Apuntes para una arqueología del concepto de dinero

Apuntes para una arqueología del concepto de dinero 

 

 

 

Raúl Prada Alcoreza

 

 

 


 



 

 

 

 

 

 

 

 

La pregunta no es la que se hace Ludwig von Mises, ¿cuál es el valor del equivalente general, es decir del dinero? Sino: ¿Qué clase de sociedad es aquella que se deja llevar y arrastrar por la valorización del valor abstracto? Incidiendo con el dinero en los comportamientos sociales, a tal punto, que la gente se comporta respecto al mundo de las representaciones económicas y no respecto al mundo efectivo de las dinámicas sociales. Es ajena al mundo efectivo de la realidad compleja.

 

Si hay algo que rescatar de la teoría del dinero de Ludwig von Mises es el análisis que hace del dinero, teniendo en cuenta la composición económica, desde la perspectiva de la teoría objetiva y de la teoría subjetiva del valor. Es decir tiene en cuenta como referente a una composición dinámica de la economía y a una incidencia diferencial del dinero en la composición económica. Algo tan distinto de lo que ocurre con los discípulos posmodernos y bizarros de la escuela austriaca, quienes han reducido la composición económica a un esquematismo simple de oferta y demanda, de equilibrio económico, de ingresos y egresos, de superávit y de déficit. No toman en cuenta para nada lo que viene hacer la tesis fundamental de las escuelas neoclásicas y posneoclásicas, que consisten no solamente en el análisis marginalista, sino, sobre todo, en la perspectiva subjetiva del individuo.

 

Para ilustrar lo que decimos propondremos algunas figuras que nos muestren el decurso de este desplazamiento. Lo que hacen los discípulos posmodernos de la escuela austriaca es como usar simples instrumentos aritméticos para resolver problemas de cálculo en el análisis algebraico. Dicho de otra manera, es como pretender resolver con instrumentos mecánicos problemas que corresponden a la electrónica. Otro ejemplo, no tan adecuado, pero también ilustrativo, es el que figura la pretensión de querer resolver en el plano de dos dimensiones problemas que corresponden al volumen de tres dimensiones, incluso más, si consideramos el tiempo y, en la concepción posneoclásica, si consideramos la perspectiva subjetiva del individuo.

 

Uno de los fenómenos que analiza la escuela austriaca y le preocupa es el fenómeno de la inflación, que tiene que ver con los precios y con los cambios de la valoración del dinero, sobretodo de la valoración subjetiva del dinero, que determina, de algún modo, la valoración objetiva del dinero. En otras palabras, la escuela austriaca toma en cuenta el comportamiento de la gente, mientras que sus discípulos posmodernos no toman en cuenta para nada a la gente, salvo como materia de sacrificio, ante la obsesión compulsiva por equilibrar la balanza macroeconómica. Que, por cierto, corresponde al enfoque simple para una comprensión esquemática del equilibrio económico. En otras palabras, hay una distancia grande entre el análisis de la escuela austriaca, sobre todo de los referentes teóricos, en contraste con los discípulos posmodernos, de los que no se puede decir que manejan la teoría, salvo si se entiende esto como un aprendizaje mecánico, una comprensión reductiva y operativa manualista.

 

Un ejemplo de lo que ocurre, en la historia reciente, al respecto de las políticas económicas, es lo que hacen, de manera manifiesta, las menudas generaciones de neoliberales. El llamado ajuste estructural no es otra cosa que una intervención estatal en la economía, por más paradójico que parezca. De esto hemos hablado ya antes. Las políticas económicas neoliberales intentan volver al equilibrio usando instrumentos de ajuste estructural de lo más esquemáticos, solo entendibles en el cuadro económico circunscrito y, por así decirlo, en el pizarrón. Por eso, una y otra vez, desencadenan no solamente crisis social, debido al costo social de la ajuste estructural, sino crisis en lo que hubieran querido cambiar y modificar; desatan más crisis económica. La razón de esta situación es que tienen una concepción estática de la economía, excesivamente esquemática y simple, sin tener en cuenta las dinámicas económicas y la composición de la complejidad del campo económico. Además, tal cómo hemos dicho, no toman en cuenta el enfoque subjetivo, es decir, la teoría subjetiva del valor, en consecuencia, no toman en cuenta, paradójicamente, al individuo.

 

Sabemos que estas contradicciones, entre maestros y discípulos, no solamente se han dado en el neoliberalismo y, ampliando un poco, en el panorama en las corrientes clásicas y neoclásicas, sino también ha ocurrido con otras teorías diferentes, inclusive opuestas y antagónicas. De esto también hemos hablado; nos hemos referido a la crítica de la economía política y a las teorías marxistas, tanto de la economía como de la sociedad, así como de la historia. De esto no nos corresponde hablar ahora, sino decir que lo mismo se repite, esta diferencia entre maestros y discípulos, esto de matar por segunda vez a los maestros, una vez que mueren al convertirlos en momias. Estas regresiones se dan cuando se hace presente en la coyuntura, lo que corresponde a la corriente supuestamente actualizada, pero en realidad anacrónica, la escuela austriaca. No hay pues una actualización como tal, sino, más bien, una reducción, un esquematización simple, que operativamente se convierte en inútil, pues no resuelve el problema económico del desequilibrio.

