La tendencia al límite de la desaparición

La tendencia al límite 

de la desaparición 

 

 

Raúl Prada Alcoreza

 

 



 




 

 

 

 

 

 

 

 

El límite es una definición matemática contenida en la fórmula de las derivadas[1], implica una tendencia a la que no se llega pero también a la que se acerca. Es la tendencia al límite, el límite al que se aproxima infinitamente. Algo parecido, una conceptualización parecida o, mejor dicho, el sustrato de esa conceptualización, aparece en la noción del límite en la crítica de la economía política; se trata de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia. La tasa de ganancia tiende a disminuir relativamente, en la medida que cambia la composición interna del capital, incrementando el peso del llamado capital constante, también podríamos decir, del capital fijo, aunque de la  misma manera, Karl Marx utilizó el denominativo de capital muerto. En la composición probabilística disminuye el capital variable, que está destinado a pagar los salarios, a mover lo que viene hacer la fuerza de trabajo. Entonces la fuerza de trabajo viva se enfrenta a sí misma,  es como decir, a su pasado, en condición de trabajo muerto, es decir, en condiciones de trabajos realizados, de instrumentos y maquinaria de trabajo producida.

 

 

Gilles Deleuze dice que esta tendencia decreciente de la tasa de ganancia emerge desde adentro, del propio modo de producción capitalista. Es un límite creado por el propio funcionamiento y el desarrollo capitalista. Se trata de un límite al que se acerca el sistema mundo capitalista, pero también se puede concebir el límite alejándose, en la medida que hay una aproximación. ¿Cómo ocurre esto? Para que siga habiendo ganancia es menester congelar los salarios, incluso disminuir los salarios, aunque la masa de trabajadores no disminuya o, en su defecto, incluso tomando en cuenta que la masa de trabajadores disminuye, creciendo así el ejército de trabajadores en reserva, es decir, desocupados. Ese no es el único procedimiento por el que se aleja y se aproxima el límite, paradójicamente, de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, hay otros. Por ejemplo, el control de las reservas de los recursos naturales, donde se encuentran, desde el punto de vista de la cosificación capitalista, las llamadas materias primas. Este control de la reservas de recursos naturales, que se da a través de concesiones de los Estado nación periféricos y subalternos, lleva a una imposición de precios bajos de las materias primas, imposición por cierto monopólica. Aquí no hay mercado, ni mano invisible del mercado, en todo caso, hay una mano artera y manipuladora de los monopolios, que corresponden a las empresas trasnacionales extractivistas.

 

 

Otros procedimientos tienen que ver con el hambre producida, precisamente por el desarrollo del capitalismo monopólico y extractivista, dominado ya por el capital financiero. Un paréntesis de aclaración tendría que decir que el único capitalismo que existe efectivamente es el capitalismo monopólico. Lo del mercado libre no es más que un imaginario abstracto, ocasionado en la cabeza esquemática de los economistas.  ¿Cómo se produce el hambre? Es un producto interno del propio desarrollo capitalista. En la medida que se desarrolla el monopolio se tiende, en todos los planos de intensidad que abarca el sistema mundo capitalista, a la homogenización de lo que se produce. Otra anotación, el segundo parentesis, que debemos hacer aquí, es que el modo de producción capitalista no solamente supone la división del trabajo y la especialización, sino también, de manera paradójica, la homogenización en áreas de la producción. Incluso esto, en la medida que se expande mundialmente y a todos los lugares, el modo de producción capitalista, también conocurre esta homogenización, por ejemplo, cuando se da lugar al monocultivo. Como hemos dicho antes, en el ensayo Oikonomías campesinas, cuando desaparece el cultivo diversificado, la combinatoria de las economías campesinas, entonces tiende a desaparecer la figura misma de campesino, para dar lugar a la figura de empresario. Eso puede ocurrir de dos maneras, que tienen que ver con la descampesinización; por un lado, el vaciamiento del campo, la obligatoria migración, debido a la expansión de empresas monopólicas de producción del monocultivo; por otro lado, cuando una minoría campesina se convierte en empresaria.

