Apuntes para una arqueología del concepto de acción social

Apuntes para una arqueología del concepto de acción social 

 

Raúl Prada Alcoreza

 

 

 




 

 

 

 

 

 

Michel Foucault dice que después del muerte de Dios continúa la muerte del hombre. Esta paráfrasis a la tesis de Friedrich Nietzsche no es redundante, sino una deducción. Sin embargo, la muerte de Dios es imaginaria porque Dios es imaginario, también la muerte del hombre es imaginaria porque el hombre es universal; se trata del concepto hombre, del anthropos. Ambas muertes transcurren en dos revoluciones, en primer lugar la del lenguaje, quizás hasta múltiples revoluciones de lenguaje. El primer ámbito de la revolución del lenguaje corresponde a la literatura y a la filosofía, incluso a la contra filosofía, que ya supone la crítica. El segundo ámbito, correspondiente  a la segunda revolución del lenguaje, al desenvolvimiento y desplazamiento de la arqueología del saber, de la genealogía del poder y de la hermenéutica del sujeto, que develan la diseminación de la figura del hombre, que transcurre desde la suspensión de las representaciones hasta el límite con el que se topan las ciencias humanas, cuando descubren que no encuentran al hombre, sino ámbitos de relaciones sociales, donde se cobijan distintos perfiles humanos. Si no hubieran escrituras ancestrales, que sean evidentes para las llamadas sociedades sin historia, pues son calificadas desde la mirada universal de la historia del mundo moderno, no hay una comprensión adecuada de la escritura y de la inscripción de los signos. Se trata de sociedades que cuentan con la archiescritura, como dice Jacques Derrida, cuya memoria se encuentra en los recorridos de las huellas hendidas en los territorios y en las impresiones que dejan sus manos en piedras, en papiros, en cueros, que hacen de plano inscripción. El psicoanálisis encuentra el inconciente en la estructura compleja del sujeto, en el ello, en el olvido de una memoria que no se pierde.

 

Se trata de las aventuras de lenguaje, de su versión metafórica, de la poesía, de la narrativa de la novela, oculta en las profundidades insondables de los protagonistas, perdidos en sus laberintos. De la crítica que busca las condiciones de posibilidad de la experiencia y del conocimiento. Condiciones de posibilidad que se encuentran en la intuición sensible y en la intuición intelectiva, así como en la potencia de la imaginación. Condiciones de posibilidad que se encuentran en la comprensión interpretativa, en las categorías del entendimiento y en la conformación y configuración de las ideas. 

 

Condiciones de posibilidad que se encuentran en la percepción, es decir, en el cuerpo, en las fenomenologías corporales y en las fenomenologías de la percepción, que defienen conceptos, antes, como substratos imaginarios, sentidos, que experimentan la metamorfosis de los conceptos, suponiendo sus desplazamientos. 

 

Por eso la física se convierte en el zócalo de la episteme. La matemáticas es la irrupción topológica de la armonía elegante del devenir complejo de la cantidad. Las ciencias se edifican sobre este zócalo epistemológico. Los saberes emergen sobre este zócalo, que busca atravesar umbrales, atravesar límites, conscientes de su propia historicidad. 

 

En este ámbito atmosférico y cultural de una modernidad vertiginosa aparece la sociología, saber que supone la emergencia de las empiricidades, positividades y finitudes modernas, supone la comprensión de la historicidad, que es inmanente y trascendente a los decursos de las sociedades. La sociologia emerge del asombro por la potencia de las revoluciones. Vamos a retenernos en los desplazamientos de la sociología, en sus transformaciones y distintas perspectivas, buscando dar cuenta de la historicidad de las sociedades, así como de sus estructuras sugerentes, también de su acción, basada en el sentido buscado, que pretende adecuar medios a fines.

 

Las pretensiones de verdad de las distintas escuelas sociológicas no hacen otra cosa que poner en evidencia  sus formaciones discursivas, el uso del lenguaje en el análisis sociológico, trayendo a colación las consecuencias de la construcción explicativa de lo social. Por eso la insatisfacción misma de los logros relativos y provisorios, que dan lugar a narrativas académicas de la sociedad, sin poder atrapar el acontecimiento social en su devenir.

 

Vamos a repasar las teorías de la acción, de la acción humana, las teorías de las conductas y de los comportamientos, de las acciones comunicativas, sus pretensiones de verdad, que buscan en las motivaciones sociales la explicación de los fines no logrados y de los medios inútiles. En otras palabras, buscaremos dar cuenta del asombro y la sorpresa sociológica, de que se está ante sociedades que no logran su estabilidad ni su armonía. Sino, más bien, evidencian la conformación de proliferantes perfiles sociales.

 

 

La acción con sentido

 

En la obra de Max Weber se puede seguir los desplazamientos epistemológicos, no sólo en la teoría sociológica, sino en todo lo que implica el análisis de la conducta, de los comportamientos, así como de la acción comunicativa, incluso si sólo tomamos en cuenta la teoría de la acción, asumidada en un esquematismo restringido a los constreñimientos económicos, por ejemplo, si consideramos a Murray Newton Rothbard y su Tratado sobre principios de la economía[1], donde desarrolla una teoría sobre los fundamentos de la acción humana. Podemos situar, no necesariamente en este escenario epistemológico, sino en los umbrales del mismo, a Jürgen Habermas y su teoría de la acción comunicativa. ¿Qué panorama epistemológico tenemos considerando este contexto?