 

 

Está claro para Ludwig von Mises que hay que distinguir entre el dinero mercancía, el dinero signo, el dinero crédito, el dinero fiduciario, el dinero que corresponde a los títulos, pues no son lo mismo. Tienen incidencias distintas en la economía, en los comportamientos de la gente y en los enfoques subjetivos individuales, es decir, en las valorizaciones individuales subjetivas. Por otra parte, es importante en el análisis del dinero, de los precios y de las dinámicas económicas, diferenciar lo que significa la demanda de dinero respecto a la demanda de mercancías, que pueden servir para consumo o utilizarse como valor de cambio. Distinguir esto respecto a la cantidad de dinero emitido, a la cantidad de dinero en circulación, a la cantidad del dinero ahorrado, que no es de ninguna manera dinero ocioso, sino que es susceptible de utilizarse cualquier rato. En relación a estas consideraciones no se pierde de vista la crítica a la emisión de dinero por parte del Estado y la crítica al papel del Banco Central, que de por sí afectan de manera negativa en el intercambio de valores de cambio y de valores de uso, teniendo en cuenta el papel que cumple de manera espontánea, por así decirlo, el equivalente general. Para decirlo de manera sencilla, una emisión displicente de dinero lleva a la desvalorización del dinero mismo y a la subida de precios de las mercancías.

 

Esta crítica por cierto es importante desde la perspectiva operativa y de las políticas monetarias, pues inciden de manera negativa, deformado el comportamiento económico. Las críticas corresponden a lo que se viene llamar, desde el sentido común, neoliberalismo, respecto a su postulado de achicamiento del Estado. Sin embargo, hemos hablado de esto y hemos demostrado que, paradójicamente, el achicamiento del Estado implica el totalitarismo estatal. No vamos a volver sobre esto, que ya hemos tocado en otros ensayos. Lo que nos importa es tomar nota de la crítica de la intervención gubernamental con la emisión dineraria, usando el Banco Central como el gran emisor. Ciertamente esta intervención es una de las causas de la inflación, pero no la única, puesto que, como hemos apuntado, otro factor importante de la inflación es la condición expansiva del monopolio; incide en la economía provocando precios de monopolio. Hay que considerar otros factores, por cierto, desde la perspectiva postneoclásica, que considera la desvalorización subjetiva del equivalente general. ¿Por qué remarcamos esto? Lo hacemos para hacer hincapié en la diferencia de la que hemos hablado más arriba, entre maestros y discípulos, entre fuentes teóricas y usos manualistas de teorías mal aprendidas.

 

 

El problema no es solamente el equívoco al que lleva esta actitud esquemática y simplona al momento de aplicar la teoría en el campo de las dinámicas económicas, sino sobre todo el efecto demoledor que tiene en la población, en la gente, en las mayorías que consumen y padecen estas políticas de aprendices de brujo. Hablamos del empeoramiento de la crisis social, del incremento de las desigualdades. Lo peor del enriquecimiento pornográfico de una minoría especulativa e inescrupulosa de la burguesía financiera.

 

 

La incidencias destructiva de estas políticas económicas neoliberales se muestran de manera grotesca, también sádica, cuando para lograr el equilibrio económico disminuye el presupuesto de la inversión social, que corresponde a la salud, a la educación, a la cultura, también a la manipulación del salario diferido, que son las jubilaciones, que son prácticamente robadas, ururpando los ahorros que han acumulado durante toda su vida, durante el ejercicio del trabajo en su vida activa. No es nada difícil lograr una disminución del déficit fiscal mediante este procedimiento, que no es otra cosa que el sacrificio de la sociedad y del pueblo, de la mayoría de la población. A largo plazo, este tipo de políticas deben considerarse genocidio diferido. 

 

 

Aparentemente, tomando en cuenta este cálculo aritmético en el cuadro económico restringido, puesto en plano, mediante este tipo de sacrificio de la población, se da lugar al acercamiento al llamado equilibrio económico. Empero se trata de un equilibrio dado en la representación económica, para decirlo de un modo ilustrativo, dado en el pizarrón. No corresponde a un equilibrio económico efectivo, dado en la complejidad de las dinámicas económicas. Entonces este tipo de medidas, por lo menos, en el mediano plazo son un fracaso, constatado de manera palmaria en el largo plazo. El costo social, la martirización de la gente y la tortura de la población, no resuelven el problema económico a mediano y largo plazo. Lo que ocasionan es el enriquecimiento morboso de una casta empresarial, dedicada precisamente a la especulación financiera.

 

 

El problema de comprender este tipo de incidencias destructivas en el campo económico es de que se repite, una y otra vez, como si no se aprendiera de los errores, sino, más bien, se manifiesta un apego a volverlos a cometer de una manera compulsiva. El ajuste estructural y sus consecuencias desastrosas en la economía se dieron ya con las políticas de ajuste estructural de Carlos Menem, después se volvió a repetir con Mauricio Macri, ahora se vuelven a repetir, de una manera obsesiva, con Javier Milei. Incluso se repiten los mismos argumentos, la diferencia se da en la tonalidad en la que se hace elocuente, en la coyuntura y, si se quiere, mediante el partido político que lo dice. En el caso de Carlos Menem fue el justicialismo mismo el encargado de sacrificar a la población y torturarla. En el caso de Mauricio Macri fue una alianza de centro derecha, en el caso de Javier Milei es un nuevo partido con pretenciones del liberalismo radical, que se beneficia del voto en contra del kirchnerismo, en un contexto de inflación continua y de crisis económica y social. En la segunda vuelta se forma una coalición con la derecha y el conservadurismo, es decir, con lo que el mismo excandidato y ahora presidente llama la “casta política”, que sostiene su candidatura y termina ganando las elecciones.

 

 

En los tres casos se hace prácticamente lo mismo, el eterno retorno del sacrificio de la población. Sólo que se lo hace en contextos diferentes y en coyunturas distintas. Lo que hay hay que anotar es que la situación de la población es cada vez más grave, sobre todo por el incremento de la pobreza. El contingente de la población que cae en la pobreza ha aumentado notoriamente, sobrepasa el 50%, lo que es un indicador del fracaso inmediato del ajuste estructural mileista, a pesar de los discursos, que solamente son válidos ante el auditorio de la casta política más conservadora. Hablamos de la cháchara del discurso de la inflación controlada o en disminución.

