Formación del concepto de capital

Formación del concepto de capital

Raúl Prada Alcoreza

Perfiles del capitalismo

 

 

 

 




 

Introducción

En el presente ensayo buscamos una anticipación corta de evaluación epistemológica, es decir, apuntes, para una arqueología del concepto de capital. Entendiendo, como se dice, a estas alturas del partido, que el concepto de capital ya ha experimentado su ciclo, desde su nacimiento o su aparición, hasta su propia clausura o estratificación epistemológica. Nos vamos a centrar, sobre todo, en dos teóricos, que arrancan con las escuelas neoclásicas, particularmente marginalistas, que viven su propia trayectoria configurativa, en la singularidad de sus formaciones discursivas y enunciativas, respondiendo a problemáticas que padece el sistema-mundo capitalista  y deriva en interpretaciones opuestas, para después contrastarse con la realidad efectiva. 

 

Apuntes para una arqueología del concepto de capital

Michel Foucault dice que se pasa a la episteme moderna con la experiencia de las empiricidades y las finitudes. La conciencia social asume como campo de estudio al trabajo, a la vida y al lenguaje. En lo que respecta a la economía se pasa del análisis de la riqueza, al análisis de la producción. El trabajo es la empiricidad en cuestión, es el tiempo el que atraviesa la concepción del trabajo. La economía clásica se da en este ámbito. Se puede decir que la economía neoclásica supone un desplazamiento epistemológico. Se pasa del concepto de valor, como tiempo cristalizado en el producto, convertido en costo de producción y después en precio de mercancía, a la concepción del equilibrio en el mercado, en plural, en mercados dinámicos y en constante desequilibrio. Concepción, que supone los ciclos económicos de corto, de mediano y largo plazos.

Ahora nos compete auscultar sobre la episteme de la modernidad tardía, cuando se dan lugar otras escuelas del pensamiento económico. Hablamos sobre todo de las escuelas que arrancan con las corrientes neoclásicas, en sus dos versiones encontradas, la británica y la austriaca. Para abordar esta tarea vamos a ingresar al debate entre John Maynard Keynes y Friedrich August Hayek, atendiendo, es decir, circunscribiendo nuestra lectura, al desenvolvimiento y despliegue del concepto de capital. En primer lugar, nos vamos a detener en el concepto de capital, vamos a retomar La teoría pura del capital de Hayek, después, consideraremos la Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero de Keynes. Al respecto, hay que tener en cuenta que, en el caso de Hayek, se trata de la teoría pura del capital y, en el caso de Keynes, se trata de un análisis macroeconómico de los problemas y las temáticas que aborda el autor, a la luz de la crisis del capitalismo dada en 1929. 

Antes de comenzar, no hay que olvidar que en La teoría pura del capital estamos ante cuatro partes de la exposición teórica. Es, partir de la tercera parte, que se aborda la producción capitalista en una economía competitiva, se analiza la producción capitalista. Esto quiere decir que la primera y la segunda partes, que se ocupan de la introducción y de la inversión en una economía simple, tienen como referente el caso de “una sociedad comunista centralmente, dirigida”. Este es el supuesto que ha servido de referente, tal como lo dice Hayek, para abordar los problemas de la producción en una sociedad centralmente dirigida. Las partes tercera y cuarta toman como referente otro supuesto, el de la sociedad competitiva; esta vez el análisis está dedicado, como hemos dicho, a la producción capitalista y al análisis de la tasa de interés en una economía monetaria. En cambio, en el libro citado de Keynes, partimos de la teoría general para, desde ahí, después, adentrarse en los postulados de la economía clásica. Seguidamente se hace el análisis del principio de la demanda efectiva. Todo esto corresponde al libro uno; en el libro dos se tienen las definiciones e ideas. En el capítulo cuatro se trabaja la elección de las unidades, en el capítulo cinco se trata de la expectativa como determinante de la producción y de la ocupación. En el capítulo seis se analiza las definiciones de ingreso, ahorro e inversión. En el capítulo siete se tiene la consideración sobre el significado de ahorro e inversión, de la manera más ampliamente considerada. En el libro tres se trata de la reflexión sobre la propensión a consumir, en el capítulo ocho se trabaja sobre los factores objetivos y en el capítulo nueve se trata de los factores subjetivos. En el capítulo diez se tiene el análisis de la propensión marginal, la consumida y el multiplicador. En el libro cuatro se expone la tesis sobre el incentivo para invertir. En el capítulo once se analiza desde la perspectiva de la eficiencia marginal del capital. En el capítulo doce se analiza el estado de las expectativas a largo plazo. En el capítulo trece se tiene la exposición de la teoría general de la tasa de interés. En el capítulo catorce se expone la teoría clásica de la tasa de interés y en el capítulo quince se analizan los incentivos psicológicos y de negocios para la liquidez. En el capítulo dieciséis se hacen especiales observaciones sobre la naturaleza del capital. En el capítulo diecisiete se analizan las propiedades esenciales del interés y el dinero. En el capítulo dieciocho se hace un nuevo planteamiento sobre la teoría general de la ocupación. En el libro cinco se trata sobre los salarios nominales y precios. En el capítulo diecinueve se analizan las modificaciones de los salarios nominales. En el capítulo veinte se estudia la función de la ocupación y en el capítulo veintiuno se expone la teoría de los precios. En el libro seis se hacen breves consideraciones sobre la teoría general. En el capítulo veintidós se hacen breves notas sobre el ciclo económico. En el capítulo veintitrés se hacen notas sobre el marginalismo, las leyes sobre la usura, el dinero sellado y las teorías del subconsumo. En el capítulo veinticuatro se hace la exposición sobre notas finales de la filosofía social a la que podría conducir la teoría general. 

Una de las primeras impresiones que tenemos al comparar las teorías de ambas escuelas postneoclásicas enfrentadas, que desde nuestro punto de vista comparten un mismo desplazamiento epistemológico, en lo que respecta al pensamiento económico, es que estamos ante una teoría abstracta del capital, la que corresponde a Hayek, y ante una teoría concreta del capital, la que corresponde a Keynes. Por una parte, tenemos a la escuela austriaca, que se acerca a la concepción del capitalismo a partir de conceptualizaciones teóricas y modelos abstractos, que suponen el comportamiento puro de factores, variables, flujos, stocks, inputs y outputs, de bienes, de ofertas y demandas, tanto de bienes como de recursos. Haciendo de contexto en el comportamiento de las inversiones, de la renta y del interés. Por otra parte, tenemos a la corriente keynesiana, que parte de las teorías de Keynes, que tiene como referente a los problemas que aborda el desarrollo capitalista, sobre todo los que desencadenan crisis, que pueden considerarse incluso cíclicas. No todos los de la corriente hablan de la misma manera, empero comparten un punto de vista respecto al Estado, que les ayuda abordar su comprensión, entendimiento y conocimiento de la economía capitalista moderna, a partir de lo que se ha venido en conocer la intervención pública. Aunque está comparación no sea del todo completa y adolezca de cierta falencia, sobre todo estructural, al momento de comparar ambas teorías, ayuda esta comparación para comenzar la evaluación crítica de las dos versiones postneoclásicas.

¿Qué es el capital?

¿Dónde se encuentra el capital? ¿En la masa dineraria? ¿En el cálculo del producto anual, es decir, de la producción anual? Hayek dice que en la producción. El capital es producción, valga la redundancia, la producción es donde se produce el capital. En otras palabras esto quiere decir que el capitalismo es esencialmente industrial. ¿Por qué otras concepciones económicas hablan de capital en sentido más amplio, se incorpora el comercio, la distribución, el transporte y el consumo? Ciertamente todo esto hace al campo económico. ¿La economía es el lugar específico del capital? El capital irradia el campo económico, pero no necesariamente el campo económico es inmediatamente capital. Puede, ciertamente, haber distintas concepciones del capital, empero, habría que preguntarse, ¿si estas son consistentes? Karl Marx decía que el capital es valorización del valor. ¿Pero, dónde se realiza el valor, donde se valoriza? De acuerdo a El capital de Marx el modo de producción específicamente capitalista es industrial. El capitalismo propiamente dicho es industrial. En esto coincidirían tanto Hayek como Marx, desde la perspectiva de la producción. 

Entonces, ¿por qué hablar de capitalismo cuando hablamos de todos los fenómenos que concurren en el campo económico? ¿Se trata de una proyección del capital industrial al resto de las áreas del campo económico? ¿O se trata de un concepto anterior, que incluso pertenece a otros campos semánticos, que se aplica, en un momento determinado, a la revolución industrial, para definir el fenómeno de la producción capitalista? 