 

Con la conformación epistemológica de la perspectiva de la historicidad, donde el marxismo irrumpe con el análisis histórico-político e histórico-económico, respondiendo plenamente a la emergencia de las empiricidades de la experiencia moderna, al enfoque de la vida, el trabajo y el lenguaje, ¿a qué desplazamientos epistemológicos responde Max Weber y la sociología, que llamaremos provisionalmente funcionalista?

 

Cuando se considera la acción con sentido para analizar la conducta social, nos desplazamos al estudio de la sociedad o de las sociedades, otorgándole cierta preponderancia a la cultura. Entre sus investigaciones se puede destacar la que corresponden a la sociología de la religión. Se puede citar su obra La ética protestante y el espíritu del capitalismo. Se puede decir que su gran obra corresponde Economía y sociedad, donde se parte de la premisa metodológica de la acción social. Max Weber también efectuó un análisis de la burocracia estatal. Max Weber se diferencia del estructural funcionalismo, arraigado en la antropología, para abordar el análisis de la acción social desde el sentido, que supone la adecuación de medios a fines, es decir el comportamiento racional, dando lugar a la dinámica de las motivaciones. Entonces, se puede decir que la cultura es abordada no desde el estructuralismo, sino desde el funcionalismo, si se puede hablar así, de manera simple, también desde el imaginario social, la cultura, que interpreta las acciones sociales.

 

En Economía y sociedad Max Weber define el concepto de acción social de la siguiente manera: 

“La acción social (incluyendo tolerancia u omisión) se orienta por las acciones de otros, las cuales pueden ser pasadas, presentes o esperadas como futuras (venganza por previos ataques, réplica de ataques presentes, medidas de defensa frente a ataques futuros). Los otros pueden ser individualizados y conocidos o una pluralidad de individuos indeterminados y completamente desconocidos (el dinero, por ejemplo, significa un bien - de cambio- que la gente admite en el tráfico porque su acción está orientada por la expectativa de que otros muchos, ahora indeterminados y desconocidos, estarán dispuestos a aceptarlo también, por su parte, en un cambio futuro)[2]”.

 

Después dice que: 

“Nunca la clase de acción - incluso de acción externa - social en el sentido aquí admitido. Por lo pronto no lo es la acción exterior cuando sólo se orienta por la expectativa de determinadas reacciones de objetos materiales. La conducta íntima es acción social sólo cuando está orientada por las acciones de otros. No lo es, por ejemplo, la conducta religiosa cuando no es más que contemplación, oración solitaria, etc. La actividad económica (de un individuo) únicamente lo es en la medida que tienen en cuenta la actividad de terceros. Desde un punto de vista formal y muy general: cuando tomen en cuenta el respeto por terceros de su propio poder efectivo de disposición sobre bienes económicos. Desde una perspectiva material: cuando, por ejemplo, en el consumo entra la consideración de las futuras necesidades de terceros, orientando por ellas de esa suerte en su propio ahorro o cuando en la producción pone como fundamento de su orientación las necesidades futuras de terceros, etc.”

 

También anota que no toda clase de contacto entre los hombres tiene carácter social; sólo una acción con sentido propio dirigida a la acción de otros. El ejemplo que da es de un choque de dos ciclistas, donde, por ejemplo, se trata de un simple suceso de igual carácter que un fenómeno natural. En cambio, aparecería ya una acción social en el intento de evitar el encuentro, o bien en la riña o consideraciones amistosas subsiguientes al  encontronazo. 

 

Una cuarta anotación dice que:

“La acción social no es idéntica a) ni una acción homogénea de muchos, b) ni la acción de alguien influido por conductas de otros. a) Cuando en la calle, al comienzo de una lluvia, una cantidad de individuos abre al mismo tiempo sus paraguas (normalmente), la acción de cada uno no está orientada por la acción de los demás, sino que la acción de todos, de un modo homogeneo, está impelida por la necesidad de defenderse de la mojadura. b) Es un hecho conocido que los individuos se dejan influir fuertemente en su acción por el simple hecho de estar incluidos en una masa especialmente limitada (objeto de las investigaciones de la psicología de masas, a la manera de los estudiosos de Le Bon); se trata, pues, de una acción condicionada por la masa. Este tipo de acción puede darse también en un individuo por influjo de una masa dispersa (por el intermedio de la prensa, por ejemplo), percibido por ese individuo como proveniente de la acción de muchas personas. Algunas formas de reacción se facilitan, mientras que otras se dificultan, por el simple hecho de que un individuo se sienta formando parte de una masa. De tal suerte que un determinado acontecimiento o una conducta humana pueden provocar determinados estados de ánimo – alegría, furor, entusiasmo, desesperación y pasiones de toda índole - que no se darían en el individuo aislado (o no tan fácilmente); sin que exista, sin embargo (en muchos casos por lo menos), una relación significativa entre la conducta del individuo y el hecho de su participación en una situación de masa. El desarrollo de una acción semejante determinada o  determinada por el simple hecho de una situación de masa, pero sin que exista con respecto a ella una relación, no se puede considerar como social con el significado que hemos expuesto”. 

