaban, para lograr un acuerdo de los partidos en el Congreso. Lo que
tocaron, los artículos modificados, retrocedió, en lo que respecta a los
alcances logrados por la Asamblea Constituyente, que todavía era como la
irradiación de la movilización prolongada (2000-2005). Sin embargo, no afectaron la estructura
nuclear de la Constitución, la que tiene que ver con el Estado Plurinacional
Comunitario y Autonómico. No porque no quisieron, sino porque no se dieron
cuenta. Solo con el conflicto del TIPNIS, el “gobierno progresista” se dio
cuenta que tenía candados para implementar su modelo extractivista colonial del capitalismo dependiente. Es
cuando le vino a la cabeza al “Jacobino” que se debería hacer una reforma
constitucional, para docilizar y domesticar, subordinándola al modelo
extractivista, a la Constitución aprobada por el pueblo boliviano.
El tema es que si bien la Asamblea
Constituyente aprobó, en Oruro, lo de la reelección indefinida, no siendo, de
ninguna manera, el artículo más importante, ni mucho menos, lo cierto es que,
después de la revisión usurpadora del Congreso, el pueblo boliviano aprobó por
amplia mayoría la Constitución presentada. Si se quisiera hacer una reforma
constitucional - se dice que para
habilitar al Presidente a renovadas reelecciones, lo que tampoco es la
principal preocupación del “Jacobino”, sino volver a la Constitución en un
instrumento dócil para favorecer a las empresas trasnacionales del
extractivismo -, se tendría que revisar todas las modificaciones que hizo el
Congreso, para lograr un acuerdo multipartidario. De esto, ni se habla.
Lo que hacen el MAS, el gobierno y todos los
órganos cooptados del Estado, es un múltiple delito constitucional y
democrático. Desacata lo que ha aprobado el pueblo boliviano al votar
mayoritariamente por la Constitución; no
respeta el voto contra la reforma constitucional, que pretendía el MAS, cuando
ganó el NO; transfiere la decisión de la Asamblea Constituyente, respecto a la
Constitución, y la decisión del pueblo boliviano, con la aprobación de la
Constitución, a órgano incompetente; impone despóticamente la transferencia de
una “decisión” incongruente, no institucional e inconstitucional, al Tribunal
Constitucional, que no tiene competencias ni atribuciones para tomar esa “decisión”;
la de la reelección indefinida. Estamos ante la tiranía de la estructura de
poder palaciega.
Se podría decir que el único avance positivo
logrado, post-aprobación de la Constitución, es la elaborada en Cochabamba, por
parte operativa de las prefecturas departamentales; es el tema que quedó
pendiente, en la Constituyente y posteriores acuerdos congresales, de las
competencias autonómicas y su vinculación con las otras competencias exclusivas,
privativas, concurrentes y compartidas. El acuerdo de Cochabamba logró llenar
este vacío, definiendo el reparto, la composición y combinación de las
competencias; haciendo un entramado de
competencias complejo y enriquecedor. Es cuando las autonomías, en el
contexto del pluralismo autonómico, adquirieron competencias fortalecedoras;
sobre todo, las competencias de las autonomías indígenas.
Un ideólogo
de la “autonomía departamental” pide una
reforma constitucional para empoderar la “autonomía departamental”, pues
considera que esta autonomía es, mas
bien, la preservación del centralismo estatal. El ideólogo confunde la Ley Marco de Autonomías, que nada tiene que
ver con la Constitución, con el entramado
de competencias autonómicas; mas bien, tiene que ver con la vulneración constitucional
y el desconocimiento y descalabro taxativo de las competencias autonómicas. Cae el ideólogo “autonomista” en el mismo desatino oficialista al pedir
reforma constitucional para fortalecer las autonomías. No se puede hacer una
reforma constitucional por lo que se le ocurre a cada quien, de la clase política
y del estrato de los ideólogos,
cuando la Constitución no ha sido aplicada, sino, mas bien, vulnerada,
desmantelada, no cumplida. De lo que se trata es hacer respetar la Constitución
y su entramado de competencias.
Ahora vamos a citar dos artículos anteriores,
correspondientes a otra coyuntura, donde expusimos nuestra posición al respecto
de las competencias autonómicas y la crisis del llamado “proceso de cambio”.
La comparsa “autonómica”
No es difícil demostrar que los “estatutos autonómicos”
no tienen nada que ver con la Constitución; por lo tanto, con el Estado
plurinacional comunitario y autonómico. Ya lo hicimos en anteriores escritos[1].
