Dominación mundial y capitalismo financiero

Dominación mundial 

y capitalismo financiero

 

Raúl Prada Alcoreza

 










 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Nuevamente hacemos una reflexión a propósito del equivalente general. Se puede decir que el equivalente general es un ponderador, es un cuantificador del valor de las mercancías. En este sentido es un acto de cuantificación. ¿Este acto tiene valor en el sentido de la valorización, en el sentido del valor de uso y del valor de cambio? ¿Por qué tendría que tenerlo? En cierto sentido y de esta forma el equivalente general es intangible, como cuando uno cuenta, numera.  Sin embargo, adquiere tangibilidad cuando se materializa en la moneda. Cuando ocurre esto adquiere un valor de uso, como, por ejemplo, valor de uso que se usa manipulando su materialidad para ponderar, para cuantificar la valorización de las mercancías. ¿Tiene un valor de cambio? ¿Qué es la moneda y después el dinero para que se cambien por las mercancías, cualquiera sean éstas? ¿Quiere decir que contiene el valor de cambio de las mercancías por las que se va a intercambiar? ¿Este valor de cambio es intrínseco? Podemos decir que no, que, en todo caso, es impuesto por el mercado. En todo caso el equivalente general adquiere la corporeidad de una mercancía. Desde esta perspectiva responde como toda mercancía no solamente a la oferta y la demanda, sino fundamentalmente a un orden de relaciones. ¿Pero cómo ha podido ocurrir esto, algo que en sí mismo no es una mercancía, sino es un ponderador, es un equivalente general de las mercancías, se convierten en mercancía? Es decir, tenga un precio, tenga un valor en el mercado. ¿Se debe a su valor de uso, a su utilidad, en cuanto equivalente general? ¿Entonces tiene valor en cuanto mediador entre las mercancías? Pero, las mercancías tienen valor independientemente de la existencia del equivalente general. ¿Entonces por qué va a ser útil esta materialidad monetaria del equivalente general? ¿Por qué supera al trueque?

 

 

¿Cuando el oro o la plata sirven de materia del equivalente general, su valor viene determinado por el tiempo socialmente necesario de su producción y por el valor de los insumos incorporados a su producción? ¿De esta manera adquiere su precio de mercado, donde interviene la oferta la demanda? Sin embargo, de acuerdo a la experiencia social del uso monetario, se observa que la materialidad del equivalente general puede dispararse en su precio o puede desvalorizarse su precio. Por lo tanto, este equivalente general sufre las contingencias del mercado de la oferta y la demanda.

 

Empero, revisando la historia del dinero y de la moneda se observa una intervención exterior al mercado. Esta intervención exterior es el Estado. El Estado antiguo tiene que ver con la producción de la moneda, le sella un precio, un signo numérico, en el reverso o en el anverso, marca el rostro del soberano, inscribe la marca del poder. Desde esa perspectiva la moneda vendría a ser impuesta por el poder. Vendría a ser un dispositivo en la administración pública, sobre todo en la tributación, en el pago del tributo. Entonces es útil al Estado para el pago del tributo. Este sería el valor de uso desde la perspectiva del poder. Sirve para que el poder se reproduzca, reciba monedas, sustituya las mercancías, los productos, de los bienes. En otras palabras, el poder aprovecha el valor de las mercancías, la ponderación del equivalente general de las mercancías, para apropiarse de este valor mediante una representación, la del equivalente general de las mercancías.

 

Partiendo de Gilles Deleuze y Felix Guattari, dijimos que el primer acto de dominación es imponer la deuda, imponer la deuda infinita convirtiendo a todos los súbditos en deudores. El déspotas se apodera de todos los territorios y, en tanto tal, dueño de todo los territorios, después de haber despojado a todos de los bienes comunes, cobra tributo por concepto del pago de los territorios que concede. Desde esta perspectiva histórica la moneda es impuesta por el Estado para el pago del tributo, es un mecanismo de dominación que contempla la deuda  infinita impagable, por parte de los súbitos, al que se apoderado de todos los territorios despojándolos.

 

 

Maurizio Lazzarato vuelve a tocar el tema en El imperialismo del dólar[1]. Retoma la tesis de la deuda infinita de Deleuze y Guattari. Retoma de las teorías nómadas, los conceptos de territorialización, de desterritorialización y de reterritorialización. Pero lo hace dentro del marco de su tesis sobre el “imperialismo del dólar”. ¿Por qué imperialismo y por qué del dólar? Cuando se trata, en todo caso, de acuerdo a su propia descripción, del imperialismo de los Estados Unidos de Norteamérica, es decir, de la geopolítica de dominación de la superpotencia del norte, emergida después de la segunda guerra mundial. Pero la cuestión más complicada es que hable de imperialismo cuando se usan conceptos de las teorías nómadas, como las de la territorialización, de la desterritorialización y de la reterritorialización. Estos conceptos interpretan la genealogía del poder y la genealogía del capitalismo desde la perspectiva de la desterritorialización y el acontecimiento, entendido como multiplicidad de singularidades. En consecuencia, la teoría del poder, la interpretación crítica de la dominación, es muy distinta a la teoría del imperialismo, que corresponde, más bien, a la concepción de la geopolítica del Estado, articulado al capitalismo financiero. Habría pues un uso inadecuado de los conceptos y un uso ecléctico de las teorías.

 

 

El concepto de deuda infinita, que viene de las teorías nómadas, supone una comprensión y una entendimiento del poder como relación de fuerzas, como campo de relaciones de fuerzas, como relación de fuerzas activas y fuerzas pasivas. Supone también al cuerpo como como materia y objeto de poder, así como la tesis de la deuda infinita. Los conceptos de territorialización, de desterritorialización y de reterritorialización, son conceptos afines a las teorías de Michel Foucault, a la arqueología del saber, a la geología del poder y a la hermenéutica del sujeto. Sin embargo Maurizio Lazzarato interpela a Foucault y usa las tesis y los conceptos de Deleuze y Guattari.

 

 

Se puede entender que su desacuerdo con Foucault parte de su interpretación y la lectura del Nacimiento de la biopolítica[2], donde Foucault, en los cursos de El Colegio de Francia, expone un arqueología del saber del ordoliberalismo y del neoliberalismo. De aquí a suponer que es partidario del neoliberalismo y del ordoliberalismo hay una gran distancia. Esto implica no haber comprendido la Arqueología del saber[3], tampoco Las palabras y las cosas[4] que trata del la arqueología del saber de las ciencias humanas, donde hace una arqueología del análisis de las riquezas y después de la economía política. No se trata de que sea partidario de ninguna de las corrientes del análisis de las riquezas, ni tampoco de la economía política. Sino que responde a la siguiente cuestión: ¿Por qué se dice tal o cual cosa? ¿Por qué se piensa de esa manera? ¿Por qué se formulan tales o cuales teorías? Podemos decir que Foucault hereda de Emmanuel Kant la crítica, el ejercicio de la crítica, es decir, poner todo de acuerdo a sus condiciones de posibilidad. Vale decir las condiciones de posibilidad de la experiencia y del conocimiento.

 

 

La relación de Deleuze con Kant y con Foucault es constitutiva de sus teorías nómadas. Claro que pueden encontrarse diferentes narrativas, distintas interpretaciones y desplazamientos diferenciados en estas teorías críticas. Pero lo que no se puede hacer es eso, soslayar este entramado teórico, filosófico y crítico. No se puede descontextualizar a estos filósofos o contrafilósofos y teóricos, para abordar y mantener una tesis como la del “imperialismo del dólar”.