Aclarando la denotación y la connotación del concepto de acción social, Weber la distingue y la diferencia de la siguente manera:

“Por lo demás, es la distinción, naturalmente, en extremo fluida. Pues no solamente en el caso de los demagogos, por ejemplo, si no también en el público puede existir, en grado diverso, una relación de sentido respecto al hecho de la masa. Tampoco puede considerarse como una acción social específica el hecho de imitación de una conducta ajena (sobre cuya importancia ha llamado justamente la atención Gabriel Tarde) cuando es puramente reactiva, y no se da una orientación con sentido de la propia acción por la ajena. El límite, empero, es tán fluido que apenas es posible una distinción. El simple hecho, sin embargo, de que alguien acepte para así una actitud determinada, aprendida en otros y que parece conveniente para sus fines, no es una acción social en nuestro sentido. Pues en este caso no orientó su acción por la acción de otros, sino que por la observación se dio cuenta de ciertas probabilidades objetivas, dirigiendo por ellas su conducta. Su acción, por tanto, fue determinada causalmente por la de otros, pero no por el sentido en aquella contenido. Cuando al contrario imita una conducta ajena porque está de moda o porque vale como distinguida en cuanto estamental, tradicional, ejemplar o por cualesquiera otros motivos semejantes, entonces si tenemos la relación de sentido, bien respecto de la persona imitada, de terceros o ambos. Naturalmente, entre ambos tipos se dan transiciones. Ambos condicionamientos, por la masa y por la imitación, son fluidos, representando casos límites de la acción social, como los que encontramos con frecuencia por ejemplo en la acción tradicional. El fundamento de la fluidez de estos casos, como el de otros varios, estriba en que la orientación por la conducta ajena y el sentido de la propia acción en modo alguno se puede precisar con toda claridad, ni es siempre consciente, ni mucho menos consciente con toda plenitud. Por esta razón no siempre puede separarse con toda seguridad el mero flujo y la orientación con sentido. Pero si pueden separarse, en cambio, conceptualmente; aunque sea evidente que la imitación puramente reactiva tiene sociológicamente el mismo alcance que la acción social propiamente dicha. La sociología en modo alguno tiene que ver solamente con la acción; sin embargo, ésta constituye (para la clase de sociología aquí desarrollada) el dato central, aquel que para ella, por decirlo, es constitutivo. Con eso nada se afirma, sin embargo, respecto de la importancia de este dato por comparación con los demás[3].”

 

En conclusión:

“La acción social, como toda acción, puede ser:1) Racional con arreglo a fines: Determinada por expectativas en el comportamiento tanto de objetos del mundo exterior como de otros hombres, y utilizando estas expectativas como condiciones o medios para el logro de fines propios racionalmente sopesados y perseguidos. 2) Racional con arreglo valores: Determinada por la creencia consciente en el valor – ético, estético, religioso o de cualquiera otra forma como se interprete - propio y absoluto de una determinada conducta, sin relación alguna con el resultado, o sea puramente en méritos de ese valor. 3) Afectiva, especialmente emotiva, determinada por afectos y estados sentimentales actuales, y 4) tradicional: Determinada por una costumbre arraigada[4].”

 

Cómo puede verse la acción social está determinada en la interacción con otros, responde a una racionalidad con arreglo a fines, con arreglo a valores o, en su caso, afectiva o, más bien, responde a la tradición. El sentido entonces es asignado socialmente, evaluado por la adecuación a las finalidades, por valorizaciones, por afectividad y costumbres.

 

Hemos hablado del desplazamiento epistemológico en las ciencias humanas, particularmente en lo que respecta a la sociología cuando pasamos de la perspectiva de la historicidad a la perspectiva de la acción con sentido, que supone la estructura social y la función social. Ahora bien, está sociología no se desentiende de las otras ciencias humanas, la psicología y la antropología, sin olvidar a la historia, en todo caso ésta hace de contexto y referencia. En Émile Durkheim nos encontramos con el análisis estructural y en Max Weber con el análisis de la acción con sentido, que supone el concepto de relación social. En Durkheim se da lugar al entrelazamiento entre sociología y antropología, incluso con la lingüística, que es la ciencia del lenguaje. En Weber se da lugar al entrelazamiento entre sociología y psicología, sin olvidar el vínculo del estudio de la cultura y el estudio del Estado.

 

Se puede considerar a la sociología de Talcott Parsons como una continuidad de la sociología de Weber, trayendo a colación otras consecuencias del análisis de la acción social, de la relación social y de la estructura social. Una de las principales contribuciones de Parsons fue continuar el desarrollo de la sociología funcionalista, fuera de sus traducciones de la obra de Max WeberÉmile Durkheim y Vilfredo Pareto. Se trata de la teoría de la acción social, que supone la incidencia de la voluntad, desde la perspectiva de los valores culturales y las estructuras sociales, que determina las acciones sociales. Esto en contraposición a la tesis de que las acciones están determinadas psicológicamente. 

