El búho y el jaguar
El búho y el jaguar
Sebastiano Mónada
Dedicado a MíaLuna y a Fernanda
Ya luchan oscuridad y luz por imponerse,
entrabadas en un combate a muerte
por lograr sobrevivir
y tener largo porvenir.
La oscuridad envuelve a la luz
cubriéndola como tragaluz,
esférica concavidad nocturna.
La luz busca liberarse de su manto
envolvente como gruesa persiana.
Tragada, Ilumina desde dentro,
antorcha en la caverna misteriosa,
develando la gruta del aposento.
El manto se enciende tibiamente
como alborada ascendente.
El búho alzó vuelo y planea silencioso,
navegando elegante y clamoroso,
con alas extendidas de suave plumaje,
surca el aire sin emitir sonido,
en busca de sus presas desprevenidas,
creen que están por la noche protegidas,
deambulando solitarias en el bosque.
El jaguar duerme, cobijado por sueños,
en su tibia madriguera hogareña.
Sueña con el búho, ave nocturna y rapaz,
que lo busca, para cubrirlo con sus alas.
Lo encutra y lo arranca de su cueva.
Sueña que lucha para liberarse
y no puede lograrlo fácilmente.
En el combate onírico el búho es gigante,
parece un monstruo invencible,
quiere llevárse al jaguar atrapado
en garras de depredador alado.
El felino da pelea recurriendo a sus patas,
armadas con gruesas y filudas zarpas,
muestra sus colmillos como dagas.
La feroz lucha es confusa y enrevesada.
Nadie se da por vencido y lucha con ahínco
para preservar el gallardo pellejo.
En la batalla aérea y terrestre
ocurre lo inesperado
en el suceso insensato,
simbiosis de arte rupestre,
en plena contienda animal,
tremenda reyerta bestial.
El búho se transforma en felino nocturno
y el jaguar se convierte en búho diurno.
Al despertar el jaguar se olvidó del sueño.
Alumbrado por la luz sale a cazar,
en su recorrido e incursión solar
mira en un tronco de árbol frondoso
a un camuflado búho dormido,
cobijado en un hueco enclavado
en el ancho y rugoso madero.
Es cuando se acuerda del sueño.
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