Olvido ancestral

Olvido ancestral 

 

Sebastiano Mónada

 

 






 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Quizás llegaron de muy lejos, 

de otra galaxia,

ese lugar distante, 

tiempo que se cuenta en años luz,

recien se puede verla 

con los ojos de James Webb.

 

Artefacto sensible de mirada escrutadora,

acaecimientos desvanecidos que avizora,

del universo agitado por sus metamorfosis,

buscando la explosión inicial 

y las primordiales constelaciones.

 

Seguramente aterrizaron agobiados

después del largo viaje 

en el planeta exuberante.

Paraíso de la utopía remota.

Al verlo desenvuelto en concavidad celeste

supieron que no volverían nunca más,

que se quedarían para siempre 

en el esférico satélite acuático,

donde enormes islas emergieron volcánicas,

rodeadas por inmensos océanos indefinidos.


Las olas espumosas, compulsivas y persistentes

de los mares embravecidos golpean 

con furor las rocas desnudas

y acarician blandamente las playas,

solitarias y deshabitadas.

 

Trajeron con ellos recuerdos inolvidables

del anterior cosmos perdido

su memoria cuántica inscrita,

sus multitudinarias semillas fértiles,

su imprescindible información acumulada.

Proyectándo en perspectiva

engramas para recuperar 

el espacio abandonado 

y el tiempo perdido.

 

Fueron recuperando su mundo

pacientemente, poco a poco,

gota a gota, polvo a polvo.

En la medida que adquiría forma,

contenido y expresión,

cada vez se parecía menos

a lo que empezaban a olvidar.

 

De las semillas crecieron árboles 

e inumerables plantas,

los mares se llenaron de peces,

los continentes de proliferante vida.

El nuevo mundo adquirió autonomía.

Se hizo distinto, 

retornando a la diferencia.

Era como volver a nacer

sin haber tenido pasado.

 

En las islas crecieron tupidos bósques 

de enormes árboles frondosos.

en los océanos, mares y ríos, 

cardúmenes de bancos de peces.

En los cielos bandas de migrantes áves, 

en los territorios nichos de vida.

 

Deducimos por inferencia

que los descendientes nacieron 

al cobijo del nuevo planeta,

recorriendo la distancia del olvido.

Lentamente fueron perdiendo memoria,

olvidando de donde vinieron.

La memoria ancestral se hundió 

en las profundidades del extravío.


Los vientos del tiempo se encargaron 

de borrar minuciosamente las huellas.

No quedó nada salvo la ausencia,

salvo desiertos inmensos,

y melacólicamente desolados, 

que marchan hacia la desaparición.

Convirtiéndo todo en piélagos de arena,

en abismos de polvo diseminados.

 

Ha pasado demasiado tiempo,

se habita la inmensidad del olvido,

la soledad es multitudinaria.

Hay busqueda insaciable,

pero no recuperación de lo omitido.

 

 

Quizás ni siquiera se arribó, 

no llegó nadie sino su espectro.

Lo que llegó fue el saber fundamental,

la necesaria información primordial,

la matriz de programas virtual 

e inaugurales semillas fecundas 

para que sean plantadas,

sean incubadas en el planeta

escogido por virtudes encomiables.

 

Desde entonces germinaron,

trascendentes fructíferas.

Crecieron desbordando abundantes

en copioso caudal proliferante

y evolucionaron azarosamente

singulares, diferentes.

Se desenvolvieron plenas,

creativas y soberanas

Transformándo inventivas,

cumpliendo con lo encomendado.

Programa inscrito en lo más profundo 

de la materia que es energía.

 

Las semillas no tenían que recordar nada, 

sino solo memorizar su tarea encomendada

y realizarla en inspiración estética.

No pueden recordar nada,

habitan corpóreas el olvido.

Solo pueden mirar hacia adelante, 

yendo al futuro, ángel industrial,

enemigo del ángel de la historia.

El pasado es incuestionable olvido.

 

Un descendiente de semillas primordiales,

humano demasiado humano, 

quiere remontar el camino andado, 

desandar laborioso el recorrido,

la distancia infinita de Aquiles,

quiere regresar al comienzo,

quiere aprender, buen alumno.

Recuperar la memoria ancestral,

lo que llama orgulloso conocimiento.

 

Es más, hay que anotar,

en el cuaderno ajado,

quizás no ocurrió nada 

de lo conjetural estipulado,

especulativa hipótesis del extravío.

Comenzó por el origen mítico,

movimiento simbólico imperceptible

en la extraña quietud absoluta, 

inconmensurable silencio rotundo.

totalidad inmersa en nada.

Mismiedad ensimismada en la intimidad.

 

 

 

 

 

 

 

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