Simultaneidad afectiva
Simultaneidad afectiva
Sebastiano Mónada
No hay pasado ni futuro, tampoco presente,
solo memoria o solo acontecimiento.
La memoria es recuerdo pero también invento,
el acontecimiento es desborde de la potencia.
La memoria se inventa un presente
y el recuerdo destroza la memoria
para devolverla nueva y ser renaciente.
No hay instante, todo es flujo vibrante,
polifonía de ondas en melódica danza.
Renacer eterno de la cromática creación,
mágia infinitesimal de partículas en asociación.
Composición lúdica del caosmosis embriagado,
predisposición inaugural a la transformación,
a la metamorfosis y al devenir constante.
Sublime consagración de la vida
en el fugaz y desaparecido instante.
El cuerpo, atado dinámico de sensaciones,
interpreta el acontecimiento creador
y recorre aventureramente la memoria.
Es disposición a la gramatología sensible,
a la proliferante narrativa sabia y erudita.
Cultivo de mitos, de alegorías y epopeyas,
también de novelas, interpelaciones y críticas.
El cuerpo se traga el universo resumiéndolo
en cantos afectivos dedicados al asombro
y encantamiento de la existencia exuberante.
Siente luego existe, existe luego piensa,
fenomenología perceptual de la consciencia,
intuye el devenir del acontecimiento inagotable,
comprende el pentagrama de sus ritmos,
entiende posibles explicaciones provisionales
de la abundante información, que ahogan
los agujeros negros, encargados de borrar
toda acumulada memoria preservada,
para hacer camino y volver a andar.
No hay ahora sino siempre, la simultanea
concurrencia de la multiplicidad en el tejido,
hecho de hilos de luz que viajan raudas
apagando la oscuridad del cosmos vivo.
La luz que acaricia el silencio y le da voz,
que ilumina el espesor y lo hace espejo,
donde se mira y no se encuentra
salvo la huella de su provisoria fuga.
Ese nudo donde las hebras se entrelazan
en una apasionada turbulencia enardecida,
que pliega y repliega la experiencia.
Ese nudo que se nombra humano,
que recoge su cuerpo en la palabra,
invoca ritualmente lo que desconoce,
lo bautiza con intrépidos mitos del origen,
le atribuye rostros de dioses contemplativos
o lo dibuja en la geometría de la esfera,
figura de la totalidad absoluta sin fronteras.
En circunstancias que no comprende,
desolado se encuentra en la encrucijada
y se pregunta sin encontrar respuesta:
¿De qué ha servido su ímpetu gerrero,
arrazar fortalezas y ciudades,
vencer o inmolarse en las batallas,
si al final, perturbable, se encuentra solo,
acompañado de sus muertos y fantasmas,
sin haber encontrado el sentido inmanente?
No supo descubrir el secreto simple
de que era parte del estético juego
de las cuerdas vibrantes y traviesas,
que con sus notas musicales componen
sinfonías materiales con la energía
de dadivoso amor inaugurando mundos.
Gracias por el "poema radical". Creo que puede ser una buena forma de denominar, algo parecido a la "poesía vertical" de Juarrroz.
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