El substrato de la crisis política

El substrato de la crisis política 

 

Raúl Prada Alcoreza 

 




Carlos Montenegro decía que el motín busca llenar el vacío político, lo mismo podemos decir del golpe de Estado, persigue desesperadamente llenar el vacío político. La cuestión de fondo no es si hubo o no hubo golpe de Estado, si fue motín o, como se ha venido diciendo últimamente, asonada militar, lo que importa es el vacío político. ¿Qué es el vacío político? Se trata obviamente de una metáfora de lo que hemos venido llamando la decadencia política, también el derrumbe institucional, incluso no sólo del Estado sino también de la sociedad institucionalizada. Los medios de comunicación, los llamados “analistas políticos”, los propagandistas, tanto de izquierda como de derecha, se encargan de discutir si fue o no golpe de Estado, si fue un autogolpe, sin embargo, no atienden a lo principal, a las condiciones de posibilidad históricas, políticas, económicas y culturales en las que se ha dado el golpe de Estado o la asonada militar. También hemos hablado de las condiciones de imposibilidad, para hacer hincapié en los alcances destructivos de la decadencia.

 

En un análisis minucioso y auscultador, A possibilidade de um golpe na Bolívia: o ex abrupto de Zúñiga[1], Salvador Shavelzon se pregunta sobre la crisis política de la región. Evalúa las distintas hipótesis acerca de lo ocurrido el 26 de junio en Bolivia, en plena plaza de armas, cuando un grupo de tanquetas, contingentes de la policía militar y fuerzas especiales irrumpen en el sosiego de la Plaza Murillo, forzando la puerta de entrada al palacio quemado, con el choque violento de una tanqueta. El general golpista Juan José Zúñiga sólo ingresa al pasillo de entrada del palacio quemado, donde discute con el presidente. Después se retira, se introduce a una tanqueta y se va a refugiarse al Estado Mayor. ¿Cómo se descifra esta escena?

 

¿Se trata de un acto individual, de un despecho del general por haber sido destituido o anunciada su destitución por parte del presidente, después de su intervención en un medio de comunicación, donde expresa elocuentemente que va a defender a la gestión de gobierno, al presidente Luis Arce Catacora, a la democracia apremiada, contra todo intento de destitución del presidente, amenazando al expresidente Evo Morales Ayma con apresarlo si fuera necesario?

 

Aquí se abren las posibilidades de interpretación de lo ocurrido, una de las hipótesis, la más sonada, inclusive vertida por el expresidente, es de que se trata de un autogolpe, es más, de una burla. La versión oficial del gobierno es de que se trata de un golpe de Estado truncado por la movilización social y las fuerzas leales al gobierno, incluyendo a la Fuerza Aérea, que no acató las órdenes del general golpista, además de la policía, que se habría encontrado al interior del palacio quemado para defender al gobierno central. Las otras versiones son menos sonadas, por así decirlo, pero han sido difundidas, como aquella que dicen que se trata de una conspiración internacional, que incluye a la embajada estadounidense norteamericana, que además estaría involucrada en la geopolítica del litio. 

 

El primer tópico que toca Salvador Shavelzon, en su análisis, es de la crisis política del MAS y del gobierno neopopulista, que, a 20 años de gestión de gobierno y a 30 años de su fundación, se encuentra en plena crisis política e institucional. El segundo tópico que toca es la consecuencia de la elección indefinida, avalada de una manera torpe por el Tribunal Constitucional, contraviniendo a la Constitución Política del Estado. El tercer tópico tratado es el relativo al descontento de las Fuerzas Armadas y a su inquietud por participar en las decisiones políticas. El cuarto tópico tiene que ver con lo que acabamos de mencionar, que corresponde a estrategias geopolíticas. 

 

Después de abarcar estos tópicos y sus campos de posibilidad en los decursos de la crisis política, Salvador Shavelzon hace un balance de los golpes de Estado en América Latina en la historia reciente. Comienza con lo ocurrido en Paraguay con Fernando Lugo, también menciona lo ocurrido con Manuel Zelaya en Honduras. En ese contexto se repasa el manejo de la idea de golpe de Estado, con sus matices, refiriéndose a la destitución de Dilma Rousseff en Brasil. Lo mismo ocurre con Pedro Castillo, en Perú, que va a ser también destituido por el Congreso. Al respecto, se anota que la vicepresidenta de Castillo, Dina Boluarte, al asumir la presidencia por sustitución constitucional, no llama inmediatamente a elecciones como corresponde, sino que se mantiene en el poder, aludiendo que se trata de cumplir con la gestión del presidente destituido. 

