Experiencia y narración
Experiencia y narración
Raúl Prada Alcoreza
¿Qué es narrar?
¿Relatar lo ocurrido? Que es pasado,
de acuerdo con el sentido común. ¿O interpretar lo acontecido? Pero, también se
puede narrar el presente, ¿y el futuro?
¿Pronosticar el futuro, en el mejor
de los casos imaginarlo? Puede darse la narración
escrita, sobre todo literaria, pero, la narración
no se restringe a los signos lingüísticos, sino que se abre a los signos
semiológicos, es decir, a toda clase de signos, marcas, señales y hasta huellas.
Entonces se puede narrar en distintos
planos de intensidad con diferentes
recursos. ¿Se puede decir entonces que la narración
corresponde a la interpretación del acontecimiento, en los términos que
efectúa toda representación? Para
responder estas preguntas vamos a repasar algunas consideraciones, que
llamaremos comunes, sobre la narración, pero, sobre todo, volveremos, ya lo
hicimos antes, a la teoría de la
narración de Paul Ricoeur.
Se dice que la narración, en el género literario, se entiende
como relatar una historia. Se
denomina narración a la práctica de contar en forma de secuencia, hechos realizados por unos
personajes, en un lugar determinado a lo largo de un lapso; en otras palabras,
se refiere lingüística, así como figurativamente, a una sucesión de hechos.
Tanto las acciones, como los personajes, así como el lugar. Que se trate de una
referencia real o ficticia no afecta al carácter de la narración; el autor narra y se vincula con el lector a través de la
imaginación, los sucesos se reproducen imaginariamente. Si para la
perspectiva semiológica la narración se puede efectuar con cualquier
clase de signos, la lingüística considera que un texto
narrativo responde a una clasificación basada en la estructura interna, donde se
despliegan las secuencias narrativas que usan composiciones de signos[1].
Lo que queda claro es que la narración está asociada al tiempo o a la idea del tiempo; ¿se
puede decir que la narración
corresponde a la invención del tiempo
o, al contrario, que el tiempo inventa la narración? Lo primero tiene
que ver con las tesis de Paul Ricoeur, lo segundo es más abstracto, podría
implicar a la hipótesis de una teoría especulativa, en el buen sentido de la
palabra. O, en el mejor de los casos, podría implicar una relación, por así decirlo, dialéctica;
para narrar se inventa el tiempo y el
tiempo inventado termina configurando
la narración. Cualquiera de estas
alternativas nos pone en claro la importancia de la narración.
La narración
expone entonces la experiencia singular,
asumida como memoria sensible, sobre
todo como memoria elaborada, la que
construye un sentido. Desde esta
perspectiva, podemos decir que la narración
construye un sentido; la narración da sentido a la experiencia
singular. ¿Cómo es que da sentido?
¿Acaso se trata del destino o algo
parecido como el principio y la finalidad? Puede ser, pero, no
solamente; el sentido es algo más,
para empezar. Es, si se quiere, la significación
atribuida a una experiencia singular.
Para la lingüística y la semiótica
el significado es el contenido
mental, que se le atribuye a un signo
lingüístico. Es el concepto que
se asocia a la forma sensible (significante) del signo y al objeto que representa (su referente), asociación que se da en toda
clase de comunicación. Hablamos entonces de su significado denotativo;
el significado se realiza a través de
una vivencia subjetiva, connotación. El significado es convencional; de
este se pueda realizar una comunicación
óptima; se supone que esto acontece en la ciencia física, la que tiende a la monosemia,
a diferencia de lo que ocurre en las
ciencias sociales y humanas, así como en el arte y la literatura, que tienden a
la polisemia[2].
Darle sentido a la experiencia
singular es convertir las huellas de la experiencia en marcas y signos; se
trata entonces de interpretar estas huellas. Ahora bien, ¿cómo se
interpretan las huellas de la experiencia? Desde la experiencia misma, desde la memoria, desde lo aprendido, desde los instrumentos de interpretación, que se tiene a mano. ¿Por qué se interpreta? Se interpreta porque se decodifica la información que se recibe
de lo que se puede llamar, siguiendo una tradición, el entorno. La interpretación
es innata a los seres orgánicos; la
decodificación puede darse químicamente, como en el caso del genoma, puede
darse biológicamente, como en todos los seres
orgánicos, puede darse lingüísticamente, como en el caso de los seres humanos. La narrativa entonces, de la que hablamos, tiene que ver con las interpretaciones que han desarrollado
las sociedades humanas.