Por otra parte, hay producción, por cierto, no capitalista. Hayek habla de producción en tanto capital. Marx habla de distintos modos de producción, entre ellos el modo de producción capitalista. ¿Se puede concluir que hay producciones no capitalistas y que, por otra parte, se puede señalar, identificar, una producción propiamente capitalista? ¿El capital se reduce a la valorización del valor, a la producción del valor? ¿O, cómo dice Hayek, se trata de una producción organizada de acuerdo a la división del trabajo, a la especialización, contando con la intervención de la tecnología, que transforma los tiempos y ritmos de la producción de bienes. El tiempo, los ritmos impuestos por la tecnología definen los ciclos económicos. En el tiempo de la producción está inserto el tiempo de la reposición de los stocks intervinientes de la producción de los bienes finales. Hay que distinguir los ciclos de producción de los ciclos económicos y los ciclos monetarios. 

Lo principal es la producción, sin producción no hay distribución ni consumo. Es en la producción donde se produce la transformación, los recursos, las materias, se convierten, se incorporan al proceso de producción, dando lugar a la fabricación de los bienes finales. Es en la producción donde se toma en cuenta todo lo que ingresa al proceso, los recursos, los instrumentos, los medios, los bienes intermedios, además de darse lugar la administración, la organización, el cálculo, incluso la planificación misma de la producción. Hayek decía que el capital es producción, hay que corregir este enunciado. En realidad, la producción es más que el capital, incluso mucho más que el capital. La producción tiene que ver con la transformación, con algo parecido a la creación, a la poiesis. En la producción intervienen las capacidades y facultades humanas, su intelecto general, la técnica y la ciencia. Se hace uso de los recursos, de los insumos, de los stocks, de los implementos, de las máquinas. Se hace uso de todo esto en combinaciones y composiciones adecuadas a la producción. 


El capital


Un debate recurrente, sobre todo teórico, ha vuelto una y otra vez en historia reciente, a modo de círculos, que no sabemos si son viciosos o virtuosos, a este debate sobre el capital. ¿Qué es el capital? ¿Cuál es la teoría más adecuada para explicar su funcionamiento? Sin pretender, de ninguna manera, formar parte de esta obsesión, volvemos al asunto para esclarecer temas pendientes, que hemos dejado después de nuestra publicación de la Crítica a la economía política generalizada[1]. Esta vez para intentar ir más allá de esta crítica.

Alguna vez mencionamos nuestra duda sobre seguir usando el término capitalismo para definir el decurso de las sociedades modernas. Decíamos que el capital no es un sujeto, por lo tanto, no podríamos explicar a las sociedades modernas sólo a través de las dinámicas del capital, puesto que las mismas dinámicas del capital suponen sujetos sociales, clases sociales, como se dice en le jerga marxista. Recogiendo un poco esta duda queremos discutir los límites y los alcances del concepto de capital, teniendo en cuenta, sobre todo, algunas teorías que han desarrollado el tema, la cuestión de lo que es el capital.

En esta perspectiva vamos a retomar el debate de las dos escuelas postneoclásicas en boga, la británica y la austriaca, también la de Friburgo, en Alemania. ¿Por qué retomamos ese debate? Primero, porque es indispensable dado el renovado y terco retorno del neoliberalismo, en sus distintas formas y perfiles, empero, nos interesa sobre todo en lo que ocurre con la episteme, con el zócalo epistemológico, que sostiene las formaciones enunciativas, las formaciones discursivas, los horizontes de visibilidad y los horizontes de decibilidad, además de orientar los recursos constitutivos de las subjetividades. De manera concreta nos referimos a los desplazamientos epistemológicos acaecidos con las corrientes postneoclásicas. En este sentido, es indispensable configurar la episteme en la que emergen las escuela postneoclásicas y sus dos versiones.

Por otra parte, es indispensable ahondar en la construcción del concepto de capital; esto, sobre todo, para comprender de lo que hablan las teorías más estructuradas sobre el capital, sus límites y sus alcances. Esto para buscar cruzar los límites conceptuales, entrar a otros agenciamientos, conducirse hacia formaciones enunciativa  y formaciones conceptuales más adecuadas y pertinentes para abordar la problemática.

Al respecto quizás lo más adecuado sea usar la perspectiva de la macro historia y la perspectiva de la complejidad. En principio vamos a abordar el debate de las escuelas postneoclásicas, pero antes vamos a partir de la teoría pura del capital de Hayek.

  

Teoría pura del capital

En la Teoría pura del capital Hayek comienza su exposición con dos presupuestos de partida, uno de ellos es el que supone que todo es susceptible de considerarse como capital o participar en la formación de capital; el otro presupuesto afirma que el capital es producción. A partir de estos dos presupuestos se inicia el análisis del capital. Habría que anotar un tercer presupuesto, que es importante, que diferencia a la teoría pura del capital de otros análisis económicos. Recogiendo la lectura de La teoría pura del capital, podemos decir que  Hayek cuestiona el supuesto del equilibrio estacionario. Por lo tanto, en consecuencia, no se trata de buscar el equilibrio, sino de comprender entender y conocer el funcionamiento mismo de la formación de capital. Se puede decir entonces que se trata de un análisis dinámico del capital. Una cuarta anotación tiene que ver con que no se trata de analizar el capital como cantidad homogénea, sino que se trata de analizar la dinámica cualitativa del capital.

En el análisis del equilibrio y el problema del capital queda claro que no se trata de la construcción de un estado estacionario; esta búsqueda no es adecuada para el análisis y la discusión de los problemas del capital. En consecuencia, se tiene que pensar en plural el equilibrio, hablar de equilibrios generales que no son estacionarios. Se tiene que tener en cuenta siempre lo que sucede en el proceso de producción. Al respecto, quizás una quinta anotación sea la de un equilibrio no estacionario. En nuestra interpretación hablaremos de equilibraciones, también en plural. En todo caso el equilibrio no es real, sino que es ficticio, es decir un supuesto teórico. En este sentido tampoco el concepto de un equilibrio parcial temporal es apropiado. En todo caso se puede hablar de un equilibrio intemporal en el análisis de la formación del capital. Como se puede observar, en el proceso es importante tener en cuenta el punto de vista del ex-ante y el ex-post en una situación definida. Teniendo en cuenta todo esto se puede ingresar a análisis de los problemas de inversión, lo que es sustantivo para la formación del capital. Si bien la teoría pura se considera como paradigma económico, de todas maneras se tiene que tener en cuenta su relación con la realidad.

En lo que respecta la relación con la realidad, hay que tener en cuenta el análisis del equilibrio en términos objetivos. Al respecto es indispensable hacer el análisis de la producción sin tener en cuenta el dinero, pues daría lugar a complicaciones innecesarias. Volvemos a anotar entonces de qué se trata de un análisis cualitativo de la producción. Por eso mismo es importante no olvidar que se trata de una teoría pura del capital, que se corresponde con la realidad como referencia.

Cuando se hace el análisis de la producción, como análisis del capital, es indispensable tener en cuenta que la producción adquiere connotación no solamente por lo que produce sino por la productividad. Gran parte del análisis de la teoría pura del capital va a tener que ver con los stocks y los flujos, los imputs y los outputs, que intervienen en el proceso de la producción definiendo distintas temporalidades.

La naturaleza del problema del capital propone un análisis del equilibrio elemental, que se desenvuelve como si todos los recursos fuesen permanentes. Sin embargo, hay que tener en cuenta que la mayor parte de los recursos productivos son de durabilidad, es decir, son de una temporalidad definida y limitada. En consecuencia, hay que distinguir recursos permanentes de recursos no permanentes, hay que destacar el problema central de cómo la existencia de recursos no permanentes aumenta el flujo permanente de la renta. Al respecto es importante anotar que Hayek considera la ganancia como renta, en ese sentido, la renta adquiere una connotación conceptual amplia. En esta perspectiva se puede considerar al capital como agregado de todos los recursos no permanentes, es decir, hablamos de la formación del capital en el proceso de producción. De todas maneras, a pesar de la diferenciación entre recursos permanentes y no permanentes, se establece una relación entre éstos, además de los servicios temporales de los recursos no permanentes, que incrementan su rendimiento. A partir de estas consideraciones se puede analizar las causas de la productividad de la inversión. A propósito, es importante considerar los rezagos en los rendimientos que harán que a la larga aumenten. Hablamos entonces de la inversión diferenciada y de distintos momentos de la inversión, en relación a la incorporación a la producción de distintos recursos, insumos, instrumentos y técnicas, que se combinan y componen la complejidad misma de la producción. También hay que considerar a los servicios de los recursos escasos y libres, así como los utilizados y latentes, puesto que no todos los recursos se utilizan al mismo tiempo, sino que muchos quedan como stock, esperando su turno. Por eso mismo se puede hablar de recursos potenciales, que no son usados, puesto que se requeriría la retirada de otros recursos, que se usan en el momento en cuestión, en el proceso de la producción. En este sentido es menester considerar el rendimiento de la inversión en relación a la pérdida de la satisfacción del momento y el tiempo. Teniendo en cuenta el proceso de producción, la relación entre stock y flujos se modifica, puesto que la dinámica de la producción cambia las proporciones de estas instancias. En esa medida algunos de los recursos latentes se irán haciendo escasos y pasarán de stock a convertirse en inversiones.