 

Si tomamos en cuenta el periodo de la crisis política que irradia en la región, desde el comienzo mismo del siglo XXI, debemos partir del golpe de Estado el 2002 contra Hugo Chávez, en Venezuela, empero una movilización social obliga a los golpistas a liberarlo; Chávez retorna al gobierno con mucha fuerza y legitimidad. Sin embargo, en lo que viene después, con los matices variopintos de golpes de Estado en la región, no va a ocurrir lo mismo, pues los presidentes van a ser de todas maneras destituidos, como hemos mencionado o, en su caso, en el caso boliviano, se va a dar lugar a una mal llamada “transición”, que intenta prolongar su gobierno sin llamar a elecciones de manera inmediata. Las resistencias al gobierno de Jeanine Áñez Chávez, las movilizaciones sociales, casi insurreccionales, van a obligar a una convocatoria a elecciones donde gana el binomio Luis Arce Catacora y David Choquehuanca Céspedes, del MÁS. En este caso no es Evo Morales Ayma el que retorna al gobierno sino el binomio mencionado. Desde entonces el expresidente va a reclamar su reposición en el poder, incluso su habilitación a la elecciones, que ha sido negada por el Tribunal Constitucional, que ratifica que no puede ser candidato en las elecciones del 2025. Bueno en este contexto se da la asonada del general Zúñiga. A diferencia de lo sucedido con el general Willams Kalimán, del comando conjunto de las Fuerzas Armadas, que pide expresamente la renuncia de Evo Morales Ayma, así como lo hace también la COB, en el caso de la asonada de Zúñiga no se pide la renuncia, tampoco se llega a tomar el palacio quemado, sino sólo se detiene su irrumpción militar en el hall del Palacio de Gobierno. 

 

Se puede observar que en el transcurso de dos décadas, a pesar de las fortalezas electorales del MAS, la crisis política  se hace presente de manera patente. No hay que olvidar la crisis del gasolinazo del 2010, cuando una movilización social, que baja de la ciudad de El Alto, quema las fotografías de Evo Morales Ayma y de Álvaro Garcia Linera, diciendo que no hubo nacionalización de los hidrocarburos. Debemos continuar con el conflicto del TIPNIS, cuando las comunidades del territorio indígena, área protegida y parque nacional derrotan al intento de construir, legalizar e institucionalizar la carretera que atraviesa el TIPNIS. Debemos mencionar seguidamente al conflicto del Código Penal, cuando movilizaciones combinadas impiden la promulgación del Código Penal, venciendo al gobierno en su intento de criminalizar la protesta y la movilización social. En esta secuencia, se debe mencionar a las movilizaciones en defensa del voto, cuando se intentó mediante una reforma constitucional habilitar a Morales Ayma a la reelección indefinida. Este intento fue rechazado en la consulta para una reforma constitucional. Esto deriva en la crisis de los 21 días, cuando se dan movilizaciones en la ciudades contra la prórroga indefinida de Morales Ayma, en un contexto de pugnas de movilizaciones encontradas,  urbanas y rurales, convocadas por distintas organizaciones, entre otras también organizadas por el propio gobierno. Es en esta coyuntura cuando se da el pedido de renuncia del general Kalimán y de la COB, que derivan efectivamente en la renuncia de Evo Morales Ayma y Álvaro Garcia Linera, respectivamente a la presidencia y a la vicepresidencia. En consecuencia, se puede ver en todo este periodo, la expansión y la intensificación de la crisis política. El reciente evento de la asonada militar del general Zúñiga es parte de esta crisis múltiple, sostenida durante dos décadas. 