 

Al respecto, el ejemplo que da Deleuze, lo saca del Libro El azúcar y el hambre[2], de Robert Linhart, que tiene como referente una investigación en las regiones azucareras del norte brasileño. La anotación que hace Deleuze es la siguiente:

 

“Linhart dice una cosa, y lo dice tan perfectamente que, aunque ya la pensáramos, la recrea. Es muy buena la manera en que lo dice. Dice que el problema del hambre en el mundo, de las personas que tienen hambre, evidentemente no es un límite exterior. Es lo que llama el hambre producida. De cierta manera lo sabemos todos, es producida, ¿qué es lo que intento decir más confusamente cuando hablo del límite inmanente? Lo digo por oposición, precisamente, a un límite exterior. En otros términos, el hambre no se encuentra como resultado de una penuria, es producida como el fruto de una organización. En otros términos - y es verdad que la expresión no es linda - habría que hablar de un hambre sofisticada, o bien de un hambre que no es una en absoluto un hambre de penuria. El hambre es lo que se produce. Así que el sistema produce el hambre. Eso es el límite inmanente[3].”

 

 

Deleuze dice, recogiendo lo que ya dijo Marx, que el capitalismo es un modo de producción que produce por producir, le añade que produce para el capital. Esta doble característica del modo de producción capitalista nos muestra dos círculos viciosos; el que produce por producir, que sería la parte perversa de la cosificación generalizada, que ocasiona el modo de producción capitalista; el que acaece cuando se produce para el capital, que sería el ciclo vicioso de la valorización abstracta. Cómo hemos dicho, ambos ciclos viciosos se sostienen sobre el sustrato del proceso de la cosificación generalizada, en pocas palabras, en el proceso de deshumanización, que también implica la desvitalización, en otros términos, la destrucción ecológica.

 

Recogiendo una cita de el libro citado, El azucar y el hambre, se expresa lo siguiente:

 

“A medida que recogía testimonios y datos datos, el hambre se me aparecía con una terrible nitidez como la materia y el producto de un dispositivo complicado hasta la perfección. El hambre no era una simple ausencia espectacular, casi accidental, de alimento disponible - eso sería el hambre exterior, sería el hambre-penuria – como nos la presentan cuando se nos quiere hacer creer que para saciarla alcanzaría con movimientos de caridad o ayudas de emergencia. El hambre del nordeste brasileño era una parte esencial de lo que el poder militar llamaba desarrollo de Brasil. (Tal como el límite es un elemento constitutivo del desarrollo, el hambre es un elemento constitutivo del desarrollo). No era un hambre simple, un hambre primitiva. Era un hambre elaborada, un hambre perfeccionada, un hambre en pleno auge. En una palabra, un hambre moderna. Yo la veía progresar por oleadas llamadas planes económicos, proyectos de desarrollo, polos industriales, medidas de incentivo a la inversión, mecanización y modernización de la agricultura. (En efecto, este monocultivo azucarero implica una agricultura altamente industrializada). Hacia falta mucho trabajo para producir esa hambre. De hecho, un gran número de personas trabajaban sin descanso. Estaban ocupados en los edificios, en las oficinas, en los palacios, y todo tipo de puestos de comando de control. Esta hambre zumbaba en órdenes de compra pasadas por télex, en líneas de crédito en dólares, marcos, francos, yenes, en la operación febriles. Nunca se terminaría de entrar en el detalle de la producción del hambre. Comerciantes, banqueros, navieros, empresarios, expertos, hombres de negocio, tenían su participación, y un ejército de intermediarios, de corredores y de negocios. Y estudios de consultoría, institutos de planificación. Y generales, políticos, policías... Por supuesto sus características mismas, esa hambre se confundía con el desarrollo del modo de producción. Monocultivo azucarero, monotonía alimentaria. Un hambre lenta, paciente, un hambre corrosiva progresando al ritmo de la economía mercantil[4].”