En el capítulo seis Hayek hace el análisis de la duración del proceso de producción y la durabilidad de los bienes. Es cuando aparece el análisis del input y el output. Aquí hay que diferenciar casos, por ejemplo, los casos de input continuo-output en un punto, así como los casos de input en un punto-output continuo. También hay casos especiales de demanda y oferta conjuntas, así como la combinación en el proceso completo de producción. En ese sentido hay que tener en cuenta los periodos de inversión y los periodos de producción, que pueden denominarse o referirse a la longitud del proceso mismo. Considerando que hay que tener en cuenta que esta complejidad se puede concebir como un proceso único de manera integral. Por otra parte, en la medida que la tecnología forma parte del proceso de producción, hay que discurrir sobre el cambio tecnológico y la inversión en los cambios técnicos de la producción. De todas maneras, no siempre es posible el cambio técnico, aunque se trate de métodos productivos, pues estos no son utilizados en cualquier momento; su inversión y su introducción tiene un compás de espera. En consecuencia hay que considerar la inversión diferenciada y la diferenciación del mismo proceso de producción por fases. En esa perspectiva hay que tener en cuenta que el proceso de producción incorpora el suministro de herramientas habituales y duraderas. No hay pues un periodo único de inversión implicado en el proceso de producción, esto no ocurre en la efectivización misma de la producción. Los intervalos temporales destacables son aquellos en los que se invierte por unidades individuales de input. Asimismo los periodos de inversión de unidades particulares de input varían sin implicar un cambio en la técnica de producción. El proceso de producción supone, como hemos dicho, temporalidades, en ese sentido es importante considerar la distinta durabilidad de los bienes. Por lo tanto esto supone considerar el uso de los bienes duraderos y su relación con la cantidad de capital que hay que invertir. Del mismo modo es indispensable tener en cuenta los factores que determinan la durabilidad, así como las razones por las que se utilizan los bienes duraderos. Las categorías de durable y no durable hacen a las temporalidades del proceso de producción, pero en la mayor parte de los casos se busca la durabilidad, puesto que esta condición ocasiona servicios adicionales, por ejemplo, en lo que respecta a los costos. En consecuencia, teniendo en cuenta la complejidad del proceso de producción, su diferenciación interna, sus distintas temporales, su variada composición, hay que tener claro que hay distintos efectos con respecto a las distintas debilidades, en distintas cantidades, trayendo a colación diferentes servicios obtenidos en diferentes periodos. Por último, la variable de trabajo, al formar parte inherente de la producción, es ponderada de acuerdo a la relación del trabajo con respecto a la composición compleja de la producción, sobre todo en relación a los instrumentos, al equipo, a la tecnología, en definitiva, a lo que se ha venido en llamar medios de producción.

En el marco de estas consideraciones, respecto a la complejidad del proceso de producción, a la de su diferenciación inherente, a su composición y a sus temporalidades, es indispensable también considerar que el capital como tal supone una composición y una diferenciación, por ejemplo, en relación a los fondos diferenciados, entre ellos el fondo de subsistencia. Desde esta perspectiva se puede analizar la relación entre el stock de capital y la inversión corriente. Si bien es cierto que bajo las condiciones del supuesto estacionario el stock de recursos no permanentes sería idéntico al stock de medios de producción producidos, esto en realidad no ocurre. La mayoría de los problemas del capital surgen fuera de los límites de un estado estacionario. En consecuencia, estamos ante dinámicas dadas en el proceso de producción, en este sentido lo relevante es que los recursos son no permanentes y no que hayan sido producidos. De esta manera se da lugar, en la teoría pura del capital, a un distanciamiento respecto del concepto tradicional de capital; este concepto resultaría ser una reliquia de la teoría del valor del coste de producción. Pasamos al concepto de capital como fondo, que supone el incremento de los recursos.

Lo que acabamos de ver corresponde a la introducción, que concierne a la primera parte. La segunda parte, correspondiente a la inversión en una economía simple, nos lleva de lleno a las dinámicas de inversión. En el capítulo ocho se hace un análisis de la función del output y de la función del input. Una de las tesis dice que el stock de capital, en cualquier momento, representa contribuciones concretas a la renta esperada en diferentes fechas futuras. Es cuando se hace la exposición diagramática de las dos porciones del flujo de renta. La curva que describe la distribución temporal de los rendimientos a partir del input corriente. De esta manera llegamos al concepto abstracto de tasa temporal de flujo, se define la curva respecto al tiempo. Es posible entonces una interpretación de la distribución de frecuencia acumulativa. Nuevamente estamos ante periodos durante los que tenemos que esperar las diferentes unidades de outputs, que tienen que ser completadas, en relación a la descripción de la gama de periodos que tenemos que esperar para los productos de diferentes unidades de input. Así como se tiene una curva del output, también se tiene una curva del input. Se describe todo el input aplicado como invertido. En ese sentido tenemos que tener en cuenta la diferencia entre la curva del output y la curva del input. En el análisis de los problemas económicos hay que tener en cuenta el comportamiento de ambas curvas. De todas maneras, cualquiera de las curvas puede servir como base o referencia del análisis para la descripción esquemática del proceso continuo de producción.

En el capítulo nueve se hace el análisis del proceso continuo de producción. Se vuelve a la función del input y se avizora sus limitaciones. A continuación se hace el análisis del resultado de una inversión continuamente repetida, en el caso más simple, que es el del input en un punto-output en un punto. El análisis de la producción se la entiende de una manera sincronizada. Se visualiza la inversión continua a lo largo de una secuencia de periodos. Hay que considerar también la diferenciación en los stocks, puesto que unos responden a su permanencia, otros a su uso inmediato y otros son considerados como stocks de productos intermedios, los mismos que varían de acuerdo al momento propicio de la producción, es decir varían en el tiempo. En consecuencia, como se podrá ver, el tiempo en la producción también supone su variabilidad y diferenciación, en ese sentido hay que considerar la composición del tiempo. Sin embargo, puede suponerse la extensión de la serie de periodos de inversión indefinidamente hacia el futuro, como una proyección del tiempo venidero. Por lo tanto, podemos considerar la curva del input en su forma invertida para atender precisamente el transcurso del proceso de producción y de su temporalidad hacia el futuro. Así como se considera los flujos que metafóricamente pueden concebirse o figurarse como fluidos, es indispensable también considerar el significado de lo sólido. Hay que tener en cuenta los tres aspectos fundamentales de la función del input. Estos son: Primero, en su forma original, que describe la distribución temporal del output de vida al input en un momento dado; en segundo lugar, aparece la figura donde se la usa para describir el stock de productos intermedios, que existen en cualquier momento del tiempo; y en tercer lugar, se puede considerar la figura de cuando se utiliza la función del input de forma invertida, para describir el proceso que lleva a la maduración del producto, en un momento dado del tiempo de producción. Matemáticamente se puede recurrir, en el análisis, a la relación entre las tasas temporales y las cantidades concretas. El input de la producción, es decir la función del input en la producción, describe también los procesos que avanzan en el tiempo, metafóricamente, que consumen el tiempo. En la producción se contemplan distintas ramas; por razones de exposición se puede considerar, para ilustrar, una sola rama; sin embargo, lo importante es tener en cuenta el proceso de producción completo de una mercancía y globalmente de muchas mercancías. En este sentido la perspectiva tiene que darse abarcando al sistema en su conjunto. Cuantitativamente se puede medir el input a través de las unidades intervinientes e involucradas.

En el capítulo diez se hace el análisis de la posición de los bienes duraderos en la estructura de inversión. Hay que tener en cuenta la importancia de los bienes duraderos, entonces, se supone bienes duraderos ideales, es decir, hablamos del caso de input en un punto-output continuo. Lo que significa que tenemos que suponer, en primer lugar, que el tiempo que lleva a ser un bien duradero es tan corto que puede pasárselo por alto. En segundo lugar, que el bien duradero una vez que se lo ha producido proporcionará servicios directos al consumidor, sin que tenga que haber una aportación ulterior. Al respecto, hay que acordarse del ejemplo de Hayek sobre una rama de un árbol que se transforma instantáneamente en un bastón duradero. De todas maneras, no hay que dejar de considerar las limitaciones del uso de la función del input. Respecto a la imagen continua del proceso de producción es indispensable también tener la imagen de la discontinuidad, por ejemplo en referencia a la sustitución, es decir, la sustitución de bienes que intervienen en el proceso de producción. Por otra parte, hay que tener en cuenta la variación del stock de bienes duraderos, así como el concepto de fases en el caso de bienes duraderos. De la misma manera hay que tener en cuenta la distribución de la vida útil esperada de los bienes duraderos. Así también el periodo de gestación de los bienes duraderos. Las dificultades de combinar el periodo de gestación y el periodo de uso; esto puede ser representado en un diagrama. De todas maneras, hay que avanzar en la concepción del proceso combinado en su conjunto.