 

Salvador Shavelzon habla de modalidades de golpe de Estado, en distintas coyunturas y distintos contextos de la historia política reciente en la región. Un caso paradigmático, de estos desplazamientos figurativos de golpe de Estado, es el golpe blando que se dio en Brasil, después de la victoria electoral de Luiz Inácio Lula da Silva. Una movilización de partidarios de Jair Bolsonaro tomó en Brasilia las sedes de tres poderes del Estado, apoyados o protegidos por el ejército, que se encontraba en el perímetro de la sede de gobierno. Algo parecido a lo que ocurrió en Washington con los partidarios de Donald Trump, que terminaron tomando el Congreso.

 

Dejemos pendientes si se puede llamar a todo esto modalidades del golpe de Estado o más bien figuraciones singulares de la crisis política en el continente. Lo que importa no es tanto discutir si es o no una modalidad de golpe de Estado, sino descifrar las dinámicas moleculares sociales y políticas y las dinámicas molares, es decir institucionales, de la crisis política en la región. ¿Cuál es la relación entre las condiciones de posibilidades históricas, políticas, económicas y culturales y la singularidad de la crisis política?

 

En estas condiciones es importante preguntarse sobre las elecciones del 2025. ¿Son parte de la crisis política? ¿Van a arrastrar la crisis política hasta ese momento, que ni los resultados electorales, cualquiera sean estos, van a poder resolver? Desde esta perspectiva no parece tener mucho sentido discutir o detenerse mucho a discutir sobre el conflicto de la escisión del partido oficialista, sobre la disputa entre el expresidente y el presidente actual vigente, mucho menos atender a las argumentaciones y retóricas panfletarias de ambos bandos encontrados. Lo mismo podemos decir con la interpelación débil y anémica de la llamada oposición, que es más bien complementaria al ejercicio del poder. Caer en esta discusión sobre el destino del 2025 es formar parte de la circunscripción mediática, el tratamiento sensacionalista de los medios de comunicación sobre la crisis política, sobre los alcances de la crisis múltiple, alcances que son aminorados precisamente por este sensacionalismo y el tratamiento superficial de los temas y problemáticas.

 

Yendo directo a la nuez del problema, ésta tiene que ver con la composición de la crisis política, económica, social y cultural. Este problema no se resuelve con elecciones, sino con una catarsis colectiva y social, con la crítica y autocrítica interpeladoras, correspondientes a la pedagogía política por parte de la sociedad involucrada, que padece la crisis, tiene que ver con toda la composición problemática de la crisis. Esto tiene que ver con la caracterización inadecuada de Estado Plurinacional de Bolivia, cuando lo único que se ha hecho es cambiar de nombre al Estado nación, devenido de un ciclo largo de crisis estructural e histórica. Esto tiene que ver con las restricciones  mezquinas de la propaganda fofa, empero compulsiva, con el hablar de una “revolución democrática y cultural” inexistente, cuando lo único que acontecía es comenzar la regresión y la restauración del Estado nación, de las prácticas de corrupción institucional y de corrupción galopante. Herencia del círculo vicioso del poder en Bolivia, en el continente y en el mundo.

 

No hubo una transformación estructural e institucional, no se aplicó la Constitución Política del Estado, que establece un Estado Plurinacional Comunitario y Autonómico. Se dio lugar, como hemos dicho siempre, el asesinato del proceso de cambio, proceso de cambio y proceso constituyente iniciados por actos heroicos del pueblo boliviano, actos heroicos usurpados por un partido que corresponde al collage fragmentado de las herencias de la miseria política acumulada. La crisis política tiene que ver con esta usurpación, con esta simulación política, con esta extorsión desde el poder. A todo esto hemos llamado la forma de gubernamentalidad clientelar, que ha terminado destrozando el tejido social, formando organizaciones sociales apócrifas, desmantelando los movimientos sociales, imponiendo dirigencias a dedo, gobernando con concomitancias y complicidades de prácticas paralelas del poder.