 

De esta manera se pasa del cultivo diversificado al monocultivo de la caña de azúcar, cambiando la dieta de la población, llevándola solo a comer porotos, lo que contrae consecuencias en su propio desarrollo humano y corporal, trayendo como repercusiones secuelas irreversibles. Esta es una primera etapa de la producción por la producción, de la producción para el capital, una etapa donde todavía se puede combinar la expansión capitalista del azúcar con los cultivos campesinos, que alimentan a la población. En cambio, cuando se pasa a una segunda etapa de la producción por la producción y de la producción para el capital, ya no puede suceder esto, ya no hay posibilidades de una combinación de este tipo, puesto que definitivamente desaparece el cultivo diversificado de los campesinos, entonces la población está condenada. 

 

Este fenómeno, descrito por Linhart, en su libro El azucar y el hambre, aparece en otros rubros, aunque con sus propios contextos singulares y límites singulares, en unos casos, quizás con menor intensidad y expansión, en otros casos, con mayor intensidad y expansión. El paso al monocultivo empresarial implica no solamente la desaparición de lo que hemos llamado economías campesinas, sino que implica también la condena al hambre de la población, obligando a migrar a la ciudades, donde van a encontrar otra hambre, esta vez urbana. Al respecto podemos citar muchos ejemplos, pero sólo daremos algunos, quizás respecto a los más conocidos, por ejemplo, la producción del café, cuando se vuelve monocultivo en grandes extensiones territoriales, controladas por monopolios de la producción del café y por latifundios, que han expropiado tierras a los campesinos. Otro ejemplo paradójico, que hemos presentado, usando otras investigaciones, es el relativo al fenómeno del monocultivo de la quinoa, esta vez dada en comunidades que tienen propiedad común de la tierra, que han convertido su producción de quinoa en una producción por la producción, por lo tanto, para el mercado y, en consecuencia, se convierte en producción para el capital. El investigador Enrique Ormachea Saavedra del CEDLA, ha llamado a este fenómeno capitalismo comunitario. Es decir, que no sólo por la vía de la propiedad privada se puede avanzar hacia este fenómeno monopólico dual, de la producción por la producción y la producción para el capital, que son dos círculos viciosos complementarios. Otro fenómeno, parecido y conocido, es el de la producción de la coca excedentaria; otro ejemplo, aunque con otras características, con sus propias singularidades, de lo que ocurre cuando se pasa a esta compulsión por la producción por la producción y a la producción para el capital. En todos los casos los consecuencias son desastrosos, la consecuencia dramática es el hambre, la expansión del hambre. La consecuencia ecológica corresponde a la destrucción de los ecosistemas. La consecuencia histórica, por decirlo así, es la desaparición del porvenir.

 

 

Este límite, correspondiente a la tendencia a encaminarse a un límite que, en este caso, puede ser un límite fatal, acontece en gran escala en el mundo en términos de la crisis de la geopolítica del sistema mundo capitalista. Nuevamente la competencia capitalista nos lleva al borde de una nueva guerra mundial, ésta vez con posibilidades catastróficas, amenazando la sobrevivencia humana, puesto que la probabilidad de una tercera guerra mundial es la guerra nuclear, con el uso de armas demoledoras de exterminio masivo. No se trata de bloques antagónicos, opuestos ideológicamente, como ocurría durante la guerra fría, cuando se enfrentaban las hiperpotencias de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y los Estados Unidos de Norteamérica. Nuevamente nos encontramos ante bloques capitalistas, como ocurrió durante la primera y segunda guerra mundiales. Por un lado, el bloque de la OTAN, que tiene como matriz al complejo militar tecnológico científico y cibernético de la hiperpotencia de los Estados Unidos de Norteamérica; por otro lado, tenemos al bloque, todavía no del todo conformado, sino en condiciones de su propia provisionalidad, pero ya tejiendo pactos, que corresponde a la Federación Rusa y a la República popular de China, además de contar con la circunstancia de un apoyo relativo de parte de los BRICS. Para decirlo en términos sencillos, diremos que se trata de la competencia capitalista entre potencias enfrascadas en una producción para la producción y una producción para el capital. Los que no soportan la competencia pretenden ir a la guerra para busca cambiar la situación desventajosa económicamente. Empero se trata de una guerra a la que no pueden llegar, puesto que en esta guerra pierden todos, no es una guerra donde hay ganador. En consecuencia la tercera guerra mundial es un límite al que se tiende y al mismo tiempo es un límite al que no se puede llegar.

