La política generalizada del terror
La política generalizada del terror
Raúl Prada Alcoreza
El terror es el efecto buscado de una política exacerbada y demoledoramente represiva,
que busca dominar y controlar, precisamente mediante el
despliegue atroz de la violencia
desmedida. Es particularmente la muerte
el espectro que consigue desolar ciudades y poblaciones, arrinconando a los
pueblos y sociedades, estupefactas ente la violencia desencadenada, entumecidas
e inmovilizadas por el terror. En la historia moderna se conoce como el terror - la terreur - al período de cambios centrados en la
violencia de la revolución francesa, que duró de septiembre de 1793 a la
primavera de 1794. Según los
historiadores, del terror rojo se pasa al terror blanco, del terror
de los jacobinos al terror del termidor. Según Maximilien Robespierre el terror no es más que la justicia rápida,
severa e inflexible. El ideólogo jacobino era miembro del Comité de Salvación Pública, un
cuerpo colegiado de más de diez integrantes.
El Terror empezó el 5 de septiembre de 1793 cuando la Convención votó en
favor de las medidas de terror para
reprimir las actividades contrarrevolucionarias. El terror habría de durar hasta la primavera de 1794. Sobre el alcance
y la intensidad del terror
implantado, se puede tener una idea teniendo en cuenta que en el último mes se
dieron 1300 ejecuciones; hay que tener en cuenta que la mayor parte de éstas
fueron precisamente de los jacobinos y sus seguidores.
El terror
jacobino se clausuró con la victoria Batalla de Fleurus, cuando se abatió
al ejército austríaco el 26 de junio de 1794. Con esta victoria se cancelaba la
posibilidad de una invasión. También la victoria de Fleurus derivó en la caída
del Comité de Salvación Pública. En estas circunstancias, los diputados del
Pantano, representantes de la alta burguesía, desaprobaban al gobierno por sostener
una política económica controladora; patrocinaban, mas bien, una política
económica liberal. El Comité de Seguridad General veía como competencia las atribuciones asumidas por el Comité de
Salvación Pública. Las divergencias se intensificaron en el seno del propio
Comité de Salvación Pública; en estas
circunstancias Robespierre quedó prácticamente aislado. Parte de miembros de la
propia Convención conspiraron contra Robespierre; lo arrestaron el 27 de julio - 9 de termidor
- junto con Saint-Just y Couthon. Se puede decir que cuando Robespierre fue
llevado a la guillotina culminó el terror
jacobino, dándose inicio al terror del termidor. Después se deriva en un nuevo período
de represión, denominado terror blanco;
este estilo de terror se implanta en
1815, con la restauración monárquica del rey Luis XVIII. Las personas
sospechosas de nexos con los gobiernos de la revolución, incluso comprometidos
con Napoleón Bonaparte, fueron detenidas y ejecutadas[1].
Como se puede ver el terror es compartido por jacobinos, termidorianos y por
reaccionarios restauradores. Todos emplean el terror como método de
dominación y de control. Ya tempranamente la historia política de la modernidad manifiesta abiertamente el uso generalizado de este procedimiento
de desmesurada violencia, para aterrorizar
al enemigo. Además, nos muestra que
los propios ejecutores también terminan siendo víctimas del mismo terror implantado. Desde el siglo XVIII
a la fecha parece que esta es una recurrencia reiterada de distintas
tonalidades ideológico-políticas,
incluso contrastadas; hasta incluso de las expresiones fundamentalistas religiosas, así como de los Carteles. ¿Cómo interpretar esta recurrencia compartida al terror?
¿Se recurre al terror por contraste a la incapacidad de gobernar, también de convocar
y convencer? ¿Se trata del miedo al otro, el otro, que es,
además, una invención de uno mismo;
el otro que es el demonio de los fieles? Tan parece ser
así, que cuando el otro se convierte
en el otro del otro, es decir, uno mismo,
cuando uno mismo es el otro absoluto, no es más que la otra
cara del demonio, la cara opuesta, el
ángel[2]. Lo que no deja de
ser una invención. ¿Entonces, es miedo
a uno mismo a través del otro? Miedo a los propios fantasmas
persecutores; los que acechan como sombras espantosas. En todo caso, estos fantasmas han asechado a los jacobinos,
a los girondinos, al termidor, a los monárquicos; después, a los bolcheviques
en el poder, así como a los rusos blancos,
en la guerra civil; así como a los imperialistas
que veían en los bolcheviques al fantasma
del comunismo, que asolaba Europa,
ahora en el gobierno. En el caso de los bolcheviques, al alargar el comunismo de guerra, el terror fue aplicado, primero contra los
marineros de Kronstandt, los anarquistas, los socialistas revolucionarios;
aplicándolo seguidamente a los “conspiradores imperialistas” dentro de la Unión
Soviética; teniendo como antecedente la
intervención militar contra los campesinos, los kulaks; para terminar de
aplicarlo a los propios bolcheviques sospechosos. La historia se repite, en
otros contextos, con otros guiones,
con otros discursos y otros personajes. El terror
fue aplicado por el nacional-socialismo alemán, llevándolo más allá, al
exterminio.
