La batalla de Cúcuta: derrota de Trump y debilitamiento de Maduro






La batalla de Cúcuta: derrota de Trump y debilitamiento de Maduro
Por: Roberto López Sánchez 



El resultado de la llamada "Batalla de Cúcuta" del pasado 23 de febrero ha sido la derrota política del gobierno de los Estados Unidos (y de su títere Juan Guaidó) y, aunque pareciera contradictorio, el debilitamiento del gobierno de Nicolás Maduro.
Los Estados Unidos han fracasado estrepitosamente en su política injerencista sin precedentes que han venido ejecutando en los últimos años, que busca el derrocamiento de Maduro y la toma del poder por su marioneta Guaidó. Los gringos calcularon, equivocadamente, que la presión política y psicológica generaría el fraccionamiento del alto mando de las Fuerzas Armadas venezolanas, y concentraron su objetivo injerencista bajo la excusa de "ayuda humanitaria" en un solo sitio: Cúcuta. Aunque hubo intentos de introducir por la fuerza esa misma ayuda por la frontera con Brasil y por el Mar Caribe, la "batalla" política principal fue diseñada hacia Cúcuta, acompañada del concierto de celebridades mayameras.
En una estrategia que estaba condenada al fracaso desde antes de iniciarse, los camiones con la "ayuda humanitaria" nunca pudieron ingresar al territorio venezolano por una razón muy simple: Maduro logró mantener el control sobre el alto mando militar y repeler sin violencia directa la entrada de la "ayuda" extranjera.
Aunque en el desarrollo de los acontecimientos se produjo un fenómeno inesperado: la deserción no de altos oficiales, sino de oficiales subalternos, suboficiales y personal de tropa, además de policías que, en medio de la confusión, desertaron hacia el territorio colombiano y muchos de ellos, acaso todos, desconociendo a Maduro y reconociendo a Guaidó como presidente.
Es decir, Maduro mantuvo el control sobre sus generalotes, pero éstos han comenzado a convertirse en generales sin tropa. No tanto por la cantidad de deserciones (unos 500 militares y policías), que son mínimas en porcentaje con relación al total nacional de efectivos de las FANB, sino por el golpe moral que eso significa, y las dudas que genera para la eventualidad de que se presente un verdadero frente de batalla con fuerzas extranjeras o con fuerzas rebeldes nacionales, sobre cómo se comportaría esa tropa que pareciera no estar muy subordinada a los generalotes de Maduro.
Los Estados Unidos han vociferado desde enero su intención explícita de sacar a Maduro del poder utilizando "todas las opciones". Pues hasta ahora han salido derrotados por la calle del medio. Y la opción de la intervención militar, usada por ellos como su amenaza fundamental, ha sido rechazada y desechada por todos los gobiernos de Latinoamérica y hasta por sus aliados de la Unión Europea.
La circunstancia de que Guaidó haya quedado en Cúcuta luego de la estrepitosa derrota sufrida en su objetivo del "sí o sí entra el 23 de febrero la ayuda humanitaria", ha desarticulado la movilización interna de la derecha pro-yanqui. Aunque al mismo tiempo le ha servido al títere de Trump para contactar directamente con los países suramericanos que le apoyan: Colombia, Brasil, Paraguay, Argentina y Ecuador. Su eventual regreso a Venezuela la semana próxima obligaría a Maduro a su inmediata detención, so pena de arriesgar fuertes presiones y divisiones internas en su ya frágil frente interno partidista y militar. La detención de Guaidó pudiera terminar de desarticular la movilización interna de los pro-yanquis, pero a la vez arriesgaría una respuesta violenta de parte de Trump, que en lugar de una intervención militar directa (no aconsejada por el rechazo de todos sus países aliados en el continente) podría recurrir a acciones de comando contra el alto gobierno o promover la entrada de fuerzas paramilitares mercenarias que se presentarían como un ejército alternativo que reconocería a Guaidó y establecería una "zona liberada" en algún lugar de Venezuela.
El gobierno de Maduro, ya debilitado internacionalmente por el poderoso frente proimperialista de países latinoamericanos y europeos, no logró mejorar su imagen luego de la batalla de Cúcuta. El notable aislamiento de la cúpula gobernante madurista se ha acentuado a partir del 5 de enero, al desatar una represión implacable contra los medios y periodistas extranjeros y nacionales, en donde han sido detenidos y expulsados del país más de 30 corresponsales de medios internacionales; han allanado, saqueado y cerrado televisoras, emisoras de radio y páginas informativas (como Global TV, Aventura TV y Noticia al Día en Maracaibo), y han sacado del aire a una serie de canales informativos extranjeros como Antena 3 y National Geografic.
Actuando a contravía de una estrategia sensata de buscar aliados para enfrentar la formidable amenaza del gobierno de los Estados Unidos, Nicolás Maduro y demás dirigentes de su gobierno han acentuado el radicalismo y la violencia del discurso sectario y de la propia acción de gobierno, movilizando a juro y bajo amenazas de despido y hasta de cárcel a todos los empleados públicos, amenazando igualmente a todo el alto mando militar y altos gerentes de las empresas estatales para que mantengan la "lealtad y fidelidad" al presidente Maduro, y acentuando toda la vigilancia policial-militar de los cuerpos de inteligencia, buscando traidores por todas partes y generando un muy negativo clima en toda la estructura de gobierno.
Un caso lamentable ha sido la represión contra el pueblo indígena Pemón, en donde la fuerza armada nacional aparentemente asesinó al menos 4 de ellos, y más de 15 heridos de bala, durante los intentos de ingreso de ayuda humanitaria por la frontera con Brasil. También destaca negativamente el despido del antropólogo y consecuente luchador indigenista Esteban Emilio Mosonyi, de su labor en el Ministerio de Educación, que se suma a su anterior despido como Rector de la Universidad Indígena, como represalias del gobierno a las posiciones críticas que asume Mosonyi hacia el gobierno de Maduro.
Aunque Maduro insiste en su disposición a dialogar, al rechazar cualquier posibilidad de realizar nuevas elecciones (no se han pronunciado sobre la propuesta de referéndum consultivo, pero en su discurso queda implícito que también lo rechazan), echa por la borda cualquier solución pacífica de la actual crisis política. Quedando como alternativa la peligrosa opción de que Maduro se mantenga en el poder con un gobierno cada vez más represivo y militarista (además de neoliberal), como de hecho ya prácticamente lo es. O la igualmente desastrosa posibilidad de que estalle una guerra civil de duración y consecuencias impredecibles.
De manera que tenemos a un Nicolás Maduro que canta su victoria en la batalla de Cúcuta, sin darse cuenta que su piso de gobierno es más frágil que una gelatina. En el otro bando tenemos al brutal Trump esperando cobrarse la afrenta del fracaso de su "gentil ayuda humanitaria". Y a Juan Guaidó que deshoja la margarita entre viajar por el mundo hablando zoquetadas como han quedado los demás líderes de la MUD o regresar y enfrentar la cárcel que seguramente le tiene destinada el madurismo.
Una tercera opción sigue siendo necesaria para salir de esta crisis política y económica, y una tercera fuerza política tiene que conformarse necesariamente para evitar que Venezuela se desbarranque en escenarios de cada vez mayor violencia fratricida.


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