La “alternativa” extractivista del biocombustible
La “alternativa” extractivista del biocombustible
Raúl Prada Alcoreza
El “gobierno progresista” acaba de aprobar un proyecto
de producción de biocombustibles, vinculado al etanol. Lo presenta de la manera
como lo presentaron las grandes empresas trasnacionales extractivistas, que se
desplazan desde el campo de la energía fósil al campo de los biocombustibles,
sin dejar el campo de la energía fósil. Hasta el momento sus
incursiones en uno como y en otro campo
son complementarias, combinando sus
inversiones de acuerdo con la obtención de rentabilidades acompasadas. Lo
llamativo es que el gobierno clientelar,
que apuesta por el modelo colonial extractivista
del capitalismo dependiente, nos presenta como novedad lo que es un viejo
argumento de las empresas trasnacionales y de los gobiernos europeos y
norteamericanos, relativos a los biocombustibles de primera generación. Estos
argumentos usados, hace décadas, son, ahora, presentadas por el “gobierno progresista”
como “ambientalistas”. No hay nada más anacrónico
que esto ni más retorcido.
El “gobierno progresista” ha resultado el mejor dispositivo eficaz en la reproducción del sistema-mundo capitalista, en la etapa tardía de la dominación del capitalismo financiero y especulativo. Pues
no solo presenta proyectos propios del capitalismo, en plena compulsión por la acumulación ampliada de capital, como referidos
al “desarrollo nacional”, sino que
desarma al pueblo de toda capacidad de defensa
y resistencia, al presentarse como “gobierno
revolucionario”. El proyecto de producción de etanol no solo es parte de las
estrategias de reproducción de la economía-mundo
capitalista, en pleno desborde de su crisis
orgánica, que se manifiesta como crisis
de sobreproducción, encubierta como intermitentes crisis financieras, sino que implica la ampliación extensiva de la huella ecológica, es decir, de la
hendidura en los territorios de la destrucción
planetaria. Hablamos entonces de un gobierno que es plenamente ecocida, de vocación.
Un gobierno que ha extendido intensivamente el modelo extractivista del capitalismo
financiero y especulativo, que ha problematizado más aún las relaciones de dependencia, reforzando las relaciones
de dominación de la geopolítica del sistema-mundo capitalista,
ahora incursiona en lo que otros países ya han desechado, en la producción de biocombustibles
de primera generación. Lo que muestra patentemente la articulación de los “gobiernos
progresistas” con las dominaciones
vigentes del imperio, del orden mundial del sistema-mundo. En este trajín se mueve toda la maquinaria del chantaje de la forma
de gubernamentalidad clientelar. El gobierno
clientelar recurre a sus aparatos ideológicos,
a los órganos de poder del Estado-nación subalterno, mal llamado “Estado
Plurinacional”, moviliza a la masa elocuente de llunk’us. Todos ellos cómplices, ya no solo de lo que se señalaba
antes como saqueo de los recursos naturales, sino de la
destrucción de los ecosistemas, que forman
parte de la geografía política nacional. Al respecto, no tiene sentido acudir
analizar estos procesos destructivos del capitalismo
tardío remitiéndose a la diatriba ideológica
entre “izquierda” y “derecha”, entre “progresistas” e “imperialistas”. Esto es
caer en la misma ilusión ideológica.
En todo caso, si mantuviéramos esquematismos tan trasnochados como éstos, “izquierda”
y “derecha”, en el sentido efectivo, tomando en cuenta sus prácticas, no podrían
definirse por lo que pretenden sus discursos ideológicos, sino, solo podrían definirse
adecuadamente teniendo en cuenta sus prácticas y sus efectos en la realidad efectiva. Desde esta
perspectiva, los “gobiernos progresistas” resultan ser la “derecha” más
efectiva y útil para la continuidad de las dominaciones
del imperio.