 

Empero, en la contemporaneidad actualizada, en el momento reciente, nos encontramos no sólo con los desplazamientos epistemológicos mencionados, sino con sus límites y sus problemas. ¿Se trata de la acción con sentido o, más bien, de la acción sin sentido? Nos referimos a lo que se llamó anomia. Émile Durkheim y Robert King Merton se ocuparon, a su vez, del fenómeno de la anomia. La tesis de la anomia supone la concepción de una situación afectada por la ausencia de normas, también por inequidad inherente a la estructura social, obstaculizando a los individuos acceder a lo requerido para alcanzar  las metas propuestas. Se puede decir que el concepto de anomia aparece, en tanto acepción sociológica, acompañando la interpretación elaborada por el filósofo Jean-Mari Guyau, quien la concibe como fenómeno benéfico intrínseco a toda sociedad[5].

 

Después el concepto fue reintroducido por el Émile Durkheim en La división del trabajo en la sociedad[6]. El sociólogo dice que un estado sin normas hace inestables las relaciones del grupo, impidiendo así su cordial integración". También toca el tema en El suicidio[7]. Posteriormente reelabora la cuestión de la anomia Robert King Merton en Social Theory and Social Structure[8]; después en Anomie, anomia and social interaction: contexts of deviant behavior[9]. El mencionado sociólogo dice que:

"Las estructuras sociales ejercen una presión definitiva en ciertas personas de la sociedad, de tal manera que producen una conducta inconformista en vez de una conformista". Interpretando, el concepto de anomia se usa en refencia a las “desviaciones”, “ruptura de normas”, así como para señalar a estratos sociales que experimentan “desorden”, esto a causa de la notoria ausencia de reglas de conducta, “comúnmente admitidas”, implícita o explícitamente; peor aún, debido al régimen de reglas aislacionistas, incentivando el “pillaje” en vez de la cooperación.

 

Robert King Merton describió la falta de condiciones que conducen a la anomia: Los fines culturales como deseos y esperanzas de los miembros de la sociedad; las normas que determinen los medios que permiten a la gente acceder a esos fines culturales; el reparto o distribución de estos medios para acceder a dichos fines culturales.

 

La teoría propuesta por Merton se basa en la existencia de una estructura social y de una estructura cultural, la primera conforma clases sociales, la segunda orienta hacia los fines y prescribe los medios, socialmente aceptados para alcanzarlos. La anomia es una disociación entre los objetivos culturales y el acceso, que afecta a estratos sociales determinados, obstaculizando los medios necesarios para alcanzar objetivos propuestos. La relación entre los medios y los fines se disloca.

 

Hay que tener en cuenta que el contexto que experimenta Robert King Merton corresponde a la atmósfera expectante del naciente Estado de bienestar, cuando la denominada “desviación” se concebía como un problema social. Se puede decir que en la actualidad el problema ha adquirido proliferantes perfiles, con fuertes connotaciones culturales o, más bien, de transformaciones culturales, lo que podemos llamar la transvalorización de los valores.

 

Como se puede ver, es posible abordar la acción acción social no solamente desde el sentido, sino desde el sinsentido. Ahora bien, cuando hablamos de sinsentido, el alcance, el contexto y el horizonte epistemológico es mayor, que lo que connota el concepto sociológico de anomia. De alguna manera podemos decir que el concepto de anomia supone la disfuncionalidad individual y la disfuncionalidad social. Sin embargo, el concepto o el campo configúrante del sinsentido connota consecuencias existenciales, para decirlo de un modo filosófico.

 

Es cierto que se puede rastrear el concepto de anomia ya dado en Weber, sin embargo, nos interesan los desplazamientos del concepto hasta cuando adquiere un perfil sociológico elaborado. Estos desplazamientos imperceptibles son importantes, por lo que ocurre, por así decirlo, en la intimidad y en la interior del concepto. Por otra parte, debemos decir que la anomia no solamente implica el sinsentido en la expectativa de la acción con sentido, que hemos dicho se puede rastrear en Weber, sino se halla en la estructura misma social. De esta manera se puede rastrear ya en el análisis histórico social e histórico político, además de histórico económico, de Karl Marx, la anomia es inherente a la estructura de la sociedad de clases. Ciertamente, esto no hay que olvidar, en estos rastreos no nos encontramos con un concepto elaborado de anomia, aunque pueden hallarse en la penumbra de las elucidaciones teóricas. 

 

Nuevamente, importan los desplazamientos imperceptibles en la arqueología del saber de las ciencias humanas y de las ciencias sociales. Aunque también importa en esta arqueología del saber de las ciencias sociales las regresiones epistemológicas, que se dan en los ámbitos de las elucubraciones teóricas de los fundamentos teóricos de la economía, desarrollados por las escuelas neoclásicas y post-neoclásicas, que buscan fundamentar su teoría económica de una manera integral, abarcando a la sociedad misma. Murray Newton Rothbard es un ejemplo de este desplazamiento regresivo en lo que respecta a la fundamentación de lo que él denomina acción humana. En El hombre, la economía y el Estado, Tratado sobre principios de la economía, Rothbard define la acción humana de la siguiente manera:

 

“La característica crucial y distintiva en el estudio del hombre es el concepto de acción. La acción humana se define simplemente como comportamiento deliberado. Por lo tanto, se diferencia claramente de aquellos movimientos observados que, desde el punto de vista del hombre, no son intencionales. Entre ellos se encuentran todos los movimientos observados en la materia inorgánica y ciertos tipos de comportamiento humano que son sólo actos reflejos, simples respuestas involuntarias a determinados estímulos. Por otra parte, Los demás hombres pueden interpretar el sentido de la acción humana, ya que está regida por cierto propósito que el sujeto actuante tiene en mente. El propósito de actuar del hombre es su fin, el deseo de alcanzar ese fin es el motivo por el cual lleva a cabo la acción[10].” 