La exposición de la teoría pura del capital avanza hacia el análisis de la productividad de la inversión. Es decir, se da lugar al análisis del efecto de las variaciones en la estructura de la inversión sobre la dimensión del producto. Todo esto teniendo en cuenta que no pueden reducirse la serie de periodos de inversión de forma útil a un solo intervalo de tiempo. Hay pues distintas linealidades temporales, que contiene el proceso de producción. Tampoco puede reducirse la serie de periodos de espera a una estructura de inversión dada. La oferta de espera corresponde a magnitudes unidimensionales. No hay pues tiempo único, como hemos dicho, sin embargo, se pueden suponer las condiciones bajo las que sería válida la descripción en términos de un intervalo de tiempo único. Al respecto la notación de Hayek es la siguiente:

“Todos los intentos de reducir la compleja estructura de los periodos de espera, que se describe por la función del input y output a una agregado único o medio, a los que podrían generalmente sustituir estas funciones en la discusión de la productividad de la inversión, están destinados a fracasar, porque no pueden reducirse los diferentes periodos de espera a un común denominador en términos puramente técnicos. Lo que sólo sería posible suponiendo que nos enfrentásemos sólo a una clase homogénea de input, y que el valor del producto fuese siempre directamente proporcional a la cantidad de este input  que se utilizase. Por supuesto que ninguno de estos supuestos es cierto en la realidad, pero son ideas como esta, que se remontan a las teorías del coste real del valor, las que hace muy poco han desfigurado e invalidado gran parte de la teoría del capital”[2]

Se puede decir que la cantidad de espera no es directamente proporcional al periodo de inversión. No puede decirse, por motivos puramente técnicos, cuál de las dos estructuras de inversión en su conjunto lleva consigo más espera. A propósito, Hayek dice:

“La dificultad asociada a la idea de que la productividad del capital depende inequívocamente de la longitud de un periodo concreto agregado o medio tiene su homóloga en una dificultad similar relacionada con el concepto de una oferta concreta de capital, que se supone hace posible esperar un periodo agregado o medio determinado. A veces se supone que una cantidad de capital dada está disponible de una forma libre. En este contexto, el vago concepto de capital libre apenas puede significar otra cosa que un stock de bienes de consumo disponibles, que, si los consume a una tasa dada nos permitirá esperar durante un periodo concreto el producto de la actividad de producción corriente. Pero, aunque este no es un supuesto imposible, no es útil. En primer lugar, la oferta de capital nunca está dada en la forma de bienes de consumo en la medida de más que una pequeña fracción de su total; y en segundo lugar, los problemas que surgirían si estuviese dada de esta forma serían muy diferentes de los problemas que surgen en la realidad, bajo las condiciones en las que se abastece el consumo corriente a partir del output corriente y al menos se debe parcialmente al input (mixto) corriente”[3]

Hay que tener en cuenta entonces la dificultad correspondiente en el uso del concepto de una oferta dada de espera. Por otra parte, es importante tener en cuenta el significado de la oferta de capital. ¿Cuál es el problema? Vayamos a los datos del problema. Hayek escribe:

“Esto nos devuelve a nuestro punto de partida y a la correcta formulación de nuestro problema principal. Nuestra tarea es determinar los principios sobre los que se pueda combinar, de la manera más efectiva, un stock dado de recursos no permanentes (incluyendo, evidentemente, cualquier oferta de bienes de consumo que no se necesite para el consumo corriente) con el flujo esperado de input, con el fin de dar lugar a ese flujo de renta que se refiere a todos los demás flujos de renta posibles. El dato inicial del que tenemos que partir es una descripción completa de los resultados que se sabe son ostensibles de las diversas combinaciones del stock existente de recursos no permanentes con el flujo esperado de puro input; lo que significa que los datos que requerimos en el lado técnico no son simplemente la cantidad de alguna sustancia homogénea, algún fondo dado de capital, sino una completa enumeración de todos los diferentes flujos de renta que se puedan obtener a partir de recursos dados y de las formas en las que se ven afectados estos flujos de renta al variar el uso que se hace de los recursos concretos. En otras palabras, los únicos datos técnicos son las cantidades de una gran variedad de diferentes recursos con una información completa acerca de cómo pueda usárselos, las cantidades del producto que se puede obtener a partir de las diferentes formas de usarlo y las fechas en las que se obtendrá el producto”[4]

Hay otro problema, el que respecta a la preferencia temporal, este problema es pospuesto mediante el supuesto que se desea un flujo de renta constante. Hay que tener en cuenta la relación general entre la dimensión de la serie de periodos de inversión. En la perspectiva de contar con el análisis se requiere conocer los efectos de las variaciones marginales. Respecto a la correspondencia entre inputs y outputs no siempre es posible relacionar unidades individuales de input con unidades individuales de output. Por eso, a veces, no podemos establecer ninguna relación física más allá de la que hay entre agregados de input y agregados de output.

En el capítulo doce se toca un tema como hipótesis de trabajo, el capítulo se titula Planificación de un flujo constante de output. Primeramente, toca considerar lo que se examinará, en primer lugar, los principios que determinan estructura temporal de la producción: a) La oferta de recursos; b) estudiar el problema general del valor para una economía simple, es decir, para una economía centralizada y dirigida, que previamente era estacionaria, y ahora se dirige a producir, en el futuro, en el mayor flujo posible de renta constante. Después se propone definir el significado de un flujo constante de renta. No tiene por qué a de ser de composición constante. Cualquier cambio en la disposición de los recursos lleva consigo dos desplazamientos en direcciones opuestas. La extensión de los periodos de inversión de las unidades individuales de input. La reducción compensatoria de los periodos de inversión de otro input. Bajo estos supuestos se puede suponer cambios similares en el uso del input en todas las fechas futuras. El efecto neto del doble cambio es un nuevo flujo de renta constante. Hay que considerar las condiciones bajo las que la reordenación dará lugar a una ganancia neta. La condición para maximizar el flujo de renta es la igualación de todas las tasas de aumento. Hay que considerar también las tasas de incremento cuando cambia la clase de output. Así mismo hay que considerar la razón por la que los valores relativos de las diferentes mercancías normalmente cambiarán durante el proceso de ajuste. Así también hay que tomar en cuenta las tasas de aumento, cuando cambian los valores de las diferentes mercancías. No se puede considerar a ninguna tasa de aumento, como la tasa de productividad de la inversión.

En el capítulo trece se trabaja sobre el interés compuesto y el tipo de interés instantáneo. Se analiza una tasa uniforme de aumento de todas las inversiones, que, entre puntos del tiempo, es solo una condición de maximización. Seguidamente se analiza las tasas de incremento para las inversiones, por diferentes intervalos de tiempo. Se toman en cuenta diferentes longitudes. Hay que anotar que las tasas de incremento no son simplemente proporcionales a la longitud del intervalo. La tasa que rija para el intervalo más largo tiene que ser igual al producto de las tasas para todos los intervalos más cortos en los que se pueda dividir. Se propone el tipo instantáneo de interés. Se distingue la relación con el tipo efectivo de interés. Se reflexiona sobre la ambigüedad del término de tasa. El tipo de interés puede ser considerado una tasa de crecimiento expresada como un ratio.

 

El capital en la sociedad competitiva 

Cuando Hayek pasa a la tercera parte de La teoría pura del capital pasa del análisis de una economía simple o una economía competitiva, no habla aquí de una economía compleja, que sería como el antónimo, puesto que no halla en la perspectiva de la complejidad. Habría que preguntarse cuál es la perspectiva de Hayek, a qué epistemología responde. 

La tercera parte se denomina Producción capitalista en una economía competitiva. En el capítulo XIX trata sobre las condiciones generales del equilibrio. Como se ha dicho, en la primera y la segunda parte, todo es susceptible de ser capital, sin embargo, hay que anotar que en la economía simple no aparece de manera autónoma el capital, puesto que se trata de una economía centralizada y dirigida, la que supuestamente no requiere capital como tal, debido a que tiene el monopolio de la administración de los recursos. El capital, propiamente dicho, aparece en la sociedad competitiva, donde, supuestamente, no hay monopolio, sino que asistimos a la concurrencia de múltiples propietarios y empresarios. En este sentido asistimos a una economía descentralizada y no dirigida por nadie, podríamos decir, salvo por el mercado, pero dejaremos esto para después, para el análisis evaluativo. De todas maneras, este supuesto se mantiene en la cabeza de los seguidores de Hayek.