En la actualidad
vuelve el método del terror, de una
manera generalizada; lo empleó la contrainsurgencia,
tanto en los gobiernos liberales como en los gobiernos de dictaduras militares.
Durante la guerra fría, se la empleó
para descargar furiosamente la guerra contra el comunismo; se descargó esta
furia, materializada en tecnología de destrucción, en las guerras de
intervención imperialista. Se
recurrió a las dictaduras militares para imponer, por medio de la política del terror de Estado, a la población, obediencia y sumisión. Con la expansión
desmesurada de los Carteles del narcotráfico, del tráfico de armas y del
tráfico de cuerpos, estas corporaciones del lado
oscuro del poder recurren de manera proliferante al terror, para imponerse en los territorios y ciudades que controlan[3].
Los fundamentalismos religiosos
desatan una “guerra santa” recurriendo al terror
más espeluznante. En otras palabras, asistimos a la generalización del terror
como método implacable de dominación.
El terror
es el síntoma del fracaso mismo, fracaso de gobierno, fracaso
de convencimiento, fracaso de hegemonía, fracaso de religión. ¿Pero, en el caso
de los Carteles, de qué se trata? ¿Fracaso de qué? A propósito, sugeriremos
algunas hipótesis. Los Carteles son la corroboración patética del fracaso de la economía política capitalista o, si se quiere, dicho de manera
pedestre, como les gusta a los economistas decir, de la economía a secas. Las finalidades
de la ganancia, después, de la super-ganancia, de las tasas altas de ganancia,
después, de las tasas de retorno
rápidas, conducen a la economía política
del chantaje; en este campo del lado
oscuro de la economía, conducen a la economía
política del narcotráfico. Cuando el lado
oscuro del poder atraviesa el lado
luminoso del poder, cuando las estrategias
paralelas del poder, no
institucionales, atraviesan a las mallas
institucionales del poder, la economía institucionalizada se ha convertido
en la captura codiciada por parte de
las organizaciones y estrategias de poder del lado oscuro, formando parte de la espacialidad tomada por los circuitos
de la economía política del chantaje[4].
Entonces, se trata del fracaso múltiple, social, económico, político y cultural, del sistema-mundo capitalista. La sociedad
es rehén del terror, desplegado atrozmente por los Carteles; la economía es una maquinaria capturada por la economía
política del chantaje; el Estado es usado como herramienta de las estrategias
de poder de los Carteles; la cultura
desaparece, no solamente para convertirse en la cultura-mundo-banal, como
sucede con el sistema-mundo capitalista,
sino en la grotesca mueca del sinsentido y del absurdo, pornográfico y
cruel, de la estupidez elocuente de los Carteles.
Los Carteles recurren al terror porque no saben hacer otra cosa. Para estas organizaciones
de la economía política de los tráficos,
el mundo es visto como el espacio de concurrencia de la violencia; donde gana el más violento,
no necesariamente el más fuerte. Esta representación
del mundo, tan elemental, es la que
prepondera en el imaginario de la economía política del chantaje. Lo que
hay que hacer en este mundo es imponerse por la violencia más desmesurada, por el terror. Si los Carteles son el síntoma
más elocuente del fracaso de la economía política capitalista, la violencia es lo único que queda; es el
único sentido hallado en un mundo
cruel. El terror es el recurso por
excelencia para imponer la ley del lado oscuro del poder.
Como dijimos, la recurrencia al terror por parte de los fundamentalismos religiosos, expresan
patentemente el fracaso de la
religión. Ya no hay salvación, la promesa no se ha cumplido ni se
cumplirá. Lo que queda es asumir la cruenta
realidad por medio de su expresión más descarnada, el terror. Ya no se trata de convencer, de evangelizar, de incorporar
a la iglesia a más creyentes, sino del despotismo
religioso; el que se impone por medio del lenguaje de la violencia,
el que se pronuncia con la voz
alucinante del terror.
Las formas manifiestas del fundamentalismo religioso se expresan de
la manera más espectacularmente posible, ostensiblemente destructiva; sobre
todo, en lo que respecta a lo que queda de humano
en todas las sociedades. Se borra el rostro
humano de todas las formas posibles; se oculta el rostro; se somete al cuerpo
castigado al suplicio visible, para escarmiento, como si fuese una pedagogía a través del terror. Todo atisbo de inteligencia es
inhibido; solo es posible la palabra revelada o, mejor dicho, interpretada, por los ángeles de la muerte, los
fundamentalistas.
El terror
fundamentalista se mueve como en dos ámbitos, sino son más; uno de ellos es
el relativo a los territorios de los países de la periferia del sistema-mundo;
el otro corresponde a los territorios, sobre todo, ciudades, de los países del centro del sistema-mundo. Parecen darse dos tácticas distintas, correspondientes a estos diferentes ámbitos; en
el primer caso, donde se ocupa espacios, donde se fundan estados religiosos fundamentalistas, el terror es como institucionalizado,
implantado masivamente, convirtiendo no solo a la sociedad en rehén, sino
en población esclava; las mujeres son sometidas a la esclavización sexual; los
hombres al mutismo. En cambio, en el segundo caso, el terror es puntual, efectuado por pequeños comandos o, incluso, por
individuos, buscando afectar mediáticamente a la población, inhibirla,
congelarla, inmovilizarla.