 

De esta manera podemos decir que la guerra es algo inmanente al propio desarrollo del capitalismo. ¿Qué es lo que ocurre en torno a la guerra en Ucrania? ¿Qué es lo que ocurre en torno a la guerra larga e intermitente en el medio oriente, con Israel en medio? Ciertamente cada una de estas guerras tiene su propia historia singular, sus propios contextos singulares, además de sus propias genealogías del poder y de guerra singulares, sin embargo, comparten esta tendencia al límite, inherente a la geopolítica del sistema mundo capitalista. En el caso de Ucrania, la OTAN se enfrenta, de manera indirecta al bloque de la Federación Rusa y de la República Popular de China. Concretamente la hiperpotencia de los Estados Unidos de Norte América, potencia en decadencia, tanto económica como científica y tecnológicamente, a pesar de que está segunda característica es todavía opaca, se enfrenta a la emergente hiperpotencia de la República Popular de China, en pleno auge económico, siendo ya la primera potencia económica, en pleno desarrollo de revoluciones científicas, tecnológicas, cibernéticas y comunicacionales. En tanto que las potencias occidentales pierden la competencia económica, se inclinan a la guerra. La propuesta o el proyecto a mediano y largo plazo de la República Popular de China es la nueva ruta de la seda, que articularía, primero, a Euroasia, y después, al mundo entero, en una gigantesca red de distribución, de transportes y de integración mayúscula del mercado, dado a un escala sin presidentes. Se podría decir que esta nueva ruta de la seda es un ruta, que puede considerarse de la paz, obviamente con preponderancia del nuevo centro del sistema mundo capitalista, que es  China. Entones La pax china. Frente a esta posibilidad los Estados Unidos de Norteamérica han reaccionado de manera agresiva, atacando a la economía de la República Popular de China. Esto ha llevado, por distintos caminos sinuosos, a la confrontación con la Federación Rusa, provocando una guerra en Ucrania. 

 

 

El Estado de Israel nace en condiciones problemáticas, una vez culminada la segunda guerra mundial. La migración judía a Palestina data del siglo XIX, se hace importante durante el siglo XX y desborda en en la segunda mitad del siglo XX. En principio, la fundación del Israel tiene que ver con la huida del holocausto, de la persecución y de los progromos. Israel se funda sobre la base de los kibutz, siendo prácticamente una proyección socialista singular. Sin embargo, en la medida que crece la amenaza del entorno árabe, de países y de Estados árabes, que no ven con buenos ojos la consolidación del Estado de Israel, se opta por la guerra. Desde la primera guerra israelita-árabe (1948) el Estado de Israel tiende a una alianza estratégica con los Estados Unidos de Norteamérica. A la fecha esta alianza corresponde a una geopolítica complicada, incluso saturada, sin solución, salvo el del exterminio, en el medio oriente. 