 

La pregunta es: ¿Dónde nos lleva una tesis como la deuda infinita, en el contexto de la crisis múltiple del sistema mundo capitalista, en el presente? Como dice Lazzarato: ¿Por qué el “imperialismo del dólar” retoma la tesis de la deuda infinita, que profundiza y extiende intensamente la condición de deudores y la condición de una deuda impagable, sosteniendo de esta manera la vigencia de la hegemonía y la dominancia del dólar, nos arrastra a la guerra permanente? ¿Qué la dominación y hegemonía del dólar es  sostenida por la máquina de guerra de la superpotencia de los Estados Unidos de Norteamérica? ¿Estos presupuestos son suficientes para explicar tanto los resabios de una dominación y la muerte de una hegemonía, en el contexto de la crisis múltiple del sistema mundo capitalista?

 

El retorno a la geopolítica, al juego de la geopolítica, después de las conflagraciones bélicas mundiales de la primera y segunda guerras mundiales, después de la culminación de las guerras mencionadas, es notorio en el desplazamiento de las últimas guerras, dadas en el presente, en la condición solitaria de la hiperpotencia, que emerge del desenlace de la guerra fría. ¿Este hecho es suficiente para hablar de imperialismo? ¿Más aún, este hecho nos permite hablar del “imperialismo del dólar”?

 

 

En todo caso, como hemos dicho, sería el imperialismo del Estado de Estados Unidos de Norteamérica, articulado al capital financiero mundial, vinculado al dólar, que ha desechado el patrón oro, y ha decidido no respaldarse en el oro, sino imponer la moneda fiduciaria, que sólo se basa en la confianza, poniendola en la suspención de los vaivenes de la oferta y la demanda entre monedas. El dólar fiduciario es una característica de este imperialismo. Claro que esta característica tiene que ver con el endeudamiento constante y repetido de los Estados Unidos Norteamérica y con el endeudamiento de los países que usan el dólar, como referencia indispensable en la generación de divisas. Sin embargo, estamos hablando de un contexto mundial, que se ha transformado, no solamente, primero, por el acuerdo de Brettons Woods, con la imposición del patrón dólar, a partir de 1971. Este contexto mundial se caracterizó por la presencia dominante de la hiperpotencia hipertrofiada de los Estados Unidos de Norteamérica. Empero en el contexto de la emergencia de los BRICS, de las potencias emergentes, antes bajo la competencia de las potencias industriales de Alemania y Japón, en el interludio, por la formación de la Unidad Europea y la competencia dineraria del euro. ¿Por qué llamar a esta situación, en este contexto descrito, imperialismo, cuando de lo que se trata es de un orden mundial impuesto después de la segunda guerra mundial, buscando ser revisado al finalizar la guerra fría, sobre todo recientemente con la emergencia de la primera potencia económica de la República popular de China?

 

 

Ciertamente el concepto de imperio, criticado por Lazzarato, es un concepto provisional. También lo es nuestro concepto propuesto, el del diagrama de poder del panoptismo planetario, así como lo es el concepto de “imperialismo del dólar”. ¿Cuál de los conceptos provisionales es el más apropiado para describir e interpretar la crisis múltiple del sistema mundo capitalista en la actualidad? Tendría que ser el concepto que dé cuenta de los desplazamientos y transformaciones en la composición de la dominación del orden mundial, que dé cuenta de las consecuencias de estos desplazamientos y transformaciones, mostrando también desplazamientos y transformaciones de la composición de las estructuras de poder en el orden mundial de las dominaciones. Así como, obviamente, que dé cuenta de la modificación de la situación y ubicación en el contexto mundial cambiante de la superpotencia de los Estados Unidos de Norteamérica. Un concepto que interprete adecuadamente la crisis de sobreproducción y las crisis diferidas financieras, además de la propia crisis del dólar. Por otra parte, es indispensable tener en cuenta las transformaciones que implican las revoluciones tecnológicas, científicas, cibernética y comunicacionales, de la biología molecular y de la nanotecnología.

 

Al respecto creemos que el concepto de imperialismo es un concepto que nos retrotrae al contexto de mediados del siglo XX, incluso antes, de fines del siglo XIX, al periodo anterior, de formación de la geopolítica imperialista, que data del siglo decimonónico y se estira hasta la mitad del siglo XX, con su alargamiento hasta la guerra del Vietnam. Es decir, nos retrotrae a una competencia imperialista por el control y la dominación geopolítica. Sin embargo, ahora asistimos a la presencia indiscutible de una hiperpotencia hipertrofiada, en cuanto a su equipamiento militar demoledor, a su complejo militar, económico, industrial, cibernético y comunicacional desmesurado. No hay exactamente una competencia imperialista, aunque hay la pugna de potencias por disputar la jerarquía del orden mundial de las dominaciones. Jerarquía amenazada por la emergencia, el desarrollo, el desenvolvimiento y la expansión de la potencia económica y militar, tecnológica, científica, cibernética y comunicacional de la República Popular de China. En esas condiciones no hay una competencia entre potencias imperialistas más o menos equivalentes, sino que hay una competencia por la jerarquía del orden mundial de las dominaciones, de potencias que han trascendido las condiciones económicas, tecnológicas, científicas y económicas de lo que fueron las potencias imperialistas, en la época clásica de la geopolítica imperialista. Hasta podríamos decir que la misma condición geopolítica se ha transformado, asistimos a la emergencia, conformación, construcción y consolidación de un panoptismo planetario, que domina el mundo desde el exterioridad del planeta, así como también, desde la interioridad del planeta.

 

 

El concepto de imperio de Antonio Negri y Michael Hardt, usando metafóricamente el concepto de Polibio sobre el imperio romano, da cuenta de la integración de las dominaciones en un “imperio” acordado, de todas las potencias vencedoras de la segunda guerra mundial. Sin embargo, al usar la metáfora, no se logra visualizar la incidencia de la hiperpotencia hipertrofiada de los Estados Unidos de Norteamérica, reduciéndola a un carácter de gendarmería del orden mundial de las dominaciones. En primer lugar, la pirámide del imperio estaría conformada por la aristocracia del imperio, que corresponden a las potencias de seguridad de Naciones Unidas. En un segundo lugar, el segundo nivel estaría conformado por las potencias económicas industriales, llamadas oligarquía del imperio. En tercer lugar, estaría el pueblo del imperio, conformado por todos los Estados nación involucrados en Naciones Unidas.

 

El problema es que precisamente este orden piramidal, esta configuración piramidal, no ha terminado de conformarse. Esto se ve por la emergencia de los BRICS, que cuestionan el monolateralismo de los Estados Unidos de Norteamérica y proponen el multilateralismo. Por otra parte, queda claro que los Estados Unidos de Norteamérica, comandando la OTAN, ha propiciado las recientes guerras regionales y locales. En tercer lugar, hay que hacer notar la desaparición de la Unión Soviética y su sustitución por la Federación Rusa, que claramente no corresponde a una superpotencia como lo fue la Unión Soviética, salvo en lo que consiste al arsenal nuclear; está lejos de una geopolítica de bloques, como lo que ocurrió en la guerra fría, entre dos superpotencias con sus propios satélites de influencia.