Ahora bien, la narración supone un arquetipo,
configurado en el mito; hablamos de
la trama, que está estructurada por
el principio o comienzo de la narración, que en el mito se remite al origen, por la mediación o transición, si se quiere de los hechos o sucesos, para derivar en el desenlace. Toda narración
supone, entonces, una trama. El sentido, entonces, emerge de esa relación entre principio u origen y desenlace, mediado por sucesos trágicos
o cosmológicos. Ahora bien, el sentido
puede emerger por la transición de
sucesos dramáticos; un ejemplo es la novela.
Una conclusión de esta exposición es que
la narración, más que ser una techné que inventa el tiempo es, mas bien, una techné que produce el sentido. Ahora bien, ¿qué es el sentido? El sentido no se restringe al arquetipo
configurado por el mito y repetido
por la historia de la narración. Hay sentido incluso cuando no hay desenlace, es decir, cuando esta ausente
la estructura iniciada por el mito, es decir, la trama. Cuando, mas
bien, nos encontramos ante entramados
en constante devenir. Se puede decir que el sentido
emerge del orden de relaciones de los
seres humanos con sus entornos, incluso se podría ampliar la connotación y decir que el sentido emerge de la constelación de relaciones de los seres orgánicos con los entornos,
incluso con el universo. Enunciándolo mejor, recurriendo a la teoría de sistemas auto-poiética, se
podría decir que el sentido emerge de
la interpretación efectuada por los sistemas auto-poiéticos respecto a sus entornos.
Hablamos
del sentido inmanente, inmanente al acontecimiento. ¿Qué tiene que ver la narración con el sentido inmanente? La narración
está íntimamente ligada la composición de la trama; hay narración
cuando hay trama. Entonces, ¿cómo se
expresa el sentido inmanente al acontecimiento? El sentido inmanente ha sido mencionado en la teoría fenomenológica; en este caso se lo ha señalado, se ha
elucubrado, si se quiere, una tesis especulativa sobre el sentido inmanente. Entonces el sentido
inmanente es alumbrado por la teoría
fenomenológica, se convierte como en horizonte
y a la vez el núcleo de la teoría fenomenológica. Empero, ¿cómo emerge el sentido inmanente del acontecimiento
y como se expresa? Esta es la pregunta que pone a prueba la
tesis sobre el sentido inmanente. Si
el sentido inmanente no encuentra expresión y solo aparece como una intuición teórica, la fenomenología se
encuentra en problemas.
Hay escrituras, hay documentos, que no contienen
una trama, por lo tanto, un desenlace, como, por ejemplo, los informes,
registros, documentos de archivos; aunque las noticias terminen conformando
como una trama provisional, de todas
maneras, estas fuentes expresivas no suponen, de por sí, una trama. Ahora bien, ¿la escritura
científica contiene trama? En un
ensayo anterior, Más acá y más allá de la
mirada humana, dijimos que, aunque la escritura científica no se constituya
a partir de la trama, de todas
maneras, al narrar sus explicaciones,
como que no deja de aludir un origen,
el big bang, incluso un final del universo, el big crunch. Sin embargo, estos parecidos
no confirman una relación estrecha de la escritura científica con la narrativa, por lo menos literaria. Puede
haber relaciones a distancias, por analogías.
Ahora bien, ¿en la escritura científica
se expresa el sentido inmanente del acontecimiento? ¿Por ejemplo, una ley física es la expresión del sentido
inmanente del acontecimiento físico?
Aunque no se exprese la teoría científica de esa manera, parece que es la
pretensión subyacente de la teoría científica, al querer explicar no solo el fenómeno físico sino el acontecimiento físico. Si la ley física fuera, no necesariamente el sentido inmanente del acontecimiento físico, sino una aproximación buena, entonces la fenomenología empieza a salir del
problema mentado.
Pero, volvamos a la narración. ¿Puede darse una narración
sin trama? En otros ensayos,
dedicados a la novela de Marcel Proust, En
busca del tiempo perdido, dijimos que estamos ante una prosa que parece no
construirse en una trama, sino en
varias; es más, que se mueve en entramados
sin desenlaces. Como se podrá ver, la
novela, que es como el modelo de la narrativa moderna, puede desplazarse,
hasta convertirse en una “novela” sin trama,
sino mas bien, entramados. Con esto
habríamos llegado a no solo la posibilidad sino a la realización de una narrativa que ha roto con el arquetipo inicial del mito.
