¿Quién va a salvar a quién?


¿Quién va a salvar a quién? 

 

 

Raúl Prada Alcoreza

 

 





 

 


 

 


 

¿Cómo puede salvar el país precisamente el que lo ha destruido? ¿Se ha arrepentido, quiere volver para construir lo que ha destruido? ¿Qué es eso de “salvar el país”? ¿Salvarlo de quién, salvarlo de qué? Parece una frase repetitiva, Víctor Paz Estenssoro dijo en 1985 que “Bolivia se nos muere”, por lo tanto, volvía para “salvar a Bolivia”. Por lo menos, esta reiteración tiene que llamar la atención. Se lo hace, se lo dice, en dos tiempos diferentes, 1985 y 2024. Obviamente son contextos distintos, casi opuestos, casi simétricos, pero tienen en común la frase, el sentido de la frase, “salvar al país”. ¿De quién se va a salvar el país? ¿De qué enemigo que asecha? ¿De qué enemigo que ocupa el país, que lo ha invadido? 

 

En 1985 se abre el ciclo de las dos décadas de neoliberalismo, en contra de la política populista, que se ha implementado desde 1982, con la UDP. Lo paradójico del asunto es que él que implementaba la política neoliberal era quien había iniciado el ciclo de la revolución nacional, vale decir, populista. ¿Retornaba acaso para corregir algo que había hecho antes, para borrar con el codo lo que había escrito con la mano, como se dice comunmente? ¿Ahora pasa acaso lo mismo, el que inició el ciclo neopopulista retorna al poder para “salvar a Bolivia” del neopopulismo implementado durante dos décadas? 

 

 

No esperemos que nos diga algo al respecto él que encabeza la marcha de Caracollo a La Paz, a la sede de gobierno, para “salvar a Bolivia”. Sería importante escudriñar en los hechos, en la serie de hechos, en el conglomerado de hechos, que hacen de contexto, pero, sobre todo, en la historia reciente. Haciendo política ficción, pongámonos en el caso hipotético de que el que encabeza la marcha retorna al gobierno, a manejar el Estado , como lo hizo el que retornó en 1985 para aplicar el ajuste estructural neoliberal. ¿Acaso va a ser lo mismo, otro ajuste estructural?

 

 

Ciertamente, como lo hemos dicho varias veces, la historia no se repite. Se trata de evaluar el contexto presente. ¿Qué pasa en este contexto? Ciertamente lo que está en crisis es el régimen neopopulista. A los detractores de este régimen les encanta decir que se trata de la crisis del “modelo social comunitario”. Nada más equivocado, puesto que este modelo nunca se implementó, ni tampoco existió, a pesar de qué se lo menciona o insinua en la propia Constitución. Sabemos que la Constitución no se aplicó, paradójicamente desde su promulgación (2009). Como hemos dicho, también varias veces, se trata, nada más ni nada menos, que del modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente, que compartieron los neoliberales, los populistas anteriores y los liberales de antes. Desde la inauguración de la República nunca se salió de este modelo, prácticamente impuesto desde la conquista y la colonización.

 

 

Si hay algo en común entre los contextos que hemos mencionado, 1985 y 2024, entre los retornos para “salvar a Bolivia”, es el modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente, efectuado de distintas maneras, pero reproducido del mismo modo: Extraterritorialización de los recursos naturales o, lo que les gusta decir a los economistas, “modelo primario exportador”. Fuera de la frase de “salvar a Bolivia”, que es común en ambos contextos y ambos protagonistas políticos, lo que comparten es pues este agenciamiento económico y político, que reproduce la dependencia, aunque lo hagan de distintas maneras y con diferentes estilos.