No vamos a volver sobre esto; lo que importa ahora, es explicarse el por qué, a pesar de todo, se insiste en aprobar cartas autonómicas que no cumplen con la
Constitución, que no han sido deliberadas participativamente, como demanda la
Constitución, que son impuestas por la autoridad y el abuso de mando de un gobierno populista. Vamos a tratar de
describir los mecanismos de este engranaje condenado que embarca al gobierno progresista a no solo un montaje grotesco, sino a una usurpación de los derechos democráticos participativos de la población, sin
precedentes; a una comparsa “autonómica”
La secuencia, si podemos hablar así, por lo menos
ilustrativamente, es larga; el desarrollo
legislativo gubernamental no corresponde a la Constitución, aprobada por el
pueblo, sino a la herencia de la anterior Constitución liberal. Ya la Ley Marco de Autonomía es un
desmantelamiento de la Constitución, en lo que compete a este tema, relativo a
los gobiernos autonómicos, en los
distintos niveles territoriales. Esta ley no solo ha cerrado la posibilidad de
establecer autonomías, como manda la Constitución, según el entramado de sus competencias, sino que se ha mantenido el mismo régimen centralista financiero nacional del Estado-nación; se ha negado
desesperadamente a abrirse a un sistema
financiero comunitario y autonómico, además de plurinacional. ¿Qué es lo que requieren después de haber negado la
posibilidad institucional a las autonomías?
Terminar de plasmar esta usurpación,
esta abolición de los derechos
autonómicos y de sus competencias.
Las estructuras
de poder vigentes; para decirlo ilustrativamente, metafóricamente, el poder económico y el poder político, se han coaligado para
imponer las “autonomías” que les conviene; es decir, limitando todo lo que se
pueda a las autonomías, manteniendo
el control de sus regiones y del
país. Si tomamos en cuenta el estatuto
autonómico de La Paz y el estatuto
autonómico de Santa Cruz, ambos, uno respondiendo al poder político, el otro, respondiendo al poder económico, han impuesto estatutos
que convienen al interés de la clase
política dominante y de la burguesía agroindustrial.
El pueblo boliviano ha sido burlado en sus anhelos y esperanzas emancipadoras.
Lo grave de todo esto, es que a la convocatoria al
referéndum por las cartas orgánicas van asistir una mayoría que avalará, por el
hecho de asistir a esta comparsa, la usurpación de sus derechos democráticos y autonómicos.
Este fenómeno corresponde, como dijimos antes, al deseo del amo. También al conformismo;
quizás también a no encontrar alternativas
y salidas. Los y las que voten son cómplices de la renuncia a la autonomía, a la participación,
a los derechos democráticos de lo que
denomina la Constitución Sistema de
Gobierno Pluralista, de la democracia
participativa, directa, comunitaria y representativa.
Si bien la denominada “oposición” convoca a votar por
el No, este llamamiento, por los
resultados estimados, también avalará la usurpación de la voluntad de las
naciones y pueblos. Oposición que para nosotros, no es otra cosa que un aditivo, aparentemente opuesto, al gobierno; sin embargo, hace
de complemento al poder de la gubernamentalidad populista, bajo la sombra del caudillo[2].
¿Es posible salir de este círculo vicioso
del poder?
A pesar de que se pueda demostrar la razón de la crítica a semejante violencia institucional, la de la expropiación de la voluntad popular, por medio de esta comparsa autonómica, ¿de qué sirve tener la razón, si en el campo
político se resuelve por la correlación
de fuerzas? No parece tratarse solamente de demostrar que los estatutos no tienen nada que ver con la
Constitución, sino que parece prioritario activar la potencia social, hundida en lo profundo de los cuerpos múltiples de
la gente, después de optar por el conformismo.
¿Cómo hacerlo?