Volviendo al asunto, a lo que el gobierno y los empresarios privados de Santa Cruz sellaron
pacto para producir el “combustible verde”, estamos ante la marcha irremediable
de la reproducción ampliada de
capital, articulada a la reproducción
reiterativa de la acumulación originaria, por despojo y desposesión,
mediante los mecanismos políticos más enmascarados. A la burguesía nacional y
al “gobierno progresista” les importa un comino eso que eufemísticamente se
llama “cambio climático”; para ellos es una invención de activistas
ambientalistas que quieren “convertirnos en jardineros”. En resumidas cuentas,
estamos ante perfiles locales de los jinetes del apocalipsis. Este gobierno no
solamente es una de las formas concretas de manifestarse de la crisis múltiple del Estado-nación, sino
que es uno, de entre muchos, dispositivos
necesarios en la reproducción del sistema-mundo
capitalista en crisis. Tanto mejor, si se presenta como “progresista”,
incluso como “socialista”, pues así involucra a los condenados de la tierra en la concomitancia de avalar la
destrucción planetaria, con la finalidad
abstracta de la valorización del valor.
En un estudio de la Universidad Autónoma
Metropolitana Unidad Azcapotzalco sobre los biocombustibles, se escribe:
Las ventajas de los biocombustibles de
primera generación (1G)
En la
actualidad a nivel mundial, empresas y gobiernos están haciendo una intensa
campaña para presentar los biocombustibles y transgénicos como alternativas
ambientalmente amigables, que ayudarían a combatir el cambio climático al
sustituir una parte del consumo del petróleo dedicado a combustibles para
transporte, originando una menor contaminación ambiental. En el caso de los biocombustibles,
no tiene impacto neto en la cantidad de dióxido de carbono que hay en la
atmósfera. Algunos la consideran energía renovable en la medida en que el ciclo
de plantación y cosecha se podría repetir indefinidamente, teniendo en cuenta
que no se agoten los suelos ni se contaminen los campos de cultivo. Un ejemplo
en que los biocombustibles son benéficos para el medio ambiente es el uso del
etanol en automóviles de Brasil. De acuerdo con la Unión Industrial de Caña de
Azúcar (UNICA), en su estudio muestra que hasta fines de julio de 2008 deberían
de sembrarse más de 120 millones de árboles para neutralizar la contaminación
por veinte años; con el uso de etanol, la contaminación a partir de 2003 se habría
reducido en 90%. El uso de biocombustibles se adapta con mayor flexibilidad a
la tecnología ya existente; en cambio, si se toma otra fuente alternativa como
es el hidrógeno, se requiere una tecnología diferente y llevaría a la necesidad
de reemplazar toda la tecnología existente desarrollada por el uso de
hidrocarburos. Las mezclas de etanol con gasolina permiten que los motores
funcionen mejor (como es el caso de E85), no obstante que la distancia
recorrida por litro sea menor.
Al
empleo de biocombustibles de primera generación (1G) se le puede dar una
aplicación que genere mayores beneficios a los productores del campo,
particularmente a los productores campesinos pobres. Hay algunos organismos
internacionales que sostienen que la producción de biocombustibles de primera
generación (1G) no riñen con la seguridad alimentaria. La pasada administración
del gobierno norteamericano insistió en esta situación, sin embargo, el tema ha
resultado muy polémico y el impacto sí ha sido adverso en términos del
encarecimiento de los alimentos a escala mundial. Por otra parte, la producción
de biocombustibles requiere del empleo de tecnología para cultivarlos a gran escala,
situación que está fuera del alcance de los pequeños productores y campesinos,
y quienes pudieran hacerlo tendrían que emplear tierras adicionales para seguir
produciendo sus propios alimentos.
Desventajas de los biocombustibles de primera
generación (IG)
Ambiental
Crisis alimentaria
Podemos
señalar que una desventaja observada sobre los biocombustibles de primera
generación ha sido la llamada “crisis alimentaria”. El economista Don Mitchell,
del Banco Mundial, estimó que el impacto del uso alternativo de alimentos por
biocombustibles implicó un incremento de precios de los alimentos en 70%. La
administración Bush insistió en emplear el maíz para generar biocombustibles y
desestimó su impacto en el precio del cereal calculado en 5%; sin embargo, en
otras estimaciones se habla de que el alza del precio del maíz ha sido de 54%.