 

En esta fundamentación teórica nos encontramos nuevamente con el supuesto de la adecuación de los medios a los fines, que ya datan de las críticas filosóficas de Emmanuel Kant. En las ciencias sociales es recogida esta tesis por Max Weber. En el caso de Rothbard tenemos un uso más estrecho, efectuado desde el postulado metodológico de la adecuación de medios a fines, sin contar con la elaboración más completa de la sociología de la acción. Se entiende que se trata solamente de una fundamentación, enmarcada por la pretensión de una teoría integral de la economía, desde la perspectiva neoclásica y post-neoclásica, en este caso de la escuela austriaca.

 

En el libro citado Rothbard Escribe:

“La primera verdad que debemos descubrir acerca de la acción humana es que sólo puede ser llevada a cabo por sujetos actuantes individuales. Sólo los individuos tienen fines y pueden actuar para alcanzarlos. No existen fines o acciones de grupos, colectividades o estados diferentes de las reacciones de diversos individuos específicos. La sociedad o grupos no tienen existencia independiente de las acciones de sus miembros individuales. Por ende, metafóricamente al decir que el gobierno actúa; en realidad algunos individuos están relacionados con otros y actúan en una forma que unos y otros reconocen como gubernamental. No debe interpretarse la metáfora como si la institución colectiva tuviera gestión real fuera de los actos de diversos individuos. Por otra parte, un individuo puede acordar actuar como agente en representación de otro individuo o en el nombre de su familia. No obstante sólo los individuos pueden desear y actuar. La existencia de una institución tal como el gobierno sólo cobra sentido al influir igualmente tanto sobre las acciones de los individuos que son considerados como miembros del gobierno como de los que no lo son[11].” 

 

Se nota aquí el enfoque individualista del liberalismo de la escuela austriaca. Sin embargo, hay que recordar que el individuo no es otra cosa que el producto social de la sociedad moderna, que se acompasa o se basa en la inmanencia de la ipseidad. No hay individuos de por sí, no se nace como individuo, aunque si se nace individualmente y de manera singular. Pero el individuo como tal es un fenómeno social, además de psicológico y cultural. Por cierto, no es un fenómeno económico, en todo caso la economía es también un fenómeno social. Esta es una de las tantas contradicciones inherentes a las teorías de la escuela austriaca.

 

De todas maneras, hay que rescatar la singularidad en la enunciación de la acción individual. Ciertamente, ya lo dijimos en el Acontecimiento libertario, la voluntad no puede ser sino singular, que la voluntad social es una metáfora, es una proyección de la experiencia de la voluntad individual, proyectada a la atmósfera social, conjugando, en el juego del azar y la necesidad, las voluntades individuales. Sin embargo, no hay que olvidar que las singularidades, como mónadas, se asocian para conformar composiciones sociales. Son estas composiciones sociales las que, a su vez, inciden y condicionan, dando lugar al comportamiento singular. En consecuencia, no se puede disociar singularidad y composiciones singulares de las asociaciones mónadas. Por lo tanto, no se puede disociar acción individual de estructuras sociales, así como de relaciones sociales, que hacen de contexto inherente y externo a la propia acción individual.

 

Como dijimos en un ensayo anterior, Max Stirner, en El único y su propiedad[12], donde expone la teoría del anarquismo individualista, considerando la tesis de el único como inmanencia vital, teniendo en cuenta que esa teoría es una teoría integral y compleja del individuo, que va más lejos que las propias restricciones mezquinas de la teoría liberal sobre la individualidad, comprende y entiende una complementariedad entre el individuo y la comunidad. El individuo abstracto, como comienzo imposible, sólo se concibe en las cabezas de la escuela austriaca.

 

Más adelante Rothbard dice:

“Toda la vida humana tiene lugar lugar en el tiempo. Nuestra razón no puede siquiera concebir una existencia o una acción que no se lleve a cabo a través del tiempo. En el momento en que alguien se decide actuar con un determinado propósito, su meta sólo puede ser alcanzada completamente en algún momento futuro[13].” 

 

La adecuación de medios afines tiene que ver con el tiempo, la finalidad se logra en un futuro. Ahora bien, cuáles son los medios con los que cuenta el individuo. Rothbard escribe:

 

“Los medios utilizados por el hombre para satisfacer sus necesidades se denominan bienes. Estos bienes son el objeto de la acción economizadora. Pueden incluirse en una de estas dos categorías: a) son útiles en forma inmediata y directa para satisfacer los deseos del sujeto actuante, o b) pueden ser transformados en bienes directamente útiles sólo en algún momento futuro, es decir, son medios indirectamente útiles. A los primeros se los designa como bienes de consumo, bienes del consumidor o bienes de primer orden. Los segundos se denominan bienes del productor, factores de producción o bienes de orden superior[14].” 

