Imaginarios y orden de relaciones en torno al caudillo
Imaginarios y
orden de relaciones en torno al caudillo
Raúl Prada Alcoreza
La modernidad pretende haber dejado a tras
el mito; sin embargo, se inventa otros mitos, la historia,
el desarrollo, el progreso. Pretende haber “superado”
el animismo, que atribuye vida a las cosas; sin
embargo, genera el fetichismo de la mercancía. Pretende haber
dejado de creer en dioses, en hijos de dioses, en
reyes, monarcas, descendientes de los dioses; sin embargo, se
inventa caudillos patriarcales, de los que depende como los “hijos”
de sus “padres. Estas son algunas de las paradojas de la modernidad, con clave
heterogénea.
Criticando el fetichismo carismático de la política, el fetichismo
de los caudillos, imaginario patriarcal, al que se apegan nacionalistas,
populistas, incluso “socialistas”, vamos a intentar desprender tesis críticas
sobre esta forma de política, que hemos llamado de la gubernamentalidad
clientelar[1], desde la perspectiva de los órdenes de relaciones y
la compulsión de los imaginarios.
Tesis sobre la política carismática
- No hay atributos
inmanentes, personales, herencias, que te conviertan, por obra de gracia,
en caudillo; está en los órdenes de relaciones y en la compulsión
imaginaria, la explicación de las sumisiones y subordinaciones al
caudillo, la explicación de la convocatoria del mito.
- La clave se encuentra
en un tipo de diferenciación que se encuentra ya en las
sociedades antiguas; la diferenciación patriarcal, que otorga
al padre supremo poder sobre la mujer, las
mujeres, los hijos, el clan, los clanes, las alianzas territoriales,
potestades indiscutibles. Es el dueño. Diferenciación que
otorga la distinción de la nobleza a un
sector privilegiado al que se le atribuyen designios divinos,
consanguíneos; la plusvalía de código, el prestigio, se
convierte en sobre-codificación despótica.
- ¿Es o no economía
política, parte de la economía política generalizada, que diferencia lo concreto de
lo abstracto, valorizando lo abstracto y
desvalorizando lo concreto? Puede que en la modernidad, en las
sociedades modernas, con clave heterogénea, se haya convertido esta diferenciación antigua,
patriarcal y aristocrática, en economía política,
formando parte de la economía política generalizada; sin
embargo, lo que importa es comprender que las relaciones de dominación se
basan en estas diferenciaciones, distinciones
patriarcales y aristocráticas, en estos atributos imaginarios a alguien,
que se convierte en símbolo, a un sector, que se convierte en
la casta de “los mejores”. Lo importante es comprender que esta diferenciación se
basa en la reacción, cuando la inclinación reactiva separa
a la fuerza de lo que puede, separa a
las fuerzas, a la potencia social de lo
que pueden; captura las fuerzas y las pone al
servicio del poder, obviamente forma concreta de poder,
forma singular e histórica, edificada y constituida.
- Los imaginarios
conservadores se encargan de conformar una trama,
narrativas, leyendas, mitos, discursos, leyes, que legitiman
estas diferenciaciones que establecen las dominaciones.
En tanto que los dispositivos institucionales se encargan de construir
mallas institucionales que inscriben en los cuerpos las relaciones de
dominación, atribuyéndoles un carácter religioso o, si se quiere,
“natural”.
- En las sociedades
modernas, con clave heterogénea, los caudillos, es decir, las
figuras de la política carismática, aparecen en coyunturas y
periodos de crisis política, que no dejan de ser crisis sociales, crisis
que se refleja en la crisis de las instituciones, de la institucionalidad,
de los valores y de las “ideologías”. Se trata de zurcir lo que se
quiebra, coser lo que se rompe, llenar los vacíos con mitos, convocatorias
del mito, con símbolos patriarcales, investidos de imaginarios
milenaristas y mesiánicos. Se trata de apaciguar las angustias con la
imagen del padre afectivo.