 

 

Volviendo al asunto del límite, en este caso también se ratifica que la guerra es inmanente a la geopolítica del sistema mundo capitalista. De la utopía, quizás muy difícil del lograr, la de Hannah Arendt, de una Confederación israelí-árabe, se ha pasado, hasta la actualidad, a una situación de opciones antagónicas excluyentes, o serán los unos o serán los otros, Israel o Palestina. Se ha llegado a la guerra de exterminio, a la inhumación absoluta, a la cosificación plena, al genocidio y al crimen desenvuelto de manera descarnada, abierta y confesada. De lo que se trata es de asesinar, de exterminar al enemigo; la diferencia radica que, en el caso de uno de los enemigos, se tienen menos recursos para hacerlo, en cambio, en el caso del otro enemigo, se tienen los recursos suficientes para perpetrar este objetivo calamitoso. En consecuencia, la cantidad de muertes en un lado y en otro son altamente diferentes.

 

 

Lo sorprendente en este contexto es la inclinación de los medios de comunicación, también de los Estados, que se inclinan por un lado o por el otro, atizando la guerra. El guerrerismo aparece como la única opción de salida a la crisis, cuando no es ninguna salida, sino es la entrada al apocalipsis. En los medios de comunicación ha desaparecido el análisis serio, profundo y erudito. Sólo se escucha repetir la misma letanía argumentativa de descripciones provisorias y fragmentadas, de supuestos conspirativos, de sentidos comunes obsoletos y anacrónicos, incapaces de abordar a problemática desde sus raíces. 

 

 

Los Estados, sobre todo, en su condición de gobiernos, creen estar en una guerra fría, por lo tanto, se inclinan de una manera inocente a un lado o al otro de los bloques enfrentados. Como hemos dicho muchas veces, los enemigos son cómplices, participan de una complementariedad perversa, se necesitan y se requieren para legitimarse, aunque se trate de una legitimación imposible del usufructo del poder, en plena decadencia del sistema mundo capitalista y de la civilización moderna. 

 

Lo sorprendente es que la sociedad y los pueblos no solamente se encuentran altamente vulnerables, sino que no atinan a defenderse ante la posibilidad límite de cruzar el límite, de estar arrastrados hacia una tercera guerra mundial. Adormecidos y atónitos asisten a su propia muerte anunciada con antelación.

 

 

Esa tendencia al límite ha aparecido en la historia del capitalismo, también en la genealogía de poder, en el advenimiento intermitente de las formas del totalitarismo. Por cierto, no hay sólo dos formas del totalitarismo, como lo ha presentado Hannah Arendt, la forma de la totalitarismo del nacional socialismo alemán y la forma del totalitarismo bolchevique de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, sino hay otras más. Una que se presenta como si no fuera totalitarismo se autonombra como no totalitarista, como liberal. En principio, puede parecer como una figura opaca del totalitarismo, más bien difuso, pero esto sólo ocurrió en un principio de la República. En la medida que el capitalismo desenvuelve su propia crisis orgánica y estructural intermitente, en la medida que la genealogía del poder entra también en crisis, tienden las repúblicas liberales a un velado totalitarismo, que se hace presente, sobre todo cuando se declara el Estado de excepción, en plena crisis social, política y económica. La violencia es inherente al Estado, emerge de una guerra de conquista e impone la ley, una vez que se ha impuesto a través de la fuerza. Si bien todo esto es todavía un tanto difuso, provisional y hasta intermitente, en la medida que se produce el desarrollo del capitalismo, por la vía no solamente de su crecimiento y transformación, sino a través del decurso de sus crisis, la opción al totalitarismo se hace plenamente presente, como hemos dicho, no solamente en las figuras de las dos formas más patéticas y patentes, más dramáticas y catastróficas. De una manera burda la versión neoliberal ha impuesto su ajuste estructural, es decir, sus privatizaciones, sus despojamientos y desposesiones, a través de una dictadura militar en Chile. Esto marca el punto de partida de la aplicación neoliberal, de manera contundente como opción mundial a la crisis del capitalismo, sobre todo bajo la dominancia del capital financiero. Esta opción al totalitarismo vuelve a aparecer de manera clara en la aplicación del neoliberalismo bajo gobiernos emergidos de elecciones. Según estos gobiernos el neoliberalismo es una opción para salir de la crisis económica, desenvuelta y manifiesta en sus desequilibrios económicos. Sin embargo, se comprueba que el neoliberalismo, su aplicación dramática, termina siendo parte estructural de la crisis del mismo capitalismo, entonces la extiende por otros caminos, de una manera más patente u catastrófica. Para lograr su aplicación van a recurrir al Estado, incluso al Estado de excepción, a la represión sañuda y a la violencia desenvuelta. 