 

 

En este sentido, nos encontramos en una situación y en un contexto imperial, algo que acepta el mismo Lazzarato. ¿Pero por qué llamarle “imperialismo” a este nuevo contexto y situación de la dominación mundial del sistema mundo capitalista? ¿No sería conveniente buscar otro concepto, más adecuado a las transformaciones y cambios en la composición de la dominación mundial?

 

 

Al respecto del concepto provisional que propusimos, el del diagrama de poder del panoptismo planetariopodemos observar lo siguiente: Que si bien el concepto toma en cuenta las transformaciones tecnológicas del poder, su expansión y alcance mundial, no resuelve el problema de la herencia de las genealogías del poder y de los otros diagramas de poder preservados. Tampoco responde al análisis de los desplazamientos y transformaciones del capitalismo financiero dominante. En este sentido, se requiere tener en cuenta la composición articulada de los distintos diagramas de poder heredados, así como de la composición actual de las genealogías del poder. Por otra parte, ampliando el análisis, se requiere dar cuenta de los mecanismos actualizados de la dominación del capitalismo financiero, de su impacto global y de su crisis, vinculada a la crisis de sobreproducción, diferidas en las crisis financieras intermitentes, conectada a las revoluciones tecnológicas y científicas.

 

 

En resumen, a nuestras observaciones al concepto provisional de el “imperialismo del dólar”, pueden añadirse dos más. La primnera, en cuanto se refiere a la multiplicidad de las fuerzas intervinientes de los micropoderes, del desplazamiento de las dinámicas moleculares sociales. La segunda, tiene que ver, no solamente con el anacronismo que hemos mencionado más arriba, sino con la ausencia de crítica y la falta de autocrítica, en lo que respecta al reconocimiento de las teorías heredadas.

 

 

Comencemos con lo primero. Si bien Lazzarato reconoce, por así decirlo, las dos dimensiones intervineintes de la composición de las dominaciones, una de carácter total y de totalización, otra de carácter micro, relativo a la multiplicidad de singularidades, opta por una conceptualización deductiva totalizante e universalisal. Desarticulando, en la interpretación teórica, lo que corresponde a lo que llama micropoderes y multiplicidad de las fuerzas. Es decir, no logra integrar conceptualmente las dimensiones que menciona. En ese sentido, se mantiene en un anacronismo epistemológico.

 

 

Por otra parte, tomando en cuenta lo segundo, y esto es lo más grave, se hace notoria la ausencia de crítica y autocrítica, desentendiéndose de una evaluación crítica de la historia de la revoluciones. No asume el fracaso de las revoluciones, que éstas, a pesar de cambiar el mundo, se hundieron en sus contradicciones, restaurando la contrarevolución y frustrando la proyección liberadora. De esta manera, al regresar a un leninismo anacrónico, termina haciendo la apología de revoluciones burocratizadas y contrarrevolucionarias. Es así que termina despotenciando la capacidad de lucha de los pueblos.

 

 

A las anteriores observaciones añadiremos una más. La crítica de Foucault le parece un desentendimiento de las luchas anticoloniales. Lazzarato desconoce la influencia de Foucault y las teorías nómadas en lo que respecta a las luchas descolonizadoras y feministas. Al colocar el cuerpo como materia y objeto de poder, permiten ir más allá de la mera denuncia descriptiva del análisis anticolonial. Más bien, permiten una deconstrucción más profunda de la formación discursiva y una diseminación radical del diagrama de poder colonial, como sustrato histórico, político, cultural y económico del sistema mundo capitalista. Lazzarato, más bien, manifiesta una perspectiva disminuida y anacrónica, sólo denuncia el carácter general del colonialismo, cuando es, más bien, permanente y subyacente al sistema mundo capitalista, actualizado en las condiciones histórico, políticas, económicas y culturales del presente.

 

 

Ahora estamos en condiciones de sugerir una interpretación más integral y actualizada de la dominación mundial, que contemple tanto la pretensión de un panoptismo planetario y la actualización del substrato colonial del sistema mundo capitalista, en las condiciones de un colonialismo generalizado.

 

 

Antes de hacerlo vamos a repasar el análisis crítico de Marx del capitalismo financiero, desarrollado en el tercer tomo del capital. Lo hacemos porque nos parece no solamente pertinente este análisis crítico, que corresponde al desenvolvimiento del modo de producción capitalista, en las condiciones de su desarrollo financiero, sino incluso es todavía adecuado. A pesar de los desplazamientos del capitalismo financiero en la actualidad, que hemos caracterizado como la dominancia del capitalismo financiero y especulativo, en el largo ciclo vigente hegemónico del capitalismo.

 

 

 

El fetichismo del capital

 

 

Karl Marx habla del fetichismo del capital cuando se refiere al capital financiero. Dice que el capital financiero convierte ficticiamente al dinero en capital, es decir en dinero que se valoriza, como si se valorizara por sí mismo, como si tuviera la propiedad de valorizarse a sí mismo. Cuando en realidad el dinero, que genera interés, debido al préstamo, lo que hace es transferir un monto de dinero a la burguesía industrial, quien invierte en medios de producción y en el contrato de fuerza de trabajo. Entonces, esta inversión desata la producción, el proceso de producción y el proceso de valorización a través de la dinámica de la fuerza de trabajo viva. El tema es que el burgués industrial no solamente tiene que generar ganancia sino también interés, para pagar al prestamista, para retornarle su dinero y un incremento al financista. Entonces, el prestamista recibe su amortización y el interés, dando la apariencia de que el dinero es capital de por sí y genera su propia valorización, como si fuese esto propiedad y facultad del dinero. Esto es el fetichismo del capital financiero.

 

 

El dinero, así como la mercancía, responde a un orden de relaciones. El dinero se vuelve capital en este orden de relaciones. El dinero se vuelve capital, realmente, en el proceso de producción. El problema aquí es que este dinero del capital financiero funciona como una renta, la renta dineraria. De la misma manera que hay una renta de la tierra, que es devengada a la burguesía agrícola, para que invierta y produzca, no solamente mercancías, bienes alimenticios, sino también para que valorice el capital y genere una renta. La renta dineraria es más abstracta, más intangible, por así decirlo. En este caso, no es el terrateniente el que renta la tierra, sino es  el propietario de dinero, el financista, el que presta dinero, para que ese dinero se invierta en el proceso de producción y ocasione la valorización del valor, generando ganancia e interés. Cuándo está ferichización financiera se convierte en sistema, concretamente en sistema bancario, así como en sistema financiero, con toda su composición, organización y avance tecnológico, hasta convertirse en virtual, la especulación llega a extremos.

 

 

En el Libro III, tomo II, de El capital, Karl Marx escribe:

 

“El dinero - tomado aquí como expresión autónoma de una suma de valor, ya exista efectivamente en dinero o en mercancías - puede convertirse en capital a base de la producción capitalista y, gracias a esta transformación, de un valor dado pasa a ser un valor que se valoriza, que se incrementa a sí mismo. Produce ganancia, es decir, facultad capitalista para extraer de los obreros y apropiarse una cantidad determinada de trabajo no retribuido, de plusproducto y de plusvalía. De este modo adquiere, además del valor de uso que posee como dinero, un valor de uso adicional, a saber, el funcionar como capital. Su valor de uso consiste aquí precisamente en la ganancia que produce, transformado en capital. En esta propiedad de capital posible, de medio para la producción de ganancia, se convierte en mercancía, pero una mercancía sui generis. O lo que viene hacer lo mismo, el capital como capital se convierte en mercancía.”[5]

 

 

Más abajo, teniendo en cuenta las formas de capital, aclara que:

 

“En realidad, como capital monetario actúa también sencillamente, como dinero, es decir, como medio de compra de mercancías (de los elementos de producción). El que este dinero sea aquí, al mismo tiempo, capital monetario, una forma de capital, no se deriva del acto de la compra, de la verdadera función que efectúa aquí como dinero; sino en la conexión de este acto con el movimiento global del capital, puesto que este acto que realiza como dinero introduce el proceso que capitaliza de producción.”