No parece bastar solo el discurso denunciativo, que por cierto sirve. Tampoco, mejorando, el
discurso crítico; parece
indispensable ir más allá de estos
discursos. Ingresar a un activismo
integral, que interpele el conformismo
de la gente y active la potencia social, inhibida. No basta
señalar a los gobernantes como responsables de la decadencia del “proceso de cambio”, sino que es indispensable
mostrar la corresponsabilidad de las
mayorías en lo que ocurre. La complicidad
se da cuando se deja hacer a los gobernantes
lo que quieren hacer. Restaurar el Estado-nación, folclorizar el Estado Plurinacional; es decir, disfrazar el
anterior Estado-nación con máscaras
simbólicas; expandir el modelo
colonial extractivista del capitalismo dependiente; preservar las estrategias clientelares del Estado
rentista. Esta tarea, la del activismo
integral, parece ser más difícil que las anteriores formas activistas,
denunciativas, interpeladoras, críticas. Esta tarea difícil, es la que hay que poder
efectuarla, pues, de lo contrario, si no se puede hacer esto, incluso los
activismos anteriores, se cae en las redes y mallas del poder, legitimándolo, aunque no se lo quiera.
Algunas
consideraciones sobre los estatutos
De todas maneras, a pesar que dijimos, que no íbamos a
volver a la demostración de la
inconstitucionalidad de los estatutos,
vamos a decir unas cuantas cosas; puntualizaciones comparativas generales.
Sobre todo para mostrar algunos contrastes de los estatutos autonómicos, en un contexto de analogías cómplices contra la Constitución.
El estatuto de Santa Cruz se distingue del de La Paz
porque maneja mejor las competencias
establecidas en la Constitución; La Paz prácticamente ignora estas competencias. Sin embargo, Santa Cruz lo
hace de una manera notoriamente segada; toma lo que le conviene al grupo de poder económico, ignora todo lo que no
le conviene. Ignora las competencias de las autonomías
indígenas, además de las otras autonomías,
las municipales, sobre todo las regionales. La de La Paz obedece a la
consigna centralista de un gobierno,
que responde a la defensa nacionalista
del Estado-nación; pero, también, y esto parece innecesario, a sus criterios
excesivamente centralistas. Cuenta con el aval del gobierno, hablando de las
fuerzas intervinientes; empero, está más lejos que la de Santa Cruz de la
Constitución, hablando de la estructura
de competencias autonómicas.
La de Santa Cruz no solamente desconoce las autonomías indígenas y las autonomías regionales, sino que también
desconoce la voluntad popular. El poder económico se arroga la
representación del pueblo cruceño, al que no ha acudido para consultarle sobre
numerables, temas indispensables para una convivencia
democrática en la región. Hace en menor escala, regional, lo que hace el
gobierno en mayor escala, nacional. Desconocer el contexto y los marcos
jurídico-políticos de la Constitución; desconocer las voluntades populares, de pueblos,
naciones y regiones. Sobre todo,
desconocer la condición de plurinacionalidad,
la condición comunitaria y la
condición autonómica, en su multiplicidad.
Esta situación de contrastes
y de complicidades, entre los estatutos de La Paz y Santa Cruz, entre
el poder político y el poder económico, nos muestra la alianza subrepticia entre ambos, el
acuerdo de poder; es decir, de dominación, entre ambos. Solo los ingenuos no lo ven; aclarando que estos ingenuos son la masa de llunk’us que obedecen ciegamente las
consignas gubernamentales. Como nunca, en ellos, en esta clase de gente, con la
que cuenta todo gobierno, solo que en los gobiernos
populistas de una manera masiva, solo que en este gobierno, incluso con
algunos pretendidos “bolcheviques” solitarios, no se esfuerzan por argumentar;
solo atinan a descalificar de una manera ineficaz y general. Asumiendo, no se
sabe por qué, que son los buenos; es
decir, los “revolucionarios”; mientras todos los que se oponen, sean de donde
sean, vengan de donde vengan, son “reaccionarios”. Esta actitud deportiva, muestra no solamente los niveles de la decadencia de la política y de la “ideología”, sino también demuestra la escasez argumentativa de este movimiento al socialismo.
Si bien compartimos las preocupaciones, por lo menos
parte de ellas, de todos los que convocan a votar por el NO, en el referéndum autonómico, les recordamos que la victoria del
nulo en la elección de los
magistrados no sirvió efectivamente, pues el gobierno se refugió en su mayoría
congresal para legalizar un desconocimiento antidemocrático, al validar esa
elección anulada por la propia votación. Además de no olvidar que cuenta con la
complicidad sumisa del Órgano electoral,
que, a pesar de incorporar “notables”, de otro estilo que los “notables” del
periodo neoliberal, no ha corregido su falencia fundamental; su
subordinación y dependencia de las
determinaciones del ejecutivo. El nulo
no es lo mismo que el NO,
ciertamente; empero, el mapa institucional en el que se mueve esta elección es
el mismo mapa, definido por la gubernamentalidad
clientelar.