 

 

Cómo se dice popularmente, para muestra basta un botón. No se puede hablar de superávit cuando sólo se trata de la manipulación en el gasto público, atentando contra la inversión social, es decir, sacrificando a la población, cuando el aparato productivo está prácticamente colapsado. Esto sólo se puede sostener en el delirio de un presidente que confunde el país con un esquema reducido del cuadro económico, a su vez circunscrito al plano de los ejes cartesianos.

 

 

 

A propósito de la teoría del dinero 

 

 

Ludwig von Mises en La teoría del dinero y del crédito [1], en el capítulo de la función del dinero, en Condiciones económicas generales del uso del dinero, dice:

 

“Donde no hay libre intercambio de bienes y servicios no hay lugar para el dinero dinero. En una situación en que la división del trabajo fuera puramente doméstica y la producción y el consumo se resolvieran en familia sería tan inútil como para el individuo aislado. Pero incluso en un orden económico basado en la división del trabajo el dinero sería también innecesario si los medios de producción estuviesen socializados y el control de la producción y la distribución de los artículos acabados fuese ejercido a través de un organismo central, no permitiendo a los particulares cambiar los bienes de consumo asignados a ellos por los los asignados a otros.”[2]

 

Yendo al núcleo de la teoría neoclásico y posneoclásica de la escuela austriaca, en el capítulo de La medida del valorEl valor de uso subjetivo no es mensurable, von Moises escribe:

 

 

“Aunque es corriente referirse al dinero como la medida del valor y de los precios, este concepto es totalmente falaz. Si se acepta la teoría subjetiva del valor, el problema de su medida no puede plantearse. En la antigua economía política tenía sentido la búsqueda de un principio rector en la medida del valor. Si, de acuerdo con una teoría objetiva del valor, se acepta la posibilidad de un concepto objetivo del valor de los bienes y se completa el cambio como entrega recíproca de bienes de valor equivalente, entonces habrá que concluir necesariamente que las operaciones de cambio deben venir precedidas por la medida de la cantidad de valor contenida en cada uno de los objetos que se intercambian. Por lo que es perfectamente lógico considerar el dinero como medida del valor.”[3]

 

“Pero la teoría moderna del valor tiene un punto de partida diferente. Concibe el valor como el significado que un ser humano atribuye a las distintas unidades de un bien determinado que quiere consumir o de las que desea disponer para su mayor provecho. Toda transición económica presupone una comparación de valores. Pero la necesidad de tal comparación, tanto como su posibilidad, se debe solamente a las circunstancias de qué la persona que quiere cambiar tiene que escoger entre varios bienes. No importa si tiene que escoger entre un bien que posee y otro que está en posesión de otro sujeto y por el cual podría cambiarlo, o entre los usos diferentes a que puede destinar una determinada cantidad de medios de producción.” 

 

 

En el capítulo sobre las diferentes clases de dinero el autor trata del dinero y sustitutos monetarios, de las peculiaridades de los títulos monetarios del dinero mercancía, dinero crédito y dinero signo, del dinero mercancía en el pasado y en la actualidad. En lo que respecta a la diferencia entre dinero mercancía, dinero crédito y dinero signo hace una anotación que consideramos es importante, puesto que muchas veces no se tienen en cuenta, dejándose llevar por concepciones jurídicas del dinero. Von Mises escribe:

 

“La teoría económica del dinero se expresa generalmente en una terminología que no es económica sino jurídica. Esta terminología ha sido elaborada por escritores, políticos, comerciantes, jueces y otros que se interesaban principalmente por las características jurídicas de las diferentes clases de dinero y de sus títulos. Esto es útil cuando se trata de aquellos aspectos del sistema monetario que son importantes desde el punto de vista jurídico; pero para los fines de la investigación económica resulta prácticamente inútil. No se ha prestado la debida atención a este defecto, a pesar de que la confusión de los respectivos territorios de las ciencias jurídicas y la economía en ninguna parte ha sido tan frecuente y tan preñada de malas consecuencias como en el campo de la teoría monetaria. Es un error tratar los problemas económicos con criterios jurídicos. La fraseología jurídica, como resultado de la investigación jurídica sobre problemas monetarios, debe contemplarse por la economía como uno de los objetos de sus investigaciones. No es tarea de la economía criticarla, aunque pueda utilizarla para sus fines propios. Nada puede objetarse con el uso de términos jurídicos en el discurso económico mientras no conduzca a consecuencias indeseables. Pero la economía debe construir su propia terminología para poder alcanzar sus particulares fines.”[4]

 

Respecto a las particularidades del dinero dice que:

 

“Dos clases de objetos pueden emplearse como dinero: Por una parte, biene físicos en cuanto tales, como los metales oro y plata; y, por otra parte, objetos que no difieren técnicamente de otros que no son dinero, en los que el factor decisivo para considerarlos dinero no es un factor físico sino una característica jurídica. Un trozo de papel que se considera dinero por la firma de una autoridad no difiere, técnicamente considerado, de otro trozo de papel que lleve la marca de una persona no autorizada, lo mismo que una pieza de cinco francos auténtica no difiere técnicamente de una “imitación exacta”. La sola diferencia estriba en la ley que regula la fabricación de tales monedas, reservada a la autoridad. (Para evitar todo posible error, diremos expresamente que todo lo que la ley puede hacer es regular la emisión de moneda y que excede el poder del Estado asegurar además que éstas se conviertan efectivamente en dinero; es decir, que se empleen efectivamente como medio común de cambio. Todo lo que el Estado pude hacer por medio de su sello oficial es apartar ciertas piezas de metal o papel papel de todas las otras cosas de la misma clase, de tal suerte que puedan someterse a un proceso de valoración independiente del resto. De este modo permite que estos objetos que poseen una cualificación jurídica especial sean empleados como medio común de cambio, mientras que las demás mercancías de la misma clase siguen siendo simples mercancías. También puede el Estado tomar varias medidas con objeto de impulsar el empleo real de las mercancías cualificadas como medio común de cambio. Pero estas mercancías nunca podrán convertirse en dinero por el mero hecho de que el Estado así lo ordene; el dinero sólo puede crearse por el uso de quienes participan en las transacciones comerciales.)”[5]

