Proposiciones eco-políticas
Proposiciones eco-políticas
Raúl Prada Alcoreza
Comencemos con un axioma, antes de las proposiciones. Un axioma que se propone como base, más que fundamento, como la
primera proposición indiscutible.
Este axioma dice:
El planeta Tierra es nuestro hogar.
A partir de esta proposición inicial, que se presenta
como axioma, se puede deducir otras proposiciones, que aparecen como
consecuencia de la primera proposición.
Aquí tenemos varias opciones; la segunda proposición
puede enunciarse como ética, pues
puede deducir una responsabilidad humana
respecto al hogar; como que la responsabilidad humana es de cuidar del hogar, en términos clásicos, del Oikos. La segunda proposición también
puede enunciarse de manera descriptiva
y decir que el Oikos sincroniza sus dinámicas
ecológicas. Ambas segundas proposiciones no se excluyen, al contrario, se
complementan; la responsabilidad respecto
al Oikos, que forma parte de las dinámicas sociales humanas, forma parte de las
dinámicas ecológicas planetarias, en la sincronización
integral de los ciclos vitales.
Una tercera proposición puede expresarse, entonces,
de la siguiente manera:
Lo que hagan las sociedades humanas incide en la
re-sincronización planetaria.
Las consecuencias de
esta proposición tienen que ver con
la manera de la incidencia humana en los ciclos
ecológicos planetarios. Esto tiene que ver con lo que si se responde o no a
la responsabilidad para con el Oikos. Si se responde a esta responsabilidad, entonces, parece no
haber problemas en las incidencias sociales humanas con respecto a las dinámicas
planetarias. Empero, si el caso es que no se responde a esta responsabilidad, si las sociedades
humanas se comportan irresponsablemente
respecto al Oikos, entonces la
incidencia es perturbadora. Para decirlo fácilmente y de una manera
ilustrativa, el comportamiento
irresponsable de las sociedades humanas trae como consecuencia la resincronización planetaria, en el sentido
de la armonización integral de los ciclos vitales.
El “cambio climático”
tiene que ver con esta resincronización
planetaria. Entre las distintas causas, por así decirlo, del “cambio climático”,
parece situarse como gravitante la depredación, la contaminación y la
destrucción ecológica, ocasionadas por el modo
de producción capitalista, que tiene dos versiones políticas, la liberal y
la socialista. Tal como se anuncia, tomando en cuenta los informes científicos,
si sigue así el ritmo de la contaminación, la depredación y la destrucción
ecológica, el “cambio climático” amenaza con catástrofes sociales, tomando en
cuenta que la amenaza se cierne sobre las sociedades humanas.
Una cuarta proposición
puede enunciarse, entonces, respecto a la irresponsabilidad
humana. Si las sociedades humanas quieren sobrevivir deben asumir la responsabilidad respecto del Oikos. En otras palabras, tienen la
obligación de re-sincronizar sus prácticas y dinámicas sociales respecto a las dinámicas ecológicas planetarias. Este asumir la responsabilidad
implica sugerir proposiciones políticas.
Proposiciones políticas
1. Las formas de gubernamentalidad,
históricamente dadas, han formado parte de ejercicios del poder que han tomado
la “naturaleza” como objeto, es más,
como objeto de dominación. Estas formas de gubernamentalidad son pues
disposiciones y dispositivos engranados que inciden en la destrucción
planetaria, dejando, a su paso, las hendiduras de muerte de las huellas
ecológicas.
2. Esta situación, que se ha vuelto catastrófica,
exige un cambio radical en las formas de
gubernamentalidad. Quizás pensar formas
de eco-gobernanza, que tomen en cuenta al resto de las sociedades orgánicas, fuera de las sociedades humanas, con las que se encuentra en constante
interrelación, aunque las sociedades humanas
no tomen conciencia de ello.
3. Para comenzar es
menester y urgente suspender todas las prácticas económicas y sociales que
derivan en la contaminación, depredación y destrucción planetaria. No hay
argumento, por más elaborado que sea, que pueda justificar continuar con estas prácticas. Hacerlo evidencia no solo que
no se quiere hacerlo, no se quiere asumir la responsabilidad, sino también que no se tiene consciencia de lo que acaece, de las implicaciones amenazantes del “cambio
climático”. También evidencia que no se tiene tampoco responsabilidad ante las sociedades
humanas, su porvenir y su destino.
4. Tanto las formas de gubernamentalidad del centro como de la periferia del sistema-mundo
capitalista son responsables de
lo que ocurre, en lo que respecta a las repercusiones naturales y sociales del “cambio
climático”. Es inocuo transferir la responsabilidad
al centro o, en su caso, a la periferia; centro y periferia son parámetros
de la geopolítica del sistema-mundo
capitalista. Ambas referencias geopolíticas comparten las responsabilidades gubernamentales
respecto a no resolver los problemas desatados por las incidencias de la
modernidad en el “cambio climático”.