Paul Ricoeur nos expone, en los tres
tomos de Tiempo y narración, la teoría de la narración, partiendo de la
teoría aristotélica del mito, es
decir, de la composición de la trama,
además de considerar la teoría del tiempo de San Agustín. Aunque en Tiempo y narración se complejiza el
manejo de la trama, sobre todo
respecto a la problemática del tiempo,
hasta el punto de poner en cuestión la trama
misma, avanzando, en el estudio de la narrativa moderna, a composiciones
complejas de tramas entrelazadas y
movedizas, además de desplazarse a manejos alternativos y casi simultáneos del tiempo, de todas maneras, se tiene como referencia el nacimiento mismo de la narrativa, el mito. El sentido inmanente,
incluso como eventualidad, plantea otras posibilidades de realización de la
construcción de la narración. Por
eso, puede ser sugerente volverse a preguntar ¿qué es la narración?
Para responder a la pregunta debemos
considerar no solamente las narrativas
escritas, sino las narrativas
visuales y audiovisuales, además de lo que hemos llamado las pre-narrativas fácticas. Por otra parte,
es menester también considerar los registros
no solo humanos, documentados o no, sino los registros biológicos y geológicos, aunque no sean narrativas.
Hipótesis
prospectivas sobre las narrativas inherentes
1. Todo ser
orgánico interpreta su propio
acontecer, incluyéndose como parte de los entornos,
en un juego dinámico de autorreferencia
y hetero-referencia. Desde la
perspectiva de la teoría de sistemas, los sistemas se relacionan, se
interpretan, se inter-penetran, prestando uno su propia complejidad para ser
interpretado.
2. Los
seres humanos, además de interpretar,
narran sus interpretaciones. Construyen
sentido relativas a sus experiencias singulares recurriendo al arquetipo del mito, que supone un origen
y una finalidad, incluso un fin.
3. Se han
clasificado distintos tipos de narraciones,
sobre todo en literatura, tragedia, drama, comedia, epopeya, novela,
atribuyéndoles distintas configuraciones y características, dependiendo de lo que estructuralmente
conforman. Podemos ampliar la clasificación, sobre todo si salimos del campo literario y entramos a otros campos donde se despliegan otras narraciones. Pero, lo que importa es qué
es lo que se busca al narrar. Si
decimos que se busca el sentido y
después construir el sentido, sobre
todo expresarlo, entonces la narración resulta ser un instrumento hermenéutico por excelencia.
4.
En parte, la búsqueda
del sentido aparece como búsqueda del
tiempo perdido, como lo hace Marcel Proust, entonces, en este caso, la búsqueda del sentido es como un viaje
por el pasado, es decir, por la experiencia sedimentada, a través de las
dinámicas de la memoria.
5. En la narrativa que deviene del arquetipo del mito, es decir, de la trama,
el tiempo se convierte en el substrato donde ocurren los hechos. La narración, entonces, es como un viaje
por el tiempo. La narración fija el tiempo, por así decirlo, en la escritura; lo retiene, para
trabajarlo en sus flujos y desplazamientos, detenidos como fotografías.
6. Considerando
provisionalmente, la tesis de Emmanuel Kant de que el a priori del tiempo corresponde a la experiencia de la interioridad y el a
priori del espacio corresponde a la experiencia de la exterioridad, podemos
conjeturar que la narración narra la
experiencia de la interioridad recurriendo a las huellas que imprime la experiencia
de la exterioridad.
7. Para
decirlo con metáforas fuertes e
ilustrativas, podemos enunciar que la narración
es experiencia concentrada.
Experiencia expresada en la escritura que conforma su arquitectura a partir del
arquetipo del mito. Pero también, considerando otras alternativas de modelo, se entiende que la narración expresa la experiencia, convertida en escritura enlazada
a entramados alternativos.
8. Si
hablamos de otras materialidades
narrativas, más acá y más allá de la escritura, los distintos recursos
narrativos siempre tienen como substrato
la experiencia. No dejan de ser
concentraciones o coagulaciones de la experiencia.
9. Resumiendo,
estamos ante el siguiente cuadro: experiencia, memoria, interpretación y
narración. Donde la experiencia es el
substrato dinámico de las huellas
impresas en el cuerpo; la memoria
corresponde al registro, mejor dicho,
al registrar dinámico del cuerpo; la interpretación corresponde a la codificación-decodificación dinámicas
del cuerpo; la narración corresponde a la producción
expresiva del cuerpo.
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