Disolución de la monstruosidad anacrónica
Disolución
de la monstruosidad anacrónica
Sebastiano Mónada
Monstruosos anacronismos reditúan,
buscando el recorrido perdido de Adán,
la forma de imperio antiguo,
pardójicamente actualizado.
Raída ropa vieja remendada
en roturas de tela guardada.
La forma de imperialismo revivida
en la posmodernidad barroca,
shock eléctrico al paro cardiaco.
El muerto vuelve a la vida
en nacimiento novelesco.
La forma parcial de imperio moderno,
dejando atrás el recuerdo aldeano,
amputada y con pretensiones abigarradas
de estruendosa totalización absoluta.
Un monstruo paralítico, manco y tuerto,
presencia domiante de alto impacto
que busca instaurar su insuficiencia
como artificial y oficiosa normalidad.
Tres formas monstruosas configuran
la descomposición del orden mundial,
alaridos de monjes que deliran,
en olvidado sueño primordial,
de las recurrentes dominaciones,
vaciadas de esmerados ideales.
El espectacular imperio posmoderno
se desmorona hundido como submarino.
La guerra ha estallado en pleno fin
interminable de la historia,
Las orillas del mundo en su confin.
teatral alegoría sin gloria,
que se niega a retirarse,
asustada por traicionarse,
no quiere callar su relato,
buscando continuarlo al infinito.
No quiere morir,
manteniendo su fluir.
No ser un recuerdo triste
Sino huella persistente,
pintoresco lapso anecdótico.
El mounstro anacrónico del imperio antiguo,
emerge de su convalecencia y letargo,
ataca despavoridamente al país,
develando su malestar y éxtasis,
patria de Néstor Makhno y del ejército negro,
que venció al ejército ruso blanco.
El ejército rojo de los bolcheviques,
ante el despliegue de las hostilidades,
pidió socorro al ejército negro anarquista
ante el peligro bélico de la patria socialista.
Una vez que venció el ejército negro
al improvisado ejército blanco,
los bolcheviques traicionaron a Makhno,
desenmascarados, evidenciando el ignominio,
así como masacraron a la vanguardia de la revolución,
los heroicos marineros de Kronstadt
cuando reclamaron el retorno del soviet
después de la victoria de la conflagración.
El imperialismo de la monarquía socialista
impuso su narrativa ideológica
al mundo de los trabajadores,
proletariado que no olvida los valores
ni los principios del acto heroico.
Teatro cruel de la empolvada burocracia
trasnochada, bolchevique y oligárquica,
en claro contraste antagónico
con la transición obrera y campesina.
Se repartieron el mundo al finalizar
la segunda guerra global,
entre el triunfante imperialismo liberal
y el alegórico aliado circunstancial
del bizantino régimen burocrático
de atormentado perfil homofobico
de la nomenclatura del partido de Lenin,
sustituyendo la ideología por un festín.
Cuando cayó la monarquía socialista,
cuadro decadente de realismo acuarelista,
de la agónica Europa Oriental,
postrada ante condena mortal,
cuando la realidad efectiva develó
el teatro cruel de la impostura burocrática,
conduca crápula sin epica,
el tiempo político se congeló.
El imperio posmoderno, conformado
por los celosos enemigos cómplices
y meticulosos amigos perversos,
empero demagogos locuaces,
abiertamente se desnudó
revelando su senilidad al mundo,
mostrando las marcas hendidas
de su enfermedad congénita.
La crisis orgánica del modelo abstracto
de la valorización metafísica,
tramposa técnica aritmética,
de equivalencia general inédita,
donde anida el plusproducto.
El imperialismo reeditado
del socialismo de mercado
levantó la cabeza del monstruo más antiguo
del largo ciclo histórico de las civilizaciones,
aparatoso mamotreto de antiguas administraciones,
Quiere dominar en el desconcierto
de la disolución apocalíptica
del engendro de mil cabezas
del senil imperio posmoderno.
No sabe que la civilización del desarrollo permanente,
notoriamente entumecida y ralentizada actualmente
se encuentra en plena despedida crepuscular,
desapareciendo vaporosamente en su ondular.
No sabe que el desvencijado modelo abstracto,
devenido curioso fetiche y artefacto,
del cálculo aritmético y la valorización metafísica,
usada por los gobiernos en repetida replica,
se derrumba apoteósicamente,
fabuloso cataclismo contundente.
No sabe que la historia de las dominaciones llega a su fin,
fatalidad inscrita en cíclico destino ineludible y afín,
dando lugar a la apertura del viaje explorador
de lúdica composición azarosa del jugador
hacia los estéticos horizontes nómadas,
proliferantes asociaciones de las mónadas.
Los pueblos han llegado a la madurez crítica
en largo amprendizaje y experiencia ética
haciendo uso de la razón iluminadora,
talentosa hilandera y artesana tejedora.
No requieren de conductores, líderes y representantes,
voceros del pueblo impostores e irrelevantes,
menos de caudillos déspotas y paranoicos,
profetas mesiánicos y sacerdotes abránicos.
Solo requieren liberar su potencia social,
explosión inaugural y existencial,
activar la potencia creativa de la vida,
ser perdido en el universo de la nada.
Reinsertarse a los cíclos vitales planetarios,
recordados en ancestrales mitos legendarios,
convivir con las sociedades de plantas y animales,
con los bosques, los ríos y océanos,
con los espesores de los suelos
y los flujos melódicos de los aires.
¡Fuera Estados y gobiernos de funcionarios!
¡Fuera ejércitos asesinos!
¡Fuera instituciones del encierro!
¡Fuera otoñales patriarcalismos!
Excelente!
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