 

“Pero, en tanto en cuanto funcionan realmente, desempeñan efectivamente su papel en el proceso, el capital mercantil actúa aquí solamente como mercancía, y el capital monetario solamente como dinero. En ningún momento concreto de la metamorfosis, considerado de por sí, vende el capitalista al comprador la mercancía como capital, aunque representa capital para él, o enajena el dinero como capital al comprador. En ambos casos enajena la mercancía sencillamente como mercancía y el dinero simplemente como dinero, como medio de adquisición de mercancía.”[6]

 

 

Cuándo se realiza todo el ciclo del capital, pasando por la producción, cosa que el capital financiero no observa, lo excluye de su imaginario, suponiendo una generación autónoma y autómata del dinero como capital, Marx establece:

 

“Y precisamente en ese punto de regreso, donde el capital existe como capital realizado, como valor valorizado, en forma - en la medida en que se fija como punto de reposo, imaginaria o realmente -, el capital no entra nunca en circulación, sino que aparece más bien como retirado de la circulación, como resultado de todo el proceso. Tan pronto como vuelve a invertirse, jamás enajena a un tercero como capital, sino que se le vende como simple mercancía o se le entrega como simple dinero a cambio de mercancía. Jamás aparece en su proceso de circulación como capital, sino no solamente como mercancía o dinero, y esta es aquí su única existencia para otros. Mercancia y dinero sólo son aquí capital, no en cuanto la mercancía se transforma en dinero, el dinero en mercancía, no en sus relaciones reales con el comprador o el vendedor, sino únicamente en sus relaciones ideales, bien con el propio capitalista (subjetivamente considerado), bien como momentos del proceso de reproducción (objetivamente considerados). Como capital, el capital no existe, dentro del movimiento real, en el proceso de circulación, si no tan sólo en el proceso de producción, en el proceso de explotación de la fuerza de trabajo.” [7]

 

 

Pasando a otra forma de capital Marx dice:

 

“Con el capital productor de interés, en cambio, es diferente, y esto precisamente es lo que constituye su carácter específico. El poseedor de dinero que quiere valorizar su dinero como capital productor de intereses, lo enajena a un tercero, lo lanza a la circulación, lo convierte en mercancía como capital; no sólo como capital para él mismo, sino también para otros; no sólo es capital para el que lo enajena, sino que también se entrega desde un principio como capital a un tercero, valor que posee el valor de uso de crear plusvalía, ganancia; como un valor que se conserva en el movimiento y refluye a su primitivo distribuidor, aquí al poseedor de dinero, después de haber funcionado; por consiguiente, tan sólo se aleja de él por algún tiempo, tan sólo pasa temporalmente de manos de su propietario a posesión del capitalista en funciones, o sea, no se da pagamento ni se vende, sino solamente se presta; únicamente se enajena bajo la condición de volver, tras un plazo determinado, en primer lugar, a su punto de partida, y, en segundo lugar, devolver como capital realizado, de suerte que haya realizado su valor de uso de producir plusvalía.“[8]

 

 

Más adelante, en lo que respecta al capital productor de interés, Marx escribe:

 

“En el capital productor de interés todo se presenta como exterior: el anticipo del capital como mega transferencia de éste, del prestador al prestatario; el reflujo del capital realizado como mera retransferencia, devolución, con interés, del prestatario al prestador. Y así también la determinación inmanente al modo capitalista de producción en el sentido de qué la cuota de ganancia no viene determinada solamente por la relación de la ganancia obtenida en una sola rotación con el valor de capital anticipado, es decir, como ganancia que el capital industrial arroja a periodos determinados. En el capital productor de interés, esto aparece también como algo enteramente externo, de suerte que, durante un plazo determinado, se le paga al prestamista un interés determinado.“[9]

 

 

En lo que respecta a las diferencias entre interés y ganancia Marx dice que el interés aparece originariamente como parte de la ganancia. Originariamente sigue siendo, en realidad, únicamente, una parte de la ganancia, es decir, de la plusvalía que el capitalista en funciones, industrial o comerciante, en la medida que no invierta el capital propio, sino prestado, tiene que pagar al propietario y prestador de ese capital.[10]

 

 

Más adelante aclara que:

 

“Para el capitalista productivo que trabaja con capital prestado, la ganancia bruta se dividen en dos partes, el interés que debe pagar al prestamista, y el remanente sobre el que es interés, que constituye su propia participación en la ganancia.”[11]

 

 

Sobre las diferencia cualitativa entre interés y ganancia dice:

 

“Tanto para el capitalista industrial, en la medida en que trabajó con capital prestado, como para el capitalista monetario, en tanto no emplea él mismo su capital, la división puramente cuantitativa de la ganancia bruta entre dos personas diferentes que poseen títulos distintos sobre el mismo capital y, por tanto, sobre la ganancia producida por él, se transforma en una división cualitativa.”[12]

 

 

En conclusión:

 

“El interés se consolida, pues, de tal modo que ya no aparece como división de la ganancia bruta, indiferente a la producción, y que sólo se verifica ocasionalmente cuando el industrial trabaja con capital ajeno. Incluso aunque trabaje con capital propio, su ganancia se desdobla en interés y ganancia de empresario. Con esto, la división puramente cuantitativa se convierte en cualitativa; se efectúa independientemente de la circunstancia casual de qué el industrial sea propietario o no de su capital. No son solamente partes alícuotas de la ganancia distribuidas entre diversas personas, sino dos categorías diferentes de ella, que guardan una relación distinta con el capital, con distintas determinaciones del capital.”[13]

 

 

 

La importancia de estas citas tienen que ver con lo siguiente: La diferencia cualitativa entre interés y ganancia, que corresponde a la diferenciación entre capitalistas monetaristas y capitalistas industriales, muestra claramente las consecuencias de la concentración del capital, que diferencia concentración de dinero y uso del dinero como capital, ocasionando la subordinación del capital industrial al capital financiero. Este paso pone de manifiesto el carácter especulativo del capital, sobre todo cuando se está bajo la dominancia del capital financiero.