 

Queda claro aquí qué el Estado no es una condición necesaria para el decurso del dinero, podemos deducir, incluso para el funcionamiento de la economía o lo que nosotros llamamos las dinámicas económicas, que son dinámicas moleculares de los sujetos sociales y son dinámicas molares de las instituciones. En todo caso son dinámicas sociales, lo que obvian y olvidan las teorías clásicas, neoclásicas y posneoclásicas marginalistas. Esto del Estado y de la posición respecto al Estado de la escuela austriaca es algo que debemos tomar en cuenta, tener como referente en la interpretación de la teoría económica posneoclásica y marginalista. En la aplicación de la ajuste estructural se utiliza al Estado para imponer estas políticas económicas de equilibrio. En el capítulo sobre El dinero y el Estado, en La posición del Estado en el mercado, von Mises escribe:

 

“La posición del Estado en el mercado no difiere en modo alguno de la de cualquier sujeto que interviene en las transacciones comerciales. Como éstos, el Estado intercambia mercancías y dinero en  los términos fijados por las leyes del precio. Ejerce sus derechos soberanos sobre su súbitos exigiéndoles coactivamente sus contribuciones; pero en los demás aspectos se adapta como cualquier otro a la organización comercial de la sociedad. En cuanto comprador y vendedor, el Estado tiene que acomodarse a las condiciones del mercado. Si desea alterar alguna de las relaciones de cambio establecidas en el mercado, sólo puede hacerlo a través del mecanismo propio del mercado. Generalmente podrá actuar de manera más efectiva que cualquier otro, gracias a los recursos de qué dispone al margen del mercado. Es responsable de las más acusadas perturbaciones del mercado debido a su capacidad de ejercer la mayor influencia sobre la demanda y la oferta. Pero no por ello deja de estar sujeto a las reglas del mercado, sin que puede esquivar las leyes del proceso de formación de los precios. En un sistema económico basado en la propiedad privada de los medios de producción ninguna regulación gubernamental puede alterar los términos del intercambio a no ser modificando los factores que los determinan.”[6]

 

 

En el capítulo sobre El dinero como bien económico, en El dinero no es ni un bien de producción ni un bien de consumo, el teórico de la escuela austriaca escribe:

 

“Los bienes económicos se suelen dividir en dos clases: la primera, la de aquellos que satisfacen las necesidades humanas directamente, y la segunda, la de aquellos que las satisfacen indirectamente; en otras palabras: bienes de consumo, o de primera orden, y bienes producción, o de órdenes superiores. El intento de incluir el dinero en alguno de estos grupos tropiezas con dificultades insuperables. No es necesario demostrar que el dinero no es un bien de consumo. Pero también resulta incorrecto calificarlo como un bien de producción.”[7]

 

 

Ante la dificultad Karl Gustav Adolf Knies propone una clasificación tripartita, para incluir en la clasificación al dinero, considerándolo como bien de cambio. Después de una larga circunspección sobre las insuficiencias de la posición de Knies, von Mises termina aproximandose a la misma, a partir de otras rutas y consideraciones. En El dinero como parte del capital privado, anota:

 

“No hemos acometido esta investigación sobre la relación entre dinero y bienes de producción simplemente por su interés terminológico. Lo verdaderamente importante en sí mismo no es nuestra última conclusión, sino la posible luz que nuestros argumentos arrojan sobre aquellas peculiaridades del dinero que le distinguen de otros bienes económicos. Estas características especiales del medio común de cambio recibirán mayor atención cuando volvamos a considerar las leyes que regulan el valor del dinero y sus variaciones.”[8]

 

 

Al abordar esta discusión von Mises opta por los dos conceptos de capital de Eugen von Böhm-Bawerk, la que corresponde al capital privado y la que corresponde al capital social. Böhm-Bawerk define el capital privado como la suma de productos que sirven de medios para la adquisición de bienes. Nunca se ha discutido que el dinero debe incluirse en esta categoría. Al respecto von Mises anota:

 

“En efecto, el desarrollo del concepto científico de capital parte de la noción de un interés devengado por una suma de dinero. Este concepto de capital ha ido ampliándose poco a poco hasta tomar la forma que tiene la moderna discusión científica, en general coincide aproximadamente con el uso popular.”[9]

 

 

Sin embargo como el mismo von Mises dice, el capital es estéril, en consecuencia no puede ser incluido en el concepto de capital. Para Böhm-Bawerk el capital social o productivo corresponde al conjunto de productos destinados a ser empleados en una ulterior producción. En consecuencia, el dinero no puede ser considerado como bien de producción, tampoco puede ser considerado como capital social. 