No parece pues una salida efectiva, esto de votar por
el NO, aunque logre una victoria simbólica, por segunda vez,
sobre un gobierno, un Estado, en verdad, pues están comprometidos todos los poderes del Estado con las relaciones clientelares del gobierno populista. ¿Qué
hacer?
Nuestra posición ha sido y es la de que estas
decisiones deben ser construcciones
colectivas. Ciertamente no hay tiempo, fuera de que parece que tampoco hay voluntad de las mayorías para construir decisiones
participativas. Sin embargo, no creemos que se deba renunciar nunca a
convocar a la construcción colectiva de
la decisión política, por lo
menos, como pedagogía política. Es
posible que sea tarde para esto; sin renunciar a que, los que apuesten a eso,
se convoque a votar por el NO, es
menester, en lo que respecta a los activistas,
buscar la activación de la potencia
social. Por otra parte, no olvidar, pase lo que pase, en esta coyuntura, que ¡la lucha continua! ¿Qué gana el gobierno? No mucho, hace lo mismo
que ha hecho hasta ahora, desmantelar la Constitución; hablar a nombre de ella,
como si respondieran sus actos a esta Constitución; sin embargo, seguir con la
consolidación del Estado-nación, el modelo
colonial extractivista del capitalismo dependiente, manipulando a las
mayorías con el cuento de hadas del “proceso de cambio”. Solo gana tiempo;
pues, por dentro esta carcomido por el avance demoledor de la implosión.
Artilugios de las
farsas
En los ámbitos de relaciones
entre los seres, el juego de mensajes y de interpretaciones, acompañadas de respuestas, forma parte de las entrelazadas
ecologías de las que conforman. En el conjunto de estos mensajes emitidos, percibidos,
codificados y decodificados, hay un grupo de ellos que es indispensable tener
en cuenta por sus características; hablamos de los mensajes engañosos, emitidos con el objeto de simular. Quizás,
mejor dicho, de aparentar, de dar una apariencia; para que esta sea interpretada ya como una amenaza, ya como una advertencia. En atmósferas no agresivas,
quizás el tenor es de atraer y seducir. Podemos decir, con cierta
pretensión de generalidad, que se
trata de impresionar. Se busca con
los mensajes emitidos de cierta
forma, de cierta manera, con la intención de causar una determinada decodificación;
es decir, interpretación. Estas estrategias de comunicación han sido
hartamente desarrolladas por las sociedades humanas y de una manera
proliferante, hasta lograr estilos sofisticados
y aristocráticos. El arte ha recogido
esta experiencia y memoria social,
convirtiendo las estrategias de seducción
en regocijos estéticos.
Sin embargo, hay muchas direcciones de las rutas que
toman estas estrategias de comunicación
manipuladas, ya no en el arte, sino, por ejemplo, en la política, en la diplomacia, en ámbitos microfísicos y macrofísicos de poder. Hay
personas que exaltan o extreman el uso de estas estrategias impresionistas - para darle un nombre, aunque sea
provisional -, con el objeto de reconocimiento social, que puede llegar
a convertirse en exigencia de
reconocimiento de la “grandeza”, que reclaman ser. Son los “héroes”
ignorados, son los “sabios” no reconocidos a primera vista, son los “hombres
consagrados”, que la humanidad no descubre, hasta que estos personajes reclaman
a voz en cuello. Se buscan frases sonoras, que impresionen, aunque no digan nada;
lo importante es que parezcan que dicen algo importante. Son los últimos en hablar en una conversación,
pues buscan cerrarla con sus conclusiones “sabias”. Se muestran como los
dedicados, mucho más que otros, los mortales,
aparecen como los más disciplinados; cuando se trata de ámbitos intelectuales,
se muestran como los más lectores. Hacen conocer la cantidad innumerable de
libros que tienen en su biblioteca, que hacen suponer que los han leído todos. Publican,
sobre todo cuando cuentan con los recursos del Estado, aunque sus publicaciones
sean repetitivas y reiterativas de lo que escribían, cuando eran más
interesantes. Esto en el mejor de los casos; cuando no ocurre esto, cuando más
bien, han decaído hacia la escritura torpe, sin estilo ni gracia, de la
propaganda o de la diatriba panfletaria. Pues ahora parecen aburridos y
aletargados; ofreciendo libros, que los funcionarios están como obligados a
leer, aunque no los lean, debido a que no están acostumbrados a hacerlo.