 

 

Entonces, se da lugar la concentración de capital y con la concentración de capital se da lugar una diferenciación cualitativa entre capital monetario, es decir, capital financiero, y uso del capital, en la valorización del valor dada en la producción. ¿Ahora bien como se articula el Estado con el capital financiero, que da lugar a la geopolítica imperialista? No debemos olvidar que desde un principio el Estado está articulado al dinero, es decir, a la moneda, para el pago del tributo. Es decir, está articulado a la desposesión y despojamiento, en  otras palabras, a la desterritorialización, que convierte a los súbitos en deudores del déspota. La imposición de la deuda infinita, por lo tanto, del primer paso de la deuda, la inoculación de la deuda, es el primer acto de dominación. El Estado nación, que corresponde a una restauración del Estado oriental, en las condiciones del naciente capitalismo en el contexto de la conformación del sistema mundo capitalista, dado en la complexión de la modernidad, ya nació con la herencia de la vinculación respecto de las genealogías del capitalismo antiguo, transformado en capitalismo moderno. Es decir, el Estado está vinculado al dinero, como marca, como sello, como signo impreso del poder. El Estado está vinculado al capital, sobre todo en lo que corresponde a la acumulación originaria del capital, que se da por despojamiento y desposesión de los bienes comunes de las comunidades y de las poblaciones campesinas. Sin el Estado no hay desarrollo capitalista. Cuando el desarrollo capitalista llega a la dominancia del capital financiero, el Estado sigue articulado a esta condición del capitalismo dominante. Lo que pasa es que se dan tanto los desplazamientos en el desarrollo capitalista como en el desarrollo del Estado. En principio, provisionalmente, podemos decir que son genealogías paralelas, aunque también implicadas, por lo tanto conectadas y articuladas, integradas en los procesos de despliegue de las dominaciones. En consecuencia, la tesis del marxismo austriaco sobre el imperialismo, qué establece la articulación entre Estado y capital financiero, es parte de una larga historia de articulación entre Estado y dinero, entre Estado y capital, entre Estado y capital financiero. Por lo tanto, podemos decir que esta articulación no explica del todo la conformación del imperialismo como geopolítica de control, de expansión y dominación, en el contexto de la competencia entre potencias capitalistas.

 

 

 

Genealogía del imperialismo y orden mundial de las dominaciones

 

Cómo hemos dicho antes, históricamente no podemos entender el imperialismo sin la genealogía del imperio. En la antigüedad aparecieron los imperios, emergieron acompañados por la guerra, expandiendo el dominio sobre territorios, poblaciones, sociedades y pueblos, incorporando otras culturas y otras lenguas, a la expansión y espacialidad del dominio de la máquina de poder y máquina de guerra imperial, que también es una máquina de la tributación. El imperialismo no nace de la nada, sino nace en la historia; en ese sentido, el antecedente del imperialismo es el imperio antiguo.

 

 

Hay pues una genealogía del imperio y una metamorfosis del imperio en imperialismo, en la etapa de la dominancia del capital financiero, en los ciclos largos del capitalismo. Esta genealogía tiene que ver con la genealogía del Estado, con la invención de la máquina abstracta del poder, con los diagramas de poder, con la conjugación de los diagramas de poder, su articulación, integración y síntesis momentánea, coyuntural y periódica. El capital financiero tiene que ver con el desenvolvimiento y el avance de la concentración, el monopolio del capital y del dinero, en manos del sistema bancario y del sistema financiero. Cómo hemos dicho, desde hace un tiempo en la evaluación crítica y autocrítica, el Estado es la otra cara del capital y el capital es la otra cara del Estado. Son las dos caras de la misma moneda. Se complementan y se refuerzan mutuamente.

 

 

Ahora bien,  el imperio conquista, se hace conquistando, lo hace después de haberse apoderado de la máquina de guerra de los nómadas, convertida en una institución militar, después de inhibir sus intensidades, sus movimientos rizomáticos y antiestatales. No es pues la guerra lo que explica la geopolítica, sino la institucionalidad militar. Después de haber sometido, subsumido y subordinado la máquina de guerra a la institución militar. El ejercicio, el despliegue militar, es un dispositivo de conquista, de ocupación, de colonización y de instauración de la dominación, basada en sus instituciones y sus agenciamientos concretos de poder. Es pues indispensable desentenderse de esa interpretación geopolítica, que legítima el proyecto de expansión de la dominación estatal. No es la guerra sino el desplazamiento militar el que da lugar a la realización geopolítica de los imperialismos.

 

 

El Estado emerge donde se desarrollan las ciudades. Las ciudades se conforman allí donde están los lugares de intercambio de los circuitos y recorridos nómadas. Aquí aparece el trueque y el intercambio de productos. Podríamos decir el comercio. Pero, para que nazca el comercio, como tal, tiene que haber la moneda. La moneda la impone el Estado para el pago del tributo. Desde un principio, estos lugares de concentración esporádica de gente, que llega desde distintas rutas, son también zonas de mezclas, lugares de encuentro, así como también lugares del nacimiento de la ciudades. Se conforman, en ese tiempo inicial, grandes urbes, todavía escasas, donde se asienta la gente. El Estado, en estas condiciones y circunstancias, del origen de la civilización, aparece como invención de los sacerdotes, de los escribas, de estratos del atesoramiento de riqueza, las primeras oligarquías. Como acabamos de decir, hablamos de las primeras oligarquías, todavía incipientes. El terror de estas oligarquías son los desplazamientos nómadas, que aparecen de repente, llegan no se sabe de dónde y toman las ciudades. El terror de la ciudades son las máquinas de guerra nómadas. Así como llegan luego se van, desaparecen. El ritmo de su llegada es inesperado, no hay regularidad. El Estado es construido como fortaleza para defenderse de estas máquinas de guerra, para defender a estas incipientes oligarquías, a estos estratos de sacerdotes y de escribas. Cuando nace el Estado nace con sus funcionarios, sus administradores. Nace de los mismos clanes, nace de un clan, que rompe el pacto entre clanes, entre mandos rotativos, que se convierte en dinastía; es cuando emerge, se erige el déspota, el primer incestuoso. Se forman las máquinas de captura, aprenden de las máquinas de guerra nómadas, las capturan institucionalmente, las subordinan, las militarizan, se forman los ejércitos, que conquistan, que despojan y desposesionan a las comunidades de sus tierras. Se producen la gran desterritorialización. Se produce la primera gran especulación, la primera gran ficción, el primer fantasma del poder, de la dominación, que impone e inocula la deuda, convirtiendo a todos en deudores. Nace el Estado tributario. La invención de los sacerdotes es la unción del déspota como hijo divino, no como hijo del incesto, sino como hijo de dioses. Entonces, el tributo está justificado, el despojamiento está legitimado religiosamente. Comienza la genealogía de las conquistas. El Estado se extiende y se convierte en imperio.

 

 

El Estado es no solamente administrador del tributo y el atesorador del tributo, no solamente es el lugar de las ceremonias, de los ritos, donde se unge una y otra vez al gran déspota, sino también se convierte en el constructor de los grandes regadíos y de la arquitectura hidráulica. Es administrador de los flujos del agua, que riegan la agricultura. Es el almacenador de los alimentos, acumulados por los funcionarios y los sacerdotes, que administran la riqueza del déspota e insuflan la ilusión de la encarnación del mito en el cuerpo del déspota. La dinastía es descendiente del déspota. Entonces el Estado también es el culto del mito y de la religión.

 

 

El Estado emerge no solamente contra las máquinas de guerra de los nómadas, sino también contra la sociedades agrarias conformadas como comunidades, que manejan los bienes comunes. Comunidades donde se capturó el fuego y se lo controló, introduciéndolo al hogar. Comunidades que inventaron el lenguaje. Comunidades que domesticaron el genoma de las plantas y de los animales. Comunidades que inventaron los instrumentos de caza, después inventaron las máquinas de guerra, por medio de filiaciones y alianzas territoriales. Las mediadoras de estos flujos, invenciones y entramados territoriales y corporales eran las mujeres. Entonces, se comprende que el Estado nace en la guerra contra las mujeres, no solamente contra los nómadas. El Estado como tal tiene un sustrato patriarcal.

