Son los mismos de siempre

Son los mismos de siempre 

 

Sebastiano Mónada 

 

 

 


 


 

 

 


 

 

¿Quiénes son los que matan?

Los que destrozan vidas y acaban

con la tierra amada por los campesinos.

 

¿Quiénes son los que fusilan a familias

que festejan la vida en camaradería.

 

¿Quiénes son los que esperan a escondidas

 y emboscan a dirigencias en las encrucijadas.

 

¿Quiénes son los que ocupan territorios indígenas a bala

y no dejan que las nacientes aves liberen las alas?

 

¿Quiénes son los que presentan sucios servicios 

a la apoltronada casta de patrones perversos?

 

¿Quiénes son los que odian la vida odiándose a sí mismos?

¿Acaso son los que nos arrastran a los abismos?

 

¿Quiénes asesinan a la esperanza con sus propias frustraciones?

¿Acaso son los que se presentan formalmente como varones?

 

¿Quiénes se han convertido en verdugos de pueblos,

dejando constancia de sus espíritus muertos?

 

¿Quiénes asesinan sin pudor a la gente 

y después de muertos entregan a cadáveres

las oxidadas y enmohecidas armas,

para que sigan luchando en las cavernas 

del profundo infierno o del lejano cielo? 

 

¿Quiénes continuamente gobiernan y se enriquecen 

a nombre de los múltiples e inocentes pueblos?

Presentándose como portavoces de los pobres

exhibiéndose como representantes del orden.

 

Son los mismos que hablan de desarrollo, 

que talan árboles e incineran los bosques,

que envenenan las aguas y contaminan el aire.

Tienen habla distinta y se visten diferente.

 

Se acusan, increpan y se pelean entre ellos,

pero son cómplices de la explotación de obreros,

de la expoliación insaciable de sociedades,

de la destrucción de territorios indígenas,

de intermitentes asesinatos poblados de mujeres.

 

¿Quiénes son los que se postulan y se creen elegidos?

¿Acaso son los que han sido acusados y sentenciados?

 

Son los mismos que prometen y no cumplen,

los que anunciaron la buena noticia 

y la inauguración de la nueva época.

Lo único que hacen es revivir a los muertos,

es despertar a los fantasmas dormidos,

usando las mismas máquinas chirriantes,

de las demoledoras guerras y las dominaciones.

 

 

 

 

 

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