 

 

En la segunda parte de La teoría del dinero y del crédito, en el bloque dedicado a El valor del dinero, en el capítulo sobre El concepto de valor del dinero, factores subjetivos y objetivos en la teoría del valor del dinero, von Mises escribe:

 

“El elemento central en el problema económico del dinero es su valor de cambio objetivo, llamado popularmente su poder adquisitivo. Este es el punto de partida obligado en toda su importancia, ya que sólo en conexión con su valor de cambio objetivo aparecen en toda su importancia las peculiares propiedades que diferencian al dinero de los bienes.”[10]

 

 

Al respecto no debe olvidarse que, en la teoría citada, es el valor subjetivo el que condiciona y determina el valor objetivo. Von Mises dice: 

 

“Las apreciaciones objetivas de los individuos son la base de la valoración económica del dinero como de la de los demás bienes. Y estas estimaciones subjetivas se derivan en definitiva, tanto en el caso del dinero como en el de otros bienes económicos, de la importancia que se atribuye a un bien o conjunto de bienes como condición considerada necesaria para la existencia de una utilidad, dados ciertos fines últimos por parte de algunos individuos. Sin embargo, mientras la utilidad de otros bienes dependen de ciertos hechos externos (el valor de uso objetivo de la mercancía) y de ciertos hechos internos (la jerarquía de las necesidades humanas), es decir de condiciones que no pertenecen en absoluto a la categoría de lo económico, sino que son parte de la naturaleza tecnológica y en parte de naturaleza psicológica, el valor subjetivo del dinero está condicionado por el valor de cambio objetivo, es decir por una característica que entra de lleno en el campo de la economía.”[11]

 

 

Von Mises dice que el valor de uso subjetivo y el valor de cambio subjetivo coinciden en lo que respecta al dinero. La anotación es la siguiente:

 

“Ambos se derivan del valor de cambio objetivo, ya que el dinero no tiene más utilidad que la que surge de la posibilidad de obtener otros bienes económicos a cambio de él. Es imposible concebir ninguna función del dinero que pueda separarse del hecho de su valor de cambio objetivo. Por lo que se refiere al valor de uso de un artículo, no importa si este artículo tiene también valor de cambio o no, pero para que el dinero tenga valor de uso es esencial que tenga valor de cambio.”[12]

 

 

Cómo se puede ver el valor de uso subjetivo y el valor de cambio subjetivo no solamente coinciden, sino que dependen del valor valor de cambio objetivo. En otras palabras el valor de cambio subjetivo y el valor de cambio objetivo están enmarañados, por así decirlo. ¿Cómo lograr una mejor comprensión de lo que se acaba de anotar? Podríamos recurrir a una perspectiva dialéctica para resolver el problema que enuncia y no puede resolver del todo la escuela austriaca, debido a su alejamiento de la lectura dialéctica del campo económico. Se ha quedado en una perspectiva y enfoque analítico, que en el mejor de los casos es deductivo, sin embargo por su oposición a una metodología inductiva y preferir una metodología deductiva, están también alejados de una contrastación ilustrativa y pedagógica, que puedan mejorar su propia comprensión del problema. 

 

 

Desde la perspectiva dialéctica, que por cierto no compartimos del todo, puesto que adolece de una interpretación conceptual especulativa, en el buen sentido de la palabra, en lo que respecta a la fenomenología de las representaciones de la conciencia y de la experiencia. Como hemos dicho nosotros optamos, más bien, por una perspectiva compleja. Sin embargo, por ahora, es sugerente hacer notar que entre la concepción objetiva y la concepción subjetiva de la realidad, la dialéctica ha aportado con la concepción de la íntima relación y contradicción complementaria, derivando en una síntesis teórica, que ayuda a comprender mejor la dinámica de la experiencia, de la consciencia y del conocimiento. En el caso que nos ocupa, el concepto de valor, concepción explicativa de lo que podemos llamar la inclinación por la ponderación de las necesidades y de lo que satisface a las necesidades, la crítica de la economía política ha heredado los conceptos de valor de uso y valor de cambio, su diferenciación, de la economía clásica. Von Mises considera que esta diferenciación es anticuada, sin embargo nosotros consideramos útil. Lo que decimos queda demostrado en la propia concepción de valor de uso que hace la escuela austriaca cuando habla de utilidad. Por cierto la valoración no puede ser sino hecha por el sujeto, tanto individual como social, ambos que no pueden disociarse, de ninguna manera, como creen la escuela austriaca, la escuela de Friburgo y la escuela de Chicago, es decir, algunos referentes de la arqueología de la concepción marginalista de la economía. El individuo es un producto social y la sociedades producto de las actividades individuales, por así decirlo, singulares. Hay pues una dialéctica entre ambas perspectivas, enfoques, situaciones y experiencias. El valor de cambio objetivo deriva del el encuentro relativo a los movimientos de la oferta y la demanda, que según la teoría objetiva, es donde se sitúa el precio o la definición del precio. El valor de cambio subjetivo deviene de las consideraciones particulares, que hace el individuo respecto a sus necesidades y a la forma de satisfacer sus necesidades, incluyendo no solamente aquellas vinculadas al consumo, sino también a la producción y al cambio. En consecuencia, se puede interpretar dialécticamente lo que acontece con la valorización objetiva y la valorización subjetiva. Son contradictorias, pero, a la vez, logran su síntesis a partir de su complementariedad y mutuo condicionamiento.

 

 

 

Esta disgreción larga que hemos hecho, que se puede considerar filosófica, tiene la intención de mostrar los problemas expositivos de las teorías neoclásicas y posneoclásicas marginalistas. Esta no es nuestra principal preocupación. Lo que nos interesa, ahora, es rescatar las descripciones que hace von Mises de las dinámicas de las composiciones económicas, en los límites de la complejidad que logra asumir la escuela austriaca. Algo que han perdido precisamente los seguidores posmodernos de esta escuela y de estas teorías. Nos referimos al empobrecimiento teórico en el uso interpretativo. Los discípulos posmodernos estan más inclinados a la aplicación y la operatividad de las políticas económicas del ajuste estructural. Que en todo caso terminan siendo disfuncionales a la sociedad y a la economía.

 

 

En Crítica de la economía política del signo Jean Baudrillard propone que hay que interpretar y explicar algo por el orden de relaciones en el que se mueve. Desde está perspectiva se requiere interpretar y explicar el dinero a partir del orden de relaciones en el que se mueve. Entonces, no se podría explicar el dinero sin el contexto o los contextos de órdenes de relaciones. Volvemos a remitirnos al ámbito de las relaciones sociales. Algo que es ajeno al enfoque y a las interpretaciones de las escuelas neoclásicas y posneoclásicas, incluyendo en ellas a la escuela austriaca. Gran parte de los problemas de explicación en el que incursiona la escuela austriaca, concretamente Ludwig von Moises, se pueden resolver con el desplazamiento a la perspectiva propuesta por Baudrillard. 