 

No hay que olvidar que en el caso de Rothbard se trata del tratado sobre Principios de economía, aunque se ocupe del hombre, la economía y el Estado, que lo hace como presupuestos de una supuesta economía integrada, que es obviamente la capitalista. La anotación al respecto consiste en que nos encontramos con un entrelazamiento entre la teoría económica y los resabios de la teoría social, que obviamente no cita.

 

En consecuencia, se trata de la adecuación de los medios a los fines,  en el mundo de la economía y en la economía mundo capitalista. Particularmente se trata de la adecuación de los medios a los fines en la producción, que Friedrich August Hayek considera como capital.  En El hombre la economía y el Estado, Rothbard, después de ocuparse de los fundamentos de la acción humana, se dedica al análisis del intercambio directo; tipos de la acción interpersonal, como la violencia; tipos de acción interpersonal, como el intercambio voluntario y la sociedad contractual. Analiza el intercambio y la división del trabajo, los términos de intercambio, para pasar a la determinación del precio, situando el precio de equilibrio. Después, trata sobre la elasticidad de la demanda, la especulación y los cuadros de oferta y demanda, las existencias y la demanda total por tenencia. Para seguir con el análisis de los mercados continuos y cambios de precio. La especialización y la producción de existencias, tipos de bienes intercambiables. Después pasa a la consideración sobre propiedad, teniendo en cuenta la apropiación de tierras vírgenes. Considera también las medidas contra la invasión de la propiedad.

 

El capítulo tres trata sobre los modelos del intercambio, para seguir, en el siguiente capítulo, con los precios y el consumo, después, en el subsiguiente capítulo, con el análisis de la producción, enfocando su estructura. El capítulo seis trata sobre la producción, enfocando las tasas de interés y su determinación. El capítulo siete hace el análisis de la producción, desde el enfoque de la determinación general del precio de los factores.

 

En el tomo dos vuelve a ocuparse de la producción, esta vez desde el enfoque de la función empresarial y el cambio. Para seguir con el análisis de la producción, ahora desde el enfoque de los precios de los factores y los ingresos de la producción. En el capítulo diez trata sobre el monopolio y la competencia. En el capítulo once trata sobre el dinero y su poder adquisitivo. En el capítulo doce trata sobre las consecuencias económicas de la intervención violenta en el mercado.

 

Como se puede ver volvemos a las preocupaciones, a los enfoques y a la perspectiva post-neoclásica de la escuela austriaca, que desde Ludwig von Mises viene edificando la perspectiva post-neoclásica del libre mercado, de la libre empresa y de la competencia, teniendo como postulado el achicamiento del Estado. En sus fundamentos y en sus contornos están como obligados a desplazarse a una mirada con pretensiones integrales, para fundamentar su teoría económica.

 

Ahora no nos vamos a ocupar, como hicimos con Hayek, en lo que respecta a la teoría pura del capital, del análisis de la teoría económica de esta escuela mentada, sino sólo nos ocuparemos de sus fundamentos, por así decirlo, filosóficos y sus recursos argumentativos relativos a la teoría social. Lo hacemos porque nos interesa ahora la arqueología del concepto de la acción social, sus desplazamientos epistemológicos, sus alcances, sus límites y sus problemas. De esta manera también podremos rastrear las consecuencias de sus tesis filosóficas y sociales en el análisis económico de la escuela austriaca.

 

Al respecto hay que distinguir acción humana de acción social y acción social de acción económica. En realidad de lo que habla la escuela austriaca es de acción económica. Es demasiada pretensión decir que habla de acción humana, desconoce mucho al respecto, tanto en lo que implica a la historia de la humanidad, a la historia de la humanización y a la macro-historia de la hominización, además de las genealogías sociales, antes y después de la genealogía de la civilización. Por otra parte, desconoce la historia y la macro-historia le las atmósferas, de las esferas civilizatorias y transculturales, así como las diseminaciones de las esferas culturales, sobre todo en la civilización moderna. Tampoco conoce a cabalidad, de una manera completa, incluso más o menos completa, la acción social. Lo que no se le puede discutir es que sí conoce, por lo menos, en los núcleos más elaborados, la acción económica. En consecuencia, este es uno de los límites de la escuela austriaca, el alcance circunscrito de sus pretensiones de verdad. Esta detección de sus constreñimientos es una clave para elucidar los problemas teóricos que conlleva su especulación teórica.

 

Lo que importa de sus fundamentaciones teóricas respecto a la acción humana, que, en realidad, está circunscrita en el topos de la acción económica, en el marco de la adecuación de medios a fines, que puede considerarse una estrategia implícita en el proceso de la acción, inherente a la prácticas económicas, es el presupuesto teórico para abordar la tesis de la ley de la utilidad marginal, es decir, para abordar el despliegue de la teoría marginalista.