Se puede decir que esto no es exactamente una
guerra santa, al estilo de las
cruzadas de los siglos XI, XII y XIII; tampoco al estilo de la guerra religiosa conducida por el
profeta Mahoma y los califatos. Se trata de la guerra obscena de organizaciones
político-ideológico-religiosas, guerra
desatada contra el sistema-mundo en decadencia, siendo, paradójicamente,
parte ostensible de esta decadencia.
Es una guerra contra la religión musulmana por no haber aplicado
al pie de la letra el Corán, tal como los militantes fundamentalistas lo interpretan. Es una guerra contra las otras religiones monoteístas, de las que deriva
esta versión delirante del Islam, la judía y la cristiana, por no practicar la verdadera religión; también por ungir
moralmente al demonio de “occidente”.
Es una guerra contra las mujeres,
como continuando la misma guerra contra
las mujeres, que duró tres siglos,
en el largo período de la “caza de brujas”. Es una guerra contra las sociedades,
pues no se acepta otra forma de sociedad que la obediente a la interpretación religiosa delirante de
los militantes fundamentalistas. Es una guerra
contra la humanidad, pues no se
acepta otra humanidad que la demolida
y humillada.
Sin embargo, paradójicamente, no se hace la guerra contra la economía-mundo capitalista. Al contrario, se participa en ella. El Estado Islámico se convirtió en
administrador totalitario del extractivismo
petrolero, en los territorios ocupados; un cliente de los compradores del oro negro, la energía fósil. Son los grandes clientes de los traficantes de
armas, empresas y mafias; situándose detrás de ellas la industria de armas de
las potencias “occidentales”. Usan las redes financieras para transferir
fondos. ¿Cómo explicar esta actitud de un fundamentalismo
religioso del que se esperaría, mas bien, un ataque a la economía-mundo capitalista?
¿Ante la decadencia
del mundo “occidental”, ante su crisis
múltiple, sobre todo civilizatoria,
los fundamentalismos religiosos se
presentan como los “salvadores”? ¿Pretenden convertir el mundo decadente en un mundo
puro, a imagen y semejanza de la interpretación fundamentalista de los escritos sagrados? ¿Buscan sustituir a
los mediadores extractivistas,
empresas formales e institucionalizadas, que ya no garantizan un control sostenible de los recursos naturales? ¿Buscan salvar al
mundo des-occidentalizándolo; empero,
manteniendo su apetecida economía? Estas
contradicciones, incluso paradojas, de los fundamentalismos
religiosos, hacen evidente que estos fundamentalismos forman parte de la hecatombe moderna, de su vertiginosidad delirante, de sus decadencias degradantes; en definitiva,
del fracaso civilizatorio de la modernidad engullidora, que se tragó las
culturas, las religiones, incluso las revoluciones, convirtiéndolas en la mixtura pluralista y
folclórica, intercambiable. Que convirtió la promesa en la ilusión de
baratija de los moles o, en su caso, de los despotismos fundamentalistas sin filosofía. Lo paradójico del caso
- no es el único, hay otras expresiones culturalistas,
que rayan en el fundamentalismo - es que el supuesto “anti-occidentalismo”, el
supuesto “anti-modernismo”, no es otra cosa que otra de las formas elocuentes
de la modernidad vertiginosa y glotona.
Es esto precisamente la modernidad - su vertiginosidad
cambiante, sus invenciones de rupturas, sus revoluciones, que caen atrapadas en
el círculo vicioso del poder, sus fundamentalismos salvadores - donde la promesa de salvación ha desaparecido, también la interpretación sabia de los escritos sagrados. Solo queda la voz sin palabra del terror.
[1] Texto: El Terror Fuente:
https://es.wikipedia.org/wiki/El_Terror?oldid=99074977 Colaboradores: Oblongo,
JorgeGG, Robbot, Trujaman, Tony Rotondas, Huhsunqu, Guille.hoardings, Hispa,
Rembiapo pohyiete (bot), RobotQuistnix, Mortadelo, Yrbot, BOT-Superzerocool, Gaijin,
Santiperez, Dove, Lasneyx, Cana7cl, Ketamino, Jarke, Yavidaxiu, Paintman,
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Addbot, Leidylove, Nawak111, Thibaut120094, Jarould, Aude9331,
Crystallizedcarbon, KamiiLo.B, Ks-M9, Jlsmrx, Ivo1200, CBPSYCHOS, Yago Oubel,
Nickscovey, Comité nickscovey y Anónimos: 116.
[2] Ver Más allá del amigo y enemigo. https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/m__s_all___del_amigo_y_enemigo_2.
[3] Ver El lado oscuro del poder. https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/el_lado_oscuro_del_poder_2.
[4] Ver
Cartografías políticas y económicas del chantaje. https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/cartograf__as_pol__ticas_del_chanta.
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