 

 

En El valor de cambio objetivo del dinero von Mises dice que no se puede discutir el problema del valor del dinero sin considerar su valor de cambio objetivo. Que en las condiciones actuales, el valor objetivo de cambio es la clase más importante de valor, según Friedrich von Wieser. Esto porque rige el aspecto social y no el meramente individual de la vida económica. Dice que excepto en su explicación de los fundamentos de la teoría del valor, la economía se ocupa casi exclusivamente del valor de cambio objetivo. “Esto es aplicable en cierta medida a todos los bienes, incluso los que son útiles al margen del poder de cambio que posean; pero lo es mucho más tratándose del dinero.”[13]

 

Sin embargo, hace la siguiente observación:

 

“Hay que observar que ni siquiera el valor de cambio objetivo es realmente una propiedad de los bienes mismos que les haya sido dispensada por la naturaleza, ya que en ultima instancias se deriva también del proceso humano de valorar bienes individuales. Pero las relaciones de cambio que se establecen entre diferentes bienes en las transacciones comerciales, y se determinan por la influencia colectiva de las valoraciones subjetivas de todas las personas que intervienen en las transacciones del mercado, surgen también en los distintos individuos, que generalmente tienen una influencia infinitesimal en la determinación de las relaciones, como hechos consumados, que en la mayoría de los casos hay que aceptar incondicionalmente. Prescindiendo de esta situación, se ha formado así fácilmente la opinión de qué cada bien llega al mercado con una cantidad definida de valor independiente de las valoraciones individuales. Desde este punto de vista, los bienes no son cambiados unos por otros por los seres humanos, sino que sencillamente se cambian.”[14]

 

Al respecto la aclaración consiste en que se han heredado terminología y conceptualización de la escuela clásica que en la actualidad ya no es pertinente. “En la teoría del valor de Smith y Ricardo, y en la de sus sucesores, el valor de cambio representa el papel más importante. Estas teorías tratan de explicar todos los fenómenos del valor partiendo del valor de cambio, que interpretan como valor-trabajo o valor-coste-de-producción. Para la moderna teoría del valor, esta terminología no tiene más que una importancia histórica, y no hay motivo para tener una confusión entre los dos conceptos de valor de cambio. Esto excluye las objeciones formuladas recientemente contra el uso continuo de la expresión “valor de cambio objetivo”.” (Pág 75)

 

 

En Problemas que implica la teoría del valor del dinero el autor establece que:

 

“La teoría del dinero debe tener en cuenta la diferencia fundamental entre los principios que rigen el valor del dinero y los que rigen el valor de las mercancías. En la teoría del valor de las mercancías no es necesario, al principio, prestar atención al valor objetivo de cambio. En esta teoría todos los fenómenos de la determinación del valor y del precio pueden explicarse tomando como punto de partida el valor de uso subjetivo. No ocurre lo mismo con la teoría del valor del dinero. En efecto, puesto que el dinero, al revés que los otros bienes, sólo pueden realizar su función económica cuando posee un valor valor de cambio objetivo, el análisis de su valor subjetivo requiere previamente el de su valor de cambio objetivo. En otras palabras, la teoría del valor del dinero nos retrotrae del valor de cambio subjetivo al valor de cambio objetivo.”[15]

 

 

La pregunta sobre el valor de cambio del equivalente general del dinero parece una pregunta tautológica, es como preguntar cuál es el valor del valor, en este caso económico. Parece algo parecido a preguntarse cuál es el metro del metro y cuál es la medida de la medida. Sin embargo hay que meditar sobre esta pregunta, que es respondida a medias por von Mises en La teoría del dinero y del crédito. Después de varias consideraciones el teórico de la escuela austriaca propone, para responder esta pregunta tutológica, que para tener valor de cambio el dinero tiene que tener valor de uso, tiene que ser útil. ¿Cuál es la utilidad del dinero? Si recogemos un criterio de sentido común usual, se podría decir que el dinero es un activo financiero, que sirve para calcular el valor de bienes y servicios, así como para comparar los productos y servicios que se desean adquirir o contratar, teniendo en cuenta los precios. Es un medio de pago y de intercambio, que permite a las personas especializarse en una actividad productiva concreta. También sirve para calcular cuánto valen los diferentes bienes y servicios en una misma unidad. Al ser un activo, el dinero permite mantener riqueza, de hecho tanto las personas como las familias o las empresas, suelen mantener parte de su patrimonio en forma de dinero. Si vamos a las funciones del dinero se puede decir que en la economía mercantil desarrollada, el dinero cumple las cinco funciones siguientes: 1) Medida del valor, 2) medio de circulación, 3) medio de acumulación o de atesoramiento, 4) medio de pago y 5) dinero mundial.

 

 

Ahora bien, si es así, sin discutir esas definiciones, tampoco debatir sobre otras alternativas, para hacer lo mismo, que hace el dinero, en un mundo de avanzada tecnología comunicacional y cibernética, que conlleva lo que podemos llamar la revolución de la información, en una etapa de la aplicación de inteligencia artificial, la pregunta es: ¿Dada esta utilidad del dinero cuál es el valor de cambio del dinero? ¿Tiene que ver con la demanda de dinero por parte de la gente? ¿Tiene que ver con su ductibilidad y maleabilidad extremas, sobre todo cuando hablamos del billete, de la circulación del billete, también del dinero virtual que ya se usa y tiene gran circulación a través de la implementación, aplicación y uso de la informática y la cibernética? Esto tendría un costo por el uso, empero el costo del dinero no termina respondiendo a la pregunta del valor de cambio del dinero. ¿Tiene que ver entonces con el interés que genera o se hace generar a partir del sistema bancario y otros dispositivos? ¿Empero el valor de cambio del equivalente general, el dinero, no altera su función de dinero, de equivalente general? ¿En la medida que se inventa una medida de la medida, no altera esto la función de la medida misma? Tal parece que sí, que este valor de cambio del dinero altera no solamente las funciones del dinero como equivalente general, sino que afecta en los funcionamientos de las dinámicas económicas.