La hipótesis subyacente dice, más o menos, lo siguiente: Que el capital como tal aparece en la sociedad competitiva. En otras palabras, el capital es producto de la competencia entre privados y entre empresarios. Aunque el análisis de Hayek, a partir de la tercera parte, parece seguir con las mismas consideraciones categoriales que tienen como referente primordial a la producción, lo que sería una continuidad expositiva respecto a la primera y segunda parte de La teoría pura del capital

Se sigue con el estudio de la relaciones de equilibrio, se consideran los datos del problema que tienen que ver con los gustos individuales y la distribución de los recursos. Se tienen en cuenta la clasificación de los recursos disponibles basada en la cercanía de la fecha en la que pueden dar rendimiento. Se hace el análisis de la especificidad y versatilidad de las diversas clases de input. Se sigue con el análisis de dos aspectos respecto a los que varía la especialidad o versatilidad. Se toma en cuenta los factores que determinan el uso al que se dedican los recursos, además de hacer una anotación sobre el peligro de un argumento circular. Se tiene como un mapa de la posición clave de los propietarios de bienes listos para el consumo. Se distingue la posesión de bienes de consumo terminados. Considerando la rentabilidad, se establece que corresponde al interés de los poseedores de los bienes de consumo terminados renunciar a una parte de ellos, con el fin de asegurar el reemplazo de su stock. De aquí se pasa al establecimiento de los principios que determinan la elección de recursos para los que se ofrezca bienes de consumo. Considerando que parte de los bienes de consumo terminados de qué se dispongan serán transferidos. Se hace el análisis del efecto de las sucesivas transferencias de partes crecientes de bienes de consumo terminados que se dispone. También se hace análisis de la caída de la tasa de rendimiento de las inversiones, de los cambios en los precios relativos de los diferentes recursos. Se anota que la suma del dominio potencial sobre los bienes de consumo terminados de todos los individuos puede superar, en muchas veces, al total de los bienes de consumo terminados que existen. Se hace el análisis de los efectos sobre el uso y reemplazo de los recursos existentes no permanentes y de los efectos del equipo existente sobre la dirección de la reinversión. También se hace el análisis de los límites a la rentabilidad de la sustitución por equipo de la misma clase. Después se considera el acercamiento hacia un equilibrio estacionario. Se efectúa el análisis de la tasa uniforme de interés en una condición de equilibrio, incluso en una sociedad en la que no se preste dinero. Y concluye que la oferta de capital como tal no es un dato del equilibrio.

El capital es función de la competencia, vale decir la competencia produce el capital. ¿Como acontece esto? Se trata de la rentabilidad de la inversión. Ocurre como en la renta marginal, donde se obtiene más productividad, la que está por encima del promedio; en otras palabras, se obtiene más ganancia que la del promedio y su productividad es mayor. Dicho de otro modo, se obtiene más ganancia, se logra costos menores de producción. Aunque esto de costo no entra en la exposición de Hayek, sin embargo, lo decimos para ilustrar en lo que respecta la rentabilidad marginal o, mejor dicho, rentabilidad adicional. En consecuencia, el capital vuelve a ser entendido como valorización del valor, concebida la valorización como rentabilidad. 

El capital está íntimamente ligado a la inversión, también podemos decir que la inversión produce capital. No nos olvidemos que capital es producción, que es la producción la que produce el capital, entonces, estamos hablando de la inversión productiva, para que se entienda mejor de la inversión en la producción. Se trata de ver cuáles son las mejores condiciones para la rentabilidad, para la productividad, dado el proceso de producción.

Desde esta perspectiva la teoría pura del capital de Hayek no se encuentra en el análisis de la riqueza sino en el análisis de la valorización, entonces en esta intuición y en esta tesis subyacente de la economía política. La economía postneoclásica tiene vínculos tanto con la economía política como con el análisis de la riqueza. ¿En qué se distingue entonces le episteme postneoclásica de la episteme de la economía política y del epísteme del análisis de la riqueza? El análisis de la riqueza se mueve en la pretensión de la ciencia general del orden, de la mathesis, de la taxonomía, moviéndose, por así decirlo, en las atmósferas de la representación. Y la economía política se desplaza y desenvuelve sobre otros terrenos. Los espesores y planos de intensidad atravesados por el tiempo, por la historicidad, pero también por la formalidad. Dicho de otro modo, se mueve en los espacios y tiempos de las empiricidades y finitudes. En cambio, la economía neoclásica ya pertenece a un desplazamiento epistemológico, no necesariamente una ruptura epistemológica, que no ha acontecido. El desplazamiento epistemológico corresponde a la experiencia de la crisis y a la búsqueda del equilibrio. Problemática y temáticas compartidas por ambas escuelas postneoclásicas, la del mercado regulador y la del Estado regulador, para decirlo de algún modo. El fenómeno de la crisis no es exactamente una empiricidad, aunque ciertamente se la padece empíricamente, sino más bien es cíclica. Se da intermitentemente, en ciclos medios o, de una manera más fuerte, en ciclos largos. Se trata de una especie de conciencia de la crisis, para decirlo de un modo psicológico y también filosófico. Por otra parte, el equilibrio aparece como un requerimiento, una premura, incluso una orientación, como una situación estacionaria, que es imposible, dada la vertiginosidad del desarrollo capitalista. Pero, sí se persigue el equilibrio como un objetivo metodológico.

 

  

La teoría concreta de Keynes

En el caso de Keynes no estamos, como hemos dicho, ante una teoría pura, si no ante una teoría concreta. No se trata de una teoría deductiva, como el caso de Hayek, sino, mas bien, de una teoría que considera como referente métodológico la experiencia de la crisis y la necesidad del equilibrio. Por eso considera que es mester resolver los límites y las insuficiencias del mercado; en ese sentido, propone la intervención estatal para resolver los problemas de desequilibrio, ocasionados por el mismo mercado. 

Para adentrarnos en la distinción de esas dos escuelas postneoclásicas y sus discursos aparentemente encontrados, aunque sus enunciados no lo sean del todo, menos el compartir el mismo terreno epistemológico del que parten. Conllevan una misma episteme. Vamos a considerar los conceptos que vierte Keynes en su Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero

En el capítulo tres, El principio de la demanda efectiva, escribe:

“Ante todo necesitamos adelantar el significado de algunos términos que serán definidos con precisión posteriormente. Cuando la técnica, los recursos y los costos corresponden a una situación determinada, el empleo de un volumen dado de mano de obra, incurría el empresario en dos clases de gastos: En primer lugar, Las cantidades que pagan los factores de producción (excluyendo a los otros empresarios) por su servicios habituales, a los que denominemos costo de factores del volumen de ocupación de qué se trate; y en segundo lugar, la suma que paga a otros empresarios por lo que les compra, juntamente con el sacrificio que hace al emplear su equipo en vez de dejarlo inactivo, a lo que llamaremos costo de uso del nivel de ocupación dado. El excedente de valor que da la producción resultante sobre la suma del costo de factores y el costo de uso es la ganancia, o, como lo llamaremos, el ingreso del empresario. Por supuesto, el costo de factores es el mismo que lo que los factores de la producción consideran como su ingreso, pero desde el punto de vista del empresario. Así también costo de factores y las ganancias del empresario, juntos, dan lo que definiremos como el ingreso total derivado del empleo proporcionado por el empresario. Las ganancias de empresario así definidas deben ser, y son, la cantidad que procura elevar al máximo cuando decide qué volumen de empleo ofrecerá. Conviene algunas veces, desde el punto de vista del empresario, llamar producto de la ocupación al ingreso global (es decir, costo de factores más ganancias) que resulta de un dato de la misma. Por otra parte, el precio de la oferta global de la producción resultante de ese volumen determinado es precisamente la expectativa de los resultados que se espera obtener y que hará costeable a los empresarios conceder dicha ocupación[5].”

 

Aunque estas definiciones correspondan a su exposición sobre la teoría clásica, de todas maneras, son concepciones y categorización que comparten ambas escuelas postneoclásicas. Como se podrá ver, se trata de dos discursos diferentes, construidos de manera distinta, pero que tienen en cuenta casi las mismas categorías. Lo que cambia es la forma enunciativa, además de construir de manera distinta sus conceptos. Para facilitarnos diremos, provisionalmente, que Hayek construye sus conceptos de una manera deductiva, en tanto que Keynes lo hace de una manera inductiva. Sin embargo, se habrá visto que tienen ante los ojos los mismos problemas y temáticas, la rentabilidad y el equilibrio. 