 

 

 

Desplazamientos del concepto de modo de producción

 

 

Karl August Wittfoguel habló de un modo de producción tributario y de un modo de producción hidráulico, señalando a estos Estados ciudad, que se convirtieron en imperios. Karl Marx, después de teorizar sobre el modo de producción y sobre el modo de producción específicamente capitalista, interpreta, respecto al oriente, otro modo de producción, que llama el modo de producción asiático, otorgándole alguna de las características que hemos mencionado. Se trata de un modo de producción basado en la propiedad común, pero administrada por los funcionarios, por la gigantesca burocracia estatal. Este modo de producción asiático, supuesto por Marx, ya admite la división del trabajo y la especialización.

 

 

Wittfogel es conocido por su obra difundida Despotismo oriental: estudio comparativo del poder totalitario. Toma en cuenta el análisis marxista, así como las investigaciones llevadas a cabo por Max Weber sobre el Estado hidráulico-burocrático de China y la India. Considerando las anotaciones de Marx sobre el modo de producción asiático, a Wittfogel se le ocurrió un análisis del despotismo oriental que remarca la función de las grandes obras de riego, construidas en la antigüedad. Concibe las estructuras burocráticas indispensables para mantener las arquitecturas de regadíos y sus flujos de agua, así como también tiene en cuenta el impacto sobre las sociedades antiguas y su revolución agrícola. Se entiende, entonces, de donde viene  eso de imperio hidráulico. Las sociedades orientales se sustentaron en la construcción de la arquitectura de riego a gran escala. El Estado organizaba a poblaciones de trabajadores en gigantescas magnitudes de desplazamientos. 

 

 

El modo de producción asiático es un concepto que Karl Marx expuso en uno de sus cuadernos, concretamente en el cuaderno sobre Formaciones económicas pre-capitalistas. En este cuaderno, Marx sugiere el devenir de la propiedad comunitaria a propiedad privada del suelo. El modo de producción asiático se caracteriza por la estructuración de una administración pública centralizada, basada en el dominio sobre las comunidades y aldeas, incorporadas al dominio Estado y del imperio. 

 

Marx buscó la aplicación y adaptación del concepto de modo de producción a las sociedades orientales, que marcan  historias diferentes. El modo de producción asiático se estructura sobre la base de una agricultura, sostenida por un sistema hidráulico. Todo esto es movido por el sistema coordinado de tributación, el sistema burocrático y el sistema militar de conquista. 

 

También Maurice Godelier, antropólogo marxista, escribió sobre el modo de producción asiático, considerando la noción de modo de producción asiático y los esquemas marxistas de evolución de las sociedades. Sus tesis aparecen en Marx-Engels. Sobre el modo de producción asiático[14].

 

 

Gayatri Spivak criticó el uso del concepto de modo de producción asiático. Lo considera general y homogeneizante, que no lograba distinguir las diferencias singulares de las llamadas sociedades orientales. Una concepción eurocéntrica y colonial[15]En el escrito ¿Pueden los subalternos hablar[16]? Spivak menciona al status del sujeto subalterno, quien, aunque fácticamente puede hablar, no disfruta de la posibilidad de expresarse y, a la vez, ser escuchado. El término de subalterno tiene que ver específicamente con los grupos oprimidos y sin voz; el proletariado, las mujeres, los campesinos, aquellos que pertenecen a grupos tribales, haciendo énfasis en la condición de la mujer en la India. Con la pregunta ¿Puede hablar el sujeto subalterno?, Spivak apunta dos dificultades: En primer lugar, responde que el sujeto subalterno no puede hablar porque no tiene un lugar de enunciación que lo permita. En segundo lugar, afirma que la mujer ocupa ese lugar radical por su doble condición de mujer y de sujeto colonial. El discurso dominante hace que el colonizado o subalterno sea incapaz de razonar por sí mismo, necesitando siempre de la mediación y la representación de lo que Spivak llama “el intelectual del primer mundo”. ​ Por lo tanto, no hay posibilidad de que el subalterno aprenda los lenguajes de occidente y a su vez se mantenga en su contexto nativo. O se es un intelectual del primer mundo, con plena capacidad de hablar, o se es un subalterno silenciado. ​ El ensayo crítico abre interrogantes sobre la ironía de que si un subalterno dejase de estar silenciado, dejaría automáticamente de ser subalterno.

 

Por otra parte, como acotación teórica, Gayatri Spivak en ¿Can the subaltern speak? imprime el término de violencia epistémica, que implica “la alteración, negación y en casos extremos como las colonizaciones, extinción de los significados de la vida cotidiana, jurídica y simbólica de individuos y grupos.” 

 

 

 

 

 

 

 

 

Sobre una arqueología del concepto de Estado

 

 

En Apuntes para un arqueología del concepto de Estado[17] escribimos:

 

El espacio estriado, estratificado por el Estado, corresponde a las formas genealógicas del Estado antiguo. En tanto que el espacio liso corresponde a las sociedades nómadas o itinerantes, a las sociedades sin Estado. El espacio capitalista desterritorializa, por así decirlo, por segunda vez, los espesores territoriales de las sociedades ancestrales sin Estado, aunque sí con códigos relativos a las filiaciones. La primera desterritorialización, como hemos dicho, corresponde al imperio, que sobrecodifica los códigos iniciales de las comunidades, desterritorializando las conjunciones y conjugación territoriales y sociales de las comunidades, empero reterritoralizando nuevamente todo en el cuerpo del déspota, así como en la institucionalidad burocrática y sacerdotal de la dominación concentrada. El mercado capitalista vuelve a desterritorializar, esta vez acompañando al desierto capitalista con decodificaciones mayúsculas, con suspensiones institucionales de las formas de organización antiguas. Se podría decir que la sociedad capitalista es una sociedad sin códigos o tendría que ser una sociedad sin códigos, sin embargo, no ocurre esto. ¿Por qué? A la sociedad capitalista le correspondería un espacio liso, parecido al de los nómadas, empero, no ocurre esto, puesto que el Estado moderno vuelve a estriar el espacio, realizando esta operación de manera paradójica, con la reterritorialización institucional del Estado nación. En otras palabras, el Estado nación impide que se llegue al espacio liso, bloquea esta posibilidad, hace que no se cruce el límite y se quede todo en los agenciamientos de las genealogías del poder del imperio antiguo.