 

Con respecto a fines y valores Rothbard dice:

“Toda acción implica el uso de medios escasos para el logro de los fines más valorados. El hombre puede elegir usar esos medios escasos para varios fines alternativos y ajustará por los que más valore. Las necesidades menos urgentes permanecerán insatisfechas. Puede decirse que ordena sus fines según una escala de valores o una escala de preferencias, y estas difieren para cada persona, tanto en contenido como en orden de prioridades. Además, difieren para el mismo individuo en diferentes momentos[15].” 

 

Más abajo dice:

“La selección de los fines que el sujeto actuante incluirá en su escala de valores y la asignación de valor a cada uno de ellos constituyen el proceso de juicio de valor. Toda vez que un sujeto actuante ordena y elige entre varios fines está haciendo un juicio de valor[16].” 

 

Estas escalas de preferencia pueden ser denominadas felicidad, bienestar, utilidad, satisfacción o placer. Toda acción es un intento de cambiar un estado de cosas menos satisfactorio por otro más satisfactorio[17]. Es preciso considerar la relación entre la unidad que está por ser adquirida o que será abandonada y la cantidad de unidades (stock) que ya está disponible para el sujeto actuante[18]. Para toda acción humana, a medida que aumenta la cantidad disponible (stock) de un bien, la utilidad (o valor) de cada unidad disminuye.

 

La teoría de la utilidad marginal se enuncia de la siguiente manera:

Cuanto  mayor es  la oferta de un bien, menor es la utilidad marginal; cuanto menor es la oferta, mayor la utilidad marginal.

 

Rothbard dice que de la ley fundamental de la utilidad marginal se ha derivado la acción fundamental de la acción humana: Es la ley de la utilidad marginal, también conocida como la ley de la utilidad marginal decreciente. Una consecuencia de la ley de la utilidad marginal se puede anunciar de la manera siguiente:

 

“Así, cuando el sujeto se vea obligado a elegir entre unidades de bienes a los cuales debes renunciar, renunciará al bien cuyas unidades tenga menor utilidad marginal según su escala de valores. En consecuencia, al tener la oportunidad de agregar unidad de bienes, el individuo elegirá la unidad de mayor utilidad marginal según su escala de valores[19].” 

 

Podemos decir que este es el aporte de la teoría marginalista, tiene en cuenta una visión dinámica de los detalles y singularidades en cuestión, de los flujos y de los stock puestos en consideración y al alcance del sujeto involucrado. El análisis del límite, de la tendencia al límite de un comportamiento y de la conducta respecto al límite. Teniendo en cuenta que cuando se cruce el límite se entra a otro agenciamiento. Hay que anotar que este aporte de la teoría marginalista no corresponde a la escuela austriaca, sino que esta escuela la hereda de la tradición neoclásica, desde León Walras adelante.

 

La acción en la concepción marginalista tiene que ver con la utilidad marginal. Se valoriza la utilidad marginal de las unidades, que son ponderadas de acuerdo a su oferta o a su escasez. Tanto desde el punto de vista de la producción, como desde el punto de vista del consumo, la utilidad marginal entra en la acción racional adecuada a fines, de acuerdo a la valoración que está en juego, la satisfacción o insatisfacción que produzca. Desde la perspectiva económica se trata de la utilidad productiva o la utilidad del consumo. Se busca el beneficio, disminuir en el tiempo el costo, ocasionando el mayor logro de satisfacción o placer posible.

 

 

El aporte marginalista 

 

Una vez que hemos distinguido acción humana de acción social y acción social de acción económica, podemos pasar a la consideración de las implicaciones de la acción económica en la teoría marginalista. No cabe duda que el aporte más importante del marginalismo corresponde a sus tesis sobres rendimiento marginal, que considera la dinámica de las composiciones alternativas de las unidades singulares, puestas en juego en el ámbito de la producción y en el ámbito del consumo.

 

Por otra parte, el marginalismo ha llevado al análisis económico a los referentes efectivos de las dinámicas económicas. Vale decir, dicho de manera simple, a considerar los valores de uso, la utilidad, los insumos, los flujos y los stock, que se dan lugar en el proceso de la producción, también en el proceso del consumo. Contemplando que ambos procesos están imbricados, nuevamente nos encontramos con la afirmación de que el capital es producción y la producción es capital. Que la valorización del capital no es otra cosa que la realización de la producción, donde el producto marginal es la clave del proceso, logrando el rendimiento marginal en las mejores condiciones de incremento, suponiendo las condiciones adecuadas y la composición pertinente para dar lugar al rendimiento marginal. En otras palabras, se ha escapado de las consideraciones abstractas de los cuerpos teóricos de la economía clásica, que tienen como referente explicativo a un concepto abstracto de capital, como valorización del valor; orientación teórica, por cierto, abstracta, suponiendo las categorías elementales de ganancia, renta y salario. De lo que se trata es de hacer el análisis físico, por así decirlo, de los factores intervienen en la producción y en el consumo. 