Ahora bien, cuando Keynes expone su teoría, volvemos a encontrarnos con las mismas preocupaciones sobre el proceso, que llama Hayek de producción, y que Keynes considera como proceso económico, que supone cortos y largos plazos de expectativa. En el capítulo cinco, que titula La expectativa como elemento determinante de la producción y la ocupación, Keynes escribe: 

“Toda producción tiene, por fin último, la satisfacción de algún consumidor. Normalmente pasa algún tiempo, correspondiente al momento en que el productor soporta los costos (teniendo en cuenta al consumidor) y el de la compra de la producción por el consumidor final. Entre tanto, el empresario (incluyendo en este término, tanto al productor como al inversionista) tiene que hacer las mejores previsiones, que estén a su alcance, sobre lo que los consumidores podrán pagarle, cuando estén listos para abastecerlos (directa o indirectamente) después que haya pasado un periodo, que puede ser largo; y no le queda más remedio que guiarse por estas expectativas, si es que desea producir algo por medio de procesos que llevan tiempo“[6]

Sigue la exposición:

“Estas expectativas de las que dependen las decisiones de negocios, se dividen en dos grupos - existiendo ciertos individuos o firmas especializadas en la tarea de forjar el primer tipo de previsiones y otros el segundo -. El primero se relaciona con el precio que un manufacturero puede esperar obtener de su producción terminada, en el momento que se compromete a empezar el proceso que la producirá; considerando que la producción está terminada (desde su punto de vista) cuando se encuentra lista para ser vendida a otra persona. El segundo se refiere a lo que el empresario puede esperar ganar en forma de rendimiento futuro, en el caso que compre (o quizás manufacture) producción terminada, como adición a su equipo productor. Podemos llamar al primero, las expectativas a corto plazo y al segundo las expectativas a largo plazo[7]. “

Continúa la exposición:

“De modo, la conducta de cada firma individual, al decidir su producción diaria, será determinada por las expectativas a corto plazo - expectativas respecto al costo de la producción, en varias escalas posibles y expectativas sobre el importe a obtener de la venta de dicha producción -; aunque, en el caso de adiciones al equipo, productor y aún de las ventas a los distribuidores, estas expectativas a corto plazo, dependerán en gran parte de las de largo plazo (o plazo medio) de otras personas. El volumen de ocupación que las empresas individuales ofrezcan será consecuencia de todo este conjunto de previsiones. Los resultados efectivamente obtenidos de la producción y la venta de la misma solo tendrá influencia sobre la ocupación en la medida en que sea motivo de cambio de las expectativas subsecuentes. Tampoco la tienen, por otra parte, las expectativas originales que indujeron a la firma a comprar el equipo productor y la provisión de productos intermedios y artículos semi-manufacturados, que posee en el momento que debe decidir la producción del día siguiente. En consecuencia, no cabe duda de que cada vez que tenga que ligar una decisión, lo hará tomando en cuenta este equipo y existencias, pero a la luz de las expectativas actuales acerca de los costos previstos y productos de las ventas[8]. “

 

Reiteramos, se trata de las mismas categorías, parecidas concepciones respecto a la misma problemática, vinculada a la producción, buscando la mayor rentabilidad. La distinción entre Hayek y Keynes radica, como hemos dicho, en lo que respecta a la intervención del Estado; Hayek descarta toda intervención, dejando al mercado la tarea de lograr el equilibrio. En tanto, que Keynes es consciente de las limitaciones e insuficiencias del mercado para lograr el equilibrio; en ese sentido, propone la intervención del Estado. Sin embargo, como hemos dicho, las diferenciaciones radican en metodologías distintas y en una enunciación diferente. En tanto Hayek opta por una metodología deductiva de exposición, Keynes opta por una metodología, por así decirlo, inductiva, lo decimos provisionalmente. Por otra parte, podemos encontrar enunciaciones distintas, correspondientes a la función de la tasa de interés en una economía monetaria, incluso podemos ampliar la disquisición en lo que respecta a la función del ahorro y de la inversión. Sin embargo, estas son distinciones y diferenciaciones menores respecto a la más importante, que corresponde al Estado. Al respecto debemos hacer notar que ninguna de las escuelas se deshace completamente del Estado o asume completamente el Estado. Por ejemplo, la posición de Hayek mantiene un Estado supuestamente restringido. En el otro caso, la posición de Keynes postula la intervención del Estado. Es decir, que Hayek no se encuentra en ninguna posición anarquista, tampoco cerca de Lew Rockwell, quien tiene una posición clara contra el Estado, desde una posición que considera “anarcocapitalista”[9]. Ciertamente Rockwell no es anarquista, pues cree en el capitalismo. Dicho de manera muy simple, el anarquismo está contra el Estado, contra la otra cara del Estado, que es el capital, contra la religión, que es la matriz de las legitimaciones ideológicas y contra las dominaciones patriarcales. Hay pues, una usurpación semántica, obviando una tradición de siglos de las luchas libertarias, que son anarquistas y ácratas. 

Dada la aclaración volvamos al asunto. La distinción entre Hayek y Keynes radica en lo que respecta a la intervención del Estado, pero ambos mantienen el Estado, uno en una situación restringida y el otro en una situación de emergencia. Pero la ironía de la historia hace que la implementación neoliberal, por ejemplo, requiera para su aplicación, un Estado autoritario, con visos de ser totalitario. Hablamos de una aplicación de políticas económicas del llamado ajustes estructural. Aquí claramente se contrasta o, como decía Karl Popper, se falsa la tesis del achicamiento del Estado neoliberal; también la de la no intervención del Estado, en el caso de la aplicación de la escuela austriaca. Los postulados de la escuela austriaca y de la escuela de Friburgo se aplicaron en Alemania, vencida y derrotada por las potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial. Bajo ocupación militar aliada, en lo que se llamó Alemania occidental, se aplican las políticas económicas inspiradas en el ordoliberalismo.

 

La acumulación de capital

En un capítulo que trata sobre La acumulación de capital, Hayek se dedican a analizar los tipos de cambio, donde se supone la ausencia de recursos sin utilizar. La discusión se limita a los cambios del capital en relación con el input puro. Analiza los efectos de planificar un flujo de renta creciente o decreciente, donde solo se considerará variaciones netas. Se define el ahorro y el desahorro, el ahorro previsto y el ahorro imprevisto. Se menciona a que los bienes de consumo ahorrados no financian a los productores de nuevos bienes de capital. Se evalúa el uso de los ahorros para pagar una mayor remuneración a los factores, donde se dice que no es necesario ni rentable. Se evalúan también los efectos de un acto único imprevisto de ahorro, el uso de los ahorros y la redirección de la inversión. Se establece que lo que se ahorra no se consumen en el momento en el que se ahorra. Normalmente solo se requiere del ahorro algún tiempo después de que hayan comenzado las nuevas inversiones. También se evalúan los efectos desorientadores de la idea de un periodo uniforme de producción. Se hace el análisis de los defectos de la inversión sobre el flujo del output, también de los efectos de los ahorros previstos por los planes de los empresarios. Se hace el análisis del mecanismo del cambio de dirección de la inversión. Se considera la igualación de todos los rendimientos de la inversión a la nueva tasa más baja. De esta manera, se evalúa el efecto de la inversión sobre el valor de los recursos específicos. Se concluye en la fuente de la mayor remuneración de los servicios de los recursos permanentes. 

 

Como se podrá ver el capital emerge de la inversión, se desarrolla en la competencia, fluye a ritmos, dependiendo de la estrategia de ahorros y de inversiones, administrando los flujos y los stocks, los movimientos de los inputs y de los outputs. En la perspectiva de la mejor organización para lograr la mayor rentabilidad posible. Desde nuestro punto de vista, interpretando, hablaríamos mejor de una ingeniería de la producción, que está íntimamente ligada a la acumulación de capital.

