Llunk'us
Llunk'us
Sebastiano Mónada
No tienen vergüenza de ser zalameros,
eunucos que entregaron sus órganos
al Caudillo desalmado,
para cuidar su harem de doncellas raptadas.
Sumisas sombras reptando por el suelo,
agachando la cabeza ante sus jefes déspotas,
medrando ante el ala de rapiña del Caudillo,
alabando hasta sus más banales ocurrencias.
No tienen dignidad ni orgullo.
Como guardianes del tesoro hurtado
por el entorno palaciego
se envalentonan contra vulnerables
agobiadas mujeres
que reclaman por sus hijas desaparecidas.
Levantan la voz de funcionarios zalameros
contra las demandas de los defensores
de sus territorios,
contra los pueblos amazónicos y del Chaco,
desterrados por los incendios perpetrados
por avasalladores de los bosques amenazados.
Sin imaginación ni argumentos repiten
la inercia del eco detenido en el aire,
la misma letanía de la propaganda oficiosa,
la misma cantaleta de ministros del cinismo,
descollando por los pasillos de sus emporios
de mezquina miniatura.
Suplican la gracia del Caudillo déspota.
Eternos burócratas
agazapados en sus puestos.
Sirven a los gobiernos de turno,
se cambian la camiseta
dependiendo del ganador.
Se desgarran las vestiduras
Por el mejor postor.
Son más papistas que el Papa,
más revolucionarios que la revolución,
más populistas que el líder.
Se esmeran por destacar su lealtad
sin límites,
aunque tengan que mostrar descaros,
justificar los crímenes
y las proliferantes fechorías.
Ni más ni menos, estimado Raúl. Vivimos la farsa de un gobierno.
ResponderEliminar