 

 

Sin embargo, los dos contextos mencionados no se parecen, la historia ha pasado, ha corrido agua bajo el puente, como se dice popularmente, con ella los contextos han cambiado, también las fuerzas involucradas. La sociedad no es la misma. La economía nacional tiene otros actores. ¿En qué radican las diferencias? Una hipótesis: Podemos decir que, a pesar de que se trata del mismo modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente, la composición económica no es exactamente la misma. Se ha pasado de la preponderancia del extraactivismo minero a una preponderancia del extractivista hidrocarburífero. Aunque este último ciclo hidrocarburífero aparentemente haya concluido, por falta de exploraciones, y aparentemente se ha vuelto al protagonismo del extractivismo minero, esto ocurre de manera distinta. La economía pública minera es exigua, de un tres al 5%, a mucho, nada más. El 70% lo manejan las trasnacionales extractivista mineras. Un 25% lo manejan las llamadas cooperativistas mineras. 

 

 

Por otra parte, un actor innegable es lo que hemos llamado los emprendimientos de la economía del lado oscuro del poder, o los emprendimientos del lado oscuro de la economía, que sustentan el lado oscuro del poder. Hablamos de los cárteles, de la concurrencia entre los cárteles, de la guerra de los cárteles, que se efectúa en la geografía política del país, buscando el control territorial. Hemos dicho al respecto, varias veces, que la relación entre lado oscuro del poder y el lado institucional del poder es el siguiente: Si el lado oscuro del poder atravesaba al lado institucional del poder, desordenándolo, ahora, el lado oscuro del poder ha tomado el lado institucional del poder. El lado institucional del poder sólo sirve de máscara para ocultar el rostro verdadero del poder, que corresponde al lado oscuro del poder y al lado oscuro de la economía.

 

 

La marcha de Caracollo es financiada presumiblemente por algún cártel o algunos cárteles, que se encuentran afectados por la expansión monopólica de otro cártel. Hace un tiempo hablabamos, respeco a lo acontecido desde el 2000 al 2005, de lo que llamamos la movilización prolongada, que corresponden a las marchas espontáneas; bueno pues éstas han desaparecido. Ahora las marchas son financiadas, salvo contadas excepciones, por ejemplo, las que se dan en relación a la defensa de la vida, a la defensa de los bosques, a la defensa de los ecosistemas, a la defensa de los territorios indígenas, de los parques nacionales y áreas protegidas, contra los incendios provocados. 

 

 

Para entender lo que pasa hay que salir de la información sensacionalista o la desinformación que transmiten los medios de comunicación, abocados a repetir la misma novela. Donde la política se reduce a la comedia de protagonistas, personalizados, perfiles histriónicos o compulsivos. Dada la condición de los medios de comunicación no se les puede pedir que vayan más allá de esto. Están muy comprometidos con la coerción de su financiamiento, a través de la publicidad o del pago desde el aparato público. En consecuencia, hay que salir de esta información estrecha, comediante y sensacionalista, novelera, abocada a lo que pasa con los protagonistas políticos. Se requiere una mirada analítica, contextual e histórica para avisorar lo que pasa.

 

 

Pregunta: ¿Por qué se disputan las candidaturas de las elecciones del 2025? ¿Para “salvar a Bolivia”? ¿Para la salvarla de ellos mismos? Si fuese así no deberían candidatear. O más bien, dicha la pregunta de otra manera: ¿Quieren salvarse ellos mismos de Bolivia, la que se muere? Esta pregunta nos lleva a la cuestión del poder, de lo que es el poder, incluso de lo que hemos dicho en términos de su interpretación y de su itinerario, el ciclo vicioso del poder.

 

 

¿Acaso se trata de tener el poder por el poder mismo? Así como se produce por producir, en lo que corresponde al modo de producción capitalista. Se quiere el poder porque mediante el poder se domina. ¿Es esto? ¿Se domina a quiénes? Se domina a los demás. Se domina la sociedad, se domina al pueblo, al que se dice servirlo. La mejor manera que se cree para servirlo es dominarlo. Es convertirlo en siervo, en esclavo, pongo.