 

¿Cuál es el problema? El supuesto de individuo aislado de la sociedad, cuando el individuo es un producto social, basado en el sustrato inmanente de la ipseidad. La producción es un acontecimiento social, no individual. Los ejemplos que ofrece Rothbard, en El hombre, la economía y el Estado, tienen como protagonista a Robinson Crusoe, personaje de la novela que lleva el mismo nombre, del escritor Daniel Defoe, estos ejemplos responden a una concepción caricaturesca del individuo, dibujos animados sin espesor. Además de la escena del náufrago, perdido en una isla virgen, que tiene ante sí la tarea de reconstruir su mundo, con sus propias manos y con los materiales, plantas y animales que encuentra, donde se expresa patentemente la herencia de una ideología colonial y colonialista. 

 

Concretamente, el problema radica en esta premisa del individuo, que no es el individuo concreto, inmerso en la sociedad, sino que es un individuo abstracto, imaginado por la elucubración de la escuela austriaca. Ahora bien, si la producción es un acontecimiento social y el individuo también, aunque la realidad solo puede darse singularmente, a través de redes y telarañas singulares, asociaciones singulares, aunque la producción también suponga el concurso de individualizaciones, en tanto singularización de redes sociales y perfiles culturales, el análisis económico requiere necesariamente de un conocimiento profundo de la sociedad y también un conocimiento profundo del individuo. No supuestos sobre una sociedad abstracta y sobre un individuo abstracto, que no existe efectivamente.

 

 

Conclusiones

 

La arqueología del concepto de acción, sobre todo de acción social, se abre a un abanico polisémico, dependiendo desde donde se enuncia, desde qué lugar, en el marco de un contexto determinado, de un momento y periodo históricos, además de los enfoques de las formaciones discursivas y las formaciones enunciativas de los saberes. 

 

Se puede decir que el concepto de acción social nace, emerge y se conforma en la sociología, adquiriendo una conformación categorial propia, vinculada a la hipótesis estratégica de la adecuación de medios a fines. En consecuencia, el concepto sociológico de acción tiene antecedentes, que tienen que ver con la filosofía de la voluntad, que implica precisamente finalidades. 

 

El concepto de acción social experimenta sus desplazamientos en el propio campo sociológico, en el propio devenir del análisis sociológico, modificando la composición de sus categorías, adquiriendo nuevas connotaciones en la interpretación y en el análisis, dependiendo de las nuevas observaciones, descripciones e investigaciones sociales.

 

El concepto de acción social adquiere nuevos vuelos y nuevas rutas. También nuevas formas de nombrar en las interpretaciones de las teorías histórico-políticas del contrapoder. La acción social está íntimamente vinculada al activismo político o, en su caso, contra-político.

 

Sin embargo, también se dan desplazamientos que podemos llamar regresivos y restringidos, con relación a las connotaciones del concepto de acción social. Estas regresiones y restricciones tienen que ver con el uso que hace del concepto de acción la teoría económica marginalista. Esta circunscripción, este pulir del concepto de acción social tiene que ver con el alcance y los límites dispuestos del concepto subyacente de acción económica. En este caso, el concepto de acción ayuda en su incorporación a la estrategia metodológica de la adecuación de medios a fines.

 

La consecuencia importante de este uso del concepto de acción tiene que ver con la tesis económica del rendimiento marginal, también del producto marginal. Se trata de una acepción de la acción en los límites de la razón, como diría Emmanuel Kant.

 

Las proliferaciones semánticas del concepto, sus desplazamientos epistemológicos, sus metamorfosis significativas, así como sus restricciones y esquematismos regresivos, anuncian una ruptura epistemológica. El concepto de potencia retorna con fuerza en plena crisis múltiple de la civilización moderna. Ocasionando una comprensión de la inmanencia de la energía, que desborda creativamente en contextos de integralidad ecológicas y de espesores de intensidad, en distintos niveles de las dimensiones de la realidad efectiva, que articula, de manera inmediata, la inmanencia cuántica con la trascendencia molar del universo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas

[1] Murray Newton Rothbard: El hombre, la economía y el Estado. Tratado sobre principios de la economía. Tomo I y II. Union Editorial; Madrid 2011.

[2] Max Weber: Economía y sociedad. Fondo de Cultura Económica. México 1994. Pág. 18.

[3][3] Ibídem: Págs. 19-20.

[4] Ibídem: Pág. 20.

[5] Jean-Mari Guyau: Esquisse d’une morale sans obligation ni sanction. París 1885. 

[6] Émile DurkheimLa división del trabajo en la sociedad.  París 1893.

[7] Émile Durkheim: El suicidio. París 1897.

[8] Robert King MertonSocial Theory a.nd Social Structure. 1949.

[9] Robert King Merton: Anomie, anomia and social interaction: contexts of deviant behavior. 1964.

[10] Murray Newton Rothbard: El hombre, la economía y el Estado: Ob. Cit. Pág. 1.

[11] Murray Newton Rothbard: Ibídem. Págs. 2-3.

 

[12] Max Stirner: El único y su propiedad. Sexto piso. Madrid 2019. 

[13] Murray Newton Rothbard: Ob. Cit. Págs. 2-3.

[14] Ibídem: Pág. 8.

[15] Ibídem: Pág. 17.

[16] Ibídem: Pág. 18.

[17] Ibídem: Pág. 19.

[18] Ibidem: Pág. 24.

[19] Ibídem: Pág. 30.

 

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