Para llenar el tanque de una camioneta con etanol se requiere el consumo de
cereales de una persona al año. El gran incremento de la producción de
biocombustibles en Estados Unidos y la Unión Europea fue apoyado por subsidios,
mandatos y tarifas preferenciales de importaciones, razón por la cual hay un
acelerado incremento de precios en los alimentos a partir de 2002. Sin estas
políticas, la producción de biocombustibles sería menor y los costos de
productos de alimentos serían más pequeños. Dado que los biocombustibles se
producen a base de alimentos o bien compiten por la tierra que puede ser
utilizada para producir alimentos, esta situación impacta el precio de los
alimentos al alza de manera directa al restringir la oferta de cereales para la
alimentación, o de manera indirecta si los alimentos son insumos de ganado; lo
que se impacta es el precio de la carne y de los lácteos.
Agua
La
producción de biocombustibles de primera generación (1G) implica un consumo
elevado de agua dulce. El crecimiento de la producción de etanol está
relacionado directamente con el aumento de la demanda de agua dulce para regar los
campos. En el mundo, por cada kilogramo de cereal que se produce, se consume
1m³ de agua. Se ha estimado que el etanol empleado en un automóvil en un
recorrido de 20 000 km. implica un consumo de agua equivalente al de 100
personas en Europa o 500 personas en África; al mismo tiempo el maíz empleado
para obtener la cantidad de etanol para el recorrido mencionado le puede dar de
comer a 7 personas durante todo un año.
Agroquímicos
La
producción de biocombustibles es a la vez contaminante en la medida en que en
su cultivo se emplean insumos provenientes de hidrocarburos, tanto en la
fertilización como en la fumigación y en el uso de la maquinaria agrícola. Esto
es tomado en cuenta porque se mira al etanol como un bien acabado, pero no
analiza el impacto de su proceso. Las únicas fuentes de energía que pueden
etiquetarse como totalmente ecológicas son la eólica y la solar.
Altos precios
Si no
se hubiera dado el aumento en la producción de biocombustibles, las existencias
globales de trigo y maíz no habrían declinado; los precios de las semillas de
aceites no se habrían triplicado, y las alzas en los costos debido a otros
factores como las sequías y tormentas no tendrían las consecuencias negativas
en los países pobres en cuanto a la accesibilidad alimentaria.
Deforestación
El
cultivo de biocombustibles ha generado un proceso de deforestación. Se estima
que ha provocado 18% de la emisión de gases de efecto invernadero. La FAO
responsabiliza a la ganadería de ser el principal responsable de la
deforestación en toda Sudamérica. La extensión de superficies destinadas a
biocombustibles emplea las mismas áreas de pastizales que bosques. El empleo de
la palma para biocombustibles ha depredado en Malasia 20 millones de hectáreas
(has.), y sigue su avance en África y Sudamérica. Para satisfacer su consumo
energético, Brasil requeriría de 30% de su superficie agrícola, Estados Unidos
andaría también por este rango, y Europa requeriría emplear 72% de su
superficie agrícola. En México no hay tierras agrícolas disponibles para este
uso en forma suficiente, además de la escasez de agua.
Costos sociales
Los
costos sociales también son fuertes. Las áreas son bosques templados y húmedos,
praderas y pastizales; buena parte de estas superficies han sido el hábitat de
pueblos nativos ligados a su agricultura campesina. No sólo hay un proceso de
depredación ecosistémica, sino también el desplazamiento de los aborígenes y su
paso del atraso a la indigencia. Por un lado, dejan de producir sus bienes de
autoconsumo, por otro pierden el uso de las reservas por la explotación
empresarial a gran escala, reciben jornales magros y son expuestos a posibles
hambrunas ante el encarecimiento o el desabasto de alimentos.
Costos elevados de producción
La
producción de biocombustibles aún cuesta considerablemente más que la de
combustibles fósiles, incluso teniendo en cuenta el fuerte incremento en los
precios del petróleo. Para la producción, almacenamiento y transporte de
biocombustibles se requieren grandes cantidades de insumos (además de la tierra
y el agua) cuya producción y transporte también demanda cantidades de energía. Se
necesita energía para sembrar, producir fertilizantes o pesticidas, cosechar,
transportar y procesar los granos o plantas hasta su forma final de
biocombustible. Por ejemplo, la producción de petróleo actualmente cuesta un
promedio de 30 centavos por litro. Para producir un litro de etanol con el
mismo poder energético se necesitan 37 centavos en Brasil, 45 de Estados
Unidos, y 75 en Europa[1].