 

 

Se domina no solamente porque se reproduce el poder, sino que se domina porque el poder da algo que no se obtiene de otra manera, en condiciones ordinarias. Se busca desesperadamente el reconocimiento, que no se lo tiene. Se busca el prestigio, que no se lo tiene. Pero también, y aquí se articula el poder con el capital, el poder beneficia, da renta, ocasiona ganancias. 

 

 

Sugerente manera de “salvar a Bolivia” expandiendo la frontera extractivista, la frontera agrícola, a costa de sus recursos naturales, que se extraterritorializan, a costa de los ecosistemas, que se destruyen. ¿Quiénes se salvan con esta manera de salvar? Se salvan los que requieren estar en el gobierno, en la representación parlamentaria, en los tribunales y juzgados, para beneficiarse de su ubicación en la estructura de poder.

 

 

Entonces salvar a Bolivia se reduce al salvarse asimismos. Salir de la condición paupérrima para lograr convertirse en nuevos ricos. Éste es uno de los ejes de esas dinámicas del poder y de las dominaciones. No es el único, por cierto, hay otros. El poder responde a diagramas de poder y cartografías políticas. El poder responde al control territorial de los monopolios y de los cárteles, en este presente que ha dejado de ser barroco para mostrarse bizarro.

 

Necesitan “salvar a Bolivia” para salvarse asímismos, aunque esta manera de salvar a Bolivia implique su destrucción. Lo que menos interesa es el porvenir de Bolivia. Lo que más interesa es la compulsión por el poder, la inclinación por la dominación, para ser algo, para ser alguien, para ser reconocido, aunque sea mediáticamente.

 

 

Nadie puede “salvar a Bolivia” sino Bolivia misma, nadie puede salvar al pueblo sino el pueblo mismo, nadie puede salvar a la sociedad sino la sociedad misma. Aquí radica la cuestión. Si Bolivia no quiere salvarse no se va a salvar, si el pueblo no quiere salvarse no se va a salvar, si la sociedad no quiere salvarse no se va a salvar. Cuando no hay voluntad para salvarse nadie se salva. Por eso otros gobiernan, otros dominan, otros manejan el Estado. El Estado está para eso, para que otros, que no son el pueblo, ni la sociedad, lo manejen, para dominar. Porque, en definitiva, el pueblo y la sociedad puede manejarse asímismos sin el Estado. 

 

 

Tanto el capital como la clase política variopinta, con toda sus tonalidades y contrastes, requieren del Estado para dominar, para representar, para usufructuar del poder, para acumular. Si esto no entiende el pueblo, si esto no entiende la sociedad, no se van a salvar. Van a estar condenados a la fatalidad de su propia postergación y subordinación en el círculo vicioso del poder.

 

 

Otra pregunta: ¿Qué se requiere para que el pueblo quiera ser libre, haga uso de la razón, haga uso crítico de la razón y considere la razón como su única autoridad? Para decirlo fácilmente, se requiere que se considere mayor de edad, que salga de la minoridad, de la dependencia. Las feministas dirían para que salgan del patriarcado, que es la matriz de todas las dominaciones, el substrato de las genealogías del poder. 

 

 

No hacer uso crítico de la razón, no hacer uso crítico de sus propias facultades y capacidades, no liberar la potencia social, equivale a optar por ser esclavo, por ser dominado. Cuando los gobernados se lamentan de sus gobernantes, no ven que sus gobernantes están ahí precisamente por ellos, porque se los deja estar ahí donde están sometiéndolos.

 

 

El acto de liberación corresponde a un acto de conocimiento, a la crítica del poder, a la crítica de las dominaciones. El acto de liberación corresponde a un acto de autoconocimiento, de lo que se es en sí mismo, como humano, como memoria, como devenir cultural. 

 

 

Si se quiere un porvenir, tanto para uno mismo como para sus descendientes, así como para el pueblo y la sociedad, se requiere de un devenir, de un devenir humano, de un devenir artista de su propio destino, de un devenir planetario, porque formamos parte del planeta, de sus ecosistemas, de sus nichos ecológicos, de sus ciclos vitales.

 

 

 


 

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