Teniendo en cuenta esta premisa, vamos a abordar la tarea de la espacialización del análisis del Estado. Hay como tres escenarios y hasta cuatro. Diferenciando el corte histórico entre la época colonial y la época poscolonial, tenemos el primer escenario, que corresponde a la conjunción, composición y conjugación de espacios en transformación, en consecuencia, en transición, donde habitan y se cobijan, además de imaginarlo, las sociedades que experimentan el dramatismo de la conquista y de la colonización. Cuando se consolida el orden colonial del poder, a través de una compleja organización, que tiene su referente central aparentemente en la metrópoli ibérica, empero, efectivamente se trata de varios centros dispersos, se trata del descentramiento colonial en varios centros, que son las metrópolis virreinales, se da lugar a las cartografías coloniales que se superponen a los recorridos móviles de los ayllus. Entonces, tenemos dos fases o dos escenarios de la época colonial. Después de las guerras de la independencia, cuando se instalan las repúblicas flamantes en la formación histórico social colonial del continente de Abya Yala, se puede decir que el espacio colonial se fragmenta, dando lugar a lo que hemos llamado la “republiquetas”. El paso de la cartografía colonial a la cartografía republicana implica la definición de las nuevas fronteras, aunque sobre la base de las antiguas administraciones coloniales. Esta fase o escenario, el tercero, en nuestra cronología espacial, nos muestra una mezcla de composiciones espaciales, coloniales y republicanas. Las revoluciones nacional populares intentan la conformación de una República, en pleno sentido de la palabra, con la incorporación de las mayorías al ejercicio de la democracia formal institucionalizada. En este caso, en esta cuarta fase o escenario de nuestra cronología espacial, tenemos la conformación y configuración de un espacio moderno, aunque sobre la base de un substrato barroco, que corresponde a las sedimentaciones de una historia espacial abigarrada.

 

Más abajo en las conclusiones decimos:

 

El Estado en su condición espacial, no solo de posibilidad, sino posibilitado y realizado, consolida no solo un control territorial, sino también el reparto y la distribución del mapa institucional. Por otra parte, vincula nombres, cargos, aplicación de leyes, normas y reglamentos, a los lugares de ejecución y cumplimiento. Además de permitir la comprensión de la inscripción del poder en la superficie de los cuerpos, de sus hendiduras profundas en los espesores corporales, de sus marcas profundas en los territorios y en las cartografías políticas. 

 

Se puede leer los periodos coloniales en dos etapas; una, la relativa a los pactos corporativos; la segunda, cuando se rompen los pactos corporativos y se ingresa a la crisis, pues no hay pacto que valga. Lo que importa es imponerse en un juego de concurrencias y de choques, que se manifiestan mediante varios tonos de violencias proliferantes. Esta es la etapa cuando se pone en la arena el peso de la fuerza, incluso de la violencia, buscando sobresalir entre todas las fuerzas concurrentes e imponerse sobre todas. Como todas las fuerzas, individualmente, no logran sus objetivos, sobresalir e imponerse, se da lugar a la provisionalidad en el ejercicio del poder. La forma de poder colonial se debate en sus propios dilemas y contradicciones. Es cuando emergen posibilidades de otro horizonte histórico, otro contexto, incluso otras reglas del juego. Se puede decir que, en el fondo, aunque no del todo consciente, el movimiento panandino tenía como inmanencia a la utopía del pachacuti; esto en el siglo XVIII. En el siglo siguiente, los independentistas se propusieron como finalidad la república, aunque no querían abandonar privilegios heredados de la época colonial. Cuando fueron derrotados los ejércitos realistas, cuando se dio lugar a la victoria independentista, se erigió una república constitucional, empero, tardó mucho tiempo en convertirse en una república institucionalizada. Volvieron los pactos, se volvió a edificar el Estado corporativo. Liberales y conservadores pactaron, después de largas luchas por el poder; una prolongada guerra civil que desgastó el contenido republicano. Se puede hablar, entonces, de República colonial, por más paradójico que parezca. 

 

El espacio del Estado nación es la geografía política, un espacio estriado por las instituciones supuestamente modernas, un espacio dominado por terratenientes, por la burguesía minera, un espacio que arrinconó, despojándolas territorialmente, a las naciones y pueblos indígenas. Cuando la crisis sobrevino y se convirtió en crónica, el pacto corporativo se construyó sobre el substrato popular de las revoluciones nacional populares. En el espacio estriado apareció la pluralidad campesina, en unos casos mediante las reformas agrarias. El Estado nación corporativo se deterioró internamente cuando el pacto corporativo popular fue convertido en relaciones clientelares con el Estado. Retorna la crisis con la disolución lenta de la forma de gubernamentalidad clientelar. Desde entonces hasta la actualidad se asiste a los dilemas dramáticos de un Estado nación en crisis múltiple. Parte de la crisis son las expresiones neoliberales, que pretenden llenar el vacío mediante un nuevo despojamiento y desposesión, en términos de una articulación perversa entre acumulación originaria de capital, por despojamiento y desposesión, y acumulación ampliada de capital, por transferencia de recursos naturales y del excedente a los centros cambiantes del sistema mundo capitalista. 

 

En la coyuntura, recurriendo al análisis del presente mediante una mirada retrospectiva del pasado, se puede decir que los cargos, las autoridades originarias y las autoridades mediadoras entre dos mundos, como la de los caciques y corregidores, así como las instituciones coloniales, incluso   los ayllus, las comunidades indígenas, han prácticamente desaparecido, aunque no del todo; sin embargo, desde la emergencia de la memoria misma, las nuevas organizaciones indígenas, acompañadas de sus demandas territoriales y autonómicas, reterritorializan las luchas descolonizadoras del presente, del contrapoder actualizado, retomando el proyecto comunitario. Estamos entonces ante la actualización de la guerra anticolonial inconclusa, que adquiere características de lucha contra los proyectos neoliberales de despojamiento, de desposesión, de destrucción ecológica y extra-territorialización de los recursos naturales[18]

 

Conclusiones intempestivas 

 

Sobre la dialéctica 

 

Se habla de dialéctica negativa, sin embargo, esto es desconocer la dialéctica, sobre todo la formulada, pensada y expuesta por Georg Wilhelm Friedrich Hegel. La dialéctica supone la negatividad y la afirmatividad, la negación y la afirmación; esto equivale a comprender también la negación de la negación, así como la superación de la contradicción en el devenir. La síntesis. De esta manera se pasa al esferas más complejas de la dialéctica. En consecuencia si sólo la dialéctica fuera negativa no habría dialéctica. La dialéctica es negativa y afirmativa, en constante devenir.

 

El libro de El imperialismo del dólar de Maurizio Lazzarato comienza afirmando que se trata de la dialéctica negativa. Este retorno a Theodor Adorno, es pues acrítico y anacrónico, además de discutible. No vamos a realizar una exposición sobre la dialéctica de Hegel, en adelante, en lo que viene de las conclusiones, teniendo en cuenta el desenvolvimiento de la filosofía dialéctica, de la lógica dialéctica y de los análisis desplegados en la crítica histórico política y económica. Nos remitimos a los ensayos, textos y exposiciones que hicimos[19]. Lo que decimos es que los problemas que plantea el libro que citamos del autor que mencionamos aquí, comienzan con este retorno a la dialéctica negativa.

 

 

Sobre la genealogía del Estado 

 

Habría que preguntarse si el Estado, esa institución imaginaria de la sociedad, no estaba ahí desde un principio, tal como lo expresan Gilles Deleuze y Félix Guattari en Mil mesetas, el segundo tomo de Capitalismo y esquizofrenia[20]. Observando a Pierre Clastres dicen que no se trata de sociedades sin Estado sino de sociedades contra el Estado, porque tienen una premonición respecto a su emergencia. Por lo tanto se colocan y actúan contra esta posibilidad. 

 

Pero, dónde está el Estado desde un principio, por cierto no en las comunidades, tampoco en los pueblos nómadas, en sus recorridos itinerantes, sino en las ciudades, cuando se forman. Ahí quizás aparece el primer perfil y la primera arquitectura “política-cultural” institucional de poder. Construcción institucional que se va sobreponer sobre la sociedad y los pueblos, se va a convertir en imperio, despojando y desposeyendo a las comunidades de los bienes comunes, de sus territorios y de sus productos, obligándolas a pagar tributo.

