Detalles de la vida
Detalles de la vida
Sebastiano Mónada
No odio a los que odian,
me dan pena.
No odio a los que juzgan,
me entristecen.
No odio a los que castigan y se vengan,
me dan vergüenza ajena.
Amo la irradiante alegría de los niños,
la sensibilidad y afecto de las madres.
Amo a los y las jóvenes rebeldes,
heterodoxas e iconoclastas,
las dulces melodías de la fragancia
fluida de tu boca de miel,
convertida en soplo sonoro de signos,
asociando tejidos de narrativas variantes.
Amo los coloridos detalles de la iluminación vital,
mares de ondas melodiosas
y vibraciones sinfónicas;
tus pensamientos vaporosos convertidos en atmósfera
cobijando mis ansias nómadas,
jugando con montañas de arena
de indescifrables percepciones,
de experiencias ajenas.
Amo fuente de agua abriendo heridas en rocas,
orgullosas como señoronas chinchillas,
calentándose en el fuego del amanecer.
Resbala intempestivamente por la cordillera
de olas minerales danzando lentamente,
cayendo en quebradas sorprendidas
y valles candorosos adolescentes.
Atraviesa en meandros de versos
los frondosos bosques amazónicos,
desembocando su aliento cristalino
en el inmenso océano narrativo
de azules tramas embriagadas.
Me conmueve la sencillez de hombre y mujer,
de pueblo inmenso, de sociedad alterativa,
en su diversidad de singularidades
climáticas circulando temporalidades,
expresando mutaciones soñadas
y espesas metamorfosis estéticas.
Manifiestos exuberantes de sabidurías prácticas
de gramáticas poéticas curvadas en cuerpos,
en palabras directas,
en voz honesta y tímida.
Amo a los que se ocultan como si fuesen escorias,
en las pomposas ceremonias del poder,
escondidos en espectáculos extravagantes,
para que se explayen los actores,
inventados por propaganda y publicidad banales.
Figuras sin gracia ni talento, imitando triviales papeles,
repetidos hasta al cansancio agobiante,
aparentando grandezas que no tienen,
delatando vacíos que contienen.
Amo el asombro de niños e inocencia
maravillada del pueblo insomne.
Jinete del alba creativa.
Adoro los árboles creciendo a pesar de todo,
venciendo el vaho denso de contaminaciones,
la floresta pintando paisajes emotivos,
de proliferante vida constante devenida,
a pesar de obstáculos institucionalizados.
Castigos del Estado patriarcal,
con leyes fosilizadas hace tiempo.
Me encanta comer frutos convocantes de ramas,
bailando al son de la brisa encantada,
la pulpa de mangos brillantes como alboradas
de duraznos jugosos de Luribay eterno.
Los choclos contentos llenos de sabores
de valles perdidos en quebradas de la cordillera,
expresada en frecuencias incontrolables.
Quiero a mi ciudad cuando despierta,
después de un baño de fugitivas lluvias.
Poblaciones de caricias limpiando penas.
Me admira cuando duerme con luces prendidas;
le da miedo apagarlas cuando el sueño la invade.
Admiro a los que dudan cuando la experiencia contrasta
con tesis aladas, mariposas clavadas,
meditando su vuelo.
Recordando gitana poesía de García Lorca.
Me deprimen los que no dudan
ante el contraste de realidad efectiva
y copiosa rutilante.
Muestran profunda inseguridad
a pesar de la cara de mármol que ponen.
Tengo nostalgia por el tiempo que no llega,
el porvenir que está siempre por venir.
Ese pasado que inventamos para sobrevivir
a la conquista interminable
y a la colonia persistente.
Al círculo vicioso del poder presente.
Por eso te amo como eres,
en tus cascadas de cabellos que arden,
constelaciones encontradas en emociones,
océanos densos de energías desbocadas
y de materia creada por partículas infinitesimales.
Amo tus ojos abismales que me tragan
en la gravedad infinita de tus pasiones voluptuosas,
inquietas águilas crepusculares.
Amo la cadencia armónica de tus conceptualizaciones,
sinfónicamente corporales.
Me pierdo en la intensidad curvada de tu piel,
cantante ancestral del comienzo de todo.
confesando nuestro nacimiento de la nada.
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