Las conclusiones del estudio son claras,
incluso incorporando los biocombustibles de segunda generación, que no
competirían ni afectarían a la producción de alimentos, de acuerdo con las
consideraciones de la investigación mencionada.
Conclusión
Los
biocombustibles de 1G presentan mayores desventajas en relación con los
biocombustibles de 2G; sin embargo, para los países en vías de desarrollo los
biocombustibles de 2G representan un mayor reto, que es generar las tecnologías
adecuadas para explotarlos racionalmente. Por lo pronto son los países
desarrollados los que están impulsando en forma más consistente la producción
de biocombustibles 2G. Para los países en vías de desarrollo resultaría más
rentable producir biocombustibles de 1G, pero en la medida en que no tienen
resuelto ni el problema alimentario ni el nivel de empleo suficiente, y con la
globalización, la desintegración de la comunidad campesina y la migración, han
hecho perder la autosuficiencia alimentaria. Es riesgoso socialmente sustituir
alimentos por biocombustibles.
Hay que tener en cuenta que el etanol forma
parte de los biocombustibles de primera generación. La pregunta es: ¿Por qué el
“gobierno progresista” se apunta a un proyecto desechado en otras partes, como
es la producción de biocombustible de primera generación? Las hipótesis
interpretativas podrían ser:
1.
El “progresismo”
del gobierno clientelar se
circunscribe en la ideología del “desarrollo”,
que supone la conjetura insostenible del darwinismo social de la evolución
histórica.
2.
En la crisis
orgánica y estructural del sistema-mundo
capitalista, que comparten tanto los “gobiernos progresistas”, así como los
gobiernos neoliberales, también los gobiernos centrales del imperio, las respuestas desesperadas, en
el largo ciclo del capitalismo
vigente, de los dispositivos de poder
y las máquinas económicas y las máquinas de poder del sistema-mundo, implementan estrategias desesperadas
para preservar la combinación perversa entre acumulación ampliada y originaria
de capital.
3.
El “gobierno
progresista” no es otra cosa que un dispositivo
indispensable en los decursos de las dominaciones
polimorfas del sistema-mundo capitalista.
La forma de gubernamentalidad clientelar es complementaria de la forma de gubernamentalidad neoliberal,
aunque se presenten, ambas formas, como antagónicas.
4.
Las crisis políticas de los “gobiernos progresistas”,
que, además, se expresan en las crisis económicas
nacionales, los empujan a tomar medidas económicas desesperadas, que extienden
la irradiación de la crisis ecológica.
Ya no importan los costos de producción,
que son altos – seria mucho hablar de los costos
ecológicos -, lo que importa es seguir presentando “alternativas”
insostenibles al público, a la población votante, para dar continuidad a las dominaciones, aunque éstas ya no sean
rentables.
5.
La
tecnología de la producción de biocombustibles la controlan, es monopolio, de
las empresas trasnacionales extractivistas. En consecuencia, los “gobiernos
progresistas”, que avalan e incursionan en esta “alternativa” del
biocombustible, son socios de las empresas trasnacionales.
6.
El gobierno
de Bolivia, que se encuentra ante la reducción drástica de sus reservas hidrocarburíferas
– una prueba es su misma confesión de que se tiene 10,7 TCFs -, ante la caída general
de las materias primas, sobre todo minerales, a pesar de la relativa recuperación
de los precios de los recursos hidrocarburíferos, requiere incorporarse a las
estrategias de reproducción del capital en la etapa tardía de la civilización
moderna.
7.
La forma de
presentar un proyecto obsoleto en el mundo como innovador habla de la crisis de legitimidad del gobierno clientelar.
8.
Estamos
asistiendo tanto ante la evidencia del fracaso del “gobierno progresista”
respecto a la promesa incumplida,
desde la segunda gestión de gobierno (2009), como a la evidencia de que la historia política efectiva juega a las
paradojas. Las revoluciones cambian
el mundo, pero se hunden en sus contradicciones; terminan restaurando las dominaciones y el ejercicio del poder por la vía de la promesa del cambio, apoyándose en la energía desatada por las esperanzas
multitudinarias del pueblo.
[1] Leer de Edmar
Salinas Callejas y Victor Gazca Quezada Los
biocombustibles. El Cotidiano. Universidad Autónoma Metropolitana Unidad
Azcapotzalco; México.
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