 

 

En la coyuntura presente vuelve a aparecer esta figura de totalitarismo en forma de retorno del neoliberalismo, pero de una manera más violenta, tanto en sus ejecuciones como en sus discursos. Se nombran como liberales radicales y hasta tienen el tupe de autonombrarse incorrectamente y de manera usurpadora “libertarios”. ¿Qué es lo que hacen? Lo que siempre ha hecho el neoliberalismo, por así decirlo, transferir la crisis económica al pueblo y a la sociedad, incrementando dramáticamente el costo social. En otras palabras, producen hambre, más hambre de la que ha producido el neopopulismo, de lo que han hecho los gobiernos de la forma de gubernamentales clientelar y demagógica. 

 

Hay que entender que esta tendencia a producir hambre, de manera expansiva en la población, esta manera de descargar la crisis en los cuerpos de la sociedad y el pueblo, es en definitiva un genocidio diferido, puesto que el hambre asesina. En la coyuntura, de manera más clara, esta opción del liberalismo radical adquiere la figura patética en una versión estrafalaria de totalitarismo. Incluso las figuras descaradas de pretensiones caudillescas, de líderes histriónicos y delirantes, reaparecen como en el caso de los antiguos caudillos de los totalitarismo del siglo XX, hedonistas y egocéntricos. En todo caso, se parecen más a las figuras histriónicas y delirantes del neopopulismo. Por más que quieran diferenciarse del neopopulismo, los neoliberales, en su segunda versión, comparten las expresiones, los perfiles y los espectáculos que ofrecieron los neopopulistas. Lo que quiere decir que forman parte de la misma estrategia de poder en la geopolítica del sistema mundo capitalista: la destrucción del tejido social.

 

 

En esta exposición, en este ensayo, tenemos varias figuras del límite de la tendencia al límite, límite peligroso, por cierto, una vez que se lo cruce, pues se entra no solamente en otros espacios de agenciamientos, sino que, en el caso de la crisis múltiple del sistema mundo capitalista, este límite implica el apocalipsis. No solamente en su desenlace como guerra mundial, sino sobretodo en su desenlace como catástrofe ecológica planetaria. Esta tendencia límite de la desaparición es inherente e inmanente al sistema mundo capitalista y a la civilización moderna, puesto que también se expresa manifiestamente en el sistema mundo cultural de la trivialidad, que acaece en la figura actualizada de la civilización moderna. 





 

 

Notas

[1] Tomando en cuenta la teoría matemática, en lo que respecta al cálculo diferencial, la derivada de una función corresponde a la división del cambio instantánea, que mide la variación de la función, de acuerdo al movimiento de la variable independiente. El concepto de derivada de una función se calcula teniendo como referente el límite de la rapidez de cambio, media de la función en cierto intervalo, considerado cada vez más pequeños para la variable independiente. De esta manera se calcula el valor de la derivada de una función en un punto dado. La derivada de la función en el punto marcado es equivalente a la pendiente de la recta tangente.

[2] Robert Linhart: Le sucre et la faim. Enquête dans les regions sucrières su Nord-Est Brésilien. Editions de Minuit. París 1981. 

[3] Gilles Deleuze: Derrames II. Aparatos de Estado y axiomática capitalista. Editorial Cactus; serie Clases. Buenos Aires 2023. Pág. 311.

 

[4] Ibídem: Págs. 313-314.

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