 

 

El capital como tiempo de trabajo objetivado

Es menester comparar la formación enunciativa de las escuelas postneoclásicas en el contexto de la historia de estructuras conceptuales de lo que se ha venido en llamar economía, con pretensiones de ciencia. Desde nuestro punto de vista, no es buena la distinción concerniente a las concepciones clásicas de la economía, resaltando un desplazamiento hacia las concepciones neoclásicas, después postneoclásicas de la economía. Esto, debido a que cuando se habla de la época clásica de la economía, se introducen dos formas de pensamiento distintas, una que corresponde al análisis de la riqueza y otra que corresponde a la economía política. El de análisis de la riqueza, detenido en los objetos de producción o los bienes de consumo, ha buscado en el cambio o en el intercambio la razón de la economía. Que haya atribuido el hecho de que ocurra el cambio o el intercambio a las necesidades es una cosa, que haya atribuido el cambio al intercambio mismo, buscando en el trueque su origen, otorgando la razón de su precio a la abundancia o a la escasez, es otra cosa. Pero lo que importa aquí es que se trata de una forma de pensamiento que corresponde a la representación, tal como la entiende Michel Foucault, es decir, a la idea de que los signos responden como un espejo a las cosas. No ocurre lo mismo después, cuando esta forma de representación queda atrás o, mas bien, plegada como estrato arqueológico del pensamiento económico. Cuando ya no es posible representar, pues el tiempo distancia constantemente a las cosas de su representación. Cuando se toma conciencia del tiempo, éste invade al pensamiento económico o, mas bien, lo transforma, a tal punto, que ya es otro pensamiento. Dicho de otro modo, que se piensa en otro lugar, justamente en el lugar que antes se hacía filosofía se hace ahora epistemología, esa atmósfera cambiante correspondiente al devenir de las ciencias. 

Desde que los objetos producidos valen de acuerdo con el tiempo, aposentando en ellos el trabajo, se está ya en otra episteme, en otra relación del zócalo epistemológico, que es matemático y físico, nuestra percepción del intelecto general, con las otras ciencias y saberes, sobre todo con alguien que no se encuentra, pero se lo busca, el ser humano. No se lo encuentra porque el ser humano ha cambiado, es histórico. La condición de historicidad va a atravesar y ciertamente contener a lo que se viene en llamar las empiricidades, que son objetos de la experiencia, las positividades, que son certezas empíricas de las ciencias y de los saberes. La economía política corresponde a otra forma de pensamiento, un pensamiento atravesado por la historicidad, angustiada por el tiempo o, mas bien, realizada por el tiempo. 

Adam Smith ya tuvo la certeza del tiempo de trabajo y de la división del trabajo en la organización de la producción y en el ámbito del mercado. De ahí a la formulación más elaborada de David Ricardo hay una acumulación teórica y de conocimiento del acontecimiento económico; el acontecimiento mencionado tiene un núcleo en la producción. Karl Marx retoma a Ricardo llevando a la economía política a un análisis del modo de producción capitalista, que se apropia de cúmulos de tiempo socialmente necesario de trabajo no pagado. Entre Ricardo y Marx se tiene la misma concepción de la economía política, que es la teoría del valor; la diferencia radica en la tesis de Marx del plusvalor que corresponde al excedente de tiempo de trabajo socialmente necesario no pagado. Después, Marx desarrolla la crítica de la economía política, circunscribiendo a la economía como ideología, que encubre la explotación social. De esta manera salimos del campo económico para ingresar al campo social, usando las categorías de Pierre Bourdieu. En consecuencia, nos encontramos ante un entrelazamiento de campos, el campo económico y el campo social, atravesados por la historia. 

Por lo tanto, considerando lo expuesto, no es del todo sostenible hablar de escuelas postneoclásicas, como si hubieran retornado al clasicismo de la economía, aunque en otro contexto y de otra manera. En parte puede sostenerse esta interpretación y este denominativo, en la medida que volvemos a la representación, tal como lo entendía Foucault, como el espejo de signos que repite las imágenes de las cosas. En este caso, sería como el espejo de los signos monetarios que expresan el valor de las mercancías. De alguna manera también se retorna a los dilemas y nociones que tienen que ver con el cambio, el intercambio y el precio. Sin embargo, lo que se viene en llamar escuelas postneoclásicas de la economía no se quedan en este retorno o esta actualización de temas precedentes, correspondientes al clasicismo de la economía, sino que también, retoman de la economía política el acontecimiento de la producción. Obviamente esto no las convierte en una nueva economía política, sino que retoman como herencia de ambas epistemes precedentes lo que va a ser, por así decirlo, reciclado en un nuevo paradigma. Se usa la herencia epistemológica para efectuar una nueva composición conceptual, que podemos llamar preferencialmente marginalismo, después, postmarginalismo, aunque el marginalismo date de mediados del siglo XIX, empero cobra fuerza con León Walras, sobre todo por el hincapié que hace en los márgenes como efectos mismos de la organización de la producción. Se puede intentar usar el nombre de neomarginalismo, sin embargo, parece que se trata, mas bien, de su continuidad acumulativa, de desenvolvimiento y desplazamientos epistemológicos, en las versiones llamadas postneoclásicas.

En lo que se ha venido en llamar escuelas postneoclásicas que, nosotros preferimos llamar de la concepción postmarginalista de la economía, se produce un desplazamiento de la atribución del valor. Ya no se trata del tiempo de trabajo, como en David Ricardo y Karl Marx, sino de los factores intervinientes en la conformación de la producción y en la formación del valor, siendo el precio una de sus peculiaridades. De esta manera nos abrimos a la mirada de la multiplicidad de factores, pero también de ritmos y temporalidades, que hacen al juego combinatorio de las composiciones entre flujos y stocks, que intervienen en la producción, pero también se introducen las expectativas subjetivas en los vaivenes del mercado. De esta manera, el tiempo deja de ser un concepto de la economía política para convertirse en una categoría operativa de la ingeniería de la producción y de la macroeconomía.

  

 

Del capital a la concepción integral de la economía

Si hemos dicho que Keynes tiene sus raíces en la teoría marginalista y que esta procedencia la comparte también Hayek, sin dejar de considerar sus propias trayectorias singulares de formación, que ya tienen que ver con otras influencias y otras lecturas, además de otras experiencias, Keynes no se restringe ni se circunscribe al marginalismo, puesto que lo atraviesa, inaugurando un nuevo espacio del pensamiento económico, que podemos llamar relativo a la macroeconomía. Con ese movimiento Keynes ya no se sitúa tampoco en la preocupación por definir el concepto de capital, sino que concibe al capital en un marco mayor, de manera concreta, en un marco abarcador donde intervienen no solamente distintos factores componentes de la producción y de la economía, sino distintas condiciones posibilidad de la economía, además de procesos que conforman las dinámicas económicas. El capital se convierte en un factor operativo y en una variable más de las ecuaciones macroeconómicas. En este sentido, nos vamos a mover del espacio de las preocupaciones por definir el capital al espacio de las consideraciones y modelos económicos, que intentan obtener una configuración completa e integral de la economía.

El libro más pertinente para abordar esta tarea es la Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero de John Maynard Keynes. Al principio, de este ensayo, hemos presentado la estructura del libro que acabamos de citar, las temáticas y problemas que aborda, además de las soluciones que se vierten en su exposición, con respecto a los problemas que deafían a la economía-mundo. Ahora nos compete reflexionar sobre algunas conceptualizaciones que se enuncian y se exponen en el libro citado, sobretodo desde la perspectiva de nuestra propia lectura, que interpreta desde el enfoque de los desplazamientos conceptuales en torno al concepto del capital, como hemos dicho, como una arqueologia sucinta del concepto de capital. Considerando el subtítulo de este apartado, podemos decir que se trata ya del desplazamiento conceptual del capital, que se encamina a una comprensión integral de la economía, en otras palabras, a su restricción a ser un mero operador, entre otros, a una variable más entre otras, en la economía moderna.

En el capítulo seis, La definición de ingreso ahorro e inversión, Keynes dice que:

“Podemos, en consecuencia, definir el ingreso del empresario como el excedente de valor de su producción terminada y vendida durante el periodo, sobre su costo primo. Es decir, que el ingreso del empresario se considera igual a la cantidad, que depende de su escala de producción, que se esfuerza por llevar al máximo, es decir, a su ganancia bruta en el sentido usual del término, Lo que está de acuerdo con el sentido común”[1].

Un poco más abajo define:

“El ingreso así definido es una cantidad completamente inequívoca. Además, como lo que el empresario procura llevar al máximo en sus previsiones, cuando decide qué volumen de ocupación concederá a los otros factores de la producción, que es el excedente de esta suma sobre sus desembolsos a dichos factores, resulta que ésa es la cantidad de importancia casual para la ocupación”. 

Seguidamente, emite una aclaración sobre el papel de la demanda efectiva:

“Además, la demanda efectiva es simplemente el ingreso global (o importe de ventas) que los empresarios esperan recibir, incluyendo los ingresos que hacen pasar a manos de los otros factores de la producción por medio del volumen de ocupación que deciden conceder. La función de demanda global relaciona varias cantidades hipotéticas de ocupación con los rendimientos que se espera obtener de su producto; y la demanda efectiva es el punto en que la función de demanda global llega a hacerse efectiva porque, considerando en conjunto con las condiciones de la oferta, corresponde al nivel de ocupación que lleva al máximo la expectativa de ganancia del empresario “[2].

