Las formas aparentes de la política en la coyuntura de la catástrofe ecológica
Las formas aparentes de la política en la coyuntura de
la catástrofe ecológica
Raúl Prada Alcoreza
El campo político
pareciera funcionar independientemente de lo que ocurre en los otros campos sociales, pero, no es así, es
solo una apariencia. Es más, pareciera funcionar independientemente de lo que
ocurre en los espesores ecológicos,
pero, no es así, es solo una apariencia. Cuando se dice que pareciera, esto
ocurre en la ideología, como una
ilusión; pero, la ideología se desenvuelve
en lo imaginario, aunque sustentada en aparatos
ideológicos, que no son imaginarios, sino que son máquinas de poder. De las manifestaciones de la política moderna, más
apegadas a la “verdad” ideológica, una de ellas, la más trivial, es lo que
acontece en el plano de la concurrencia electoral. Los contrincantes se
presentan como si estuvieran en un “campo de batalla”, claro está que se trata
de un campo de batalla simulado, una
comedia del teatro político; sin
embargo, la masa de votantes asiste al espectáculo tomándolo en serio.
En Bolivia, asistimos a unas elecciones apócrifas, pues se
efectúan en condiciones de imposibilidad
democráticas; se desconoce la constitución, se desconoce el referéndum que prohíbe
la re-postulación del presidente, se desconocen las reglas del juego
democrático y la institucionalidad, al imponer tribunales truchos, tanto el TSE
como el TCP. Entonces, el teatro político de la concurrencia electoral se
efectúa redoblado; resulta un espectáculo montado en otro espectáculo, una simulación al cuadrado. En estas condiciones,
la campaña electoral, es decir, el “campo de batalla” electorero, resulta una
comedia montada en otra comedia. El supuesto debate entre contrincantes resulta
tan chocante como una comedia bufa, presentada como si fuese una representación
de teatro clásico. El problema es que el publico espectador se lo toma en
serio, asiste al espectáculo como si se tratase de representación de teatro
clásico. Saldrá defraudado.
La política, que es el ejercicio de la democracia – la formal
-, entendida como concurrencia de fuerzas por la representación del pueblo, en
el mediano o largo plazo, parece desgastarse, convirtiéndose, de representación
de la concurrencia de fuerzas políticas, en una impostura de la representación. Las fuerzas políticas ya no disputan
la convocatoria popular, distribuida, en este caso, en perfil de la votación,
sino que disputan cuotas del escamoteo de la voluntad general, pues la voluntad
ya no es del pueblo, sino de los partidos políticos, corroídos por el poder
hasta la médula.
En las condiciones de la elección apócrifa, se disputa el
espacio de la doble simulación. No habiendo condiciones democráticas para la
efectuación de elecciones, se obvia este requisito indispensable y se ingresa a
un desfalco redoblado de la voluntad
general. Lo que llama la atención es que a sabiendas oficialistas y “opositores”
se encaminan a jugar a las elecciones, que de antemano están preformadas. Llama
más la atención cuando los propios “opositores” acusan a los oficialistas de no
respetar el referéndum y de preparar un fraude, contando con un árbitro
bombero, el TSE trucho. ¿Por qué lo hacen?
Ocurre como si supieran que van a perder y de todas
maneras se prestan a la comedia electoral. Antes, en otro escrito, dijimos que
este comportamiento, la relación entre oficialistas y “opositores”, parece una
relación sadomasoquista; sin embargo, ahora aparece como una complicidad sorda,
donde unos y otros cumplen su papel de contrincantes, para satisfacer a la
ingenuidad de los votantes.
El pueblo, que es el referente de la legitimación del
poder, a través de la concurrencia electoral, se ha convertido en el convidado
de piedra; está ahí para guardar las apariencias. Si no estuviera, fallaría la
comedia misma. El día de las elecciones, el pueblo va a ir a votar por
candidatos que ya están prorrateados en las mismas encuestas, que son
instrumentos de la publicística y de la propaganda. Es un juego donde los
resultados se saben de antemano, empero, la masa de votantes asiste con la
ilusión de que su voto decide. En este escenario, su voto ya está decidido.