 

 

Ahora bien está implementación de la tautología en la vida económica no podría entenderse sin la intervención estatal. Es el Estado el que establece las reglas del juego, incluso las reglas del juego del mercado, aunque lo haga considerando la misma espontaneidad del mercado. A diferencia de lo que creen los neoliberales sobre el fantasma de la mano invisible del mercado, es el Estado el que juega un papel importante, no solamente en lo que respecta a la emisión dineraria, sino también en lo que respecta a la definición arbitraria del valor de cambio del equivalente general, que es el dinero.

 

 

 

El círculo vicioso del valor de uso y el valor de cambio del dinero

 

En el capítulo sobre Los determinantes del valor de cambio objetivo o poder adquisitivo del dinero, en El elemento de continuidad en el valor de cambio objetivo del dinero, particularmente en La dependencia de la valorización subjetiva del dinero respecto a la existencia de valor de cambio objetivo, Ludwig von Mises escribe:

 

“Según la moderna teoría del valor, el precio es la resultante de la acción recíproca en el mercado de las valoraciones subjetivas de las mercancías y de los bienes entregados a cambio. De principio a fin, es el resultado de valoraciones subjetivas. Los bienes se valoran por los individuos que los cambian, según su valor subjetivo de uso, y sus razones o relaciones (ratios) de cambio se determinan dentro del radio en qué oferta y demanda se hallan en un exacto equilibrio cuantitativo. La ley del precio formulada por Menger y Böhm-Bawerk nos ofrece una completa y numéricamente precisa explicación de estas relaciones de cambio; dicha ley aplica exhaustivamente a todos los fenómenos del cambio directo. En la concurrencia bilateral, el precio de mercado se halla comprendido entre un límite superior fijado por las valoraciones del postor más bajo entre los compradores efectivos y de el oferente más alto entre los posibles vendedores excluidos, y otro límite inferior fijado por las valoraciones del oferente más bajo entre los vendedores efectivos y el postor más alto entre los posibles compradores excluidos.”[16]

 

 

En relación al valor de cambio del dinero von Mises dice que depende de la consideración subjetiva de los individuos que lo demandan. En relación a la aplicación de la utilidad marginal al problema del dinero, considerando la teoría de la utilidad marginal, se trata de pasar al valor de cambio de los bienes, en el grado de utilidad que estos proporcionan al individuo. Se puede decir que el grado de utilidad del dinero para el individuo dependerá de su valor de cambio, ya que sólo puede tener utilidad si tiene valor de cambio; el grado de utilidad está determinado por el nivel del valor de cambio. A la pregunta de ¿cuál es el valor de cambio del dinero?, se responde que el dinero tiene valor de cambio si es útil, es decir, si tiene valor de uso, también depende de las consideraciones subjetivas de los involucrados a usarlo. Después se dice que el grado de utilidad está determinado por el valor de cambio. Un verdero círculo vicioso. ¿De qué depende que el círculo vicioso se convierta en un círculo virtuoso? Si el dinero tiene valor de cambio porque es útil y si es útil es porque tiene valor de cambio, se pueden concluir en dos interpretaciones diferentes y opuestas, además de contradictorias. La primera diría que, en consecuencia, el dinero no es inútil, tampoco tiene valor de cambio. La segunda diría que el dinero es necesario porque es útil y tiene valor de cambio.

 

 

¿Cuándo y dónde aparece el valor de cambio? Supuestamente cuando y donde se desarrolla el intercambio, sin embargo, la moneda aparece acuñada por el Estado para pagar el tributo. Lo del intercambio como origen del dinero es un mito, aunque se haya dado el intercambio. El intercambio no es el origen de la moneda, tampoco del dinero; el intercambio comienza con el trueque, la moneda aparece con el Estado. Cuando el intercambio usa la moneda es cuando ya estaba impuesta por el Estado. Se pasa del pago al tributo, a la valoración de los bienes de intercambio a ser usados como equivalentes generales del valor, que encierran los bienes de intercambio. El dinero se convierte en equivalente general precisamente por la reglamentación del Estado. Por así decirlo, el campo económico y el campo político siempre estuvieron entrelazados. 

 

 

En La aplicabilidad al dinero de la teoría de la utilidad marginal, von Mises, dice:

 

“Quienes han comprendido la importancia de los valores históricamente transmitidos en la determinación del valor de cambio objetivo del dinero no encontrarán grandes dificultades para salir de este aparente círculo vicioso. Es cierto que la valoración de la unidad monetaria por el individuo es sólo posible en el supuesto de que exista con anterioridad en el mercado una relación de cambio ante el dinero y otros bienes económicos. Sin embargo, es un error deducir que la teoría de la utilidad marginal no puede proporcionar una completa y satisfactoria explicación de la determinación del valor de cambio objetivo del dinero. El hecho de que esa teoría sea incapaz de explicar el valor de cambio objetivo del dinero enteramente por referencia a su utilidad monetaria, de que para completar su explicación, como ya demostramos, sea preciso retroceder a aquel valor de cambio originario basado no en una verdadera función monetaria sino en los demás usos del objeto que se utiliza como dinero; todo ello, en fin, no debe considerarse como un fallo de la teoría, pues corresponde exactamente a la naturaleza y origen del particular valor de cambio objetivo que nos ocupa. Exigir una teoría del valor del dinero que explique la relación de cambio entre el dinero y las mercancías solamente con referencias a su función monetaria y sin la asistencia del elemento de continuidad histórica en el valor del dinero es exigir una cosa totalmente opuesta a su verdadero objeto y naturaleza.”[17]