En consecuencia: 

“Este conjunto de definiciones tiene también la ventaja de que podemos igualar el importe marginal de ventas (o ingreso) con el costo marginal de los factores y llegar así a la misma serie de proposiciones que relaciona el producto marginal, definido en la forma dicha, con el costo marginal de los factores, tal como ha sido establecido por los economistas que, pasando por alto el costo de uso, o suponiéndolo nulo, han igualado el precio de oferta con el costo marginal de los factores“[3].

Se trata del problema de definir el ingreso, este problema se lo asume encontrando un método satisfactorio para calcular su deducción. Se pueden considerar dos procedimientos posibles para lograr tal objetivo, uno se relaciona con la producción y el otro con el consumo. Lo que se ha expuesto más arriba, tiene que ver con el valor real del equipo productor al final del periodo. Ahora se pasa al segundo procedimiento. Keynes escribe:

“Vamos ahora al segundo de los principios citados antes. Nos hemos ocupado hasta ahora de aquella parte del cambio en el valor del equipo productor al final del periodo que, comparado con su valor inicial, se debe a las decisiones voluntarias del empresario para procurar obtener las ganancias máximas. Pero puede haber también pérdidas (o ganancias) involuntarias en el valor de su equipo de producción, que se presenten por razones fuera de su alcance, y si tomar en cuenta sus decisiones corrientes, con motivo de (por ejemplo) un cambio en los valores de mercado, desperdicio por obsolescencia o por el simple correr del tiempo o destrucción por una catástrofe, como una guerra o un terremoto. Ahora bien, una parte de estas pérdidas involuntarias, aun cuando son inevitables, no son imprevisibles en el sentido amplio del término; da el caso de las pérdidas que sobrevienen con el correr del tiempo, independientemente del uso, y también la obsolescencia normal que, como lo expresa el profesor Pigou, ’es lo bastante regular para ser prevista, si no en detalle, por lo menos a grandes rasgos’, incluyendo, podemos añadir, esas pérdidas de la comunidad en conjunto, que son lo bastantes regulares para ser consideradas usualmente como ’riesgos asegurables’. Pasemos por alto, momentáneamente, el hecho de que el monto de las pérdidas previstas depende del momento en que se supone que la expectativa se realice, y llamemos a la depreciación, qué es involuntaria, pero no inesperada del equipo, es decir, el excedente de la depreciación prevista sobre el costo de uso, el costo suplementario“[4]

Al respecto hace una aclaración:

“Quizás casi no valga la pena, indicar que esta definición no es la misma que la del costo suplementario de Marshall, aunque la idea en que se basa, a saber, la de ocuparse de aquella parte de la depreciación prevista que no entra en el costo primo, es semejante “[5].

La relación entre inversión, ingreso y ahorro tiene que ver con demanda agregada, no así como supone Jean Baptiste Say, teórico destacado de la llamada escuela clásica de la economía, que supone que la oferta crea su demanda. En tiempos de crisis como la de 1929, el mercado mostró sus limitaciones e ineficiencias, la mano invisible del mercado brilló por su ausencia; en ese sentido podemos decir que estamos ante una economía manca o amputada. Este supuesto clásico y también, después, de una de las escuelas marginalistas, incluso de una de las escuelas postmarginalistas, llevó a suponer una hipótesis cruel, la que comjetura que los empresarios seguirán invirtiendo si bajan los salarios, además de que los trabajadores seguirán empleándose porque no les queda otra cosa. Esto no ocurrió, pero, a pesar de esta experiencia, no aprendida, el neoliberalismo pretende aplicar la receta perversa, una y otra vez, incluso obviando el fracaso de este tipo de políticas basadas en el supuesto de Say. En la actualidad más reciente, un presidente delirante y fundamentalista, supuesto militante, ferviente y extremo, de la teoría de Hayek, pretende aplicar en Argentina el mismo postulado de Say, sin tomar en cuenta la experiencia habida, de que no solamente ha traído penurias y por lo tanto un gran costo social, sino que ha fracasado económicamente, llevando a los empresarios, no a la inversión productiva, sino al contrario, a un sector, sobre todo financiero, a especular y por medio de la especulación enriquecerse mientras empobrecen a la nación. 

En Keynes la inversión, el ingreso y el ahorro están articulados de manera inmediata. Keynes escribe:

“Por consiguiente, como el monto del ahorro es una consecuencia del proceder colectivo de los consumidores individuales, y el monto de la inversión lo es de la conducta colectiva de los empresarios individuales, estas dos cantidades son necesariamente iguales, ya que cada una de ellas es igual al excedente del ingreso sobre el consumo. A mayor abundamiento, esta conclusión no depende, en modo alguno, de cualquier sutileza o peculiaridad de la definición de ingreso expuesta antes. Si se admite que el ingreso es igual al valor de la producción corriente, que la inversión es igual al valor de aquella parte de dicha producción que no se ha consumido y que el ahorro es igual al excedente del ingreso sobre el consumo - todo lo que está de acuerdo, tanto con el sentido común, como con la costumbre tradicional de la mayoría de los economistas -, la igualdad entre el ahorro y la inversión es una consecuencia necesaria. En pocas palabras, el ingreso es igual al valor de la producción y el valor de la producción es igual al consumo más la inversión. Entonces el ahorro es igual al ingreso menos el consumo; por lo tanto, el ahorro es igual a la inversión[6] “. 

En consecuencia:

“La equivalencia entre la cantidad de ahorro y la de inversión surge del carácter bilateral de las operaciones entre el productor, por una parte, y el consumidor o comprador de equipo de producción, por la otra. El ingreso se crea por el excedente de valor que el productor obtiene de la producción que ha vendido sobre el costo de uso; pero toda esta producción debe haberse vendido, como es obvio, a un consumidor o a otro empresario; y la inversión corriente de cada empresario es igual al excedente del equipo que ha comprado a otros empresarios sobre su propio costo de uso. Por consiguiente, en conjunto, el excedente del ingreso sobre el consumo, al que llamamos ahorro, no puede diferir de la adición al equipo de capital, al que llamamos inversión. Lo mismo pasa con el ahorro y la inversión netos. El ahorro, de hecho, no es más que simple residuo. Las decisiones de consumir y las decisiones de invertir, determinan conjuntamente los ingresos. Suponiendo que las decisiones de invertir se hagan efectivas, una de dos, o restringe el consumo o amplían el ingreso. De modo, ningún acto de inversión puede evitar que el residuo o margen, al que llamamos ahorro, deje de aumentar en una cantidad equivalente[7] “. 

 

No olvidemos que el objeto de este ensayo es proponer un apunte para una arqueología del concepto de capital, si se puede hablar así, mientras tanto, de esta manera y saltando lapsos, desde su aparición hasta su propia diseminación. Cuando llegamos a Keynes el capital no es más que un factor de la producción, pero también de la distribución y del consumo, así como una variable de la inversión, teniendo en cuenta el ingreso y el ahorro. Visto prospectiva y retrospectivamente, podemos decir que hemos ingresado al ámbito conceptual y operativo y de cálculo de la macroeconomía, que supone la intervención del Estado como regulador del mercado, donde intervienen los bancos centrales, además, en el contexto mundial, donde intervienen el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.

En consecuencia, el capital no es una instancia clave de la economía, por así decirlo, capitalista, si no es un factor más de la macroeconomía capitalista. Comparando a Keynes con Hayek, podemos decir que todavía La teoría pura del capital se halla presa de esta conceptualización, que aparece de manera misteriosa y mística como clave del crecimiento y del desarrollo capitalista. Este supuesto, se mantiene de manera subyacente en sus otros libros, dedicados a los ciclos económicos y la teoría monetaria.

 

 


 Notas 


[1] Raul Prada Alcoreza: Crítica de la economía política generalizada. Tomos I y II. Editorial Comuna, Talleres Gráficos Kipus. En publicación. 

[2] Friedrich August von Hayek: La teoría pura del capital. Unión Editorial. Argentina 2019. Pág. 188.  

[3] Ibídem. Págs. 191-192.

[4] Ibídem. Págs. 193-194.

[5] John Maynard Keynes: Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero. Fondo de Cultura Económica. México, Buen os Aires, 1965. Pág. 32.

[6] Ibídem. Pág. 50. 

[7] Ibídem. 

[8] Ibídem.

 [9] Ver de Lew Rocwell Contra el Estado. Barbarroja Ediciones. Argentina 2021. 


Notas  desde Del capital a la concepción integral de la economía



[1] John Maynard Keynes: Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero. Fondo de Cultura Económica. México, Buenos Aires, 1965. Pág.  56. 

[2] Ibídem. Pág. 57.

[3] Ibídem. Pág. 57.

[4] Ibídem. Pág. 58.

[5] Ibídem. Pág. 58.

[6] Ibídem. Pág. 64.

[7] Ibídem. Págs. 64-65.

 

 

 

 

 

 

 

 

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