Una segunda cosa que llama la atención es el papel que
juegan los votantes. Gran parte de ellos se aferran a la ilusión de que deciden
con su voto; esta ilusión es parte de los mecanismos de la reproducción del poder, dicho de mejor manera, de la repetición del círculo vicioso del
poder. Entonces, los partidos políticos se van a encargar de reforzar esta
ilusión por medio de la propaganda, incluso por medio de aparentes batallas
campales, donde los candidatos se desgarran las vestiduras. Es más, cuentan con
los instrumentos más efectivos para que esto ocurra, cuentan con los aparatos ideológicos
por excelencia en la modernidad tardía, los medios de comunicación de masa.
El contexto de
estas elecciones apócrifas no pueden ser más características de lo que decimos.
Teniendo como antecedente no solo un referéndum donde pierde el oficialismo la
oportunidad de legalizar la reelección prohibida por la constitución; dos
elecciones de magistrados donde gana el nulo, anulando la posibilidad legitima
de elegir magistrados; la derrota, por medio de una movilización ciudadana, de
imponer una ley inquisidora, la del Código penal; la tercera derrota de la
guerra del Pacífico en la Haya; sino sobre todo, el antecedente de la regresión
y el desmantelamiento de la constitución, durante las gestiones de gobierno,
que vienen desde el 2009, paradójicamente cuando se promulga la constitución. Las
características de este contexto se
pueden resumir en el señalamiento de que se trata de una descomposición política
e institucional de gran envergadura, lo que hemos llamado la decadencia política. Bueno pues, la
realización de estas elecciones apócrifas va a patentizar fehacientemente el
decurso sinuoso de esta decadencia
política, donde la población votante va a ser cómplice participe de esta
descomposición política e institucional, que puede estar señalando síntomas de una
grave descomposición social.
Lo más grave del contexto
es la catástrofe ecológica del Chaco
y la Amazonia, donde se han incinerado más de cuatro millones de hectáreas de
bosques y pastizales. Los más de 4 millones de
hectáreas incineradas de bosques y pastizales, el mapa de su distribución, la
manera de propagación, la forma de volverse a encender, después de haber sido
apagados los focos y su expansión, nos muestran que todo esto ha ocurrido como
operación militar. En este contexto, el alcance de la gravedad de la catástrofe ecológica, la situación
abrumada por antecedentes cuestionable, también por la conducta de flagrante
violación de la constitución, del referéndum, de las reglas del juego
democrático, de la institucionalidad, no hay condiciones adecuadas para
efectuar elecciones, que, obviamente no serán democráticas. Amerita la
suspensión de éstas, antes de ingresar a un descalabro de la crisis mayor de lo
que ya acontece. Pero, no parece que fuera esto a ocurrir. El TSE trucho está
embarcado en su grotesca comedia electoral, violando todo lo que respecta al
orden constitucional e institucional, el gobierno y sus órganos de poder, están
enfrascado en llevar adelante las apócrifas elecciones, es más, la llamada
oposición está comprometida hasta el tuétano en la complicidad con la
concurrencia ilegitima que se avecina.
Las formas aparentes de la política nos muestran el
funcionamiento de la política en la modernidad tardía. La política, de
ejercicio de la democracia, se ha convertido en un espectáculo mediático; ya no
se trata del juego de la concurrencia electoral, sino del juego de la simulación. Importa más aparentar que
ser, simular que hacer. El arte del
convencimiento de la antigua retórica se ha convertido en el arte de impresionar, de tal manera, que
el raciocinio de la opinión pública
quede anulado. Así como en el mercado se vende más por publicidad que por
cualidad de las mercancías, en la concurrencia política se vende más por lo que
llaman los publicistas la “imagen”. La política ahora, en la etapa decadente de
la genealogía política, es más el
ejercicio de la apariencia, dejando atrás el ejercicio de la concurrencia
democrática por las representaciones y las delegaciones.
En las elecciones de octubre de 2019 no importa cuanto
haya ocurrido, cuanto no se haya cumplido, si hay o no condiciones de posibilidad democrática, si hay catástrofe ecológica de dimensiones apocalíptica, lo que importa es
el peso apabullante de la manipulación mediática y el alcance descarnado de la imposición
de los aparatos de poder. Lo que importa es haber anulado el raciocinio de la opinión pública,
acompañando este anulamiento con la convocatoria de la masa elocuente de llunk´us,
a quienes les importa sus propios juegos microfísicos de poder. Lo que importa
es contar con la complicidad de una oposición pusilánima, interesada en acceder
a un numero apreciable de curules.
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