 

Después anota que:

 

“La teoría del valor del dinero como tal sólo puede remontarse en la búsqueda del valor de cambio objetivo del dinero hasta que el punto en que deja de ser el valor del dinero para convertirse simplemente en el valor de una mercancía. En este punto, la teoría del valor del dinero debe ceder el paso a la teoría general del valor, la cual no encontrará entonces nuevas dificultades en la solución del problema. Es cierto que la valoración subjetiva del dinero presupone un previo valor de cambio objetivo; pero el valor que se presupone no es el mismo que el valor que tiene que explicarse; lo que sea de presuponer es el valor de cambio de ayer, y es completamente lícito servirse de él para explicar el precio de hoy. El valor de cambio objetivo del dinero que domina en el mercado de hoy se deriva del de ayer, De la influencia de las valoraciones subjetivas de los individuos que intervienen en el mercado, de la misma forma que el de ayer se derivó, a su vez, de la influencia de las valoraciones subjetivas, según el valor de cambio objetivo vigente con anterioridad.”[18]

 

 

Como hemos dicho antes, algo tiene significado en el orden de relaciones en el que se mueve. Lo mismo pasa con el dinero, sus significados se dan lugar en el trajín, en las dinámicas, en las compulsas y realizaciones que se dan en el orden de relaciones en el que se mueve. De por sí el dinero no es nada, por así decirlo; si algo es lo es por el orden de relaciones en el que se mueve, por el contexto en el que circula. Obviamente no sólo el Estado es el que da lugar a la institucionalización, legalización y función jurídica del dinero, además de disponer el funcionamiento económica del dinero. Hay otras instituciones sociales que usan el dinero de acuerdo a sus fines y objetivos que se proponen. En otras palabras, hablamos de ámbitos de relaciones, que conforma la complejidad, por así decirlo, atmosférica, en la que se mueve el dinero y donde adquiere sentido social. No se trata, de ninguna manera, como cree el neoliberalismo, de individuos aislados que establecen relaciones económicas. Los individuos están asociados, están organizados, están condicionados por las instituciones, que los anteceden, que los usan y les dan un destino por así decirlo. Hablamos de empresas y de instituciones o, dicho de otra manera, más clara, hablamos de instituciones empresariales, de instituciones sociales y culturales, que a su vez usan el dinero para realizarse, reproducirse y manifestar socialmente su incumbencia.

 

 

Desde la perspectiva de la complejidad ya no hay una división de los saberes, de las disciplinas y, abusando del término, de las ciencias. En otras palabras, ya no es posible una economía aislada de una sociología, de una antropología, de una psicología y sobretodo de una ecología. Esto es cosa del pasado. La perspectiva de la complejidad requiere de la complejidad misma de la realidad efectiva y comprenderla, entenderla, conocerla para interpretarla, para potenciar las actividades y las prácticas sociales, en la perspectiva de la armonización integral de las dinámicas sociales y ecológicas.

 

 

La valoración desde una perspectiva compleja adquiere una connotación problemática, vale decir se valora las conjugaciones de distintos planos y espesores de intensidad sociales y ecológicos. Se valora la armonización de todos estos planos y espesores de intensidad. Ya no se trata del valor de uso, del valor de cambio, sino del valor vital, que da lugar a la proliferación recreativa de la vida. 

 

 

Ahora bien ¿cómo interpretar la permanencia del dinero en la sociedad en crisis múltiple, sobre todo en crisis ecológica? Retomando lo que dijimos, no hablamos ciertamente de una sola forma de dinero y menos de un dinero en general, pues hay variadas formas de dinero, más aún en una sociedad que ha desarrollado ampliamente el crédito, los mecanismos de crédito, la cuantificación minuciosa de la valorización aritmética y sobretodo la virtualización del dinero mismo. No desaparecen los fenómenos que ha estudiado la economía, sino que adquieren otra connotación y sentido desde la perspectiva interpretativa de la complejidad. Podemos decir que asistimos a la revolución de la medida de las magnitudes en movimiento, asistimos a la cuantificación minuciosa, detallada y clasificada de los movimientos y de los procesos inherentes a lo que se llamó producción, distribución y consumo, pero ahora en el contexto de procesos sociales afectados por la crisis económica, sobre todo, teniendo en cuenta el contexto mayor ecológico, afectado por lo que podríamos llamar o volver a llamar el desarrollo capitalista.

 

 

El dinero no es más que un instrumento de medida de las transacciones de las producciones de los consumos así como de las acumulaciones y transformaciones, no sólo económicas sino sociales. Puede convertirse también en una medida de la destrucción planetaria. 

 

 

 

 

 

 Notas



[1] Ludwig von Mises: La teoría del dinero y del crédito. Unión Editorial. Buenos Aires 2012. 

[2] Ibídem. Pág. 3.

[3] IbídemPág. 11.

[4] Ibídiem. Págs. 32-33.

[5] Ibídem. Pág. 33.

[6] Ibídem. Pág. 41.

[7] Ibídem. Pág. 53.

[8] Ibídem. Pág. 60.

[9] Ibídem. Pág. 62.

[10] Ibídem. Pág 71.

[11] Ibídem. Pág 71.

[12] Ibídem. Pág 72.

[13] Ibídem. Pág 74.

[14] Ibídem. Pág 75.

[15] Ibídem. Pág 76.

[16] Ludwig von Mises: La teoría del valor y del crédito. Unión editorial. Buenos Aires 2012. Pág. 83.

 

[17] Ibídem. Pág. 95.

[18] Ibídem. Pág. 95.

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