Jolgorio de los saltimbanquis


Jolgorio de los saltimbanquis

Sebastiano Mónada















Saltan sobre charcos de fango, estragos dejados
En una impetuosa metrópoli atormentada
Se ríen en la lluvia de dolores desbordados
Por la cenicienta población angustiada
Expulsan discursos como truenos radiales
Serpenteando en el aire acongojado
Se visten como si nada de patriarcas otoñales
En una decretada primavera
Se disfrazan engalanados de invierno
En un promulgado verano
Se asumen presuntuosos salvadores de la patria
Mientras la consumen al expropiarla de sus dones
Como si fueran sus padres creadores

Aman el objeto oscuro del deseo nuca satisfecho
Como se ama a la inmaculada concepción divinizada
Persiguen la gloria en sus aposentos de mármol
Donde la esperada felicidad se convierte en triste apostasía
O en sus casas atiborradas de abalorios electrónicos
Donde el ritual del consumo desborda por las habitaciones
Vacías de tanta ausencia marcada en las paredes
Y lloran amargamente cuando el Caudillo los increpa
Látigo patriarcal que duele más que las calamidades

Solo les importa mantener la apariencia con alfileres de sastre
Indumentaria para espectáculos estridentes de pantallas anodinas
No dicen nada cuando hablan, también cuando no hablan
Salvo la letanía repetida de frases fosilizadas como estalactitas
Pero se pretenden los oradores del Ágora de la antigua Atenas
Alabados por comunicadores engominados como Gardel
Pero que no cantan ni de lejos tango como él

Acaban creyendo en el montaje bullicioso de la dominación
Como se cree en Dios en el ritual artificioso de los domingos
Se vuelven acuciosos arlequines de monarquías desaparecidas
Y melindrosas princesas en concurrencias electorales
No hay nadie como ellos para cazar votantes
Alumbran el porvenir con manojos de promesas
Se convierten en inofensivos querubines del arrepentimiento 
Y en portadores nocturnos de la inocencia impecable

Ponen caras de castos niños obligados por las circunstancias
Y presentan la cara de mármol de implacable frio
En sus cuarteles de invierno donde se refugian impávidos
Pero cuando arrecian las críticas como agujas de lluvia
Furia hídrica de venas acaloradas del pueblo
Se enfurecen tanto de inhóspito miedo
Haciendo el papel de verdugos llevando al patíbulo
A ingratos que no reconocen el sacrificio del Caudillo alado

Gobierna teatro de crueldad poniendo en escena
Dramas de los hombres del mando
Trama de destinos cuya fatalidad alcanza
Lo que buscan con ansiedad desbocada
Cuando tocan el oscuro objeto del deseo
Se desvanecen como velas de cera
Se convierten en arlequines de un fantasma
Que encantadamente los somete
Pierden todas sus facultades, hojas de árboles
Cayendo en otoño como lágrimas de cobre
Se convierten en marionetas melancólicas
Atrapados por hilos metálicos ignorados
Avanzando a desenlaces inscritos en el texto fatal
Del despotismo crepuscular herido mortalmente

   







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