5. Se conoce el papel
que han jugado y juegan los llamados “países desarrollados” en lo que respecta
a su participación en la contaminación planetaria. Empero, no dejan de ser
cómplices los “países en vías de desarrollo”, pues aceptan su papel en la economía-mundo, el de ser la geografía
expansiva de las condiciones de
posibilidad extractivista de la reproducción capitalista.
6. En la historia reciente, lo que se viene en
llamar el proyecto neoliberal ha
promovido los rasgos más marcados y estereotipados de la geopolítica del sistema-mundo capitalista. Al privatizar los
recursos naturales, las empresas públicas, el ahorro de los trabajadores; al
extender las consecuencias del libre mercado y de la libre empresa en su
postulado de competencia; ha agravado
las condiciones y circunstancias ya alarmantes de la depredación ambiental y la
destrucción ecológica. La continuidad de los efectos ecológicos de los gobiernos
neoliberales son los llamados “gobiernos progresistas”. A pesar del discurso que
exalta la justicia social, la soberanía nacional, incluso los “derechos de la
naturaleza”, los “gobiernos progresistas” han extendido e intensificado el modelo extractivista de la
economía-mundo en sus países. En la historia reciente, ambas formas de gubernamentalidad, la
neoliberal y la neo-populista, forman parte del mismo proceso de desarrollo del sistema-mundo
capitalista. A pesar de sus discursos encontrados, que pretenden ser contrarios,
ambos discursos son dispositivos de legitimación de sus prácticas de gobierno y de sus políticas económicas. A pesar de que
sus formas de gobierno se presentan
como distintas, sobre todo en lo que respecta al manejo del Estado, se trata de
formas de gobierno que coadyuvan a la contaminación, depredación y destrucción planetaria.
7. Si se toma en cuenta
la urgente necesidad de asumir la responsabilidad
ecológica, obviamente, ninguna de estas formas
de gubernamentalidad, la neoliberal y la neo-populista, es una salida a la crisis ecológica; al contrario, son formas complementarias, que se presentan
como opuestas, del mismo ejercicio de poder que destruye el planeta.
8. En la historia anterior a la historia reciente, la forma de gubernamental socialista ha
evidenciado también que formó parte de esa actitud destructiva de la “naturaleza”
por parte de las sociedades modernas. El llamado socialismo real no fue otra cosa que la otra versión del modo de producción capitalista y otra forma de Estado del sistema-mundo capitalista. En consecuencia, el liberalismo y el
socialismo son responsables de los efectos de la industrialización, basada y sostenida por la valorización del valor; efectos masivos que derivaron en dramáticas
huellas ecológicas en el planeta.
9. Si las sociedades
humanas quieren sobrevivir en el planeta Tierra, donde la potencia de la vida va a continuar sus proliferantes creaciones e
invenciones, incluso sin el concurso de las sociedades humanas, que no han sido
capaces de acoplarse y reinsertarse a
las dinámicas integrales de los ciclos vitales, requieren cambiar radicalmente
lo que denominan política; sobre todo
requieren cambia radicalmente lo que podemos identificar como formas de gubernamentalidad. Requieren
pasar a formas de gobernanza integral
planetaria.
Análisis de coyuntura
La coyuntura mundial se caracteriza por la
crisis orgánica y estructural del sistema-mundo capitalista, remarcándose esta
crisis en la economía-mundo, la misma que ha adquirido, en el ciclo largo del
capitalismo vigente, la característica de la dominancia del capitalismo
financiero y especulativo. Las coyunturas
regionales manifiestan la crisis del sistema-mundo en tonalidades propias,
conllevando características propias a las regiones, que tienen que ver con las
historias particulares regionales. Las coyunturas
nacionales singularizan la crisis bajo las condiciones históricas-políticas-económicas-culturales de los países.
En Bolivia, la coyuntura muestra la forma de una crisis múltiple del Estado-nación subalterno,
en la versión de la forma de
gubernamentalidad clientelar. Esta forma
de gubernamentalidad, que convierte a la convocatoria popular inicial en una amplia red de circuitos
clientelares, en expansión compulsiva, ha descubierto los funcionamientos del poder en las formas más patéticas de ejercerlo.
Como heridas abiertas en las máquinas de
poder, se presentan las incongruencias anecdóticas del gobierno clientelar, que se nombra mediáticamente o eufemísticamente
como “gobierno progresista”; a través de estas heridas se puede ver el
dramático funcionamiento del poder en crisis, no solo crisis de legitimidad,
sino también de crisis de gubernamentalidad.