 

 

Es en la ciudades donde nace el comercio, a partir del intercambio. Es en la ciudades donde los hombres disputan a las mujeres el control de la circulación de los bienes, el acceso a los bienes comunes y a los territorios. Es en la ciudades donde se generan las condiciones de posibilidad de lo que llamamos Estado. Una vez consolidado el Estado, esta institución imaginaria de la sociedad, pero, también, materializada en estructuras arquitectónicas, ceremoniales, rituales y de coerción, se desprende de todo control social, de todo control de las comunidades, inclusive de todo control de los grupos, también de los “individuos”. Adquiere dimensiones descomunales. Al cruzar un umbral, relativo al espacio de agenciatamientos institucionales, el Estado se vuelve autónomo, incluso reclama para así el principio y el fin del destino de la sociedades y comunidades. Esta fabulosa maquinaria de captura va desenvolver sus propias dinámicas maquínicas, arrastrando a los humanos a un destino desconocido e incontrolable, para ellos, pero inscrito en los propios engranajes de la máquina de poder.

 

 

Por eso decimos que no puede entenderse el concepto de imperialismo sin su arqueología que tiene que ver con su antecedente inaugural, el imperio. No como lo ha pensado Polibio, tampoco como lo han pensado Michael Hardt y Antonio Negri, como una megaestructura piramidal, construida con violencia formidable, conformando una estructura social y de poder, teniendo en la cúspide a la aristocracia, en el medio a la oligarquía y, en la base de la piramide, al pueblo. Sino como una fabulosa maquinaria de capturas, manejada por estratos de funcionarios, estratos de sacerdotes y estratos militares. Alimentada, para su reproducción, por la acumulación tributaria y los circuitos monetarios acuñados por el poder.

 

 

¿Qué tenemos ahora? Después de la culminación de la segunda guerra mundial, de la extensión bélica hasta la guerra del Vietnam, pasando por la guerra de Corea. ¿Qué tenemos recientemente? Después del desenlace de la guerra fría, cuando queda una hiperpotencia hipertrofiada, armada de proyectiles de exterminación masiva, los misiles del Armagedón. Sobre todo cuando esta hiperpotencia hipertrofia aparece con toda su inutilidad monstruosa, con todo su arsenal de exterminación, con toda su desmesura demoledora e inservible para resolver problemas. Salvo si se trata de la exterminación y del Apocalipsis.

 

 

En la coyuntura tenemos una pugna por la jerarquía del orden mundial de las dominaciones, en plena crisis múltiple de la civilización moderna y del sistema mundo capitalista, contextuada por una crisis ecológica, que amenazan la sobrevivencia humana. 

 

 

¿Qué nombre ponerle, con qué concepto pensar el carácter intrínseco y extrínseco del orden mundial de las dominaciones? Los conceptos provisionales son eso, improvisaciones, que permiten sugerir hipótesis interpretativas, como andamios en la construcción de conceptos y teorías más adecuadas, que respondan a la complejidad de la realidad efectiva. Los conceptos de imperialismo del dólar, de imperio, de diagrama de poder del panoctismo planetario, son provisionales, en espera de una comprensión, de un entendimiento, de un conocimiento y una interpretación integral, que sólo es posible por la auscultación iluminadora de la experiencia social, a través de investigaciones en la perspectiva de la complejidad.

 

 

 

Sobre el diagrama de poder colonial 

 

Hemos dicho, en otros ensayos, que el diagrama de poder colonial es el substrato del sistema mundo capitalista. Es el diagrama que conecta y articula los otros diagramas que emergieron en la modernidad, el diagrama del castigo, el diagrama disciplinario, el diagrama del control, que hacen de estrategias de fuerzas operativas, que tienen como materia y objeto de poder a los cuerpos. Induciendo comportamientos, inscribiendo la historia política en la piel, constituyendo en el espesor de los cuerpos la subjetividades sumisas, domesticadas, disciplinadas y controladas. 

 

El diagrama de poder colonial se sustenta en la economía política colonial, que como toda economía política, en el contexto de la economía política generalizada, diferencia lo abstracto de lo concreto, valorizando lo abstracto y desvalorizando lo concreto. Diferencia hombre blanco de hombre de color, valorizando al hombre blanco, desvalorizando al hombre de color. Esta diferenciación supone la diferenciación entre hombre y mujer, valorizando al hombre y desvalorizando a la mujer. El hombre es ideal patriarcal; en contraste, lo que hay efectivamente es un constante devenir humano. En otras palabras la economía política colonial supone la economía política de género. El hombre blanco es un abstracción, es el ideal de la civilización, por eso los comportamientos coloniales buscan su blanqueamiento. Tal como lo expresa Frantz Fanon en Piel negra, máscaras blancas[21].

 

En relación al planteamiento de Gayatri Spivak, a la pregunta que hace sobre si los subalternos pueden hablar, decimos que sí hablan, que sí se expresan de una manera radical, cuando se rebelan, cuando se sublevan, atravesando el umbral de las dominaciones y se liberan. La episteme moderna en la que se encontraban como subalternos queda atrás, en otro tiempo, la epísteme que emerge, la episteme compleja, donde su palabra es la voz de la experiencia social de los pueblos, es la comprensión en la estética de las desmesuras corporales y territoriales que se sublevan, es el entendimiento del conocimiento de la complejidad, donde las dinámicas moleculares de la sociedades trastocan las composiciones de la realidad efectiva, cambiándola, colocándola  en el devenir, dando lugar al acontecimiento de la liberación de la potencia social y de la potencia creativa de la vida.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 Notas



[1] Maurizio Lazzarato: El imperialismo del dólar. Tinta Limón. Buenos Aires. 

[2] Michel Foucault: Nacimiento de la biopolítica. Curso en el Collège de France (1978-1970). Fondo de Cultura Económica. Argentina 2007. 

[3] Michel Foucault: La arqueología del saber. Siglo XXI. México 2010.

[4] Michel Foucault: Las palabras y las cosas. Siglo XXI. Argentina 2002. 

[5] Karl Marx: El capital. Libro III, tomo II. AKAL. Págs. 7-8. 

[6] Ibídem. Pags. 12-13.

[7] Ibídem. Págs. 13-14. 

[8] Ibídem. Pág. 14. 

[9] Ibídem. Pág. 31.

[10] Ibídem. Pág. 49.

[11] Ibídem. Pág. 52.

[12] Ibídem. Pág. 55.

[13] Ibídem. Pág. 56.

[14] Maurice Godelier: Marx-Engels. Sobre el modo de producción asiático. Ediciones Martínez Roca. S.A. Barcelona 1969.

 

[17] Raúl Prada Alcoreza: Apuntes para una arqueología del concepto Estado. https://pradaraul.wordpress.com/2024/04/06/apuntes-para-una-arqueologia-del-concepto-de-estado/.

[18] Ibídem. 

[19] Raúl Prada Alcoreza: Pensar es devenir. 

https://pradaraul.wordpress.com/2016/04/15/pensar-es-devenir/.

[20] Gilles Deleuze y Félix Guattari: Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia. Pre-Textos. Valencia 2000. 

[21] Frantz Fanon: Piel negra, máscaras blancas. AKAL. Madrid 2020.

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