Como cuentan con la atmósfera forzada de las
adulaciones y sumisiones de sus entornos
subordinados, se sienten confirmados en su “gloria”, en su “verdad”; por lo
tanto, consideran obligación de parte de ellos llamar la atención. Cuando se
trata de críticas, de descalificarlas
como si fuesen el sagrado guerrero San Jorge, enfrentándose a dragones.
Terminan, por este camino, adquiriendo un aire despiadado de vengadores, venidos
desde lo profundo de los tiempos olvidados, para castigar a los impíos. Es, de
alguna manera, de esperar, que todo esto, se lo crean; empero, lo que llama la
atención, que terminen creyendo no los entornos
subalternos, sino la llamada izquierda
internacional. Aunque se trate de
una izquierda oficiosa, enamorada de
los fantasmas de la “revolución”,
sobre todo de los fantasmas
institucionalizados, fantasmas y mitos a quienes les ofrecen ritos y
ceremonialidades, de todas maneras, se esperaría, de esta izquierda, un mínimo de sentido
crítico común. Pero, no. Esta izquierda
internacional cree en los mensajes
emitidos por estos personajes histriónicos y exigentes, que se muestran con
todos los rasgos fantasmagóricos de
los “revolucionarios” muertos, institucionalizados e idolatrados.
Asistimos pues a espectáculos. En foros internacionales
se presentan a estos personajes emuladores como la expresión auténtica de
“procesos de cambio” en curso. Los asistentes a estos foros, por lo menos, en
su mayoría, sienten que se encuentra en las proximidades de los resplandores de
una “revolución” presente, que se da en el país del invitado a hablar. No
interesa, al respecto, ninguna verificación. Menos escuchar críticas, que vienen, precisamente del
país donde supuestamente está en curso una “revolución”; por lo tanto, no se
las puede tomar en serio. A lo mejor son no solamente desatinadas, inconformes
y resentidas, sino hasta pueden tener secretas vinculaciones con la conspiración
de la “derecha”.
Como se puede ver, lo importante no es lo que realmente ocurre y pasa en el país del
“proceso de cambio”, sino que se crea que ocurra, que se tenga fe en lo que se
dice que pasa. Los izquierdistas se
aferran a sus esperanzas, que llaman utopías, se aferran a sus deseos, que llaman proyectos en curso. No son capaces de evaluar las circunstancias,
los sucesos, con ojos críticos, sobre todo para apoyar las posibilidades de las transformaciones
inherentes en las coyunturas dramáticas. Al hacer apología de “procesos de cambio”, que no dejan de ser
contradictorios, se convierten ellos, los izquierdistas
oficiosos, en una trampa más, en el
recorrido accidentado del “proceso”. Pues, en vez de lograr una buena
información, una buena evaluación de los hechos, por lo tanto, en consecuencia,
una buena interpretación y análisis, terminan enamorándose de su propia
ficción. Este es el momento sintomático,
que señala no solo la decadencia misma
del decantado “proceso de cambio”, sino de que los supuestos defensores de la
revolución del siglo XXI se han convertido, en la práctica, efectivamente, en
sus sepultureros.
De los apologistas, “ideólogos”, aduladores, del
“proceso de cambio”, hay unos cuantos, contados con los dedos de una mano, que
quizás no lleguen ni a dos, que hacen enormes esfuerzos por mantener su seducción artificial por medio de la estrategia
impresionista. En vez de debatir contra la crítica que se les hace, prefieren descalificar a los emisores,
aludiendo a supuestos dramas figurativos.
En vez de contra-argumentar, prefieren inventarse artefactos de palabras
sonoras, que brillen por su halito
espectacular, aunque no digan nada. Con esto tienen la esperanza de haber
impresionado, no tanto a sus interlocutores, a quienes los ignoran
despreciativamente, sino a sus entornos
subalternos, a la masa de llunk’us,
a los escuchas, que aunque no sean de sus entornos,
pueda afectarles este teatro elocuente de frases
sonoras, empero, huecas.