Se trata de un gobierno que no gobierna; se trata de un gobierno atrapado en su
propio laberinto. Un gobierno, además, atrapado en su ilusión delirante de que
es un “gobierno de los movimientos sociales”. Un gobierno empujado por las
gravitaciones del círculo vicioso del
poder a hundirse más en los pantanos de dominaciones reiterativas, que no
terminan de lograrse. De nada le sirve la demagogia, la propaganda y la
publicidad compulsivas, pues, a pesar de los impactos mediáticos, sobre todo al
principio, no son efectivos, ni pueden, con respecto a cambiar la realidad, sinónimo de complejidad.
Para decirlo
fácilmente, la realidad política o
los decursos del realismo político,
han usado a esta forma de
gubernamentalidad clientelar como máquina
de la economía política del chantaje; es decir, como diagramas de poder que se inscriben en los cuerpos sociales como hendiduras
del chantaje afectivo y de exigencias
milenaristas de fidelidad al caudillo,
que no es otra cosa que la convocatoria del
mito. Digan lo que digan los gobernantes, desde la estridencia de un
discurso “antimperialista” anacrónico hasta la artificialidad chabacana de un “indigenismo”
desgarbado – no de un indianismo, que
es la expresión radical de la descolonización -, el “gobierno progresista”,
efectivamente, no es otra cosa que un dispositivo
barroco en el despliegue de la dominación mundial de la hiper-burguesía de la energía fósil.
En la forma de gubernamentalidad clientelar se
hace más evidente el fracaso del poder, el fracaso de las dominaciones. Este
fracaso se hace elocuente en el sobresaliente anecdotario de lo grotesco político. No es que otras formas de gubernamentalidad, como la
neoliberal, no contengan esta característica de lo grotesco político, si no que no se hace tan evidente, pues se
oculta o matiza en la apariencia del cumplimiento de las normas institucionales.
Como los gobiernos populistas son
expresiones exaltadas y dramáticas de las
relaciones afectivas entre el caudillo
y el pueblo, tienden a develar
descarnadamente las ocultas impotencias del ejercicio
del poder.
La “crítica
neoliberal”, que perdió el poder, ante la avalancha popular, ante el desborde de
los movimientos sociales, estigmatiza a los “gobiernos progresistas”, convirtiéndolos
en expresiones endemoniadas del mal.
A su vez, la propaganda altisonante de los gobiernos
neo-populistas señala la posesión endemoniada de la “oposición neoliberal”.
Ambos discursos ideológicos, a pesar de sus contrastes, repiten anacrónicamente
el prejuicio religioso del esquematismo
moral del fiel e infiel. Ambos discursos son dispositivos de legitimación de las
dominaciones polimorfas, que se efectúan en la modernidad tardía, aunque lo
hagan de distinta forma y con evocaciones ideológicas disímiles.
Concentrémonos en los
desbordes anecdóticos de lo grotesco político
de la forma de gubernamentalidad
clientelar. Llama la atención la
elocuencia estridente de la desmesura de las conductas grotescas. Para decirlo
ilustrativamente, nada coincide; los discursos no coinciden con los actos; las
pretensiones distan muchísimo de lo que son los personajes gobernantes; la banalización extrema llega tan lejos que
no queda nada de sentido ni contenido en las significaciones de los discursos emitidos. Por ejemplo, la “cuestión
indígena” queda tan banalizada que pierde significación, en el discurso y la práctica
neo-populista, que no queda nada del contenido anticolonial. La cuestión social
queda tan banalizada que no queda
nada de los referentes clásicos del discurso
revolucionario de izquierda; el proletariado se convierte en la perversa
figura de un descomunal dirigente obrero, que es parte de la burguesía sindical. La cuestión nacional queda tan banalizada
que no queda nada del sentido de
soberanía; la nación termina siendo
el patrimonio del caudillo y su
entorno. La cultura propia queda tan
banalizada que no queda nada de la resistencia anti-colonial; la cultura deriva grotescamente en un folclore chillón, que usa amaneradamente
los sones, los símbolos, los instrumentos musicales, vaciando de todo contenido
a las “composiciones” y canciones difundidas mediáticamente. Con esto se ha
perdido no solo el patrimonio cultural, sino se ha perdido la memoria cultural, la memoria cultural de
un país indígena y mestizo.
Distanciándonos, por
el momento, de la crítica, que ya hicimos, a sus vanas pretensiones de
preservarse en el poder, queremos hacer hincapié en la forma de decadencia de los “gobiernos
progresistas”. Sobresale el derrumbe
ético y moral de los gobernantes, del entorno palaciego, de la jerarquía burocrática,
de la dirigencia partidaria, incluso de la jerarquía sindical. Se hace patente
el descomunal desborde descarnado del ejercicio de las formas paralelas del poder, no institucionalizadas; la corrosión institucional
y la galopante corrupción.
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