 

Salvador Shavelzon se detiene en la hipótesis de la disputa en torno al litio boliviano. Apunta que no se podía esperar del gobierno de Morales Ayma, en sus gestiones habidas, como tampoco en Inácio Lula y en Dilma Rousseff, un comportamiento contra las empresas trasnacionales extractivista y las empresas transnacionales de la industria metalúrgica y del petróleo, así como tampoco se puede esperar nada al respecto sobre los comportamientos gubernamentales en torno al litio. El comportamiento de los “gobiernos progresistas” ha sido, más bien, dadivoso, incluso en el caso de Brasil, cediendo los derechos de los trabajadores, sus derechos sociales y colectivos. frente a una empresa trasnacional del hierro. Al respecto podemos decir, como dice Eduardo Galeano, en Las venas abiertas de América Latina, que la desgracia de América Latina y el Caribe ha sido contar con reservas y yacimientos de recursos naturales, susceptibles de convertirse en materias primas, en los procesos de industrialización. Pues esta riqueza natural, paradójicamente, a empobrecido a los países de la periferia del sistema mundo capitalista. En consecuencia, las hipótesis sobre las disputas entre empresas norteamericanas y empresas chinas, su interferencia en los asuntos políticos de Bolivia, queda como suspendida en el aire, donde, a pesar de que, de todas maneras, pueda haber incidencia, no aparece esta dinámica de la competencia, por el control del mercado y de las reservas, entre las empresas trasnacionales, como factor interviniente, de manera directa, en la asonada militar del 26 de junio de 2024. 

 

Al respecto, debemos decir que estamos ante distintos matices de la misma modalidad de comportamiento respecto a los desarrollos del sistema mundo capitalista, hablamos de la subsunción y la subordinación a los grandes monopolios transnacionales de parte de los Estados nación, se trate del gobierno del que se trate. 

 

La conclusión de análisis de Salvador Shavelzon es que la crisis continúa abierta. Dice que la crisis de 2019 derivó en la caída de Evo Morales Ayma, en contraste, la crisis del 26 de junio de 2024, la asonada militar, no derivó en la caída de Luis Arce Catacora. Esta diferencia en los desenlaces nos muestra la debilidad misma de la asonada militar. No se sabe que va a ocurrir el 2025 cuando se den las elecciones nacionales. Siguiendo con las comparaciones, el 2017 el Tribunal Constitucional y el órgano de poder de la justicia avalan la reelección del presidente, aludiendo, estrambóticamente, a los “derechos humanos” que tiene Morales de reelegirse; en cambio, los mismos tribunales le niegan su reelección para el 2025. Salvador Shavelzon se inclina a que se trata de una aventura militar, en un contexto donde la interferencia de las potencias y de los monopolios transnacionales ya no requieren de golpe de Estado. Se trata de una apuesta desesperada, en un océano de debilidades, que impide que prospere la asonada militar. La paradoja es evidente, la democracia es fuerte precisamente porque es débil, en su debilidad se encuentra el secreto de su persistencia y sobrevivencia. Frente a la crisis política, tanto la derecha conservadora, así como la forma de gubernamentalidad clientelar, forman parte de la recurrente crisis. Nosotros diríamos de la expansión intensiva de la decadencia. En consecuencia, la asonada militar del general Zúñiga forma parte del movimiento sinuoso y rutilante de la crisis política. No hay visos de que esto se resuelva. De todas maneras tal como van las cosas, el desenvolvimiento capitalista sigue pujante, a pesar de sus crisis políticas.

 

El problema es que nada sigue igual para la sociedades y los pueblos, que ven sus condiciones de vida cada vez más paupérrimas, que ven las posibilidades de una incidencia social y popular cada vez más débiles. Los horizontes se han constreñido tanto hasta desaparecer, no hay perspectivas en el futuro inmediato. La crisis múltiple la pagan la sociedades y los pueblos. Esto acontece tanto en los escenarios donde hay gobiernos neopopulistas, así como donde hay gobiernos neoliberales retornados. El crecimiento capitalista se sostiene con la destrucción planetaria y la destrucción de las condiciones de vida de la sociedades y los pueblos. Este es el problema. Ante este problema no se puede ser indiferente. Es menester sacar fuerzas desde lo recóndito de los cuerpos, de las capacidades y posibilidades inhibidas en la sociedad y los pueblos. Esto implica romper con las tradiciones tanto de izquierda como de derecha, que han sido complementarias a lo largo de la historia política reciente.

 

 

 

 

 

 

 Notas



[1] Salvador Shavelzon: Passapalavra. https://passapalavra.info/2024/06/153394/.

 

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