Todos estos mensajes,
que hemos agrupado o clasificado como engañosos
o, si se quiere, impresionistas,
usando este término provisionalmente, para ilustrar mejor, forman parte de una
maraña mayor y quizás más complicada, la de los juegos de poder; en toda su variedad, estilos y proliferaciones
abundantes; también microfísicas y macrofísicas de poder. Como dijimos en otros escritos[3],
no busquemos culpables, cayendo en el
mismo esquematismo dualista político
del amigo/enemigo, que se asienta en
el matricial esquematismo dualista religioso
del fiel/infiel; peor aún, caer en el clima dramático de la consciencia desdichada del espíritu de venganza. Estos personajes
histriónicos son víctimas de su
propio entramado; de la trama que asumen como guion de sus vidas. Asumen el papel de protagonistas; descargan el peso de este
papel en sus cuerpos, sufren con los
sufrimientos del personaje que emulan, que termina siendo ellos mismos. Su vida,
de esta manera, se ha convertido en un teatro.
No salgamos por el lado fácil de que mienten, de que engañan conscientemente y a propósito, como maquiavelos, de la versión francesa.
Nada de esto es sostenible. No tienen el control de lo que sucede, como tampoco
nadie lo tiene; nadie controla todas las variables intervinientes en su vida.
Si hablamos de mensajes engañosos, no
es porque se engaña en el sentido simple, sino porque se alude a estrategias de simulación, inherentes
a las estrategias de sobrevivencia de
los seres orgánicos. El tema es que esta estrategia de mensajes
engañosos se convierte en una hipertrofia
de las conductas en personajes
públicos de la política. Entonces la estrategia se convierte en una trampa, no solo para quienes se emite el
mensaje, sino para los propios entornos del personaje en cuestión, y
para el propio personaje de la emulación.
Llamemos a este fenómeno
de entrampamiento, que en otro
lugar, escrito, llamamos encaracolamiento[4],
fenómeno de la burbuja. Los
personajes en cuestión habitan burbujas,
el mundo se reduce a estas burbujas, la realidad se reduce a lo que se ve
desde estas burbujas. Entonces la relación con el mundo es burbujeante, por
así decirlo. No es pues una maldad la
que motiva el comportamiento de estos
hombres públicos, como asumen los otros sacerdotes
jueces juzgadores, que tampoco han salido del cirulo vicioso del poder, sino que la dramática del poder se encuentra en esta manera de ver el mundo, incluso de concebirlo, desde su burbuja, que es una atmosfera propia, que a la vez de cobijarlos, los atrapa en la ilusión del aislamiento, de la impunidad, de la creencia en una
suerte de invulnerabilidad. Aunque mucha gente no lo crea, la vida de estos
personajes es dramática, por eso mismo
triste, drama sólo compensado con la
ilusión de que las ceremonias del poder
verifican el dominio absoluto del
Estado. Las ceremonias no verifican nada, sino que reproducen la institución imaginaria del Estado.
Manteniendo nuestra metáfora ilustrativa, si el
problema burbujeante quedara ahí, en
esta reducida extensión climática y atmosférica de los entornos del poder crepuscular, no sería tan grave; sin embargo, no
es así. Aunque no se encuentren en la burbuja,
las muchedumbres que se encuentran seducidas por el poder, por sus figuras, ya se den en forma del mito del caudillo u otra forma
institucional, ven el mundo, no
desde la burbuja, pues no se
encuentran ahí, sino desde el reflejo
del mundo en la superficie curva de
la burbuja. Ven el mundo desde el espejo del poder. Entonces, no solamente los personajes públicos de
la política, los entornos, sino también las muchedumbres
seguidoras, se encuentran atrapados por el fenómeno
burbujeante de estos climas y atmosferas envolventes del poder.
No se trata de castigar a nadie, ni ponerlo en el
cadalso, después de acusarlo y ponerlo en el banquillo de los acusados; esto
sería, no salir del círculo vicioso del
poder. Se trata de romper con este circuito
vicioso, con este círculo, con esta orbita
perversa. Se trata de salir de estas órbitas y generar fugas de las gravitaciones
del poder, creando con los recorridos libres otros mundos, incluso otros universos.
[1]
Ver de Raúl Prada Alcoreza Autonomicidio; también Autonomía y descolonización, así mismo Descolonización y transición. Dinámicas
moleculares; La Paz 2013-2015. El último, publicado por Abya Yala; Quito.
[2]
Ver de Raúl Prada Alcoreza A
la sombra del caudillo. Bolpress; La Paz 2015. Dinámicas moleculares 2015.
[3]
Ver de Raúl Prada Alcoreza Más allá del amigo y el enemigo.
Dinámicas moleculares; La Paz 2015.
[4]
Ver de Raúl Prada Alcoreza Encaracolamiento. Dinámicas moleculares;
La Paz 2015.
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