- Ciertamente sería
ingenuo creer que el caudillo es parte de una
conspiración “revolucionaria”, que es parte del ego del personaje que hace
de caudillo, que es parte del proyecto del espíritu
nacional, de la consciencia nacional. El caudillo es
producto del imaginario colectivo, de los imaginarios
conservadores, diseminados en las sociedades; es parte, también, de la
dinámica de los órdenes de relaciones que se asientan en
las diferenciaciones patriarcales, en las distinciones
aristocráticas, en la economía política carismática.
- Ahora bien, hay caudillos y caudillos;
hay engranes más adecuados que otros. Teóricamente, desde la perspectiva
radical, desde la perspectiva de la imaginación radical y
del imaginario radical, desde la perspectiva radical
emancipatoria, la salida de la crisis es desmantelar y destruir el poder,
liberar la potencia social, liberar el uso crítico de
la razón, la “madurez”, la autonomía y la autogestión;
sin embargo, esto requiere condiciones de posibilidad históricas,
predisposiciones subjetivas, voluntades transformadoras, gastos
heroicos. Cuando estas condiciones de posibilidad y estas
predisposiciones no se dan, entonces concurren formas barrocas de
“solución”, donde el pueblo descontento, magullado, se levanta y usa
estos dispositivos carismáticos para intentar un
recorrido, aunque sinuoso, que le da esperanzas. Hay caudillos que
responden mejor a estos requerimientos, que otros, que, mas bien, se
embarcan, en una reproducción del poder restauradora de
lo que está en crisis.
- No se trata de juzgar
a los caudillos; esto es hacer de jueces, que es una de las
formas del ejercicio del poder. Se trata de comprender el
funcionamiento de la mecánica de las fuerzas, de la dinámica
de la reproducción del poder, de los órdenes de relaciones inscritos,
de los imaginarios conservadores. Se trata de comprender
también el laberinto de los caudillos, laberinto no buscado
por ellos, sino al que son empujados, precisamente por este estado
de cosas, estas condiciones de posibilidad, estas predisposiciones,
estos órdenes de relaciones, estos imaginarios. En pocas
palabras por el reiterado y recurrente circulo vicioso del poder.
- En este sentido,
entiéndase nuestra crítica del poder, poder basado
en la convocatoria del mito, no como crítica a
los caudillos; no es un problema personal ni de la
personalidad; está lejos esta crítica de compartir algo con las teorías
ingenuas de la conspiración; sino, se trata de una crítica de la economía
política carismática.
Perfil histórico del caudillo bolivariano
Hugo Chávez es un caudillo carismático, responde a la convocatoria
del mito de Simón Bolívar, el libertador. El mito, en este
caso, convoca a la patria grande, quedada en su incipiente pronunciación,
boicoteada por las oligarquías regionales, que prefirieron construir republiquetas;
imitaciones liberales que continuaron con la herencia colonial. Fue empujado,
primero, por su carácter intempestivo, al golpe militar, en plena crisis de la
institucionalidad liberal del Estado-nación, Estado-nación subordinado al imperialismo;
es decir, a las relaciones de dependencia en el contexto del sistema-mundo
capitalista, en el marco de la geopolítica racial de este
sistema-mundo, que diferencia periferias de centros.
El motín es una expresión de la crisis política e
institucional; busca llenar un vacío, como dice Carlos Montenegro. Es absurdo
juzgarlo como bueno o malo, trayendo a colación el
reclamo de la institucionalidad vigente liberal, del Estado de derecho,
pisoteado por los liberales, aunque lo hayan hecho con astucias leguleyas. El
motín, en determinadas circunstancias, es un hecho político. Otra cosa es que
se esté de acuerdo o no; esta ya es una posición política. Los y las activistas
libertarias rechazamos estas soluciones carismáticas, de golpe de
Estado, de coupe de têt, pues las salidas emancipatorias no son
ni patriarcales ni conspirativas, por más buenas intenciones
que contengan. Tampoco somos defensores y defensoras del statu quo liberal,
institucional, del Estado de derecho, del régimen liberal, de la democracia
formal. Esto sería creer en el orden establecido, en la ley, en la malla
institucional, edificada para reproducir el poder, bajo los códigos
“ideológicos” del discurso jurídico-político. Consideramos que la emancipación
está en las manos de los propios dominados y dominadas, explotados y
explotadas, subalternos y subalternas, de los y las condenadas de la tierra.
Los y las activistas libertarias buscamos reintegrar lo que puede a
la fuerza, re-articular la potencia a
las fuerzas sociales, hacer emerger la capacidad autogestionaria,
auto-determinante y de autonomía de las comunidades, de las sociedades
alterativas, de los colectivos, de los grupos, de los individuos.
En este caso, el caso de la revolución bolivariana, se trata de comprender
su mecánica y dinámica singular de los campos de fuerzas inherentes
a la formación social venezolana. Hemos escrito al respecto y nos remitimos a
estos textos[2]. Ciertamente hay que partir no sólo de la
constatación de la crisis del Estado-nación de las oligarquías criollas, no
sólo de la comprensión de las diferencias entre un gobierno populista,
nacional-popular, con pretensiones “socialistas”, respecto de los gobiernos
liberales, neoliberales, de las oligarquías criollas. Distinguir lo que implica
un proceso político basado en nacionalizaciones,
recuperaciones de soberanías, sobre todo de los recursos naturales; proceso basado
en convocatorias a los condenados de la tierra, ocasionando aglutinamientos de
los y las marginadas, del pueblo movilizado. Sino también, se trata de
comprender los límites de estos gestos carismáticos, estos
movimientos nacional-populares, cuyo valor radica en lograr cohesiones sociales
y políticas, que conforman un bloque popular y antiimperialista.
En Defensa crítica de la revolución bolivariana propuse el
apoyo crítico del “proceso de cambio”, muy distinto del apoyo a-crítico de los
oficialistas. En Alteridad y gubernamentalidad propusimos
diferenciar el proyecto autónomo, autogestionario emancipatorio libertario
respecto del proyecto estatalista, burocrático, contradictorio, oficialista.
Incluso dijimos que los activismos libertarios y los activismos “izquierdistas”
estatalistas pueden coexistir concurrentemente, interpelándose, aunque no
pueden coexistir, de ninguna manera, sus proyectos, sus concepciones políticas.
Esto equivale a defender críticamente el proceso, entendido como
oportunidad, que cobija posibilidades emancipatorias, a pesar de sus
contradicciones, de las pretensiones desestabilizadoras de la burguesía, de la
oligarquía, del imperialismo. Esto es distinto a defender el régimen
bolivariano de una manera apologista e “ideológica”. Para nosotros la mejor
defensa es la crítica y la interpelación a las herencias institucionales
del poder, de la colonialidad, del Estado-nación, de la
dependencia. La mejor defensa de un proceso, como oportunidad histórica,
es mantener el fuego de la movilización, de la utopía autogestionaria,
como proyecto del presente, anti-colonial, antiimperialista,
anticapitalista, contra-moderno, como alternativa alterativa a la modernidad y
al desarrollo.
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[1] Ver de Raúl Prada Alcoreza Gramatología
del Acontecimento. Dinámicas moleculares; La Paz 2014. Amazon: https://kdp.amazon.com/dashboard?ref_=kdp_RP_PUB_savepub. http://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/gramatolog__a_del_acontecimiento.
[2] Ver de Raúl Prada Alcoreza Defensa
crítica de la revolución boliviariana. También Alteridad y
gubernamentalidad. Dinámicas moleculares; la Paz 2014. CLACSO; Herramienta
2015.
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